×

我们使用cookies帮助改善LingQ。通过浏览本网站,表示你同意我们的 cookie 政策.


image

Tres Cuentos, Ep.40 - Mecanópolis - Miguel de Unamuno (3)

Ep.40 - Mecanópolis - Miguel de Unamuno (3)

Digo yo, ya habrá más de uno que se identifique con esta etapa de la vida de Unamuno.

En 1883, Miguel termina sus estudios y se gradúa con un título en Filosofía y Letras, y regresa a su ciudad natal, Bilbao. El joven regresa, con la intención de encontrar trabajo y casarse con su amaba Concha. Sin embargo, es evidente que Don Miguel no es el mismo joven que partió en 1880.

Su madre y su prometida siguen siendo devotas católicas, y la indiferencia religiosa de Miguel las toma por sorpresa, afectando la relación con su madre. A ello hay que añadir que su natal, Bilbao, se había expandido demográficamente. Pasó de ser un pequeño pueblo de 32.000 personas en 1877 a duplicarse a 70.000 en 1893. La ciudad había adoptado el progreso de la industrialización, y era ahora un importante centro minero. Este visible cambio en su querida ciudad también conmocionó a Unamuno.

Finalmente, Don Miguel se muda a Salamanca, y comienza una familia con su amada Concha. En total, tuvieron nueve hijos. Su familia fue su consuelo y alegría, por lo que cuando en 1902, su hijo de seis años Raimundo muere, Unamuno queda devastado.

Clara Fernández Díaz-Rincón nos cuenta que, en las últimas horas de Raimundo, Unamuno va al convento de San Esteban y reza, buscando su fe perdida. En cierto modo, siente que Dios lo está castigando. A partir de entonces, Miguel de Unamuno se obsesiona con encontrar la fe simple de los viejos tiempos, buscando romper el silencio de Dios, y con el tiempo termina rechazando la bandera del intelectualismo.

*

Pero Don Miguel, no fue el único desgarrado por ideas contradictorias, España también lo estaba. El siglo XIX fue una época convulsa en la historia española. A lo largo del siglo, España comienza a perder el control sobre la mayoría de sus colonias en el mundo. Luego, en 1898, España pierde la guerra hispano-estadounidense, poniendo fin al dominio colonial español en las Américas y dando lugar a la adquisición estadounidense de territorios en el Pacífico occidental y América Latina.

Para rematar, internamente, el país estaba en una confrontación social y política interna constante, que hizo que todos los demás asuntos, como la filosofía, la ciencia y la cultura, fueron ignorados. En consecuencia, España toma el asiento trasero en el tren del progreso, mientras ve a Europa dirigirse rápidamente hacia los avances forjados por la era de la industrialización.

Esta sensación de la falta de dirección de España fue un factor determinante para una generación de intelectuales llamada "la generación del 98", -a la que pertenecía Unamuno- la cual abogó por encontrar soluciones dentro del territorio hispano, y volver a las viejas costumbres en lugar de ponerse al día con Europa.

Por lo tanto, vamos a hacer un paréntesis para hablar brevemente de la revolución industrial del siglo XIX porque siento que el miedo que su impacto tuvo en la sociedad es palpable en cuento de "Mecanópolis".

Sabemos que la revolución industrial trajo importantes inventos a expensas de agitar el caos social y político. A escala mundial, forzó una transición para la cual la mayoría de las sociedades no estaban preparadas, pasaron de ser sociedades tradicionales a sociedades modernas e industriales, y al mismo tiempo dio lugar a una nueva clase social, el proletariado urbano.

En este punto, citaré al historiador israelí Yuval Noah Harari en su conferencia sobre Sapiens: Una breve Historia de la Humanidad, que se puede encontrar en Youtube. Les dejaré el enlace en la transcripción de este episodio.

En mi parecer Harari resume bastante bien el lío que generó la revolución industrial.

