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Español Con Juan, Bicho malo nunca muere (1)

Bicho malo nunca muere (1)

¡Hola, chicos! ¿Qué tal?

Bienvenidos a un nuevo episodio de nuestro podcast para aprender español.

Bienvenidos y bienvenidas al único, al mejor, al fantástico podcast Español Con Juan. Un podcast en español, solo en español, para aprender español.

¡Aquí estoy, aquí estoy de nuevo!

¡He vuelto, he vuelto!

Después de una pequeña pausa durante las fiestas de Navidad y Año Nuevo, aquí estoy de nuevo.

No me he ido a ninguna parte. Muchos quizás hayan pensado que había dejado de hacer el podcast, que me había hartado de todo y de todos y que me había ido muy lejos, ¿no?

Ya sé, ya sé lo que estaréis pensando… “Este tío, este tío… ¿Pero dónde estará este tío? ¿Le habrá pasado algo? ¿Estará enfermo? ¿Se habrá puesto malo?

¡Nah! No me ha pasado nada, chicos. Aquí estoy, he vuelto. Para bien o para mal, he vuelto.

Como decía mi padre, “Bicho malo nunca muere”. ¿Entendéis? ¿Entendéis lo que quiero decir?

Un bicho es un insecto, un animal normalmente pequeño y feo. Algo que nos da miedo o asco, pero que no sabemos identificar, no sabemos qué es ni cómo se llama. ¿Entendéis? Eso es un bicho.

Yo recuerdo que… Cuando era niño, vivía con mis padres en un pueblo pequeño y, claro, ya se sabe, en el campo pues hay bichos.

Recuerdo que una vez, de niño, no sé, yo debía de tener unos once años, me desperté en mitad de la noche porque sentí que algo me corría por el cuello y me bajaba por la espalda… me desperté, a pesar de que estaba dormido profundamente me, desperté y no sabía qué era y, de pronto, aunque la habitación estaba a oscuras, claro, la luz estaba apagada, por la ventana entraba la luz de la luna y entonces pude ver que en la cama había algo, algo que tenía patas, unas patas larguísimas y peludas, o sea, con mucho pelo. No sabía exactamente qué era, pero era muy feo y me daba mucho miedo. No quería tocarlo.

Empecé a gritar, “¡Mamá, mamá ¡Hay un bicho en la cama! ¡Hay un bicho en la cama!”

Entonces vino mi madre, encendió la luz, entró en la habitación y cuando vio el bicho ella también empezó a gritar.

¡Ahhhh! ¡Hay un bicho en la cama! ¡Pepe, Pepe! ¡Hay un bicho en la cama del niño!”

Y se fue, se fue de la habitación y me dejó allí solo, con el bicho.

¡Qué horror! Fueron unos segundos terroríficos, yo solo, en la cama, con aquel bicho que me miraba… sí, porque el bicho no se movía, se había quedado quieto, completamente inmóvil, pero me miraba. A mí me parecía que me miraba con cara de odio y que estaba a punto de saltarme encima de un momento a otro.

A los pocos segundos regresó mi madre. Esta vez venía con mi padre. Mi padre entró en la habitación, se acercó a la cama, echó un vistazo, vio el bicho y él también empezó a gritar.

“¡Ahhhhh! ¡Un bicho! ¡Hay un bicho enorme en la cama del niño!”

Y se dio la vuelta salió corriendo de la habitación él también, dejándome solo otra vez.

Yo, claro, tenía cada vez más miedo, pero no me atrevía a moverme. Había visto en un documental de la tele que cuando un animal te ataca, por ejemplo, un perro, es mejor no correr, no escapar, sino hacerle frente. Si echas a correr para intentar escapar, lo más probable es que el animal piense que tienes miedo y entonces estás perdido. El animal te perseguirá y te atacará. Es mucho mejor no moverse, quedarse quieto y fingir que no tienes miedo.

Al rato volvieron a entrar mis padres en la habitación. Quizás habían pasado solo unos segundos, pero a mí me parecieron una eternidad.

