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Sherlock Holmes - El Signo de los Cuatro, Una demostración de Sherlock Holmes - 04

Una demostración de Sherlock Holmes - 04

- ¡Ve usted! - exclamó Athelney Jones reapareciendo en la escala- Después de todo, los hechos valen más que las teorías. Mi opinión en el asunto se confirma. He encontrado una puerta claraboya, y estaba medio abierta.

- Yo fuí quien la abrí.

- ¡Hola! ¿Conque usted la había visto antes que yo? - Y parecía bastante contrariado al saberlo. - ¡Bueno! Pues cualquiera que sea el que la vió primero, el hecho es que por allí se ha escapado el sujeto. ¡Inspector!

- Señor! - le contestaron desde el corredor.

- Diga usted al señor Sholto que entre. Señor Sholto, cumplo con el deber de prevenirle que cualquier cosa que usted diga puede ser utilizada en su contra. En nombre de la Reina lo arresto á usted, como complicado en la muerte de su hermano.

- ¡Ya está! No decía yo? - gimió el pobre hombrecito, alzando las manos y mirándonos asustado.

- No tenga usted miedo, señor Sholto - le dijo Holmes. - Muy pronto lo libraré á usted de esa acusación.

- ¡No promete usted demasiado, señor Teorizador, no promete usted demasiado! - le previno el detective en tono rajante. - Puede ser que el asunto le resulte á usted mucho más difícil de lo que usted piensa.

- No sólo estoy seguro de librar al señor Sholto, sino que voy obsequiarle á usted, sin el menor interés, con el nombre y seña de una de las dos personas que estuvieron anoche en este cuarto. Sepa usted que se llama Jonathan Small, es hombre de escasa educación, pequeño de estatura, activo y le falta la pierna derecha, en cuyo lugar usa una de palo, que está algo gastada en la parte inferior. El pie izquierdo lo lleva calzado con un botín de suela ordinaria, cuadrado en la punta, el tacón tiene un ribete de hierro. Es hombre de cierta edad, tiene la cara y las manos quemadas por el sol, y ha estado en presidio. Estas pocas indicaciones pueden servirle á usted, y agrégueles usted esto: el sujeto debe tener en este momento la palma de la mano casi sin cutis. La otra persona…

- ¡Ah! ¿La otra persona? - preguntó Athelney Jones con burlona voz, pero no por eso menos impresionado por la precisión del lenguaje de Holmes.

- Es una persona bastante rara - contestó éste, girando sobre sus talones. - Espero poder muy pronto presentarle á usted el par. Una palabra, Watson.

Y me llevó afuera, hasta cerca de la escalera.

- Este suceso - me dijo, - nos ha hecho perder de vista el objeto original de nuestra venida aquí.

- Estaba precisamente pensando en eso - le contesté. - No me parece bien que la señorita Morstan permanezca en esta lúgubre casa.

- No. Acompáñela usted. Vive con la señora Cecil Forrester, en Camberwell Bajo, no muy lejos de aquí. Yo lo esperaré á usted. ¿O tal vez está usted muy cansado?

- De ninguna manera, y me parece que me sería imposible descansar antes de descubrir más pormenores de este fantástico asunto. En el curso de mi existencia he visto bastantes cosas, á veces no poco raras, pero le doy á usted mi palabra de que la sucesión de sorpresas tan extrañas que hemos experimentado esta noche, me ha trastornado por completo. Y ahora, que ya me encuentro en esta situación, desearía seguir junto con usted el curso de los sucesos.

- La presencia de usted me será utilísima - me contestó. - Nosotros trabajaremos independientemente y dejaremos al amigo Jones regocijarse en la contemplación del embrollo que le plazca inventar. Tan pronto como haya dejado usted á la señorita Morstan en su casa, hágame el favor de ir al número 3 del callejón Lane, en Lambet, cerca de la ribera. La tercera casa de la derecha es la de un negociante en animales, que se llama Sherman; en una hoja de la ventana verá usted pintado un sabueso con un conejo entre los dientes. Llame usted á la puerta, despierte al viejo Sherman, y después de saludarlo en mi nombre, dígale que necesito en el acto á Toby. Y se trae usted á Toby en el carruaje.

- ¿Un perro, supongo?

- Si; un perro extraordinario, que tiene el más asombroso olfato. La ayuda de Toby me será más útil que la de todos los detectives de Londres juntos.

- Pues cuente usted con que se lo traeré - le respondí. Es la una: si puedo cambiar de caballo estaré de regreso antes de las tres.

- Y yo - dijo Holmes, - voy á ver si consigo algunos datos de la señora Bernstone y del criado indio, que, según el señor Tadeo me ha dicho, duerme aquí al lado. Después me divertiré en estudiar los métodos del gran Jones y en oír sus sarcasmos nada delicados. Wir sind gewöhnt, dass die Menschen verhöhnen was sie nicht verstehen.


