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Niebla - Unamuno, I

I

Al aparecer Augusto a la puerta de su casa extendió el brazo derecho, con la mano palma abajo y abierta, y dirigiendo los ojos al cielo quedose un momento parado en esta actitud estatuaria y augusta. No era que tomaba posesión del mundo exterior, sino era que observaba si llovía. Y al recibir en el dorso de la mano el frescor del lento orvallo frunció el sobrecejo. Y no era tampoco que le molestase la llovizna, sino el tener que abrir el paraguas. ¡Estaba tan elegante, tan esbelto, plegado y dentro de su funda! Un paraguas cerrado es tan elegante como es feo un paraguas abierto.

«Es una desgracia esto de tener que servirse uno de las cosas —pensó Augusto—; tener que usarlas, el uso estropea y hasta destruye toda belleza. La función más noble de los objetos es la de ser contemplados. ¡Qué bella es una naranja antes de comida! Esto cambiará en el cielo cuando todo nuestro oficio se reduzca, o más bien se ensanche a contemplar a Dios y todas las cosas en Él. Aquí, en esta pobre vida, no nos cuidamos sino de servimos de Dios; pretendemos abrirlo, como a un paraguas, para que nos proteja de toda suerte de males.»

Díjose así y se agachó a recogerse los pantalones. Abrió el paraguas por fin y se quedó un momento suspenso y pensando: «y ahora, ¿hacia dónde voy?, ¿tiro a la derecha o a la izquierda?» Porque Augusto no era un caminante, sino un paseante de la vida. «Esperaré a que pase un perro —se dijo— y tomaré la dirección inicial que él tome.»

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto.

Y así una calle y otra y otra.

«Pero aquel chiquillo —iba diciéndose Augusto, que más bien que pensaba hablaba consigo mismo—, ¿qué hará allí, tirado de bruces en el suelo? ¡Contemplar a alguna hormiga, de seguro! ¡La hormiga, ¡bah!, uno de los animales más hipócritas! Apenas hace sino pasearse y hacernos creer que trabaja. Es como ese gandul que va ahí, a paso de carga, codeando a todos aquellos con quienes se cruza, y no me cabe duda de que no tiene nada que hacer. ¡Qué ha de tener que hacer, hombre, qué ha de tener que hacer! Es un vago, un vago como... ¡No, yo no soy un vago! Mi imaginación no descansa. Los vagos son ellos, los que dicen que trabajan y no hacen sino aturdirse y ahogar el pensamiento. Porque, vamos a ver, ese mamarracho de chocolatero que se pone ahí, detrás de esa vidriera, a darle al rollo majadero, para que le veamos, ese exhibicionista del trabajo, ¿qué es sino un vago? Y a nosotros ¿qué nos importa que trabaje o no? ¡El trabajo! ¡El trabajo! ¡Hipocresía! Para trabajo el de ese pobre paralítico que va ahí medio arrastrándose... Pero ¿y qué sé yo? ¡Perdone, hermano! —esto se lo dijo en voz alta—. ¿Hermano? ¿Hermano en qué? ¡En parálisis! Dicen que todos somos hijos de Adán. Y este, Joaquinito, ¿es también hijo de Adán? ¡Adiós, Joaquín! ¡Vaya, ya tenemos el inevitable automóvil, ruido y polvo! ¿Y qué se adelanta con suprimir así distancias? La manía de viajar viene de topofobía y no de filotopía; el que viaja mucho va huyendo de cada lugar que deja y no buscando cada lugar a que llega. Viajar... viajar... Qué chisme más molesto es el paraguas... Calla, ¿qué es esto?»

Y se detuvo a la puerta de una casa donde había entrado la garrida moza que le llevara imantado tras de sus ojos. Y entonces se dio cuenta Augusto de que la había venido siguiendo. La portera de la casa le miraba con ojillos maliciosos, y aquella mirada le sugirió a Augusto lo que entonces debía hacer. «Esta Cerbera aguarda —se dijo— que le pregunte por el nombre y circunstancias de esta señorita a que he venido siguiendo y, ciertamente, esto es lo que procede ahora. Otra cosa sería dejar mi seguimiento sin coronación, y eso no, las obras deben acabarse. ¡Odio lo imperfecto!» Metió la mano al bolsillo y no encontró en él sino un duro. No era cosa de ir entonces a cambiarlo, se perdería tiempo y ocasión en ello.

