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Gabriel García Márquez, Gabriel García Márquez - La mujer que llegaba a las seis (1)

Gabriel García Márquez - La mujer que llegaba a las seis (1)

La puerta oscilante se abrió. A esa hora no había nadie en el restaurante de José.

Acababan de dar las seis y el hombre sabia que sólo a las seis y media empezarían a llegar los parroquianos habituales. Tan conservadora y regular era su clientela, que no había acabado el reloj de dar la sexta campanada cuando una mujer entró, como todos los días a esa hora, y se sentó sin decir nada en la alta silla giratoria. Traía un cigarrillo sin encender, apretado entre los labios.

—Hola reina —dijo José cuando la vio sentarse. Luego caminó hacia el otro extremo del mostrador, limpiando con un trapo seco la superficie vidriada.

Siempre que entraba alguien al restaurante José hacia lo mismo. Hasta con la mujer con quien había llegado a adquirir un grado de casi intimidad, el gordo y rubicundo mesonero representaba su diaria comedia de hombre diligente. Habló desde el otro extremo del mostrador.

—¿Qué quieres hoy? —dijo.

—Primero que todo quiero enseñarte a ser caballero —dijo la mujer.

Estaba sentada al final de la hilera de sillas giratorias, de codos en el mostrador, con el cigarrillo apagado en los labios. Cuando habló apretó la boca para que José advirtiera el cigarrillo sin encender.

—No me había dado cuenta —dijo José.

—Todavía no te has dado cuenta de nada —dijo la mujer.

El hombre dejó el trapo en el mostrador, caminó hacia los armarios oscuros y olorosos a alquitrán y a madera polvorienta, y regresó luego con las cerillas. La mujer se inclinó para alcanzar la lumbre que ardía entre las manos rústicas y velludas del hombre. José vio el abundante cabello de la mujer, empavonado de vaselina gruesa y barata. Vio su hombro descubierto, por encima del corpiño floreado. Vio el nacimiento del seno crepuscular, cuando la mujer levantó la cabeza, ya con la brasa en los labios.

—Estás hermosa hoy, reina —dijo José.

—Déjate de tonterías —dijo la mujer—. No creas que eso me va a servir para pagarte.

—No quise decir eso, reina —dijo José—. Apuesto a que hoy te hizo daño el almuerzo.

La mujer tragó la primera bocanada de humo denso, se cruzó de brazos, todavía con los codos apoyados en el mostrador, y se quedó mirando hacia la calle, a través del amplio cristal del restaurante. Tenía una expresión melancólica. De una melancolía hastiada y vulgar.

—Te voy a preparar un buen bistec —dijo José.

—Todavía no tengo plata —dijo la mujer.

—Hace tres mesas que no tienes plata y siempre te preparo algo bueno —dijo José.

—Hoy es distinto —dijo la mujer, sobriamente, todavía mirando hacia la calle.

—Todos los días son iguales —dijo José—. Todos los días el reloj marca las seis, entonces entras y dices que tienes un hambre de perro y entonces yo te preparo algo bueno. La única diferencia es ésa que hoy no dices que tienes un hambre de perro, sino que el día es distinto.

—Y es verdad —dijo la mujer. Se volvió a mirar al hombre que estaba del otro lado del mostrador, registrando la nevera. Estuvo contemplándolo durante dos, tres, segundos.

Luego miró el reloj, arriba del armario. Eran las seis y tres minutos. «Es verdad, José, hoy es distinto», dijo. Expulsó el humo y siguió hablando con palabras cortas, apasionadas: “Hoy no vine a las seis, por eso es distinto, José”.

El hombre miró el reloj.

—Me corto el brazo si ese reloj se atrasa un minuto —dijo.

—No es eso, José. Es que hoy no vine a las seis —dijo la mujer—. Vine un cuarto para las seis.

—Acaban de dar las seis, reina —dijo José—. Cuando tú entraste acababan de darlas.

—Tengo un cuarto de hora de estar aquí —dijo la mujer.

José se dirigió hacia donde ella estaba.

Acercó a la mujer su enorme cara congestionada, mientras tiraba con el índice de uno de sus párpados.

—Sóplame aquí —dijo.

La mujer echó la cabeza hacia atrás. Estaba seria, fastidiosa, blanda; embellecida por una nube de tristeza y cansancio.

—Déjate de tonterías, José. Tú sabes que hace más de seis meses que no bebo.

—Eso se lo vas a decir a otro —dijo—. A mí no. Te apuesto a que por lo menos se han tomado un litro entre dos.

