Chapado a la antigua
¡Hola, chicos! ¿Qué tal?
Bienvenidos, bienvenidos y bienvenidas a un nuevo episodio de nuestro podcast para aprende español.
Ya sabéis que este es un podcast en español, todo, todito, en español para…. ¿Para qué? ¡Para aprender español! ¡Claro que sí!
Antes de empezar quiero saludar Iris, Iris Teichmann, la guapísima, simpatiquísima iris Teichamnn… Eso se puede decir, ¿no? ¿Se puede decir que una mujer es guapa hoy en día? No lo sé, no lo sé… Quizás no se pueda decir, quizás sea machista o, como se dice ahora, “micromachista”. ,Es micromachista decir que una mujer es guapa…?
No lo sé, no lo sé… La duda me corroe....
Quizás los más jóvenes estarán pensando, “mira, ¡qué machista! ¡Está diciendo que una mujer es guapa!”
Bueno, chicos, que no cunda el pánico, que nadie se ponga nervioso, no me lo toméis a mal. YO soy de una generación en la que se dejaba pasar a las mujeres primero, en la que se le abrían las puertas para que pasasen… Yo, por ejemplo, cuando iba caminando por la calle y, bueno, a veces en las calles antiguas hay, hay unas aceras muy estrechas, ¿no?
Sabéis lo que son las aceras, ¿no? Las aceras es la parte de la calle por la que caminan, por la que pasan, por la que corren, por la que trotan… los peatones. ¿No? Por el centro de la calle, por la calzada, el centro de la calle se llama “calzada” y es por donde pasan los coches, por donde circulan los coches, por la calzada… Y por la acera pasean, andan, caminan los peatones.
“Peatones” ¡Qué palabra tan fea! ¿No os parece fea esta palabra? PEATÓN, PEATONES… ¡Es horrible!
Pero, pero… aparte de eso…
Chicos, ¿os dais cuenta, os dais cuenta, queridos amigos, os dais cuenta de la riqueza de mi vocabulario? ¿Os dais cuenta de la variedad, de la amplitud, de la pluralidad, de la diversidad de mi vocabulario? Este podcast, chicos, ¡este podcast es un lujo!
¿Dónde vais a encontrar, vosotros, hijos míos, queridos polluelos, un profesor de español con esta riqueza, con este tesoro de vocabulario? ¿Eh? ¿Dónde, dónde?
Bueno, a lo que iba, que estoy perdiendo el hilo... Me pongo a hablar y se me va el santo al cielo, como se dice… No me pidáis que explique estas expresiones. Ya lo he hecho antes, en otros episodios. ¿De acuerdo?
Lo que tenéis que hacer, lo que tenéis que hacer es iros al primer episodio de nuestro podcast y escuchar uno a uno todos los episodios que hemos hecho hasta ahora. ¡Todos! ¡Absolutamente Todos! Y de esa forma estoy seguro de que vais a aprender todas estas expresiones, todas estas estructuras que yo uso en mi podcast, que son, pues, cómo lo podría decir, son muy útiles. Son muy bonitas e interesantes, pero también muy útiles. Como, por ejemplo, yo qué sé: me enrollo, pierdo el hilo, se me va el santo al cielo, etc. ¿De acuerdo?
¿Dónde estaba? Hoy, de verdad, me estoy enrollando fatal, me estoy enrollando de mala manera…
¿Qué estaba diciendo? Ah, sí,que yo, que ya tengo una cierta edad, pues, eso, que vengo de un mundo en el que a las mujeres había que tratarlas así, ¿no? Con galantería, como un caballero.
Yo, por ejemplo, cuando salgo con una mujer, siempre pago yo. Si vamos a un restaurante, si vamos al cine, si vamos a un bar… normalmente pago yo. Me siento incómodo si una mujer con la que voy a tomar algo, paga ella la cuenta. No me gusta.