—Dígame, buena mujer —interpeló a la portera sin sacar el índice y el pulgar del bolsillo—, ¿podría decirme aquí, en confianza y para inter nos, el nombre de esta señorita que acaba de entrar?

—Eso no es ningún secreto ni nada malo, caballero.

—Por lo mismo.

—Pues se llama doña Eugenia Domingo del Arco.

—¿Domingo? Será Dominga...

—No, señor, Domingo; Domingo es su primer apellido.

—Pues cuando se trata de mujeres, ese apellido debía cambiarse en Dominga. Y si no, ¿dónde está la concordancia?

—No la conozco, señor.

—Y dígame... dígame... —sin sacar los dedos del bolsillo—, ¿cómo es que sale así sola? ¿Es soltera o casada? ¿Tiene padres?

—Es soltera y huérfana. Vive con unos tíos...

—¿Paternos o maternos?

—Sólo sé que son tíos.

—Basta y aun sobra.

—Se dedica a dar lecciones de piano.

—¿Y lo toca bien?

—Ya tanto no sé.

—Bueno, bien, basta; y tome por la molestia.

—Gracias, señor, gracias. ¿Se le ofrece más? ¿Puedo servirle en algo? ¿Desea le lleve algún mandado?

—Tal vez... tal vez... No por ahora... ¡Adiós!

—Disponga de mí, caballero, y cuente con una absoluta discreción.

«Pues señor —iba diciéndose Augusto al separarse de la portera—, ve aquí cómo he quedado comprometido con esta buena mujer. Porque ahora no puedo dignamente dejarlo así. Qué dirá si no de mí este dechado de porteras. ¿Conque... Eugenia Dominga, digo Domingo, del Arco? Muy bien, voy a apuntarlo, no sea que se me olvide. No hay más arte mnemotécnica que llevar un libro de memorias en el bolsillo. Ya lo decía mi inolvidable don Leoncio: ¡no metáis en la cabeza lo que os quepa en el bolsillo! A lo que habría que añadir por complemento: ¡no metáis en el bolsillo lo que os quepa en la cabeza! Y la portera, ¿cómo se llama la portera?»

Volvió unos pasos atrás.

—Dígame una cosa más, buena mujer...

—Usted mande...

—Y usted, ¿cómo se llama?

—¿Yo? Margarita.

—¡Muy bien, muy bien... gracias!

—No hay de qué.

Y volvió a marcharse Augusto, encontrándose al poco rato en el paseo de la Alameda.

Había cesado la llovizna. Cerró y plegó su paraguas y lo enfundó. Acercose a un banco, y al palparlo se encontró con que estaba húmedo. Sacó un periódico, lo colocó sobre el banco y sentóse. Luego su cartera y blandió su pluma estilográfica. «He aquí un chisme utilísimo —se dijo—; de otro modo, tendría que apuntar con lápiz el nombre de esa señorita y podría borrarse. ¿Se borrará su imagen de mi memoria? Pero ¿cómo es? ¿Cómo es la dulce Eugenia? Sólo me acuerdo de unos ojos... Tengo la sensación del toque de unos ojos... Mientras yo divagaba líricamente, unos ojos tiraban dulcemente de mi corazón. ¡Veamos! Eugenia Domingo, sí, Domingo, del Arco. ¿Domingo? No me acostumbro a eso de que se llame Domingo... No; he de hacerle cambiar el apellido y que se llame Dominga. Pero, y nuestros hijos varones, ¿habrán de llevar por segundo apellido el de Dominga? Y como han de suprimir el mío, este impertinente Pérez, dejándolo en una P, ¿se ha de llamar nuestro primogénito Augusto P Dominga? Pero... ¿adónde me llevas, loca fantasía?» Y apuntó en su cartera: Eugenia Domingo del Arco, Avenida de la Alameda, 58. Encima de esta apuntación había estos dos endecasilabos:

De la cuna nos viene la tristeza y también de la cuna la alegría...

«Vaya —se dijo Augusto—, esta Eugenita, la profesora de piano, me ha cortado un excelente principio de poesía lírica trascendental. Me queda interrumpida. ¿Interrumpida?... Sí, el hombre no hace sino buscar en los sucesos, en las vicisitudes de la suerte, alimento para su tristeza o su alegría nativas. Un mismo caso es triste o alegre según nuestra disposición innata. ¿Y Eugenia? Tengo que escribirle. Pero no desde aquí, sino desde casa. ¿Iré más bien al Casino? No, a casa, a casa. Estas cosas desde casa, desde el hogar. ¿Hogar? Mi casa no es hogar. Hogar... hogar... ¡Cenicero más bien! ¡Ay, mi Eugenia!» Y se volvió Augusto a su casa.

