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Libro Completo: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, El ingenioso hidalgo Don Quijote Capítulo VIII

El ingenioso hidalgo Don Quijote Capítulo VIII

Capítulo VIII - Del buen suceso [1] que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, [2] con otros sucesos dignos de felice recordación

En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:

—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra [3], y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra [4].

—¿Qué gigantes?

—dijo Sancho Panza. —Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.

—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes [5], sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.

—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras [6]: ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla [7].

Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante [8], sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer [*].

Pero él iba tan puesto en que eran gigantes [9], que ni oía [*] las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran, antes iba diciendo en voces altas: —Non fuyades [10], cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.

Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo:

—Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo [11], me lo habéis de pagar.

Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre [12], arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero [13], que fue rodando muy maltrecho por el campo.

Acudió Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de su asno, y cuando llegó halló que no se podía menear: tal fue el golpe que dio con él Rocinante. —¡Válame Dios!

—dijo Sancho—.

¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza? —Calla, amigo Sancho —respondió don Quijote—, que las cosas de la guerra más que otras están sujetas a continua mudanza [14]; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad [15], que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos, por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo [16] han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada.

—Dios lo haga como puede —respondió Sancho Panza.

Y, ayudándole a levantar, tornó a subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba [17].

Y, hablando en la pasada aventura [18], siguieron el camino del Puerto Lápice [19], porque allí decía don Quijote que no era posible dejar de hallarse muchas y diversas aventuras, por ser lugar muy pasajero [20]; sino que iba muy pesaroso, por haberle faltado la lanza; y diciéndoselo a su escudero, le dijo: —Yo me acuerdo haber leído que un caballero español llamado Diego Pérez de Vargas, habiéndosele en una batalla roto la espada [*], desgajó de una encina un pesado ramo o tronco, y con él hizo tales cosas aquel día y machacó tantos moros, que le quedó por sobrenombre «Machuca» [21], y así él como sus decendientes se llamaron desde aquel día en adelante «Vargas y Machuca».

Hete dicho esto porque de la primera encina o roble que se me depare pienso desgajar otro tronco, tal y tan bueno como aquel que me imagino; y pienso hacer con él tales hazañas, que tú te tengas por bien afortunado de haber merecido venir a vellas y a ser testigo de cosas que apenas podrán ser creídas. —A la mano de Dios [22] —dijo Sancho—.

Yo lo creo todo así como vuestra merced lo dice; pero enderécese un poco, que parece que va de medio lado, y debe de ser del molimiento de la caída. —Así es la verdad —respondió don Quijote—, y si no me quejo del dolor, es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna [23], aunque se le salgan las tripas por ella.

—Si eso es así, no tengo yo que replicar —respondió Sancho—; pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le doliera.

De mí sé decir que me he de quejar del más pequeño dolor que tenga, si ya no se entiende también con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse. No se dejó de reír don Quijote de la simplicidad de su escudero; y, así, le declaró que podía muy bien quejarse como y cuando quisiese, sin gana o con ella, que hasta entonces no había leído cosa en contrario en la orden de caballería.

Díjole Sancho que mirase que era hora de comer. Respondióle su amo que por entonces no le hacía menester [24], que comiese él cuando se le antojase. Con esta licencia, se acomodó Sancho lo mejor que pudo sobre su jumento, y, sacando de las alforjas lo que en ellas había puesto, iba caminando y comiendo detrás de su amo muy de su espacio [*][25], y de cuando en cuando empinaba [*] la bota, con tanto gusto, que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga [26]. Y en tanto que él iba de aquella manera menudeando tragos, no se le acordaba de ninguna promesa que su amo le hubiese hecho, ni tenía por ningún trabajo, sino por mucho descanso, andar buscando las aventuras, por peligrosas que fuesen. En resolución [27], aquella noche la pasaron entre unos árboles, y del uno dellos desgajó don Quijote un ramo seco que casi le podía servir de lanza, y puso en él el hierro que quitó de la que se le había quebrado [28].

Toda aquella noche no durmió don Quijote, pensando en su señora Dulcinea, por acomodarse a lo que había leído en sus libros, cuando los caballeros pasaban sin dormir muchas noches en las florestas y despoblados [29], entretenidos con las memorias de sus señoras [30]. No la pasó ansí Sancho Panza, que, como tenía el estómago lleno, y no de agua de chicoria [31], de un sueño se la llevó toda, y no fueran parte para despertarle [32], si su amo no lo [*] llamara, los rayos del sol, que le daban en el rostro, ni el canto de las aves, que muchas y muy regocijadamente la venida del nuevo día saludaban. Al levantarse, dio un tiento a la bota [33], y hallóla algo más flaca que la noche antes, y afligiósele [*] el corazón, por parecerle que no llevaban camino de remediar tan presto su falta. No quiso desayunarse don Quijote, porque, como está dicho, dio en sustentarse de sabrosas memorias. Tornaron a su comenzado camino del Puerto Lápice, y a obra de las tres del día le descubrieron [34]. —Aquí —dijo en viéndole don Quijote— podemos, hermano Sancho Panza, meter las manos hasta los codos en esto que llaman aventuras.