Ahora traían una escoba y se habían puesto unos guantes. Mi padre agarró la escoba con las dos manos y empezó a darle escobazos al bicho, el cual, claro, echó a correr, cayó al suelo e intentó buscar refugio en un rincón. Mi padre lo persiguió con la escoba, pero el bicho era mucho más rápido. Cuando él daba un escobazo, el bicho ya se había ido.

Mi padre siempre fue de reflejos muy lentos, la verdad.

Además, es que se había olvidado ponerse las gafas y no veía bien donde estaba el bicho.

Mi madre le tenía que dar instrucciones: “¡Pepe, a la derecha de la cama! ¡Pepe, debajo de la mesa! ¡En la pared, Pepe, en la pared, al lado del cuadro!”

Al final el bicho se metió en un agujero que había en la pared y desapareció. No volvimos a verlo.

A mí me daba miedo el bicho y quería que mi padre acabase con él, pero por otro lado me daba pena y no quería que mi padre lo matase.

—¿Lo has matado? —le pregunté.

— Se ha escapado —me dijo él—. Bicho malo nunca muere.

“Bicho malo nunca muere”. Esa fue la primera vez que escuché ese dicho.

Mis padres tenían un dicho o un refrán para cada situación.

Esto de bicho malo nunca muere es un dicho que después le escuché decir a mi padre muchas veces, pero al hablar de personas, no de bichos, lo que al principio me parecía muy confuso.

Recuerdo una vez, por ejemplo, que estábamos comiendo con la televisión encendida. Cuando yo era niño veíamos el telediario mientras comíamos y un día recuerdo que estaban dando la noticia de que un dictador latinoamericano, uno de esos militares que estaba acusado de haber cometido cientos de asesinatos y de haber torturado a muchos de sus oponentes políticos… Pues, estaban dando la noticia en la tele de que tenía una grave enfermedad y que había estado en el hospital varias semanas, pero al final todo había ido bien y había salido del hospital caminando por su propio pie.

—¿Ves? —le dijo mi padre a mi madre—. Bicho malo nunca muere.

Entonces comprendí que un bicho no era solo un insecto raro y feo que no sabemos qué es ni cómo se llama. Un dictador también podía ser un bicho. Interesante.

Algún tiempo más tarde, cuando se estaba acercando la Navidad, escuché a mi madre que le decía a mi padre.

—Pepe, ha llamado tu madre. Quiere que te diga que tu padre ha vuelto y que quiere volver con ella.

Estaban hablando de mi abuelo, del padre de mi padre. Era la primera vez que escuchaba hablar de él.

Yo conocía a mi abuelita, la madre de mi padre, pero siempre la había visto sola. Al parecer, su marido, mi abuelo, la había dejado por otra, por una cantante de cabaret, cuando mi padre era aún un niño.

Mi abuela había tenido que sacar adelante a sus hijos ella sola. Como no tenía dinero, la pobre se había tenido que poner a trabajar de limpiadora. O sea, mientras mi abuelo se gastaba toda la pasta que tenía con su amante, mi abuela se dedicaba a barrer escaleras, limpiar casas y fregar platos para las familias ricas del barrio.

Cuando mi padre se enteró de que, después de veinte años de haber abandonado a su familia, su padre quería volver con su madre, lo primero que dijo fue:

—¡Bicho malo nunca muere!

Yo aún era muy niño y no me enteraba muy bien de qué estaban hablando, pero por lo que escuché entendí que mi abuelo decía que quería volver con su mujer, la madre de mi padre, porque finalmente se había dado cuenta de que ella era su amor verdadero, el amor de su vida, que estaba muy arrepentido de haberla abandonado y haberla dejado sola con sus hijos, pero que había cambiado y que quería volver con ella…

Mi padre se echó a reír de forma sarcástica.

—¡Ja, ja, ja! Claro, ahora que es viejo y que se ha gastado todo el dinero con su amante, ahora que seguramente no tiene donde caerse muerto, ahora dice que se arrepiente y que quiere volver con mi madre. ¡Qué cara! ¡Qué cara tan dura!

Luego se enfadó muchísimo cuando se enteró de que su madre, mi abuela, había perdonado a su marido, a su padre, a mi abuelo, y lo había admitido en casa otra vez.

—¿Te has vuelto loca, mamá? —le dijo mi padre a mi abuela.

