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Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez, Capítulo 19 (2)

Capítulo 19 (2)

No era un proyecto nuevo. En realidad lo tenía bastante avanzado cuando conoció a Amaranta Úrsula, solo que no era para Macondo sino para el Congo Belga, donde su familia tenía inversiones en aceite de palma. El matrimonio, la decisión de pasar unos meses en Macondo para complacer a la esposa, lo habían obligado a aplazarlo. Pero cuando vio que Amaranta Úrsula estaba empeñada en organizar una junta de mejoras públicas, y hasta se reía de él por insinuar la posibilidad del regreso, comprendió que las cosas iban para largo, y volvió a establecer contacto con sus olvidados socios de Bruselas, pensando que para ser pionero daba lo mismo el Caribe que el África. Mientras progresaban las gestiones, preparó un campo de aterrizaje en la antigua región encantada que entonces parecía una llanura de pedernal resquebrajado, y estudió la dirección de los vientos, la geografía del litoral y las rutas más adecuadas para la navegación aérea, sin saber que su diligencia, tan parecida a la de Mr. Herbert, estaba infundiendo en el pueblo la peligrosa sospecha de que su propósito no era planear itinerarios sino sembrar banano. Entusiasmado con una ocurrencia que después de todo podía justificar su establecimiento definitivo en Macondo, hizo varios viajes a la capital de la provincia, se entrevistó con las autoridades, y obtuvo licencias y suscribió contratos de exclusividad. Mientras tanto, mantenía con los socios de Bruselas una correspondencia parecida a la de Fernanda con los médicos invisibles, y acabó de convencerlos de que embarcaran el primer aeroplano al cuidado de un mecánico experto, que lo armara en el puerto más próximo y lo llevara volando a Macondo. Un año después de las primeras mediciones y cálculos meteorológicos, confiando en las promesas reiteradas de sus corresponsales, había adquirido la costumbre de pasearse por las calles, mirando el cielo, pendiente de los rumores de la brisa, en espera de que apareciera el aeroplano.

Aunque ella no lo había notado, el regreso de Amaranta Úrsula determinó un cambio radical en la vida de Aureliano. Después de la muerte de José Arcadio, se había vuelto un cliente asiduo de la librería del sabio catalán. Además, la libertad de que entonces disfrutaba, y el tiempo de que disponía, le despertaron una cierta curiosidad por el pueblo, que conoció sin asombro. Recorrió las calles polvorientas y solitarias, examinando con un interés más científico que humano el interior de las casas en ruinas, las redes metálicas de las ventanas, rotas por el óxido y los pájaros moribundos, y los habitantes abatidos por los recuerdos. Trató de reconstruir con la imaginación el arrasado esplendor de la antigua ciudad de la compañía bananera, cuya piscina seca estaba llena hasta los bordes de podridos zapatos de hombre y zapatillas de mujer, y en cuyas casas desbaratadas por la cizaña encontró el esqueleto de un perro alemán todavía atado a una argolla con una cadena de acero, y un teléfono que repicaba, repicaba, repicaba, hasta que él lo descolgó, entendió lo que una mujer angustiada y remota preguntaba en inglés, y le contestó que sí, que la huelga había terminado, que los tres mil muertos habían sido echados al mar, que la compañía bananera se había ido, y que Macondo estaba por fin en paz desde hacía muchos años. Aquellas correrías lo llevaron al postrado barrio de tolerancia, donde en otros tiempos se quemaban mazos de billetes para animar la cumbiamba, y que entonces era un vericueto de calles más afligidas y miserables que las otras, con algunos focos rojos todavía encendidos, y con salones de baile adornados con piltrafas de guirnaldas, donde las macilentas y gordas viudas de nadie, las bisabuelas francesas y las matriarcas babilónicas, continuaban esperando junto a las victrolas. Aureliano no encontró quien recordara a su familia, ni siquiera al coronel Aureliano Buendía, salvo el más antiguo de los negros antillanos, un anciano cuya cabeza algodonada le daba el aspecto de un negativo de fotografía, que seguía cantando en el pórtico de la casa los salmos lúgubres del atardecer. Aureliano conversaba con él en el enrevesado papiamento que aprendió en pocas semanas, y a veces compartía el caldo de cabezas de gallo que preparaba la bisnieta, una negra grande, de huesos sólidos, caderas de yegua y tetas de melones vivos, y una cabeza redonda, perfecta, acorazada por un duro capacete de pelos de alambre, que parecía el almófar de un guerrero medieval. Se llamaba Nigromanta. Por esa época, Aureliano vivía de vender cubiertos, palmatorias y otros chécheres de la casa. Cuando andaba sin un céntimo, que