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Tres Cuentos, Ep.37 - Marina y su olor - Mayra Santos Febres (2)

Ep.37 - Marina y su olor - Mayra Santos Febres (2)

Marina se dio cuenta de que la única manera de romper la fascinación con aquel hombre era volverlo a ver. Sigilosamente lo buscó con el olfato por cada esquina del pueblo hasta que dos días después lo encontró sentado frente al cine Sereceda tomándose una champola. Esa tarde, Marina no regresó a la casa a tiempo para preparar la comida. Se inventó cualquier excusa.

Luego corrió a hacer la cena, que fue la más sabrosa que se comió en el comedor de los Velázquez en toda la historia del pueblo porque olía a amor y al cuerpo dulce de Eladio Salamán.

En una tarde de andanzas por el barrio, Hipólito vio a Marina cogida de manos con Eladio, los dos sonrientes y dando vueltas alrededor de sus aromas. El señorito Hipólito recordó cómo la morena lo había rehusado y ahora la encontraba sobeteándose con aquel negro cañero. Pesó su momento y se fue a hablar con su señora madre.

Quién sabe lo que le dijo Hipólito, pero doña Georgina se puso furiosa. Cuando llegó Marina, la insultó. Mala mujer, indecente, negra apestosa, apestosa!- Y hasta tuvo que intervenir Mamá Edovina para convencer a la patrona de que no botara a su hija de la casa. Doña Georgina aceptó, pero con la condición de rebajarle el salario y redoblarle la vigilancia. Marina no podría ir al mercado sin compañía, no podía pasearse por la plaza durante semanas y sólo se podía comunicar con Eladio a través de recados.

Aquellos días fueron horribles. Marina no podía dormir; no podía trabajar. Se le borró de cantazo su memoria olfativa. Las comidas le salían desabridas, todas oliendo a armario vacío. Esto causó que los insultos de doña Georgina se redoblaran.

Contentita, arrastrada, apestosa!-

Una tarde Marina ya no soportó más. Decidió convocar a Eladio con su olor, uno que ella se había hecho a la medida y que le enseñó un día de amoríos en los predios baldíos de la central. Este es mi olor – le había dicho Marina. Grábatelo en la memoria-. Y Eladio, fascinado, se la bebió completa aquella vez para que el aroma de Marina se le quedara pegado a la piel como si fuera un tatuaje.

Marina estudió bien la dirección del viento. Abrió las ventanas de la casona y se dispuso a perfumar al pueblo consigo misma. En seguida, los perros realengos se pusieron a aullar y los poblanos comenzaron a caminar con prisa por la calle, pues juraban que eran ellos los que olían así, a bromelias espantadas, a saliva ardiente.

Dos cuadras más adelante, Eladio, que hablaba con sus amigos, reconoció el aroma, se despidió y corrió a ver a Marina.

Pero mientras se besaban, el niño Velázquez los sorprendió y echó a insultos a Eladio de la casa. Ya a puerta cerrada, Hipólito le propuso a Marina que, si lo dejaba sobarle el pecho, él mantendría el secreto y no le diría nada a la patrona. Así mantienes el trabajo y de paso te evitas los insultos de Mamá –le dijo, ya acercándose.

Marina se enfureció de tal modo que no pudo controlar su cuerpo. Por todos los poros se le salió un olor herrumbroso mezclado con peste a aceite quemado y ácido de limpiar turbinas. Era tan intenso el olor que Hipólito Velázquez tuvo que agarrarse del sillón de medallones de la sala agobiado por un mareo. Sintió que le habían robado el piso y cayó redondito sobre las losas recién mapeadas de la salita de estar.

Marina esbozó una sonrisa victoriosa. A paso firme, entró en el aposento de doña Georgina. Fumigó el cuarto con un aroma a melancolía desesperada (lo había recogido del cuerpo de su padre Esteban) que revolcó por sábanas y armarios. Iba a matar a aquella vieja de pura frustración.

Tranquilamente se fue a su cuarto, hizo un emborujo con sus cosas y miró la casona complacida. Yacía en el piso el embeleco del niño Velázquez con un desmayo del que jamás se recuperaría por completo. El aposento de la patrona olía a recuerdo de sueños muertos que aceleraban las palpitaciones del corazón. La casa entera despedía aromas inconexos, desligados, lo que obligó a que nadie en el pueblo quisiera visitar a los Velazquéz nunca más.

