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Niebla - Unamuno, XIII

XIII

Pocos días después de esto entró una mañana Liduvina en el cuarto de Augusto diciéndole que una señorita preguntaba por él.

—¿Una señorita?

—Sí, ella, la pianista.

—¿Eugenia?

—Eugenia, sí. Decididamente no es usted el único que se ha vuelto loco.

El pobre Augusto empezó a temblar. Y es que se sentía reo. Levantóse, lavóse de prisa, se vistió y fue dispuesto a todo.

—Ya sé, señor don Augusto —le dijo solemnemente Eugenia en cuanto le vio—, que ha comprado usted mi deuda a mi acreedor, que está en su poder la hipoteca de mi casa.

—No lo niego.

—Y ¿con qué derecho hizo eso?

—Con el derecho, señorita, que tiene todo ciudadano a comprar lo que bien le parezca y su poseedor quiera venderlo.

—No quiero decir eso, sino ¿para qué la ha comprado usted?

—Pues porque me dolía verla depender así de un hombre a quien acaso usted sea indiferente y que sospecho no es más que un traficante sin entrañas.

—Es decir, que usted pretende que dependa yo de usted, ya que no le soy indiferente...

—¡Oh, eso nunca, nunca, nunca! ¡Nunca, Eugenia, nunca! Yo no busco que usted dependa de mí. Me ofende usted sólo con suponerlo. Verá usted —y dejándola sola se salió agitadísimo.

Volvió al poco rato trayendo unos papeles.

—He aquí, Eugenia, los documentos que acreditan su deuda. Tómelos usted y haga de ellos lo que quiera.

—¿Cómo?

—Sí, que renuncio a todo. Para eso lo compré.

—Lo sabía, y por eso le dije que usted no pretende sino hacer que dependa de usted. Me quiere usted ligar por la gratitud. ¡Quiere usted comprarme!

—¡Eugenia! ¡Eugenia!

—Sí, quiere usted comprarme, quiere usted comprarme; ¡quiere usted comprar... no mi amor, que ese no se compra, sino mi cuerpo!

—¡Eugenia! ¡Eugenia!

—Esto es, aunque usted no lo crea, una infamia, nada más que una infamia.

—¡Eugenia, por Dios, Eugenia!

—¡No se me acerque usted más, que no respondo de mí!

—Pues bien, sí, me acerco. ¡Pégame, Eugenia, pégame; insúltame, escúpeme, haz de mí lo que quieras!

—No merece usted nada —y Eugenia se levantó—; me voy, pero ¡cónstele que no acepto su limosna o su oferta! Trabajaré más que nunca; haré que trabaje mi novio, pronto mi marido, y viviremos. Y en cuanto a eso, quédese usted con mi casa.

—Pero ¡si yo no me opongo, Eugenia, a que usted se case con ese novio que dice!

—¿Cómo?, ¿cómo? ¿A ver?

—¡Si yo no he hecho esto para que usted, ligada por gratitud, acceda a tomarme por marido!... ¡Si yo renuncio a mi propia felicidad, mejor dicho, si mi felicidad consiste en que usted sea feliz y nada más, en que sea usted feliz con el marido que libremente escoja!...

—¡Ah, ya, ya caigo; usted se reserva el papel de heroica víctima, de mártir! Quédese usted con la casa, le digo. Se la regalo.

—Pero, Eugenia, Eugenia...

—¡Baste!

Y sin más mirarle, aquellos dos ojos de fuego desaparecieron.

Quedóse Augusto un momento fuera de sí, sin darse cuenta de que existía, y cuando sacudió la niebla de confusión que le envolviera tomó el sombrero y se echó a la calle, a errar a la aventura. Al pasar junto a una iglesia, San Martín, entró en ella, casi sin darse cuenta de lo que hacía. No vio al entrar sino el mortecino resplandor de la lamparilla que frente al altar mayor ardía. Parecíale respirar oscuridad, olor a vejez, a tradición sahumada en incienso, a hogar de siglos, y andando casi a tientas fue a sentarse en un banco. Dejóse en él caer más que sé sentó. Sentíase cansado, mortalmente cansado y como si toda aquella oscuridad, toda aquella vejez que respiraba le pesasen sobre el corazón. De un susurro que parecía venir de lejos, de muy lejos, emergía una tos contenida de cuando en cuando. Acordóse de su madre.

