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Niebla - Unamuno, IV

IV

«¿Por qué el diminutivo es señal de cariño? —iba diciéndose Augusto camino de su casa—. ¿Es acaso que el amor achica la cosa amada? ¡Enamorado yo! ¡Yo enamorado! ¡Quién había de decirlo...! Pero ¿tendrá razón Víctor? ¿Seré un enamorado ab initio? Tal vez mi amor ha precedido a su objeto. Es más, es este amor el que lo ha suscitado, el que lo ha extraído de la niebla de la creación. Pero si yo adelanto aquella torre no me da el mate, no me lo da. ¿Y qué es amor? ¿Quién definió el amor? Amor definido deja de serlo... Pero, Dios mío, ¿por qué permitirá el alcalde que empleen para los rótulos de los comercios tipos de letra tan feos como ese? Aquel alfil estuvo mal jugado. ¿Y cómo me he enamorado si en rigor no puedo decir que la conozco? Bah, el conocimiento vendrá después. El amor precede al conocimiento, y este mata a aquel. Nihil volitum quin praecognitum, me enseñó el padre Zaramillo, pero yo he llegado a la conclusión contraria y es que nihil cognitum quin praevolitum. Conocer es perdonar, dicen. No, perdonar es conocer. Primero el amor, el conocimiento después. Pero ¿cómo no vi que me daba mate al descubierto? Y para amar algo, ¿qué basta? ¡Vislumbrarlo! El vislumbre; he aquí la intuición amorosa, el vislumbre en la niebla. Luego viene el precisarse, la visión perfecta, el resolverse la niebla en gotas de agua o en granizo, o en nieve, o en piedra. La ciencia es una pedrea. ¡No, no, niebla, niebla! ¡Quién fuera águila para pasearse por los senos de las nubes! Y ver al sol a través de ellas, como lumbre nebulosa también.

¡Oh, el águila! ¡Qué cosas se dirían el águila de Patmos, la que mira al sol cara a cara y no ve en la negrura de la noche, cuando escapándose de junto a san Juan se encontró con la lechuza de Minerva, la que ve en lo oscuro de la noche, pero no puede mirar al sol, y se había escapado del Olimpo!»

Al llegar a este punto cruzó Augusto con Eugenia y no reparó en ella.

«El conocimiento viene después... —siguió diciéndose—. Pero... ¿Qué ha sido eso? Juraría que han cruzado por mi órbita dos refulgentes y místicas estrellas gemelas... ¿Habrá sido ella? El corazón me dice... ¡Pero, calla, ya estoy en casa!»

Y entró.

Dirigióse a su cuarto, y al reparar en la cama se dijo: «¡Solo! ¡dormir solo! ¡soñar solo! Cuando se duerme en compañía, el sueño debe de ser común. Misteriosos efluvios han de unir los dos cerebros. ¿O no es acaso que a medida que los corazones más se unen, más se separan las cabezas? Tal vez. Tal vez están en posiciones mutuamente adversas. Si dos amantes piensan lo mismo, sienten en contrario uno del otro; si comulgan en el mismo sentimiento amoroso, cada cual piensa otra cosa que el otro, tal vez lo contrario. La mujer sólo ama a su hombre mientras no piense como ella, es decir, mientras piense. Veamos a este honrado matrimonio.»

Muchas noches, antes de acostarse, solía Augusto echar una partida de tute con su criado, Domingo, y mientras, la mujer de este, la cocinera, contemplaba el juego.

Empezó la partida.

—¡Veinte en copas! —cantó Domingo.

—¡Decidme! —exclamó Augusto de pronto—. ¿Y si yo me casara?

—Muy bien hecho, señorito —dijo Domingo.

—Según y conforme —se atrevió a insinuar Liduvina, su mujer.

—Pues ¿no te casaste tú? —le interpeló Augusto.

—Según y conforme, señorito.

—¿Cómo según y conforme? Habla.

—Casarse es muy fácil; pero no es tan fácil ser casado.

