×

우리는 LingQ를 개선하기 위해서 쿠키를 사용합니다. 사이트를 방문함으로써 당신은 동의합니다 쿠키 정책.


image

Niebla - Unamuno, XX

XX

Emprendería el viaje, ¿sí o no? Ya lo había anunciado primero a Rosarito, sin saber bien lo que se decía, por decir algo, o más bien como un pretexto para preguntarle si le acompañaría en él, y luego a doña Ermelinda, para probarle... ¿qué?, ¿qué es lo que pretendió probarle con aquello de que iba a emprender un viaje? ¡Lo que fuese! Mas era el caso que había soltado por dos veces prenda, que había dicho que iba a emprender un viaje largo y lejano y él era hombre de carácter, él era él; ¿tenía que ser hombre de palabra?

Los hombres de palabra primero dicen una cosa y después la piensan, y por último la hacen, resulte bien o mal luego de pensada; los hombres de palabra no se rectifican ni se vuelven atrás de lo que una vez han dicho. Y él dijo que iba a emprender un viaje largo y lejano.

¡Un viaje largo y lejano! ¿Por qué?, ¿para qué?, ¿cómo?, ¿adónde?

Anunciáronle que una señorita deseaba verle. «¿Una señorita?» «Sí —dijo Liduvina—, me parece que es... ¡la pianista!» «¡Eugenia!» «La misma.» Quedóse suspenso. Como un relámpago de mareo pasóle por la mente la idea de despacharla, de que le dijeran que no estaba en casa. «Viene a conquistarme, a jugar conmigo como con un muñeco —se dijo—, a que le haga el juego, a que sustituya al otro...» Luego lo pensó mejor. «¡No, hay que mostrarse fuerte!»

—Dile que ahora voy.

Le tenía absorto la intrepidez de aquella mujer. «Hay que confesar que es toda una mujer, que es todo un carácter, ¡vaya un arrojo!, ¡vaya una resolución!, ¡vaya unos ojos! ; pero, ¡no, no, no, no me doblega!, ¡no me conquista!»

Cuando entró Augusto en la sala, Eugenia estaba de pie. Hízole una seña de que se sentara, mas ella, antes de hacerlo, exclamó: «¡A usted, don Augusto, le han engañado lo mismo que me han engañado a mí!» Con lo que se sintió el pobre hombre desarmado y sin saber qué decir. Sentáronse los dos, y se siguió un brevísimo silencio.

—Pues sí, lo dicho, don Augusto, a usted le han engañado respecto a mí y a mí me han engañado respecto a usted; esto es todo.

—Pero ¡si hemos hablado uno con otro, Eugenia!

—No haga usted caso de lo que le dije. ¡Lo pasado, pasado!

—Sí, siempre es lo pasado pasado, ni puede ser de otra manera.

—Usted me entiende. Y yo quiero que no dé a mi aceptación de su generoso donativo otro sentido que el que tiene.

—Como yo deseo, señorita, que no dé a mi donativo otra significación que la que tiene.

—Así, lealtad por lealtad. Y ahora, como debemos hablar claro, he de decirle que después de todo lo pasado y de cuanto le dije, no podría yo, aunque quisiera, pretender pagarle esa generosa donación de otra manera que con mi más puro agradecimiento. Así como usted, por su parte, creo...

—En efecto, señorita, por mi parte yo, después de lo pasado, de lo que usted me dijo en nuestra última entrevista, de lo que me contó su señora tía y de lo que adivino, no podría, aunque lo deseara, pretender cotizar mi generosidad...

—¿Estamos, pues, de acuerdo?

—De perfecto acuerdo, señorita.

—Y así, ¿podremos volver a ser amigos, buenos amigos, verdaderos amigos?

—Podremos.

Le tendió Eugenia su fina mano, blanca y fría como la nieve, de ahusados dedos hechos a dominar teclados, y la estrechó en la suya, que en aquel momento temblaba.

—Seremos, pues, amigos don Augusto, buenos amigos, aunque esta amistad a mí...

—¿Qué?

—Acaso ante el público...

—¿Qué?

¡Hable!, ¡hable!

—Pero, en fin, después de dolorosas experiencias recientes he renunciado ya a ciertas cosas...

—Explíquese usted más claro, señorita. No vale decir las cosas a medias.

—Pues bien, don Augusto, las cosas claras, muy claras. ¿Cree usted que es fácil que después de lo pasado y sabiendo, como ya se sabe entre nuestros conocimientos, que usted ha deshipotecado mi patrimonio regalándomelo así, es fácil que haya quien se dirija a mí con ciertas pretensiones?

«¡Esta mujer es diabólica!», pensó Augusto, y bajó la cabeza mirando al suelo sin saber qué contestar. Cuando, al instante, la levantó vio que Eugenia se enjugaba una furtiva lágrima.

