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La nariz de un notario - Edmundo About, Chapter 5 Part A

Chapter 5 Part A

V.

GRANDEZA Y DECADENCIA (Part A)

M.

L'Ambert volvió a entrar en el mundo con éxito; casi podría decirse que con gloria. Sus testigos le hicieron la más estricta justicia diciendo que se había batido como un león. Los viejos notarios sentíanse rejuvenecidos por su valor. --¡Ved ahí--decían,--lo que somos cuando se nos pone en ciertos trances! ¡Los notarios son tan hombres como cualquier otro! La suerte de las armas hizo traición a maese L'Ambert; pero supo adoptar al caer un bello gesto: ha sido un Waterloo . ¡Aunque digan lo que quieran, somos gentes decididas! De esta manera se expresaban el respetable maese Clopineau, y el digno maese Labrique, y el untuoso maese Bontoux, y todos los nestores del notariado. Los jóvenes hablaban en parecidos términos, con ciertas variantes inspiradas por los celos. --No queremos renegar--decían,--de maese L'Ambert: ciertamente que nos honra, aun cuando nos compromete un poco; pero cada uno de nosotros hubiera procedido con el mismo valor, y quién sabe si con menos torpeza. Un funcionario público no debe dar estos escándalos. No se debiera ir nunca al terreno del honor más que por causas confesables. Si yo fuese padre de familia, preferiría confiar mis asuntos a un hombre prudente, y no a un héroe de aventuras dudosas, etc., etc. Pero la opinión del bello sexo, que es la que prevalece, habíase declarado en favor del héroe de Parthenay. Tal vez no hubiera contado con tan rara unanimidad si se hubiese conocido el episodio del gato; quizás también ese sexo tan encantador como injusto habría condenado a L'Ambert si hubiese tenido la avilantez de reaparecer ante el mundo sin nariz. Pero todos los testigos habían guardado la mayor discreción acerca del ridículo incidente del gato, y M. L'Ambert, lejos de estar desfigurado, parecía haber ganado en el cambio. Una baronesa observó que su fisonomía era más dulce desde que llevaba la nariz recta. Una vieja canonesa, dechado de malicia, preguntó al príncipe de B... si no haría bien en buscarle querella al turco. El aguileño príncipe gozaba de una reputación hiperbólica. Alguno preguntará cómo las damas del gran mundo podían interesarse en peligros que no habían sido corridos por ellas. Los hábitos de maese L'Ambert eran bien conocidos, y se sabía que una gran parte de su corazón y de su tiempo los empleaba en la Opera. Pero el mundo perdona fácilmente estas distracciones a los hombres que no se entregan a ellas por completo. Representa el papel del fuego, y se contenta con lo poco que le dan. Se agradecía a M. L'Ambert que no estuviese perdido más que a medias, cuando tantos, a su edad, están perdidos del todo. No dejaba de frecuentar las casas honradas, conversaba con las viudas, bailaba con las solteras y tocaba en ocasiones el piano de una manera aceptable; no hablaba, en fin, de caballos a la moda. Estos méritos, bastante raros por cierto entre los jóvenes millonarios del faubourg, le concillaban la benevolencia de las damas. Una linda devota, la señora de L..., habíale demostrado durante tres meses que los placeres más vivos no consisten en la disipación y el escándalo. No se crea por eso que había roto en absoluto con el cuerpo de baile; la severa lección recibida no le había hecho concebir el menor horror hacia aquella hidra de cien encantadoras cabezas. Una de sus primeras visitas fue para el templo donde brillaba la señorita Victorina Tompain. ¡Allí sí que se le tributó un recibimiento entusiasta! ¡Con qué amistosa curiosidad corrió todo el mundo a su encuentro! ¡Qué dulcísimos dictados! ¡qué apretones de manos tan cordiales! ¡Cuántos labios hechiceros se alargaron hacia él, en forma de tentador hocico, para recibir un beso amistoso, sin la menor consecuencia! El notario estaba radiante. Todos sus amigos de los días pares, todos los altos dignatarios de la francmasonería del placer, le dieron la enhorabuena por su curación milagrosa. Reinó durante todo un entreacto en aquel reino envidiable. Le hicieron referir su aventura y explicar el tratamiento del doctor