era lo más frecuente, conseguía que en las fondas del mercado le regalaran las cabezas de gallo que iban a tirar en la basura, y se las llevaba a Nigromanta para que le hiciera sus sopas aumentadas con verdolaga y perfumadas con hierbabuena. Al morir el bisabuelo, Aureliano dejó de frecuentar la casa, pero se encontraba a Nigromanta bajo los oscuros almendros de la plaza, cautivando con sus silbos de animal montuno a los escasos trasnochadores. Muchas veces la acompañó, hablando en papiamento de las sopas de cabezas de gallo y otras exquisiteces de la miseria, y hubiera seguido haciéndolo si ella no lo hubiera hecho caer en la cuenta de que su compañía le ahuyentaba la clientela. Aunque algunas veces sintió la tentación, y aunque a la propia Nigromanta le hubiera parecido una culminación natural de la nostalgia compartida, no se acostaba con ella. De modo que Aureliano seguía siendo virgen cuando Amaranta Úrsula regresó a Macondo y le dio un abrazo fraternal que lo dejó sin aliento. Cada vez que la veía, y peor aun cuando ella le enseñaba los bailes de moda, él sentía el mismo desamparo de esponjas en los huesos que turbó a su tatarabuelo cuando Pilar Ternera le puso pretextos de barajas en el granero. Tratando de sofocar el tormento, se sumergió más a fondo en los pergaminos y eludió los halagos inocentes de aquella tía que emponzoñaba sus noches con efluvios de tribulación, pero mientras más la evitaba, con más ansiedad esperaba su risa pedregosa, sus aullidos de gata feliz y sus canciones de gratitud, agonizando de amor a cualquier hora y en los lugares menos pensados de la casa. Una noche, a diez metros de su cama, en el mesón de platería, los esposos del vientre desquiciado desbarataron la vidriera y terminaron amándose en un charco de ácido muriático. Aureliano no solo no pudo dormir un minuto, sino que pasó el día siguiente con calentura, sollozando de rabia. Se le hizo eterna la llegada de la primera noche en que esperó a Nigromanta a la sombra de los almendros, atravesado por las agujas de hielo de la incertidumbre, y apretando en el puño el peso con cincuenta centavos que le había pedido a Amaranta Úrsula, no tanto porque los necesitara, como para complicarla, envilecerla y prostituirla de algún modo con su aventura. Nigromanta lo llevó a su cuarto alumbrado con veladoras de superchería, a su cama de tijeras con el lienzo percudido de malos amores, y a su cuerpo de perra brava, empedernida, desalmada, que se preparó para despacharlo como si fuera un niño asustado, y se encontró de pronto con un hombre cuyo poder tremendo exigió a sus entrañas un movimiento de reacomodación sísmica.

Se hicieron amantes. Aureliano ocupaba la mañana en descifrar pergaminos, y a la hora de la siesta iba al dormitorio soporífero donde Nigromanta lo esperaba para enseñarlo a hacer primero como las lombrices, luego como los caracoles y por último como los cangrejos, hasta que tenía que abandonarlo para acechar amores extraviados. Pasaron varias semanas antes de que Aureliano descubriera que ella tenía alrededor de la cintura un cintillo que parecía hecho con una cuerda de violoncelo, pero que era duro como el acero y carecía de remate, porque había nacido y crecido con ella. Casi siempre, entre amor y amor, comían desnudos en la cama, en el calor alucinante y bajo las estrellas diurnas que el óxido iba haciendo despuntar en el techo de zinc. Era la primera vez que Nigromanta tenía un hombre fijo, un machucante de planta, como ella misma decía muerta de risa, y hasta empezaba a hacerse ilusiones de corazón cuando Aureliano le confió su pasión reprimida por Amaranta Úrsula, que no había conseguido remediar con la sustitución, sino que le iba torciendo cada vez más las entrañas a medida que la experiencia ensanchaba el horizonte del amor. Entonces Nigromanta siguió recibiéndolo con el mismo calor de siempre, pero se hizo pagar los servicios con tanto rigor, que cuando Aureliano no tenía dinero se los cargaba en la cuenta que no llevaba con números sino con rayitas que iba trazando con la uña del pulgar detrás de la puerta. Al anochecer, mientras ella se quedaba barloventeando en las sombras de la plaza, Aureliano pasaba por el corredor como un extraño, saludando apenas a Amaranta Úrsula y a Gastón, que de ordinario cenaban a esa hora, y volvía a encerrarse en el cuarto, sin poder leer ni escribir, ni siquiera pensar, por la ansiedad que le provocaban las risas, los cuchicheos, los retozos preliminares, y luego las explosiones de felicidad agónica que colmaban las noches de la casa. Esa era su vida dos años antes de que Gastón empezara a esperar el aeroplano, y seguía siendo igual la tarde en que fue a la librería del sabio catalán y encontró a cuatro muchachos