Cómo despedirse de un glaciar (1)
Helena Carpio: Las goteras eran tan constantes que no te dejaban escuchar tu propia voz. Eran como cascadas. Y recordé cuando era chiquita, que siempre me ha gustado mucho acampar, que a veces con mis papás me ponía a contar las estrellas. Y obviamente después de cinco minutos nos dábamos cuenta que era una tarea imposible. Bueno, me pasó lo mismo con el glaciar. Me senté dentro de la cueva a ver las paredes translúcidas y los millones de burbujas que tenían adentro, tratando de contar las goteras. Y después de cinco minutos me di cuenta que era una tarea inútil. Nunca voy a poder darme cuenta de que tan rápido se está derritiendo. No podía contarlas. Eran demasiado rápidas y eran demasiadas a la vez.
Silvia Viñas: Bienvenidos a El hilo, un podcast de Radio Ambulante Estudios. Soy Silvia Viñas.
Eliezer Budasoff: Y yo soy Eliezer Budasoff.
Ayer, en todo el mundo se celebró el día de la Tierra. Pero nuestro planeta no tiene muchas razones para celebrar. Las temperaturas están subiendo más rápido en las partes altas de la Tierra. Y en los últimos cincuenta años, los Andes perdió la mitad de sus glaciares tropicales. Los científicos pronostican que podrían desaparecer antes de finales de siglo.
Silvia: Y Venezuela podría convertirse en el primer país andino que pierda todos sus glaciares.
Hoy, el último glaciar de Venezuela y qué significa para nosotros ser la generación que lo verá desaparecer.
Es 23 de abril de 2021.
Helena: Miércoles, no sé ni por dónde pisar.
Eliezer: Ella es Helena Carpio, montañista y periodista de la revista venezolana Prodavinci, donde cubre temas ambientales. Este audio es de febrero del 2018, de su última expedición al pico Humboldt, en el estado de Mérida. Helena ya conocía el Humboldt, fue por primera vez con su familia en el 2014.
Helena: Creo que no lo supe apreciar. Me parecía muy interesante que había nieve en un país que también tuviese costas caribeñas, que tuviese médanos de desiertos. Pero bueno, creo que no supe entender la relevancia del hielo que estaba pisando.
Eliezer: Tres años más tarde su percepción cambió gracias a un artículo que leyó en la revista The Economist que decía que Venezuela podría convertirse en el primer país que perdería sus glaciares.
Helena: Entonces, le planteo esta historia a mi editor y me encamino hacia Mérida.
Eliezer: Iba a volver a escalar el Humboldt.
Para Helena y dos guías de montaña que la acompañaron, la expedición hacia el pico Humboldt comenzó en Los Nevados, un pueblo que se encuentra arropado por una de las vertientes de los Andes venezolanos, que se llama la Sierra Nevada.
Helena: Es un pueblo pequeño de casas blancas, blancas como la nieve. Y se llama Los Nevados porque hace unos cincuenta, sesenta años caía mucha nieve allí y la nieve se acumulaba en las cumbres que lo rodeaban. Entonces todos los habitantes de Los Nevados, cuando subían la vista al cielo, veían picos nevados. Y la gente siempre dice que, bueno, que hoy en día lo que queda blanco en los nevados son las paredes de las casas, porque ya todos los glaciares y la nieve que caía allí ya escasamente aparece.
Eliezer: El viaje duró unos diez días y recorrieron más de veinte kilómetros para poder alcanzar el segundo pico más alto del país, que se levanta a 4940 metros sobre el nivel del mar.
Helena: Es un trabajo muy mental ¿no? Porque, porque tu estás a paso humano, sabemos que cada paso mide menos de un metro y estás tratando de escalar algo que está mil metros por encima de tu cabeza. Tú estás con tus botas ahí, tratando de equilibrarte entre el precipicio y la roca que tienes enfrente, casi vertical. La roca es brillante. Realmente parece mármol a veces, tiene como estas vetas internas rosadas, verdes, amarillas, que te indican que es roca muy antigua, y además su textura resbalosa te habla de que allí hubo glaciar, porque así es como el glaciar erosiona, el glaciar al erosionar crea toboganes.