Bernier, admirando todos la habilidad con que estaban dados los puntos de sutura, que apenas se conocían. --Imaginaos que ese excelente Bernier ha completado mi persona con la piel de un auvernés. ¡Y qué auvernés, Dios mío! ¡El más estúpido y sucio de la Auvernia! Nadie lo diría al ver el trozo de piel que me ha vendido. ¡Qué horas tan desagradables me ha hecho pasar el muy burro!... Los mozos de cordel que veis por las esquinas son petimetres al lado suyo. Pero, gracias al cielo, ya me veo libre de él. El día en que le pagué sus servicios y lo puse de patitas en la calle, se me quitó de encima un peso inmenso. Se llama Romagné, ¡bonito nombre! Jamás lo pronunciéis en mi presencia. ¡Si queréis que viva largos años, no me habléis jamás de Romagné! La señorita Victorina Tompain no fue, por cierto, la última en cumplimentar al héroe. Ayvaz-Bey la había abandonado indignamente, dejándole cuatro veces más dinero del que valía ella. El magnánimo L'Ambert hubo de mostrarse con ella dulce y clemente. --No os guardo rencor--le dijo,--ni a ese bravo turco tampoco. Sólo tengo un enemigo en el mundo: un auvernés llamado Romagné. Y pronunciaba su nombre con una entonación cómica que hizo gracia a todo el mundo. Creo que aun hoy día la mayor parte de aquellas señoritas dicen: «Mi Romagné, cuando hablan de su aguador.» De esta suerte transcurrieron los tres meses de estío. La estación fue deliciosa y casi todas las familias se ausentaron de París. La Opera viose invadida por provincianos y extranjeros. M. L'Ambert frecuentola bastante menos que otras veces. Casi todos los días, al sonar las seis de la tarde, despojábase de la gravedad del notario y partía para Maisons-Lafitte, donde había alquilado un chalet, y adonde acudían a verle sus amigos y hasta sus amiguitas. Jugaban en el jardín a toda clase de juegos campestres, y os garantizo que el columpio nunca holgaba. Uno de los más asiduos y animados concurrentes era el agente de cambios, M. Steimbourg. La aventura de Parthenay habíale ligado a L'Ambert con lazos más estrechos. M. Steimbourg pertenecía a una buena familia de israelitas convertidos; su cargo valía dos millones y poseía una fortuna de medio millón, de suerte que ya se podía trabar amistad con él. Las amantes de los dos amigos se llevaban bastante bien, lo cual equivale a decir que sólo se peleaban una vez por semana. ¡Qué bello es contemplar cuatro corazones que laten al unísono! Los hombres montaban a caballo, leían el _Fígaro_, o comentaban los chismes de la ciudad; las damas se echaban mutuamente las cartas, con gracia sin igual: ¡una edad de oro en miniatura! M. Steimbourg creyó un deber presentar a su amigo a su familia. Condújole a Bieville, donde su padre se había hecho construir un chalet. M. L'Ambert fue recibido en él por un viejo muy verde, una señora de cincuenta años, que no había abdicado aún, y dos jovencitas extremadamente coquetas; y a primera vista advirtió que no entraba en una casa de fósiles. Por el contrario: tratábase de una familia moderna y perfeccionada. Padre e hijo eran dos buenos compañeros que se daban mutuas bromas acerca de sus calaveradas. Las muchachas habían visto cuanto se representaba en el teatro, y leído cuanto se ha escrito. Pocas personas conocían mejor que ellas la crónica elegante de París; les habían sido mostradas, en el teatro y en el bosque de Boloña, las más celebradas bellezas de todas las clases sociales; las habían llevado a presenciar las ventas de los mobiliarios más ricos, y disertaban de la manera más agradable sobre las esmeraldas de la señorita X... y las perlas de la señorita Z... La mayor, la señorita Irma Steimbourg, copiaba con verdadera pasión los trajes y sombreros de la señorita Fargueil; la menor, había enviado a uno de sus amigos a casa de la señorita Figeac para que le pidiese la dirección de su modista. Una y otra eran ricas y poseían buena dote. Irma le gustó más a L'Ambert. El apuesto notario pensaba de vez en cuando que medio millón de dote y una mujer que sabe llevar un traje no son cosas despreciables. Viéronse con frecuencia, casi una vez por semana, hasta que llegaron las primeras heladas de