—Eso pertenece a la sabiduría popular, fuente de...

—Y lo que es la que haya de ser mujer del señorito... —agregó Liduvina, temiendo que Augusto les espetara todo un monólogo.

—¿Qué? La que haya de ser mi mujer, ¿qué? Vamos, ¡dilo, dilo, mujer, dilo!

—Pues que como el señorito es tan bueno...

—Anda, dilo, mujer, dilo de una vez.

—Ya recuerda lo que decía la señora...

A la piadosa mención de su madre Augusto dejó las cartas sobre la mesa, y su espíritu quedó un momento en suspenso. Muchas veces su madre, aquella dulce señora, hija del infortunio, le había dicho: «Yo no puedo vivir ya mucho, hijo mío; tu padre me está llamando. Acaso le hago a él más falta que a ti. Así que yo me vaya de este mundo y te quedes solo en él tú cásate, cásate cuanto antes. Trae a esta casa dueña y señora. Y no es que yo no tenga confianza en nuestros antiguos y fieles servidores, no. Pero trae ama a la casa. Y que sea ama de casa, hijo mío, que sea ama. Hazla dueña de tu corazón, de tu bolsa, de tu despensa, de tu cocina y de tus resoluciones. Busca una mujer de gobierno, que sepa querer... y gobernarte.»

—Mi mujer tocará el piano —dijo Augusto sacudiendo sus recuerdos y añoranzas.

—¡El piano! Y eso ¿para qué sirve? —preguntó Liduvina.

—¿Para qué sirve? Pues ahí estriba su mayor encanto, en que no sirve para maldita de Dios la cosa, lo que se llama servir. Estoy harto de servicios...

—¿De los nuestros?

—¡No, de los vuestros, no! Y además el piano sirve, sí, sirve... sirve para llenar de armonía los hogares y que no sean ceniceros.

—¡Armonía! Y eso ¿con qué se come?

—Liduvina... Liduvina...

La cocinera bajó la cabeza ante el dulce reproche. Era la costumbre de uno y de otra.

—Sí, tocará el piano, porque es profesora de piano.

—Entonces no lo tocará —añadió con firmeza Liduvina—. Y si no, ¿para qué se casa?

—Mi Eugenia... —empezó Augusto.

—¿Ah, pero se llama Eugenia y es maestra de piano? —preguntó la cocinera.

—Sí, ¿pues?

—¿La que vive con unos tíos en la Avenida de la Alameda, encima del comercio del señor Tiburcio?

—La misma. ¿Qué, la conoces?

—Sí... de vista...

—No, algo más, Liduvina, algo más. Vamos, habla; mira que se trata del porvenir y de la dicha de tu amo...

—Es buena muchacha, sí, buena muchacha...

—Vamos, habla, Liduvina... ¡por la memoria de mi madre!...

—Acuérdese de sus consejos, señorito. Pero ¿quién anda en la cocina? ¿A que es el gato?...

Y levantándose la criada, se salió.

—¿Y qué, acabamos? —preguntó Domingo.

—Es verdad, Domingo, no podemos dejar así la partida. ¿A quién le toca salir?

—A usted, señorito.

—Pues allá va.

Y perdió también la partida, por distraído.

«Pues señor —se decía al retirarse a su cuarto—, todos la conocen; todos la conocen menos yo. He aquí la obra del amor. ¿Y mañana? ¿Qué haré mañana? ¡Bah! A cada día bástele su cuidado. Ahora, a la cama.»

Y se acostó.

Y ya en la cama siguió diciéndose: «Pues el caso es que he estado aburriéndome sin saberlo, y dos mortales años... desde que murió mi santa madre... Sí, sí, hay un aburrimiento inconsciente. Casi todos los hombres nos aburrimos inconscientemente. El aburrimiento es el fondo de la vida, y el aburrimiento es el que ha inventado los juegos, las distracciones, las novelas y el amor. La niebla de la vida rezuma un dulce aburrimiento, licor agridulce. Todos estos sucesos cotidianos, insignificantes; todas estas dulces conversaciones con que matamos el tiempo y alargamos la vida, ¿qué son sino dulcísimo aburrirse? ¡Oh, Eugenia, mi Eugenia, flor de mi aburrimiento vital e inconsciente, asísteme en mis sueños, sueña en mí y conmigo!»