Yuval dice: "La mayor parte de los problemas de la historia política del siglo XIX y XX, giró en torno a los nuevos problemas de la sociedad industrial, que no pudieron ser resueltos utilizando las ideologías, religiones e historias tradicionales de la humanidad. Por supuesto, una de las primeras reacciones -que siempre ocurre- a tal agitación tecnológica y social, es tratar de volver a las viejas historias para encontrar algo de seguridad [...] cuando hay un gran cambio que destruye viejas instituciones y formas de vida, y crea religiones completamente nuevas, en primer lugar, los humanos tratan de aferrarse a algo estable, para encontrar seguridad. [...] Esto sucedió en el siglo XIX durante la revolución industrial. Una de las primeras reacciones contra la revolución industrial fue una ola de fundamentalismo religioso en todo el mundo".

Ahora digo yo, casi pareciera que estamos entrando en una segunda ola de fundamentalismo en el mundo. A los humanos siempre nos gusta repetir.

*

Así que, volviendo a las historias que se refieren al episodio de hoy, ahora podemos ver que el mundo en el que vivió Unamuno estaba patas arriba.

En resumen, España está dividida entre los tradicionalistas, a menudo respaldados por la iglesia católica, y los innovadores, que querían que el país alcanzara el progreso de Europa. Los efectos de este conflicto fueron visibles en el ámbito educativo, donde Unamuno fue profesor, y finalmente Rector de la Universidad de Salamanca.

En el frente educativo, Unamuno estaba cansado de la rutina y burocracia del sistema educativo español. Para él, no había interés en aprender, sino en repetir fórmulas como credos. Los profesores estaban más interesados en ganar prestigio que en enseñar.

En sus palabras, "es inútil que nos atiborren de noticias y fórmulas, y leyes y datos la memoria; [que] no nos impulsan el espíritu. Compramos la máquina al extranjero - la ciencia es una máquina - y aprendemos a manejarla, pero si se descompone, no sabemos ya arreglarla, y sobre todo, lo que no sabemos es hacer máquinas que funcionen."

Don Miguel define a la universidad como una "fábrica de licenciados en derecho, medicina, farmacia, ciencias y letras, una oficina pública en que mediante tales o cuales pruebas se le da a un ciudadano un título que le permite el monopolio de una profesión o que le habilita para ciertos empleos".

En resumen, Unamuno pregunta ¿si la universidad debe producir técnicos profesionales o fomentar una cultura superior? Me atrevo a pensar que tal vez las máquinas de "Mecanópolis" también reflejan una sociedad utilitaria, donde sus trabajadores son como autómatas o técnicos, casi sin alma y atados a los principios de eficiencia, donde no hay lugar para el pensamiento crítico.

Clara Fernández Díaz-Rincón dice que Unamuno eran un gran observador que pensaba que a todos los niveles -educativo, político, cultural…- "se está priorizando y alabando la técnica, y sobre todo, se está identificando la técnica con el progreso. Así se está generando un “tecnicismo”, un desarrollo de saberes prácticos que desdeñan el saber por saber. Esto tendría dos importantes consecuencias, una conectada con la otra: [donde] se sobrevalora a la técnica y de ahí que la técnica acabe deshumanizándonos. Por esto, no debe extrañarnos que [Don Miguel] diga que le tiene miedo a la técnica."

En otras palabras, los trabajadores sólo son valorados por su eficiencia, técnica y capacidad para producir excelentes resultados, pero son pasados por alto como seres humanos con ideas, sentimientos y necesidades.

Les animo a ver la película muda de Charles Chaplin, "Tiempos modernos", una sátira del sistema de líneas de producción en Detroit, donde los trabajadores son como piezas de una maquinaria.

*

Es difícil precisar qué evento específico llevó a Unamuno a dar la espalda a las ideas intelectuales. Creo que fue la suma de la pérdida de su hijo, la sensibilidad del escritor, sus críticas al sistema educativo español, y los efectos de la revolución industrial en el mundo, y en España.

Sin embargo, aunque Unamuno critica a los intelectuales, no se opone a la ciencia. Por lo contrario, dice "En la amargura de la desilusión se ha llegado a culpar a la inocente ciencia, echándole en cara que ha hecho bancarrota, como si fuese ella rea del intelectualismo. El fracaso es del intelectualismo, no de la pobre ciencia. Quisimos ser dioses por la ciencia del bien y del mal, y esta ciencia nos ha mostrado nuestra desnudez, de que nos avergonzamos ante Dios y esa ciencia misma nos condena al trabajo y a la muerte".

