El hijo (3)
AGUERO: Alguién que no solamente era miserable y pobre, sino apestado, ¿no?
Con mi mamá fuimos por muchos años grandes amigos. Ya no solamente mamá e hijo. Lo que más interesante es, es cómo mi madre se va desencantando de su guerra, de su revolución.
ALARCÓN: Para comienzos de los 90, José Carlos ya era adolescente y se daba cuenta de que algo había cambiado. Como si su mamá estuviera cansada. Para estas alturas José Carlos y sus hermanos habían dejado de creer...
AGUERO: Como habíamos creído infantilmente en la revolución, ¿no? Al contrario, ya en ese momento éramos totalmente enemigos de… del partido, y la queríamos sacar.
ALARCÓN: Como fuera. Odiaban el partido. Lo odiaban. Por su violencia y su hipocresía. Unos argumentos que son obvios para los miles de peruanos que habían vivido aterrorizados por Sendero. Pero si uno creció en ese ambiente, es más difícil reconocer el partido por lo que era. Y es que José Carlos ya se había dado cuenta...
AGUERO: Que eran contrarios a lo que predicaban. Que mataban gente. Mataban gente inocente.
ALARCÓN: Y él y sus hermanos empezaron a usar cualquier recurso para convencer a su mamá de que se saliera.
AGUERO: El chantaje emocional, la pataleta, la pelea, el argumento filosófico, el argumento político. Todo utilizamos para sacarla.
ALARCÓN: Pero nada funcionó.
AGUERO: No entiendo a mi mamá. Realmente…. No, no entiendo su conducta de esos años. De… de ese año. De ese año final.
ALARCÓN: Del 92.
AGUERO: Del 92. No lo entiendo.
ALARCÓN: Según José Carlos, para el 92 su mamá ya ni siquiera creía en el partido. Porque no era tonta, ¿no? Y ya se sabía que esa guerra no iba para ningún lado. Pero no había marcha atrás.
AGUERO: Yo creo que ella era consciente de que hacer lo que estaba haciendo era estar ya jodida.
ALARCÓN: Y lo veía como su destino. El suyo. No el de sus hijos. Por ejemplo, cuando un compañero de ella trató de reclutar a José Carlos, Silvia se puso furiosa y le dijo:
AGUERO: “Yo me voy a joder en esta guerra. Yo. No tú”.
ALARCÓN: Pero es que además, para todos estaba claro que tarde o temprano la iban a matar.
AGUERO: No nos quedaba duda. O sea, a ninguno nos quedaba duda que la iban a matar, ¿no? Como mínimo la iban a meter presa 20 años, ¿no? Pero era muy posible que la mataran, porque, digamos, era para los 2 lógico pensarlo. Y lo sabíamos todos. Eso era lo loco, lo sabíamos.
ALARCÓN: ¿Y ella tambien?
AGUERO: ¡Claro que lo sabía! Lo sabía tanto que cuando yo… Le pedíamos que se fuera del país. Le pedíamos. Que se fuera. Y yo se lo pedía cada vez que en el carro regresábamos a la casa. Discutíamos, y ella no… no me hacía mucho caso.
ALARCÓN: Y a pesar de toda la presión de sus hijos, Silvia se quedó en Lima. Se quedó en el partido. Hasta hizo un plan para dejar claro qué pasaría con sus hijos en caso de que muriera. Cuál hijo se iría con cuál tío. Quería que todos terminaran de estudiar, incluso si ella no estaba.
AGUERO: Me parece lo más increíble del mundo. Porque también pudo irse. O sea, las mismas… El mismo tiempo que se tomó en esas precauciones, se lo pudo tomar en largarse del país.
ALARCÓN: Y no lo hizo.
AGUERO: Y no lo hizo. Y no sé por qué.
ALARCÓN: Varias cosas sucedieron ese año, el 92. El presidente peruano de ese entonces, Alberto Fujimori, disolvió el Congreso en abril. Fue un autogolpe que inauguró casi una década de un gobierno autoritario.
Mientras tanto, la violencia en Lima era una vaina despiadada. Sendero explotó un coche-bomba en Miraflores, en la calle Tarata, en medio de un barrio emblemático de la clase alta limeña. Murieron 25 personas.
(SOUNDBITE DE EXPLOSIÓN DE COCHE-BOMBA EN MIRAFLORES)
ALARCÓN: También fue el año en que José Carlos entró a la universidad pública, a San Marcos. Estaba acostumbrado al lugar, tanto por la tiendita de su mamá como por el ambiente político. La universidad había sido el punto de encuentro para Silvia y José Carlos durante años. A veces ella dormía en otra parte, pero siempre se veían ahí.
Pero un día de mayo, la mamá de José Carlos no llegó a la casa. Y tampoco a San Marcos. José Carlos abrió el puesto, y poco después apareció alguien, un señor que no conocía.
AGUERO: Muy seco. Muy… parco. Me preguntó, “¿acá trabaja la señora Silvia Solórzano?”
ALARCÓN: José Carlos estaba muy preparado para este tipo de conversaciones. Le dijo que sí. Supo inmediatamente que el desconocido que tenía delante era un enviado de Sendero.
AGUERO: “Bueno, ella… ha muerto”. “Muy bien, muchas gracias”.