Y, fijaos, a mis amigas yo creo que tampoco. Yo creo que, por lo menos las mujeres que yo conozco esperan que yo pague la cuenta y pienso que se sentirían ofendidas si tuvieran que pagar ellas. De hecho, esto es un poco patético, pero yo tengo una amiga, una mujer que es de mi edad, más o menos, que, cuando salimos, pues, bueno, normalmente pago yo, pero, a veces, ella me dice que quiere invitarme a algo y entonces, ¿sabéis lo que hace? En lugar de pagar ella directamente, me da el dinero a mí. A veces me lo pone en el bolsillo o a veces, si estamos en un restaurante, me pasa el dinero por debajo de la mesa para que el camarero no vea que es ella la que está pagando. O sea, a ella misma no le gusta pagar directamente. No quiere que el camarero piense que, en fin, que paga ella.
Es un poco tonto, ¿no? Bueno, sí, es un poco tonto, pero… bueno, es que cuando uno está educado de una manera, pues, eso, es muy difícil cambiar de mayor, ¿no? Como dicen los ingleses, es muy difícil enseñarle un truco nuevo a un perro viejo. No sé si hay un dicho similar en castellano… Ahora, no lo recuerdo…
Pero es eso, sí, que, bueno, cada uno tiene su pasado, sus circunstancias. A mí me educaron de esa manera y ya es muy difícil cambiar.
Lo que estaba diciendo antes, lo de las aceras, que a veces, cuando yo iba… Estoy hablando de cuando yo vivía en España, ¿no? Hace muchos años… Aquí en Londres pues no tiene tanto sentido porque las aceras son normalmente amplias, anchas, y hay bastante espacio para pasar, pero en España, en el centro de las ciudades, en lo que se llama “el casco viejo”, es decir, los barrios más antiguos, pues las calles son muy estrechas a veces y las acercas, la parte de la calle por la que pasan los peatones, pues son, en consecuencia, también muy estrechas y a veces un persona, un peatón, tiene que bajarse de la acera para que pase la otra persona. Se entiende, ¿no?
Hay una regla no escrita según la cual, se baja de la acera la persona que va por la izquierda y se queda en la acera la persona que va por la derecha. A no ser que… a no ser que sea una persona mayor, alguien enfermo o que camine con dificultad o una mujer. En el caso de que sea una mujer la que va por la izquierda y un hombre por la derecha, entonces el hombre tiene que bajarse de la acera y dejarla pasar a ella. ¿Se entiende lo que quiero decir? Espero que, subjuntivo, espero que se entienda.
Yo no sé si lo que estoy diciendo sorprenderá a algunos, yo no sé que lo que si diciendo suena a algo muy antiguo, como de otro mundo, de otra época… Quizás os parezca así, no sé, pero esas eran las reglas no escritas para caminar por las aceras que había en España. Al menos antes, cuando yo era joven.
Y, si os digo la verdad, yo lo sigo haciendo. Para mí sería muy incómodo que una mujer se bajase de la acera para dejarme pasar a mí. No me gusta.
Y cuando voy a España o incluso aquí en Londres, si a veces me encuentro en una situación similar, pues siempre soy yo el que se baja de la acera.
En fin, os podría contar otras cosas similares, otros ejemplos de cómo soy yo… Supongo que muchos estaréis pensando que estoy “chapado a la antigua”, que tengo costumbres anticuadas, ¿no?
Es posible, es posible… Los tiempos cambian, claro. Muchas de estas reglas ya son obsoletas, me imagino.
Me pregunto qué hacen los chicos jóvenes cuando salen. ¿Paga él o paga ella? ¿Se dividen la cuenta? No lo sé, pero me imagino que hoy en día las chicas tienen menos problemas en pagar a medias con el chico lo que toman cuando van a un bar o cuando van a comer algo, ¿no?
Es que son tiempos diferentes. Antes, la regla de que la mujer no pagase tenía más sentido porque las mujeres, normalmente, no trabajaban y se suponía que no tenían mucho dinero. Entonces, dentro de esa lógica, era normal que pagase el hombre. Hoy en día eso ya no es así afortunadamente y las mujeres trabajan, entonces, claro, no tiene mucho sentido que si un hombre y una mujer salen juntos tenga que pagar siempre el hombre. Es mucho más lógico que compartan la cuenta, ¿no?