—Me da pena —le contestó ella—. Está solo y no tiene más familia que nosotros. No puedo dejarlo en la calle como un perro.

—No te preocupes tanto por él, mamá —le dijo mi padre — No le pasará nada. ¡Bicho malo nunca muere!

“Bicho malo nunca muere”. Otra vez. Poco a poco iba entendiendo mejor qué significaba esta expresión.

Algún tiempo después, recuerdo que estábamos viendo un partido de fútbol en la tele. Era un Real Madrid - Atlético de Madrid. Mi padre era del Atlético. Era su equipo de toda la vida. Y odiaba al Real Madrid con toda su alma.

Recuerdo que cuando faltaban diez minutos para que terminase el partido, el Atlético perdía por un gol a cero.

Mi padre estaba hundido en el sofá y no decía nada. Simplemente miraba a los jugadores de su equipo correr por el campo de fútbol como pollos sin cabeza. Estaba resignado a perder el partido. Al fin y al cabo, estaba acostumbrado a perder. El Atlético perdía siempre. Es el equipo de los perdedores, de los derrotados.

Entonces, de repente, cuando nadie se lo esperaba, el portero del Real Madrid cometió un error de esos estúpidos, se le escapó la pelota de las manos y el Atlético marcó un gol. Era el empate. El empate. No era la victoria,¿eh? No era la victoria. Era el empate. ¡El empate!

Mi padre dio un salto y se puso en pie.

—¡¡Goooooool! ¡Gooooool! ¡Gooooool!

Mi padre era un hombre callado y un poco introvertido, de pocas palabras, que raramente expresaba sus emociones, pero cuando el Atlético marcaba un gol daba saltos de alegría y gritaba como un niño al que los Reyes Magos le hubieran traído la bicicleta que tanto quería.

Estaba más contento él que el jugador del Atlético que había marcado el gol.

—¿Te das cuenta, hijo? —me dijo, mientras me abrazaba—. ¡Bicho malo nunca muere!

Otra vez la expresión del bicho: bicho malo nunca muere. Ahora mi padre usaba este dicho para hablar de su equipo, del Atlético…

Me sorprendió un poco que usara la misma expresión para hablar de un dictador latinoamericano, para hablar de mi abuelo y de su equipo de fútbol, pero poco a poco fui dándome cuenta de que una misma expresión podía usarse en situaciones diferentes, en diferentes contextos.

Y luego unos años más tarde, fui yo el que usé esta misma expresión con él. Fue cuando tuvieron que hospitalizarle por un problema en el corazón. Tenían que operarle y él estaba muy preocupado. Tenia miedo.

El día que lo iban a operar, mi madre y yo fuimos a visitarlo al hospital.

Antes de irme le dije:

—Papá, recuerda: bicho malo nunca muere.

Él se echó a reír y los dos nos abrazamos.

Al final la operación salió perfectamente y sin ningún problema.

Y, bueno, yo ahora, la verdad, no sé por qué os estoy hablando de todo esto… Creo que me he vuelto a enrollar como una persiana otra vez.

Ese es el problema de este podcast. Que me enrollo, pierdo el hilo, y al final termino hablando de una cosa completamente diferente a lo que tenía pensado decir al principio.

Esto no es serio, de verdad. Yo os aconsejo que escuchéis otros podcasts para aprender español. Estoy seguro de que si buscáis, podéis encontrar otros podcasts mucho mejor estructurados, mucho más lógicos, más y mejor organizados… Esto es un desastre, de verdad, este podcast es el podcast más desorganizado y caótico que hay ahora mismo en internet. De verdad, os lo digo. Yo no sé si aquí vais a aprender mucho español… No sé, no sé…

Estoy de broma, estoy de broma, chicos, estoy bromeando… Por supuesto que este es un buen podcast para aprender español. Este es un podcast fantástico para aprender español en contexto, con historias, a veces historias divertidas, a veces no tan divertidas, pero, bueno, así es la vida, ¿no? Así es la vida…


Bicho malo nunca muere (1) Böser Bug stirbt nie (1) bad bug never dies (1) Un mauvais bug ne meurt jamais (1) 悪い虫は死なない (1) Zły błąd nigdy nie umiera (1)

¡Hola, chicos! ¿Qué tal?