—¡Eugenia! —exclamó, y le temblaba la voz.

—¡Augusto! —susurró rendidamente ella.

—Pero, ¿y qué quieres que hagamos?

—Oh, no, es la fatalidad, no es más que la fatalidad; somos juguete de ella. ¡Es una desgracia!

Augusto fue, dejando su butaca, a sentarse en el sofá, al lado de Eugenia.

—¡Mira, Eugenia, por Dios, que no juegues así conmigo! La fatalidad eres tú; aquí no hay más fatalidad que tú. Eres tú, que me traes y me llevas y me haces dar vueltas como un argadillo; eres tú, que me vuelves loco; eres tú, que me haces quebrantar mis más firmes propósitos; eres tú, que haces que yo no sea yo...

Y le echó el brazo al cuello, la atrajo a sí y la apretó contra su seno. Y ella tranquilamente se quitó el sombrero.

—Sí, Augusto, es la fatalidad la que nos ha traído a esto. Ni... ni tú ni yo podemos ser infieles, desleales a nosotros mismos; ni tú puedes aparecer queriéndome comprar como yo en un momento de ofuscación te dije, ni yo puedo aparecer haciendo de ti un sustituto, un vice, un plato de segunda mesa, como a mi tía le dijiste, y queriendo no más que premiar tu generosidad...

—Pero ¿y qué nos importa, Eugenia mía, el aparecer de un modo o de otro?, ¿a qué ojos?

—¡A los mismos nuestros!

—Y qué, Eugenia mía...

Volvió a apretarla a sí y empezó a llenarle de besos la frente y los ojos. Se oía la respiración de ambos.

—¡Déjame!, ¡déjame! —dijo ella, mientras se arreglaba y componía el pelo.

—No, tú... tú... tú... Eugenia... tú...

—-No, yo no, no puede ser...

—¿Es que no me quieres?

—Eso de querer... ¿quién sabe lo que es querer? No sé... no sé... no estoy segura de ello...

—¿Y esto entonces?

—¡Esto es una... fatalidad del momento!, producto de arrepentimiento... qué sé yo... estas cosas hay que ponerlas a prueba... Y además, ¿no habíamos quedado, Augusto, en que seríamos amigos, buenos amigos, pero nada más que amigos?

—Sí, pero... ¿Y aquello de tu sacrificio? ¿Aquello de que por haber aceptado mi dádiva, por ser amiga, nada más que amiga mía, no va ya a haber quien te pretenda?

—¡Ah, eso no importa; tengo tomada mi resolución!

—¿Acaso después de aquella ruptura...?.

—Acaso...

—¡Eugenia! ¡Eugenia!

En este momento se oyó llamar a la puerta, y Augusto, tembloroso, encendido su rostro, exclamó con voz seca: «¿Qué hay?»

—¡La Rosario, que espera! —dijo la voz de Liduvina.

Augusto cambió de color, poniéndose lívido.

—¡Ah! —exclamó Eugenia—, aquí estorbo ya. Es la... Rosario que le espera a usted. ¿Ve usted cómo no podemos ser más que amigos, buenos amigos, muy buenos amigos?

—Pero Eugenia...

—Que espera la Rosario...

—Y si me rechazaste, Eugenia, como me rechazaste, diciéndome que te quería comprar y en rigor porque tenías otro, ¿qué iba a hacer yo luego que al verte aprendí a querer? ¿No sabes acaso lo que es el despecho, lo que es el cariño desnidado?

—Vaya, Augusto, venga esa mano; volveremos a vernos, pero conste que lo pasado, pasado.

—No, no, lo pasado, pasado, ¡no!, ¡no!, ¡no!...

—Bien, bien, que espera la Rosario...

—Por Dios, Eugenia...

—No, si nada de extraño tiene; también a mí me esperaba en un tiempo el... Mauricio. Volveremos a vemos. Y seamos serios y leales a nosotros mismos.

Púsose el sombrero, tendió su mano a Augusto que, cogiéndosela, se la llevó a los labios y la cubrió de besos, y salió, acompañándola él hasta la puerta. La miró un rato bajar las escaleras garbosa y con pie firme. Desde un descansillo de abajo alzó ella sus ojos y le saludó con la mirada y con la mano. Volvióse Augusto, entró al gabinete, y al ver a Rosario allí de pie, con la cesta de la plancha, le dijo bruscamente: «¿Qué hay?»

—Me parece, don Augusto, que esa mujer le está engañando a usted...

—Y a ti ¿qué te importa?

—Me importa todo lo de usted.

—Lo que quieres decir es que te estoy engañando...

—Eso es lo que no me importa.

—¿Me vas a hacer creer que después de las esperanzas que te he hecho concebir no estás celosa?

