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Zurita - L. A. Clarín, 2.1

2.1

Tenía ya treinta años. Hasta los quince había ayudado a su padre a enseñar latín; a los veinte se había hecho bachiller en artes en el Instituto de Guadalajara; después había vivido tres años dando paso de Retórica, Psicología, Lógica y Ética a los niños ricos y holgazanes. Un caballero acaudalado se lo llevó a Oviedo en calidad de ayo de sus hijos, y allí pudo cursar la carrera del Notariado. A los veinticinco años la historia le encuentra en Valencia sirviendo de ayuda de cámara, disfrazado de maestro, a dos estudiantes de leyes, huérfanos, americanos. A cada nuevo título académico que adquiría Zurita cambiaba de amo, pero siempre seguía siendo criado con aires de pedagogo. Parecía que su destino era aprenderse de memoria, a fuerza de repetirlas, las lecciones que debían saber los demás. Al cabo supo todo lo que ignoraban los que medraron mucho más que él. Zurita les enseñaba... y ellos no aprendían; pero ellos subían y él no adelantaba un paso.

Estas reflexiones no son de Zurita. Aquiles seguía pensando que era muy temprano para medrar. A los veintisiete años emprendió la carrera de filosofía y letras, que, según él, era su verdadera vocación. «Ahora me toca estudiar a mí» se dijo el infeliz, que no había crecido de tanto estudiar; que tenía una palidez eterna, como reflejo de la palidez de las hojas de sus libros.

¿De qué vivía Zurita después que dejó de enseñar Retórica y cepillar la ropa a sus discípulos? Vivía de sus ahorros. El ahorro era una religión y una tradición familiar para Aquiles. El amanuense de Hermosilla, el que había copiado en hermosa letra de Torío toda la Ilíada en endecasílabos, había sido, además de humanista, avaro; guardaba un cuarto y lo ponía a parir; y a veces los cuartos del dómine de Azuqueca parían gemelos. Desde niño Aquiles que tenía la moral casera por una moral revelada, se había acostumbrado al ahorro como a una segunda naturaleza. La idea del fruto civil le parecía tan inherente a las leyes de la creación como la de todo desarrollo y florecimiento. Así como la tierra —o sea Demetera según Zurita— de su fecundo seno saca todos los frutos, así el ahorro en el orden social produce el interés, su hijo legítimo. Malgastar un cuarto le parecía al tierno Aquiles tan bárbara acción como hacer malparir a una oveja o aplastarle en el vientre los póstumos recentales, o como destrozar un árbol robándole la misteriosa savia que corría a nutrir y dar color de salud a los frutos incipientes.

Cuando leyó, hombre ya, la apología que escribió Bastiat del petit centime, Aquiles lloró enternecido. Bastiat fue para él un San Juan del evangelio económico.