—Me tomé dos tragos con un amigo —dijo la mujer.

—Ah; entonces ahora me explico —dijo José.

—Nada tienes que explicarte —dijo la mujer—. Tengo un cuarto de hora de estar aquí.

El hombre se encogió de hombros.

—Bueno, si así lo quieres, tienes un cuarto de hora de estar aquí. Después de todo a nadie le importa nada diez minutos más o diez minutos menos.

—Sí importan, José —dijo la mujer. Y estiró los brazos por encima del mostrador, sobre la superficie vidriada, con un aire de negligente abandono. Dijo: “Y no es que yo lo quiera, es que hace un cuarto de hora que estoy aquí”. Volvió a mirar el reloj y rectificó: “Qué digo; ya tengo veinte minutos.”

—Está bien, reina —dijo el hombre—. Un día entero con su noche te regalaría yo para verte contenta.

Durante todo este tiempo José había estado moviéndose detrás del mostrador, removiendo objetos, quitando una cosa de un lugar para ponerla en otro. Estaba en su papel.

—Quiero verte contenta —repitió. Se detuvo bruscamente, volviéndose hacia donde estaba la mujer.

—¿Tú sabes que te quiero mucho? —dijo.

La mujer lo miró con frialdad.

—¿Siii...? ¡Qué descubrimiento, José! ¿Crees que me quedaría contigo por un millón de pesos?

—No he querido decir eso, reina —dijo José—. Vuelvo a apostar a que te hizo daño el almuerzo.

—No te lo digo por eso —dijo la mujer. Y su voz se volvió menos indolente—. Es que ninguna mujer soportaría una carga como la tuya ni por un millón de pesos.

José se ruborizó. Le dio la espalda a la mujer y se puso a sacudir el polvo en las botellas del armario. Habló sin volver la cara.

—Estás insoportable hoy, reina. Creo que lo mejor es que te comas el bistec y te vayas a acostar.

—No tengo hambre —dijo la mujer.

Se quedó mirando otra vez la calle, viendo los transeúntes turbios de la ciudad atardecida. Durante un instante hubo un silencio turbio en el restaurante. Una quietud interrumpida apenas por el trasteo de José en el armario. De pronto la mujer dejó de mirar hacia la calle y habló con la voz apagada, tierna, diferente.

—¿Es verdad que me quieres, Pepillo?

—Es verdad —dijo José, en seco sin mirarla.

—¿A pesar de lo que te dije? —dijo la mujer.

—¿Qué me dijiste? —dijo José, todavía sin inflexiones en la voz, todavía sin mirarla.

—Lo del millón de pesos —dijo la mujer.

—Ya lo había olvidado —dijo José.

—Entonces, ¿me quieres? —dijo la mujer.

—Sí —dijo José.

Hubo una pausa. José siguió moviéndose con la cara revuelta hacia los armarios, todavía sin mirar a la mujer. Ella expulsó una nueva bocanada de humo, apoyó el busto contra el mostrador y luego, con cautela y picardía, mordiéndose la lengua antes de decirlo, como si hablara en puntillas:

—¿Aunque no me acueste contigo? —dijo.

Y sólo entonces José volvió a mirarla:

—Te quiero tanto que no me acostaría contigo —dijo.

Luego caminó hacia donde ella estaba. Se quedó mirándola de frente, los poderosos brazos apoyados en el mostrador, delante de ella, mirándola a los ojos. Dijo:

—Te quiero tanto que todas las tardes mataría al hombre que se va contigo.

En el primer instante la mujer pareció perpleja. Después miró al hombre con atención, con una ondulante expresión de compasión y burla. Después guardó un breve silencio, desconcertada. Y después rió, estrepitosamente.

—Estás celoso, José. ¡Qué rico, estás celoso!

José volvió a sonrojarse con una timidez franca, casi desvergonzada, como le habría ocurrido a un niño a quien le hubieran revelado de golpe todos los secretos. Dijo:

—Esta tarde no entiendes nada, reina.

Y se limpió el sudor con el trapo. Dijo:

—La mala vida te está embruteciendo.

Pero ahora la mujer había cambiado de expresión. “Entonces no”, dijo. Y volvió a mirarlo a los ojos, con un extraño esplendor en la mirada, a un tiempo acongojada y desafiante.

—Entonces, no estás celoso. En cierto modo, sí —dijo José—. Pero no es como tú dices.

Se aflojó el cuello y siguió limpiándose, secándose la garganta con el trapo.

—¿Entonces? —dijo la mujer.