—Si usted supiera, don Augusto, cómo me he criado y en qué familia, comprendería que aunque soy una chiquilla estoy ya fuera de esas cosas de celos. Nosotras, las de mi posición...

—¡Cállate!

—Como usted quiera. Pero le repito que esa mujer le está a usted engañando. Si no fuera así y si usted la quiere y es ese su gusto, ¿qué más quisiera yo sino que usted se casase con ella?

—Pero ¿dices todo eso de verdad?

—De verdad.

—¿Cuántos años tienes?

—Diecinueve.

—Ven acá —y cogiéndola con sus dos manos de los sendos hombros la puso cara a cara consigo y se le quedó mirando a los ojos.

Y fue Augusto quien se demudó de color, no ella.

—La verdad es, chiquilla, que no te entiendo.

—Lo creo.

—Yo no sé qué es esto, si inocencia, malicia, burla, precoz perversidad...

—Esto no es más que cariño.

—¿Cariño?, ¿y por qué?

—¿Quiere usted saber por qué?, ¿no se ofenderá si se lo digo?, ¿me promete no ofenderse?

—Anda, dímelo.

—Pues bien, por... por... porque es usted un infeliz, un pobre hombre...

—¿También tú?

—Como usted quiera. Pero fíese de esta chiquilla; fíese de... la Rosario. Más leal a usted... ¡ni Orfeo!

—¿Siempre?

—¡Siempre!

—¿Pase lo que pase?

—Sí, pase lo que pase.

—Tú, tú eres la verdadera —y fue a cogerla.

—No, ahora no, cuando esté usted más tranquilo. Y cuando no...

—Basta, te entiendo.

Y se despidieron.

Y al quedarse solo se decía Augusto: «Entre una y otra me van a volver loco de atar... yo ya no soy yo...»

—Me parece que el señorito debía dedicarse a la política o a algo así por el estilo —le dijo Liduvina mientras le servía la comida—; eso le distraería.

—¿Y cómo se te ha ocurrido eso, mujer de Dios?

—Porque es mejor que se distraiga uno a no que le distraigan y... ¡ya ve usted!

—Bueno, pues llama ahora a tu marido, a Domingo, en cuanto acabe de comer, y dile que quiero echar con él una partida de tote... que me distraiga.

Y cuando la estaba jugando dejó de pronto Augusto la baraja sobre la mesa y preguntó:

—Di, Domingo, cuando un hombre está enamorado de dos o más mujeres a la vez, ¿qué debe hacer?

—¡Según y conforme!

—¿Cómo según y conforme?

—¡Sí! Si tiene mucho dinero y muchas agallas, casarse con todas ellas, y si no no casarse con ninguna.

—Pero ¡hombre, eso primero no es posible!

—¡En teniendo mucho dinero todo es posible!

—¿Y si ellas se enteran?

—Eso a ellas no les importa.

—¿Pues no ha de importarle, hombre, a una mujer el que otra le quite parte del cariño de su marido?

—Se contenta con su parte, señorito, si no se le pone tasa al dinero que gasta. Lo que le molesta a una mujer es que su hombre la ponga a ración de comer, de vestir, de todo lo demás así, de lujo; pero si le deja gastar lo que quiera... Ahora, si tiene hijos de él...

—Si tiene hijos, ¿qué?

—Que los verdaderos celos vienen de ahí, señorito, de los hijos. Es una madre que no tolera otra madre o que puede serlo, es una madre que no tolera que se les merme a sus hijos para otros hijos o para otra mujer. Pero si no tiene hijos y no le tasan el comedero y el vestidero, y la pompa y la fanfarria, ¡bah!, hasta le ahorran así molestias... Si uno tiene además de una mujer que le cueste otra que no le cueste nada, aquella que le cuesta apenas si siente celos de esta otra que no le cuesta, y si además de no costarle nada le produce encima... si lleva a una mujer dinero que de otra saca, entonces...

—Entonces, ¿qué?

—Que todo marcha a pedir de boca. Créame usted, señorito, no hay Otelas...

—Ni Desdémonos.

—¡Puede ser...!

—Pero qué cosas dices...

—Es que antes de haberme casado con Liduvina y venir a servir a casa del señorito había servido yo en muchas casas de señorones... me han salido los dientes en ellas...

—¿Y en vuestra clase?

—¿En nuestra clase? ¡bah!, nosotros no nos permitimos ciertos lujos...

—¿Y a qué llamas lujos?

—A esas cosas que se ve en los teatros y se lee en las novelas...

—¡Pues, hombre, pocos crímenes de esos que llaman pasionales, por celos, se ven en vuestra clase...!

—¡Bah!, eso es porque esos... chulos van al teatro y leen novelas, que si no...

—Si no, ¿qué?

—Que a todos nos gusta, señorito, hacer papel y nadie es el que es, sino el que le hacen los demás.

—Filósofo estás...