Bienvenidos a un nuevo episodio de nuestro podcast para aprender español.

Bienvenidos y bienvenidas al único, al mejor, al fantástico podcast Español Con Juan. Welcome to the only, the best, fantastic Spanish With Juan podcast. Un podcast en español, solo en español, para aprender español.

¡Aquí estoy, aquí estoy de nuevo!

¡He vuelto, he vuelto!

Después de una pequeña pausa durante las fiestas de Navidad y Año Nuevo, aquí estoy de nuevo.

No me he ido a ninguna parte. Muchos quizás hayan pensado que había dejado de hacer el podcast, que me había hartado de todo y de todos y que me había ido muy lejos, ¿no?

Ya sé, ya sé lo que estaréis pensando… “Este tío, este tío… ¿Pero dónde estará este tío? ¿Le habrá pasado algo? ¿Estará enfermo? ¿Se habrá puesto malo?

¡Nah! No me ha pasado nada, chicos. Aquí estoy, he vuelto. Para bien o para mal, he vuelto.

Como decía mi padre, “Bicho malo nunca muere”. Comme disait mon père, "Bad Bug ne meurt jamais." ¿Entendéis? ¿Entendéis lo que quiero decir?

Un bicho es un insecto, un animal normalmente pequeño y feo. Algo que nos da miedo o asco, pero que no sabemos identificar, no sabemos qué es ni cómo se llama. ¿Entendéis? Eso es un bicho.

Yo recuerdo que… Cuando era niño, vivía con mis padres en un pueblo pequeño y, claro, ya se sabe, en el campo pues hay bichos.

Recuerdo que una vez, de niño, no sé, yo debía de tener unos once años, me desperté en mitad de la noche porque sentí que algo me corría por el cuello y me bajaba por la espalda… me desperté, a pesar de que estaba dormido profundamente me, desperté y no sabía qué era y, de pronto, aunque la habitación estaba a oscuras, claro, la luz estaba apagada, por la ventana entraba la luz de la luna y entonces pude ver que en la cama había algo, algo que tenía patas, unas patas larguísimas y peludas, o sea, con mucho pelo. No sabía exactamente qué era, pero era muy feo y me daba mucho miedo. No quería tocarlo.

Empecé a gritar, “¡Mamá, mamá ¡Hay un bicho en la cama! ¡Hay un bicho en la cama!”

Entonces vino mi madre, encendió la luz, entró en la habitación y cuando vio el bicho ella también empezó a gritar.

¡Ahhhh! ¡Hay un bicho en la cama! ¡Pepe, Pepe! ¡Hay un bicho en la cama del niño!”

Y se fue, se fue de la habitación y me dejó allí solo, con el bicho.

¡Qué horror! Fueron unos segundos terroríficos, yo solo, en la cama, con aquel bicho que me miraba… sí, porque el bicho no se movía, se había quedado quieto, completamente inmóvil, pero me miraba. A mí me parecía que me miraba con cara de odio y que estaba a punto de saltarme encima de un momento a otro.

A los pocos segundos regresó mi madre. Esta vez venía con mi padre. Mi padre entró en la habitación, se acercó a la cama, echó un vistazo, vio el bicho y él también empezó a gritar.

“¡Ahhhhh! ¡Un bicho! ¡Hay un bicho enorme en la cama del niño!”

Y se dio la vuelta salió corriendo de la habitación él también, dejándome solo otra vez.

Yo, claro, tenía cada vez más miedo, pero no me atrevía a moverme. Había visto en un documental de la tele que cuando un animal te ataca, por ejemplo, un perro, es mejor no correr, no escapar, sino hacerle frente. Si echas a correr para intentar escapar, lo más probable es que el animal piense que tienes miedo y entonces estás perdido. El animal te perseguirá y te atacará. Es mucho mejor no moverse, quedarse quieto y fingir que no tienes miedo.

Al rato volvieron a entrar mis padres en la habitación. Quizás habían pasado solo unos segundos, pero a mí me parecieron una eternidad.