Aquello que la ciencia le decía lo había él adivinado. Pero ¡con qué elocuencia lo demostraba el sabio! ¡La religión del interés! ¡La religión del ahorro! ¡Las armonías del tanto por ciento!... Esto era lo que él había aprendido empíricamente en el hogar bendito. «El dómine de Azuqueca era, además de un Quintiliano, un Bastiat inconsciente!». Zurita alababa la memoria de su padre, que tenía un altar en su corazón; y prestaba dinero a interés a sus condiscípulos. Como él era estoico, le costó poco trabajo vivir como un asceta; apenas comía, apenas vestía; su posada era la más barata de Valencia; le sobraba casi todo el sueldo que le daban los estudiantes americanos, como antes le había sobrado la soldada que recibía del ricacho de Oviedo. Cuando Zurita se decidió a estudiar de veras, con independencia, sin dar lecciones ni limpiar botas, reunía, merced a sus ahorros y a los que heredara de su padre, una renta de dos mil trescientos reales, colocada a salto de mata, en peligrosos parajes del crédito, pero a un interés muy respetable, en consonancia con el riesgo. Cobraba los intereses a toca—teja, sin embargo, merced a su fuerza de voluntad, a su constancia en el pedir y a la pequeñez de las cantidades que tenían que entregarle sus deudores. Por cobrar una peseta de intereses daba tres vueltas al mundo, y abrumaba al deudor con su presencia, y se dejaba insultar. Siempre cobraba. Peseta a peseta y a lo más duro a duro, recogía sus rentas, las rentas de aquel capital esparcido a todos los vientos. De los dos mil trescientos reales le sobraban al año los trescientos para aumentar el capital. Las matrículas no le costaban dinero, sino disenterías, porque las ganaba a fuerza de estudiar. Su presupuesto exigía que los estudios se los pagase el Estado. Tenía por consiguiente, que ganar de seguro el premio llamado... matrícula de honor; tenía que estudiar de manera que a ningún condiscípulo pudiese ocurrírsele disputarle el premio. Y conseguía su propósito. No había más que sacrificar el estómago y los ojos. Con sus dos mil reales pagaba la posada y se vestía y calzaba. Su ambición oculta, la que apenas se confesaba a sí mismo, era ir a Madrid. Su gran preocupación eran las eminencias, a quien también llamaba aquellas lumbreras. Aunque sus aficiones intelectuales y los recuerdos de las enseñanzas domésticas le inclinaban a las ideas que se suele llamar reaccionarias, en punto a lumbreras admiraba las de todos los partidos y escuelas, y lo mismo se pasmaba ante un discurso de Castelar que ante una lamentación de Aparisi. ¡Si él pudiese oír algún día y ver de cerca a todos aquellos sabios que explicaban en la Universidad Central, en el Ateneo y hasta en el Fomento de las Artes! A los muchachos valencianos que estudiaban en Madrid les preguntaba, cuando volvían por el verano, mil pormenores de las costumbres, figuras y gestos de las lumbreras. Leía todos los libros nuevos que caían en sus manos, y se desesperaba cuando no entendía muy bien las modernas teorías.

Quedarse zaguero en materia científica o literaria se le antojaba el colmo de lo ridículo, y los autores que le atraían a su causa en seguida eran los que trataban de ignorantes, fanáticos y trasnochados a los que no seguían sus ideas. Por más que el corazón le llamaba hacia las doctrinas tradicionales, al espiritualismo más puro, los libros de cubierta de color de azafrán, que entonces empezaban a correr por España anunciando, entre mil galicismos, que el pensamiento era una sección del cerebro, trastornaban el juicio del pobre Zurita.

La duda entró en su alma como un terremoto, y sus entrañas padecieron mucho con aquellos estremecimientos de las creencias. Muchas veces, mientras sacaba lustre a las botas de algún discípulo muy amado, su pensamiento padecía torturas en el potro de una duda acerca de la permanencia del yo. —¿El yo de hoy es el yo de ayer, señor Zurita? —le había preguntado un filósofo que acababa de cursar el doctorado de letras en Madrid, y venía con una porción de problemas filosóficos en la maleta.

Zurita a sus solas meditaba: «Mi yo de hoy ¿es el mismo de ayer? Este que limpia estas botas ¿es el mismo que las limpió ayer?». Y para sacar mejor el lustre, contrayendo los músculos de la boca, arrojaba sobre la piel de becerro el aliento de sus pulmones.

El aliento salía caliente, y esto le recordaba la teoría de Anaxímenes y en general las de toda la escuela jónica; y el materialismo antiguo, empalmado con el moderno se le volvía a aparecer mortificándole con sus negaciones supremas de lo espiritual, inmortal y suprasensible. El pobre muchacho pasaba las de Caín con estas dudas. En materias literarias también su pensamiento había sufrido una revolución, como decía Zurita, imitando sin querer el estilo de las lumbreras. —¡Él, que se había criado en el estilo más clásico que pudo enseñar amanuense de retórico!— Ya se había acabado la retórica complicada de las figuras, y según veía por sus libros, y según lo que le decían los estudiantes que venían de Madrid, ahora la poesía era objetiva o subjetiva, y el arte tenía una finalidad propia con otra porción de zarandajas filosóficas todas extranjeras. Para enterarse bien de todas estas y otras muchas novedades, deseaba, sin poder soñar con otra cosa, verse en la corte en las cátedras de la Universidad Central, cara a cara con el profesor insigne de Filosofía a la moda y con el de literatura trascendental y enrevesada.