Cerró los ojos y volvió a soñar aquella casa dulce y tibia, en que la luz entraba por entre las blancas flores bordadas en los visillos. Volvió a ver a su madre, yendo y viniendo sin ruido, siempre de negro, con aquella su sonrisa que era poso de lágrimas. Y repasó su vida toda de hijo, cuando formaba parte de su madre y vivía a su amparo, y aquella muerte lenta, grave, dulce a indolorosa de la pobre señora, cuando se fue como un ave peregrina que emprende sin ruido el vuelo. Luego recordó o resoñó el encuentro de Orfeo, y al poco rato encontróse sumido en un estado de espíritu en que pasaban ante él, en cinematógrafo, las más extrañas visiones.

Junto a él un hombre susurraba rezos. El hombre se levantó para salir y él le siguió. A la salida de la iglesia el hombre aquel mojó los dedos índice y corazón de su diestra en el aguabenditera y ofreció agua bendita a Augusto, santiguándose luego. Encontráronse en la cancela.

—¡Don Avito! —exclamó Augusto.

—¡El mismo, Augustito, el mismo!

—Pero ¿usted por aquí?

—Sí, yo por aquí; enseña mucho la vida, y más la muerte; enseñan más, mucho más que la ciencia.

—Pero ¿y el candidato a genio?

Don Avito Carrascal le contó la lamentable historia de su hijo . Y concluyó diciéndo: «Ya ves, Augustito, cómo he venido a esto...»

Augusto callaba mirando al suelo. Iban por la Alameda.

—Sí, Augusto, sí —prosiguió don Avito—; la vida es la única maestra de la vida; no hay pedagogía que valga. Sólo se aprende a vivir viviendo, y cada hombre tiene que recomenzar el aprendizaje de la vida de nuevo...

—¿Y la labor de las generaciones, don Avito, el legado de los siglos?

—No hay más que dos legados: el de las ilusiones y el de los desengaños, y ambos sólo se encuentran donde nos encontramos hace poco: en el templo. De seguro que te llevó allá o una gran ilusión o un gran desengaño.

—Las dos cosas.

—Sí, las dos cosas, sí. Porque la ilusión, la esperanza, engendra el desengaño, el recuerdo, y el desengaño, el recuerdo, engendra a su vez la ilusión, la esperanza. La ciencia es realidad, es presente, querido Augusto, y yo no puedo vivir ya de nada presente. Desde que mi pobre Apolodoro, mi víctima —y al decir esto le lloraba la voz—, murió, es decir, se mató, no hay ya presente posible, no hay ciencia ni realidad que valgan para mí; no puedo vivir sino recordándole o esperándole. Y he ido a parar a ese hogar de todas las ilusiones y todos los desengaños: ¡a la iglesia!

—¿De modo es que ahora cree usted?

—¡Qué sé yo...!

—Pero ¿no cree usted?

—No sé si creo o no creo; sé que rezo. Y no sé bien lo que rezo. Somos unos cuantos que al anochecer nos reunimos ahí a rezar el rosario. No sé quiénes son, ni ellos me conocen, pero nos sentimos solidarios, en íntima comunión unos con otros. Y ahora pienso que a la humanidad maldita la falta que le hacen los genios.

—¿Y su mujer, don Avito?

—¡Ah, mi mujer! —exclamó Carrascal, y una lágrima que se le había asomado a un ojo pareció irradiarle luz interna—. ¡Mi mujer!, ¡la he descubierto! Hasta mi tremenda desgracia no he sabido lo que tenía en ella. Sólo he penetrado en el misterio de la vida cuando en las noches terribles que sucedieron al suicidio de mi Apolodoro reclinaba mi cabeza en el regazo de ella, de la madre, y lloraba, lloraba, lloraba. Y ella, pasándome dulcemente la mano por la cabeza, me decía: «¡Pobre hijo mío!, ¡pobre mío!» Nunca, nunca ha sido más madre que ahora. Jamás creí al hacerla madre, ¿y cómo?, nada más que para que me diese la materia prima del genio... jamás creí al hacerla madre que como tal la necesitaría para mí un día. Porque yo no conocí a mi madre, Augusto, no la conocí; yo no he tenido madre, no he sabido qué es tenerla hasta que al perder mi mujer a mi hijo y suyo se ha sentido madre mía. Tú conociste a tu madre, Augusto, a la excelente doña Soledad; si no, te aconsejaría que te casases.