I I I I I I

Al aparecer Augusto a la puerta de su casa extendió el brazo derecho, con la mano palma abajo y abierta, y dirigiendo los ojos al cielo quedose un momento parado en esta actitud estatuaria y augusta. Als Augustus an der Tür seines Hauses erschien, streckte er seinen rechten Arm aus, mit der Handfläche nach unten und geöffnet, und richtete seine Augen zum Himmel, einen Moment lang in dieser statuarischen und erhabenen Haltung stehen. When Augustus appeared at the door of his house, he extended his right arm, with his hand palm down and open, and directing his eyes to the sky, he stood for a moment in this statuesque and august attitude. No era que tomaba posesión del mundo exterior, sino era que observaba si llovía. Es war nicht so, dass er die Außenwelt in Besitz nahm, sondern dass er zusah, wenn es regnete. Y al recibir en el dorso de la mano el frescor del lento orvallo frunció el sobrecejo. Und als er die Kühle des langsamen Orvallo auf seinem Handrücken empfing, runzelte er die Stirn. Y no era tampoco que le molestase la llovizna, sino el tener que abrir el paraguas. Und der Nieselregen störte ihn auch nicht, sondern den Regenschirm öffnen zu müssen. ¡Estaba tan elegante, tan esbelto, plegado y dentro de su funda! Es war so elegant, so schlank, gefaltet und in seiner Tasche! It was so sleek, so slender, folded and inside its case! Un paraguas cerrado es tan elegante como es feo un paraguas abierto. Ein geschlossener Regenschirm ist so elegant wie ein offener Regenschirm hässlich ist. A closed umbrella is as elegant as an open umbrella is ugly.

«Es una desgracia esto de tener que servirse uno de las cosas —pensó Augusto—; tener que usarlas, el uso estropea y hasta destruye toda belleza. "Es ist ein Unglück, eines der Dinger benutzen zu müssen", dachte Augusto; sie benutzen zu müssen, verdirbt und zerstört sogar alle Schönheit. La función más noble de los objetos es la de ser contemplados. Die edelste Funktion von Gegenständen ist zu betrachten. ¡Qué bella es una naranja antes de comida! Wie schön ist eine Orange vor dem Essen! Esto cambiará en el cielo cuando todo nuestro oficio se reduzca, o más bien se ensanche a contemplar a Dios y todas las cosas en Él. Dies wird sich im Himmel ändern, wenn unser ganzes Amt reduziert oder vielmehr erweitert wird, um Gott und alle Dinge in Ihm zu betrachten. Aquí, en esta pobre vida, no nos cuidamos sino de servimos de Dios; pretendemos abrirlo, como a un paraguas, para que nos proteja de toda suerte de males.» Hier, in diesem armen Leben, kümmern wir uns nicht um uns selbst, sondern dienen Gott; wir beabsichtigen, es wie einen Regenschirm zu öffnen, um uns vor allen möglichen Übeln zu schützen."

Díjose así y se agachó a recogerse los pantalones. Er sagte das und bückte sich, um seine Hose aufzuheben. He said this to himself and bent down to pick up his pants. Abrió el paraguas por fin y se quedó un momento suspenso y pensando: «y ahora, ¿hacia dónde voy?, ¿tiro a la derecha o a la izquierda?» Porque Augusto no era un caminante, sino un paseante de la vida. Schließlich öffnete er den Regenschirm und wurde für einen Moment aufgehängt und dachte: "Wo gehe ich jetzt hin? Schieße ich nach rechts oder nach links?" Denn Augustus war kein Wanderer, sondern ein Wanderer des Lebens. He finally opened the umbrella and remained suspended for a moment, thinking: "and now, which way should I go? Shall I shoot to the right or to the left?" Because Augusto was not a walker, but a walker of life. «Esperaré a que pase un perro —se dijo— y tomaré la dirección inicial que él tome.» Ich warte, bis ein Hund vorbeikommt, sagte sie sich, und nehme die Startrichtung, die er einschlägt.

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos  se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. Dabei ging kein Hund über die Straße, sondern ein Garrida-Mädchen, und nach seinen Augen ging Augusto, wie magnetisiert und ohne es zu merken. At this point, not a dog passed through the street, but a garish girl, and behind her eyes went, as if magnetized and without realizing it, Augusto.

Y así una calle y otra y otra. Und so eine Straße und eine andere und noch eine.