Llegó el día esperado con tal ansia, y Zurita entró en la corte, y antes de buscar posada, fue a matricularse en el doctorado de Filosofía y Letras. Licenciado ya se había hecho, según queda apuntado.

En la fonda de seis reales sin principio en que hubo de acomodarse, encontró un filósofo cejijunto, taciturno y poco limpio que dormía en su misma alcoba, la cual tenía vistas a la cocina por un ventanillo cercano al techo... y no tenía más vistas.

Era el filósofo hombre, o por lo menos filósofo, de pocas palabras, y jamás a los disparates que decían los otros huéspedes en la mesa quería mezclar los que a él pudieran ocurrírsele. Zurita le pidió permiso la primera noche para leer en la cama hasta cerca de la madrugada. Separaba los dos miserables catres el espacio en que cabía apenas una mesilla de nogal mugrienta y desvencijada; allí había que colocar el velón de aceite (porque el petróleo apestaba), y como la luz podía ofender al filósofo, que no velaba, creyó Zurita obligación suya pedir licencia.

El filósofo, que tendría sus treinta y cuatro años y parecía un viejo malhumorado, seco y frío, se desnudaba mirando a Zurita, que ya estaba entre sábanas, con gesto de lástima orgullosa, y contestó:

—Usted, señor mío, es muy dueño de leer las horas que quiera, que a mí la luz no me ofende para dormir. El mal será para V., que con velar perderá la salud y con leer llenará el espíritu de prejuicios.

No replicó Zurita, por falta de confianza pero no dejó de asombrarle aquello de los prejuicios. Poco a poco, pero sin trabajo, fue consiguiendo que el filósofo se dignara soltar delante de él alguna sentencia, no a la mesa al almorzar o al cenar, sino en la alcoba antes de dormirse.

Como Zurita observase que el señor don Cipriano, que así se llamaba, y nunca supo su apellido, sobre todo asunto de ciencia o arte daba sentencia firme y en dos palabras condenaba a un sabio y en media absolvía a otro, se le ocurrió preguntarle un día que a qué hora estudiaba tanto como necesitaba saber para ser juez inapelable en todas las cuestiones. Sonrió don Cipriano y dijo:

—Ha de saber el licenciado Zurita que nosotros no leemos libros, sino que «aprendemos en la propia reflexión, ante nosotros mismos, todo lo que hay puesto en la conciencia para conocer en vista inmediata, no por saberlo, sino por serlo».

Y se acostó el filósofo sin decir más, y a poco roncaba.

Zurita aquella noche no podía parar atención en lo que leía, y dejaba el libro a cada pocos minutos, y se incorporaba en su catre para ver al filósofo dormir.

Empezaba a parecerle un tantico ridículo buscar la sabiduría en los libros, mientras otros roncando se lo encontraban todo sabido al despertar.

Algunas veces había visto al don Cipriano en los claustros de la Universidad; pero, como sabía que no era estudiante, no podía averiguar a qué iba allí.

Una noche, en que la confianza fue a más se atrevió a preguntárselo.

El filósofo le dijo que él también iba a cátedra, pero no con el intento de tomar grados ni títulos, sino con el de comulgar en la ciencia con sus semejantes, como también Zurita podía hacer, si le parecía conveniente.

Contestó Aquiles que nada sería más de su agrado que estudiar desinteresadamente y comulgar en aquello que se le había dicho.