Marina sonrió. Ahora se iría a ver a Eladio. Se iría a resucitar el restaurante “El Pinchimoja”. Se largaría de aquella casa para siempre. Pero antes de salir por la puerta se le escaparon unas palabras hediondas que a ella misma la sorprendieron.

Bajando las escaleras del balcón, Marina se oyó decir con resolución: -¡Para que ahora digan que los negros apestan!

Comentario

Este cuento me recuerda el libro de la chilena-estadounidense nacida en Perú, Isabel Allende, Como Agua para Chocolate. Pero la diferencia es que la puertorriqueña Mayra Santos-Febres trata el tema de los sabores y los olores de otra manera. El personaje de Marina de alguna manera evoca el instinto femenino de crear y desear con libertad.

Sin embargo, antes de adentrarnos en cómo los sistemas religiosos y políticos resignificaron el rol de la mujer y de las minorías, para que encajaran dentro del plan de la modernidad, quiero dar un caluroso saludo a uno de nuestros oyentes.

Hugh Robertson quien nos escribió un mensaje muy amable con una importante reflexión acerca de las historias que contamos una y otra vez, y que pocas veces cuestionamos. Mil gracias, Hugh Robertson, su comentario y reflexión me animan a continuar trayendo más literatura e historia al programa.

Igualmente quiero recordarles que, si les gusta el programa, consideren suscribirse al podcast visitando nuestro sitio web www.trescuentos.com, o en cualquier aplicación de podcast que utilicen para escuchar sus programas favoritos.

Además, si tiene un tema o un autor(a) que le gustaría que consideremos para programas futuros, contáctenos a través de nuestro sitio web.

Por último, no olviden que, si encuentran valor en lo que hacemos aquí en Tres Cuentos, agradecemos sus comentarios positivos en iTunes o en un correo electrónico, y por supuesto compartan los episodios.

(Acerca de la autora)

Es tiempo de hablar de la apasionada mujer que escribió el cuento de hoy, Mayra Santos-Febres.

La página web de la Fundación Nacional para la Cultura Popular de Puerto Rico nos dice que, la vocación de la escritora puertorriqueña Mayra Santos-Febres se resume en lo que ella dice, “Dame palabras y hago lo que sea con ellas”.

Santos-Febres es escritora, catedrática y poeta. Al igual que mi querida mamá, la madre de la autora le inculcó el amor por la literatura.

En la página web de la Fundación Nacional para la Cultura Popular de Puerto Rico, encontramos una anécdota de la infancia de Santos-Febres.

Y dice: “Desde pequeña mostró interés por el mundo de las letras, guardaba una libretita donde escribía poesías. Pero la que motivó a Mayra a vivir de las palabras fue su profesora de español de séptimo grado, Ivonne Sanavitis. Ocurrió que cierto día, la maestra descubrió a la niña Mayra escribiendo cosas en su cuaderno al margen de la clase. Entonces se le acercó, echó una ojeada a los escritos, y dijo: Fíjate, aquí quizás haya madera para una escritora”. (Tomado de: https://prpop.org/biografias/mayra-santos-febres/)

Santos-Febres es considerada “Dueña de lo que la escritora Ana Lydia Vega llama ‘la hiperconciencia', esto es, la capacidad de pensar críticamente y más allá de las convenciones sociales. Mayra es una ferviente defensora de las causas justas y los marginados y rechazados de la sociedad, además de ser una activista anti-racismo. Estas convicciones salen a relucir en todas y cada una de sus obras literarias, sus cuentos, poemas y novelas. En sus escritos reivindica la libertad sexual y personal de la mujer, los derechos de las comunidades homosexuales y negras, y la esencia del puertorriqueño como caribeño y antillano.” (Tomado de: https://prpop.org/biografias/mayra-santos-febres/)

Entre los premios que Santos-Febres ha ganado se cuenta el Galardón Radio Sarandí del concurso Juan Rulfo Internacional de Cuento, en París, Francia. Su novela Sirena Selena vestida de pena, trata lo marginal del travestismo y ha tenido gran acogida internacional, en especial en Francia e Italia.

Pero no les voy a contar más. Después de los comentarios, tendremos a Mayra Santos-Febres hablándonos un poco de su experiencia como escritora afrodescendiente puertorriqueña.