despotricadores, encarnizados en una discusión sobre los métodos de matar cucarachas en la Edad Media. El viejo librero, conociendo la afición de Aureliano por libros que solo había leído Beda el Venerable, lo instó con una cierta malignidad paternal a que terciara en la controversia, y él ni siquiera tomó aliento para explicar que las cucarachas, el insecto alado más antiguo sobre la tierra, era ya la víctima favorita de los chancletazos en el Antiguo Testamento, pero que como especie era definitivamente refractaria a cualquier método de exterminio, desde las rebanadas de tomate con bórax hasta la harina con azúcar, pues sus mil seiscientas tres variedades habían resistido a la más remota, tenaz y despiadada persecución que el hombre había desatado desde sus orígenes contra ser viviente alguno, inclusive el propio hombre, hasta el extremo de que así como se atribuía al género humano un instinto de reproducción, debía atribuírsele otro más definido y apremiante, que era el instinto de matar cucarachas, y que si estas habían logrado escapar a la ferocidad humana era porque se habían refugiado en las tinieblas, donde se hicieron invulnerables por el miedo congénito del hombre a la oscuridad, pero en cambio se volvieron susceptibles al esplendor del mediodía, de modo que ya en la Edad Media, en la actualidad y por los siglos de los siglos, el único método eficaz para matar cucarachas era el deslumbramiento solar.

Aquel fatalismo enciclopédico fue el principio de una gran amistad. Aureliano siguió reuniéndose todas las tardes con los cuatro discutidores, que se llamaban Álvaro, Germán, Alfonso y Gabriel, los primeros y últimos amigos que tuvo en la vida. Para un hombre como él, encastillado en la realidad escrita, aquellas sesiones tormentosas que empezaban en la librería a las seis de la tarde y terminaban en los burdeles al amanecer fueron una revelación. No se le había ocurrido pensar hasta entonces que la literatura fuera el mejor juguete que se había inventado para burlarse de la gente, como lo demostró Álvaro en una noche de parranda. Había de transcurrir algún tiempo antes de que Aureliano se diera cuenta de que tanta arbitrariedad tenía origen en el ejemplo del sabio catalán, para quien la sabiduría no valía la pena si no era posible servirse de ella para inventar una manera nueva de preparar los garbanzos.

La tarde en que Aureliano sentó cátedra sobre las cucarachas, la discusión terminó en la casa de las muchachitas que se acostaban por hambre, un burdel de mentiras en los arrabales de Macondo. La propietaria era una mamasanta sonriente, atormentada por la manía de abrir y cerrar puertas. Su eterna sonrisa parecía provocada por la credulidad de los clientes, que admitían como algo cierto un establecimiento que no existía sino en la imaginación, porque allí hasta las cosas tangibles eran irreales: los muebles que se desarmaban al sentarse, la victrola destripada en cuyo interior había una gallina incubando, el jardín de flores de papel, los almanaques de años anteriores a la llegada de la compañía bananera, los cuadros con litografías recortadas de revistas que nunca se editaron. Hasta las putitas tímidas que acudían del vecindario cuando la propietaria les avisaba que habían llegado clientes, eran una pura invención. Aparecían sin saludar, con los trajecitos floreados de cuando tenían cinco años menos, y se los quitaban con la misma inocencia con que se los habían puesto, y en el paroxismo del amor exclamaban asombradas qué barbaridad, mira cómo se está cayendo ese techo, y tan pronto como recibían su peso con cincuenta centavos se los gastaban en un pan y un pedazo de queso que les vendía la propietaria, más risueña que nunca, porque solamente ella sabía que tampoco esa comida era verdad. Aureliano, cuyo mundo de entonces empezaba en los pergaminos de Melquíades y terminaba en la cama de Nigromanta, encontró en el burdelito imaginario una cura de burro para la timidez. Al principio no lograba llegar a ninguna parte, en unos cuartos donde la dueña entraba en los mejores momentos del amor y hacía toda clase de comentarios sobre los encantos íntimos de los protagonistas. Pero con el tiempo llegó a familiarizarse tanto con aquellos percances del mundo, que una noche más desquiciada que las otras se desnudó en la salita de recibo y recorrió la casa llevando en equilibrio una botella de cerveza sobre su masculinidad inconcebible. Fue él quien puso de moda las extravagancias que la propietaria celebraba con su sonrisa eterna, sin protestar, sin creer en ellas, lo mismo cuando Germán trató de incendiar la casa para demostrar que no existía, que cuando Alfonso le torció el pescuezo al loro y lo echó en la olla donde empezaba a hervir el sancocho de gallina.

