Irene Villa
Hola, chicos, ¿qué tal?
¿Qué tal va todo? Espero que todo vaya bien.
Hoy no me voy a enrollar para nada. Hoy voy a ir directamente al grano.
Hoy os voy a contar una historia muy importante.
Y por eso, por eso mismo, es importante que prestéis atención y que escuchéis muy bien porque es una de esas historias que te ponen los pelos de punta.
¿Estáis listos? ¿Estáis listas? Pues, venga, empezamos.
Hoy os voy a contar la historia de una niña que se llamaba Irene.
Estamos en 1991. En Madrid, Irene vive con sus padres y con su hermana mayor en un barrio de Madrid que se llama Aluche.
Irene es una niña normal. Va al colegio y le gustan mucho los deportes. Como es muy alta, juega al baloncesto. También le gusta mucho el patinaje sobre hielo. Es una niña muy activa, muy inquieta.
Su madre es funcionaria. Trabaja en una comisaría de policía. Cada mañana, Irene desayuna con sus padres y con su hermana mayor.
Después de desayunar, cada mañana, su madre la lleva al colegio en coche.
En los años ochenta y en los noventa, en España existía una organización terrorista que asesinaba a muchas personas. Era la organización terrorista ETA.
La mañana del 17 de octubre de 1991, la hermana de Irene, que ya tenía 15 años y, por tanto era más consciente de lo que pasaba, le preguntó a su madre, en el desayuno, por los atentados terroristas de ETA.
Le preguntó: “¿pero mamá, tú como trabajas para la policía, ¿no tienes miedo de que te maten a ti también? A lo mejor nos ponen una bomba.”
Irene, que solo tenía 12 años, hasta entonces nunca había pensado en ETA ni sabía muy bien de qué estaba hablando su hermana.
Pero aquella pregunta de su hermana se le quedó en la cabeza.
Luego, después de desayunar, mientras salían de casa para subirse en el coche, Irene le preguntó a su madre, “Mamá, ¿y si nos ponen una bomba a nosotros también?”
Su madre le contestó “No, hija, las bombas se las ponen a gente importante. Nosotras no somos nadie”.
Irene, como todas las mañanas, se subió al coche con su madre. Como todas las mañanas, su madre la llevaba al colegio antes de ir a la comisaría de policía donde trabajaba.
Unos minutos más tarde, el coche en el que iban Irene y su madre saltó por los aires. ETA había puesto una bomba en el coche.
No fue el único atentado de ETA en Madrid aquella mañana de octubre de 1991. Aquella fue una mañana trágica.
Aquella mañana, ETA cometió tres atentados terroristas.
Antes de la bomba contra el coche de Irene y su madre, ETA asesinó a un militar, el teniente Francisco Carballar, que era padre de cinco hijos.
Y después, ese mismo día por la tarde, ETA cometería otro atentado contra el comandante Rafael Villalobos
Irene y su madre no murieron en el atentado. Sobrevivieron porque las ambulancias se encontraban muy cerca de donde ellas estaban. Tuvieron la suerte, suerte entre comillas, claro, de que las ambulancias habían ido a atender a los heridos del primer atentado, el teniente Carballar. Gracias a que se encontraban cerca, los médicos pudieron atender a Irene y a su madre muy rápidamente y las llevaron al hospital.
En los años 80 y 90, los españoles estábamos acostumbrados a ver escenas de atentados en la televisión. Cada semana había imágenes de coches bomba, de muertos, de sangre… En aquellos años, este tipo de imágenes aparecían en la televisión mientras la gente estaba comiendo o cenando en familia.
Estas imágenes eran tan frecuentes que nos habíamos acostumbrado a ver estas imágenes. Bueno, acostumbrarse no es la palabra más adecuada. Uno no se acostumbra nunca a ver este tipo de imágenes.
Pero, en fin, lo que quiero decir es que a pesar de que este tipo de imágenes eran frecuentes, las imágenes del atentado de Irene y su madre tuvieron un gran impacto.
Irene y su madre sobrevivieron, pero las dos quedaron mutiladas. Irene perdió las dos piernas y su madre una pierna y un brazo.
No os puedo describir con palabras el horror que sentimos los españoles cuando vimos las imágenes en la televisión. Durante unos segundos, los españoles vimos a una mujer cubierta de sangre, tirada en el suelo, que gritaba y preguntaba dónde estaba su hija.
