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Quantum Fracture, El Material Cuántico que se Enfría AL SOL | Rompiendo la Ley de Planck

El Material Cuántico que se Enfría AL SOL | Rompiendo la Ley de Planck

Los materiales cuánticos llevan décadas cambiando el mundo gracias a sus propiedades

fuera de lo ordinario. Debería estar ya acostumbrado, pero lo que os traigo hoy, me dejó en su

momento helado. Os lo cuento: unos investigadores de la universidad

de Standford dejaron un extraño dispositivo en el tejado de su edificio. No llevaba ninguna

batería ni estaba conectado eléctricamente a nada. Ese mediodía hacía fresco, los termómetros

marcaban unos 17 grados, pero la falta de nubes hacía que el sol pegara fuerte. El

aluminio de las ventanas expuestas casi alcanzaban los 40 grados, y la pintura negra de las paredes

ardía a 80. ¿Queréis saber qué temperatura registraba el dispositivo que habían dejado

en el tejado? Estaba a unos 12 grados, 5 grados por debajo de la temperatura ambiente. Sin

refrigeración de ningún tipo, el dispositivo se había enfriado solo a plena luz del día.

¿Cómo es posible esto? Parte del truco estaba en la reflectividad

de su capa superior; una grandísima parte de la luz rebotaba, no se absorbía y no calentaba

el bicho, pero ¿que la temperatura baje por debajo de la del ambiente? ¿qué clase de

magia es esta? El secreto está en que el material usa inteligentemente

una ley de la física muy antigua: la ley de Planck de emisión del cuerpo negro. Ya

tenemos un vídeo en el canal hablando del origen de esta ley, pero el resumen es que

todo cuerpo con una cierta temperatura brilla; las partículas cargadas que nos forman, al

moverse, agitan el campo electromagnético a su alrededor produciendo radiación. Dependiendo

de lo potente que sea esta agitación, es decir, cual sea la temperatura del cuerpo,

la radiación que emite es distinta. El sol, a sus 6000 grados, emite principalmente luz

visible (en especial, verde), nosotros, por estar a 36 grados, emitimos en el borde de

los infrarrojos e incluso un objeto a solo unos grados por encima del cero absoluto emite

microondas. La ley que te dice qué “colores” va a emanar del cuerpo y cómo de intensos

van a ser, es la ley de Planck. Y tiene en parte ese status de ley porque su derivación

es impoluta… salvo por un detalle que los físicos de la materia condensada están aprovechando.

Mirad: cuando una onda electromagnética se produce en el interior de un objeto y quiere

salir, tiene que enfrentarse a la interfase entre el material y el aire. Si esta onda

se propaga más o menos perpendicular a la superficie saldrá sin problemas y la detectaremos

como radiación, pero si lo hace lo bastante inclinada se producirá el fenómeno de la

reflexión total interna: la onda rebotará en la interfase como si fuera un espejo y

no la veremos salir (¡puede que hayas experimentado esto desde el fondo de una piscina!). Ahora,

nada en la naturaleza es 100% brusco; no se puede pasar de tener luz atravesando medios

a no tener nada. Las discontinuidades de verdad no le molan a la naturaleza, y las mates lo

confirman. Si te haces las cuentas, descubrirás que sí hay onda electromagnética que está

pasando de un medio a otro, como si una pequeñísima porción de la primera estuviera consiguiendo

pasar. Esta es una onda evanescente, un buen nombre porque no consigue avanzar mucho. En

cuestión de unas micras se ha desvanecido. Es por eso que estas ondas en la práctica

no tienen ningún impacto en nuestra vidas y es la razón por la que montones de derivaciones

teóricas como la Ley Planck las omiten. Pero, claro, ¿qué ocurriría si acercamos dos

superficies una barbaridad, tal que la distancia entre ellas sea de nanómetros? Entonces las

condiciones para la onda evanescente han cambiado, en vez de amortiguarse en el vacío, penetra

en el otro material y se propaga con normalidad. Es decir, que ahora no solo las ondas que

incidan con el ángulo correcto van a poder radiar hacia fuera, las que se reflejan en

la superficie también contribuyen: la transferencia de energía que sucede entre la dos superficies

es muchísimo mayor de lo que dicta la ley de Planck.