*

En los episodios anteriores dedicados a las literaturas afrodescendientes hemos hablado un poco de cómo la religión determinó por mucho tiempo en el cosmos hispano lo que era aceptable, bello y normal.

Por lo tanto, hoy tomaremos el tren que conecta las ideas coloniales de la religión católica con las ideologías de la modernidad.

Para ello debemos referirnos al artículo escrito por la antropóloga Mara Viveros-Vigoya, “Blanqueamiento social, nación y moralidad en América Latina”.

La antropóloga Mara Viveros-Vigoya nos recuerda acerca de algo que hablamos en el episodio anterior. Ella dice que “En el contexto colonial latinoamericano, la certificación de limpieza de sangre – que operaba en la península ibérica y exigía documentar una ascendencia sin mácula religiosa de judíos o musulmanes - se transformó paulatinamente en la necesidad de probar no tener ancestros negros, mulatos, zambos, cuarterones, etc, visibles en el color de la piel y en ciertos rasgos fisonómicos. Al mismo tiempo, la misma dinámica colonial que creó las castas permitió procesos de ascenso social por blanqueamiento, posibilitando a ‘indios' y ‘negros' sobrepasar los límites que su condición les imponía mediante un proceso de sucesivos mestizajes a través de varias generaciones”.

Y así con el tiempo, el color se convirtió en un asunto de reputación. Citando a Peter Wade, Viveros nos dice que “una persona podía ser blanca si así era considerada públicamente”.

Recuerdo una conversación con un hombre dominicano en nuestro camino al Festival Nacional de Narración en Jonesbourgh, Tennessee. Después de darnos cuenta de que hablamos español, él me comentó que además de contar cuentos, él también trabajaba en un documental acerca de su familia.

El cual esperaba reflejara un poco la mentalidad dominicana respecto al miedo que muchos tenían de aceptar que tenían sangre negra. Después de todo, ya la mayoría en su familia tenía la tez clara, pero bajo un análisis detallado, se podía inferir rasgos afros. Yo le comenté que en algunos miembros de mi familia también existía dicho temor, pero no con lo afro, sino con lo indígena. Nos reímos de la coincidencia, reconociendo que tal vez dicho miedo se multiplica en la memoria de muchos.

Viveros-Vigoya nos recuerda que en la colonia “el color, al igual que la memoria, era una categoría moldeable en la cotidianidad y que se definía según la situación”.

Recuerden que ya lo dijo Machado de Assis en el episodio 35 “El Secreto del Bonzo,” “si una cosa puede existir en la opinión, sin existir en la realidad, y existir en la realidad sin existir en la opinión, la conclusión es que de las dos existencias paralelas la única necesaria es la de la opinión, no la de la realidad, que es apenas conveniente”.

*

¿Y cómo el color acabo cobrando tanta importancia en Hispanoamérica?

Diferente a los Estados Unidos, donde los colonizadores llegaron con sus familias, en Latino América durante la conquista y luego en la colonia, muchos hombres dejaron a sus mujeres atrás. Por lo tanto, las mujeres blancas eran escasas.

A esto se le agrega que contrario al titan del norte, en Latinoamérica era más fácil para los esclavos comprar la libertad. Estas dos variables y otras encontraron tierra fértil en las nacientes sociedades latinoamericanas, impulsando el mestizaje.

Por otro lado, dado que la pirámide social tenía a los blancos en la cúspide, y a los indígenas y afros en la base, allí en el medio había espacio para ascender.

Con el gran número de mestizos que crecía y alcanzaba riqueza, el estatus racial se hizo una determinante para la elite blanca. Tan importante se hizo el asunto de la pureza de sangre, que la responsabilidad acabo recayendo sobre los hombros de las mujeres.