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Tenía ya treinta años. He was already thirty years old. Hasta los quince había ayudado a su padre a enseñar latín; a los veinte se había hecho bachiller en artes en el Instituto de Guadalajara; después había vivido tres años dando paso de Retórica, Psicología, Lógica y Ética a los niños ricos y holgazanes. Until he was fifteen he had helped his father teach Latin; at twenty he had completed a bachelor's degree in arts at the Institute of Guadalajara; then he had lived three years giving way to Rhetoric, Psychology, Logic and Ethics to the rich and lazy kids. Un caballero acaudalado se lo llevó a Oviedo en calidad de ayo de sus hijos, y allí pudo cursar la carrera del Notariado. A wealthy gentleman took him to Oviedo as tutor to his children, and there he was able to study for Notaries. A los veinticinco años la historia le encuentra en Valencia sirviendo de ayuda de cámara, disfrazado de maestro, a dos estudiantes de leyes, huérfanos, americanos. At the age of twenty-five, history finds him in Valencia serving as a valet, disguised as a teacher, for two law students, orphans, Americans. A cada nuevo título académico que adquiría Zurita cambiaba de amo, pero siempre seguía siendo criado con aires de pedagogo. With each new academic title that Zurita acquired, he changed masters, but he always continued to be raised with the air of a pedagogue. Parecía que su destino era aprenderse de memoria, a fuerza de repetirlas, las lecciones que debían saber los demás. It seemed that his destiny was to learn by heart, by dint of repeating them, the lessons that others should know. Al cabo supo todo lo que ignoraban los que medraron mucho más que él. After all, he knew everything that those who grew much more than him did not know. Zurita les enseñaba... y ellos no aprendían; pero ellos subían y él no adelantaba un paso. Zurita taught them... and they didn't learn; but they went up and he did not advance a step.

Estas reflexiones no son de Zurita. These reflections are not from Zurita. Aquiles seguía pensando que era muy temprano para medrar. Achilles kept thinking that it was too early to thrive. A los veintisiete años emprendió la carrera de filosofía y letras, que, según él, era su verdadera vocación. At the age of twenty-seven he undertook the career of philosophy and letters, which, according to him, was his true vocation. «Ahora me toca estudiar a mí» se dijo el infeliz, que no había crecido de tanto estudiar; que tenía una palidez eterna, como reflejo de la palidez de las hojas de sus libros. "Now it's my turn to study," said the unhappy man, who hadn't grown from studying so much; that he had an eternal pallor, like a reflection of the pallor of the pages of his books.

¿De qué vivía Zurita después que dejó de enseñar Retórica y cepillar la ropa a sus discípulos? What did Zurita live on after he stopped teaching rhetoric and brushing his disciples' clothes? Vivía de sus ahorros. He lived on his savings. El ahorro era una religión y una tradición familiar para Aquiles. Saving was a religion and a family tradition for Achilles. El amanuense de Hermosilla, el que había copiado en hermosa letra de Torío toda la Ilíada en endecasílabos, había sido, además de humanista, avaro; guardaba un cuarto y lo ponía a parir; y a veces los cuartos del dómine de Azuqueca parían gemelos. The scribe from Hermosilla, the one who had copied the entire Iliad in hendecasyllables in Torío's beautiful handwriting, had been, in addition to being a humanist, miserly; he kept a room and put it to calve; and sometimes the quarters of the Azuqueca dominee gave birth to twins. Desde niño Aquiles que tenía la moral casera por una moral revelada, se había acostumbrado al ahorro como a una segunda naturaleza. Ever since he was a child, Achilles, who had a home morality for a revealed morality, had become accustomed to saving as if it were second nature. La idea del fruto civil le parecía tan inherente a las leyes de la creación como la de todo desarrollo y florecimiento. The idea of civil fruit seemed to him as inherent in the laws of creation as that of all development and flourishing. Así como la tierra —o sea Demetera según Zurita— de su fecundo seno saca todos los frutos, así el ahorro en el orden social produce el interés, su hijo legítimo. Just as the earth —that is, Demetera according to Zurita— draws all its fruits from her fertile bosom, so savings in the social order produce interest, her legitimate son. Malgastar un cuarto le parecía al tierno Aquiles tan bárbara acción como hacer malparir a una oveja o aplastarle en el vientre los póstumos recentales, o como destrozar un árbol robándole la misteriosa savia que corría a nutrir y dar color de salud a los frutos incipientes. Wasting a quarter seemed to the tender Achilles as barbaric an action as making a sheep miscarry or crushing its posthumous youngsters in the belly, or like destroying a tree by stealing the mysterious sap that ran to nourish and give health color to the incipient fruits.