Y este aumento de la intensidad no es la única manera en la que los físicos han conseguido

“romperla”. Al fin y al cabo, la radiación que emite un cuerpo proviene de sus cargas

vibrando y dependiendo de la estructura del material unas frecuencias de vibración se

van a ver privilegiadas frente a otras. Asi que fabricando un material cuya red tenga

la forma correcta, puedes modificar casi a medida lo predicho por la ley de Planck.

Es justo explotando esto como el dispositivo de antes consigue enfriarse tanto. Veréis,

el aire que nos rodea es muy sensible a ciertos tipos de infrarrojos. Estas ondas electromagnéticas

tienen exactamente la energía para activar las vibraciones y rotaciones de las moléculas

que lo forman. Es decir que, cuando un cuerpo intenta perder energía radiando, a temperatura

ambiente, infrarrojos, esa energía es rápidamente absorbida por las moléculas cerca de él,

calentando el entorno y, por ende, a la fuente original. Es como intentar desprenderse de

una pelota, y que, parcialmente, rebote hacia ti otra vez.

Pero si pudieras radiar a una frecuencia que no fueran en este tipo de infrarrojos, utilizando

otro que no “activara” a las moléculas del entorno, la radiación sí podría escapar.

Esto es justo lo que la gente de Stanford hizo: fabricando a medida un material de distintas

capas consiguieron cambiar su emisividad a la ventana en la que el aire no absorbe, utilizándolo

como un sistema de enfriamiento gratuito. Es la reflectividad más esta refrigeración

pasiva lo que consigue que este sistema se enfríe al sol.

Sin embargo, esto no es ninguna novedad en nuestro planeta. Las hormigas plateadas del

Sahara llevan utilizando una técnica parecida en su piel durante cientos de miles de años:

unos pelitos triangulares les ayudan tanto a reflejar mucho la luz del sol como a potenciar

la emisión en esta ventana para enfriarse. Por contradictorio que parezca, unos pelos

que mantienen a las hormigas unos 5 grados por debajo de lo que deberían.

Y, como intuiréis, ya se está tramando poner estas dos técnicas en práctica, por ejemplo

en placas solares. Un gran problema que hay es que las células solares, encargadas de

convertir luz en electricidad, es que son solo sensibles a unas frecuencias concretas

(¡al igual que les pasaba a las moléculas del aire! Es lo que tiene la cuántica). Así

que cuando el sol impacta en la placa solo una porción de toda esa luz se está aprovechando.

Pero si se pudiera crear un sistema de dos materiales que, primero, absorbiera toda la

luz solar y después emitiera la energía recibida en la frecuencia a la que la célula

es sensible, podría incrementar bastante su eficiencia. Con estas nuevas técnicas,

acercando muchísimos los materiales para que las ondas evanescentes transfieran mucha

energía y creando materiales a medida para favorecer las frecuencias que nos interesan,

esto ya es una realidad. Se han conseguido prototipos que aumentan unas 40 veces la potencia

de las tradicionales, aunque producirlas industrialmente todavía es un problema sin resolver.

Aun así me parece brutal. Me parece brutal que de una pregunta tan sesuda como “¿se

podría romper la ley de Planck?” surja una tecnología que podría ser decisiva para

luchar contra el cambio climático. Es una de las recompensas de apoyar la ciencia que

es más teórica. Nunca sabes por dónde te va salir. En este sentido, investigadores

como los del IFIMAC estudian las aplicaciones que da la ahora flexible ley de Planck, con

cosas como textiles opacos a la luz visible pero transparente al infrarrojo, lo que daría

lugar a prendas muy frescas, o a controlar con suma finura estos intercambios de calor

para crear circuitos, puertas lógicas y hasta memorias usando solo el flujo del calor.

Quién sabe a dónde llevarán todas estas ideas locas, pero os aseguro que las veréis

aquí en Quantumfracture. Y ya sabes si quieres más ciencia solo tienes

que suscribirte. Y gracias por vernos.