Ep.37 - Marina y su olor - Mayra Santos Febres (2) Ep.37 - Marina und ihr Geruch - Mayra Santos Febres (2) Ep.37 - Marina and her smell - Mayra Santos Febres (2) Ep.37 - Marina et son odeur - Mayra Santos Febres (2) Ep.37 - Marina e il suo odore - Mayra Santos Febres (2) Ep.37 - マリーナとその匂い - マイラ・サントス・フェブレス (2) Эп.37 - Марина и ее запах - Майра Сантос Фебрес (2)

Marina se dio cuenta de que la única manera de romper la fascinación con aquel hombre era volverlo a ver. Marina realized that the only way to break her fascination with that man was to see him again. Sigilosamente lo buscó con el olfato por cada esquina del pueblo hasta que dos días después lo encontró sentado frente al cine Sereceda tomándose una champola. He stealthily searched for him with his nose in every corner of the town until two days later he found him sitting in front of the Sereceda cinema having a champagne. Esa tarde, Marina no regresó a la casa a tiempo para preparar la comida. Se inventó cualquier excusa.

Luego corrió a hacer la cena, que fue la más sabrosa que se comió en el comedor de los Velázquez en toda la historia del pueblo porque olía a amor y al cuerpo dulce de Eladio Salamán.

En una tarde de andanzas por el barrio, Hipólito vio a Marina cogida de manos con Eladio, los dos sonrientes y dando vueltas alrededor de sus aromas. El señorito Hipólito recordó cómo la morena lo había rehusado y ahora la encontraba sobeteándose con aquel negro cañero. Pesó su momento y se fue a hablar con su señora madre.

Quién sabe lo que le dijo Hipólito, pero doña Georgina se puso furiosa. Cuando llegó Marina, la insultó. -¡__Mala mujer, indecente, negra apestosa, apestosa__!- Y hasta tuvo que intervenir Mamá Edovina para convencer a la patrona de que no botara a su hija de la casa. Doña Georgina aceptó, pero con la condición de rebajarle el salario y redoblarle la vigilancia. Marina no podría ir al mercado sin compañía, no podía pasearse por la plaza durante semanas y sólo se podía comunicar con Eladio a través de recados.

Aquellos días fueron horribles. Marina no podía dormir; no podía trabajar. Se le borró de cantazo su memoria olfativa. Las comidas le salían desabridas, todas oliendo a armario vacío. Esto causó que los insultos de doña Georgina se redoblaran.

-¡__Contentita, arrastrada, apestosa__!-

Una tarde Marina ya no soportó más. Decidió convocar a Eladio con su olor, uno que ella se había hecho a la medida y que le enseñó un día de amoríos en los predios baldíos de la central. She decided to summon Eladio with her scent, one that she had made to measure and that she showed him one day of love affairs in the vacant lots of the plant. –__Este es mi olor__ – le había dicho Marina. __Grábatelo en la memoria__-. Y Eladio, fascinado, se la bebió completa aquella vez para que el aroma de Marina se le quedara pegado a la piel como si fuera un tatuaje.

Marina estudió bien la dirección del viento. Abrió las ventanas de la casona y se dispuso a perfumar al pueblo consigo misma. En seguida, los perros realengos se pusieron a aullar y los poblanos comenzaron a caminar con prisa por la calle, pues juraban que eran ellos los que olían así, a bromelias espantadas, a saliva ardiente.

Dos cuadras más adelante, Eladio, que hablaba con sus amigos, reconoció el aroma, se despidió y corrió a ver a Marina.

Pero mientras se besaban, el niño Velázquez los sorprendió y echó a insultos a Eladio de la casa. Ya a puerta cerrada, Hipólito le propuso a Marina que, si lo dejaba sobarle el pecho, él mantendría el secreto y no le diría nada a la patrona. –__Así mantienes el trabajo y de paso te evitas los insultos de Mamá__ –le dijo, ya acercándose.

Marina se enfureció de tal modo que no pudo controlar su cuerpo. Por todos los poros se le salió un olor herrumbroso mezclado con peste a aceite quemado y ácido de limpiar turbinas. Era tan intenso el olor que Hipólito Velázquez tuvo que agarrarse del sillón de medallones de la sala agobiado por un mareo. Sintió que le habían robado el piso y cayó redondito sobre las losas recién mapeadas de la salita de estar.

Marina esbozó una sonrisa victoriosa. A paso firme, entró en el aposento de doña Georgina. Fumigó el cuarto con un aroma a melancolía desesperada (lo había recogido del cuerpo de su padre Esteban) que revolcó por sábanas y armarios. Iba a matar a aquella vieja de pura frustración.

