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Sherlock Holmes - El Signo de los Cuatro, La historia del hombre calvo - 04

La historia del hombre calvo - 04

El hombrecito cesó de hablar para encender otra vez su hookah, y durante unos instantes siguió fumando en silencio, pensativo. Nosotros tres habíamos escuchado inmóviles la extraordinaria narración. En la parte referente á la muerte de su padre, la señorita Morstan se puso lívida como un cadáver, y yo temí que se desmayara; pero el malestar le pasó bebiendo un vaso de agua que le serví de un frasco veneciano colocado en una mesita. Sherlock Holmes se había echado atrás en su silla, con expresión abstraída, las pestañas caídas sobre los chispeantes ojos. Al mirarlo, no pude menos de recordar las amargas quejas que le había oído proferir ese día con respecto á la vulgaridad de la vida allí tenía, pues, un problema que iba á someter su sagacidad una prueba decisiva. El señor Tadeo Sholto paseaba sus miradas sobre nosotros con visible orgullo, por el efecto que su historia había producido; y á poco prosiguió su relato, entrecortado por las chupadas que daba á su sobrecargada pipa.

- Tanto mi hermano como yo, nos sentimos, como ustedes se imaginarán, bastante sobreexcitados con motivo del tesoro de que nuestro padre nos había hablado. Durante semanas y meses excavamos y revolvimos por todas partes del jardín, sin descubrir su paradero.

Era para volverse loco pensar que la mención del escondrijo había estado en los labios de nuestro padre precisamente en el instante en que la muerte le hacía callar. Por el rosario podíamos juzgar el esplendor de las ocultas riquezas. Ese rosario fué causa de algunas pequeñas discusiones entre mi hermano y yo. Las perlas eran evidentemente de gran valor, y á él se le hacía duro deshacerse de ellas, pues, aquí para entre nosotros, mi hermano se inclinaba algo al defecto de que padecía mi padre. Decía también que, si enviáramos el rosario, el hecho podía dar lugar á habladurías y causarnos algún trastorno. Todo lo que conseguí fué persuadirlo de que debía dejarme averiguar la dirección de la señorita Morstan y enviarle, de una en una, las perlas desprendidas del rosario, con intervalos fijos, para que así, por lo menos, estuviera al abrigo de la miseria.

- Bondadosa idea - dijo con acento de gratitud nuestra compañera; - fué usted muy bueno al pensar de esa manera.

El hombrecito hizo ademán de pedir más bien excusas.

- Nosotros éramos depositarios de los bienes de usted – dijo, - esa fué mi manera de ver el asunto, aunque mi hermano Bartolomé no se decidía á contemplarlo bajo la misma luz. Nosotros teníamos ya mucho dinero, y yo no sentía deseos de enriquecerme más. Por otra parte, habría sido de muy mal gusto tratar á una señorita de manera tan poco delicada como él quería. Le mauvais goût méne au crime. Los franceses saben expresar estas cosas con mucha claridad. Nuestra diferencia de opiniones sobre el particular fué tan lejos, que pensé que lo mejor para mí sería poner casa aparte, y abandoné Pondicherry Lodge, trayéndome al viejo Khitmutgar y á Williams. Pero ayer supe que había ocurrido un acontecimiento de la mayor importancia: el tesoro había sido hallado; y en el acto escribí á la señorita Morstan. Ahora no nos queda más que ir á Norwood y pedir la parte que nos corresponde. Anoche hice saber mis ideas al respecto á Bartolomé, de modo que si no vamos á ser los bienvenidos en su casa, por lo menos seremos los esperados.

El señor Tadeo Sholto cesó de hablar, pero continuó agitándose en su lujoso asiento. Nosotros tres seguimos en silencio, el pensamiento embargado por el nuevo giro que el misterioso asunto había tomado. Holmes fué el primero en ponerse de pie.

- Usted ha procedido bien, señor - le dijo, - desde el principio hasta el fin. Es posible que nosotros podamos retribuirle su buen comportamiento arrojando alguna luz sobre aquello que para usted está todavía en la obscuridad. Pero, como la señorita Morstan lo hacía notar hace poco, ya es tarde, y lo mejor sería terminar pronto con el asunto.