El Material Cuántico que se Enfría AL SOL | Rompiendo la Ley de Planck Quantenmaterialkühlung in der Sonne | Durchbrechung des Planckschen Gesetzes Quantum Material Cooling IN THE SUN | Breaking Planck's Law Arrefecimento Quântico de Materiais NO SOL | Quebrando a Lei de Planck

Los materiales cuánticos llevan décadas cambiando el mundo gracias a sus propiedades

fuera de lo ordinario. Debería estar ya acostumbrado, pero lo que os traigo hoy, me dejó en su

momento helado. Os lo cuento: unos investigadores de la universidad

de Standford dejaron un extraño dispositivo en el tejado de su edificio. No llevaba ninguna

batería ni estaba conectado eléctricamente a nada. Ese mediodía hacía fresco, los termómetros

marcaban unos 17 grados, pero la falta de nubes hacía que el sol pegara fuerte. El

aluminio de las ventanas expuestas casi alcanzaban los 40 grados, y la pintura negra de las paredes

ardía a 80. ¿Queréis saber qué temperatura registraba el dispositivo que habían dejado

en el tejado? Estaba a unos 12 grados, 5 grados por debajo de la temperatura ambiente. Sin

refrigeración de ningún tipo, el dispositivo se había enfriado solo a plena luz del día.

¿Cómo es posible esto? Parte del truco estaba en la reflectividad

de su capa superior; una grandísima parte de la luz rebotaba, no se absorbía y no calentaba

el bicho, pero ¿que la temperatura baje por debajo de la del ambiente? ¿qué clase de

magia es esta? El secreto está en que el material usa inteligentemente

una ley de la física muy antigua: la ley de Planck de emisión del cuerpo negro. Ya

tenemos un vídeo en el canal hablando del origen de esta ley, pero el resumen es que

todo cuerpo con una cierta temperatura brilla; las partículas cargadas que nos forman, al

moverse, agitan el campo electromagnético a su alrededor produciendo radiación. Dependiendo

de lo potente que sea esta agitación, es decir, cual sea la temperatura del cuerpo,

la radiación que emite es distinta. El sol, a sus 6000 grados, emite principalmente luz

visible (en especial, verde), nosotros, por estar a 36 grados, emitimos en el borde de

los infrarrojos e incluso un objeto a solo unos grados por encima del cero absoluto emite

microondas. La ley que te dice qué “colores” va a emanar del cuerpo y cómo de intensos

van a ser, es la ley de Planck. Y tiene en parte ese status de ley porque su derivación

es impoluta… salvo por un detalle que los físicos de la materia condensada están aprovechando.

Mirad: cuando una onda electromagnética se produce en el interior de un objeto y quiere

salir, tiene que enfrentarse a la interfase entre el material y el aire. Si esta onda

se propaga más o menos perpendicular a la superficie saldrá sin problemas y la detectaremos

como radiación, pero si lo hace lo bastante inclinada se producirá el fenómeno de la

reflexión total interna: la onda rebotará en la interfase como si fuera un espejo y

no la veremos salir (¡puede que hayas experimentado esto desde el fondo de una piscina!). Ahora,

nada en la naturaleza es 100% brusco; no se puede pasar de tener luz atravesando medios

a no tener nada. Las discontinuidades de verdad no le molan a la naturaleza, y las mates lo

confirman. Si te haces las cuentas, descubrirás que sí hay onda electromagnética que está

pasando de un medio a otro, como si una pequeñísima porción de la primera estuviera consiguiendo

pasar. Esta es una onda evanescente, un buen nombre porque no consigue avanzar mucho. En

cuestión de unas micras se ha desvanecido. Es por eso que estas ondas en la práctica

no tienen ningún impacto en nuestra vidas y es la razón por la que montones de derivaciones

teóricas como la Ley Planck las omiten. Pero, claro, ¿qué ocurriría si acercamos dos

superficies una barbaridad, tal que la distancia entre ellas sea de nanómetros? Entonces las

condiciones para la onda evanescente han cambiado, en vez de amortiguarse en el vacío, penetra

en el otro material y se propaga con normalidad. Es decir, que ahora no solo las ondas que

incidan con el ángulo correcto van a poder radiar hacia fuera, las que se reflejan en

la superficie también contribuyen: la transferencia de energía que sucede entre la dos superficies

es muchísimo mayor de lo que dicta la ley de Planck.