En otras palabras, la ciencia debe ser valorada por los descubrimientos que nos revela, pero no debemos depositar todas nuestras esperanzas en ella porque no puede salvarnos de la muerte ni consolarnos en la hora más triste.

Como vemos, Unamuno no estaba en contra de la ciencia o el progreso, sino que se oponía al fanatismo creado a su alrededor. Además, el autor estaba consternado por la falta de comprensión de la ciencia, especialmente porque la mayoría de los nuevos inventos venían de fuera. En lugar de empoderar a la gente para crear, imaginar, innovar, la gente se estaba convirtiendo en meros consumidores con un sentido de inferioridad.

Y para ir concluyendo, creo que una de las reflexiones más existenciales de Unamuno respecto a la ciencia fue: "Sí, sí, lo veo; una enorme actividad social, una poderosa civilización, mucha ciencia, mucho arte, mucha industria, mucha moral, y luego, cuando hayamos llenado el mundo de maravillas industriales, con grandes fábricas, de caminos, de museos, de bibliotecas, caeremos agotados al pie de todo esto, y quedará, ¿para quién? ¿Se hizo el hombre para la ciencia, o se hizo ciencia para el hombre? ".

Y en esta nota reflectiva terminamos el programa de hoy. Les dejo con otro de los cuentos de Unamuno que, en cierto modo, se siente como una especie de continuación de “Mecanópolis. El cuento nos llega en la voz de Yamid Zuluaga, uno de los anfitriones del podcast literario Contratapas.

*

Las Peregrinaciones de Turismundo

Por Miguel de Unamuno

Narrado por Yamid Zuluaga

La ciudad de Espeja

Cuando ya el pobre Turismundo se creía en el páramo inacabable, a morir de hambre, de sed y de sueño al pie de un berrueco, al tropezar en un tocón vio a lo lejos, derretidas en el horizonte, las torres de una ciudad. Brotó sobre ellas, como una inmensa peonía que revienta, el Sol, y la ciudad centelleaba.

Recogió Turismundo lo que de vida le quedaba y fue hacia la ciudad que, según él, se le acercaba, y el sol subía en el cielo, engrandeciéndose ella. Mas cuando ya estaba a su entrada, el aire parecía espesarse y oponerle un muro.

Era, en efecto, un muro transparente e invisible. Siguió a lo largo de él, bordeando la ciudad, hasta que entró en ésta por una que parecía Puerta en el muro invisible.

Las calles, espaciosas y soleadas, estaban desiertas, aunque de vez en cuando pasaban por ella vehículos vacíos y que marchaban solos, sin nadie que los llevase ni guiase.

Las casas, todas de un piso, tenían, así como fisonomía humana; con sus ventanas y puertas y balcones, todo ello abierto de par en par, parecían observar al peregrino y a las veces sonreírle.

Turismundo había olvidado su hambre, su sed y su sueño.

Desde la calle podía verse el interior de las casas, abiertas a toda luz y todo aire. En casi todas ellas, junto a muebles relucientes, al lado de camas que convidaban al descanso, grandes cuadros con retratos de los dueños acaso, o de sus antepasados. Y ni una sola persona viva. De algunas casas salían tocatas como de armonio. Y llegó a ver por una ventana de un piso bajo, el armonio que sonaba. Sonaba solo; nadie lo tocaba.

Detrás de las tapias de los sendos jardinillos de las casas alzábanse cipreses en que piaban y chillaban bandadas de gorriones. Y de todo como que rezumaba una quietud apacible y luminosa.

Fue a dar Turismundo a una larga calle con soportales. Se asomó a una de las abiertas casas y descubrió una gran biblioteca. Los libros estaban todos al alcance de su mano. Pero siguió calle adelante, por los soportales, hasta ir a dar a una plaza espaciosísima, toda poblada de estatuas y cruces y obeliscos. Era un gran cementerio; el cementerio, sin duda, de la ciudad desierta. Hallándose en el cual oyó sacudir del cielo los toques de una campana, y entonces se le despertaron, con fuerza devoradora, el hambre, la sed y el sueño.