noviembre. Tras un otoño dulce y brillante, cayó como una teja el invierno. Es un hecho bastante conocido en nuestros climas, pero la nariz de L'Ambert dio pruebas, en esta ocasión, de una sensibilidad extraordinaria. Enrojeciose un poco al principio, después mucho; fuese hinchando por grados hasta tornarse deforme. Después de una partida de caza alegrada por el viento Norte, experimentó el notario intolerable comezón. Mirose en el espejo de un mesón, y desagradole en extremo el color de su nariz. A decir verdad, parecía un sabañón mal colocado. Consolose pensando que un buen fuego le devolvería su figura natural, y, en efecto, el calor se la descongestionó y rebajó su color durante algunos momentos. Pero, al siguiente día, la comezón presentose nuevamente, los tejidos se inflamaron mucho más, y presentose de nuevo la coloración rojiza, acompañada de ciertos tintes violáceos. Ocho días sin salir de su casa, sentado delante del hogar, borraron tan fatales matices; pero reaparecieron, a pesar de las pieles de zorra azul, a la primera salida. Muerto de susto L'Ambert, envió a buscar en seguida al doctor Bernier. Este acudió a toda prisa; diagnosticó una ligera inflamación y prescribió unas compresas de agua helada. Sin embargo, la nariz no tuvo alivio, a pesar de la refrigeración, y el doctor no salía de su asombro al ver la persistencia del mal. --Tal vez tenga razón Dieffembach--dijo al notario,--al asegurar que la piel puede morir por un exceso de sangre, y recomendar que se le apliquen sanguijuelas. ¡Ensayemos! Aplicose a L'Ambert una sanguijuela en la punta de la nariz, y, cuando se desprendió, harta de sangre, reemplazósela por otra, y así sucesivamente, dos días y dos noches. La hinchazón y la coloración desaparecieron por algún tiempo; mas sus efectos no fueron de larga duración. Fue preciso recurrir a otro expediente. Pidió M. Bernier veinticuatro horas para reflexionar, y se tomó cuarenta y ocho. Cuando volvió al hotel de M. L'Ambert, estaba preocupado y daba muestras de una timidez excesiva, y tuvo que realizar sobre sí mismo un gran esfuerzo para decidirse a hablar. --La medicina--dijo al fin,--no explica satisfactoriamente todos los fenómenos naturales, y vengo a someteros una teoría que carece de todo fundamento científico. Mis colegas se burlarían de mí si les dijese que un pedazo de piel arrancada del cuerpo de un hombre puede permanecer sometida a la influencia de su primitivo poseedor. No cabe duda alguna de que es vuestra propia sangre, puesta en circulación por vuestro corazón, bajo la acción del cerebro, la que afluye a vuestra nariz; y, sin embargo, tentado estoy de creer que ese imbécil de auvernés no es extraño a estos sucesos. M. L'Ambert lanzó una exclamación de disgusto y de sorpresa. ¡Decir que un vil mercenario, a quien había religiosamente pagado su servicio, podía ejercer una influencia oculta sobre la nariz de un funcionario público, era una impertinencia! --Es mucho peor aun--replicó el doctor,--es un absurdo. Y, sin embargo, os pido autorización para buscar a Romagné. Tengo necesidad de verle hoy mismo, aunque no sea más que para convencerme de mi error. ¿Habéis conservado sus señas? --¡No lo permita Dios! --Pues bien, yo trataré de averiguarlas. Tened paciencia, no salgáis para nada de vuestra habitación, y suspended entre tanto toda medicación. Buscó en vano durante quince días. Recurrió a la policía, que le tuvo despistado por espacio de tres semanas. Un agente sutil y lleno de experiencia descubrió todos los Romagnés de París, excepto el que se buscaba. Encontró un inválido, un tratante en pieles de conejo, un abogado, un ladrón, un corredor del ramo de mercería, un gendarme y un millonario, todos de este mismo apellido. M. L'Ambert se abrasaba de impaciencia al lado del hogar, y contemplaba con desesperación su nariz color de escarlata. Por fin se dio con el domicilio del aguador, pero éste ya no vivía en él. Los vecinos refirieron que había hecho fortuna y vendido su tonel para gozar de la vida. M. Bernier dio una terrible batida por las tabernas y demás lugares de placer, en tanto que su enfermo permanecía sumido en la mayor melancolía.