«Pero aquel chiquillo —iba diciéndose Augusto, que más bien que pensaba hablaba consigo mismo—, ¿qué hará allí, tirado de bruces en el suelo? "Aber dieser kleine Junge", begann Augusto zu sich selbst zu sagen und sprach eher mit sich selbst als nachzudenken, "was wird er da tun, mit dem Gesicht nach unten auf dem Boden liegend?" ¡Contemplar a alguna hormiga, de seguro! Betrachten Sie eine Ameise, ganz sicher! ¡La hormiga, ¡bah!, uno de los animales más hipócritas! Die Ameise, bah, eines der heuchlerischsten Tiere! Apenas hace sino pasearse y hacernos creer que trabaja. Er läuft einfach herum und lässt uns glauben, dass er funktioniert. Es como ese gandul que va ahí, a paso de carga, codeando a todos aquellos con quienes se cruza, y no me cabe duda de que no tiene nada que hacer. Es ist wie bei diesem faulen Kerl, der dorthin geht, schnell vorankommt, jeden mit dem Ellbogen bedrängt, dem er begegnet, und ich habe keinen Zweifel, dass er nichts zu tun hat. It's like that slacker who goes there, at a charging pace, elbowing everyone he comes across, and I have no doubt that he has nothing to do. ¡Qué ha de tener que hacer, hombre, qué ha de tener que hacer! Was muss er tun, Mann, was muss er tun! Es un vago, un vago como... ¡No, yo no soy un vago! Er ist ein Penner, ein Penner wie ... Nein, ich bin kein Penner! Mi imaginación no descansa. Meine Phantasie ruht nicht. Los vagos son ellos, los que dicen que trabajan y no hacen sino aturdirse y ahogar el pensamiento. Sie sind die Faulen, die sagen, dass sie arbeiten und nichts tun, als den Gedanken zu betäuben und zu ertränken. Porque, vamos a ver, ese mamarracho de chocolatero que se pone ahí, detrás de esa vidriera, a darle al rollo majadero, para que le veamos, ese exhibicionista del trabajo, ¿qué es sino un vago? Denn, mal sehen, dieser schokoholische Boogeyman, der hinter dieses Fenster kommt, um die Scheiße zu rollen, damit wir ihn sehen können, diesen Exhibitionisten bei der Arbeit, was ist er anderes als ein Penner? Y a nosotros ¿qué nos importa que trabaje o no? Und was interessiert uns, ob es funktioniert oder nicht? ¡El trabajo! ¡El trabajo! ¡Hipocresía! Para trabajo el de ese pobre paralítico que va ahí medio arrastrándose... Pero ¿y qué sé yo? Für die Arbeit jenes armen Gelähmten, der halb kriechend dorthin geht ... Aber was weiß ich? ¡Perdone, hermano! —esto se lo dijo en voz alta—. ¿Hermano? ¿Hermano en qué? ¡En parálisis! In Lähmung! Dicen que todos somos hijos de Adán. Y este, Joaquinito, ¿es también hijo de Adán? ¡Adiós, Joaquín! ¡Vaya, ya tenemos el inevitable automóvil, ruido y polvo! Wow, wir haben schon das unvermeidliche Auto, Lärm und Staub! ¿Y qué se adelanta con suprimir así distancias? La manía de viajar viene de topofobía y no de filotopía; el que viaja mucho va huyendo de cada lugar que deja y no buscando cada lugar a que llega. Der Reisewahn kommt von Topophobie und nicht von Philotopie; Wer viel reist, flieht von jedem Ort, den er verlässt, und sucht nicht jeden Ort, an dem er ankommt. Viajar... viajar... Qué chisme más molesto es el paraguas... Calla, ¿qué es esto?» Travel... travel... What an annoying thing is the umbrella.... Shut up, what is this?"