—Así me llamaba el último amo que tuve antes. Pero yo creo lo que le ha dicho mi Liduvina, que usted debe dedicarse a la política.


XX XX

Emprendería el viaje, ¿sí o no? Würden Sie die Reise antreten, ja oder nein? Would you undertake the journey, yes or no? Ya lo había anunciado primero a Rosarito, sin saber bien lo que se decía, por decir algo, o más bien como un pretexto para preguntarle si le acompañaría en él, y luego a doña Ermelinda, para probarle... Er hatte es bereits Rosarito angekündigt, ohne wirklich zu wissen, was gesagt wurde, um etwas zu sagen, oder besser gesagt als Vorwand, sie zu fragen, ob sie ihn dabei begleiten würde, und dann Dona Ermelinda, um ihn zu testen ... ¿qué?, ¿qué es lo que pretendió probarle con aquello de que iba a emprender un viaje? Was wollte er ihm beweisen, dass er auf Reisen gehen würde? ¡Lo que fuese! Wie auch immer! Mas era el caso que había soltado por dos veces prenda, que había dicho que iba a emprender un viaje largo y lejano y él era hombre de carácter, él era él; ¿tenía que ser hombre de palabra? Aber es war so, dass er zweimal ein Versprechen abgegeben hatte, dass er gesagt hatte, dass er eine lange und weit entfernte Reise unternehmen würde, und er war ein Mann von Charakter, er war er; Musste er ein Mann sein, der zu seinem Wort stand?

Los hombres de palabra primero dicen una cosa y después la piensan, y por último la hacen, resulte bien o mal luego de pensada; los hombres de palabra no se rectifican ni se vuelven atrás de lo que una vez han dicho. Männer ihres Wortes sagen zuerst etwas und denken es dann und tun es schließlich, ob es gut oder schlecht ausfällt, nachdem es gedacht wurde; Männer ihres Wortes berichtigen oder kehren nicht von dem zurück, was sie einmal gesagt haben. Y él dijo que iba a emprender un viaje largo y lejano.

¡Un viaje largo y lejano! ¿Por qué?, ¿para qué?, ¿cómo?, ¿adónde?

Anunciáronle que una señorita deseaba verle. Sie verkündeten, dass eine junge Dame ihn sehen wolle. «¿Una señorita?» «Sí —dijo Liduvina—, me parece que es... ¡la pianista!» «¡Eugenia!» «La misma.» Quedóse suspenso. "Eine Dame?" "Ja", sagte Liduvina, "ich glaube, es ist ... der Pianist!" "Eugenia!" "Das gleiche." Es wurde ausgesetzt. Como un relámpago de mareo pasóle por la mente la idea de despacharla, de que le dijeran que no estaba en casa. Wie ein Blitz aus Schwindel kam ihm der Gedanke, sie zu entsenden, dass sie nicht zu Hause war. «Viene a conquistarme, a jugar conmigo como con un muñeco —se dijo—, a que le haga el juego, a que sustituya al otro...» Luego lo pensó mejor. "Er kommt, um mich zu gewinnen, um mit mir zu spielen wie eine Puppe", sagte er sich, "um das Spiel für ihn zu spielen, um den Platz des anderen einzunehmen ..." Dann überlegte er es sich anders. «¡No, hay que mostrarse fuerte!»

—Dile que ahora voy.

Le tenía absorto la intrepidez de aquella mujer. Die Unerschrockenheit dieser Frau hatte ihn absorbiert. «Hay que confesar que es toda una mujer, que es todo un carácter, ¡vaya un arrojo!, ¡vaya una resolución!, ¡vaya unos ojos! "Wir müssen gestehen, dass sie eine ganze Frau ist, dass sie ein ganz besonderer Charakter ist, was für eine Kühnheit! Was für eine Entschlossenheit! Was für ein paar Augen!" ; pero, ¡no, no, no, no me doblega!, ¡no me conquista!»

Cuando entró Augusto en la sala, Eugenia estaba de pie. Hízole una seña de que se sentara, mas ella, antes de hacerlo, exclamó: «¡A usted, don Augusto, le han engañado lo mismo que me han engañado a mí!» Con lo que se sintió el pobre hombre desarmado y sin saber qué decir. Er bedeutete ihr, sich zu setzen, aber vorher rief sie aus: "Sie, Don Augusto, sind betrogen worden, wie sie mich betrogen haben!" Womit sich der arme Mann unbewaffnet fühlte und ohne zu wissen, was er sagen sollte. Sentáronse los dos, y se siguió un brevísimo silencio. Sie setzten sich beide und es herrschte eine sehr kurze Stille.

—Pues sí, lo dicho, don Augusto, a usted le han engañado respecto a mí y a mí me han engañado respecto a usted; esto es todo.

—Pero ¡si hemos hablado uno con otro, Eugenia!