Y quedóse dormido.

IV IV IV

«¿Por qué el diminutivo es señal de cariño? —iba diciéndose Augusto camino de su casa—. ¿Es acaso que el amor achica la cosa amada? Ist es, dass Liebe das geliebte Ding kleiner macht? Does love shrink the thing loved? ¡Enamorado yo! ¡Yo enamorado! ¡Quién había de decirlo...! Wer wusste ...! Pero ¿tendrá razón Víctor? ¿Seré un enamorado ab initio? Tal vez mi amor ha precedido a su objeto. Es más, es este amor el que lo ha suscitado, el que lo ha extraído de la niebla de la creación. Pero si yo adelanto aquella torre no me da el mate, no me lo da. Aber wenn ich diesen Turm vorziehe, wird er mir nicht den Maat geben, er wird es nicht. But if I advance that rook, it doesn't give me mate, it doesn't give me mate. ¿Y qué es amor? ¿Quién definió el amor? Amor definido deja de serlo... Pero, Dios mío, ¿por qué permitirá el alcalde que empleen para los rótulos de los comercios tipos de letra tan feos como ese? Aquel alfil estuvo mal jugado. ¿Y cómo me he enamorado si en rigor no puedo decir que la conozco? Bah, el conocimiento vendrá después. El amor precede al conocimiento, y este mata a aquel. Nihil volitum quin praecognitum, me enseñó el padre Zaramillo, pero yo he llegado a la conclusión contraria y es que nihil cognitum quin praevolitum. Conocer es perdonar, dicen. Wissen heißt vergeben, sagen sie. No, perdonar es conocer. Nein, vergeben heißt wissen. Primero el amor, el conocimiento después. Liebe zuerst, Wissen später. Pero ¿cómo no vi que me daba mate al descubierto? Aber wie konnte ich nicht sehen, dass er mir im Freien Gefährten gab? Y para amar algo, ¿qué basta? Und um etwas zu lieben, was ist genug? ¡Vislumbrarlo! El vislumbre; he aquí la intuición amorosa, el vislumbre en la niebla. Luego viene el precisarse, la visión perfecta, el resolverse la niebla en gotas de agua o en granizo, o en nieve, o en piedra. La ciencia es una pedrea. ¡No, no, niebla, niebla! ¡Quién fuera águila para pasearse por los senos de las nubes! Would that I were an eagle to wander through the breasts of the clouds! Y ver al sol a través de ellas, como lumbre nebulosa también.

¡Oh, el águila! ¡Qué cosas se dirían el águila de Patmos, la que mira al sol cara a cara y no ve en la negrura de la noche, cuando escapándose de junto a san Juan se encontró con la lechuza de Minerva, la que ve en lo oscuro de la noche, pero no puede mirar al sol, y se había escapado del Olimpo!» What things the eagle of Patmos, the one that looks the sun face to face and does not see in the blackness of the night, would say to himself when escaping from next to St. John he met the owl of Minerva, the one that sees in the dark of the night, but cannot look at the sun, and had escaped from Olympus!"

Al llegar a este punto cruzó Augusto con Eugenia y no reparó en ella.

«El conocimiento viene después... —siguió diciéndose—. Pero... ¿Qué ha sido eso? Aber ... was war das? Juraría que han cruzado por mi órbita dos refulgentes y místicas estrellas gemelas... ¿Habrá sido ella? Ich könnte schwören, dass zwei helle und mystische Zwillingssterne meine Umlaufbahn gekreuzt haben ... Könnte sie es gewesen sein? El corazón me dice... ¡Pero, calla, ya estoy en casa!»

Y entró.