Ahora traían una escoba y se habían puesto unos guantes. Mi padre agarró la escoba con las dos manos y empezó a darle escobazos al bicho, el cual, claro, echó a correr, cayó al suelo e intentó buscar refugio en un rincón. Mi padre lo persiguió con la escoba, pero el bicho era mucho más rápido. Cuando él daba un escobazo, el bicho ya se había ido.

Mi padre siempre fue de reflejos muy lentos, la verdad.

Además, es que se había olvidado ponerse las gafas y no veía bien donde estaba el bicho.

Mi madre le tenía que dar instrucciones: “¡Pepe, a la derecha de la cama! ¡Pepe, debajo de la mesa! ¡En la pared, Pepe, en la pared, al lado del cuadro!”

Al final el bicho se metió en un agujero que había en la pared y desapareció. No volvimos a verlo.

A mí me daba miedo el bicho y quería que mi padre acabase con él, pero por otro lado me daba pena y no quería que mi padre lo matase. J'avais peur de l'insecte et je voulais que mon père le tue, mais d'un autre côté j'en avais pitié et je ne voulais pas que mon père le tue.

—¿Lo has matado? —le pregunté.

— Se ha escapado —me dijo él—. Bicho malo nunca muere.

“Bicho malo nunca muere”. Esa fue la primera vez que escuché ese dicho.

Mis padres tenían un dicho o un refrán para cada situación.

Esto de bicho malo nunca muere es un dicho que después le escuché decir a mi padre muchas veces, pero al hablar de personas, no de bichos, lo que al principio me parecía muy confuso.

Recuerdo una vez, por ejemplo, que estábamos comiendo con la televisión encendida. Cuando yo era niño veíamos el telediario mientras comíamos y un día recuerdo que estaban dando la noticia de que un dictador latinoamericano, uno de esos militares que estaba acusado de haber cometido cientos de asesinatos y de haber torturado a muchos de sus oponentes políticos… Pues, estaban dando la noticia en la tele de que tenía una grave enfermedad y que había estado en el hospital varias semanas, pero al final todo había ido bien y había salido del hospital caminando por su propio pie.

—¿Ves? —le dijo mi padre a mi madre—. Bicho malo nunca muere.

Entonces comprendí que un bicho no era solo un insecto raro y feo que no sabemos qué es ni cómo se llama. Un dictador también podía ser un bicho. Interesante.

Algún tiempo más tarde, cuando se estaba acercando la Navidad, escuché a mi madre que le decía a mi padre.

—Pepe, ha llamado tu madre. Quiere que te diga que tu padre ha vuelto y que quiere volver con ella.

Estaban hablando de mi abuelo, del padre de mi padre. Era la primera vez que escuchaba hablar de él.

Yo conocía a mi abuelita, la madre de mi padre, pero siempre la había visto sola. Al parecer, su marido, mi abuelo, la había dejado por otra, por una cantante de cabaret, cuando mi padre era aún un niño.

Mi abuela había tenido que sacar adelante a sus hijos ella sola. Como no tenía dinero, la pobre se había tenido que poner a trabajar de limpiadora. O sea, mientras mi abuelo se gastaba toda la pasta que tenía con su amante, mi abuela se dedicaba a barrer escaleras, limpiar casas y fregar platos para las familias ricas del barrio.

Cuando mi padre se enteró de que, después de veinte años de haber abandonado a su familia, su padre quería volver con su madre, lo primero que dijo fue:

—¡Bicho malo nunca muere!

Yo aún era muy niño y no me enteraba muy bien de qué estaban hablando, pero por lo que escuché entendí que mi abuelo decía que quería volver con su mujer, la madre de mi padre, porque finalmente se había dado cuenta de que ella era su amor verdadero, el amor de su vida, que estaba muy arrepentido de haberla abandonado y haberla dejado sola con sus hijos, pero que había cambiado y que quería volver con ella…

Mi padre se echó a reír de forma sarcástica.

—¡Ja, ja, ja! Claro, ahora que es viejo y que se ha gastado todo el dinero con su amante, ahora que seguramente no tiene donde caerse muerto, ahora dice que se arrepiente y que quiere volver con mi madre. ¡Qué cara! ¡Qué cara tan dura! Quel visage dur !