—La conocí, don Avito, pero la perdí, y ahí, en la iglesia, estaba recordándola...

—Pues si quieres volver a tenerla, ¡cásate, Augusto, cásate!

—No, aquélla no, aquélla, no la volveré a tener

—Es verdad, pero ¡cásate!

—¿Y cómo? —añadió Augusto con una forzada sonrisa y recordando lo que había oído de una de las doctrinas de don Avito— ¿cómo?, ¿deductiva o inductivamente?

—¡Déjate ahora de esas cosas; por Dios, Augusto, no me recuerdes tragedias! Pero... En fin, si te he de seguir el humor, ¡cásate intuitivamente!

—¿Y si la mujer a quien quiero no me quiere?

—Cásate con la mujer que te quiera, aunque no lo quieras tú. Es mejor casarse para que le conquisten a uno el amor que para conquistarlo. Busca una que te quiera.

Por la mente de Augusto pasó en rapidísima visión la imagen de la chica de la planchadora. Porque se había hecho la ilusión de que aquella pobrecita quedó enamorada de él.

Cuando al cabo Augusto se despidió de don Avito dirigióse al Casino. Quería despejar la niebla de su cabeza y la de su corazón echando una partida de ajedrez con Víctor.


XIII XIII

Pocos días después de esto entró una mañana Liduvina en el cuarto de Augusto diciéndole que una señorita preguntaba por él.

—¿Una señorita?

—Sí, ella, la pianista.

—¿Eugenia?

—Eugenia, sí. Decididamente no es usted el único que se ha vuelto loco.

El pobre Augusto empezó a temblar. Y es que se sentía reo. Levantóse, lavóse de prisa, se vistió y fue dispuesto a todo.

—Ya sé, señor don Augusto —le dijo solemnemente Eugenia en cuanto le vio—, que ha comprado usted mi deuda a mi acreedor, que está en su poder la hipoteca de mi casa.

—No lo niego.

—Y ¿con qué derecho hizo eso?

—Con el derecho, señorita, que tiene todo ciudadano a comprar lo que bien le parezca y su poseedor quiera venderlo.

—No quiero decir eso, sino ¿para qué la ha comprado usted? "Das meine ich nicht, aber warum hast du es gekauft?"

—Pues porque me dolía verla depender así de un hombre a quien acaso usted sea indiferente y que sospecho no es más que un traficante sin entrañas. "Nun, weil es mir weh getan hat zu sehen, dass Sie so von einem Mann abhängig sind, dem Sie vielleicht gleichgültig gegenüberstehen und von dem ich vermute, dass er nichts weiter ist als ein Menschenhändler ohne Mut."

—Es decir, que usted pretende que dependa yo de usted, ya que no le soy indiferente... „Das heißt, Sie wollen, dass ich von Ihnen abhängig bin, da ich Ihnen gegenüber nicht gleichgültig bin …

—¡Oh, eso nunca, nunca, nunca! ¡Nunca, Eugenia, nunca! Yo no busco que usted dependa de mí. Ich möchte nicht, dass du von mir abhängig bist. Me ofende usted sólo con suponerlo. Sie beleidigen mich nur, indem Sie es annehmen. Verá usted —y dejándola sola se salió agitadísimo. Siehst du, "und sie allein lassend, kam sie aufgeregt heraus.

Volvió al poco rato trayendo unos papeles. Kurz nachdem er einige Papiere mitgebracht hatte, kehrte er zurück.

—He aquí, Eugenia, los documentos que acreditan su deuda. "Hier, Eugenia, sind die Dokumente, die deine Schuld belegen." Tómelos usted y haga de ellos lo que quiera. Nehmen Sie sie selbst und machen Sie daraus, was Sie wollen.

—¿Cómo?

—Sí, que renuncio a todo. "Ja, ich verzichte auf alles." Para eso lo compré. Dafür habe ich es gekauft.

—Lo sabía, y por eso le dije que usted no pretende sino hacer que dependa de usted. "Ich wusste es, und deshalb habe ich dir gesagt, dass du nur versuchst, mich von dir abhängig zu machen." Me quiere usted ligar por la gratitud. Du willst mich aus Dankbarkeit verlinken. ¡Quiere usted comprarme! Willst du mich kaufen!

—¡Eugenia! ¡Eugenia!