Ep.40 - Mecanópolis - Miguel de Unamuno (3) Ep.40 - Mecanópolis - Miguel de Unamuno (3) Ep.40 - メカノポリス - ミゲル・デ・ウナムーノ (3) Эп.40 - Меканополис - Мигель де Унамуно (3)

Digo yo, ya habrá más de uno que se identifique con esta etapa de la vida de Unamuno.

En 1883, Miguel termina sus estudios y se gradúa con un título en Filosofía y Letras, y regresa a su ciudad natal, Bilbao. El joven regresa, con la intención de encontrar trabajo y casarse con su amaba Concha. Sin embargo, es evidente que Don Miguel no es el mismo joven que partió en 1880.

Su madre y su prometida siguen siendo devotas católicas, y la indiferencia religiosa de Miguel las toma por sorpresa, afectando la relación con su madre. A ello hay que añadir que su natal, Bilbao, se había expandido demográficamente. Pasó de ser un pequeño pueblo de 32.000 personas en 1877 a duplicarse a 70.000 en 1893. La ciudad había adoptado el progreso de la industrialización, y era ahora un importante centro minero. Este visible cambio en su querida ciudad también conmocionó a Unamuno.

Finalmente, Don Miguel se muda a Salamanca, y comienza una familia con su amada Concha. En total, tuvieron nueve hijos. Su familia fue su consuelo y alegría, por lo que cuando en 1902, su hijo de seis años Raimundo muere, Unamuno queda devastado.

Clara Fernández Díaz-Rincón nos cuenta que, en las últimas horas de Raimundo, Unamuno va al convento de San Esteban y reza, buscando su fe perdida. En cierto modo, siente que Dios lo está castigando. A partir de entonces, Miguel de Unamuno se obsesiona con encontrar la fe simple de los viejos tiempos, buscando romper el silencio de Dios, y con el tiempo termina rechazando la bandera del intelectualismo.

*

Pero Don Miguel, no fue el único desgarrado por ideas contradictorias, España también lo estaba. El siglo XIX fue una época convulsa en la historia española. A lo largo del siglo, España comienza a perder el control sobre la mayoría de sus colonias en el mundo. Luego, en 1898, España pierde la guerra hispano-estadounidense, poniendo fin al dominio colonial español en las Américas y dando lugar a la adquisición estadounidense de territorios en el Pacífico occidental y América Latina.

Para rematar, internamente, el país estaba en una confrontación social y política interna constante, que hizo que todos los demás asuntos, como la filosofía, la ciencia y la cultura, fueron ignorados. En consecuencia, España toma el asiento trasero en el tren del progreso, mientras ve a Europa dirigirse rápidamente hacia los avances forjados por la era de la industrialización.

Esta sensación de la falta de dirección de España fue un factor determinante para una generación de intelectuales llamada "la generación del 98", -a la que pertenecía Unamuno- la cual abogó por encontrar soluciones dentro del territorio hispano, y volver a las viejas costumbres en lugar de ponerse al día con Europa.

Por lo tanto, vamos a hacer un paréntesis para hablar brevemente de la revolución industrial del siglo XIX porque siento que el miedo que su impacto tuvo en la sociedad es palpable en cuento de "Mecanópolis".

Sabemos que la revolución industrial trajo importantes inventos a expensas de agitar el caos social y político. A escala mundial, forzó una transición para la cual la mayoría de las sociedades no estaban preparadas, pasaron de ser sociedades tradicionales a sociedades modernas e industriales, y al mismo tiempo dio lugar a una nueva clase social, el proletariado urbano.

En este punto, citaré al historiador israelí Yuval Noah Harari en su conferencia sobre __Sapiens: Una breve Historia de la Humanidad__, que se puede encontrar en Youtube. Les dejaré el enlace en la transcripción de este episodio.

En mi parecer Harari resume bastante bien el lío que generó la revolución industrial.