Tranquilamente se fue a su cuarto, hizo un emborujo con sus cosas y miró la casona complacida. She calmly went to her room, packed her things and looked at the mansion with pleasure. Yacía en el piso el embeleco del niño Velázquez con un desmayo del que jamás se recuperaría por completo. The embellished child Velázquez lay on the floor with a faint from which he would never fully recover. El aposento de la patrona olía a recuerdo de sueños muertos que aceleraban las palpitaciones del corazón. La casa entera despedía aromas inconexos, desligados, lo que obligó a que nadie en el pueblo quisiera visitar a los Velazquéz nunca más.

Marina sonrió. Ahora se iría a ver a Eladio. Se iría a resucitar el restaurante “El Pinchimoja”. Se largaría de aquella casa para siempre. Pero antes de salir por la puerta se le escaparon unas palabras hediondas que a ella misma la sorprendieron.

Bajando las escaleras del balcón, Marina se oyó decir con resolución: -¡__Para que ahora digan que los negros apestan__!

Comentario

Este cuento me recuerda el libro de la chilena-estadounidense nacida en Perú, Isabel Allende, __Como Agua para Chocolate.__ Pero la diferencia es que la puertorriqueña Mayra Santos-Febres trata el tema de los sabores y los olores de otra manera. El personaje de Marina de alguna manera evoca el instinto femenino de crear y desear con libertad.

Sin embargo, antes de adentrarnos en cómo los sistemas religiosos y políticos resignificaron el rol de la mujer y de las minorías, para que encajaran dentro del plan de la modernidad, quiero dar un caluroso saludo a uno de nuestros oyentes.

Hugh Robertson quien nos escribió un mensaje muy amable con una importante reflexión acerca de las historias que contamos una y otra vez, y que pocas veces cuestionamos. Mil gracias, Hugh Robertson, su comentario y reflexión me animan a continuar trayendo más literatura e historia al programa.

Igualmente quiero recordarles que, si les gusta el programa, consideren suscribirse al podcast visitando nuestro sitio web www.trescuentos.com, o en cualquier aplicación de podcast que utilicen para escuchar sus programas favoritos.

Además, si tiene un tema o un autor(a) que le gustaría que consideremos para programas futuros, contáctenos a través de nuestro sitio web.

Por último, no olviden que, si encuentran valor en lo que hacemos aquí en Tres Cuentos, agradecemos sus comentarios positivos en iTunes o en un correo electrónico, y por supuesto compartan los episodios.

(Acerca de la autora)

Es tiempo de hablar de la apasionada mujer que escribió el cuento de hoy, Mayra Santos-Febres.

La página web de la Fundación Nacional para la Cultura Popular de Puerto Rico nos dice que, la vocación de la escritora puertorriqueña Mayra Santos-Febres se resume en lo que ella dice, “Dame palabras y hago lo que sea con ellas”.

Santos-Febres es escritora, catedrática y poeta. Al igual que mi querida mamá, la madre de la autora le inculcó el amor por la literatura.

En la página web de la Fundación Nacional para la Cultura Popular de Puerto Rico, encontramos una anécdota de la infancia de Santos-Febres.

Y dice: “Desde pequeña mostró interés por el mundo de las letras, guardaba una libretita donde escribía poesías. Pero la que motivó a Mayra a vivir de las palabras fue su profesora de español de séptimo grado, Ivonne Sanavitis. Ocurrió que cierto día, la maestra descubrió a la niña Mayra escribiendo cosas en su cuaderno al margen de la clase. Entonces se le acercó, echó una ojeada a los escritos, y dijo: __Fíjate, aquí quizás haya madera para una escritora__”. (Tomado de: https://prpop.org/biografias/mayra-santos-febres/)

Santos-Febres es considerada “Dueña de lo que la escritora Ana Lydia Vega llama ‘la hiperconciencia', esto es, la capacidad de pensar críticamente y más allá de las convenciones sociales. Mayra es una ferviente defensora de las causas justas y los marginados y rechazados de la sociedad, además de ser una activista anti-racismo. Estas convicciones salen a relucir en todas y cada una de sus obras literarias, sus cuentos, poemas y novelas. En sus escritos reivindica la libertad sexual y personal de la mujer, los derechos de las comunidades homosexuales y negras, y la esencia del puertorriqueño como caribeño y antillano.” (Tomado de: https://prpop.org/biografias/mayra-santos-febres/)

Entre los premios que Santos-Febres ha ganado se cuenta el Galardón Radio Sarandí del concurso Juan Rulfo Internacional de Cuento, en París, Francia. Su novela __Sirena Selena vestida de pena__, trata lo marginal del travestismo y ha tenido gran acogida internacional, en especial en Francia e Italia.