Capítulo 19 (2) Chapter 19 (2) Capítulo 19 (2) Глава 19 (2)

No era un proyecto nuevo. En realidad lo tenía bastante avanzado cuando conoció a Amaranta Úrsula, solo que no era para Macondo sino para el Congo Belga, donde su familia tenía inversiones en aceite de palma. El matrimonio, la decisión de pasar unos meses en Macondo para complacer a la esposa, lo habían obligado a aplazarlo. Pero cuando vio que Amaranta Úrsula estaba empeñada en organizar una junta de mejoras públicas, y hasta se reía de él por insinuar la posibilidad del regreso, comprendió que las cosas iban para largo, y volvió a establecer contacto con sus olvidados socios de Bruselas, pensando que para ser pionero daba lo mismo el Caribe que el África. But when he saw that Amaranta Úrsula was determined to organize a meeting of public improvements, and even laughed at him for insinuating the possibility of returning, he understood that things were going to take a long time, and he returned to establish contact with his forgotten partners in Brussels, thinking that to be a pioneer the Caribbean was the same as Africa. Mientras progresaban las gestiones, preparó un campo de aterrizaje en la antigua región encantada que entonces parecía una llanura de pedernal resquebrajado, y estudió la dirección de los vientos, la geografía del litoral y las rutas más adecuadas para la navegación aérea, sin saber que su diligencia, tan parecida a la de Mr. Herbert, estaba infundiendo en el pueblo la peligrosa sospecha de que su propósito no era planear itinerarios sino sembrar banano. While the negotiations progressed, he prepared a landing field in the old enchanted region that then seemed like a plain of cracked flint, and studied the direction of the winds, the geography of the coast and the most suitable routes for aerial navigation, without knowing that his Diligence, so similar to Mr. Herbert's, was instilling in the town the dangerous suspicion that its purpose was not to plan itineraries but to plant bananas. Entusiasmado con una ocurrencia que después de todo podía justificar su establecimiento definitivo en Macondo, hizo varios viajes a la capital de la provincia, se entrevistó con las autoridades, y obtuvo licencias y suscribió contratos de exclusividad. Mientras tanto, mantenía con los socios de Bruselas una correspondencia parecida a la de Fernanda con los médicos invisibles, y acabó de convencerlos de que embarcaran el primer aeroplano al cuidado de un mecánico experto, que lo armara en el puerto más próximo y lo llevara volando a Macondo. Meanwhile, he maintained a correspondence with the partners in Brussels similar to that of Fernanda with the invisible doctors, and he finished convincing them to ship the first airplane under the care of an expert mechanic, who would assemble it in the nearest port and fly it. to Macondo. Un año después de las primeras mediciones y cálculos meteorológicos, confiando en las promesas reiteradas de sus corresponsales, había adquirido la costumbre de pasearse por las calles, mirando el cielo, pendiente de los rumores de la brisa, en espera de que apareciera el aeroplano. A year after the first meteorological measurements and calculations, trusting the repeated promises of his correspondents, he had acquired the habit of walking through the streets, looking at the sky, listening for the rumors of the breeze, waiting for the airplane to appear.