Cuando leyó, hombre ya, la apología que escribió Bastiat del petit centime, Aquiles lloró enternecido. When he read, man now, Bastiat's apology for the petit centime, Achilles wept with emotion. Bastiat fue para él un San Juan del evangelio económico. Bastiat was for him a Saint John of the economic gospel.

Aquello que la ciencia le decía lo había él adivinado. What science told him he had guessed. Pero ¡con qué elocuencia lo demostraba el sabio! But how eloquently the wise man demonstrated it! ¡La religión del interés! The religion of interest! ¡La religión del ahorro! The religion of saving! ¡Las armonías del tanto por ciento!... The harmonies of the percentage!... Esto era lo que él había aprendido empíricamente en el hogar bendito. This was what he had learned empirically in the blessed home. «El dómine de Azuqueca era, además de un Quintiliano, un Bastiat inconsciente!». «The dominee of Azuqueca was, in addition to a Quintilian, an unconscious Bastiat!». Zurita alababa la memoria de su padre, que tenía un altar en su corazón; y prestaba dinero a interés a sus condiscípulos. Zurita praised the memory of her father, who had an altar in his heart; and he lent money at interest to his classmates. Como él era estoico, le costó poco trabajo vivir como un asceta; apenas comía, apenas vestía; su posada era la más barata de Valencia; le sobraba casi todo el sueldo que le daban los estudiantes americanos, como antes le había sobrado la soldada que recibía del ricacho de Oviedo. Since he was a Stoic, he had little trouble living as an ascetic; he hardly ate, hardly dressed; his inn was the cheapest in Valencia; He had almost all the salary that the American students gave him, just as before he had left over the salary he received from the rich man from Oviedo. Cuando Zurita se decidió a estudiar de veras, con independencia, sin dar lecciones ni limpiar botas, reunía, merced a sus ahorros y a los que heredara de su padre, una renta de dos mil trescientos reales, colocada a salto de mata, en peligrosos parajes del crédito, pero a un interés muy respetable, en consonancia con el riesgo. When Zurita decided to really study, independently, without giving lessons or cleaning boots, she amassed, thanks to her savings and those she inherited from her father, an income of two thousand three hundred reais, located at the drop of a hat, in dangerous places. credit, but at a very respectable interest, in line with the risk. Cobraba los intereses a toca—teja, sin embargo, merced a su fuerza de voluntad, a su constancia en el pedir y a la pequeñez de las cantidades que tenían que entregarle sus deudores. However, he collected interest on a toca-teja basis, thanks to his willpower, his perseverance in asking, and the small amounts that his debtors had to pay him. Por cobrar una peseta de intereses daba tres vueltas al mundo, y abrumaba al deudor con su presencia, y se dejaba insultar. In order to collect a peseta in interest, he would go around the world three times, overwhelming the debtor with his presence, and allowing himself to be insulted. Siempre cobraba. He always got paid. Peseta a peseta y a lo más duro a duro, recogía sus rentas, las rentas de aquel capital esparcido a todos los vientos. Peseta by peseta and the hardest to hardest, he collected his income, the income of that capital scattered to all winds. De los dos mil trescientos reales le sobraban al año los trescientos para aumentar el capital. Of the two thousand three hundred reais he had three hundred left over a year to increase capital. Las matrículas no le costaban dinero, sino disenterías, porque las ganaba a fuerza de estudiar. The fees didn't cost him money, but rather dysentery, because he earned them by dint of studying. Su presupuesto exigía que los estudios se los pagase el Estado. His budget required that the studies be paid for by the State. Tenía por consiguiente, que ganar de seguro el premio llamado... matrícula de honor; tenía que estudiar de manera que a ningún condiscípulo pudiese ocurrírsele disputarle el premio. He therefore had to win for sure the prize called... honors; he had to study in such a way that no classmate could think of disputing him for the prize. Y conseguía su propósito. And he achieved his purpose. No había más que sacrificar el estómago y los ojos. There was no more than sacrificing the stomach and the eyes. Con sus dos mil reales pagaba la posada y se vestía y calzaba. With his two thousand reais he paid for the inn and got dressed and put on his shoes. Su ambición oculta, la que apenas se confesaba a sí mismo, era ir a Madrid. His hidden ambition, the one he barely confessed to himself, was to go to Madrid. Su gran preocupación eran las eminencias, a quien también llamaba aquellas lumbreras. His great concern was the eminences, whom he also called those luminaries. Aunque sus aficiones intelectuales y los recuerdos de las enseñanzas domésticas le inclinaban a las ideas que se suele llamar reaccionarias, en punto a lumbreras admiraba las de todos los partidos y escuelas, y lo mismo se pasmaba ante un discurso de Castelar que ante una lamentación de Aparisi. Although his intellectual hobbies and memories of domestic teachings inclined him to ideas that are usually called reactionary, when it came to luminaries he admired those of all parties and schools, and he was as astonished at a speech by Castelar as at a lamentation by Appearance. ¡Si él pudiese oír algún día y ver de cerca a todos aquellos sabios que explicaban en la Universidad Central, en el Ateneo y hasta en el Fomento de las Artes! If only one day he could hear and see up close all those wise men who explained at the Central University, at the Ateneo and even at the Fomento de las Artes! A los muchachos valencianos que estudiaban en Madrid les preguntaba, cuando volvían por el verano, mil pormenores de las costumbres, figuras y gestos de las lumbreras. He asked the Valencian boys who were studying in Madrid, when they returned for the summer, a thousand details of the customs, figures and gestures of the luminaries. Leía todos los libros nuevos que caían en sus manos, y se desesperaba cuando no entendía muy bien las modernas teorías. He read every new book he could get his hands on, and he got desperate when he didn't quite understand the modern theories.