Yuval dice: "La mayor parte de los problemas de la historia política del siglo XIX y XX, giró en torno a los nuevos problemas de la sociedad industrial, que no pudieron ser resueltos utilizando las ideologías, religiones e historias tradicionales de la humanidad. Por supuesto, una de las primeras reacciones -que siempre ocurre- a tal agitación tecnológica y social, es tratar de volver a las viejas historias para encontrar algo de seguridad [...] cuando hay un gran cambio que destruye viejas instituciones y formas de vida, y crea religiones completamente nuevas, en primer lugar, los humanos tratan de aferrarse a algo estable, para encontrar seguridad. [...] Esto sucedió en el siglo XIX durante la revolución industrial. Una de las primeras reacciones contra la revolución industrial fue una ola de fundamentalismo religioso en todo el mundo".

Ahora digo yo, casi pareciera que estamos entrando en una segunda ola de fundamentalismo en el mundo. A los humanos siempre nos gusta repetir.

*

Así que, volviendo a las historias que se refieren al episodio de hoy, ahora podemos ver que el mundo en el que vivió Unamuno estaba patas arriba.

En resumen, España está dividida entre los tradicionalistas, a menudo respaldados por la iglesia católica, y los innovadores, que querían que el país alcanzara el progreso de Europa. Los efectos de este conflicto fueron visibles en el ámbito educativo, donde Unamuno fue profesor, y finalmente Rector de la Universidad de Salamanca.

En el frente educativo, Unamuno estaba cansado de la rutina y burocracia del sistema educativo español. Para él, no había interés en aprender, sino en repetir fórmulas como credos. Los profesores estaban más interesados en ganar prestigio que en enseñar.

En sus palabras, "es inútil que nos atiborren de noticias y fórmulas, y leyes y datos la memoria; [que] no nos impulsan el espíritu. Compramos la máquina al extranjero - la ciencia es una máquina - y aprendemos a manejarla, pero si se descompone, no sabemos ya arreglarla, y sobre todo, lo que no sabemos es hacer máquinas que funcionen."

Don Miguel define a la universidad como una "fábrica de licenciados en derecho, medicina, farmacia, ciencias y letras, una oficina pública en que mediante tales o cuales pruebas se le da a un ciudadano un título que le permite el monopolio de una profesión o que le habilita para ciertos empleos".

En resumen, Unamuno pregunta ¿si la universidad debe producir técnicos profesionales o fomentar una cultura superior? Me atrevo a pensar que tal vez las máquinas de "Mecanópolis" también reflejan una sociedad utilitaria, donde sus trabajadores son como autómatas o técnicos, casi sin alma y atados a los principios de eficiencia, donde no hay lugar para el pensamiento crítico.

Clara Fernández Díaz-Rincón dice que Unamuno eran un gran observador que pensaba que a todos los niveles -educativo, político, cultural…- "se está priorizando y alabando la técnica, y sobre todo, se está identificando la técnica con el progreso. Así se está generando un “tecnicismo”, un desarrollo de saberes prácticos que desdeñan el saber por saber. Esto tendría dos importantes consecuencias, una conectada con la otra: [donde] se sobrevalora a la técnica y de ahí que la técnica acabe deshumanizándonos. Por esto, no debe extrañarnos que [Don Miguel] diga que le tiene miedo a la técnica."

En otras palabras, los trabajadores sólo son valorados por su eficiencia, técnica y capacidad para producir excelentes resultados, pero son pasados por alto como seres humanos con ideas, sentimientos y necesidades.

Les animo a ver la película muda de Charles Chaplin, "Tiempos modernos", una sátira del sistema de líneas de producción en Detroit, donde los trabajadores son como piezas de una maquinaria.

*

Es difícil precisar qué evento específico llevó a Unamuno a dar la espalda a las ideas intelectuales. Creo que fue la suma de la pérdida de su hijo, la sensibilidad del escritor, sus críticas al sistema educativo español, y los efectos de la revolución industrial en el mundo, y en España.

Sin embargo, aunque Unamuno critica a los intelectuales, no se opone a la ciencia. Por lo contrario, dice "En la amargura de la desilusión se ha llegado a culpar a la inocente ciencia, echándole en cara que ha hecho bancarrota, como si fuese ella rea del intelectualismo. El fracaso es del intelectualismo, no de la pobre ciencia. Quisimos ser dioses por la ciencia del bien y del mal, y esta ciencia nos ha mostrado nuestra desnudez, de que nos avergonzamos ante Dios y esa ciencia misma nos condena al trabajo y a la muerte".