Y se detuvo a la puerta de una casa donde había entrado la garrida moza que le llevara imantado tras de sus ojos. Und er blieb an der Tür eines Hauses stehen, in das das Garrida-Mädchen eingetreten war, das ihn magnetisiert hinter ihren Augen getragen hatte. Y entonces se dio cuenta Augusto de que la había venido siguiendo. Und dann erkannte Augustus, dass er ihr gefolgt war. La portera de la casa le miraba con ojillos maliciosos, y aquella mirada le sugirió a Augusto lo que entonces debía hacer. Die Haushälterin sah ihn mit boshaften Augen an, und dieser Blick deutete Augusto an, was er nun tun sollte. «Esta Cerbera aguarda —se dijo— que le pregunte por el nombre y circunstancias de esta señorita a que he venido siguiendo y, ciertamente, esto es lo que procede ahora. „Diese Cerbera wartet“, sagte er sich, „daß ich sie nach Namen und Lebensumständen dieser jungen Dame frage, der ich gefolgt bin, und das tut sie jetzt ganz bestimmt. Otra cosa sería dejar mi seguimiento sin coronación, y eso no, las obras deben acabarse. Eine andere Sache wäre, mein Follow-up ohne Krönung zu lassen, und nein, die Arbeiten müssen fertig sein. ¡Odio lo imperfecto!» Metió la mano al bolsillo y no encontró en él sino un duro. Ich hasse das Unvollkommene!" Er griff in seine Tasche und fand darin nichts als eine Münze. No era cosa de ir  entonces a cambiarlo, se perdería tiempo y ocasión en ello. Es ging nicht darum, es zu ändern, Zeit und Gelegenheit würden damit verschwendet.

—Dígame, buena mujer —interpeló a la portera sin sacar el índice y el pulgar del bolsillo—, ¿podría decirme aquí, en confianza y para inter nos, el nombre de esta señorita que acaba de entrar?

—Eso no es ningún secreto ni nada malo, caballero. "Das ist kein Geheimnis oder etwas Schlimmes, Sir."

—Por lo mismo. -Für das Selbe.

—Pues se llama doña Eugenia Domingo del Arco.

—¿Domingo? Será Dominga... Es wird Sonntag...

—No, señor, Domingo; Domingo es su primer apellido. "Nein, Herr, Domingo;" Domingo ist sein Vorname.

—Pues cuando se trata de mujeres, ese apellido debía cambiarse en Dominga. "Nun, wenn es um Frauen geht, musste dieser Nachname in Dominga geändert werden." Y si no, ¿dónde está la concordancia? Und wenn nicht, wo ist die Vereinbarung?

—No la conozco, señor. "Ich kenne sie nicht, Sir."

—Y dígame... dígame... —sin sacar los dedos del bolsillo—, ¿cómo es que sale así sola? "Und sag mir ... sag mir ..." Ohne die Finger aus der Tasche zu nehmen, "wie kommt es, dass es allein so herauskommt?" ¿Es soltera o casada? ¿Tiene padres?

—Es soltera y huérfana. Vive con unos tíos...

—¿Paternos o maternos?

—Sólo sé que son tíos.

—Basta y aun sobra. "Genug und noch mehr."

—Se dedica a dar lecciones de piano.

—¿Y lo toca bien?

—Ya tanto no sé.

—Bueno, bien, basta; y tome por la molestia. "Gut, gut, genug;" und nimm die Mühe.

—Gracias, señor, gracias. ¿Se le ofrece más? Gibt es mehr für dich? ¿Se le ofrece más? ¿Puedo servirle en algo? Kann ich Ihnen mit irgendwas helfen? ¿Desea le lleve algún mandado? Möchten Sie eine Besorgung machen?

—Tal vez... tal vez... No por ahora... ¡Adiós! "Vielleicht ... vielleicht ... Vorerst nicht ... Tschüss!"

—Disponga de mí, caballero, y cuente con una absoluta discreción. "Entsorgen Sie mich, Sir, und haben Sie absolute Diskretion."

«Pues señor —iba diciéndose Augusto al separarse de la portera—, ve aquí cómo he quedado comprometido con esta buena mujer. "Nun, Sir", begann Augusto zu sich selbst zu sagen, als er sich vom Concierge trennte, "sehen Sie hier, wie ich mich dieser guten Frau verpflichtet habe." Porque ahora no puedo dignamente dejarlo así. Denn jetzt kann ich es nicht würdig so lassen. Qué dirá si no de mí este dechado de porteras. Was wird dieses Paradebeispiel der Torhüter sagen, wenn nicht über mich. ¿Conque... Eugenia Dominga, digo Domingo, del Arco? Also ... Eugenia Dominga, ich meine Domingo, del Arco? Muy bien, voy a apuntarlo, no sea que se me olvide. In Ordnung, ich werde es aufschreiben, damit ich es nicht vergesse. No hay más arte mnemotécnica que llevar un libro de memorias en el bolsillo. Es gibt keine bessere Gedächtniskunst, als eine Erinnerung in der Tasche zu tragen. Ya lo decía mi inolvidable don Leoncio: ¡no metáis en la cabeza lo que os quepa en el bolsillo! Mein unvergessener Don Leoncio hat es schon gesagt: steck dir nicht in den Kopf, was in deine Tasche passt! A lo que habría que añadir por complemento: ¡no metáis en el bolsillo lo que os quepa en la cabeza! Als Ergänzung dazu: Stecken Sie nicht in die Tasche, was in Ihren Kopf passt! Y la portera, ¿cómo se llama la portera?»