—Sí, quiere usted comprarme, quiere usted comprarme; ¡quiere usted comprar... no mi amor, que ese no se compra, sino mi cuerpo! "Ja, du willst mich kaufen, du willst mich kaufen;" Willst du kaufen ... nicht meine Liebe, das wird nicht gekauft, sondern mein Körper! -Yes, you want to buy me, you want to buy me; you want to buy... not my love, you can't buy that, but my body!

—¡Eugenia! ¡Eugenia!

—Esto es, aunque usted no lo crea, una infamia, nada más que una infamia. "Das ist, ob Sie es glauben oder nicht, eine Schande, nichts anderes als eine Schande."

—¡Eugenia, por Dios, Eugenia!

—¡No se me acerque usted más, que no respondo de mí! "Komm mir nicht näher, ich bin nicht für mich verantwortlich!"

—Pues bien, sí, me acerco. "Nun ja, ich komme näher." ¡Pégame, Eugenia, pégame; insúltame, escúpeme, haz de mí lo que quieras! Schlag mich, Eugenia, schlag mich; beleidige mich, spuck mich an, mach mit mir was du willst!

—No merece usted nada —y Eugenia se levantó—; me voy, pero ¡cónstele que no acepto su limosna o su oferta! „Du verdienst nichts“, und Eugenia stand auf. Ich gehe, aber sag ihm, dass ich weder dein Almosen noch dein Angebot annehme! Trabajaré más que nunca; haré que trabaje mi novio, pronto mi marido, y viviremos. Ich werde härter arbeiten denn je; Ich werde meinen Freund arbeiten lassen, bald meinen Mann, und wir werden leben. Y en cuanto a eso, quédese usted con mi casa. Und Sie behalten mein Haus.

—Pero ¡si yo no me opongo, Eugenia, a que usted se case con ese novio que dice! "Aber ich bin nicht dagegen, Eugenia, dass du diesen Freund heiratest, den du sagst!" -But I don't object, Eugenia, to your marrying that fiancé you say!

—¿Cómo?, ¿cómo? ¿A ver?

—¡Si yo no he hecho esto para que usted, ligada por gratitud, acceda a tomarme por marido!... „Wenn ich dies nicht getan habe, damit Sie sich aus Dankbarkeit verpflichtet haben, mich zum Ehemann zu nehmen! … ¡Si yo renuncio a mi propia felicidad, mejor dicho, si mi felicidad consiste en que usted sea feliz y nada más, en que sea usted feliz con el marido que libremente escoja!... Wenn ich vielmehr auf mein eigenes Glück verzichte, wenn mein Glück darin besteht, dass du glücklich bist und nichts anderes, in deinem Glücklichsein mit dem Mann, den du frei wählst! ...

—¡Ah, ya, ya caigo; usted se reserva el papel de heroica víctima, de mártir! -Ah, jetzt falle ich; Sie behalten sich die Rolle des heroischen Opfers, des Märtyrers vor! Quédese usted con la casa, le digo. Du behältst das Haus, sage ich ihm. Se la regalo. Ich gebe es ihm.

—Pero, Eugenia, Eugenia...

—¡Baste!

Y sin más mirarle, aquellos dos ojos de fuego desaparecieron. Und ohne ihn anzusehen, verschwanden diese beiden Feueraugen.

Quedóse Augusto un momento fuera de sí, sin darse cuenta de que existía, y cuando sacudió la niebla de confusión que le envolviera tomó el sombrero y se echó a la calle, a errar a la aventura. Augusto war einen Moment außer sich, ohne zu wissen, dass er existierte, und als er den Nebel der Verwirrung, der ihn umhüllte, abschüttelte, nahm er seinen Hut und ging hinaus auf die Straße, um ins Abenteuer zu gehen. Al pasar junto a una iglesia, San Martín, entró en ella, casi sin darse cuenta de lo que hacía. Als er an einer Kirche vorbeikam, betrat San Martín sie, fast ohne zu merken, was er tat. No vio al entrar sino el mortecino resplandor de la lamparilla que frente al altar mayor ardía. Als er eintrat, sah er nur den schwachen Schein der Lampe, die vor dem Hauptaltar brannte. Parecíale respirar oscuridad, olor a vejez, a tradición sahumada en incienso, a hogar de siglos, y andando casi a tientas fue a sentarse en un banco. Er schien Dunkelheit zu atmen, den Geruch des Alters, eine in Weihrauch geräucherte Tradition, ein Zuhause seit Jahrhunderten, und fast tastend setzte er sich auf eine Bank. Dejóse en él caer más que sé sentó. Er fiel mehr hinein, als er sich hinsetzte. Sentíase cansado, mortalmente cansado y como si toda aquella oscuridad, toda aquella vejez que respiraba le pesasen sobre el corazón. Er fühlte sich müde, todmüde, und als ob all diese Dunkelheit, all das atmende Alter auf seinem Herzen lasten. De un susurro que parecía venir de lejos, de muy lejos, emergía una tos contenida de cuando en cuando. Aus einem Flüstern, das von weit her zu kommen schien, kam von Zeit zu Zeit ein unterdrücktes Husten. Acordóse de su madre. Er erinnerte sich an seine Mutter.