Chapter 5 Part A Kapitel 5 Teil A Chapter 5 Part A

V.

GRANDEZA Y DECADENCIA   (Part A)

M.

L'Ambert volvió a entrar en el mundo con éxito; casi podría decirse que con gloria. Sus testigos le hicieron la más estricta justicia diciendo que se había batido como un león. His witnesses did him the strictest justice, saying that he had fought like a lion. Los viejos notarios sentíanse rejuvenecidos por su valor. --¡Ved ahí--decían,--lo que somos cuando se nos pone en ciertos trances! - See there - they said, - what we are when we are put in certain trances! ¡Los notarios son tan hombres como cualquier otro! La suerte de las armas hizo traición a maese L'Ambert; pero supo adoptar al caer un bello gesto: ha sido un Waterloo . The fate of arms betrayed Master L'Ambert; but he knew how to adopt a beautiful gesture when he fell: it was a Waterloo. ¡Aunque digan lo que quieran, somos gentes decididas! De esta manera se expresaban el respetable maese Clopineau, y el digno maese Labrique, y el untuoso maese Bontoux, y todos los nestores del notariado. In this way the respectable Master Clopineau, and the worthy Master Labrique, and the unctuous Master Bontoux, and all the notaries' nestores expressed themselves. Los jóvenes hablaban en parecidos términos, con ciertas variantes inspiradas por los celos. The young people spoke in similar terms, with certain variations inspired by jealousy. --No queremos renegar--decían,--de maese L'Ambert: ciertamente que nos honra, aun cuando nos compromete un poco; pero cada uno de nosotros hubiera procedido con el mismo valor, y quién sabe si con menos torpeza. - We do not want to deny - they said, - of Master L'Ambert: certainly that honors us, even when it compromises us a little; but each of us would have acted with the same courage, and who knows if with less clumsiness. Un funcionario público no debe dar estos escándalos. A public official should not give these scandals. No se debiera ir nunca al terreno del honor más que por causas confesables. Si yo fuese padre de familia, preferiría confiar mis asuntos a un hombre prudente, y no a un héroe de aventuras dudosas, etc., etc. Pero la opinión del bello sexo, que es la que prevalece, habíase declarado en favor del héroe de Parthenay. Tal vez no hubiera contado con tan rara unanimidad si se hubiese conocido el episodio del gato; quizás también ese sexo tan encantador como injusto habría condenado a L'Ambert si hubiese tenido la avilantez de reaparecer ante el mundo sin nariz. Pero todos los testigos habían guardado la mayor discreción acerca del ridículo incidente del gato, y M. L'Ambert, lejos de estar desfigurado, parecía haber ganado en el cambio. Una baronesa observó que su fisonomía era más dulce desde que llevaba la nariz recta. A baroness observed that his physiognomy was sweeter since he had a straight nose. Una vieja canonesa, dechado de malicia, preguntó al príncipe de B... si no haría bien en buscarle querella al turco. An old canoness, a paragon of malice, asked the prince of B ... if he would not do well to seek a complaint against the Turk. El aguileño príncipe gozaba de una reputación hiperbólica. The aquiline prince enjoyed a hyperbolic reputation. Alguno preguntará cómo las damas del gran mundo podían interesarse en peligros que no habían sido corridos por ellas. Los hábitos de maese L'Ambert eran bien conocidos, y se sabía que una gran parte de su corazón y de su tiempo los empleaba en la Opera. Pero el mundo perdona fácilmente estas distracciones a los hombres que no se entregan a ellas por completo. Representa el papel del fuego, y se contenta con lo poco que le dan. He plays the role of fire, and is content with what little they give him. Se agradecía a M. L'Ambert que no estuviese perdido más que a medias, cuando tantos, a su edad, están perdidos del todo. No dejaba de frecuentar las casas honradas, conversaba con las viudas, bailaba con las solteras y tocaba en ocasiones el piano de una manera aceptable; no hablaba, en fin, de caballos a la moda. Estos méritos, bastante raros por cierto entre los jóvenes millonarios del faubourg, le concillaban la benevolencia de las damas. Una linda devota, la señora de L..., habíale demostrado durante tres meses que los placeres más vivos no consisten en la disipación y el escándalo. A beautiful devotee, Madame de L ..., had shown him for three