Una demostración de Sherlock Holmes - 03
Mientras Sherlock Holmes hablaba, los pasos se acercaban ruidosamente por el corredor, y un hombre, alto y corpulento, vestido con un traje gris, entró con pesado andar en el cuarto. Su cara era colorada, gorda y pletórica; ojos, muy pequeños y vivos, miraban con penetrante intención desde las profundidades de sus gruesos párpados. Detrás de él entraron un inspector de policía, uniformado, y Tadeo Sholto, todavía palpitante.
- ¡Este es un lindo asunto! - exclamó el hombre corpulento. - ¡Un asunto que vale la pena! Pero ¿quiénes son esos dos? ¿Cuál es la razón de que la casa esté tan poblada como una conejera?
- Me parece que usted debe recordar quién soy yo, señor Athelney Jones - dijo Holmes con tranquilo acento.
- ¡Ya lo creo que sí! - mugió el otro. - Usted es el señor Sherlock Holmes, el teorizador. ¡Acordarme de usted! Nunca olvidaré las lecciones que nos dió usted á todos nosotros sobre las causas, consecuencias y efectos, en el asunto de las Joyas de Bishopgate. Verdad es que usted nos puso sobre el buen rastro, pero usted convendrá ahora en que más le ayudó en ese caso su buena suerte que el raciocinio.
- Pues fué un caso de simple razonamiento.
- ¡Oh, vamos, vamos! ¡Nunca se avergüence usted de reconocer la verdad! ¿Y qué me dice usted de esto ahora? ¡Mal negocio, mal negocio! Hechos descarnados, ningún lugar para las teorías. Qué suerte para mí, haberme encontrado hoy en Norwood, para hacerme cargo de este caso. Estaba en el puesto de policía cuando llegó el aviso. ¿De qué cree usted que ha muerto este hombre?
- ¡Oh! Este es un asunto que me sería difícil teorizar - contestó Holmes secamente.
- No, no. Nosotros no podemos negar que á veces golpea usted en el clavo. ¡Qué perspectiva! La puerta cerrada, según entiendo. Joyas, por valor de dos millones y medio, desaparecidas. ¿Cómo estaba la ventana?
- Cerrada por adentro, pero en el antepecho hay rastro de pisadas.
- Bien, bien. Si la ventana estaba cerrada por adentro, las pisadas nada tienen que ver en el asunto. Eso lo indica el sentido común. El hombre puede haber muerto de un accidente, pero la cuestión es que las joyas no están aquí. ¡Ah! Se me ocurre una teoría. A veces me asaltan estas ráfagas. Salga usted al corredor, sargento, y usted también, señor Sholto. El señor puede quedarse. ¿Qué piensa usted de esto que le voy á decir, Holmes? Según su propia confesión, Sholto estuvo anoche con su hermano. El hermano murió por efecto de un accidente, y Sholto se llevó el tesoro. ¿Qué le parece á usted?
- ¿Sin duda el muerto se levantó después y echó la llave á la puerta?
- ¡Hum! La cosa anda mal. Apliquemos el sentido común. Este Tadeo Sholto estuvo con su hermano: entre ellos hubo una disputa, cosa que sabemos. El hermano está muerto y las joyas no parecen. También esto lo sabemos. Nadie ha visto al hermano desde que Tadeo se separó de él. La cama demuestra que el hermano no se acostó. Tadeo está visiblemente trastornado. Su apariencia es… pues, no es atrayente. Ya ve usted que voy tendiendo mi red en torno de Tadeo, y las mallas comienzan á apretarlo ya.
- Usted no está todavía en completa posesión de los hechos - dijo Holmes. - Esta astilla de madera, que tengo muchas razones para creer envenenada, estaba allí, en esa parte de la piel donde todavía puede usted ver la marca; este papel, escrito como usted ve, estaba en la mesa, y á su lado este curioso bastón con puño de piedra. ¿Cabe todo eso dentro de su teoría?
- La confirma bajo todo respecto - dijo acompasadamente el gordo detective. - La casa está llena de curiosidades de la India. Tadeo ha traído estas cosas de abajo, y si la astilla está envenenada, Tadeo puede haber hecho uso de ella para matar, como podría hacerlo cualquiera otra persona. El papel es una manera de extraviar las pesquisas… y puede no serlo. La única cuestión es ¿cómo salió de aquí? ¡Ah! Ya lo creo, por ese agujero del techo.
Con actividad grandísima, si se consideraba su volumen, subió por la escala y se metió por el hueco y en seguida oímos su alegre voz que proclamaba el hallazgo de la puerta claraboya.
- Pueda ser que descubra realmente algo - dijo Holmes, encogiéndose de hombros, - pues á veces tiene sus accesos de corazón. Il n'y a pas de sots aussi incommodes que ceux qui font de l'esprit.