—No haga usted caso de lo que le dije. "Ignoriere, was ich dir gesagt habe." ¡Lo pasado, pasado!

—Sí, siempre es lo pasado pasado, ni puede ser de otra manera.

—Usted me entiende. -Du verstehst mich. Y yo quiero que no dé a mi aceptación de su generoso donativo otro sentido que el que tiene.

—Como yo deseo, señorita, que no dé a mi donativo otra significación que la que tiene. "Wie ich mir wünsche, vermisse, dass meine Spende keine andere Bedeutung hat als sie."

—Así, lealtad por lealtad. Y ahora, como debemos hablar claro, he de decirle que después de todo lo pasado y de cuanto le dije, no podría yo, aunque quisiera, pretender pagarle esa generosa donación de otra manera que con mi más puro agradecimiento. Und jetzt, da wir klar sprechen müssen, muss ich Ihnen sagen, dass ich Ihnen nach all der Vergangenheit und allem, was ich Ihnen erzählt habe, nicht vorgeben könnte, selbst wenn ich wollte, dass ich Ihnen diese großzügige Spende auf andere Weise als mit meiner reinsten Zahlung zahlen könnte Dankbarkeit. Así como usted, por su parte, creo... Genau wie Sie denke ich für Ihren Teil...

—En efecto, señorita, por mi parte yo, después de lo pasado, de lo que usted me dijo en nuestra última entrevista, de lo que me contó su señora tía y de lo que adivino, no podría, aunque lo deseara, pretender cotizar mi generosidad... – Verpassen Sie meinerseits nach der Vergangenheit, was Sie mir in unserem letzten Interview erzählt haben, was Ihre Tante mir erzählt hat und was ich glaube, ich könnte, selbst wenn ich wollte, nicht so tun, als würde ich meine Großzügigkeit zitieren. .

—¿Estamos, pues, de acuerdo?

—De perfecto acuerdo, señorita.

—Y así, ¿podremos volver a ser amigos, buenos amigos, verdaderos amigos?

—Podremos.

Le tendió Eugenia su fina mano, blanca y fría como la nieve, de ahusados dedos hechos a dominar teclados, y la estrechó en la suya, que en aquel momento temblaba. Eugenia streckte ihre dünne Hand aus, weiß und kalt wie Schnee, mit ihren spitz zulaufenden Fingern, die Tastaturen beherrschen sollten, und umklammerte sie mit ihrer, die in diesem Moment zitterte.

—Seremos, pues, amigos don Augusto, buenos amigos, aunque esta amistad a mí...

—¿Qué?

—Acaso ante el público...

—¿Qué?

¡Hable!, ¡hable!

—Pero, en fin, después de dolorosas experiencias recientes he renunciado ya a ciertas cosas...

—Explíquese usted más claro, señorita. No vale decir las cosas a medias.

—Pues bien, don Augusto, las cosas claras, muy claras. ¿Cree usted que es fácil que después de lo pasado y sabiendo, como ya se sabe entre nuestros conocimientos, que usted ha deshipotecado mi patrimonio regalándomelo así, es fácil que haya quien se dirija a mí con ciertas pretensiones? Glaubst du, es ist leicht, dass nach der Vergangenheit und dem Wissen, dass du mir, wie schon aus unserem Wissen bekannt, mein Eigenkapital weggenommen hast, indem du es mir so gegeben hast, es leicht ist, dass sich jemand mit bestimmten Ansprüchen an mich wendet? Do you think it is easy that after what has happened and knowing, as is already known among our acquaintances, that you have mortgaged my patrimony by giving it to me in this way, it is easy that there are those who come to me with certain pretensions?

«¡Esta mujer es diabólica!», pensó Augusto, y bajó la cabeza mirando al suelo sin saber qué contestar. Cuando, al instante, la levantó vio que Eugenia se enjugaba una furtiva lágrima. Als er es sofort aufhob, sah er, wie Eugenia sich heimlich eine Träne wegwischte.

—¡Eugenia! —exclamó, y le temblaba la voz.

—¡Augusto! —susurró rendidamente ella. flüsterte sie sich ergeben.

—Pero, ¿y qué quieres que hagamos? "Aber was willst du, dass wir tun?"

—Oh, no, es la fatalidad, no es más que la fatalidad; somos juguete de ella. „Oh nein, es ist ein Verhängnis, es ist nur ein Verhängnis; wir sind ihr spielzeug. ¡Es una desgracia!

Augusto fue, dejando su butaca, a sentarse en el sofá, al lado de Eugenia.