Cerró los ojos y volvió a soñar aquella casa dulce y tibia, en que la luz entraba por entre las blancas flores bordadas en los visillos. Er schloß die Augen und träumte wieder von diesem süßen und warmen Haus, in das das Licht durch die weißen Blumen, die auf die Vorhänge gestickt waren, eindrang. Volvió a ver a su madre, yendo y viniendo sin ruido, siempre de negro, con aquella su sonrisa que era poso de lágrimas. Er sah seine Mutter wieder, geräuschlos kommen und gehen, immer in Schwarz, mit ihrem Lächeln, das zu Tränen rührte. Y repasó su vida toda de hijo, cuando formaba parte de su madre y vivía a su amparo, y aquella muerte lenta, grave, dulce a indolorosa de la pobre señora, cuando se fue como un ave peregrina que emprende sin ruido el vuelo. Und er blickte auf sein ganzes Leben als Sohn zurück, als er ein Teil seiner Mutter war und unter ihrem Schutz lebte, und den langsamen, ernsten, süßen und schmerzlosen Tod der armen Dame, als er wie ein pilgernder Vogel, der ohne Lärm fliegt, wegging . Luego recordó o resoñó el encuentro de Orfeo, y al poco rato encontróse sumido en un estado de espíritu en que pasaban ante él, en cinematógrafo, las más extrañas visiones. Dann erinnerte er sich an die Begegnung mit Orpheus oder schlummerte ein, und nach kurzer Zeit befand er sich in einem Geisteszustand, in dem die seltsamsten Visionen auf Film vor ihm vorüberzogen.

Junto a él un hombre susurraba rezos. Neben ihm flüsterte ein Mann Gebete. El hombre se levantó para salir y él le siguió. Der Mann stand auf, um zu gehen und folgte ihm. A la salida de la iglesia el hombre aquel mojó los dedos índice y corazón de su diestra en el aguabenditera y ofreció agua bendita a Augusto, santiguándose luego. Am Ausgang der Kirche tauchte dieser Mann Zeige- und Mittelfinger seiner rechten Hand in das Becken, bot Augustus Weihwasser an und bekreuzigte sich danach. Encontráronse en la cancela. Sie trafen sich am Tor.

—¡Don Avito! "Don Avito!" —exclamó Augusto.

—¡El mismo, Augustito, el mismo!

—Pero ¿usted por aquí?

—Sí, yo por aquí; enseña mucho la vida, y más la muerte; enseñan más, mucho más que la ciencia. -Ja, ich hier; es lehrt viel über das Leben und mehr über den Tod; sie lehren mehr, viel mehr als Wissenschaft.

—Pero ¿y el candidato a genio? "Aber was ist mit dem genialen Kandidaten?"

Don Avito Carrascal le contó la lamentable historia de su hijo . Don Avito Carrascal erzählte ihm die unglückliche Geschichte seines Sohnes. Y concluyó diciéndo: «Ya ves, Augustito, cómo he venido a esto...» Und er schloss mit den Worten: "Siehst du, Augustito, wie ich dazu gekommen bin ..."

Augusto callaba mirando al suelo. Augusto schwieg und sah zu Boden. Iban por la Alameda. Sie gingen durch die Alameda.

—Sí, Augusto, sí —prosiguió don Avito—; la vida es la única maestra de la vida; no hay pedagogía que valga. „Ja, Augusto, ja“, fuhr Don Avito fort; das Leben ist der einzige Lehrer des Lebens; Es gibt keine Pädagogik, die es wert ist. Sólo se aprende a vivir viviendo, y cada hombre tiene que recomenzar el aprendizaje de la vida de nuevo... Leben lernt man nur, indem man lebt, und jeder Mensch muss das Leben neu lernen ...