—Lo que pasa es que te quiero tanto que no me gusta que hagas eso —dijo José.

—¿Qué? —dijo la mujer.

—Eso de irte con un hombre distinto todos los días —dijo José.

—¿Es verdad que lo matarías para que no se fuera conmigo? —dijo la mujer.

—Para que no se fuera, no —dijo José—. Lo mataría porque se fuera contigo.

—Es lo mismo —dijo la mujer.

La conversación había llegado a densidad excitante. La mujer hablaba en voz baja, suave, fascinada. Tenía la cara casi al rostro saludable y pacífico del hombre, que permanecía inmóvil, como hechizado por el vapor de las palabras.

—Todo eso es verdad —dijo José.

—Entonces —dijo la mujer, y extendió la mano para acariciar el áspero brazo del hombre. Con la otra mano arrojó la colilla—. Entonces, ¿tú eres capaz de matar a un hombre?

—Por lo que te dije, sí —dijo José. Y su voz tomó una acentuación casi dramática.

La mujer se echó a reír convulsivamente, con una abierta intención de burla.

—¡Qué horror!, José. ¡Qué horror! —dijo, todavía riendo—. José matando a un hombre. ¡Quién hubiera dicho que detrás del señor gordo y santurrón, que nunca me cobra, que todos los días me prepara un bistec y que se distrae hablando conmigo hasta cuando encuentro un hombre, hay un asesino! ¡Qué horror, José! ¡Me das miedo!

José estaba confundido. Tal vez sintió un poco de indignación. Tal vez, cuando la mujer se echó a reír, se sintió defraudado.

—Estás borracha, tonta —dijo—. Vete a dormir. Ni siquiera tendrás ganas de comer nada.

Pero la mujer, ahora había dejado de reír y estaba otra vez seria, pensativa, apoyada en el mostrador. Vio alejarse al hombre. Lo vio abrir la nevera y cerrarla otra vez, sin extraer nada de ella. Lo vio moverse después hacia el extremo opuesto del mostrador. Lo vio frotar el vidrio reluciente, como al principio. Entonces la mujer habló de nuevo, con el tono enternecedor y suave de cuando dijo:

—¿Es verdad que me quieres, Pepillo? José —dijo. El hombre no la miró.

—¡José!

—Vete a dormir —dijo José—. Y métete un baño antes de acostarte para que se te serene la borrachera.

—En serio, José —dijo la mujer—. No estoy borracha.

—Entonces te has vuelto bruta —dijo José.

—Ven acá, tengo que hablar contigo —dijo la mujer.

El hombre se acercó tambaleando entre la complacencia y la desconfianza.

—¡Acércate!

El hombre volvió a pararse frente a la mujer. Ella se inclinó hacia adelante, lo asió fuertemente por el cabello, pero con un gesto de evidente ternura.

—Repíteme lo que me dijiste al principio —dijo.

—¿Qué? —dijo José. Trataba de mirarla con la cabeza agachada asido por el cabello.

—Que matarías a un hombre que se acostara conmigo —dijo la mujer.

—Mataría a un hombre que se hubiera acostado contigo, reina. Es verdad —dijo José.

La mujer lo soltó.

—¿Entonces me defenderías si yo lo matara? —dijo, afirmativamente, empujando con un movimiento de brutal coquetería la enorme cabeza de cerdo de José.

El hombre no respondió nada; sonrió.

—Contéstame, José —dijo la mujer—. ¿Me defenderías si yo lo matara?

—Eso depende —dijo José—. Tú sabes que eso no es tan fácil como decirlo.

—A nadie le cree más la policía que a ti —dijo la mujer.

José sonrió, digno, satisfecho. La mujer se inclinó de nuevo hacia él, por encima del mostrador.

—Es verdad, José. Me atrevería a apostar que nunca has dicho una mentira —dijo.

—No se saca nada con eso —dijo José.

—Por lo mismo —dijo la mujer—. La policía lo sabe y te cree cualquier cosa sin preguntártelo dos veces.

Gabriel García Márquez - La mujer que llegaba a las seis (1) Gabriel García Márquez - Die Frau, die um sechs Uhr kam (1) Gabriel García Márquez - The woman who arrived at six (1) Gabriel García Márquez - Wanita yang tiba di usia enam (1)

La puerta oscilante se abrió. The swinging door opened. Pintu ayun terbuka. A esa hora no había nadie en el restaurante de José. At that time there was no one in José's restaurant. Saat itu tidak ada seorang pun di restoran José.