La historia del hombre calvo - 04

El hombrecito cesó de hablar para encender otra vez su __hookah__, y durante unos instantes siguió fumando en silencio, pensativo. Nosotros tres habíamos escuchado inmóviles la extraordinaria narración. En la parte referente á la muerte de su padre, la señorita Morstan se puso lívida como un cadáver, y yo temí que se desmayara; pero el malestar le pasó bebiendo un vaso de agua que le serví de un frasco veneciano colocado en una mesita. Sherlock Holmes se había echado atrás en su silla, con expresión abstraída, las pestañas caídas sobre los chispeantes ojos. Al mirarlo, no pude menos de recordar las amargas quejas que le había oído proferir ese día con respecto á la vulgaridad de la vida allí tenía, pues, un problema que iba á someter su sagacidad una prueba decisiva. Looking at him, I could not help remembering the bitter complaints that I had heard him utter that day regarding the vulgarity of life. There he had a problem that was going to put his sagacity to a decisive test. El señor Tadeo Sholto paseaba sus miradas sobre nosotros con visible orgullo, por el efecto que su historia había producido; y á poco prosiguió su relato, entrecortado por las chupadas que daba á su sobrecargada pipa.

- Tanto mi hermano como yo, nos sentimos, como ustedes se imaginarán, bastante sobreexcitados con motivo del tesoro de que nuestro padre nos había hablado. Durante semanas y meses excavamos y revolvimos por todas partes del jardín, sin descubrir su paradero.

Era para volverse loco pensar que la mención del escondrijo había estado en los labios de nuestro padre precisamente en el instante en que la muerte le hacía callar. Por el rosario podíamos juzgar el esplendor de las ocultas riquezas. Ese rosario fué causa de algunas pequeñas discusiones entre mi hermano y yo. Las perlas eran evidentemente de gran valor, y á él se le hacía duro deshacerse de ellas, pues, aquí para entre nosotros, mi hermano se inclinaba algo al defecto de que padecía mi padre. Decía también que, si enviáramos el rosario, el hecho podía dar lugar á habladurías y causarnos algún trastorno. Todo lo que conseguí fué persuadirlo de que debía dejarme averiguar la dirección de la señorita Morstan y enviarle, de una en una, las perlas desprendidas del rosario, con intervalos fijos, para que así, por lo menos, estuviera al abrigo de la miseria. All I succeeded in persuading him was to let me find out Miss Morstan's address, and to send her, one by one, the detached beads of the rosary, at fixed intervals, so that at least she might be safe from misery.

- Bondadosa idea - dijo con acento de gratitud nuestra compañera; - fué usted muy bueno al pensar de esa manera.

El hombrecito hizo ademán de pedir más bien excusas.

- Nosotros éramos depositarios de los bienes de usted – dijo, - esa fué mi manera de ver el asunto, aunque mi hermano Bartolomé no se decidía á contemplarlo bajo la misma luz. Nosotros teníamos ya mucho dinero, y yo no sentía deseos de enriquecerme más. Por otra parte, habría sido de muy mal gusto tratar á una señorita de manera tan poco delicada como él quería. __Le mauvais goût méne au crime__. Los franceses saben expresar estas cosas con mucha claridad. Nuestra diferencia de opiniones sobre el particular fué tan lejos, que pensé que lo mejor para mí sería poner casa aparte, y abandoné Pondicherry Lodge, trayéndome al viejo Khitmutgar y á Williams. Pero ayer supe que había ocurrido un acontecimiento de la mayor importancia: el tesoro había sido hallado; y en el acto escribí á la señorita Morstan. Ahora no nos queda más que ir á Norwood y pedir la parte que nos corresponde. Anoche hice saber mis ideas al respecto á Bartolomé, de modo que si no vamos á ser los bienvenidos en su casa, por lo menos seremos los esperados. Last night I made my ideas known to Bartolomé on the matter, so that if we are not going to be the welcome ones in his house, at least we will be the ones expected.

El señor Tadeo Sholto cesó de hablar, pero continuó agitándose en su lujoso asiento. Nosotros tres seguimos en silencio, el pensamiento embargado por el nuevo giro que el misterioso asunto había tomado. Holmes fué el primero en ponerse de pie.

- Usted ha procedido bien, señor - le dijo, - desde el principio hasta el fin. Es posible que nosotros podamos retribuirle su buen comportamiento arrojando alguna luz sobre aquello que para usted está todavía en la obscuridad. Pero, como la señorita Morstan lo hacía notar hace poco, ya es tarde, y lo mejor sería terminar pronto con el asunto.