Su hija estaba también en el suelo. Cuando encontraron su cuerpo, la policía pensó que estaba muerta. Luego se dieron cuenta de que estaba viva y llevaron a las dos, madre e hija, al hospital.
Las imágenes del atentado de Irene y de su madre fueron muy impactantes y han quedado grabadas para siempre en la memoria colectiva de los españoles.
Para muchos fue, quizás, un despertar. Hasta el atentado de Irene y su madre, algunos pensaban que ETA era una banda de guerrilleros revolucionarios que luchaban por la libertad, contra la dictadura. Muchos aún tenían esa idea romántica de que eran unos jóvenes idealistas que luchaban por una causa noble, por la libertad, contra la dictadura.
Después de ver las imágenes del atentado a Irene y a su madre, mucha gente se dio cuenta de que en realidad no eran más que una banda de asesinos. No había ningún motivo que pudiera justificar aquel atentado brutal y salvaje contra una niña de doce años y contra su madre. Eran una banda de criminales mafiosos y nada más.
De hecho, Francia, que hasta entonces había mantenido una política de cierta tolerancia y comprensión hacia los miembros de ETA que se encontraban en territorio francés, empezó a colaborar mucho más con el gobierno de España. Digamos que hubo un antes y un después.
¿Qué causa revolucionaria, patriota o romántica podía justificar la amputación de las dos piernas a una niña de doce años?
Han pasado muchos años desde aquella mañana de octubre de 1991. Muchos quizás os estaréis preguntando qué fue de aquella niña. ¿Sobrevivió? ¿Quedó traumatizada para siempre? ¿Qué se sabe de ella?
Bueno, la historia de Irene es una historia con final feliz. Sí, a pesar de todo, a pesar de lo terrible de la situación a la que se tuvo que enfrentar, la historia de Irene termina bien.
Irene, Irene Villa, es hoy una mujer de 42 años.
No solo no está traumatizada sino que es una mujer muy feliz gracias a que aprendió a superar sus limitaciones y a sacar partido de su situación.
Irene no se rindió nunca. Como le gustaba el deporte, se dedicó al deporte paraolímpico y ha sido campeona de España de esquí alpino.
Estudió periodismo y hoy en día colabora con diversos periódicos y emisoras de radio.
Además es psicóloga y da apoyo a personas que se encuentran en situaciones similares, personas que sufren cualquier tipo de discapacidad. De hecho está muy implicada en el tema de la inclusión de personas con discapacidades.
No tengo tiempo de enumerar todas las cosas que ha hecho Irene Villa, todo lo que ha logrado a lo largo de su vida. Para que os hagáis una idea, os digo solo que fue elegida una de las 100 Mujeres Líderes más influyentes de España entre 2013 – 2016.
En su vida personal, está casada y tiene tres hijos.
Y es feliz. Se nota que es feliz porque sonríe, sonríe siempre y cuando habla transmite muy buenas vibraciones.
También se dedica a dar charlas y a hablar a la gente joven que no conoce lo que pasó, que no sabe quién es ella porque aún no había nacido cuando ETA intentó matarla a ella y a su madre.
Os dejo para terminar sus palabras. Ella misma cuenta lo que le pasó. Escuchad con atención y os daréis cuenta, por la forma en la que habla, de que es una mujer muy fuerte, muy madura.
“Soy Irene Villa, periodista, psicóloga, humanista.
Con esta formación, no creo que os extrañe que lo que me apasiona en este mundo son las personas. El ser humano, su capacidad de resiliencia, su generosidad...
También me gustan las personas...
Bueno, la inclusión de personas con discapacidad.
Ayudar a...
Bueno, a quien pueda ayudar, a inspirar, a encontrar su felicidad en su interior, a la inteligencia emocional...
En fin, muchas cosas.
Algunos no lo sabéis porque sois muy jóvenes, pero bueno, mi historia se resume en muchas adversidades y dificultades a lo largo de toda mi vida.
Pero concretamente, en el año 91, cuando yo tenía 12 años, ocurrió algo que, en principio, parecía irreversible.
Resulta que en aquella época había una banda terrorista que ponía bombas.
Aquel día decidieron masacrar Madrid, la capital de España.
Y bueno, pues uno de esos tres coches fue el de mi madre, que ella trabajaba en una comisaría de Policía haciendo DNI y pasaportes.