Acababan de dar las seis y el hombre sabia que sólo a las seis y media empezarían a llegar los parroquianos habituales. It had just struck six and the man knew that only at half past six would the regular customers begin to arrive. Jam baru saja menunjukkan pukul enam dan lelaki itu tahu bahwa baru pukul setengah enam pelanggan tetap akan mulai berdatangan. Tan conservadora y regular era su clientela, que no había acabado el reloj de dar la sexta campanada cuando una mujer entró, como todos los días a esa hora, y se sentó sin decir nada en la alta silla giratoria. So conservative and regular was his clientele that the clock had not run out to strike the sixth when a woman came in, as she did every day at that hour, and sat down without saying anything in the high swivel chair. Pelanggannya begitu konservatif dan teratur sehingga jam belum habis untuk menunjukkan pukul enam ketika seorang wanita masuk, seperti yang dia lakukan setiap hari pada jam itu, dan duduk tanpa berkata apa-apa di kursi putar yang tinggi. Traía un cigarrillo sin encender, apretado entre los labios. He had an unlit cigarette pressed between his lips. Dia menyelipkan sebatang rokok yang tidak menyala di antara bibirnya.

—Hola reina —dijo José cuando la vio sentarse. "Hello queen," José said when he saw her sit down. "Halo ratu," kata José ketika dia melihatnya duduk. Luego caminó hacia el otro extremo del mostrador, limpiando con un trapo seco la superficie vidriada. Then he walked to the other end of the counter, wiping the glass surface with a dry cloth. Kemudian dia berjalan ke ujung konter yang lain, menyeka permukaan kaca dengan kain kering. それから彼はカウンターの反対側まで歩いて行き、ガラスの表面を乾いた布で拭きました。

Siempre que entraba alguien al restaurante José hacia lo mismo. Every time someone entered the restaurant, José did the same thing. Setiap kali seseorang memasuki restoran, José melakukan hal yang sama. Hasta con la mujer con quien había llegado a adquirir un grado de casi intimidad, el gordo y rubicundo mesonero representaba su diaria comedia de hombre diligente. Even with the woman with whom he had come to acquire a degree of near intimacy, the fat, ruddy innkeeper performed his daily comedy as a diligent man. Bahkan dengan wanita yang dengannya dia datang untuk mendapatkan tingkat keintiman yang dekat, pemilik penginapan yang gemuk dan kemerahan melakukan komedi hariannya sebagai pria yang rajin. Habló desde el otro extremo del mostrador. He spoke from the other end of the counter. Dia berbicara dari ujung konter.

—¿Qué quieres hoy? -Apa yang kamu inginkan hari ini? —dijo. -dikatakan.

—Primero que todo quiero enseñarte a ser caballero —dijo la mujer. "First of all I want to teach you to be a gentleman," said the woman. "Pertama-tama saya ingin mengajari Anda untuk menjadi seorang pria," kata wanita itu.

Estaba sentada al final de la hilera de sillas giratorias, de codos en el mostrador, con el cigarrillo apagado en los labios. She was sitting at the end of the row of swivel chairs, her elbows on the counter, her unlit cigarette between her lips. Dia duduk di ujung deretan kursi putar, sikunya di atas meja, rokoknya yang tidak menyala di antara bibirnya. Cuando habló apretó la boca para que José advirtiera el cigarrillo sin encender. When she spoke, she pursed her mouth so that José would notice the unlit cigarette. Ketika dia berbicara, dia mengatupkan mulutnya agar José memperhatikan rokok yang tidak menyala itu.

—No me había dado cuenta —dijo José. "I hadn't noticed," Jose said. "Aku tidak menyadarinya," kata Jose.

—Todavía no te has dado cuenta de nada —dijo la mujer. "You haven't figured it out yet," the woman said. "Kamu belum menemukan jawabannya," kata wanita itu.

El hombre dejó el trapo en el mostrador, caminó hacia los armarios oscuros y olorosos a alquitrán y a madera polvorienta, y regresó luego con las cerillas. The man left the rag on the counter, walked to the dark cabinets that smelled of tar and dusty wood, then returned with the matches. Lelaki itu meninggalkan kain lap di atas meja, berjalan ke lemari gelap yang berbau ter dan kayu berdebu, lalu kembali dengan korek api. La mujer se inclinó para alcanzar la lumbre que ardía entre las manos rústicas y velludas del hombre. The woman bent to reach the fire that burned in the man's rough, hairy hands. Wanita itu membungkuk untuk meraih api yang menyala di tangan pria yang kasar dan berbulu itu. José vio el abundante cabello de la mujer, empavonado de vaselina gruesa y barata. José saw the woman's abundant hair, coated with cheap thick Vaseline. José melihat rambut wanita itu melimpah, dilapisi dengan Vaseline tebal yang murah. Vio su hombro descubierto, por encima del corpiño floreado. He saw her bare shoulder, above the flowered bodice. Dia melihat bahunya yang telanjang, di atas korset bunga. Vio el nacimiento del seno crepuscular, cuando la mujer levantó la cabeza, ya con la brasa en los labios. He saw the birth of the twilight breast, when the woman raised her head, already with the ember on her lips. Dia melihat lahirnya payudara senja, ketika wanita itu mengangkat kepalanya, sudah dengan bara di bibirnya.