Y este aumento de la intensidad no es la única manera en la que los físicos han conseguido

“romperla”. Al fin y al cabo, la radiación que emite un cuerpo proviene de sus cargas

vibrando y dependiendo de la estructura del material unas frecuencias de vibración se

van a ver privilegiadas frente a otras. Asi que fabricando un material cuya red tenga

la forma correcta, puedes modificar casi a medida lo predicho por la ley de Planck.

Es justo explotando esto como el dispositivo de antes consigue enfriarse tanto. Veréis,

el aire que nos rodea es muy sensible a ciertos tipos de infrarrojos. Estas ondas electromagnéticas

tienen exactamente la energía para activar las vibraciones y rotaciones de las moléculas

que lo forman. Es decir que, cuando un cuerpo intenta perder energía radiando, a temperatura

ambiente, infrarrojos, esa energía es rápidamente absorbida por las moléculas cerca de él,

calentando el entorno y, por ende, a la fuente original. Es como intentar desprenderse de

una pelota, y que, parcialmente, rebote hacia ti otra vez.

Pero si pudieras radiar a una frecuencia que no fueran en este tipo de infrarrojos, utilizando

otro que no “activara” a las moléculas del entorno, la radiación sí podría escapar.

Esto es justo lo que la gente de Stanford hizo: fabricando a medida un material de distintas

capas consiguieron cambiar su emisividad a la ventana en la que el aire no absorbe, utilizándolo

como un sistema de enfriamiento gratuito. Es la reflectividad más esta refrigeración

pasiva lo que consigue que este sistema se enfríe al sol.

Sin embargo, esto no es ninguna novedad en nuestro planeta. Las hormigas plateadas del

Sahara llevan utilizando una técnica parecida en su piel durante cientos de miles de años:

unos pelitos triangulares les ayudan tanto a reflejar mucho la luz del sol como a potenciar

la emisión en esta ventana para enfriarse. Por contradictorio que parezca, unos pelos

que mantienen a las hormigas unos 5 grados por debajo de lo que deberían.

Y, como intuiréis, ya se está tramando poner estas dos técnicas en práctica, por ejemplo

en placas solares. Un gran problema que hay es que las células solares, encargadas de

convertir luz en electricidad, es que son solo sensibles a unas frecuencias concretas

(¡al igual que les pasaba a las moléculas del aire! Es lo que tiene la cuántica). Así

que cuando el sol impacta en la placa solo una porción de toda esa luz se está aprovechando.

Pero si se pudiera crear un sistema de dos materiales que, primero, absorbiera toda la

luz solar y después emitiera la energía recibida en la frecuencia a la que la célula

es sensible, podría incrementar bastante su eficiencia. Con estas nuevas técnicas,

acercando muchísimos los materiales para que las ondas evanescentes transfieran mucha

energía y creando materiales a medida para favorecer las frecuencias que nos interesan,

esto ya es una realidad. Se han conseguido prototipos que aumentan unas 40 veces la potencia

de las tradicionales, aunque producirlas industrialmente todavía es un problema sin resolver.

Aun así me parece brutal. Me parece brutal que de una pregunta tan sesuda como “¿se

podría romper la ley de Planck?” surja una tecnología que podría ser decisiva para

luchar contra el cambio climático. Es una de las recompensas de apoyar la ciencia que

es más teórica. Nunca sabes por dónde te va salir. En este sentido, investigadores

como los del IFIMAC estudian las aplicaciones que da la ahora flexible ley de Planck, con

cosas como textiles opacos a la luz visible pero transparente al infrarrojo, lo que daría

lugar a prendas muy frescas, o a controlar con suma finura estos intercambios de calor

para crear circuitos, puertas lógicas y hasta memorias usando solo el flujo del calor.

Quién sabe a dónde llevarán todas estas ideas locas, pero os aseguro que las veréis

aquí en Quantumfracture. Y ya sabes si quieres más ciencia solo tienes

que suscribirte. Y gracias por vernos.