Mas advierte que, aunque me veas en los mayores peligros del mundo, no has de poner mano a tu espada para defenderme [35], si ya no vieres que los que me ofenden es canalla y gente baja, que en tal caso bien puedes ayudarme; pero, si fueren caballeros, en ninguna manera te es lícito ni concedido por las leyes de caballería que me ayudes, hasta que seas armado caballero. —Por cierto, señor —respondió Sancho—, que vuestra merced será [*] muy bien obedecido [*] en esto, y más, que yo de mío [36] me soy pacífico y enemigo de meterme en ruidos ni pendencias.

Bien es verdad que en lo que tocare a defender mi persona no tendré mucha cuenta con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten que cada uno se defienda de quien quisiere agraviarle [*]. —No digo yo menos —respondió don Quijote—, pero en esto de ayudarme contra caballeros has de tener a raya tus naturales ímpetus.

—Digo que así lo haré —respondió Sancho— y que guardaré ese preceto tan bien como el día del domingo.

Estando en estas razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden de San Benito, caballeros sobre dos dromedarios, que no eran más pequeñas dos mulas en que venían [37].

Traían sus antojos de camino y sus quitasoles [38]. Detrás dellos venía un coche [39], con cuatro o cinco de a caballo que le acompañaban y dos mozos de mulas a pie. Venía en el coche, como después se supo, una señora vizcaína que iba a Sevilla, donde estaba su marido, que pasaba a las Indias con un muy honroso cargo [40]. No venían los frailes con ella, aunque iban el mesmo camino [41]; mas apenas los divisó don Quijote, cuando dijo a su escudero: —O yo me engaño, o esta ha de ser la más famosa aventura que se haya visto, porque aquellos bultos negros que allí parecen deben de ser y son sin duda algunos encantadores que llevan hurtada alguna princesa en aquel coche, y es menester deshacer este tuerto a todo mi poderío [42].

—Peor será esto que los molinos de viento —dijo Sancho—.

Mire, señor, que aquellos son frailes de San Benito, y el coche debe de ser de alguna gente pasajera. Mire que digo que mire bien lo que hace, no sea el diablo que le engañe. —Ya te he dicho, Sancho —respondió don Quijote—, que sabes poco de achaque de aventuras [43]: lo que yo digo es verdad, y ahora lo verás.

Y diciendo esto se adelantó y se puso en la mitad del camino por donde los frailes venían, y, en llegando tan cerca que a él le pareció que le podrían oír lo que dijese, en alta voz dijo:

—Gente endiablada y descomunal [44], dejad luego al punto las altas princesas que en ese coche lleváis forzadas [45]; si no, aparejaos a recebir presta muerte, por justo castigo de vuestras malas obras.

Detuvieron los frailes las riendas, y quedaron admirados así de la figura de don Quijote como de sus razones, a las cuales respondieron:

—Señor caballero, nosotros no somos endiablados ni descomunales, sino dos religiosos de San Benito que vamos nuestro camino, y no sabemos si en este coche vienen o no ningunas forzadas princesas.

—Para conmigo no hay palabras blandas, que ya yo os conozco, fementida canalla [46] —dijo don Quijote.

Y sin esperar más respuesta picó a Rocinante y, la lanza baja, arremetió contra el primero fraile, con tanta furia y denuedo, que si el fraile no se dejara caer de la mula él le hiciera venir al suelo mal de su grado, y aun malferido, si no cayera muerto [47].

El segundo religioso, que vio del modo que trataban a su compañero, puso piernas al castillo de su buena mula [48], y comenzó a correr por aquella campaña, más ligero que el mesmo viento. Sancho Panza, que vio en el suelo al fraile, apeándose ligeramente de su asno arremetió a él y le comenzó a quitar los hábitos.