months that the most vivid pleasures do not consist of dissipation and scandal. No se crea por eso que había roto en absoluto con el cuerpo de baile; la severa lección recibida no le había hecho concebir el menor horror hacia aquella hidra de cien encantadoras cabezas. Do not think why he had broken with the corps de ballet at all; the severe lesson he had received had not made him conceive the least horror of that hydra with a hundred charming heads. Una de sus primeras visitas fue para el templo donde brillaba la señorita Victorina Tompain. One of his first visits was to the temple where Miss Victorina Tompain shone. ¡Allí sí que se le tributó un recibimiento entusiasta! There he was given an enthusiastic reception! ¡Con qué amistosa curiosidad corrió todo el mundo a su encuentro! ¡Qué dulcísimos dictados! What sweet dictations! ¡qué apretones de manos tan cordiales! What cordial handshakes! ¡Cuántos labios hechiceros se alargaron hacia él, en forma de tentador hocico, para recibir un beso amistoso, sin la menor consecuencia! El notario estaba radiante. Todos sus amigos de los días pares, todos los altos dignatarios de la francmasonería del placer, le dieron la enhorabuena por su curación milagrosa. Reinó durante todo un entreacto en aquel reino envidiable. Le hicieron referir su aventura y explicar el tratamiento del doctor Bernier, admirando todos la habilidad con que estaban dados los puntos de sutura, que apenas se conocían. --Imaginaos que ese excelente Bernier ha completado mi persona con la piel de un auvernés. ¡Y qué auvernés, Dios mío! ¡El más estúpido y sucio de la Auvernia! Nadie lo diría al ver el trozo de piel que me ha vendido. No one would tell when they saw the piece of skin that he sold me. ¡Qué horas tan desagradables me ha hecho pasar el muy burro!... What unpleasant hours the very donkey has put me through! ... Los mozos de cordel que veis por las esquinas son petimetres al lado suyo. The string boys you see around the corners are dudes next to him. Pero, gracias al cielo, ya me veo libre de él. El día en que le pagué sus servicios y lo puse de patitas en la calle, se me quitó de encima un peso inmenso. Se llama Romagné, ¡bonito nombre! Jamás lo pronunciéis en mi presencia. ¡Si queréis que viva largos años, no me habléis jamás de Romagné! La señorita Victorina Tompain no fue, por cierto, la última en cumplimentar al héroe. Ayvaz-Bey la había abandonado indignamente, dejándole cuatro veces más dinero del que valía ella. Ayvaz-Bey had unworthily abandoned her, leaving her four times more money than she was worth. El magnánimo L'Ambert hubo de mostrarse con ella dulce y clemente. --No os guardo rencor--le dijo,--ni a ese bravo turco tampoco. Sólo tengo un enemigo en el mundo: un auvernés llamado Romagné. Y pronunciaba su nombre con una entonación cómica que hizo gracia a todo el mundo. Creo que aun hoy día la mayor parte de aquellas señoritas dicen: «Mi Romagné, cuando hablan de su aguador.»   De esta suerte transcurrieron los tres meses de estío. I believe that even today most of those young ladies say: "My Romagné, when they speak of their water carrier." In this way the three months of summer passed. La estación fue deliciosa y casi todas las familias se ausentaron de París. La Opera viose invadida por provincianos y extranjeros. M. L'Ambert frecuentola bastante menos que otras veces. Casi todos los días, al sonar las seis de la tarde, despojábase de la gravedad del notario y partía para Maisons-Lafitte, donde había alquilado un chalet, y adonde acudían a verle sus amigos y hasta sus amiguitas. Jugaban en el jardín a toda clase de juegos campestres, y os garantizo que el columpio nunca holgaba. They played all kinds of country games in the garden, and I guarantee you that the swing was never loose. Uno de los más asiduos y animados concurrentes era el agente de cambios, M. Steimbourg. La aventura de Parthenay habíale ligado a L'Ambert con lazos más estrechos. Parthenay's adventure had bound him to L'Ambert with closer ties. M. Steimbourg pertenecía a una buena familia de israelitas convertidos; su cargo valía dos millones y poseía una fortuna de medio millón, de suerte que ya se podía trabar amistad con él. M. Steimbourg belonged to a good family of converted Israelites; his position was worth two million and he had a fortune of half a million, so that he