Quedarse zaguero en materia científica o literaria se le antojaba el colmo de lo ridículo, y los autores que le atraían a su causa en seguida eran los que trataban de ignorantes, fanáticos y trasnochados a los que no seguían sus ideas. Staying behind in scientific or literary matters seemed to him the height of the ridiculous, and the authors who immediately attracted him to his cause were those who treated as ignorant, fanatical and outdated those who did not follow his ideas. Por más que el corazón le llamaba hacia las doctrinas tradicionales, al espiritualismo más puro, los libros de cubierta de color de azafrán, que entonces empezaban a correr por España anunciando, entre mil galicismos, que el pensamiento era una sección del cerebro, trastornaban el juicio del pobre Zurita. As much as his heart called him to traditional doctrines, to the purest spiritualism, the books with saffron-colored covers, which were then beginning to spread through Spain announcing, among a thousand Gallicisms, that thought was a section of the brain, upset the trial of poor Zurita.

La duda entró en su alma como un terremoto, y sus entrañas padecieron mucho con aquellos estremecimientos de las creencias. Doubt entered his soul like an earthquake, and his insides suffered greatly from those tremors of belief. Muchas veces, mientras sacaba lustre a las botas de algún discípulo muy amado, su pensamiento padecía torturas en el potro de una duda acerca de la permanencia del yo. Často, když leštil boty některého z milovaných žáků, se jeho myšlenky trápily na skřipci pochybností o trvalosti vlastního já. Many times, while polishing the boots of some beloved disciple, his thought was tortured on the rack of a doubt about the permanence of the self. —¿El yo de hoy es el yo de ayer, señor Zurita? "Is today's me yesterday's me, Mr. Zurita?" —le había preguntado un filósofo que acababa de cursar el doctorado de letras en Madrid, y venía con una porción de problemas filosóficos en la maleta. —A philosopher who had just completed his doctorate in letters in Madrid had asked him, and he had come with a lot of philosophical problems in his suitcase.

Zurita a sus solas meditaba: «Mi yo de hoy ¿es el mismo de ayer? Zurita, alone, meditated: «Is my self today the same as yesterday? Este que limpia estas botas ¿es el mismo que las limpió ayer?». Is this the one who cleans these boots who cleaned them yesterday? Y para sacar mejor el lustre, contrayendo los músculos de la boca, arrojaba sobre la piel de becerro el aliento de sus pulmones. And to better bring out the shine, contracting the muscles of his mouth, he threw the breath of his lungs on the calfskin.