Aunque ella no lo había notado, el regreso de Amaranta Úrsula determinó un cambio radical en la vida de Aureliano. Después de la muerte de José Arcadio, se había vuelto un cliente asiduo de la librería del sabio catalán. Además, la libertad de que entonces disfrutaba, y el tiempo de que disponía, le despertaron una cierta curiosidad por el pueblo, que conoció sin asombro. In addition, the freedom that he enjoyed then, and the time that he had, aroused in him a certain curiosity about the town, which he met without surprise. Recorrió las calles polvorientas y solitarias, examinando con un interés más científico que humano el interior de las casas en ruinas, las redes metálicas de las ventanas, rotas por el óxido y los pájaros moribundos, y los habitantes abatidos por los recuerdos. Trató de reconstruir con la imaginación el arrasado esplendor de la antigua ciudad de la compañía bananera, cuya piscina seca estaba llena hasta los bordes de podridos zapatos de hombre y zapatillas de mujer, y en cuyas casas desbaratadas por la cizaña encontró el esqueleto de un perro alemán todavía atado a una argolla con una cadena de acero, y un teléfono que repicaba, repicaba, repicaba, hasta que él lo descolgó, entendió lo que una mujer angustiada y remota preguntaba en inglés, y le contestó que sí, que la huelga había terminado, que los tres mil muertos habían sido echados al mar, que la compañía bananera se había ido, y que Macondo estaba por fin en paz desde hacía muchos años. Aquellas correrías lo llevaron al postrado barrio de tolerancia, donde en otros tiempos se quemaban mazos de billetes para animar la cumbiamba, y que entonces era un vericueto de calles más afligidas y miserables que las otras, con algunos focos rojos todavía encendidos, y con salones de baile adornados con piltrafas de guirnaldas, donde las macilentas y gordas viudas de nadie, las bisabuelas francesas y las matriarcas babilónicas, continuaban esperando junto a las victrolas. Those raids took him to the prostrate neighborhood of tolerance, where in other times bundles of bills were burned to animate the cumbiamba, and which then was a twist of streets more afflicted and miserable than the others, with some red spotlights still on, and with saloons ballrooms festooned with garlanded garlands, where gaunt nobody's fat widows, French great-grandmothers, and Babylonian matriarchs continued to wait by jukeboxes. Aureliano no encontró quien recordara a su familia, ni siquiera al coronel Aureliano Buendía, salvo el más antiguo de los negros antillanos, un anciano cuya cabeza algodonada le daba el aspecto de un negativo de fotografía, que seguía cantando en el pórtico de la casa los salmos lúgubres del atardecer. Aureliano did not find anyone who remembered his family, not even Colonel Aureliano Buendía, except for the oldest of the Antillean blacks, an old man whose cotton head made him look like a photograph negative, who continued to sing on the porch of the house every night. gloomy evening psalms. Aureliano conversaba con él en el enrevesado papiamento que aprendió en pocas semanas, y a veces compartía el caldo de cabezas de gallo que preparaba la bisnieta, una negra grande, de huesos sólidos, caderas de yegua y tetas de melones vivos, y una cabeza redonda, perfecta, acorazada por un duro capacete de pelos de alambre, que parecía el almófar de un guerrero medieval. Se llamaba Nigromanta. Por esa época, Aureliano vivía de vender cubiertos, palmatorias y otros chécheres de la casa. Cuando andaba sin un céntimo, que era lo más frecuente, conseguía que en las fondas del mercado le regalaran las cabezas de gallo que iban a tirar en la basura, y se las llevaba a Nigromanta para que le hiciera sus sopas aumentadas con verdolaga y perfumadas con hierbabuena. When he was without a penny, which was the most frequent, he managed to get the rooster heads that were going to be thrown in the garbage at the market inns, and he took them to Nigromanta so that he would make his soups augmented with purslane and scented with mint. Al morir el bisabuelo, Aureliano dejó de frecuentar la casa, pero se encontraba a Nigromanta bajo los oscuros almendros de la plaza, cautivando con sus silbos de animal montuno a los escasos trasnochadores. When his great-grandfather died, Aureliano stopped coming to the house, but he found Nigromanta under the dark almond trees in the square, captivating the few night owls with his whistles like a wild animal. Muchas veces la acompañó, hablando en papiamento de las sopas de cabezas de gallo y otras exquisiteces de la miseria, y hubiera seguido haciéndolo si ella no lo hubiera hecho caer en la cuenta de que su compañía le ahuyentaba la clientela. He accompanied her many times, speaking in Papiamento about rooster's head soups and other delicacies of poverty, and would have continued to do so if she had not made him realize that her company was driving away his customers. Aunque algunas veces sintió la tentación, y aunque a la propia Nigromanta le hubiera parecido una culminación natural de la nostalgia compartida, no se acostaba con ella. Although he was tempted at times, and although Necromanta herself would have found it a natural culmination of their shared nostalgia, he would not sleep with her. De modo que Aureliano seguía siendo virgen cuando Amaranta Úrsula regresó a Macondo y le dio un abrazo fraternal que lo dejó sin aliento. So Aureliano was still a virgin when Amaranta Úrsula returned to Macondo and gave him a brotherly hug that left him breathless. Cada vez que la veía, y peor aun cuando ella le enseñaba los bailes