could now befriend him. Las amantes de los dos amigos se llevaban bastante bien, lo cual equivale a decir que sólo se peleaban una vez por semana. The lovers of the two friends got along quite well, which is to say that they only fought once a week. ¡Qué bello es contemplar cuatro corazones que laten al unísono! Los hombres montaban a caballo, leían el _Fígaro_, o comentaban los chismes de la ciudad; las damas se echaban mutuamente las cartas, con gracia sin igual: ¡una edad de oro en miniatura! M. Steimbourg creyó un deber presentar a su amigo a su familia. Condújole a Bieville, donde su padre se había hecho construir un chalet. M. L'Ambert fue recibido en él por un viejo muy verde, una señora de cincuenta años, que no había abdicado aún, y dos jovencitas extremadamente coquetas; y a primera vista advirtió que no entraba en una casa de fósiles. Por el contrario: tratábase de una familia moderna y perfeccionada. Padre e hijo eran dos buenos compañeros que se daban mutuas bromas acerca de sus calaveradas. Father and son were two good companions who joked with each other about their skulls. Las muchachas habían visto cuanto se representaba en el teatro, y leído cuanto se ha escrito. The girls had seen how much was performed in the theater, and read what had been written. Pocas personas conocían mejor que ellas la crónica elegante de París; les habían sido mostradas, en el teatro y en el bosque de Boloña, las más celebradas bellezas de todas las clases sociales; las habían llevado a presenciar las ventas de los mobiliarios más ricos, y disertaban de la manera más agradable sobre las esmeraldas de la señorita X... y las perlas de la señorita Z... La mayor, la señorita Irma Steimbourg, copiaba con verdadera pasión los trajes y sombreros de la señorita Fargueil; la menor, había enviado a uno de sus amigos a casa de la señorita Figeac para que le pidiese la dirección de su modista. Una y otra eran ricas y poseían buena dote. Irma le gustó más a L'Ambert. El apuesto notario pensaba de vez en cuando que medio millón de dote y una mujer que sabe llevar un traje no son cosas despreciables. The handsome notary once in a while thought that half a million dowry and a woman who knows how to wear a suit are not negligible things. Viéronse con frecuencia, casi una vez por semana, hasta que llegaron las primeras heladas de noviembre. Tras un otoño dulce y brillante, cayó como una teja el invierno. After a sweet and bright autumn, winter fell like a tile. Es un hecho bastante conocido en nuestros climas, pero la nariz de L'Ambert dio pruebas, en esta ocasión, de una sensibilidad extraordinaria. It is a fairly well-known fact in our climates, but L'Ambert's nose showed, on this occasion, an extraordinary sensitivity. Enrojeciose un poco al principio, después mucho; fuese hinchando por grados hasta tornarse deforme. Redden a little at first, then a lot; was swelling by degrees until it became deformed. Después de una partida de caza alegrada por el viento Norte, experimentó el notario intolerable comezón. After a hunting party made happy by the North wind, the notary experienced intolerable itching. Mirose en el espejo de un mesón, y desagradole en extremo el color de su nariz. A decir verdad, parecía un sabañón mal colocado. In fact, it looked like a misplaced chilblain. Consolose pensando que un buen fuego le devolvería su figura natural, y, en efecto, el calor se la descongestionó y rebajó su color durante algunos momentos. Take comfort in thinking that a good fire would restore your natural figure, and, indeed, the heat cleared it and lowered its color for a few moments. Pero, al siguiente día, la comezón presentose nuevamente, los tejidos se inflamaron mucho más, y presentose de nuevo la coloración rojiza, acompañada de ciertos tintes violáceos. Ocho días sin salir de su casa, sentado delante del hogar, borraron tan fatales matices; pero reaparecieron, a pesar de las pieles de zorra azul, a la primera salida. Eight days without leaving home, sitting in front of the home, erased such fatal nuances; but they reappeared, despite the blue fox skins, at the first outing. Muerto de susto L'Ambert, envió a buscar en seguida al doctor Bernier. Este acudió a toda prisa; diagnosticó una ligera inflamación y prescribió unas compresas de agua helada. Sin embargo, la nariz no tuvo alivio, a pesar de la