En otras palabras, la ciencia debe ser valorada por los descubrimientos que nos revela, pero no debemos depositar todas nuestras esperanzas en ella porque no puede salvarnos de la muerte ni consolarnos en la hora más triste.

Como vemos, Unamuno no estaba en contra de la ciencia o el progreso, sino que se oponía al fanatismo creado a su alrededor. Además, el autor estaba consternado por la falta de comprensión de la ciencia, especialmente porque la mayoría de los nuevos inventos venían de fuera. En lugar de empoderar a la gente para crear, imaginar, innovar, la gente se estaba convirtiendo en meros consumidores con un sentido de inferioridad.

Y para ir concluyendo, creo que una de las reflexiones más existenciales de Unamuno respecto a la ciencia fue: "Sí, sí, lo veo; una enorme actividad social, una poderosa civilización, mucha ciencia, mucho arte, mucha industria, mucha moral, y luego, cuando hayamos llenado el mundo de maravillas industriales, con grandes fábricas, de caminos, de museos, de bibliotecas, caeremos agotados al pie de todo esto, y quedará, ¿para quién? ¿Se hizo el hombre para la ciencia, o se hizo ciencia para el hombre? ".

Y en esta nota reflectiva terminamos el programa de hoy. Les dejo con otro de los cuentos de Unamuno que, en cierto modo, se siente como una especie de continuación de “Mecanópolis__”__. El cuento nos llega en la voz de Yamid Zuluaga, uno de los anfitriones del podcast literario Contratapas.

*

Las Peregrinaciones de Turismundo

Por Miguel de Unamuno

Narrado por Yamid Zuluaga

La ciudad de Espeja

Cuando ya el pobre Turismundo se creía en el páramo inacabable, a morir de hambre, de sed y de sueño al pie de un berrueco, al tropezar en un tocón vio a lo lejos, derretidas en el horizonte, las torres de una ciudad. Brotó sobre ellas, como una inmensa peonía que revienta, el Sol, y la ciudad centelleaba.

Recogió Turismundo lo que de vida le quedaba y fue hacia la ciudad que, según él, se le acercaba, y el sol subía en el cielo, engrandeciéndose ella. Mas cuando ya estaba a su entrada, el aire parecía espesarse y oponerle un muro.

Era, en efecto, un muro transparente e invisible. Siguió a lo largo de él, bordeando la ciudad, hasta que entró en ésta por una que parecía Puerta en el muro invisible.

Las calles, espaciosas y soleadas, estaban desiertas, aunque de vez en cuando pasaban por ella vehículos vacíos y que marchaban solos, sin nadie que los llevase ni guiase.

Las casas, todas de un piso, tenían, así como fisonomía humana; con sus ventanas y puertas y balcones, todo ello abierto de par en par, parecían observar al peregrino y a las veces sonreírle.

Turismundo había olvidado su hambre, su sed y su sueño.

Desde la calle podía verse el interior de las casas, abiertas a toda luz y todo aire. En casi todas ellas, junto a muebles relucientes, al lado de camas que convidaban al descanso, grandes cuadros con retratos de los dueños acaso, o de sus antepasados. Y ni una sola persona viva. De algunas casas salían tocatas como de armonio. Y llegó a ver por una ventana de un piso bajo, el armonio que sonaba. Sonaba solo; nadie lo tocaba.

Detrás de las tapias de los sendos jardinillos de las casas alzábanse cipreses en que piaban y chillaban bandadas de gorriones. Y de todo como que rezumaba una quietud apacible y luminosa.

Fue a dar Turismundo a una larga calle con soportales. Se asomó a una de las abiertas casas y descubrió una gran biblioteca. Los libros estaban todos al alcance de su mano. Pero siguió calle adelante, por los soportales, hasta ir a dar a una plaza espaciosísima, toda poblada de estatuas y cruces y obeliscos. Era un gran cementerio; el cementerio, sin duda, de la ciudad desierta. Hallándose en el cual oyó sacudir del cielo los toques de una campana, y entonces se le despertaron, con fuerza devoradora, el hambre, la sed y el sueño.