Y bueno, fue un blanco fácil, porque su coche no dormía en garaje y vieron que aparcaba donde aparcaban los policías.
El caso es que la bomba explotó justo antes de que me dejase a mí en el colegio.
Bueno, aquello nos destrozó el cuerpo a las dos.
Pero, milagrosamente, salvamos la vida.
Estaban los servicios sanitarios muy cerca porque había habido otra bomba en el mismo barrio de Aluche, muy cercano.
Y la ambulancia, que no pudo hacer nada por salvar a este teniente Carballar, que dejó 5 niños pequeñitos huérfanos, se llevó a mi madre, que, de hecho, era la única que parecía que estaba viva porque ella se levantaba y gritaba: "¡Mi niña! ¡Dónde está mi niña! ".
Bueno, yo estaba en la carretera tirada, aparentemente muerta.
Y alguien me dio la vuelta y vio que sí que tenía pulso.
Así que me llevaron corriendo al hospital más cercano.
Y ahí el primero que llegó fue mi padre.
Los médicos le dijeron cómo estaba, ¿y sabéis lo que dijo? "No la salvéis.
Yo no quiero para mi niña una vida desgraciada", y prefirió sufrir él lo peor que te puede pasar, que te maten a un hijo, antes que verme sufrir a mí.
El médico tampoco me quería salvar, pero bueno, afortunadamente ocurrió el milagro de devolverme a la vida.
Y a partir de ese momento, tanto mi madre como yo, decidimos dar gracias por esta nueva oportunidad que la vida nos estaba dando.
Que ha habido muchísimas personas que han sido asesinadas, y en nuestro caso estuvieron a punto, pero teníamos que dar las gracias.
Lógicamente, no fue tan fácil.
Porque asumir una realidad tan brusca...
Bueno, verte en el espejo directamente sin esta parte del cuerpo, y de pronto ver, bueno, que tu esquema corporal cambia, que a ti lo que te gusta es el deporte, el baloncesto, patinar sobre hielo...
Y de repente dices: "Bueno, ¿y ahora?
¿Y ahora qué? ".
Tuve muchísimo apoyo y muchísima ayuda.
Yo siempre digo que el apoyo social es fundamental. Siempre hay que contar lo que nos ocurre
para que otras personas nos puedan echar una mano.
Yo, en mi caso, tuve gente que vino de todas partes, incluso de fuera de España que se habían enterado.
Porque claro, las imágenes eran tan dantescas y terroríficas que dieron la vuelta al mundo.
Y bueno, por mucha ayuda, por muchos premios, por mucho reconocimiento y mucho amor, uno asume lo que realmente le pasa, no cuando está rodeado de este cariño, sino cuando te enfrentas a tu realidad en soledad.
Y eso no te lo puede quitar nadie.
Yo creo que el dolor es inevitable.
Lo que es opcional es quedarte en ese sufrimiento de por vida.
Así que decidí que iba a seguir estando abierta a los regalos que la vida me iba a dar.
Que, por cierto, han sido muchos.
Porque gracias al deporte, integro el primer equipo del mundo de esquí adaptado. Aun hoy, 11 años después de que naciera este equipo, yo sigo compitiendo.
He sido mamá de tres niños maravillosos, y eso ha sido lo que más ha llenado mi vida de ilusión, de alegría, de fuerza. Un corazón triplicado de fuerza, de amor.
Y eso es lo que ahora mismo me mueve. Y lo que más me preocupa, como a vosotros,
es darles una buena educación. Una educación en valores. Quiero fortalecer a mis hijos.
Siempre digo que: "Hijo, te haré fuerte y seguro, pero debes tropezar para aprender. Por eso voy a darte fortalezas humanas dándote mucho amor y mucha seguridad en ti mismo. Pero no voy a quitar las piedras de tu camino, porque cuantas más piedras encuentres más pesadas sean, más grande y fuerte construirás tu castillo".
Esa ha sido la principal lección que la vida me ha dado y así voy a educar a mis hijos”.
Bueno, yo creo que se entiende muy bien lo que ha dicho, ¿no?
En el blog os dejo este y otros vídeos para que entendáis mejor la historia de Irene Villa.
Un abrazo y nos vemos, no nos vemos, nos escuchamos, en el próximo vídeo, aquí en Español con Juan.