Llegaron en esto dos mozos de los frailes y preguntáronle que por qué le desnudaba. Respondióles Sancho que aquello le tocaba a él ligítimamente [*] como despojos de la batalla que su señor don Quijote había ganado. Los mozos, que no sabían de burlas [49], ni entendían aquello de despojos ni batallas, viendo que ya don Quijote estaba desviado de allí hablando con las que en el coche venían, arremetieron con Sancho y dieron con él en el suelo, y, sin dejarle pelo en las barbas, le molieron a coces [50] y le dejaron tendido en el suelo, sin aliento ni sentido. Y, sin detenerse un punto, tornó a subir el fraile, todo temeroso y acobardado y sin color en el rostro; y cuando se vio a caballo, picó tras su compañero [51], que un buen espacio de allí le estaba aguardando, y esperando en qué paraba aquel sobresalto, y, sin querer aguardar el fin de todo aquel comenzado suceso, siguieron su camino, haciéndose más cruces que si llevaran al diablo [*] a las espaldas [52]. Don Quijote estaba, como se ha dicho, hablando con la señora del coche, diciéndole:

—La vuestra fermosura, señora mía, puede facer de su persona lo que más le viniere en talante [53], porque ya la soberbia de vuestros robadores yace por el suelo, derribada por este mi fuerte brazo; y por que no penéis por saber el nombre de vuestro libertador, sabed que yo me llamo don Quijote de la Mancha, caballero andante y aventurero [*], y cautivo de la sin par y hermosa doña Dulcinea del Toboso; y, en pago del beneficio que de mí habéis recebido, no quiero otra cosa sino que volváis al Toboso [*][54] y que de mi parte os presentéis ante esta señora y le digáis lo que por vuestra libertad he fecho [*].

Todo esto que don Quijote decía escuchaba un escudero de los que el coche acompañaban, que era vizcaíno [55], el cual, viendo que no quería dejar pasar el coche adelante, sino que decía que luego había de dar la vuelta al Toboso, se fue para don Quijote y, asiéndole de la lanza, le dijo, en mala lengua castellana y peor vizcaína, desta manera:

—Anda, caballero que mal andes; por el Dios que crióme, que, si no dejas coche, así te matas como estás ahí vizcaíno [56].

Entendióle muy bien don Quijote, y con mucho sosiego le respondió:

—Si fueras caballero, como no lo eres, ya yo hubiera castigado tu sandez y atrevimiento, cautiva criatura [57].

A lo cual replicó el vizcaíno:

—¿Yo no caballero?

Juro a Dios tan mientes como cristiano. Si lanza arrojas [*] y espada sacas, ¡el agua cuán presto verás que al gato llevas! Vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo por el diablo, y mientes que mira si otra dices cosa [58]. —Ahora lo veredes, dijo Agrajes [59] —respondió don Quijote.

Y, arrojando [*] la lanza en el suelo, sacó su espada y embrazó su rodela, y arremetió al vizcaíno, con determinación de quitarle la vida.

El vizcaíno, que así le vio venir, aunque quisiera apearse de la mula, que, por ser de las malas de alquiler [60], no había que fiar en ella, no pudo hacer otra cosa sino sacar su espada; pero avínole bien que se halló junto al coche [61], de donde pudo tomar una almohada [62], que le sirvió de escudo, y luego se fueron el uno para el otro, como si fueran dos mortales enemigos. La demás gente quisiera ponerlos en paz, mas no pudo, porque decía el vizcaíno en sus mal trabadas razones que si no le dejaban acabar su batalla, que él mismo había de matar a su ama y a toda la gente que se lo estorbase. La señora del coche, admirada y temerosa de lo que veía, hizo al cochero que se desviase de allí algún poco, y desde lejos se puso a mirar la rigurosa contienda, en el discurso de la cual dio el vizcaíno una gran cuchillada a don Quijote encima de un hombro [63], por encima de la rodela, que, a dársela sin defensa, le abriera hasta la cintura [64]. Don Quijote, que sintió la pesadumbre de aquel desaforado golpe [65], dio una gran voz, diciendo: —¡Oh, señora de mi alma, Dulcinea, flor de la fermosura, socorred a este vuestro caballero, que por satisfacer a la vuestra mucha bondad en este riguroso trance se halla!

El decir esto, y el apretar la espada, y el cubrirse bien de su rodela, y el arremeter al vizcaíno, todo fue en un tiempo, llevando determinación de aventurarlo todo a la de un golpe solo [*][66].

El vizcaíno, que así le vio venir contra él, bien entendió por su denuedo su coraje, y determinó de hacer lo mesmo que don Quijote; y, así, le aguardó bien cubierto de su almohada, sin poder rodear la mula a una ni a otra parte [67], que ya, de puro cansada y no hecha a semejantes niñerías, no podía dar un paso.

Venía, pues, como se ha dicho, don Quijote contra el cauto vizcaíno con la espada en alto [68], con determinación de abrirle por medio, y el vizcaíno le aguardaba ansimesmo levantada la espada y aforrado con su almohada [69], y todos los circunstantes estaban temerosos y colgados de lo que había de suceder de aquellos tamaños golpes con que se amenazaban [70]; y la señora del coche y las demás criadas suyas estaban haciendo mil votos y ofrecimientos a todas las imágenes y casas de devoción de España [71], porque Dios librase a su escudero y a ellas de aquel tan grande peligro en que se hallaban.

