E92 Silencio (1)
Hola, estudiante. Quiero que hagamos un pequeño experimento juntos.
Voy a estar en silencio en los próximos treinta segundos. Me gustaría que me acompañaras en esos segundos de silencio y dejes tu mente pensar lo que quiera.
(30 segundos de silencio)
Vale, hemos acabado.
¿Qué has pensado?, ¿qué te ha venido a la mente?
Es posible que estuvieras pensando que esto es un poco extraño. Puede que estuvieras pensando: “César, déjate de tonterías y empieza a hablar. Estoy aquí para escuchar español y aprender”. Quizás en esos treinta segundos has recordado algo que te preocupa, alguna preocupación. O, a lo mejor, has pensado: “Mierda, se me ha olvidado comprar el suavizante para la ropa esta mañana, cuando he ido al supermercado”.
Independientemente de lo que te haya venido a la cabeza en esos treinta segundos has tenido la oportunidad de conectar con tu mente, has dejado el ruido a un lado y has escuchado lo que tu mente tenía que decirte.
Antes de continuar te recuerdo que puedes leer la transcripción de este episodio y usar las flashcards de vocabulario en www.spanishlanguagecoach.com
Hoy vamos a hablar del silencio. Siempre se dice que existen los silencios incómodos, ese silencio que nos incomoda cuando estamos teniendo una conversación con alguien y no sabemos bien qué decir. El silencio incómodo de una primera cita con la que hemos quedado para tomar una copa, el silencio incómodo cuando un profesor pregunta algo a sus estudiantes, algo que ha explicado anteriormente y nadie sabe responder, o el silencio incómodo de una reunión de negocios donde nadie parece tener nada que aportar, no hay ninguna contribución o idea.
Normalmente los silencios incómodos se asocian con las conversaciones con otras personas, pero creo que el más incómodo de los silencios se produce, a veces, con uno mismo.
Te explico por qué creo esto. Mi ansiedad es como la economía, cíclica, va por ciclos. A veces está muy controlada y a veces se dispara, está más alta. Lo bueno es que mi ansiedad y yo somos, después de tantos años, buenos amigos. Nos conocemos bien y sabemos cómo tolerarnos. Cuando la ansiedad vuelve a llamar a mi puerta (toc, toc), sé que viene con un mensaje: “César, para un momento y mira qué está pasando. Te estoy mandando un mensaje que tienes que interpretar”. En ese momento yo hago un pequeño análisis de mi rutina y veo qué puede estar fallando; quizás no estoy durmiendo suficiente, quizás estoy trabajando demasiado, quizás necesito tener alguna conversación incómoda con alguien y lo estoy evitando, quizás estoy comiendo mal o estoy bebiendo mucho café.
El caso es que siempre que he tenido un periodo un poco más ansioso he usado una herramienta que yo pensaba era beneficiosa. Ahora me doy cuenta de que es beneficiosa en el corto plazo, pero perjudicial en el largo plazo. Esta herramienta es el ruido. Y cuando hablo de ruido no hablo del ruido de la calle o el ruido de nuestros vecinos del piso de arriba. Hablo del ruido que yo mismo elijo, ruido como sinónimo de distracciones. Puede tomar la forma de escuchar música, tener la televisión encendida, escuchar un pódcast o pasar tiempo en Instagram.
El uso de esta herramienta, el ruido, me ayudaba mucho, porque era una especie de anestesia. Mi ansiedad es un poco neurótica, hace que tenga muchos pensamientos, muy rápidos y de carácter catastrófico, así que anestesiar esos pensamientos con ruido era muy útil. ¡Pero, ya no funciona!
Me di cuenta de que este ruido empezaba a generarme estrés también. Es por eso que decidí explorar los beneficios del silencio. Son muchos. Te cuento.
Se han hecho muchas investigaciones sobre los beneficios del silencio y todas apuntan, dicen, lo mismo:
Primero hablemos de los beneficios fisiológicos, para nuestro organismo.