—¡Mira, Eugenia, por Dios, que no juegues así conmigo! La fatalidad eres tú; aquí no hay más fatalidad que tú. Das Verhängnis bist du; es gibt hier keinen tödlicheren als dich. Eres tú, que me traes y me llevas y me haces dar vueltas como un argadillo; eres tú, que me vuelves loco; eres tú, que me haces quebrantar mis más firmes propósitos; eres tú, que haces que yo no sea yo... Du bist es, der mich bringt und nimmt und mich wie ein Argadillo drehen lässt; du bist es, der mich verrückt macht; Sie sind es, die mich dazu bringen, meine stärksten Vorsätze zu brechen; Du bist es, was tust du, dass ich nicht ich bin ...

Y le echó el brazo al cuello, la atrajo a sí y la apretó contra su seno. Y ella tranquilamente se quitó el sombrero. Und sie nahm ruhig ihren Hut.

—Sí, Augusto, es la fatalidad la que nos ha traído a esto. "Ja, Augustus, es ist das Schicksal, das uns dazu gebracht hat." Ni... ni tú ni yo podemos ser infieles, desleales a nosotros mismos; ni tú puedes aparecer queriéndome comprar como yo en un momento de ofuscación te dije, ni yo puedo aparecer haciendo de ti un sustituto, un vice, un plato de segunda mesa, como a mi tía le dijiste, y queriendo no más que premiar tu generosidad... Weder ... weder Sie noch ich können untreu sein, uns selbst untreu; Du kannst auch nicht so erscheinen, als wolltest du mich kaufen, wie ich es dir in einem Moment der Verschleierung gesagt habe, noch kann ich erscheinen, um dich zu einem Ersatz, einem Laster, einem Gericht für den zweiten Tisch zu machen, wie du meiner Tante gesagt hast, und nichts mehr zu wollen, als dich zu belohnen Großzügigkeit ...

—Pero ¿y qué nos importa, Eugenia mía, el aparecer de un modo o de otro?, ¿a qué ojos? „Aber was geht es uns, meine Eugenia, auf die eine oder andere Weise zu erscheinen?

—¡A los mismos nuestros!

—Y qué, Eugenia mía...

Volvió a apretarla a sí y empezó a llenarle de besos la frente y los ojos. Er drückte sie wieder und begann ihre Stirn und Augen mit Küssen zu füllen. Se oía la respiración de ambos. Bei beiden konnte man das Atmen hören.

—¡Déjame!, ¡déjame! "Lass mich! Lass mich!" —dijo ella, mientras se arreglaba y componía el pelo. sagte sie, während sie ihr Haar fixierte und glättete.

—No, tú... tú... tú... Eugenia... tú...

—-No, yo no, no puede ser...

—¿Es que no me quieres?

—Eso de querer... ¿quién sabe lo que es querer? "Diese Sache mit dem Wollen ... wer weiß, was Wollen ist?" No sé... no sé... no estoy segura de ello...

—¿Y esto entonces? "Und das dann?"

—¡Esto es una... fatalidad del momento!, producto de arrepentimiento... qué sé yo... estas cosas hay que ponerlas a prueba... Y además, ¿no habíamos quedado, Augusto, en que seríamos amigos, buenos amigos, pero nada más que amigos? "Das ist ein ... fataler Moment! Ein Produkt des Bedauerns ... was weiß ich ... diese Dinge müssen auf die Probe gestellt werden ... Und außerdem, hatten wir uns nicht einig, Augusto, wo wir wären Freunde, gute Freunde, aber nichts als Freunde?

—Sí, pero... ¿Y aquello de tu sacrificio? "Ja, aber ... Und was ist mit deinem Opfer?" ¿Aquello de que por haber aceptado mi dádiva, por ser amiga, nada más que amiga mía, no va ya a haber quien te pretenda? Dass es nicht mehr jemanden geben wird, der dich will, weil ich mein Geschenk angenommen habe, weil ich ein Freund bin, nichts weiter als ein Freund von mir?

—¡Ah, eso no importa; tengo tomada mi resolución!

—¿Acaso después de aquella ruptura...?.

—Acaso...

—¡Eugenia! ¡Eugenia!

En este momento se oyó llamar a la puerta, y Augusto, tembloroso, encendido su rostro, exclamó con voz seca: «¿Qué hay?»

—¡La Rosario, que espera! —dijo la voz de Liduvina.

Augusto cambió de color, poniéndose lívido.

—¡Ah! —exclamó Eugenia—, aquí estorbo ya. Es la... Rosario que le espera a usted. ¿Ve usted cómo no podemos ser más que amigos, buenos amigos, muy buenos amigos? Siehst du, wie wir nicht mehr sein können als Freunde, gute Freunde, sehr gute Freunde?

—Pero Eugenia...

—Que espera la Rosario... "Auf was wartet Rosario ...