Una demostración de Sherlock Holmes - 04

- ¡Ve usted! - exclamó Athelney Jones reapareciendo en la escala- Después de todo, los hechos valen más que las teorías. Mi opinión en el asunto se confirma. He encontrado una puerta claraboya, y estaba medio abierta.

- Yo fuí quien la abrí.

- ¡Hola! ¿Conque usted la había visto antes que yo? So you had seen her before me? - Y parecía bastante contrariado al saberlo. - ¡Bueno! Pues cualquiera que sea el que la vió primero, el hecho es que por allí se ha escapado el sujeto. ¡Inspector!

- Señor! - le contestaron desde el corredor.

- Diga usted al señor Sholto que entre. Señor Sholto, cumplo con el deber de prevenirle que cualquier cosa que usted diga puede ser utilizada en su contra. En nombre de la Reina lo arresto á usted, como complicado en la muerte de su hermano.

- ¡Ya está! No decía yo? - gimió el pobre hombrecito, alzando las manos y mirándonos asustado.

- No tenga usted miedo, señor Sholto - le dijo Holmes. - Muy pronto lo libraré á usted de esa acusación.

- ¡No promete usted demasiado, señor Teorizador, no promete usted demasiado! - le previno el detective en tono rajante. - Puede ser que el asunto le resulte á usted mucho más difícil de lo que usted piensa.

- No sólo estoy seguro de librar al señor Sholto, sino que voy obsequiarle á usted, sin el menor interés, con el nombre y seña de una de las dos personas que estuvieron anoche en este cuarto. Sepa usted que se llama Jonathan Small, es hombre de escasa educación, pequeño de estatura, activo y le falta la pierna derecha, en cuyo lugar usa una de palo, que está algo gastada en la parte inferior. El pie izquierdo lo lleva calzado con un botín de suela ordinaria, cuadrado en la punta, el tacón tiene un ribete de hierro. Es hombre de cierta edad, tiene la cara y las manos quemadas por el sol, y ha estado en presidio. Estas pocas indicaciones pueden servirle á usted, y agrégueles usted esto: el sujeto debe tener en este momento la palma de la mano casi sin cutis. La otra persona…

- ¡Ah! ¿La otra persona? - preguntó Athelney Jones con burlona voz, pero no por eso menos impresionado por la precisión del lenguaje de Holmes.

- Es una persona bastante rara - contestó éste, girando sobre sus talones. - Espero poder muy pronto presentarle á usted el par. Una palabra, Watson.

Y me llevó afuera, hasta cerca de la escalera.

- Este suceso - me dijo, - nos ha hecho perder de vista el objeto original de nuestra venida aquí.

- Estaba precisamente pensando en eso - le contesté. - No me parece bien que la señorita Morstan permanezca en esta lúgubre casa.

- No. Acompáñela usted. Vive con la señora Cecil Forrester, en Camberwell Bajo, no muy lejos de aquí. Yo lo esperaré á usted. ¿O tal vez está usted muy cansado?

- De ninguna manera, y me parece que me sería imposible descansar antes de descubrir más pormenores de este fantástico asunto. En el curso de mi existencia he visto bastantes cosas, á veces no poco raras, pero le doy á usted mi palabra de que la sucesión de sorpresas tan extrañas que hemos experimentado esta noche, me ha trastornado por completo. Y ahora, que ya me encuentro en esta situación, desearía seguir junto con usted el curso de los sucesos.

- La presencia de usted me será utilísima - me contestó. - Nosotros trabajaremos independientemente y dejaremos al amigo Jones regocijarse en la contemplación del embrollo que le plazca inventar. Tan pronto como haya dejado usted á la señorita Morstan en su casa, hágame el favor de ir al número 3 del callejón Lane, en Lambet, cerca de la ribera. La tercera casa de la derecha es la de un negociante en animales, que se llama Sherman; en una hoja de la ventana verá usted pintado un sabueso con un conejo entre los dientes. Llame usted á la puerta, despierte al viejo Sherman, y después de saludarlo en mi nombre, dígale que necesito en el acto á Toby. Y se trae usted á Toby en el carruaje.

- ¿Un perro, supongo?

- Si; un perro extraordinario, que tiene el más asombroso olfato. La ayuda de Toby me será más útil que la de todos los detectives de Londres juntos.

- Pues cuente usted con que se lo traeré - le respondí. Es la una: si puedo cambiar de caballo estaré de regreso antes de las tres.

- Y yo - dijo Holmes, - voy á ver si consigo algunos datos de la señora Bernstone y del criado indio, que, según el señor Tadeo me ha dicho, duerme aquí al lado. Después me divertiré en estudiar los métodos del gran Jones y en oír sus sarcasmos nada delicados. __Wir sind gewöhnt, dass die Menschen verhöhnen was sie nicht verstehen.__ Ger: We're used to people scoffing at what they don't understand.