El silencio consigue reforzar nuestro sistema inmune, baja la presión sanguínea, (de nuestra sangre), y promueve el crecimiento de nuevas células en el hipocampo, región cerebral implicada en procesos de memoria y aprendizaje. Gracias al silencio también conseguimos reducir el estrés, y el sistema cardiovascular se ve beneficiado.
Y es que el ruido produce estrés en nuestro sistema nervioso. La amígdala genera señales que liberan hormonas como el cortisol o la adrenalina, generando esta sensación de estrés.
Muchos estudios apuntan que la práctica del silencio también ayuda a combatir el insomnio.
Pero también hay beneficios para nuestra mente.
Por ejemplo, el silencio fomenta la creatividad ya que promueve la relajación y surgen ideas más fácilmente. Cuando hay ruido prestamos atención al entorno, a lo que tenemos alrededor y tener buenas ideas es más complicado.
Además ayuda a la autoreflexión. Cuando estamos en silencio la concentración aumenta lo que provoca entrar en estados más introspectivos y nuestra realidad parece más organizada.
Después de darme cuenta de todos estos beneficios y sabiendo que el ruido ya no era una herramienta que pudiera usar, pensarás que simplemente decidí empezar a incorporar el silencio a mi vida.
Pues sí, lo intenté, pero es más difícil de lo que parece. Y creo que no estoy solo.
Hace unos años la Universidad de Virginia realizó un experimento donde ofreció a un grupo de personas dos opciones. La primera era estar diez minutos a solas, en silencio, y la segunda era recibir una pequeña descarga eléctrica. Sorprendentemente un 67% de los hombres y un 25% de las mujeres prefirió la descarga eléctrica. Llama la atención que sean porcentajes tan altos, ¿verdad? Llama la atención que haya personas que prefirieran una descarga eléctrica, aunque pequeña, a estar en silencio unos minutos.
Pascal, el filósofo francés decía: “He descubierto que toda la infelicidad de la persona deriva, viene, de una misma fuente: no ser capaz de estar sentado tranquilamente en silencio, a solas consigo mismo”.
Y es que, como he descubierto en mi aventura de pasar más tiempo en silencio, este puede provocar un sentimiento de incomodidad muy poco agradable. A veces, cuando estamos solos, en silencio, sin ningún estímulo, vienen esos pensamientos que nos provocan miedo y no queremos confrontar.
Otra cosa que pasa cuando dejas de usar el ruido como anestesiante es que sientes la soledad. Te sientes más solo. Yo recuerdo desde pequeño necesitar el ruido para poder hacer los deberes del colegio. Si estaba con mi familia en casa, me tranquilizaba escucharles de fondo mientras hacía mis tareas. Si estaba solo, siempre encendía la televisión y ponía algún programa donde hubiera personas hablando. Sus voces me reconfortaban y me hacían sentir acompañado.
Estoy bastante seguro de que esto no solo me pasa a mí, pero también reconozco que es posible que para las generaciones más jóvenes esta necesidad de ruido sea mayor. Estamos acostumbrados a estar hiperconectados e hiperestimulados. Estamos acostumbrados a vivir para fuera y no para dentro.
Cuando pienso en mi madre, sé que ella es capaz de estar cocinando o limpiando la casa sin tener música de fondo por ejemplo. Para mí es imposible. Siempre tengo mis auriculares conectados a las orejas y estoy escuchando música, un pódcast o un audiolibro.
Si estoy cansado y me tumbo en el sofá, es muy raro que pueda disfrutar del silencio mirando el techo. Lo normal es que coja mi teléfono y busque algo que genere ruido. Instagram es mi elección favorita para esto. Bueno, era, luego te cuento por qué uso el pasado. Instagram o TikTok son apps maravillosas para buscar ruido, te distraen muy fácilmente. Además generan un montón de emociones variadas en ti en poco tiempo. Abres la app y lo primero que ves es un vídeo de 30 segundos de un bebé vestido de Harry Potter que te parece muy tierno y te dibuja una sonrisa en la cara, después la app te muestra un vídeo de un político al que no soportas, no te gusta nada. En este vídeo está diciendo una serie de mentiras que te enfadan mucho y piensas que es increíble que haya gente que le continúe votando. Un poco después estás viendo un vídeo de humor con un chiste muy bueno y empiezas a reír a carcajadas (jajaja). En menos de cinco minutos no solo te has entretenido, sino que además has experimentado tres emociones muy diferentes, y eso es muy adictivo. El hecho de no saber qué es lo que vamos a ver al deslizar el dedo y no saber cómo nos vamos a sentir es muy emocionante.