Eliezer: Al subir, el glaciar no se ve desde todos los puntos, pero Helena me dijo que hay un momento específico, a mitad de camino, en el que ya se puede ver.
Helena: Y te aceleras más y te emocionas más, aunque estés más cansada, porque ya sabes que la cumbre está cerca. Empezamos a ver hacia arriba y parecía un puñado de nubes. Y es solo cuando se despeja el cielo que realmente entiendes que ese blanco que está allí es hielo. No es vapor de agua, ni son pájaros, ni… Es hielo.
Eliezer: Cuando Helena finalmente alcanzó la cumbre y pudo llegar al glaciar, notó que algo había cambiado con respecto a la última vez que había estado allí con su familia, cuatro años antes.
Helena: Porque yo lo recordaba mucho más grande. Incluso me monté en una piedra alta y empecé a ver al horizonte a ver si se estaba escapándoseme alguna parte glaciar que no conocía, porque realmente vi que las lenguas que antes cubrían y se desparramaban hacia otra ladera no estaban. El glaciar era mucho más pequeño.
Eliezer: Helena había entrenado con guías de montaña cuando subió el Humbolt por primera vez. Sabía cómo usar instrumentos especiales para moverse por el hielo, como algo que se llama “piolet”.
Helena: Que parece como un hacha y es lo que utilizan los montañistas para poder moverse y desplazarse por el hielo de manera segura. Te clavas, lo lanzas con todas tu fuerzas, como si fueras a cortar una pared, y eso es lo que te ayuda a tener tracción para moverte en el hielo. Lo mismo que los crampones, que son estos aparatos que te pegas a las botas y que son como si tuvieras veinte cuchillos pegados verticalmente en las suelas de los zapatos y es lo que te permite anclarte al hielo. Los tuve que usar la primera vez que fui porque además la caminata era mucho más… Tenías que atravesar… Con toda certeza tenías que atravesar el glaciar para llegar a la cumbre del pico Humboldt. El glaciar era tan grande que tenías que pasar por el hielo. Ya ese no era el caso.
Eliezer: Esta vez, no fue necesario usar estos instrumentos para moverse por el hielo.
Helena: Resulta que el hielo era tan poco profundo que no hizo falta.
Eliezer: Helena se encontró con un glaciar herido, con grietas. Ella dice que cerca de la cumbre, los bordes del glaciar ya no abrazan la roca como lo hacía antes. Tenía, incluso, espacios de hasta un metro entre la montaña y el hielo.
Helena: Encontramos una cueva debajo del glaciar que cuando entramos escalamos hacia abajo, como si estuviéramos bajando unas escaleras en la roca, y de repente nos dimos cuenta que estábamos debajo de la masa de hielo. Entonces la acústica es muy poderosa. Sonaban como cascadas. Además, vi azules que nunca en mi vida pensé que iba a ver tantas tonalidades distintas, más que en el Mar Caribe, imagínate.
Hay como unas burbujas…
Eliezer: Helena describe la pared de hielo como la vitrina de una tienda, translúcida y transparente. Y adentro se pueden ver incontables burbujas de oxígeno congeladas en el hielo. Son pedazos de atmósfera que pueden tener allí atrapados miles de años. Helena las llama antepasados por la información que nos revelan.
Helena: Entonces, estás viendo un gigante que tiene demasiada información y datos que nos ayudan a todos a entender cómo era nuestro hogar, nuestro planeta, hace miles de años. Y se están desapareciendo en gotas. Y esas gotas bajan simplemente aceleradas por la cuenca y llegan y forman lagunas y ya. Allí desapareció la historia del planeta.
Eliezer: Antes de salir de la cueva, Helena y su equipo hicieron un pequeño experimento. Sacaron una botella de un litro de agua vacía, la sostuvieron debajo de una de las estalactitas de hielo que goteaba y contaron el tiempo que les tomó llenar la botella. Un minuto y treinta y ocho segundos.
