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Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez, Capítulo 19 (1)

Capítulo 19 (1)

XIX

Amaranta Úrsula regresó con los primeros ángeles de diciembre, empujada por brisas de velero, llevando al esposo amarrado por el cuello con un cordel de seda. Apareció sin ningún anuncio, con un vestido color de marfil, un hilo de perlas que le daba casi a las rodillas, sortijas de esmeraldas y topacios, y el cabello redondo y liso rematado en las orejas con puntas de golondrinas. El hombre con quien se había casado seis meses antes era un flamenco maduro, esbelto, con aires de navegante. No tuvo sino que empujar la puerta de la sala para comprender que su ausencia había sido más prolongada y demoledora de lo que ella suponía.

—Dios mío —gritó, más alegre que alarmada—, ¡cómo se ve que no hay una mujer en esta casa!

El equipaje no cabía en el corredor. Además del antiguo baúl de Fernanda con que la mandaron al colegio, llevaba dos roperos verticales, cuatro maletas grandes, un talego para las sombrillas, ocho cajas de sombreros, una jaula gigantesca con medio centenar de canarios, y el velocípedo del marido, desarmado dentro de un estuche especial que permitía llevarlo como un violoncelo. Ni siquiera se permitió un día de descanso al cabo del largo viaje. Se puso un gastado overol de lienzo que había llevado el esposo con otras prendas de motorista, y emprendió una nueva restauración de la casa. Desbandó las hormigas coloradas que ya se habían apoderado del corredor, resucitó los rosales, arrancó la maleza de raíz, y volvió a sembrar helechos, oréganos y begonias en los tiestos del pasamanos. Se puso al frente de una cuadrilla de carpinteros, cerrajeros y albañiles que resanaron las grietas de los pisos, enquiciaron puertas y ventanas, renovaron los muebles y blanquearon las paredes por dentro y por fuera, de modo que tres meses después de su llegada se respiraba otra vez el aire de juventud y de fiesta que hubo en los tiempos de la pianola. Nunca se vio en la casa a nadie con mejor humor a toda hora y en cualquier circunstancia, ni a nadie más dispuesto a cantar y bailar, y a tirar en la basura las cosas y las costumbres revenidas. De un escobazo acabó con los recuerdos funerarios y los montones de cherembecos inútiles y aparatos de superstición que se apelotonaban en los rincones, y lo único que conservó, por gratitud a Úrsula, fue el daguerrotipo de Remedios en la sala. «Miren qué lujo», gritaba muerta de risa. «¡Una bisabuela de catorce años!». Cuando uno de los albañiles le contó que la casa estaba poblada de aparecidos, y que el único modo de espantarlos era buscando los tesoros que habían dejado enterrados, ella replicó entre carcajadas que no creía en supersticiones de hombres. Era tan espontánea, tan emancipada, con un espíritu tan moderno y libre, que Aureliano no supo qué hacer con el cuerpo cuando la vio llegar. «¡Qué bárbaro!», gritó ella, feliz, con los brazos abiertos. «¡Miren cómo ha crecido mi adorado antropófago!». Antes de que él tuviera tiempo de reaccionar, ya ella había puesto un disco en el gramófono portátil que llevó consigo, y estaba tratando de enseñarle los bailes de moda. Lo obligó a cambiarse los escuálidos pantalones que heredó del coronel Aureliano Buendía, le regaló camisas juveniles y zapatos de dos colores, y lo empujaba a la calle cuando pasaba mucho tiempo en el cuarto de Melquíades.

Activa, menuda, indomable, como Úrsula, y casi tan bella y provocativa como Remedios, la bella, estaba dotada de un raro instinto para anticiparse a la moda. Cuando recibía por correo los figurines más recientes, apenas le servían para comprobar que no se había equivocado en los modelos que inventaba, y que cosía en la rudimentaria máquina de manivela de Amaranta. Estaba suscrita a cuanta revista de modas, información artística y música popular se publicaba en Europa, y apenas les echaba una ojeada para darse cuenta de que las cosas iban en el mundo como ella las imaginaba. No era comprensible que una mujer con aquel espíritu hubiera regresado a un pueblo muerto, deprimido por el polvo y el calor, y menos con un marido que tenía dinero de sobra para vivir bien en cualquier parte del mundo, y que la amaba tanto que se había sometido a ser llevado y traído por ella con el dogal de seda. Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba era más evidente su intención de quedarse, pues no concebía planes que no fueran a largo plazo, ni tomaba determinaciones que no estuvieran orientadas a procurarse una vida cómoda y una vejez tranquila en Macondo. La jaula de canarios demostraba que esos propósitos no eran improvisados. Recordando que su madre le había contado en una carta el exterminio de los pájaros, había retrasado el viaje varios meses hasta encontrar un barco que hiciera escala en las islas Afortunadas, y allí seleccionó las veinticinco parejas de canarios más finos para repoblar el cielo de Macondo. Esa fue la más lamentable de sus numerosas iniciativas frustradas. A medida que los pájaros se reproducían, Amaranta Úrsula los iba soltando por parejas, y más tardaban en sentirse libres que en fugarse del pueblo. En vano procuró encariñarlos con la pajarera que construyó Úrsula en la primera restauración. En vano les falsificó nidos de esparto en los almendros, y regó alpiste en los techos y alborotó a los cautivos para que sus cantos disuadieran a los desertores, porque estos se remontaban a la primera tentativa y daban una vuelta en el cielo, apenas el tiempo indispensable para encontrar el rumbo de regreso a las islas Afortunadas.