—Y si me rechazaste, Eugenia, como me rechazaste, diciéndome que te quería comprar y en rigor porque tenías otro, ¿qué iba a hacer yo luego que al verte aprendí a querer? - Und wenn du mich abgelehnt hast, Eugenia, wie du mich abgelehnt hast und mir gesagt hast, dass ich dich kaufen wollte und genau genommen, weil du einen anderen hattest, was sollte ich tun, nachdem ich dich gesehen hatte, lernte ich zu lieben? ¿No sabes acaso lo que es el despecho, lo que es el cariño desnidado?

—Vaya, Augusto, venga esa mano; volveremos a vernos, pero conste que lo pasado, pasado.

—No, no, lo pasado, pasado, ¡no!, ¡no!, ¡no!...

—Bien, bien, que espera la Rosario...

—Por Dios, Eugenia...

—No, si nada de extraño tiene; también a mí me esperaba en un tiempo el... Mauricio. – Nein, wenn nichts Seltsames daran ist; Auf mich wartete auch ... Mauricio. Volveremos a vemos. Y seamos serios y leales a nosotros mismos. Und seien wir ernst und uns selbst treu.

Púsose el sombrero, tendió su mano a Augusto que, cogiéndosela, se la llevó a los labios y la cubrió de besos, y salió, acompañándola él hasta la puerta. La miró un rato bajar las escaleras garbosa y con pie firme. Er sah ihr nach, wie sie anmutig und mit festem Fuß die Treppe hinunterging. Desde un descansillo de abajo alzó ella sus ojos y le  saludó con la mirada y con la mano. Volvióse Augusto, entró al gabinete, y al ver a Rosario allí de pie, con la cesta de la plancha, le dijo bruscamente: «¿Qué hay?»

—Me parece, don Augusto, que esa mujer le está engañando a usted... "Mir scheint, Don Augusto, dass diese Frau dich betrügt ..."

—Y a ti ¿qué te importa?

—Me importa todo lo de usted.

—Lo que quieres decir es que te estoy engañando...

—Eso es lo que no me importa.

—¿Me vas a hacer creer que después de las esperanzas que te he hecho concebir no estás celosa? "Willst du mich glauben machen, dass du nach den Hoffnungen, die ich dir gemacht habe, nicht eifersüchtig bist?"

—Si usted supiera, don Augusto, cómo me he criado y en qué familia, comprendería que aunque soy una chiquilla estoy ya fuera de esas cosas de celos. Nosotras, las de mi posición...

—¡Cállate!

—Como usted quiera. Pero le repito que esa mujer le está a usted engañando. Si no fuera así y si usted la quiere y es ese su gusto, ¿qué más quisiera yo sino que usted se casase con ella?

—Pero ¿dices todo eso de verdad?

—De verdad.

—¿Cuántos años tienes?

—Diecinueve.

—Ven acá —y cogiéndola con sus dos manos de los sendos hombros la puso cara a cara consigo y se le quedó mirando a los ojos.

Y fue Augusto quien se demudó de color, no ella. Und es war Augusto, der seine Farbe änderte, nicht sie.

—La verdad es, chiquilla, que no te entiendo.

—Lo creo.

—Yo no sé qué es esto, si inocencia, malicia, burla, precoz perversidad...

—Esto no es más que cariño.

—¿Cariño?, ¿y por qué?

—¿Quiere usted saber por qué?, ¿no se ofenderá si se lo digo?, ¿me promete no ofenderse?

—Anda, dímelo.

—Pues bien, por... por... porque es usted un infeliz, un pobre hombre...

—¿También tú?

—Como usted quiera. Pero fíese de esta chiquilla; fíese de... la Rosario. Más leal a usted... ¡ni Orfeo!

—¿Siempre?

—¡Siempre!

—¿Pase lo que pase?

—Sí, pase lo que pase.

—Tú, tú eres la verdadera —y fue a cogerla.

—No, ahora no, cuando esté usted más tranquilo. Y cuando no...

—Basta, te entiendo.

Y se despidieron.

Y al quedarse solo se decía Augusto: «Entre una y otra me van a volver loco de atar... yo ya no soy yo...» Und als er allein gelassen wurde, sagte sich Augusto: «Zwischen dem einen und dem anderen werden sie mich in den Wahnsinn treiben ... ich bin nicht mehr ich selbst ...»

—Me parece que el señorito debía dedicarse a la política o a algo así por el estilo —le dijo Liduvina mientras le servía la comida—; eso le distraería.

—¿Y cómo se te ha ocurrido eso, mujer de Dios?

—Porque es mejor que se distraiga uno a no que le distraigan y... ¡ya ve usted!

—Bueno, pues llama ahora a tu marido, a Domingo, en cuanto acabe de comer, y dile que quiero echar con él una partida de tote... que me distraiga. "Nun, jetzt ruf deinen Mann Domingo an, sobald er mit dem Essen fertig ist, und sag ihm, dass ich mit ihm eine Runde Tote spielen möchte ... um mich abzulenken."