—Estás hermosa hoy, reina —dijo José.

—Déjate de tonterías —dijo la mujer—. "Hentikan omong kosong ini," kata wanita itu. No creas que eso me va a servir para pagarte. Don't think that's going to help me pay you. Jangan berpikir itu akan membantuku membayarmu.

—No quise decir eso, reina —dijo José—. "I didn't mean that, queen," Jose said. "Aku tidak bermaksud begitu, ratu," kata Jose. Apuesto a que hoy te hizo daño el almuerzo. I bet your lunch hurt today. Saya yakin makan siang Anda sakit hari ini.

La mujer tragó la primera bocanada de humo denso, se cruzó de brazos, todavía con los codos apoyados en el mostrador, y se quedó mirando hacia la calle, a través del amplio cristal del restaurante. Tenía una expresión melancólica. De una melancolía hastiada y vulgar. Of a jaded and vulgar melancholy.

—Te voy a preparar un buen bistec —dijo José.

—Todavía no tengo plata —dijo la mujer. "I still don't have money," said the woman.

—Hace tres mesas que no tienes plata y siempre te preparo algo bueno —dijo José. "You haven't had money for three tables and I always prepare something good for you," said José.

—Hoy es distinto —dijo la mujer, sobriamente, todavía mirando hacia la calle.

—Todos los días son iguales —dijo José—. Todos los días el reloj marca las seis, entonces entras y dices que tienes un hambre de perro y entonces yo te preparo algo bueno. La única diferencia es ésa que hoy no dices que tienes un hambre de perro, sino que el día es distinto. The only difference is that today you don't say you're hungry as a dog, but that the day is different.

—Y es verdad —dijo la mujer. Se volvió a mirar al hombre que estaba del otro lado del mostrador, registrando la nevera. He turned to look at the man on the other side of the counter, going through the fridge. Estuvo contemplándolo durante dos, tres, segundos.

Luego miró el reloj, arriba del armario. Eran las seis y tres minutos. «Es verdad, José, hoy es distinto», dijo. Expulsó el humo y siguió hablando con palabras cortas, apasionadas: “Hoy no vine a las seis, por eso es distinto, José”. He blew out the smoke and continued speaking with short, passionate words: "Today I didn't come at six, that's why it's different, José."

El hombre miró el reloj.

—Me corto el brazo si ese reloj se atrasa un minuto —dijo. "I'll cut off my arm if that clock loses a minute," he said.

—No es eso, José. Es que hoy no vine a las seis —dijo la mujer—. Vine un cuarto para las seis. I came a quarter to six.

—Acaban de dar las seis, reina —dijo José—. "It's just struck six, queen," said José. Cuando tú entraste acababan de darlas. When you came in they had just given them.

—Tengo un cuarto de hora de estar aquí —dijo la mujer. "I have a quarter of an hour to be here," said the woman.

José se dirigió hacia donde ella estaba.

Acercó a la mujer su enorme cara congestionada, mientras tiraba con el índice de uno de sus párpados. He brought his enormous reddened face closer to the woman, while pulling with his index finger one of his eyelids.

—Sóplame aquí —dijo. "Blow me here," he said.

La mujer echó la cabeza hacia atrás. The woman threw her head back. Estaba seria, fastidiosa, blanda; embellecida por una nube de tristeza y cansancio. She was serious, annoying, soft; embellished by a cloud of sadness and weariness.

—Déjate de tonterías, José. "Stop fooling around, Jose. Tú sabes que hace más de seis meses que no bebo. You know that I haven't drunk for more than six months.

—Eso se lo vas a decir a otro —dijo—. "You're going to tell someone else that," he said. A mí no. Te apuesto a que por lo menos se han tomado un litro entre dos. I bet you that at least they have taken a liter between two.

—Me tomé dos tragos con un amigo —dijo la mujer.