Pero no les voy a contar más. Después de los comentarios, tendremos a Mayra Santos-Febres hablándonos un poco de su experiencia como escritora afrodescendiente puertorriqueña.

*

En los episodios anteriores dedicados a las literaturas afrodescendientes hemos hablado un poco de cómo la religión determinó por mucho tiempo en el cosmos hispano lo que era aceptable, bello y normal.

Por lo tanto, hoy tomaremos el tren que conecta las ideas coloniales de la religión católica con las ideologías de la modernidad.

Para ello debemos referirnos al artículo escrito por la antropóloga Mara Viveros-Vigoya, “Blanqueamiento social, nación y moralidad en América Latina”.

La antropóloga Mara Viveros-Vigoya nos recuerda acerca de algo que hablamos en el episodio anterior. Ella dice que “En el contexto colonial latinoamericano, la certificación de limpieza de sangre – que operaba en la península ibérica y exigía documentar una ascendencia sin mácula religiosa de judíos o musulmanes - se transformó paulatinamente en la necesidad de probar no tener ancestros negros, mulatos, zambos, cuarterones, etc, visibles en el color de la piel y en ciertos rasgos fisonómicos. Al mismo tiempo, la misma dinámica colonial que creó las castas permitió procesos de ascenso social por blanqueamiento, posibilitando a ‘indios' y ‘negros' sobrepasar los límites que su condición les imponía mediante un proceso de sucesivos mestizajes a través de varias generaciones”.

Y así con el tiempo, el color se convirtió en un asunto de reputación. Citando a Peter Wade, Viveros nos dice que “una persona podía ser blanca si así era considerada públicamente”.

Recuerdo una conversación con un hombre dominicano en nuestro camino al Festival Nacional de Narración en Jonesbourgh, Tennessee. Después de darnos cuenta de que hablamos español, él me comentó que además de contar cuentos, él también trabajaba en un documental acerca de su familia.

El cual esperaba reflejara un poco la mentalidad dominicana respecto al miedo que muchos tenían de aceptar que tenían sangre negra. Después de todo, ya la mayoría en su familia tenía la tez clara, pero bajo un análisis detallado, se podía inferir rasgos afros. Yo le comenté que en algunos miembros de mi familia también existía dicho temor, pero no con lo afro, sino con lo indígena. Nos reímos de la coincidencia, reconociendo que tal vez dicho miedo se multiplica en la memoria de muchos.

Viveros-Vigoya nos recuerda que en la colonia “el color, al igual que la memoria, era una categoría moldeable en la cotidianidad y que se definía según la situación”.

Recuerden que ya lo dijo Machado de Assis en el episodio 35 “El Secreto del Bonzo,” __“si una cosa puede existir en la opinión, sin existir en la realidad, y existir en la realidad sin existir en la opinión, la conclusión es que de las dos existencias paralelas la única necesaria es la de la opinión, no la de la realidad, que es apenas conveniente”.__

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¿Y cómo el color acabo cobrando tanta importancia en Hispanoamérica?

Diferente a los Estados Unidos, donde los colonizadores llegaron con sus familias, en Latino América durante la conquista y luego en la colonia, muchos hombres dejaron a sus mujeres atrás. Por lo tanto, las mujeres blancas eran escasas.

A esto se le agrega que contrario al titan del norte, en Latinoamérica era más fácil para los esclavos comprar la libertad. Estas dos variables y otras encontraron tierra fértil en las nacientes sociedades latinoamericanas, impulsando el mestizaje.

Por otro lado, dado que la pirámide social tenía a los blancos en la cúspide, y a los indígenas y afros en la base, allí en el medio había espacio para ascender.

Con el gran número de mestizos que crecía y alcanzaba riqueza, el estatus racial se hizo una determinante para la elite blanca. Tan importante se hizo el asunto de la pureza de sangre, que la responsabilidad acabo recayendo sobre los hombros de las mujeres. The issue of blood purity became so important that the responsibility ended up falling on the shoulders of women.