Y cuando la estaba jugando dejó de pronto Augusto la baraja sobre la mesa y preguntó:

—Di, Domingo, cuando un hombre está enamorado de dos o más mujeres a la vez, ¿qué debe hacer?

—¡Según y conforme! "Laut und vereinbart!"

—¿Cómo según y conforme?

—¡Sí! Si tiene mucho dinero y muchas agallas, casarse con todas ellas, y si no no casarse con ninguna.

—Pero ¡hombre, eso primero no es posible!

—¡En teniendo mucho dinero todo es posible!

—¿Y si ellas se enteran? "Was ist, wenn sie es herausfinden?"

—Eso a ellas no les importa.

—¿Pues no ha de importarle, hombre, a una mujer el que otra le quite parte del cariño de su marido? "Nun, Mann, sollte es einer Frau egal sein, wenn eine andere ihrem Mann einen Teil der Zuneigung nimmt?"

—Se contenta con su parte, señorito, si no se le pone tasa al dinero que gasta. "Sie sind mit Ihrem Anteil zufrieden, Sir, wenn Sie das ausgegebene Geld nicht versteuern." Lo que le molesta a una mujer es que su hombre la ponga a ración de comer, de vestir, de todo lo demás así, de lujo; pero si le deja gastar lo que quiera... Ahora, si tiene hijos de él... Was eine Frau stört, ist, dass ihr Mann ihr eine Portion Essen gibt, sich anziehen, alles andere, Luxus; aber wenn er ihn ausgeben lässt, was er will ... Nun, wenn er Kinder von ihm hat ...

—Si tiene hijos, ¿qué?

—Que los verdaderos celos vienen de ahí, señorito, de los hijos. - Diese wahre Eifersucht kommt daher, junger Mann, von den Kindern. Es una madre que no tolera otra madre o que puede serlo, es una madre que no tolera que se les merme a sus hijos para otros hijos o para otra mujer. Sie ist eine Mutter, die keine andere Mutter duldet oder eine sein kann, sie ist eine Mutter, die den Verlust ihrer Kinder für andere Kinder oder für eine andere Frau nicht duldet. Pero si no tiene hijos y no le tasan el comedero y el vestidero, y la pompa y la fanfarria, ¡bah!, hasta le ahorran así molestias... Si uno tiene además de una mujer que le cueste otra que no le cueste nada, aquella que le cuesta apenas si siente celos de esta otra que no le cuesta, y si además de no costarle nada le produce encima... si lleva a una mujer dinero que de otra saca, entonces... Aber wenn du keine Kinder hast und sie den Feeder und die Umkleidekabine und den Pomp und die Fanfare nicht schätzen, bah, sie ersparen dir sogar Ärger ... Wenn du auch eine Frau hast, die dich eine andere kostet, kostet dich das nichts , der ihn kaum kostet, wenn er eifersüchtig auf diesen anderen ist, der ihn nicht kostet, und wenn es ihn nicht nur kostet, sondern auch noch herüberbringt ... wenn er einer Frau Geld bringt, die er von einer anderen bekommt, dann ...

—Entonces, ¿qué?

—Que todo marcha a pedir de boca. - Dass alles nach dem Mund fragen wird. Créame usted, señorito, no hay Otelas... Glauben Sie mir, Sir, es gibt keine Othels ...

—Ni Desdémonos. "Lass es uns nicht loswerden."

—¡Puede ser...!

—Pero qué cosas dices... -Was zum Teufel sagst du...

—Es que antes de haberme casado con Liduvina y venir a servir a casa del señorito había servido yo en muchas casas de señorones... me han salido los dientes en ellas... - Bevor ich Liduvina heiratete und ins Haus des Meisters kam, hatte ich in vielen Herrenhäusern gedient ... meine Zähne sind darin herausgekommen ...

—¿Y en vuestra clase?

—¿En nuestra clase? ¡bah!, nosotros no nos permitimos ciertos lujos... Bah!, gewissen Luxus gönnen wir uns nicht...

—¿Y a qué llamas lujos?

—A esas cosas que se ve en los teatros y se lee en las novelas...

—¡Pues, hombre, pocos crímenes de esos que llaman pasionales, por celos, se ven en vuestra clase...!

—¡Bah!, eso es porque esos... chulos van al teatro y leen novelas, que si no...

—Si no, ¿qué?

—Que a todos nos gusta, señorito, hacer papel y nadie es el que es, sino el que le hacen los demás. - Dass wir alle gerne Papier spielen, Sir, und keiner ist, wer er ist, sondern was andere aus ihm machen.

—Filósofo estás...

—Así me llamaba el último amo que tuve antes. "So nannte mich der letzte Meister, den ich vorher hatte." Pero yo creo lo que le ha dicho mi Liduvina, que usted debe dedicarse a la política. Aber ich glaube, was dir meine Liduvina gesagt hat, dass du dich der Politik widmen musst.