—Ah; entonces ahora me explico —dijo José. —Ah; So now I explain myself," said José.

—Nada tienes que explicarte —dijo la mujer—. "You don't have to explain anything," said the woman. Tengo un cuarto de hora de estar aquí. I have a quarter of an hour to be here.

El hombre se encogió de hombros. The man shrugged.

—Bueno, si así lo quieres, tienes un cuarto de hora de estar aquí. —Well, if you want it that way, you have a quarter of an hour to be here. Después de todo a nadie le importa nada diez minutos más o diez minutos menos.

—Sí importan, José —dijo la mujer. "They do matter, José," the woman said. Y estiró los brazos por encima del mostrador, sobre la superficie vidriada, con un aire de negligente abandono. Dijo: “Y no es que yo lo quiera, es que hace un cuarto de hora que estoy aquí”. He said: "And it's not that I want it, it's that I've been here for a quarter of an hour." Volvió a mirar el reloj y rectificó: “Qué digo; ya tengo veinte minutos.” He looked at the clock again and rectified: “What do I say; I already have twenty minutes.”

—Está bien, reina —dijo el hombre—. Un día entero con su noche te regalaría yo para verte contenta. I would give you a whole day with its night to see you happy.

Durante todo este tiempo José había estado moviéndose detrás del mostrador, removiendo objetos, quitando una cosa de un lugar para ponerla en otro. Estaba en su papel. He was on his role.

—Quiero verte contenta —repitió. Se detuvo bruscamente, volviéndose hacia donde estaba la mujer. He stopped abruptly, turning to where the woman was.

—¿Tú sabes que te quiero mucho? —dijo.

La mujer lo miró con frialdad.

—¿Siii...? ¡Qué descubrimiento, José! ¿Crees que me quedaría contigo por un millón de pesos? Do you think I would stay with you for a million pesos?

—No he querido decir eso, reina —dijo José—. "I didn't mean that, queen," said José. Vuelvo a apostar a que te hizo daño el almuerzo. I bet again that lunch hurt you.

—No te lo digo por eso —dijo la mujer. "That's not why I'm telling you," the woman said. Y su voz se volvió menos indolente—. And her voice became less indolent. Es que ninguna mujer soportaría una carga como la tuya ni por un millón de pesos. It's just that no woman would bear a burden like yours, not even for a million pesos.

José se ruborizó. Le dio la espalda a la mujer y se puso a sacudir el polvo en las botellas del armario. He turned his back on the woman and began to dust the bottles in the cabinet. Habló sin volver la cara. He spoke without turning his face.

—Estás insoportable hoy, reina. Creo que lo mejor es que te comas el bistec y te vayas a acostar.

—No tengo hambre —dijo la mujer.

Se quedó mirando otra vez la calle, viendo los transeúntes turbios de la ciudad atardecida. He stood looking down the street again, seeing the shady passers-by of the sunset city. Durante un instante hubo un silencio turbio en el restaurante. Una quietud interrumpida apenas por el trasteo de José en el armario. A stillness interrupted only by José's fussing around in the closet. De pronto la mujer dejó de mirar hacia la calle y habló con la voz apagada, tierna, diferente. Suddenly the woman stopped looking towards the street and spoke with a soft, tender, different voice.

—¿Es verdad que me quieres, Pepillo? "Is it true that you love me, Pepillo?"

—Es verdad —dijo José, en seco sin mirarla. "It's true," José said, dryly without looking at her.

—¿A pesar de lo que te dije? "Despite what I told you?" —dijo la mujer.

—¿Qué me dijiste? —dijo José, todavía sin inflexiones en la voz, todavía sin mirarla.

—Lo del millón de pesos —dijo la mujer.

—Ya lo había olvidado —dijo José. "I already forgot," said José.

—Entonces, ¿me quieres? "So do you love me?" —dijo la mujer.

—Sí —dijo José.

Hubo una pausa. There was a pause. José siguió moviéndose con la cara revuelta hacia los armarios, todavía sin mirar a la mujer. Jose kept moving with a scruffy face toward the cabinets, still not looking at the woman. Ella expulsó una nueva bocanada de humo, apoyó el busto contra el mostrador y luego, con cautela y picardía, mordiéndose la lengua antes de decirlo, como si hablara en puntillas: She blew out another puff of smoke, leaned her torso against the counter, and then, cautiously and mischievously, biting her tongue before saying it, as if speaking on tiptoe:

—¿Aunque no me acueste contigo? "Even if I don't sleep with you?" —dijo.

