×

Мы используем cookie-файлы, чтобы сделать работу LingQ лучше. Находясь на нашем сайте, вы соглашаетесь на наши правила обработки файлов «cookie».


image

Narraciones inquietantes, La Dama de Picas - Alexander Pushkin - 05

La Dama de Picas - Alexander Pushkin - 05

Al siguiente día, cuando vio pasar a Hermann, Isabel Ivanovna dejó su bastidor, pasó a la sala, abrió la ventana y lanzó su carta a la calle confiando en la habilidad del joven oficial. Hermann corrió, cogió la carta y entró en una confitería próxima. Rompió el sello y halló su carta y la respuesta de Isabel Ivanovna. La esperaba y volvió a su casa pensando en su intriga.

Tres días después, una muchacha elegante entregó a Isabel Ivanovna una carta del almacén de modas. Isabel Ivanovna la abrió con sobresalto temiendo que fuera una cuenta cuando conoció la letra de Hermann.

—Te has equivocado, hija mía —dijo—. Esta carta no es para mí.

—Sí, es para usted —contestó la muchacha sin bajar los ojos al propio tiempo que se dibujaba en sus labios una sonrisa maliciosa. —Tenga usted la bondad de leer lo que dice.

Isabel Ivanovna leyó rápidamente la carta. Hermann solicitaba una entrevista.

—No puede ser —murmuró Isabel Ivanovna asustada de la imprevista petición y del medio que para conseguirla se empleaba. —Esta carta no se ha escrito para mí. Y la rompió en menudos trozos.

—Si la carta no es para usted, ¿por qué la ha roto? —preguntó la muchacha. —Yo la hubiese devuelto a quien la envió.

—Haz el favor de no volver a traerme cartas —replicó Isabel Ivanovna ruborizándose al oír esta observación. —Y de decir a quien te mandó aquí que debiera darle vergüenza…

Pero Hermann no se dio por vencido. Isabel Ivanovna recibió todos los días carta de él, ya fuera de un modo ya de otro. No estaban traducidas del alemán porque las escribía Hermann, impulsado por la pasión y hablando el lenguaje propio de ella. En ella se expresaban la inflexibilidad de sus deseos y el desorden de una imaginación desenfrenada. Isabel Ivanovna no pensaba ya en devolverlas. Se embriagaba con ellas. Empezó a contestarlas y sus cartas cada vez eran más largas y más tiernas. Por último le echó por la ventana la siguiente misiva:

«Hoy es el baile en casa del embajador de… La condesa irá. Nos quedaremos solas dos horas. He aquí una ocasión de verme. Tan luego como se marche la condesa, sus criados se irán probablemente también. El suizo se queda en el zaguán, pero es verosímil que también se retire a su cuarto. Venga usted a las once y media. Diríjase a la escalera. Si encuentra usted a alguien, pregunte si está en casa la condesa. Le dirán que no y entonces será preciso que se retire usted. Pero lo más probable es que no encuentre a nadie, porque las muchachas estarán en su habitación. Una vez en la antesala, diríjase a la izquierda y vaya a la alcoba de la condesa. En la alcoba, detrás del biombo, verá usted dos puertas pequeñas. La de la derecha da un gabinete donde nunca entra la condesa. La de la izquierda, a un pasillo donde hay una escalera estrecha que conduce a mi habitación.»

Hermann temblaba como un tigre esperando la hora de la cita. A las diez de la noche, ya estaba frente a la casa de la condesa. Hacía un tiempo infernal. El viento rugía. La nieve caía en copos enormes. Los faroles apenas alumbraban. En las calles no había un alma. De rato en rato, un cochero de punto, envuelto en su capote, arreaba su penco, buscando con la mirada algún retrasado viajero.

Hermann iba a cuerpo, mas no sentía ni el viento ni la nieve. Al fin, y a la postre, llegó el coche de la condesa. Hermann vio como llevaban los criados a la anciana, la cual iba arropada en amplia piel de marta zibelina, y como detrás de ella aparecía su protegida con un ligero abrigo.

La portezuela se cerró con ruido, y el coche echó a andar pesadamente sobre la crujiente nieve. El suizo cerró la puerta. Apagaronse las luces que iluminaban las ventanas. Hermann comenzó a pasear en torno de la casa vacía. Se acercó a un farol. Miró la hora. Eran las once y veinte minutos. Se quedó al pie del farol, siguiendo la marcha de las agujas y esperando que marcasen la hora fijada. A las once y media en punto, Hermann se dirigió a la escalinata de la casa y penetró en el iluminado zaguán.

No estaba el suizo. Hermann subió rápidamente a la escalera, abrió la puerta de la antesala y vio a un sirviente dormido en un diván viejo y sucio. Con paso ligero y firme, pasó al lado suyo Hermann. La sala y el gabinete estaban a oscuras.