—¿Y la labor de las generaciones, don Avito, el legado de los siglos? "Und das Werk der Generationen, Don Avito, das Erbe der Jahrhunderte?"

—No hay más que dos legados: el de las ilusiones y el de los desengaños, y ambos sólo se encuentran donde nos encontramos hace poco: en el templo. „Es gibt nur zwei Vermächtnisse: das der Illusionen und das der Enttäuschungen, und beides findet sich nur dort, wo wir uns kürzlich wiedergefunden haben: im Tempel. De seguro que te llevó allá o una gran ilusión o un gran desengaño. Sicherlich hat es Sie dort entweder zu einer großen Illusion oder zu einer großen Enttäuschung geführt.

—Las dos cosas.

—Sí, las dos cosas, sí. Porque la ilusión, la esperanza, engendra el desengaño, el recuerdo, y el desengaño, el recuerdo, engendra a su vez la ilusión, la esperanza. Denn Illusion, Hoffnung erzeugt Enttäuschung, Erinnerung, und Enttäuschung, Erinnerung erzeugt wiederum Illusion, Hoffnung. La ciencia es realidad, es presente, querido Augusto, y yo no puedo vivir ya de nada presente. Wissenschaft ist Realität, sie ist gegenwärtig, lieber Augusto, und von der Gegenwart kann ich nicht mehr leben. Desde que mi pobre Apolodoro, mi víctima —y al decir esto le lloraba la voz—, murió, es decir, se mató, no hay ya presente posible, no hay ciencia ni realidad que valgan para mí; no puedo vivir sino recordándole o esperándole. Seit mein armer Apollodorus, mein Opfer - und als er dies sagte, weinte seine Stimme -, gestorben ist, das heißt, er hat sich umgebracht, gibt es keine mögliche Gegenwart mehr, keine Wissenschaft oder Wirklichkeit, die für mich gelten; Ich kann nur leben, indem ich mich an ihn erinnere oder auf ihn warte. Y he ido a parar a ese hogar de todas las ilusiones y todos los desengaños: ¡a la iglesia! Und ich bin in diesem Zuhause aller Illusionen und Enttäuschungen gelandet: in der Kirche!

—¿De modo es que ahora cree usted? "Also glauben Sie jetzt?"

—¡Qué sé yo...!

—Pero ¿no cree usted?

—No sé si creo o no creo; sé que rezo. —Ich weiß nicht, ob ich glaube oder nicht; Ich weiß, ich bete Y no sé bien lo que rezo. Und ich weiß nicht, was ich bete. Somos unos cuantos que al anochecer nos reunimos ahí a rezar el rosario. Einige von uns versammeln sich dort in der Abenddämmerung, um den Rosenkranz zu beten. No sé quiénes son, ni ellos me conocen, pero nos sentimos solidarios, en íntima comunión unos con otros. Ich weiß nicht, wer sie sind, und sie kennen mich auch nicht, aber wir fühlen uns solidarisch, in inniger Gemeinschaft miteinander. Y ahora pienso que a la humanidad maldita la falta que le hacen los genios. Und jetzt denke ich, dass die Menschheit durch den Mangel an Genies verflucht ist.

—¿Y su mujer, don Avito?