de moda, él sentía el mismo desamparo de esponjas en los huesos que turbó a su tatarabuelo cuando Pilar Ternera le puso pretextos de barajas en el granero. Every time he saw her, and even worse when she taught him the fashionable dances, he felt the same helplessness of sponges in his bones that troubled his great-great-grandfather when Pilar Ternera gave him pretexts for playing cards in the barn. Tratando de sofocar el tormento, se sumergió más a fondo en los pergaminos y eludió los halagos inocentes de aquella tía que emponzoñaba sus noches con efluvios de tribulación, pero mientras más la evitaba, con más ansiedad esperaba su risa pedregosa, sus aullidos de gata feliz y sus canciones de gratitud, agonizando de amor a cualquier hora y en los lugares menos pensados de la casa. Trying to stifle the torment, she plunged deeper into the parchments and eluded the innocent blandishments of that aunt who poisoned her nights with effluvia of tribulation, but the more she avoided her, the more anxiously she awaited her stony laughter, her happy cat howls and her songs of gratitude, agonizing with love at any hour and in the least thought of places in the house. Una noche, a diez metros de su cama, en el mesón de platería, los esposos del vientre desquiciado desbarataron la vidriera y terminaron amándose en un charco de ácido muriático. One night, ten meters from their bed, in the silverware counter, the spouses with their unhinged bellies broke the stained-glass window and ended up making love in a puddle of muriatic acid. Aureliano no solo no pudo dormir un minuto, sino que pasó el día siguiente con calentura, sollozando de rabia. Se le hizo eterna la llegada de la primera noche en que esperó a Nigromanta a la sombra de los almendros, atravesado por las agujas de hielo de la incertidumbre, y apretando en el puño el peso con cincuenta centavos que le había pedido a Amaranta Úrsula, no tanto porque los necesitara, como para complicarla, envilecerla y prostituirla de algún modo con su aventura. The arrival of the first night when he waited for Nigromanta in the shade of the almond trees, pierced by the icy needles of uncertainty, and squeezing in his fist the weight with fifty centavos that he had asked Amaranta Úrsula, seemed eternal to him. not so much because she needed them, as to complicate her, degrade her, and prostitute her in some way with his affair. Nigromanta lo llevó a su cuarto alumbrado con veladoras de superchería, a su cama de tijeras con el lienzo percudido de malos amores, y a su cuerpo de perra brava, empedernida, desalmada, que se preparó para despacharlo como si fuera un niño asustado, y se encontró de pronto con un hombre cuyo poder tremendo exigió a sus entrañas un movimiento de reacomodación sísmica. Necromanta took him to her room lit with trickery candles, to her scissors bed with the canvas stained with bad love, and to her body of a fierce, inveterate, heartless bitch, which prepared to dispatch him as if he were a frightened child, and she He suddenly encountered a man whose tremendous power demanded a seismic rearrangement movement from his insides.

Se hicieron amantes. They became lovers. Aureliano ocupaba la mañana en descifrar pergaminos, y a la hora de la siesta iba al dormitorio soporífero donde Nigromanta lo esperaba para enseñarlo a hacer primero como las lombrices, luego como los caracoles y por último como los cangrejos, hasta que tenía que abandonarlo para acechar amores extraviados. Aureliano spent the morning deciphering scrolls, and at siesta time he would go to the soporific bedroom where Nicromanta was waiting for him to teach him how to act first like worms, then like snails, and finally like crabs, until he had to abandon him to stalk love. missing. Pasaron varias semanas antes de que Aureliano descubriera que ella tenía alrededor de la cintura un cintillo que parecía hecho con una cuerda de violoncelo, pero que era duro como el acero y carecía de remate, porque había nacido y crecido con ella. Several weeks passed before Aureliano discovered that she had a belt around her waist that seemed to be made from a cello string, but that it was hard as steel and lacked a finish, because she had been born and raised with it. Casi siempre, entre amor y amor, comían desnudos en la cama, en el calor alucinante y bajo las estrellas diurnas que el óxido iba haciendo despuntar en el techo de zinc. Almost always, between love and love, they ate naked in bed, in the amazing heat and under the daytime stars that the rust was making stand out on the zinc roof. Era la primera vez que Nigromanta tenía un hombre fijo, un machucante de planta, como ella misma decía muerta de risa, y hasta empezaba a hacerse ilusiones de corazón cuando Aureliano le confió su pasión reprimida por Amaranta Úrsula, que no había conseguido remediar con la sustitución, sino que le iba torciendo cada vez más las entrañas a medida que la experiencia ensanchaba el horizonte del amor. It was the first time that Nigromanta had had a permanent man, a killer of the plant, as she herself said, dying of laughter, and she was even beginning to have illusions from her heart when Aureliano confided in her his repressed passion for Amaranta Úrsula, which he had not been able to remedy with the substitution, but rather twisted her insides more and more as the experience widened the horizon of love. Entonces Nigromanta siguió recibiéndolo con el mismo calor de siempre, pero se hizo pagar los servicios con tanto rigor, que cuando Aureliano no tenía dinero se los cargaba en la cuenta que no llevaba con números