Durante su reporteo, Helena fue a muchos archivos de periódicos y revistas, un poco para tratar de rescatar la historia del glaciar. Había escuchado rumores sobre una supuesta competencia de esquí que había tenido lugar en el pico Espejo, uno de los glaciares ya extintos de Venezuela. Entonces Helena empezó a buscar año por año en la sección de deportes del periódico, hasta que encontró fotos y una reseña del campeonato de esquí.
Helena: Buscando y buscando archivos leí un nombre que me pareció familiar.
Eliezer: El nombre de un señor que tenía el mismo apellido que ella: Carpio.
Helena: Y era el nombre de mi abuelo. Resulta que Miguel Carpio, Michel Carpio, como lo llamaba mi padre, había esquiado y había participado no en uno, sino en los dos campeonatos de esquí que se llevaron a cabo en Venezuela. Y no solo eso. El único que se terminó, que fue el de 1961, mi abuelo quedó en segundo lugar. Entonces, descubrí a mi abuelo investigando sobre los glaciares y yo realmente sabía muy poco de mi abuelo. Mi abuelo murió cuando mi padre tenía dieciséis años de un cáncer muy violento y a mi padre le cuesta mucho hablar de él. Incluso nosotros hoy en día, ya grandes, no sabemos nada sobre mi abuelo y tenemos una familia muy pequeña. Entonces, siempre nos hizo falta ese gigante, siempre nos hizo falta tener a ese personaje en nuestras vidas. Y qué me iba a imaginar yo que lo descubrí en un glaciar.
Eliezer: Helena no solo encontró su apellido en los archivos del periódico. Unas semanas después, buscando fotografías en el viejo archivo de una revista, encontró una foto de su abuelo esquiando.
Helena: Yo tenía una sola foto de mi abuelo. Era la única que yo había visto, la única que tenía. Y de repente encontré una segunda foto de él esquiando en los glaciares. En un archivo, en un sótano oscuro. El glaciar empezó siendo una historia sobre cambio climático y sobre cambios ambientales y sobre cómo el planeta está cambiando rápidamente. Y terminó siendo una historia sobre mi familia y sobre mi padre y sobre lo que soy. Y me cambió mucho la forma de verlo. El glaciar se convirtió en mi abuelo. El abuelo que nunca conocí y que además es cómico porque a mí siempre me gustaron mucho las montañas. Y siempre me gustó mucho la naturaleza y la aventura. Y encontrar a mi abuelo montado en ese glaciar hizo que tantas cosas tuvieran sentido.
Eliezer: ¿Cómo ha sido para ti ver este retroceso en el glaciar?
Helena: Realmente de las pocas certezas que tú tienes estando allá arriba es que pocos han estado allí, que no te acompañan muchos. Y por esa parte también me entristece porque siento que quizás no tanta gente los va a extrañar. Y eso me duele porque quizás Venezuela no va a tener cambios radicales cuando desaparezcan sus glaciares. Más allá de lo que signifique para un pueblo dejar de ser una ciudad de nieves eternas. Pero para el resto del continente, para los Andes, millones de personas van a quedarse sin agua cuando desaparezcan los glaciares. Y no es agua solamente para bañarte, para tomar, es el agua que impulsaba la generación eléctrica y alumbra a tu casa. Es el agua que te permite vivir y te permite ser civilización. Ser humanidad. Esa agua va a desaparecer cuando se derriten los glaciares. Entonces, quizás nosotros no tenemos ese impacto porque nuestras tierras realmente nunca dependieron necesariamente del hielo. Pero nos deja haciéndonos la pregunta de bueno, ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Qué va a ser Mérida si ya no es eso?
Eliezer: Después de la pausa hablamos con dos científicos que están documentando el retroceso del Humboldt para entender mejor qué está pasando con el último glaciar de Venezuela, y qué nos dice sobre el calentamiento global y el resto de los glaciares que aún quedan en los Andes. Ya volvemos.