La lámpara de la antesala apenas disipaba las sombras. Hermann entró en la alcoba.

Delante de las imágenes sagradas oscilaba la llama de una lámpara de oro. Butacas y divanes forrados de antiguas telas descoloridas, con cojines de pluma bordados de oro en mal estado, se bañaban simétricamente colocados junto a las paredes cubiertas de tapicerías chinas. En uno de los muros colgaban dos retratos pintados en París por Madame Lebrun, uno de los cuales representaba a un hombre de unos 40 años, sonrosado y grueso, con uniforme verde y cruces, y el otro a una joven hermosa de nariz aguileña, en cuyo cabello empolvado se veía una rosa.

En todos los rincones había pastorcitos de porcelana, relojes de mesa, obras del célebre Leroy, cajitas, abanicos y otros objetos femeninos inventados a fines del pasado siglo al mismo tiempo que el globo de Montgolfier y que el magnetismo de Mesmer. Hermann pasó por detrás del biombo. Allí había una pequeña cama de hierro. A la derecha una puerta que conducía al gabinete, a la izquierda otra que conducía a un corredor. Hermann vio una escalera, estrecha, que subía al cuarto de la pobre protegida, pero se volvió y entró en el gabinete. El tiempo transcurrió con lentitud. En todas las habitaciones los relojes dieron uno tras otro las doce y el silencio reinó de nuevo. Hermann, de pie, se apoyó en la chimenea. Estaba sereno. Su corazón latía con toda regularidad como el de un hombre resuelto a hacer algo peligroso pero necesario. Los relojes dieron la una y luego las dos. Se oyó a distancia el rodar de un carruaje. Una emoción involuntaria se apoderó de él.

La Dama de Picas - Alexander Pushkin - 05 Die Pique Dame - Alexander Puschkin - 05 The Queen of Spades - Alexander Pushkin - 05 La Dame de Pique - Alexandre Pouchkine - 05 A Dama de Espadas - Alexander Pushkin - 05

Al siguiente día, cuando vio pasar a Hermann, Isabel Ivanovna dejó su bastidor, pasó a la sala, abrió la ventana y lanzó su carta a la calle confiando en la habilidad del joven oficial. The next day, when she saw Hermann passing by, Isabel Ivanovna left her embroidery frame, went into the living room, opened the window, and threw her letter into the street, trusting in the young officer's skill. Hermann corrió, cogió la carta y entró en una confitería próxima. Hermann ran, picked up the letter, and entered a nearby confectionery. Rompió el sello y halló su carta y la respuesta de Isabel Ivanovna. He broke the seal and found his letter and Isabel Ivanovna's reply. La esperaba y volvió a su casa pensando en su intriga. He was waiting for her and returned home thinking about his intrigue.

Tres días después, una muchacha elegante entregó a Isabel Ivanovna una carta del almacén de modas. Three days later, an elegant young lady delivered a letter from the fashion store to Isabel Ivanovna. Trois jours plus tard, une élégante jeune fille remet à Elizabeth Ivanovna une lettre du magasin de mode. Isabel Ivanovna la abrió con sobresalto temiendo que fuera una cuenta cuando conoció la letra de Hermann. Isabel Ivanovna opened it anxiously, fearing it was a bill when she recognized Hermann's handwriting.

—Te has equivocado, hija mía —dijo—. "You are mistaken, my dear," she said. Esta carta no es para mí. "This letter is not for me."

—Sí, es para usted —contestó la muchacha sin bajar los ojos al propio tiempo que se dibujaba en sus labios una sonrisa maliciosa. "Yes, it is for you," the girl replied, not lowering her eyes as a mischievous smile formed on her lips. —Tenga usted la bondad de leer lo que dice. "Please read what it says."

Isabel Ivanovna leyó rápidamente la carta. Isabel Ivanovna quickly read the letter. Hermann solicitaba una entrevista. Hermann requested a meeting.

—No puede ser —murmuró Isabel Ivanovna asustada de la imprevista petición y del medio que para conseguirla se empleaba. "It can't be," murmured Isabel Ivanovna, frightened by the unexpected request and the means being used to obtain it. -Ce n'est pas possible", murmura Élisabeth Ivanovna, effrayée par cette demande inattendue et par les moyens employés pour l'obtenir. —Esta carta no se ha escrito para mí. "This letter was not written for me." Y la rompió en menudos trozos. And she tore it into tiny pieces.

—Si la carta no es para usted, ¿por qué la ha roto? "If the letter is not for you, why did you tear it?" the girl asked. —preguntó la muchacha. "I would have returned it to the sender." —Yo la hubiese devuelto a quien la envió. "Please do not bring me any more letters," Isabel Ivanovna replied, blushing at this remark.