Pero está el daño de todo esto que en este punto y término deja pendiente el autor desta historia esta batalla [72], disculpándose que no halló más escrito destas hazañas de don Quijote, de las que deja referidas.

Bien es verdad que el segundo autor desta obra [73] no quiso creer que tan curiosa historia estuviese entregada a las leyes del olvido, ni que hubiesen sido tan poco curiosos los ingenios de la Mancha, que no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios algunos papeles que deste famoso caballero tratasen; y así, con esta imaginación, no se desesperó de hallar el fin desta apacible historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se contará en la segunda parte.

El ingenioso hidalgo Don Quijote Capítulo VIII Der geniale Hidalgo Don Quijote Kapitel VIII The Ingenious Gentleman Don Quixote Chapter VIII L'ingénieux hidalgo Don Quichotte Chapitre VIII L'ingegnoso Hidalgo Don Chisciotte Capitolo VIII 独創的なイダルゴ ドン・キホーテ 第八章 O engenhoso Hidalgo Dom Quixote Capítulo VIII Хитроумный идальго Дон Кихот Глава VIII

Capítulo VIII - Del buen suceso [1] que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, [2] con otros sucesos dignos de felice recordación

En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:

—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra [3], y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra [4].

—¿Qué gigantes?

—dijo Sancho Panza. —Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.

—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes [5], sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.

—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras [6]: ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla [7].

Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante [8], sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer [*].

Pero él iba tan puesto en que eran gigantes [9], que ni oía [*] las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran, antes iba diciendo en voces altas: Mas ele estava tão convencido de que eram gigantes [9], que não ouviu [*] as vozes de seu escudeiro Sancho, nem percebeu, embora já estivesse muito perto, o que eram, antes de dizer em voz alta: —Non fuyades [10], cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.

Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo:

—Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo [11], me lo habéis de pagar.

Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre [12], arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero [13], que fue rodando muy maltrecho por el campo.

Acudió Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de su asno, y cuando llegó halló que no se podía menear: tal fue el golpe que dio con él Rocinante. Sancho Panza came to help him, at all the running of his donkey, and when he arrived he found that he could not move: such was the blow that Rocinante struck him. —¡Válame Dios! -God save me!

—dijo Sancho—.

¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza? —Calla, amigo Sancho —respondió don Quijote—, que las cosas de la guerra más que otras están sujetas a continua mudanza [14]; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad [15], que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos, por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo [16] han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada. "Cala a boca, amigo Sancho", respondeu Dom Quixote, "que as coisas da guerra, mais do que as outras, estão sujeitas a mudanças contínuas [14]; quanto mais, eu acho, e é verdade [15], que aquele sábio Frestón que roubou meu quarto e os livros transformou esses gigantes em moinhos, para tirar a glória de sua vitória: tal é a inimizade que ele tem para mim; mas afinal [16] suas más artes terão pouco poder contra a bondade de minha espada.

—Dios lo haga como puede —respondió Sancho Panza.

Y, ayudándole a levantar, tornó a subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba [17].

Y, hablando en la pasada aventura [18], siguieron el camino del Puerto Lápice [19], porque allí decía don Quijote que no era posible dejar de hallarse muchas y diversas aventuras, por ser lugar muy pasajero [20]; sino que iba muy pesaroso, por haberle faltado la lanza; y diciéndoselo a su escudero, le dijo: —Yo me acuerdo haber leído que un caballero español llamado Diego Pérez de Vargas, habiéndosele en una batalla roto la espada [*], desgajó de una encina un pesado ramo o tronco, y con él hizo tales cosas aquel día y machacó tantos moros, que le quedó por sobrenombre «Machuca» [21], y así él como sus decendientes se llamaron desde aquel día en adelante «Vargas y Machuca».

Hete dicho esto porque de la primera encina o roble que se me depare pienso desgajar otro tronco, tal y tan bueno como aquel que me imagino; y pienso hacer con él tales hazañas, que tú te tengas por bien afortunado de haber merecido venir a vellas y a ser testigo de cosas que apenas podrán ser creídas. —A la mano de Dios [22] —dijo Sancho—.

Yo lo creo todo así como vuestra merced lo dice; pero enderécese un poco, que parece que va de medio lado, y debe de ser del molimiento de la caída. —Así es la verdad —respondió don Quijote—, y si no me quejo del dolor, es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna [23], aunque se le salgan las tripas por ella.

—Si eso es así, no tengo yo que replicar —respondió Sancho—; pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le doliera. "If that's the case, I don't have to reply," answered Sancho; but God knows if I would be glad that your grace would complain when something hurt.