Como te decía yo intentaba ocupar con ruido todos los momentos de mi día, para aliviar mi ansiedad. Pero esto dejó de funcionar, porque el ruido también me empezó a poner ansioso.
Al mismo tiempo, usar el silencio me generaba incomodidad y me hacía sentir solo, así que decidí hacerlo de forma paulatina, poco a poco.
Lo primero que hice fue desinstalar la app Instagram de mi teléfono. Creo que esta es una de las mejores decisiones que he tomado en los últimos meses, y aunque no me gusta mucho usar el término feliz porque creo que muchas veces se usa demasiado, creo, de verdad, que me siento mucho más feliz. Creo que este tipo de apps son un vampiro de energías.
Mi relación con Instagram es de dos formas; de productor o creador de contenido en mi perfil de profesor y de consumidor de contenido. Si me sigues en Instagram habrás notado que en los últimos meses estoy muy poco activo. Una vez a la semana instalo la app, comparto una publicación informando del nuevo episodio de pódcast y la vuelvo a desinstalar. Me gusta seguir compartiendo esta publicación semanal porque es una forma de recibir feedback y de saber cuáles son las opiniones de otras personas sobre ese tema. Antes era mucho más activo; publicaba una vez al día y compartía “stories” diarias. He llegado a pasar más de seis horas diarias dedicadas a Instagram, en mi perfil de profesor. Pasaba alrededor de noventa minutos creando una publicación y el resto del tiempo respondiendo a comentarios y en conversaciones con estudiantes por mensajes directos. Porque, desde mi punto de vista, si estás en una red social creando contenido, también deberías estar dispuesto a socializar y a hablar con las personas que te contactan, en mi caso estudiantes de español.
Como consumidor de contenido la usaba menos tiempo, pero aún así, demasiado. Lo usaba en esos momentos de aburrimiento o cansancio. Desde que no tengo Instagram en mi teléfono leo mucho más, creo que nunca he leído tanto. Además intento leer ficción, novelas, y lo estoy disfrutando muchísimo. Aunque la lectura es otra forma de distracción, es mucho más consciente que usar una app orientada al puro entretenimiento y no a la reflexión.
Estoy seguro de que hay muchas personas que saben cómo usar estas apps de manera saludable, pero yo no, no es mi caso.
Poco a poco incorporo un poco más de silencio a mi vida. Ahora cuando limpio o cocino continúo escuchando pódcasts o música, pero no todo el tiempo. Intento que haya momentos donde pueda estar solo en casa, sin ningún estimulo y no me haga sentir incómodo. Y si me siento incómodo, aceptar la incomodidad. Y si la ansiedad viene y empiezo a tener pensamientos intrusivos y catastrofistas, lo que hago es escucharlos, escribirlos en mi libreta y usar la lógica para desarmarlos, para quitarles valor. Lo que evito ahora, lo que intento no hacer, es cubrir esos pensamientos, ese ruido interno, con más ruido externo.
Por último, algo que también estoy disfrutando más que nunca es un hábito al que maltrato constantemente, porque lo abandono de vez en cuando. Hablo de la meditación. Este es sin duda el mejor entrenamiento para la mente. Y de verdad que no conozco a nadie que se arrepienta de practicarla. Es verdad que da mucha pereza, y procrastinamos, buscamos mil excusas para no meditar, pero de verdad que merece la pena.
Ahora que estoy terminando el episodio no estoy seguro de si me estoy expresando correctamente, no sé si he conseguido comunicar la idea correctamente, pero bueno, espero que sí. Creo que vivimos en un mundo demasiado ruidoso y darle más valor al silencio puede ser beneficioso para la relación con nosotros mismos y para la relación con los demás.