—Haz el favor de no volver a traerme cartas —replicó Isabel Ivanovna ruborizándose al oír esta observación. —Y de decir a quien te mandó aquí que debiera darle vergüenza… And to tell the person who sent you here, they should be ashamed... -Et de dire à celui qui t'a envoyé ici qu'il doit avoir honte....

Pero Hermann no se dio por vencido. But Hermann didn't give up. Mais Hermann n'a pas abandonné. Isabel Ivanovna recibió todos los días carta de él, ya fuera de un modo ya de otro. Isabel Ivanovna received a letter from him every day, one way or another. No estaban traducidas del alemán porque las escribía Hermann, impulsado por la pasión y hablando el lenguaje propio de ella. They were not translated from German because Hermann wrote them, driven by passion and speaking her own language. En ella se expresaban la inflexibilidad de sus deseos y el desorden de una imaginación desenfrenada. In them, the inflexibility of his desires and the disorder of an unbridled imagination were expressed. Il exprime la rigidité de ses désirs et le désordre d'une imagination débridée. Isabel Ivanovna no pensaba ya en devolverlas. Isabel Ivanovna no longer thought of returning them. Se embriagaba con ellas. She became intoxicated with them. Empezó a contestarlas y sus cartas cada vez eran más largas y más tiernas. She began to reply to them, and her letters were longer and more tender each time. Por último le echó por la ventana la siguiente misiva: Finally, she threw the following message out the window:

«Hoy es el baile en casa del embajador de… La condesa irá. "Today is the dance at the ambassador's house... The countess will be there. Nos quedaremos solas dos horas. We will be alone for two hours. He aquí una ocasión de verme. This is an opportunity to see me. Tan luego como se marche la condesa, sus criados se irán probablemente también. As soon as the countess leaves, her servants will probably leave too. Dès que la comtesse partira, ses serviteurs partiront probablement aussi. El suizo se queda en el zaguán, pero es verosímil que también se retire a su cuarto. The Swiss will stay in the entrance hall, but it is likely that he will also retire to his room. Le Suisse reste dans le couloir, mais il est plausible qu'il se retire également dans sa chambre. Venga usted a las once y media. Come at eleven-thirty. Diríjase a la escalera. Head to the staircase. Si encuentra usted a alguien, pregunte si está en casa la condesa. If you encounter anyone, ask if the countess is at home. Le dirán que no y entonces será preciso que se retire usted. They will say no, and then you will have to leave. Ils diront non, et vous devrez alors vous retirer. Pero lo más probable es que no encuentre a nadie, porque las muchachas estarán en su habitación. But it is more likely that you will not find anyone, because the girls will be in their room. Una vez en la antesala, diríjase a la izquierda y vaya a la alcoba de la condesa. Once in the anteroom, head to the left and go to the countess's chamber. En la alcoba, detrás del biombo, verá usted dos puertas pequeñas. La de la derecha da un gabinete donde nunca entra la condesa. La de la izquierda, a un pasillo donde hay una escalera estrecha que conduce a mi habitación.»

Hermann temblaba como un tigre esperando la hora de la cita. A las diez de la noche, ya estaba frente a la casa de la condesa. Hacía un tiempo infernal. El viento rugía. La nieve caía en copos enormes. Los faroles apenas alumbraban. Les lanternes sont à peine éclairées. En las calles no había un alma. De rato en rato, un cochero de punto, envuelto en su capote, arreaba su penco, buscando con la mirada algún retrasado viajero. De temps en temps, un cocher tricoté, enveloppé dans sa cape, gardait son penco, cherchant des yeux un voyageur retardé.

Hermann iba a cuerpo, mas no sentía ni el viento ni la nieve. Hermann était dans le corps, mais il ne sentait ni le vent ni la neige. Al fin, y a la postre, llegó el coche de la condesa. Enfin, enfin, la voiture de la comtesse arrive. Hermann vio como llevaban los criados a la anciana, la cual iba arropada en amplia piel de marta zibelina, y como detrás de ella aparecía su protegida con un ligero abrigo. Hermann regarde les serviteurs porter la vieille femme, enveloppée dans une grande fourrure de zibeline, et derrière elle, sa protégée, vêtue d'un manteau léger.