De mí sé decir que me he de quejar del más pequeño dolor que tenga, si ya no se entiende también con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse. No se dejó de reír don Quijote de la simplicidad de su escudero; y, así, le declaró que podía muy bien quejarse como y cuando quisiese, sin gana o con ella, que hasta entonces no había leído cosa en contrario en la orden de caballería.

Díjole Sancho que mirase que era hora de comer. Respondióle su amo que por entonces no le hacía menester [24], que comiese él cuando se le antojase. Con esta licencia, se acomodó Sancho lo mejor que pudo sobre su jumento, y, sacando de las alforjas lo que en ellas había puesto, iba caminando y comiendo detrás de su amo muy de su espacio [*][25], y de cuando en cuando empinaba [*] la bota, con tanto gusto, que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga [26]. Y en tanto que él iba de aquella manera menudeando tragos, no se le acordaba de ninguna promesa que su amo le hubiese hecho, ni tenía por ningún trabajo, sino por mucho descanso, andar buscando las aventuras, por peligrosas que fuesen. E enquanto andava por ali, tomando muitos drinques, não se lembrava de nenhuma promessa que seu mestre lhe tivesse feito, nem tinha para nenhum trabalho, mas sim para muito descanso, para ir em busca de aventuras, por mais perigosas que fossem. eles podem ser. En resolución [27], aquella noche la pasaron entre unos árboles, y del uno dellos desgajó don Quijote un ramo seco que casi le podía servir de lanza, y puso en él el hierro que quitó de la que se le había quebrado [28].

Toda aquella noche no durmió don Quijote, pensando en su señora Dulcinea, por acomodarse a lo que había leído en sus libros, cuando los caballeros pasaban sin dormir muchas noches en las florestas y despoblados [29], entretenidos con las memorias de sus señoras [30]. No la pasó ansí Sancho Panza, que, como tenía el estómago lleno, y no de agua de chicoria [31], de un sueño se la llevó toda, y no fueran parte para despertarle [32], si su amo no lo [*] llamara, los rayos del sol, que le daban en el rostro, ni el canto de las aves, que muchas y muy regocijadamente la venida del nuevo día saludaban. Al levantarse, dio un tiento a la bota [33], y hallóla algo más flaca que la noche antes, y afligiósele [*] el corazón, por parecerle que no llevaban camino de remediar tan presto su falta. When he got up, he touched his boot [33], and found it somewhat thinner than the night before, and his heart [*] grieved, because it seemed to him that they were not on the way to remedy his fault so quickly. Quando se levantou, deu uma tacada na bota [33], e achou-a um pouco mais fraca do que na noite anterior, e seu coração estava aflito [*], pois parecia-lhe que não estavam a caminho de remediar sua falta tão rápido. No quiso desayunarse don Quijote, porque, como está dicho, dio en sustentarse de sabrosas memorias. Dom Quixote não quis tomar o café da manhã, porque, como já foi dito, conseguiu se sustentar com lembranças saborosas. Tornaron a su comenzado camino del Puerto Lápice, y a obra de las tres del día le descubrieron [34]. Voltaram ao caminho iniciado para Puerto Lápice e por volta das três horas o encontraram [34]. —Aquí —dijo en viéndole don Quijote— podemos, hermano Sancho Panza, meter las manos hasta los codos en esto que llaman aventuras.

Mas advierte que, aunque me veas en los mayores peligros del mundo, no has de poner mano a tu espada para defenderme [35], si ya no vieres que los que me ofenden es canalla y gente baja, que en tal caso bien puedes ayudarme; pero, si fueren caballeros, en ninguna manera te es lícito ni concedido por las leyes de caballería que me ayudes, hasta que seas armado caballero. —Por cierto, señor —respondió Sancho—, que vuestra merced será [*] muy bien obedecido [*] en esto, y más, que yo de mío [36] me soy pacífico y enemigo de meterme en ruidos ni pendencias.

Bien es verdad que en lo que tocare a defender mi persona no tendré mucha cuenta con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten que cada uno se defienda de quien quisiere agraviarle [*]. It is true that as far as defending my person is concerned, I will not have much regard for those laws, since the divine and human laws allow each one to defend himself against whoever wishes to offend him [*]. —No digo yo menos —respondió don Quijote—, pero en esto de ayudarme contra caballeros has de tener a raya tus naturales ímpetus. -I say no less," replied Don Quixote; "but in this matter of helping me against knights you must keep your natural impulses in check.

—Digo que así lo haré —respondió Sancho— y que guardaré ese preceto tan bien como el día del domingo. -I say that I will do so," replied Sancho, "and that I will keep that precept as well as on Sunday.