Y sólo entonces José volvió a mirarla: And only then did José look at her again:

—Te quiero tanto que no me acostaría contigo —dijo. "I love you so much I wouldn't sleep with you," she said.

Luego caminó hacia donde ella estaba. He then walked over to where she was. Se quedó mirándola de frente, los poderosos brazos apoyados en el mostrador, delante de ella, mirándola a los ojos. He stared straight at her, his powerful arms resting on the counter in front of her, looking into her eyes. Dijo:

—Te quiero tanto que todas las tardes mataría al hombre que se va contigo. —I love you so much that every afternoon I would kill the man who goes with you.

En el primer instante la mujer pareció perpleja. At first the woman seemed perplexed. Después miró al hombre con atención, con una ondulante expresión de compasión y burla. Then he looked at the man closely, his expression rippling with pity and mockery. Después guardó un breve silencio, desconcertada. Then she was silent for a moment, puzzled. Y después rió, estrepitosamente. And then he laughed, loudly.

—Estás celoso, José. "You're jealous, José. ¡Qué rico, estás celoso! Yummy, you're jealous!

José volvió a sonrojarse con una timidez franca, casi desvergonzada, como le habría ocurrido a un niño a quien le hubieran revelado de golpe todos los secretos. José blushed again with a frank, almost shameless shyness, as would have happened to a child to whom all the secrets had been suddenly revealed. Dijo:

—Esta tarde no entiendes nada, reina. —You don't understand anything this afternoon, queen.

Y se limpió el sudor con el trapo. And he wiped the sweat with the rag. Dijo:

—La mala vida te está embruteciendo. —The bad life is brutalizing you.

Pero ahora la mujer había cambiado de expresión. But now the woman's expression had changed. “Entonces no”, dijo. Y volvió a mirarlo a los ojos, con un extraño esplendor en la mirada, a un tiempo acongojada y desafiante. And she looked him in the eye again, with a strange splendor in her eyes, both sorrowful and defiant.

—Entonces, no estás celoso. En cierto modo, sí —dijo José—. In a way, yes,” José said. Pero no es como tú dices.

Se aflojó el cuello y siguió limpiándose, secándose la garganta con el trapo. He loosened his collar and continued cleaning himself, drying his throat with the rag.

—¿Entonces? —dijo la mujer.

—Lo que pasa es que te quiero tanto que no me gusta que hagas eso —dijo José. "What happens is that I love you so much that I don't like that you do that," said José.

—¿Qué? —dijo la mujer.

—Eso de irte con un hombre distinto todos los días —dijo José. "That thing about going off with a different man every day," said José.

—¿Es verdad que lo matarías para que no se fuera conmigo? "Is it true that you would kill him so he wouldn't go with me?" —dijo la mujer.

—Para que no se fuera, no —dijo José—. "So that he wouldn't leave, no," said José. Lo mataría porque se fuera contigo. I would kill him for leaving with you.

—Es lo mismo —dijo la mujer. "It's the same thing," the woman said.

La conversación había llegado a densidad excitante. The conversation had reached an exciting density. La mujer hablaba en voz baja, suave, fascinada. The woman's voice was low, soft, fascinated. Tenía la cara casi al rostro saludable y pacífico del hombre, que permanecía inmóvil, como hechizado por el vapor de las palabras. His face was almost the healthy and peaceful face of the man, who remained motionless, as if spellbound by the vapor of words.

—Todo eso es verdad —dijo José. "All of that is true," said José.

—Entonces —dijo la mujer, y extendió la mano para acariciar el áspero brazo del hombre. "So," the woman said, reaching out to stroke the man's rough arm. Con la otra mano arrojó la colilla—. With the other hand he flicked the stub away. Entonces, ¿tú eres capaz de matar a un hombre? So, are you capable of killing a man?

—Por lo que te dije, sí —dijo José. "From what I told you, yes," said José. Y su voz tomó una acentuación casi dramática. And her voice took on an almost dramatic accent.

La mujer se echó a reír convulsivamente, con una abierta intención de burla. The woman laughed convulsively, with an open intent to mock.

—¡Qué horror!, José. "How horrible, Jose. ¡Qué horror! How awful! —dijo, todavía riendo—. he said, still laughing. José matando a un hombre. Joseph killing a man. ¡Quién hubiera dicho que detrás del señor gordo y santurrón, que nunca me cobra, que todos los días me prepara un bistec y que se distrae hablando conmigo hasta cuando encuentro un hombre, hay un asesino! Who would have thought that behind the fat and self-righteous gentleman, who never charges me, who prepares me a steak every day and who distracts himself by talking to me until I meet a man, there is a murderer! ¡Qué horror, José! How horrible, Jose! ¡Me das miedo! You scare me!