sino con rayitas que iba trazando con la uña del pulgar detrás de la puerta. Then Nigromanta continued to receive him with the same warmth as always, but he made himself pay for his services so rigorously that when Aureliano did not have money, he charged them to the account that he did not keep with numbers but with little lines that he traced with his thumbnail behind him. of the door. Al anochecer, mientras ella se quedaba barloventeando en las sombras de la plaza, Aureliano pasaba por el corredor como un extraño, saludando apenas a Amaranta Úrsula y a Gastón, que de ordinario cenaban a esa hora, y volvía a encerrarse en el cuarto, sin poder leer ni escribir, ni siquiera pensar, por la ansiedad que le provocaban las risas, los cuchicheos, los retozos preliminares, y luego las explosiones de felicidad agónica que colmaban las noches de la casa. At dusk, while she remained winding in the shadows of the square, Aureliano would pass through the corridor like a stranger, barely greeting Amaranta Úrsula and Gastón, who ordinarily ate dinner at that hour, and he would lock himself in the room again, unable to neither read nor write, nor even thought, because of the anxiety caused by the laughter, the whispers, the preliminary frolics, and then the explosions of agonizing happiness that filled the nights in the house. Esa era su vida dos años antes de que Gastón empezara a esperar el aeroplano, y seguía siendo igual la tarde en que fue a la librería del sabio catalán y encontró a cuatro muchachos despotricadores, encarnizados en una discusión sobre los métodos de matar cucarachas en la Edad Media. El viejo librero, conociendo la afición de Aureliano por libros que solo había leído Beda el Venerable, lo instó con una cierta malignidad paternal a que terciara en la controversia, y él ni siquiera tomó aliento para explicar que las cucarachas, el insecto alado más antiguo sobre la tierra, era ya la víctima favorita de los chancletazos en el Antiguo Testamento, pero que como especie era definitivamente refractaria a cualquier método de exterminio, desde las rebanadas de tomate con bórax hasta la harina con azúcar, pues sus mil seiscientas tres variedades habían resistido a la más remota, tenaz y despiadada persecución que el hombre había desatado desde sus orígenes contra ser viviente alguno, inclusive el propio hombre, hasta el extremo de que así como se atribuía al género humano un instinto de reproducción, debía atribuírsele otro más definido y apremiante, que era el instinto de matar cucarachas, y que si estas habían logrado escapar a la ferocidad humana era porque se habían refugiado en las tinieblas, donde se hicieron invulnerables por el miedo congénito del hombre a la oscuridad, pero en cambio se volvieron susceptibles al esplendor del mediodía, de modo que ya en la Edad Media, en la actualidad y por los siglos de los siglos, el único método eficaz para matar cucarachas era el deslumbramiento solar. The old bookseller, knowing Aureliano's fondness for books that only the Venerable Bede had read, urged him with a certain paternal malignity to intervene in the controversy, and he did not even take a breath to explain that cockroaches, the oldest winged insect on earth, it was already the favorite victim of flip flops in the Old Testament, but as a species it was definitely refractory to any method of extermination, from tomato slices with borax to flour with sugar, since its one thousand six hundred and three varieties had resisted the most remote, tenacious and ruthless persecution that man had unleashed from its origins against any living being, including man himself, to the point that just as the human race was attributed to a reproductive instinct, another more defined one should be attributed to it and urgent, that it was the instinct to kill cockroaches, and that if they had managed to escape human ferocity it was because they had refuted sheltered in the darkness, where they became invulnerable by man's congenital fear of the dark, but instead became susceptible to the splendor of midday, so that already in the Middle Ages, today and forever and ever, the only effective method of killing cockroaches was solar glare.

Aquel fatalismo enciclopédico fue el principio de una gran amistad. That encyclopedic fatalism was the beginning of a great friendship. Aureliano siguió reuniéndose todas las tardes con los cuatro discutidores, que se llamaban Álvaro, Germán, Alfonso y Gabriel, los primeros y últimos amigos que tuvo en la vida. Para un hombre como él, encastillado en la realidad escrita, aquellas sesiones tormentosas que empezaban en la librería a las seis de la tarde y terminaban en los burdeles al amanecer fueron una revelación. For a man like him, entrenched in written reality, those stormy sessions that began in the bookstore at six in the evening and ended in the brothels at dawn were a revelation. No se le había ocurrido pensar hasta entonces que la literatura fuera el mejor juguete que se había inventado para burlarse de la gente, como lo demostró Álvaro en una noche de parranda. Había de transcurrir algún tiempo antes de que Aureliano se diera cuenta de que tanta arbitrariedad tenía origen en el ejemplo del sabio catalán, para quien la sabiduría no valía la pena si no era posible servirse de ella para inventar una manera nueva de preparar los garbanzos. It would take some time before Aureliano realized that such arbitrariness had its origin in the example of the Catalan scholar, for whom wisdom was not worth it if it was not possible to use it to invent a new way of preparing chickpeas.