Pero, claro, una cosa es lo lógico, lo que dicta el sentido común y otra muy diferentes es cambiar una costumbre, una regla no escrita, que hemos aprendidos desde pequeños. Eso es muy difícil de cambiar. Por eso yo sigo pagando la cuenta del restaurante o del bar cuando salgo con una amiga, siempre dejo pasar primero a las mujeres, siempre abro las puertas a las chicas y siempre me bajo yo de la acera para dejar pasar a una mujer.
Soy un machista asqueroso, lo sé
¡Ah, y, como decía antes, llamo “guapas” a las mujeres! En fin, que soy un caso perdido.
¿Pero vosotros os habéis dado cuenta de cómo me enrollo? Voy pasando de un tema a otro sin ton ni son… sin ton ni son, qué bonito, qué expresión tan bonita: sin ton ni son. Es decir sin lógica, sin orden, sin estructura: sin ton, ni son.
Lo que yo estaba diciendo al principio es que Iris Teichmann, la guapísima Iris, la simpatiquísima iris, la maravillosa Iris Teichamann, ha escrito una crítica fantástica de este podcast diciendo un montón de cosas bonitas sobre mí y el podcast, que le gusta mucho y que le ha ayudado a mejorar su español. Muchísimas gracias, Iris, muchísimas gracias.
Ella menciona el último episodio, los dos últimos episodios, en los que he hablado de mi tía. Os acordáis, ¿no? Si no habéis escuchado los dos episodios anteriores, tenéis que escucharlos porque, como dice Iris, son muy interesantes. Hablo de la colaboración de mi tía con el Partido Comunista de España. Una historia fascinante de espionaje e intriga. Si todavía no lo habéis escuchado, id, id, polluelos míos, id y escuchad esos dos últimos episodios porque están muy bien, de verdad.
Mucha gente, mucha gente me está diciendo que le gustan mucho los episodios en los que hablo de mis recuerdos de infancia y, a través de esos recuerdos míos personales, hablo de la historia reciente de España.
Seguiré haciendo ese tipo de episodios de vez en cuando porque yo también los disfruto mucho. Para mí es también como un poco de terapia, ¿no? Me sirve para hurgar, para rebuscar en la memoria, en mi pasado, recordar cosas que creía olvidadas, detalles personales…
Yo soy una persona muy nostálgica, la verdad. Me gusta mirar mucho al pasado, quizás demasiado. Y me gusta recordar.
Recordar esos detalles del pasado, esos momentos, esos diálogos con mis tías, esas anécdotas… La verdad es que me pone triste, pero al mismo tiempo me gusta. En la tristeza puede haber también una cierta calma, una cierta satisfacción, no sé, es un sentimiento difícil de explicar.
Os confieso que a menudo cuando vuelvo a Granada, mi ciudad natal, lloro cuando voy por la calle. No lo puedo evitar. Hay lugares, rincones de la ciudad que me traen muchos recuerdos de mi infancia, de mis juegos infantiles, de mis amigos, de mis tías, de mi madre, de mi padre…
Lloro sobre todo cuando paso por algún lugar que me trae recuerdos de alguien que ya no está. Una calle, una ventana, una farola, una tienda, un paisaje, un nombre, un sonido, un olor, un color… cuando voy a Granada es como hacer un viaje en el tiempo. Me vienen a la memoria tantos momentos del pasado, tanta gente que ya no está… que muchas veces no puedo evitarlo y me pongo a llorar.
Mucha gente me dice “oh, Granada, qué ciudad tan bonita”, pero los turistas que pasean por las calles, la gente que vive ahora allí, no ve la misma ciudad que veo yo. Hay tantos lugares, tantos rincones que me ponen triste, que me recuerdan la gente que se fue, mis tías, mis padres…
Granada, la granada de hoy, no es mi ciudad. Granada, mi Granada, es la que yo recuerdo, es la Granada de mi niñez, y esa está solo en mi corazón.
De vez en cuando os volveré a contar alguna anécdota de cuando yo era pequeño, de mis tías, de mis amigos, de mis vecinos, de mi madre… sí, Tengo que hablar también de mi madre. No hablo mucho de mi madre, pero en un próximo episodio os hablaré de ella.
Como siempre, claro, será un modo de conocer un poco mejor a España y a los españoles.
Chicos, no me enrollo más. Un abrazo y nos vemos la próxima semana.
No, no nos vemos. Nos escuchamos.
Un abrazo.