refrigeración, y el doctor no salía de su asombro al ver la persistencia del mal. However, the nose was not relieved, despite the cold, and the doctor did not leave his astonishment at the persistence of the evil. --Tal vez tenga razón Dieffembach--dijo al notario,--al asegurar que la piel puede morir por un exceso de sangre, y recomendar que se le apliquen sanguijuelas. ¡Ensayemos! Aplicose a L'Ambert una sanguijuela en la punta de la nariz, y, cuando se desprendió, harta de sangre, reemplazósela por otra, y así sucesivamente, dos días y dos noches. A leech was applied to L'Ambert on the tip of his nose, and when it fell off, fed up with blood, he replaced it with another, and so on, two days and two nights. La hinchazón y la coloración desaparecieron por algún tiempo; mas sus efectos no fueron de larga duración. Fue preciso recurrir a otro expediente. It was necessary to resort to another file. Pidió M. Bernier veinticuatro horas para reflexionar, y se tomó cuarenta y ocho. Cuando volvió al hotel de M. L'Ambert, estaba preocupado y daba muestras de una timidez excesiva, y tuvo que realizar sobre sí mismo un gran esfuerzo para decidirse a hablar. When he returned to M. L'Ambert's hotel, he was worried and overly shy, and it took a great effort on himself to make up his mind to speak. --La medicina--dijo al fin,--no explica satisfactoriamente todos los fenómenos naturales, y vengo a someteros una teoría que carece de todo fundamento científico. Mis colegas se burlarían de mí si les dijese que un pedazo de piel arrancada del cuerpo de un hombre puede permanecer sometida a la influencia de su primitivo poseedor. My colleagues would scoff at me if I told them that a piece of skin torn from a man's body can remain under the influence of its original owner. No cabe duda alguna de que es vuestra propia sangre, puesta en circulación por vuestro corazón, bajo la acción del cerebro, la que afluye a vuestra nariz; y, sin embargo, tentado estoy de creer que ese imbécil de auvernés no es extraño a estos sucesos. There is no doubt that it is your own blood, circulated through your heart, under the action of the brain, that flows into your nose; And yet I am tempted to believe that that idiot from Auvergne is no stranger to these events. M. L'Ambert lanzó una exclamación de disgusto y de sorpresa. ¡Decir que un vil mercenario, a quien había religiosamente pagado su servicio, podía ejercer una influencia oculta sobre la nariz de un funcionario público, era una impertinencia! To say that a vile mercenary, whom he had religiously paid for his service, could exert a hidden influence on the nose of a public official, was impertinence! --Es mucho peor aun--replicó el doctor,--es un absurdo. "It is much worse," replied the doctor, "it is absurd." Y, sin embargo, os pido autorización para buscar a Romagné. Tengo necesidad de verle hoy mismo, aunque no sea más que para convencerme de mi error. I need to see you today, if only to convince myself of my mistake. ¿Habéis conservado sus señas? Have you kept his address? --¡No lo permita Dios! --God forbid! --Pues bien, yo trataré de averiguarlas. `` Well, I'll try to find out. Tened paciencia, no salgáis para nada de vuestra habitación, y suspended entre tanto toda medicación. Buscó en vano durante quince días. Recurrió a la policía, que le tuvo despistado por espacio de tres semanas. He appealed to the police, who kept him confused for three weeks. Un agente sutil y lleno de experiencia descubrió todos los Romagnés de París, excepto el que se buscaba. Encontró un inválido, un tratante en pieles de conejo, un abogado, un ladrón, un corredor del ramo de mercería, un gendarme y un millonario, todos de este mismo apellido. M. L'Ambert se abrasaba de impaciencia al lado del hogar, y contemplaba con desesperación su nariz color de escarlata. Por fin se dio con el domicilio del aguador, pero éste ya no vivía en él. Los vecinos refirieron que había hecho fortuna y vendido su tonel para gozar de la vida. Neighbors reported that he had made a fortune and sold his barrel to enjoy life. M. Bernier dio una terrible batida por las tabernas y demás lugares de placer, en tanto que su enfermo permanecía sumido en la mayor melancolía. M. Bernier gave a terrible raid through the taverns and other places of pleasure, while his patient remained mired in the greatest melancholy.