El aliento salía caliente, y esto le recordaba la teoría de Anaxímenes y en general las de toda la escuela jónica; y el materialismo antiguo, empalmado con el moderno se le volvía a aparecer mortificándole con sus negaciones supremas de lo espiritual, inmortal y suprasensible. His breath came out hot, and this reminded him of the theory of Anaximenes and in general those of the entire Ionian school; and ancient materialism, spliced with modern materialism, appeared to him again, mortifying him with its supreme negations of the spiritual, immortal and supersensible. El pobre muchacho pasaba las de Caín con estas dudas. The poor boy passed those of Cain with these doubts. En materias literarias también su pensamiento había sufrido una revolución, como decía Zurita, imitando sin querer el estilo de las lumbreras. In literary matters his thought had also undergone a revolution, as Zurita said, inadvertently imitating the style of the luminaries. —¡Él, que se había criado en el estilo más clásico que pudo enseñar amanuense de retórico!— Ya se había acabado la retórica complicada de las figuras, y según veía por sus libros, y según lo que le decían los estudiantes que venían de Madrid, ahora la poesía era objetiva o subjetiva, y el arte tenía una finalidad propia con otra porción de zarandajas filosóficas todas extranjeras. —He, who had grown up in the most classical style that a rhetoric amanuensis could teach!— The complicated rhetoric of figures had already ended, and as he saw from his books, and according to what the students who came from Madrid, now poetry was objective or subjective, and art had its own purpose with another portion of philosophical trifles, all foreign. Para enterarse bien de todas estas y otras muchas novedades, deseaba, sin poder soñar con otra cosa, verse en la corte en las cátedras de la Universidad Central, cara a cara con el profesor insigne de Filosofía a la moda y con el de literatura trascendental y enrevesada. In order to find out all these and many other novelties, he wished, without being able to dream of anything else, to see himself at court in the chairs of the Central University, face to face with the distinguished professor of Philosophy in fashion and with that of transcendental literature and convoluted.

Llegó el día esperado con tal ansia, y Zurita entró en la corte, y antes de buscar posada, fue a matricularse en el doctorado de Filosofía y Letras. The long-awaited day arrived, and Zurita entered the court, and before looking for lodging, she went to enroll in the doctorate of Philosophy and Letters. Licenciado ya se había hecho, según queda apuntado. Licensed had already been done, as noted.

En la fonda de seis reales sin principio en que hubo de acomodarse, encontró un filósofo cejijunto, taciturno y poco limpio que dormía en su misma alcoba, la cual tenía vistas a la cocina por un ventanillo cercano al techo... y no tenía más vistas. In the unprincipled six-real inn where he had to settle, he found a brow-frowning philosopher, taciturn and not very clean, who slept in his own bedroom, which had a view of the kitchen through a small window near the ceiling... and he had no more views.

Era el filósofo hombre, o por lo menos filósofo, de pocas palabras, y jamás a los disparates que decían los otros huéspedes en la mesa quería mezclar los que a él pudieran ocurrírsele. He was the philosopher, or at least a philosopher, of few words, and he never wanted to mix up the nonsense said by the other guests at the table with those that might occur to him. Zurita le pidió permiso la primera noche para leer en la cama hasta cerca de la madrugada. Zurita asked her permission the first night to read in bed until close to dawn. Separaba los dos miserables catres el espacio en que cabía apenas una mesilla de nogal mugrienta y desvencijada; allí había que colocar el velón de aceite (porque el petróleo apestaba), y como la luz podía ofender al filósofo, que no velaba, creyó Zurita obligación suya pedir licencia. The two miserable cots were separated by a space that barely fit a filthy and rickety walnut table; The oil candle had to be placed there (because oil stank), and since the light could offend the philosopher, who was not vigilant, Zurita thought it was his obligation to ask for leave.