Volvió unos pasos atrás. Er ging ein paar Schritte zurück.

—Dígame una cosa más, buena mujer...

—Usted mande... "Du sendest ...

—Y usted, ¿cómo se llama?

—¿Yo? Margarita.

—¡Muy bien, muy bien... gracias!

—No hay de qué.

Y volvió a marcharse Augusto, encontrándose al poco rato en el paseo de la Alameda. Und Augusto ging wieder und fand sich nach kurzer Zeit auf dem Paseo de la Alameda wieder.

Había cesado la llovizna. Der Nieselregen hatte aufgehört. Cerró y plegó su paraguas y lo enfundó. Acercose a un banco, y al palparlo se encontró con que estaba húmedo. Er näherte sich einer Bank und stellte fest, dass sie feucht war. Sacó un periódico, lo colocó sobre el banco y sentóse. Luego su cartera y blandió su pluma estilográfica. Dann seine Brieftasche und er schwenkte seinen Füllfederhalter. Then his wallet and brandished his fountain pen. «He aquí un chisme utilísimo —se dijo—; de otro modo, tendría que apuntar con lápiz el nombre de esa señorita y podría borrarse. Hier ist ein sehr nützlicher Klatsch, sagte er sich; andernfalls müssten Sie den Namen dieser jungen Dame mit Bleistift schreiben und er könnte gelöscht werden. ¿Se borrará su imagen de mi memoria? Pero ¿cómo es? ¿Cómo es la dulce Eugenia? Sólo me acuerdo de unos ojos... Tengo la sensación del toque de unos ojos... Mientras yo divagaba líricamente, unos ojos tiraban dulcemente de mi corazón. Ich erinnere mich nur an Augen ... Ich habe das Gefühl, Augen zu berühren ... Während ich lyrisch schwafelte, zogen die Augen sanft an meinem Herzen. I only remember eyes... I have the sensation of the touch of eyes... While I rambled lyrically, some eyes tugged sweetly at my heart. ¡Veamos! Eugenia Domingo, sí, Domingo, del Arco. ¿Domingo? No me acostumbro a eso de que se llame Domingo... No; he de hacerle cambiar el apellido y que se llame Dominga. Pero, y nuestros hijos varones, ¿habrán de llevar por segundo apellido el de Dominga? Aber, und unsere männlichen Kinder, werden sie Dominga als ihren zweiten Nachnamen haben? Y como han de suprimir el mío, este impertinente Pérez, dejándolo en una P, ¿se ha de llamar nuestro primogénito Augusto P Dominga? Und da sie meinen, diesen unverschämten Pérez, der es in einem P belässt, unterdrücken müssen, soll unser erstgeborener Augusto P Dominga heißen? Pero... ¿adónde me llevas, loca fantasía?» Y apuntó en su cartera: Eugenia Domingo del Arco, Avenida de la Alameda, 58. Encima de esta apuntación había estos dos endecasilabos:

De la cuna nos viene la tristeza y también de la cuna la alegría...

«Vaya —se dijo Augusto—, esta Eugenita, la profesora de piano, me ha cortado un excelente principio de poesía lírica trascendental. Me queda interrumpida. ¿Interrumpida?... Sí, el hombre no hace sino buscar en los sucesos, en las vicisitudes de la suerte, alimento para su tristeza o su alegría nativas. Ja, der Mensch tut nichts anderes, als in den Ereignissen, in den Wechselfällen des Glücks, Nahrung für seine angeborene Traurigkeit oder Freude zu suchen. Un mismo caso es triste o alegre según nuestra disposición innata. ¿Y Eugenia? Tengo que escribirle. Pero no desde aquí, sino desde casa. ¿Iré más bien al Casino? ¿Iré más bien al Casino? No, a casa, a casa. Estas cosas desde casa, desde el hogar. These things from home, from home. ¿Hogar? Home? Mi casa no es hogar. Hogar... hogar... ¡Cenicero más bien! ¡Ay, mi Eugenia!» Y se volvió Augusto a su casa. Ja, meine Eugenia! » Und Augustus kehrte nach Hause zurück.