—¡Ah, mi mujer! —exclamó Carrascal, y una lágrima que se le había asomado a un ojo pareció irradiarle luz interna—. rief Carrascal, und eine Träne, die in einem Auge erschienen war, schien inneres Licht auszustrahlen. ¡Mi mujer!, ¡la he descubierto! Meine Frau, ich habe sie entdeckt! Hasta mi tremenda desgracia no he sabido lo que tenía en ella. Bis zu meinem furchtbaren Unglück habe ich nicht gewusst, was es in sich hatte. Sólo he penetrado en el misterio de la vida cuando en las noches terribles que sucedieron al suicidio de mi Apolodoro reclinaba mi cabeza en el regazo de ella, de la madre, y lloraba, lloraba, lloraba. Ich bin erst in das Mysterium des Lebens eingedrungen, als ich in den schrecklichen Nächten nach dem Selbstmord meines Apollodorus meinen Kopf auf den Schoß ihrer Mutter legte und weinte, weinte, weinte. Y ella, pasándome dulcemente la mano por la cabeza, me decía: «¡Pobre hijo mío!, ¡pobre mío!» Nunca, nunca ha sido más madre que ahora. Und sie strich mir sanft mit der Hand über den Kopf und sagte zu mir: "Mein armer Sohn! Mein armer Sohn!" Nie, nie war sie mehr Mutter als jetzt. Jamás creí al hacerla madre, ¿y cómo?, nada más que para que me diese la materia prima del genio... jamás creí al hacerla madre que como tal la necesitaría para mí un día. Ich habe nie daran geglaubt, sie zu einer Mutter zu machen, und wie? Nichts anderes, als mir den Rohstoff des Genies zu geben ... Ich habe nie daran geglaubt, sie zu einer Mutter zu machen, die ich als solche eines Tages für mich selbst brauchen würde. Porque yo no conocí a mi madre, Augusto, no la conocí; yo no he tenido madre, no he sabido qué es tenerla hasta que al perder mi mujer a mi hijo y suyo se ha sentido madre mía. Weil ich meine Mutter Augusto nicht kannte, kannte ich sie nicht; Ich hatte keine Mutter, ich wusste nicht, was es heißt, sie zu haben, bis sie sich nach dem Verlust meiner Frau, meines Sohnes und ihres Sohnes wie meine Mutter fühlte. Because I did not know my mother, Augusto, I did not know her; I have not had a mother, I have not known what it means to have her until my wife lost my son and she felt like my mother. Tú conociste a tu madre, Augusto, a la excelente doña Soledad; si no, te aconsejaría que te casases. Sie haben Ihre Mutter Augusto kennengelernt, die ausgezeichnete Dona Soledad; Wenn nicht, würde ich dir raten zu heiraten. You knew your mother, Augusto, the excellent Doña Soledad; if not, I would advise you to get married.

—La conocí, don Avito, pero la perdí, y ahí, en la iglesia, estaba recordándola... - Ich kannte sie, Don Avito, aber ich habe sie verloren, und dort in der Kirche dachte ich an sie ... -I knew her, don Avito, but I lost her, and there, in the church, I was remembering her....

—Pues si quieres volver a tenerla, ¡cásate, Augusto, cásate! "Nun, wenn du sie wieder haben willst, dann heirate Augusto, heirate!"

—No, aquélla no, aquélla, no la volveré a tener —Nein, nicht das, das, das werde ich nicht mehr haben

—Es verdad, pero ¡cásate! "Es ist wahr, aber heirate!"

—¿Y cómo? —añadió Augusto con una forzada sonrisa y recordando lo que había oído de una de las doctrinas de don Avito— ¿cómo?, ¿deductiva o inductivamente? Augusto fügte mit einem gezwungenen Lächeln hinzu und erinnerte sich daran, was er über eine von Don Avitos Lehren gehört hatte: „Wie?

—¡Déjate ahora de esas cosas; por Dios, Augusto, no me recuerdes tragedias! „Jetzt hör auf mit diesen Dingen; bei Gott, Augusto, erinnere mich nicht an Tragödien! Pero... En fin, si te he de seguir el humor, ¡cásate intuitivamente! Aber ... Wie auch immer, wenn ich deinem Humor folgen muss, heirate intuitiv!

—¿Y si la mujer a quien quiero no me quiere?

—Cásate con la mujer que te quiera, aunque no lo quieras tú. "Heirate die Frau, die dich liebt, auch wenn du es nicht willst." Es mejor casarse para que le conquisten a uno el amor que para conquistarlo. Es ist besser zu heiraten, um die Liebe zu erobern, als sie zu erobern. It is better to marry to be conquered by love than to conquer it. Busca una que te quiera.

Por la mente de Augusto pasó en rapidísima visión la imagen de la chica de la planchadora. Das Bild des Mädchens mit der Bügelmaschine ging Augusto durch den Kopf. Porque se había hecho la ilusión de que aquella pobrecita quedó enamorada de él. Denn er hatte die Illusion gehabt, dass sich das arme Ding in ihn verliebt hatte.

Cuando al cabo Augusto se despidió de don Avito dirigióse al Casino. Als Augusto sich endlich von Don Avito verabschiedete, ging er ins Casino. Quería despejar la niebla de su cabeza y la de su corazón echando una partida de ajedrez con Víctor. Er wollte den Nebel aus seinem Kopf und seinem Herzen entfernen, indem er mit Victor eine Partie Schach spielte.