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CuriosaMente - Videos Interessantes, ¿Somos iguales mujeres y hombres?

¿Somos iguales mujeres y hombres?

¿Qué tan diferentes somos las mujeres y los hombres?

Cuando pensamos en ello pueden venir a la mente adjetivos opuestos. Masculino: fuerte,

valiente, agresivo, proveedor, racional, insensible. Femenino: débil, tierna, dócil, cuidadora,

emocional, sensible. Esta diferencia se ha marcado desde tiempos remotos y debido a ello

pensemos que estas diferencias son “naturales”. ¿Qué tanto de estas diferencias realmente

son naturales? Al ser concebidos, sólo uno de los 46 cromosomas

de nuestro ADN determina nuestro sexo. De hecho, no hay diferencia entre niños y niñas

durante las primeras siete semanas de gestación: tenemos los mismos órganos. Por ejemplo,

las gónadas bipotenciales, se pueden convertir ya sea en testículos, si se activa el gen

SRY y la testosterona; o en ovarios, si no se activa. Si ese es el caso, el clítoris

se encoge en las niñas y crece en los niños hasta convertirse en el pene.

Aunque al momento de nacer, cuando se anuncia que somos hombres o mujeres, todavía no aparecen

las diferencias de gustos, de fuerza o habilidades, pero de inmediato se nos clasifica de manera

binaria: NIÑO o NIÑA. De todas formas, marcar la diferencia sólo

por los genitales, no resulta sencillo: casi dos de cada mil personas que nacen presentan

variaciones en sus partes genitales que no son fáciles de clasificar. A esas personas

se les consideran “intersexuales” y en algunas ocasiones, en ellas se han practicado

operaciones para modificar sus genitales y así clasificarlos dentro de uno u otro sexo.

Una vez que somos clasificados, se nos educa de acuerdo con lo que se espera del sexo asignado.

Ropita rosa para la niña, y azul para el niño. Carritos para él y muñecas para ella.

Vestido para la niña y pantalón para el niño. Se espera por ejemplo, que los niños

no lloren o que las niñas no sean intrépidas. Esas reglas de comportamiento las hemos asumido

como si fueran diferencias biológicas, es decir, que tienen que ver con nuestro cuerpo.

Sin embargo, es importante decir que no, que no tienen nada que ver. Aunque, durante la

pubertad, se suelen marcar algunas diferencias biológicas: los hombres por lo general crecen

más, tienen más pelo en el cuerpo o son más fuertes, pero incluso esta regla está

llena de excepciones y estas tampoco tienen que ver con lo que se espera de nuestros comportamientos.

Entonces, a partir de esas diferencias biológicas y de comportamiento, que muchas veces no son

tan claras ni tan determinantes, vamos construyendo nuestra identidad. Esta puede ser de sexo

pero también de género, que es justamente la que tiene que ver con esas normas de comportamiento

y con las expectativas sociales sobre el ser masculino y femenino.

Simone de Beauvoir, una prominente escritora francesa dijo en 1949: “No se nace mujer,

se llega a serlo”, refiriéndose a que las características que entendemos como masculinas

o femeninas son resultado de procesos culturales construidos socialmente. En ese mismo sentido

tampoco se nace hombre, se llega a serlo. La relación entre hombres y mujeres, o los

roles femeninos y masculinos, no son iguales entre una sociedad y otra, ni han permanecido

estáticas a lo largo del tiempo. La manera en que se visten hombres y mujeres es diferente

en distintas culturas, así también las labores o trabajos que realizan, incluso los derechos

(políticos, legales, civiles) son diferentes para cada sexo en diferentes países.

Lo más grave es que esas diferencias sexuales han sido y son utilizadas como justificación

para mantener una forma de desigualdad en las sociedades y establecer entre pueblos

y naciones una idea de jerarquía que subordina a las mujeres en general. Por ejemplo, durante

mucho tiempo, a la mitad de la población mundial, a las niñas en concreto, no les

fue permitido aprender a leer o escribir. Hoy en día Malala Yousafzai, por ejemplo,

lucha por el derecho a la educación de las niñas en su lugar de origen. Apenas hace

unas décadas las mujeres han obtenido el derecho a votar o a decidir con quién casarse,

pero esto aún no sucede en todo el mundo. La filósofa Silvia Federici ilustra bien

este punto cuando dice “Las diferencias no son el problema, el problema es la jerarquía”

Si los rasgos biológicos no determinan el comportamiento ni la identidad de las personas,

no tendríamos por qué aceptar que éstos influyen en los derechos, oportunidades y

libertad para tomar decisiones. Un sexo no es inferior a otro. ¿Te has detenido a pensar

por qué se dice "pareces una nena" como insulto? ¡Curiosamente!

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