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Colegas (Graded Reader), Capítulo 4. Sorpresa en el Rastro

Capítulo 4. Sorpresa en el Rastro

El Greñas corre para hablar con Luz y tranquilizarla.

—Luz, no hablas en serio, ¿verdad? Javi muchas veces se pasa, pero no lo hace aposta, sabes que te quiere mucho. Seguro que las cosas salen bien, solo está nervioso. Somos colegas, ¿no?

Luego habla también con Javi:

—Somos un equipo, Luz es un poco dura pero tiene razón. ¡Debes hablar con ella, porfa! ¡Sin ella no hay grupo y no hay música!

Luz se detiene.

—Vale, Greñas. Pero solo porque tú eres mi mejor amigo. Yo también creo en nuestro grupo, pero Javi debe cambiar —responde Luz.

Javi mira el suelo mientras camina detrás de ellos. Van hacia la parada del metro. Es hora de volver al albergue, cenar y descansar un poco.

—Mañana es domingo y el concierto es el martes —dice el Greñas—. Tenemos una última oportunidad. Mañana por la mañana vamos al Rastro. Hay una calle donde se venden instrumentos de segunda mano. Podemos buscar el bajo allí.

—Sí, pero... ¿y si no lo encontramos? ¿Qué vamos a hacer?—dice Luz.

—Entonces aceptamos la propuesta de Álex. Tomamos prestado un bajo en su tienda. Es mi maestro de batería, y además es un buen colega. Es verdad que parece antipático y tacaño, pero yo lo conozco bien y es muy generoso. Por desgracia hay gente que lo llama y finge una amistad que no es verdadera, solo para aprovecharse de él. Pero seguro que, a nosotros, nos hace un favor.

—De acuerdo, Greñas. Eres un buen amigo. Vamos a dormir, estoy muy cansada.

Los dos miran a Javi. Pero Javi no dice nada. Saca el móvil del bolsillo, es Sonia que llama para contarle su maravillosa experiencia de hoy. Javi no tiene muchas ganas de hablar y solo resume su discusión con Luz. Sonia lo entiende: «Vale Javi, hablamos mañana. Tranquilo».

Los tres amigos entran en la estación. Durante todo el viaje no hablan: solo miran con tranquilidad a los viajeros del metro.

===

El Rastro está, como siempre, repleto de gente. Los domingos por la mañana casi no se puede andar entre los puestos multicolores. Los tres chicos saben adónde ir: la calle donde se venden cosas relacionadas con la música. Hay discos, accesorios, ropa, instrumentos, partituras... ¡hay un montón de objetos increíbles!

El Greñas siempre es feliz cuando pasea por el Rastro, va casi todos los domingos y conoce a un montón de personas. Pero hoy la situación es un poco deprimente. Sus mejores amigos están enfadados. Luz no habla con Javi desde ayer, y Javi parece siempre distraído, no mira los puestos y no busca el bajo.

—¡Eh, Félix! —grita de pronto el Greñas—, ¿Qué tal? Chicos, os presento a Félix el barquillero, ¡el rey de los barquillos del Rastro!

—¡Hola, chavales! —saluda el barquillero—. ¿Jugáis al clavo?

Luz y Javi miran al viejo vendedor de barquillos, con su traje tradicional de chulapo. El simpático anciano está sentado en una silla, con su cesto de mimbre y su barquillera.

—¿Qué es el clavo? —preguntan Luz y Javi.

—¡¿No lo sabéis?! Es jugar con la ruleta del barquillero —explica el Greñas—: si sale tu número ganas un delicioso barquillo gratis; si no sale tu número, pagas el barquillo... y si la ruleta se para en el clavo, ¡invitas a tus amigos! Vamos a jugar; por desgracia ya quedan pocos barquilleros en Madrid.

Los chicos aceptan el reto, ¡los barquillos están riquísimos! Los chicos comen los barquillos y Félix el barquillero les narra las novedades del Rastro:

—¿Véis cuánta gente pasa por el Rastro? Es el punto de encuentro de los vecinos, las familias y los jóvenes de Madrid, pero también de gente que viene de países lejanos. Aquí no hay tiendas de lujo: aquí se intercambian objetos de segunda mano. Yo soy viejo y me gusta la música de mi tiempo, ¡pero también me gusta conocer música nueva! ¿Venís conmigo? ¡Vamos a divertirnos un poco!

Los amigos se miran sorprendidos y ayudan a Félix a llevar su silla y sus barquillos. Doblan una esquina y llegan a un puesto del Rastro donde hay instrumentos de todo tipo, construidos con objetos reciclados. ¡Luz, Javi y el Greñas se quedan con la boca abierta! Hay cubos y cajas de plástico que forman una batería; tubos de lavadoras con un embudo que forman una trompa; xilófonos realizados con botellas de distintos tamaños colocadas en fila... ¡una orquesta de reciclaje! Chicos y chicas que proceden de culturas diferentes se preparan para tocar en la calle.

—¡Hola Félix! —le saludan todos—, ¿quieres ver los últimos instrumentos de nuestra colección?

—¡Claro! Yo descanso un poco y vosotros podéis tocar hasta las dos, ¡luego el Rastro termina!

Félix ayuda siempre a estos chicos a construir nuevos instrumentos y disfruta con su música. Para él, todos son sus nietos.

El espectáculo es estupendo: tocan y cantan melodías africanas, indias, gitanas... también Javi y el Greñas tocan con ellos, y Luz hace fotos. ¡El público está encantado y el concierto tiene un gran éxito!

Ya son las dos de la tarde, todos se dicen adiós y prometen tocar juntos de nuevo. ¡Qué emocionante mañana de domingo!

—Félix es un abuelo estupendo, yo también quiero ser como sus “nietos” y hacer música nueva.

—Y yo también —responde Luz a Javi—; podemos tocar toda la música del mundo... ¡para divertirnos!

Javi, Luz y el Greñas casi no recuerdan el motivo por el que están en el Rastro. Caminan felices sin pensar en nada. De pronto, Javi dice a sus amigos:

—Chicos, ahora debo irme. Tengo noticias para vosotros. Pero no ahora: nos vemos a las siete de la tarde en el local de Álex para ensayar.

—Pero...

—¡Hasta esta tarde! —grita Javi, y desaparece entre la gente.

El Greñas y Luz no tienen tiempo de decir nada.

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