La tarde en que Aureliano sentó cátedra sobre las cucarachas, la discusión terminó en la casa de las muchachitas que se acostaban por hambre, un burdel de mentiras en los arrabales de Macondo. The afternoon that Aureliano gave a lecture on cockroaches, the discussion ended in the house of the girls who went to bed because of hunger, a false brothel on the outskirts of Macondo. La propietaria era una mamasanta sonriente, atormentada por la manía de abrir y cerrar puertas. The owner was a smiling mamasanta, tormented by a mania for opening and closing doors. Su eterna sonrisa parecía provocada por la credulidad de los clientes, que admitían como algo cierto un establecimiento que no existía sino en la imaginación, porque allí hasta las cosas tangibles eran irreales: los muebles que se desarmaban al sentarse, la victrola destripada en cuyo interior había una gallina incubando, el jardín de flores de papel, los almanaques de años anteriores a la llegada de la compañía bananera, los cuadros con litografías recortadas de revistas que nunca se editaron. His eternal smile seemed caused by the credulity of the customers, who accepted as something true an establishment that only existed in the imagination, because there even tangible things were unreal: the furniture that fell apart when you sat down, the gutted jukebox inside which there was a chicken hatching, the garden of paper flowers, the almanacs from years before the arrival of the banana company, the pictures with lithographs cut from magazines that were never published. Hasta las putitas tímidas que acudían del vecindario cuando la propietaria les avisaba que habían llegado clientes, eran una pura invención. Aparecían sin saludar, con los trajecitos floreados de cuando tenían cinco años menos, y se los quitaban con la misma inocencia con que se los habían puesto, y en el paroxismo del amor exclamaban asombradas qué barbaridad, mira cómo se está cayendo ese techo, y tan pronto como recibían su peso con cincuenta centavos se los gastaban en un pan y un pedazo de queso que les vendía la propietaria, más risueña que nunca, porque solamente ella sabía que tampoco esa comida era verdad. They would appear without saying hello, with the little flowery dresses from when they were five years younger, and they would take them off with the same innocence with which they had put them on, and in the paroxysm of love they would exclaim in astonishment what a barbarity, look how that ceiling is falling, and as soon as they received their weight and fifty cents, they spent it on bread and a piece of cheese that the owner sold them, more smiling than ever, because only she knew that this food was not true either. Aureliano, cuyo mundo de entonces empezaba en los pergaminos de Melquíades y terminaba en la cama de Nigromanta, encontró en el burdelito imaginario una cura de burro para la timidez. Aureliano, whose world at that time began in the parchments of Melquíades and ended in the bed of Nigromanta, found in the imaginary brothel a donkey cure for shyness. Al principio no lograba llegar a ninguna parte, en unos cuartos donde la dueña entraba en los mejores momentos del amor y hacía toda clase de comentarios sobre los encantos íntimos de los protagonistas. At first she couldn't get anywhere, in some rooms where the owner entered the best moments of love and made all kinds of comments about the intimate charms of the protagonists. Pero con el tiempo llegó a familiarizarse tanto con aquellos percances del mundo, que una noche más desquiciada que las otras se desnudó en la salita de recibo y recorrió la casa llevando en equilibrio una botella de cerveza sobre su masculinidad inconcebible. But over time he became so familiar with those mishaps of the world that one night, more unhinged than the others, he undressed in the reception room and walked through the house balancing a bottle of beer on his inconceivable masculinity. Fue él quien puso de moda las extravagancias que la propietaria celebraba con su sonrisa eterna, sin protestar, sin creer en ellas, lo mismo cuando Germán trató de incendiar la casa para demostrar que no existía, que cuando Alfonso le torció el pescuezo al loro y lo echó en la olla donde empezaba a hervir el sancocho de gallina. It was he who made fashionable the extravagances that the owner celebrated with her eternal smile, without protesting, without believing in them, the same when Germán tried to burn down the house to show that it did not exist, that when Alfonso twisted the parrot's neck and he threw it into the pot where the chicken sancocho was beginning to boil.