ALARCÓN: “Muchas gracias”. Eso respondió. Nada más.
Los de al lado, los que vendían en las otras tiendas, se acercaron inmediatamente. Parecía que ya todos sabían. Todos menos José Carlos. Uno de ellos le dijo que había visto a su mamá en la televisión. Es que José Carlos no tenía tele.
AGUERO: Pero había aparecido su imagen, su nombre, un poco deformado, ¿no? : el apellido un poco mal, pero ella...
ALARCÓN: Es decir, su cadáver. Asesinada de 3 balazos.
AGUERO: Con un cartel en la playa, ¿no? Un cartel que decía: “Así mueren los… los soplones, los traidores”.
ALARCÓN: José Carlos supone que el cartel fue puesto por el ejército o el grupo paramilitar que la mató, para confundir.
Poco después llegó un tío, el que realmente era dueño de la tiendita. Y José Carlos le contó lo que le habían dicho. El tío se fue a buscar más información, y José Carlos se quedó. Esperando.
AGUERO: Entonces a mi lo que me correspondía era regresar a mi casa, nada más. Nada más podía hacer. Y es un largo trayecto, pues está lejísimos. En esa época eran como 2 horas de viaje, en transporte público. Y fui retrasando la llegada, porque no quería hablar con mi familia, esa es la verdad.
ALARCÓN: Le esperaba una escena difícil, y José Carlos no tenía muchas ganas de enfrentarla.
AGUERO: Me senté al fondo del micro y me quité los lentes. Tenía unas gafas todas chuecas, ¿no? Viejas. Lo que sentí cuando me quité los lentes es que de pronto yo me había vuelto invisible. Ver todo borroso… No es que el mundo estuviera borroso, es que yo, de pronto, me había vuelto… Estaba al margen. Estaba en mi lugar so… solo, digamos, en ese micro.
Y luego lo que sentí inmediatamente fue… alivio. Pero un alivio físico, físico. O sea, la cosa más concreta del mundo que se pueda sentir.
ALARCÓN: Suena terrible, pero es que ya.
AGUERO: “Ya por fín se murió mi mamá”. Era eso. Por fín. Ya. Es que yo había estado esperando que se muera. En algún momento la van a matar, y estás esperando.
ALARCÓN: Y una vez que está muerta ya no le pueden hacer nada. Lo peor que pudo haber pasado, ya pasó. Por eso. Alivio, e inmediatamente después la culpa. Como un golpe.
AGUERO: Pero yo amaba a mi madre. O sea, era, era la persona que más he amado en mi vida. Entonces, el alivio que sentí —egoísta, ¿no?— al mismo tiempo me generó la culpa más grande que he podido sentir también.
ALARCÓN: Conversamos largo, José Carlos y yo. Y nuestras vidas y experiencias no podrían ser más diferentes. Pero entendí que esa culpa la carga siempre, todo el tiempo. Aunque no se la merece.
AGUERO: O sea, yo sé que no tengo culpa, que no pedí la carga, ¿no?, de ser hijo de senderistas. No quise sentir alivio por la muerte de mi madre. Pero son cosas que sí… sí ocurrieron.
ALARCÓN: Le dije que hasta me parecía cruel darse palo por sentir ese alivio. Y me respondió así:
AGUERO: Yo te entiendo. Estoy hasta de acuerdo. Lamentablemente… Estar de acuerdo no es suficiente.
(SOUNDBITE DE NOTICIERO)
PRESENTADOR: Probablemente la noticia que ustedes van a escuchar enseguida es la noticia más esperada del siglo. Esta noche, según versiones policiales, la DINCOTE capturó en Lima al principal enemigo del Perú, Abimael Guzmán Reinoso, el terrorista causante de la muerte de 25,000 personas…
SEGURA: 4 meses después de que Silvia Solórzano fue asesinada, en septiembre del 92, Abimael Guzmán, el fundador y líder de Sendero Luminoso, fue arrestado en Lima. Esto marcó el principio del fin de la guerra.
Según el informe de la Comisión de la Verdad, 69.000 peruanos murieron durante el conflicto interno. Entre ellos, José Manuel y Silvia, los padres de José Carlos. Se calcula que Sendero Luminoso es responsable de la muerte de más de 30.000 peruanos.
José Carlos Aguero vive en Lima, y contó parte de la historia de su familia en el libro “Los rendidos”, publicado en el 2015. Su libro más reciente, “Persona”, es un ensayo con partes autobiográficas que también trata sobre el conflicto armado en el Perú.
“Persona” ganó el Premio Nacional de Literatura del Perú en el 2018.
Esta historia fue producida por Daniel Alarcón, y editada por Silvia Viñas y por mí. Gracias a Caro Rolando por su apoyo en la producción. La mezcla y el diseño de sonido son de Martina Castro y Andrés Azpiri, con la música de Luis Maurette.
El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Jorge Caraballo, Rémy Lozano, Patrick Mosley, Ana Prieto, Laura Rojas Aponte, Baraba Sawhill, David Trujillo, Elsa Liliana Ulloa y Luis Fernando Vargas. Nuestras pasantes son Lisette Arévalo, Victoria Estrada y Andrea López Cruzado. Carolina Guerrero es la CEO.
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