La portezuela se cerró con ruido, y el coche echó a andar pesadamente sobre la crujiente nieve. El suizo cerró la puerta. Apagaronse las luces que iluminaban las ventanas. Hermann comenzó a pasear en torno de la casa vacía. Se acercó a un farol. Miró la hora. Eran las once y veinte minutos. It was eleven twenty. Se quedó al pie del farol, siguiendo la marcha de las agujas y esperando que marcasen la hora fijada. He remained at the foot of the lamppost, keeping track of the clock hands and waiting for them to mark the appointed time. Il se tient au pied de la lanterne, suit les aiguilles et attend qu'elles marquent l'heure. A las once y media en punto, Hermann se dirigió a la escalinata de la casa y penetró en el iluminado zaguán. At exactly half past eleven, Hermann headed towards the staircase of the house and entered the illuminated hallway.

No estaba el suizo. The Swiss man was not there. Hermann subió rápidamente a la escalera, abrió la puerta de la antesala y vio a un sirviente dormido en un diván viejo y sucio. Hermann quickly climbed the stairs, opened the door to the anteroom, and saw a servant asleep on an old and dirty couch. Con paso ligero y firme, pasó al lado suyo Hermann. Hermann walked briskly past him. La sala y el gabinete estaban a oscuras. The living room and the study were in darkness.

La lámpara de la antesala apenas disipaba las sombras. The lamp in the anteroom barely dispelled the shadows. Hermann entró en la alcoba. Hermann entered the bedroom.

Delante de las imágenes sagradas oscilaba la llama de una lámpara de oro. In front of the sacred images, the flame of a golden lamp flickered. La flamme d'une lampe d'or vacille devant les images sacrées. Butacas y divanes forrados de antiguas telas descoloridas, con cojines de pluma bordados de oro en mal estado, se bañaban simétricamente colocados junto a las paredes cubiertas de tapicerías chinas. Armchairs and sofas covered in faded old fabrics, with worn out gold embroidered feather cushions, were symmetrically placed along the walls covered in Chinese tapestries. Fauteuils et divans tapissés de vieux tissus défraîchis, aux coussins de plumes brodés d'or en lambeaux, baignent symétriquement les murs couverts de tapisseries chinoises. En uno de los muros colgaban dos retratos pintados en París por Madame Lebrun, uno de los cuales representaba a un hombre de unos 40 años, sonrosado y grueso, con uniforme verde y cruces, y el otro a una joven hermosa de nariz aguileña, en cuyo cabello empolvado se veía una rosa. On one of the walls hung two portraits painted in Paris by Madame Lebrun, one depicting a man around 40 years old, rosy-cheeked and stout, in a green uniform adorned with crosses, and the other a beautiful young woman with an aquiline nose, with a rose in her powdered hair. Sur l'un des murs sont accrochés deux portraits peints à Paris par Madame Lebrun, l'un représentant un homme d'une quarantaine d'années, rose et épais, portant un uniforme vert et des croix, et l'autre une belle jeune femme au nez aquilin, dont les cheveux poudrés laissent apparaître une rose.

En todos los rincones había pastorcitos de porcelana, relojes de mesa, obras del célebre Leroy, cajitas, abanicos y otros objetos femeninos inventados a fines del pasado siglo al mismo tiempo que el globo de Montgolfier y que el magnetismo de Mesmer. In all the corners, there were porcelain shepherds, mantel clocks, works by the famous Leroy, little boxes, fans, and other feminine objects invented at the end of the previous century, alongside the Montgolfier balloon and Mesmer's magnetism. Partout des petits bergers en porcelaine, des horloges de table, des œuvres du célèbre Leroy, des petites boîtes, des éventails et autres objets féminins inventés à la fin du siècle dernier en même temps que le globe de Montgolfier et le magnétisme de Mesmer. Hermann pasó por detrás del biombo. Hermann walked behind the screen. Allí había una pequeña cama de hierro. There was a small iron bed there. A la derecha una puerta que conducía al gabinete, a la izquierda otra que conducía a un corredor. To the right, a door that led to the study, to the left, another door that led to a hallway. Hermann vio una escalera, estrecha, que subía al cuarto de la pobre protegida, pero se volvió y entró en el gabinete. Hermann saw a narrow staircase ascending to the poor woman's room, but he turned back and entered the study. El tiempo transcurrió con lentitud. Time passed slowly. En todas las habitaciones los relojes dieron uno tras otro las doce y el silencio reinó de nuevo. In all the rooms, the clocks struck twelve one after the other, and silence once again reigned. Hermann, de pie, se apoyó en la chimenea. Hermann stood by the fireplace. Estaba sereno. He was calm. Su corazón latía con toda regularidad como el de un hombre resuelto a hacer algo peligroso pero necesario. His heart was beating steadily like that of a man determined to do something dangerous but necessary. Los relojes dieron la una y luego las dos. The clocks struck one and then two. Se oyó a distancia el rodar de un carruaje. The sound of a carriage rolling in the distance was heard. Una emoción involuntaria se apoderó de él. An involuntary emotion seized him.