José estaba confundido. Jose was confused. Tal vez sintió un poco de indignación. Maybe he felt a little outraged. Tal vez, cuando la mujer se echó a reír, se sintió defraudado. Perhaps when the woman laughed, he was disappointed.

—Estás borracha, tonta —dijo—. "You're drunk, silly," he said. Vete a dormir. Go to sleep. Ni siquiera tendrás ganas de comer nada. You won't even feel like eating anything.

Pero la mujer, ahora había dejado de reír y estaba otra vez seria, pensativa, apoyada en el mostrador. But the woman had now stopped laughing and was once again serious, pensive, leaning against the counter. Vio alejarse al hombre. He watched the man walk away. Lo vio abrir la nevera y cerrarla otra vez, sin extraer nada de ella. She watched him open the fridge and close it again, taking nothing out of it. Lo vio moverse después hacia el extremo opuesto del mostrador. She then watched him move to the opposite end of the counter. Lo vio frotar el vidrio reluciente, como al principio. She watched him rub the gleaming glass, as at the beginning. Entonces la mujer habló de nuevo, con el tono enternecedor y suave de cuando dijo: Then the woman spoke again, in the soft, soulful tone of when she had said:

—¿Es verdad que me quieres, Pepillo? "Is it true that you love me, Pepillo?" José —dijo. Jose said. El hombre no la miró. The man did not look at her.

—¡José! -Joseph!

—Vete a dormir —dijo José—. "Go to sleep," Jose said. Y métete un baño antes de acostarte para que se te serene la borrachera. And take a bath before going to bed to soothe your drunkenness.

—En serio, José —dijo la mujer—. "Seriously, Jose," the woman said. No estoy borracha. I'm not drunk.

—Entonces te has vuelto bruta —dijo José. "Then you've become stupid," said José.

—Ven acá, tengo que hablar contigo —dijo la mujer. "Come here, I have to talk to you," said the woman.

El hombre se acercó tambaleando entre la complacencia y la desconfianza. The man approached, teetering between complacency and distrust.

—¡Acércate! "Come closer!"

El hombre volvió a pararse frente a la mujer. The man came back to stand in front of the woman. Ella se inclinó hacia adelante, lo asió fuertemente por el cabello, pero con un gesto de evidente ternura. Leaning forward, she gripped his hair tightly, but with a gesture of obvious tenderness.

—Repíteme lo que me dijiste al principio —dijo. "Tell me back what you told me at the beginning," he said.

—¿Qué? -Than? —dijo José. Trataba de mirarla con la cabeza agachada asido por el cabello. He was trying to look at her with his head lowered, holding on to her hair.

—Que matarías a un hombre que se acostara conmigo —dijo la mujer. "That you would kill a man who slept with me," the woman said.

—Mataría a un hombre que se hubiera acostado contigo, reina. “I would kill a man who slept with you, queen. Es verdad —dijo José. It's true," Jose said.

La mujer lo soltó. The woman released him.

—¿Entonces me defenderías si yo lo matara? "Then you would defend me if I killed him?" —dijo, afirmativamente, empujando con un movimiento de brutal coquetería la enorme cabeza de cerdo de José. she said affirmatively, pushing José's enormous pig's head with a movement of brutal flirtation.

El hombre no respondió nada; sonrió. The man didn't answer anything; smiled.

—Contéstame, José —dijo la mujer—. "Answer me, José," said the woman. ¿Me defenderías si yo lo matara? Would you defend me if I killed him?

—Eso depende —dijo José—. Tú sabes que eso no es tan fácil como decirlo. You know that's not as easy as saying it.

—A nadie le cree más la policía que a ti —dijo la mujer. "Nobody believes the police more than you," the woman said.

José sonrió, digno, satisfecho. José smiled, dignified, satisfied. La mujer se inclinó de nuevo hacia él, por encima del mostrador. The woman leaned toward him again, across the counter.

—Es verdad, José. "It's true, Jose. Me atrevería a apostar que nunca has dicho una mentira —dijo. I'd bet you've never told a lie,” he said.

—No se saca nada con eso —dijo José. "There's nothing to be gained from that," José said.

—Por lo mismo —dijo la mujer—. "For the same reason," said the woman. La policía lo sabe y te cree cualquier cosa sin preguntártelo dos veces. The police know this and will believe anything without asking you twice.