Dirigióse a su cuarto, y al reparar en la cama se dijo: «¡Solo! ¡dormir solo! ¡soñar solo! Cuando se duerme en compañía, el sueño debe de ser común. Misteriosos efluvios han de unir los dos cerebros. ¿O no es acaso que a medida que los corazones más se unen, más se separan las cabezas? Tal vez. Tal vez están en posiciones mutuamente adversas. Si dos amantes piensan lo mismo, sienten en contrario uno del otro; si comulgan en el mismo sentimiento amoroso, cada cual piensa otra cosa que el otro, tal vez lo contrario. Wenn zwei Liebende dasselbe denken, empfinden sie das Gegenteil voneinander; wenn sie im gleichen liebevollen Gefühl miteinander kommunizieren, denkt jeder etwas anderes als der andere, vielleicht das Gegenteil. La mujer sólo ama a su hombre mientras no piense como ella, es decir, mientras piense. Die Frau liebt ihren Mann nur, solange er nicht wie sie denkt, das heißt, solange er denkt. Veamos a este honrado matrimonio.» Schauen wir uns dieses ehrenwerte Paar an."

Muchas noches, antes de acostarse, solía Augusto echar una partida de tute con su criado, Domingo, y mientras, la mujer de este, la cocinera, contemplaba el juego. Viele Nächte, bevor er zu Bett ging, spielte Augusto mit seinem Diener Domingo ein Tute-Spiel, während seine Frau, die Köchin, dem Spiel zusah.

Empezó la partida. Das Spiel begann.

—¡Veinte en copas! "Zwanzig in Gläsern!" —cantó Domingo.

—¡Decidme! -Sag mir! —exclamó Augusto de pronto—. ¿Y si yo me casara? Was ist, wenn ich heirate?

—Muy bien hecho, señorito —dijo Domingo.

—Según y conforme —se atrevió a insinuar Liduvina, su mujer. -According and in agreement," Liduvina, his wife, dared to insinuate.

—Pues ¿no te casaste tú? "Nun, hast du nicht geheiratet?" —le interpeló Augusto.

—Según y conforme, señorito.

—¿Cómo según y conforme? Habla.

—Casarse es muy fácil; pero no es tan fácil ser casado.

—Eso pertenece a la sabiduría popular, fuente de...

—Y lo que es la que haya de ser mujer del señorito... —agregó Liduvina, temiendo que Augusto les espetara todo un monólogo. "Und was ist die Frau des jungen Mannes ..." fügte Liduvina hinzu, aus Angst, dass Augusto einen ganzen Monolog herausplatzen würde.

—¿Qué? La que haya de ser mi mujer, ¿qué? Diejenige, die meine Frau werden soll, was? Vamos, ¡dilo, dilo, mujer, dilo!

—Pues que como el señorito es tan bueno...

—Anda, dilo, mujer, dilo de una vez.

—Ya recuerda lo que decía la señora...

A la piadosa mención de su madre Augusto dejó las cartas sobre la mesa, y su espíritu quedó un momento en suspenso. Muchas veces su madre, aquella dulce señora, hija del infortunio, le había dicho: «Yo no puedo vivir ya mucho, hijo mío; tu padre me está llamando. Seine Mutter, diese süße Dame, Tochter des Unglücks, hatte ihm oft gesagt: «Ich kann nicht lange leben, mein Sohn; dein Vater ruft mich an. Acaso le hago a él más falta que a ti. Vielleicht vermisse ich ihn mehr als dich. Así que yo me vaya de este mundo y te quedes solo en él tú cásate, cásate cuanto antes. Also verlasse ich diese Welt und du bleibst allein darin, heirate, heirate so schnell wie möglich. Trae a esta casa dueña y señora. Y no es que yo no tenga confianza en nuestros antiguos y fieles servidores, no. Pero trae ama a la casa. Y que sea ama de casa, hijo mío, que sea ama. Hazla dueña de tu corazón, de tu bolsa, de tu despensa, de tu cocina y de tus resoluciones. Busca una mujer de gobierno, que sepa querer... y gobernarte.»