Estando en estas razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden de San Benito, caballeros sobre dos dromedarios, que no eran más pequeñas dos mulas en que venían [37]. Being in these reasons, two friars of the order of St. Benedict, knights on two dromedaries, which were no smaller than two mules on which they came [37], appeared on the road.

Traían sus antojos de camino y sus quitasoles [38]. They brought their cravings on the road and their parasols [38]. Detrás dellos venía un coche [39], con cuatro o cinco de a caballo que le acompañaban y dos mozos de mulas a pie. Behind them came a carriage [39], with four or five horses accompanying it and two muleteers on foot. Atrás deles vinha uma carruagem [39], com quatro ou cinco cavaleiros que a acompanhavam e dois tropeiros a pé. Venía en el coche, como después se supo, una señora vizcaína que iba a Sevilla, donde estaba su marido, que pasaba a las Indias con un muy honroso cargo [40]. There was in the carriage, as was later learned, a lady from Biscay who was going to Seville, where her husband was, who was going to the Indies with a very honorable position [40]. No venían los frailes con ella, aunque iban el mesmo camino [41]; mas apenas los divisó don Quijote, cuando dijo a su escudero: The friars were not coming with her, although they were on the same road [41]; but Don Quixote had scarcely caught sight of them when he said to his squire: —O yo me engaño, o esta ha de ser la más famosa aventura que se haya visto, porque aquellos bultos negros que allí parecen deben de ser y son sin duda algunos encantadores que llevan hurtada alguna princesa en aquel coche, y es menester deshacer este tuerto a todo mi poderío [42]. Either I am mistaken, or this must be the most famous adventure ever seen, because those black lumps that appear there must be and are undoubtedly some enchanters who are carrying a stolen princess in that carriage, and it is necessary to undo this one-eyed man with all my might [42].

—Peor será esto que los molinos de viento —dijo Sancho—. -This will be better than windmills," said Sancho.

Mire, señor, que aquellos son frailes de San Benito, y el coche debe de ser de alguna gente pasajera. Mire que digo que mire bien lo que hace, no sea el diablo que le engañe. I tell you to watch what you are doing, lest the devil deceive you. —Ya te he dicho, Sancho —respondió don Quijote—, que sabes poco de achaque de aventuras [43]: lo que yo digo es verdad, y ahora lo verás.

Y diciendo esto se adelantó y se puso en la mitad del camino por donde los frailes venían, y, en llegando tan cerca que a él le pareció que le podrían oír lo que dijese, en alta voz dijo:

—Gente endiablada y descomunal [44], dejad luego al punto las altas princesas que en ese coche lleváis forzadas [45]; si no, aparejaos a recebir presta muerte, por justo castigo de vuestras malas obras.

Detuvieron los frailes las riendas, y quedaron admirados así de la figura de don Quijote como de sus razones, a las cuales respondieron:

—Señor caballero, nosotros no somos endiablados ni descomunales, sino dos religiosos de San Benito que vamos nuestro camino, y no sabemos si en este coche vienen o no ningunas forzadas princesas. -Sir gentleman, we are not devilish or huge, but two religious of St. Benedict who are on our way, and we do not know whether or not any forced princesses are coming in this car.

—Para conmigo no hay palabras blandas, que ya yo os conozco, fementida canalla [46] —dijo don Quijote. -There are no soft words for me, for I already know you, you femmetical scoundrel," said Don Quixote.

Y sin esperar más respuesta picó a Rocinante y, la lanza baja, arremetió contra el primero fraile, con tanta furia y denuedo, que si el fraile no se dejara caer de la mula él le hiciera venir al suelo mal de su grado, y aun malferido, si no cayera muerto [47]. And without waiting for any further response he stung Rocinante and, spear lowered, lashed out at the first friar, with such fury and boldness, that if the friar did not let himself fall from the mule he would make him come to the ground badly from his degree, and even ill-fated, if he did not fall dead [47]. E sem esperar outra resposta, picou Rocinante e, baixando a lança, atacou o primeiro frade, com tanta fúria e ousadia, que se o frade não se deixasse cair da mula o faria cair mal no chão, e até mesmo ferido, se não caísse morto [47].

El segundo religioso, que vio del modo que trataban a su compañero, puso piernas al castillo de su buena mula [48], y comenzó a correr por aquella campaña, más ligero que el mesmo viento. The second religious, who saw the way they treated his companion, put legs to the castle of his good mule [48], and began to run through that campaign, lighter than the wind itself. O segundo religioso, que viu o tratamento dado ao seu companheiro, pôs pernas ao castelo da sua boa mula [48], e começou a correr naquela campanha, mais leve que o próprio vento. Sancho Panza, que vio en el suelo al fraile, apeándose ligeramente de su asno arremetió a él y le comenzó a quitar los hábitos.