El filósofo, que tendría sus treinta y cuatro años y parecía un viejo malhumorado, seco y frío, se desnudaba mirando a Zurita, que ya estaba entre sábanas, con gesto de lástima orgullosa, y contestó: The philosopher, who was thirty-four years old and looked like a grumpy, dry and cold old man, undressed looking at Zurita, who was already between the sheets, with a gesture of proud pity, and replied:

—Usted, señor mío, es muy dueño de leer las horas que quiera, que a mí la luz no me ofende para dormir. —You, my lord, are very good at reading as many hours as you want, because the light doesn't offend me when I sleep. El mal será para V., que con velar perderá la salud y con leer llenará el espíritu de prejuicios. Evil will be for V., who will lose his health by watching and by reading he will fill the spirit with prejudices.

No replicó Zurita, por falta de confianza pero no dejó de asombrarle aquello de los prejuicios. Zurita did not reply, due to a lack of confidence, but the prejudice thing never ceased to amaze him. Poco a poco, pero sin trabajo, fue consiguiendo que el filósofo se dignara soltar delante de él alguna sentencia, no a la mesa al almorzar o al cenar, sino en la alcoba antes de dormirse. Little by little, but effortlessly, he was getting the philosopher to deign to blurt out some sentence in front of him, not at the table at lunch or dinner, but in the bedroom before going to sleep.

Como Zurita observase que el señor don Cipriano, que así se llamaba, y nunca supo su apellido, sobre todo asunto de ciencia o arte daba sentencia firme y en dos palabras condenaba a un sabio y en media absolvía a otro, se le ocurrió preguntarle un día que a qué hora estudiaba tanto como necesitaba saber para ser juez inapelable en todas las cuestiones. As Zurita observed that Mr. Don Cipriano, who was his name, and never knew his surname, gave a firm sentence on any matter of science or art and in two words condemned a wise man and in half acquitted another, it occurred to him to ask him a day that at what time he studied as much as he needed to know to be the unappealable judge in all matters. Sonrió don Cipriano y dijo: Don Cipriano smiled and said:

—Ha de saber el licenciado Zurita que nosotros no leemos libros, sino que «aprendemos en la propia reflexión, ante nosotros mismos, todo lo que hay puesto en la conciencia para conocer en vista inmediata, no por saberlo, sino por serlo». —Mr. Zurita must know that we don't read books, but "we learn in our own reflection, before ourselves, everything that is placed in our conscience to know immediately, not because we know it, but because we are."

Y se acostó el filósofo sin decir más, y a poco roncaba. And the philosopher went to bed without saying more, since he was snoring very little.

Zurita aquella noche no podía parar atención en lo que leía, y dejaba el libro a cada pocos minutos, y se incorporaba en su catre para ver al filósofo dormir. That night Zurita couldn't pay attention to what she was reading, and she put the book down every few minutes, and sat up on her cot to watch the philosopher sleep.

Empezaba a parecerle un tantico ridículo buscar la sabiduría en los libros, mientras otros roncando se lo encontraban todo sabido al despertar. It was beginning to seem ridiculous to him to look for wisdom in books, while others, snoring, found everything known when they woke up.

Algunas veces había visto al don Cipriano en los claustros de la Universidad; pero, como sabía que no era estudiante, no podía averiguar a qué iba allí. Sometimes he had seen Don Cipriano in the cloisters of the University; but since he knew she wasn't a student, he couldn't figure out why she was there.

Una noche, en que la confianza fue a más se atrevió a preguntárselo. One night, when his confidence grew stronger, he dared to ask her.

El filósofo le dijo que él también iba a cátedra, pero no con el intento de tomar grados ni títulos, sino con el de comulgar en la ciencia con sus semejantes, como también Zurita podía hacer, si le parecía conveniente. The philosopher told him that he, too, was going to the chair, but not with the intention of taking degrees or titles, but with the intention of sharing science with his peers, as Zurita could also do, if it seemed convenient.

Contestó Aquiles que nada sería más de su agrado que estudiar desinteresadamente y comulgar en aquello que se le había dicho. Achilles answered that nothing would be more to his liking than to study disinterestedly and to share in what he had been told.