—Mi mujer tocará el piano —dijo Augusto sacudiendo sus recuerdos y añoranzas.

—¡El piano! Y eso ¿para qué sirve? —preguntó Liduvina.

—¿Para qué sirve? Pues ahí estriba su mayor encanto, en que no sirve para maldita de Dios la cosa, lo que se llama servir. Estoy harto de servicios...

—¿De los nuestros?

—¡No, de los vuestros, no! Y además el piano sirve, sí, sirve... sirve para llenar de armonía los hogares y que no sean ceniceros.

—¡Armonía! Y eso ¿con qué se come?

—Liduvina... Liduvina...

La cocinera bajó la cabeza ante el dulce reproche. Die Köchin senkte bei dem süßen Vorwurf den Kopf. Era la costumbre de uno y de otra.

—Sí, tocará el piano, porque es profesora de piano.

—Entonces no lo tocará —añadió con firmeza Liduvina—. „Dann rührt er es nicht an“, fügte Liduvina fest hinzu. Y si no, ¿para qué se casa? Und wenn nicht, warum heiratet er?

—Mi Eugenia... —empezó Augusto.

—¿Ah, pero se llama Eugenia y es maestra de piano? —preguntó la cocinera.

—Sí, ¿pues?

—¿La que vive con unos tíos en la Avenida de la Alameda, encima del comercio del señor Tiburcio?

—La misma. ¿Qué, la conoces?

—Sí... de vista...

—No, algo más, Liduvina, algo más. Vamos, habla; mira que se trata del porvenir y de la dicha de tu amo... Lass uns reden; Schau, es geht um die Zukunft und das Glück deines Meisters ...

—Es buena muchacha, sí, buena muchacha...

—Vamos, habla, Liduvina... ¡por la memoria de mi madre!... -Come on, speak, Liduvina... for the memory of my mother!....

—Acuérdese de sus consejos, señorito. Pero ¿quién anda en la cocina? But who is in the kitchen? ¿A que es el gato?... Isn't it the cat?....

Y levantándose la criada, se salió. And the maid got up and went out.

—¿Y qué, acabamos? -So what, are we done? —preguntó Domingo.

—Es verdad, Domingo, no podemos dejar así la partida. -It's true, Domingo, we can't leave the game like this. ¿A quién le toca salir? Whose turn is it to go out?

—A usted, señorito.

—Pues allá va. "Nun, da geht es."

Y perdió también la partida, por distraído. And he also lost the game, because he was distracted.

«Pues señor —se decía al retirarse a su cuarto—, todos la conocen; todos la conocen menos yo. "Well, sir," she said to herself as she retired to her room, "everyone knows her; everyone knows her but me. He aquí la obra del amor. This is the work of love. ¿Y mañana? ¿Qué haré mañana? What will I do tomorrow? ¡Bah! A cada día bástele su cuidado. Ahora, a la cama.»

Y se acostó.

Y ya en la cama siguió diciéndose: «Pues el caso es que he estado aburriéndome sin saberlo, y dos mortales años... desde que murió mi santa madre... Sí, sí, hay un aburrimiento inconsciente. Casi todos los hombres nos aburrimos inconscientemente. Almost all men get bored unconsciously. El aburrimiento es el fondo de la vida, y el aburrimiento es el que ha inventado los juegos, las distracciones, las novelas y el amor. La niebla de la vida rezuma un dulce aburrimiento, licor agridulce. Todos estos sucesos cotidianos, insignificantes; todas estas dulces conversaciones con que matamos el tiempo y alargamos la vida, ¿qué son sino dulcísimo aburrirse? All these daily, insignificant events; all these sweet conversations with which we kill time and prolong life, what are they but sweet boredom? ¡Oh, Eugenia, mi Eugenia, flor de mi aburrimiento vital e inconsciente, asísteme en mis sueños, sueña en mí y conmigo!»

Y quedóse dormido. And he fell asleep.