Luego se enfadó muchísimo cuando se enteró de que su madre, mi abuela, había perdonado a su marido, a su padre, a mi abuelo, y lo había admitido en casa otra vez.

—¿Te has vuelto loca, mamá? —le dijo mi padre a mi abuela.

—Me da pena —le contestó ella—. Está solo y no tiene más familia que nosotros. No puedo dejarlo en la calle como un perro.

—No te preocupes tanto por él, mamá —le dijo mi padre — No le pasará nada. ¡Bicho malo nunca muere!

“Bicho malo nunca muere”. Otra vez. Poco a poco iba entendiendo mejor qué significaba esta expresión.

Algún tiempo después, recuerdo que estábamos viendo un partido de fútbol en la tele. Era un Real Madrid - Atlético de Madrid. Mi padre era del Atlético. Era su equipo de toda la vida. Y odiaba al Real Madrid con toda su alma.

Recuerdo que cuando faltaban diez minutos para que terminase el partido, el Atlético perdía por un gol a cero.

Mi padre estaba hundido en el sofá y no decía nada. Simplemente miraba a los jugadores de su equipo correr por el campo de fútbol como pollos sin cabeza. Estaba resignado a perder el partido. Al fin y al cabo, estaba acostumbrado a perder. El Atlético perdía siempre. Es el equipo de los perdedores, de los derrotados.

Entonces, de repente, cuando nadie se lo esperaba, el portero del Real Madrid cometió un error de esos estúpidos, se le escapó la pelota de las manos y el Atlético marcó un gol. Era el empate. C'était la cravate. El empate. No era la victoria,¿eh? No era la victoria. Era el empate. ¡El empate!

Mi padre dio un salto y se puso en pie.

—¡¡Goooooool! ¡Gooooool! ¡Gooooool!

Mi padre era un hombre callado y un poco introvertido, de pocas palabras, que raramente expresaba sus emociones, pero cuando el Atlético marcaba un gol daba saltos de alegría y gritaba como un niño al que los Reyes Magos le hubieran traído la bicicleta que tanto quería.

Estaba más contento él que el jugador del Atlético que había marcado el gol.

—¿Te das cuenta, hijo? —me dijo, mientras me abrazaba—. ¡Bicho malo nunca muere!

Otra vez la expresión del bicho: bicho malo nunca muere. Ahora mi padre usaba este dicho para hablar de su equipo, del Atlético…

Me sorprendió un poco que usara la misma expresión para hablar de un dictador latinoamericano, para hablar de mi abuelo y de su equipo de fútbol, pero poco a poco fui dándome cuenta de que una misma expresión podía usarse en situaciones diferentes, en diferentes contextos.

Y luego unos años más tarde, fui yo el que usé esta misma expresión con él. Fue cuando tuvieron que hospitalizarle por un problema en el corazón. Tenían que operarle y él estaba muy preocupado. Tenia miedo.

El día que lo iban a operar, mi madre y yo fuimos a visitarlo al hospital.

Antes de irme le dije:

—Papá, recuerda: bicho malo nunca muere.

Él se echó a reír y los dos nos abrazamos.

Al final la operación salió perfectamente y sin ningún problema.

Y, bueno, yo ahora, la verdad, no sé por qué os estoy hablando de todo esto… Creo que me he vuelto a enrollar como una persiana otra vez.

Ese es el problema de este podcast. Que me enrollo, pierdo el hilo, y al final termino hablando de una cosa completamente diferente a lo que tenía pensado decir al principio.

Esto no es serio, de verdad. Yo os aconsejo que escuchéis otros podcasts para aprender español. Estoy seguro de que si buscáis, podéis encontrar otros podcasts mucho mejor estructurados, mucho más lógicos, más y mejor organizados… Esto es un desastre, de verdad, este podcast es el podcast más desorganizado y caótico que hay ahora mismo en internet. De verdad, os lo digo. Yo no sé si aquí vais a aprender mucho español… No sé, no sé…

Estoy de broma, estoy de broma, chicos, estoy bromeando… Por supuesto que este es un buen podcast para aprender español. Este es un podcast fantástico para aprender español en contexto, con historias, a veces historias divertidas, a veces no tan divertidas, pero, bueno, así es la vida, ¿no? Así es la vida…