Llegaron en esto dos mozos de los frailes y preguntáronle que por qué le desnudaba. Respondióles Sancho que aquello le tocaba a él ligítimamente [*] como despojos de la batalla que su señor don Quijote había ganado. Sancho answered them that this was his own right [*] as the spoils of the battle that his master Don Quixote had won. Los mozos, que no sabían de burlas [49], ni entendían aquello de despojos ni batallas, viendo que ya don Quijote estaba desviado de allí hablando con las que en el coche venían, arremetieron con Sancho y dieron con él en el suelo, y, sin dejarle pelo en las barbas, le molieron a coces [50] y le dejaron tendido en el suelo, sin aliento ni sentido. The lads, who knew not how to mock [49], nor did they understand that of spoils or battles, seeing that Don Quixote was already turned away from there talking with those who came in the carriage, attacked Sancho and knocked him to the ground, and, leaving no hair on his beard, they beat him to a pulp [50] and left him lying on the ground, without breath or sense. Os jovens, que não sabiam piadas [49], nem entendiam o que se dizia sobre despojos ou batalhas, vendo que D. chão, e , sem deixar pêlos na barba, chutou-o [50] e o deixou deitado no chão, sem fôlego e sem sentido. Y, sin detenerse un punto, tornó a subir el fraile, todo temeroso y acobardado y sin color en el rostro; y cuando se vio a caballo, picó tras su compañero [51], que un buen espacio de allí le estaba aguardando, y esperando en qué paraba aquel sobresalto, y, sin querer aguardar el fin de todo aquel comenzado suceso, siguieron su camino, haciéndose más cruces que si llevaran al diablo [*] a las espaldas [52]. And, without stopping for a moment, the friar went up again, all fearful and cowed and with no color in his face; and when he saw himself on horseback, he followed his companion [51], who was waiting for him a good distance away, and waiting to see what the shock would do, and, not wanting to wait for the end of the whole event, they went on their way, making more crosses than if they were carrying the devil [*] on their backs [52]. Don Quijote estaba, como se ha dicho, hablando con la señora del coche, diciéndole:

—La vuestra fermosura, señora mía, puede facer de su persona lo que más le viniere en talante [53], porque ya la soberbia de vuestros robadores yace por el suelo, derribada por este mi fuerte brazo; y por que no penéis por saber el nombre de vuestro libertador, sabed que yo me llamo don Quijote de la Mancha, caballero andante y aventurero [*], y cautivo de la sin par y hermosa doña Dulcinea del Toboso; y, en pago del beneficio que de mí habéis recebido, no quiero otra cosa sino que volváis al Toboso [*][54] y que de mi parte os presentéis ante esta señora y le digáis lo que por vuestra libertad he fecho [*].

Todo esto que don Quijote decía escuchaba un escudero de los que el coche acompañaban, que era vizcaíno [55], el cual, viendo que no quería dejar pasar el coche adelante, sino que decía que luego había de dar la vuelta al Toboso, se fue para don Quijote y, asiéndole de la lanza, le dijo, en mala lengua castellana y peor vizcaína, desta manera:

—Anda, caballero que mal andes; por el Dios que crióme, que, si no dejas coche, así te matas como estás ahí vizcaíno [56]. — Vamos, senhor, você está mal; para o Deus que me criou, que, se você não deixar um carro, é assim que você se mata como você está lá Biscayan [56].

Entendióle muy bien don Quijote, y con mucho sosiego le respondió:

—Si fueras caballero, como no lo eres, ya yo hubiera castigado tu sandez y atrevimiento, cautiva criatura [57].

A lo cual replicó el vizcaíno:

—¿Yo no caballero?

Juro a Dios tan mientes como cristiano. Si lanza arrojas [*] y espada sacas, ¡el agua cuán presto verás que al gato llevas! If you throw, you throw [*] and you draw a sword, how quickly you will see that the cat is carrying the water! Vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo por el diablo, y mientes que mira si otra dices cosa [58]. —Ahora lo veredes, dijo Agrajes [59] —respondió don Quijote.

Y, arrojando [*] la lanza en el suelo, sacó su espada y embrazó su rodela, y arremetió al vizcaíno, con determinación de quitarle la vida.

El vizcaíno, que así le vio venir, aunque quisiera apearse de la mula, que, por ser de las malas de alquiler [60], no había que fiar en ella, no pudo hacer otra cosa sino sacar su espada; pero avínole bien que se halló junto al coche [61], de donde pudo tomar una almohada [62], que le sirvió de escudo, y luego se fueron el uno para el otro, como si fueran dos mortales enemigos. La demás gente quisiera ponerlos en paz, mas no pudo, porque decía el vizcaíno en sus mal trabadas razones que si no le dejaban acabar su batalla, que él mismo había de matar a su ama y a toda la gente que se lo estorbase. La señora del coche, admirada y temerosa de lo que veía, hizo al cochero que se desviase de allí algún poco, y desde lejos se puso a mirar la rigurosa contienda, en el discurso de la cual dio el vizcaíno una gran cuchillada a don Quijote encima de un hombro [63], por encima de la rodela, que, a dársela sin defensa, le abriera hasta la cintura [64]. The lady of the carriage, admiring and fearful of what she saw, made the coachman turn away from there a little, and from a distance she began to watch the rigorous contest, in the course of which the Biscayan gave Don Quixote a great stab above the shoulder [63], over the knee, which, when given without defense, opened him up to the waist [64]. Don Quijote, que sintió la pesadumbre de aquel desaforado golpe [65], dio una gran voz, diciendo: Don Quixote, who felt the heaviness of that unbridled [65] blow, gave a loud voice, saying: —¡Oh, señora de mi alma, Dulcinea, flor de la fermosura, socorred a este vuestro caballero, que por satisfacer a la vuestra mucha bondad en este riguroso trance se halla! -Oh, lady of my soul, Dulcinea, flower of the fermosura, help this knight of yours, who, in order to satisfy your great kindness, finds himself in this rigorous predicament!

El decir esto, y el apretar la espada, y el cubrirse bien de su rodela, y el arremeter al vizcaíno, todo fue en un tiempo, llevando determinación de aventurarlo todo a la de un golpe solo [*][66]. To say this, and to tighten his sword, and to cover himself well with his buckler, and to lunge at the Biscayan, all was at one time, carrying determination to venture all to that of a single blow [*][66][66].

El vizcaíno, que así le vio venir contra él, bien entendió por su denuedo su coraje, y determinó de hacer lo mesmo que don Quijote; y, así, le aguardó bien cubierto de su almohada, sin poder rodear la mula a una ni a otra parte [67], que ya, de puro cansada y no hecha a semejantes niñerías, no podía dar un paso. The Biscayan, who thus saw him coming against him, well understood by his boldness his courage, and determined to do as Don Quixote had done; and thus he awaited him well covered with his pillow, unable to encircle the mule on either side [67], for now, being so tired and not made for such childishness, he could not take a step.

Venía, pues, como se ha dicho, don Quijote contra el cauto vizcaíno con la espada en alto [68], con determinación de abrirle por medio, y el vizcaíno le aguardaba ansimesmo levantada la espada y aforrado con su almohada [69], y todos los circunstantes estaban temerosos y colgados de lo que había de suceder de aquellos tamaños golpes con que se amenazaban [70]; y la señora del coche y las demás criadas suyas estaban haciendo mil votos y ofrecimientos a todas las imágenes y casas de devoción de España [71], porque Dios librase a su escudero y a ellas de aquel tan grande peligro en que se hallaban. Don Quixote was coming, as has been said, against the cautious Biscayan with his sword raised [68], determined to cut him through the middle, and the Biscayan was waiting for him with his sword raised and his pillow [69], and all the bystanders were fearful and fearful of what was going to happen from those great blows with which they threatened each other [70]; 70] And the mistress of the carriage and the rest of her maids were making a thousand vows and offerings to all the images and houses of devotion in Spain [71], that God would deliver her squire and them from the great danger in which they found themselves.

Pero está el daño de todo esto que en este punto y término deja pendiente el autor desta historia esta batalla [72], disculpándose que no halló más escrito destas hazañas de don Quijote, de las que deja referidas. But the harm of all this is that at this point and end the author of this history leaves this battle [72] pending, apologizing that he did not find more written about these exploits of Don Quixote than those he leaves mentioned. Mas há o prejuízo de tudo isso que neste ponto e termo o autor desta história deixa esta batalha pendente [72], desculpando-se por não ter encontrado mais escrito sobre essas façanhas de Dom Quixote, do que aquelas que deixa referidas.

Bien es verdad que el segundo autor desta obra [73] no quiso creer que tan curiosa historia estuviese entregada a las leyes del olvido, ni que hubiesen sido tan poco curiosos los ingenios de la Mancha, que no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios algunos papeles que deste famoso caballero tratasen; y así, con esta imaginación, no se desesperó de hallar el fin desta apacible historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se contará en la segunda parte. It is true that the second author of this work [73] did not want to believe that such a curious story was given over to the laws of oblivion, nor that the ingenious people of La Mancha were so little curious that they did not have in their archives or in their desks some papers that dealt with this famous knight; and so, with this imagination, he did not despair of finding the end of this peaceful story, which, heaven being favorable to him, he found in the way that will be told in the second part.