Un año después del retorno, aunque no hubiera conseguido entablar una amistad ni promover una fiesta, Amaranta Úrsula seguía creyendo que era posible rescatar aquella comunidad elegida por el infortunio. Gastón, su marido, se cuidaba de no contrariarla, aunque desde el mediodía mortal en que descendió del tren comprendió que la determinación de su mujer había sido provocada por un espejismo de la nostalgia. Seguro de que sería derrotada por la realidad, no se tomó siquiera el trabajo de armar el velocípedo, sino que se dio a perseguir los huevos más lúcidos entre las telarañas que desprendían los albañiles, y los abría con las uñas y se gastaba las horas contemplando con una lupa las arañitas minúsculas que salían del interior. Más tarde, creyendo que Amaranta Úrsula continuaba con las reformas por no dar su brazo a torcer, resolvió armar el aparatoso velocípedo cuya rueda anterior era mucho más grande que la posterior, y se dedicó a capturar y disecar cuanto insecto aborigen encontraba en los contornos, que remitía en frascos de mermelada a su antiguo profesor de historia natural de la universidad de Lieja, donde había hecho estudios avanzados en entomología, aunque su vocación dominante era la de aeronauta. Cuando andaba en el velocípedo usaba pantalones de acróbata, medias de gaitero y cachucha de detective, pero cuando andaba de a pie vestía de lino crudo, intachable, con zapatos blancos, corbatín de seda, sombrero canotier y una vara de mimbre en la mano. Tenía unas pupilas pálidas que acentuaban su aire de navegante, y un bigotito de pelos de ardilla. Aunque era por lo menos quince años mayor que su mujer, sus gustos juveniles, su vigilante determinación de hacerla feliz, y sus virtudes de buen amante, compensaban la diferencia. En realidad, quienes veían aquel cuarentón de hábitos cautelosos, con su sedal al cuello y su bicicleta de circo, no hubieran podido pensar que tenía con su joven esposa un pacto de amor desenfrenado, y que ambos cedían al apremio recíproco en los lugares menos adecuados y donde los sorprendiera la inspiración, como lo hicieron desde que empezaron a verse, y con una pasión que el transcurso del tiempo y las circunstancias cada vez más insólitas iban profundizando y enriqueciendo. Gastón no solo era un amante feroz, de una sabiduría y una imaginación inagotables, sino que era tal vez el primer hombre en la historia de la especie que hizo un aterrizaje de emergencia y estuvo a punto de matarse con su novia solo por hacer el amor en un campo de violetas.

Se habían conocido tres años antes de casarse, cuando el biplano deportivo en que él hacía piruetas sobre el colegio en que estudiaba Amaranta Úrsula intentó una maniobra intrépida para eludir el asta de la bandera, y la primitiva armazón de lona y papel de aluminio quedó colgada por la cola en los cables de la energía eléctrica. Desde entonces, sin hacer caso de su pierna entablillada, él iba los fines de semana a recoger a Amaranta Úrsula en la pensión de religiosas donde vivió siempre, cuyo reglamento no era tan severo como deseaba Fernanda, y la llevaba a su club deportivo. Empezaron a amarse a 500 metros de altura, en el aire dominical de las landas, y más se sentían compenetrados cuanto más minúsculos iban haciéndose los seres de la tierra. Ella le hablaba de Macondo como del pueblo más luminoso y plácido del mundo, y de una casa enorme, perfumada de orégano, donde quería vivir hasta la vejez con un marido leal y dos hijos indómitos que se llamaran Rodrigo y Gonzalo, y en ningún caso Aureliano y José Arcadio, y una hija que se llamara Virginia, y en ningún caso Remedios. Había evocado con una tenacidad tan anhelante el pueblo idealizado por la nostalgia, que Gastón comprendió que ella no quisiera casarse si no la llevaba a vivir en Macondo. Él estuvo de acuerdo, como lo estuvo más tarde con el sedal, porque creyó que era un capricho transitorio que más valía defraudar a tiempo. Pero cuando transcurrieron dos años en Macondo y Amaranta Úrsula seguía tan contenta como el primer día, él comenzó a dar señales de alarma. Ya para entonces había disecado cuanto insecto era disecable en la región, hablaba el castellano como un nativo, y había descifrado todos los crucigramas de las revistas que recibían por correo. No tenía el pretexto del clima para apresurar el regreso, porque la naturaleza lo había dotado de un hígado colonial que resistía sin quebrantos el bochorno de la siesta y el agua con gusarapos. Le gustaba tanto la comida criolla, que una vez se comió un sartal de ochenta y dos huevos de iguana. Amaranta Úrsula, en cambio, se hacía llevar en el tren pescados y mariscos en cajas de hielo, carnes en latas y frutas almibaradas, que era lo único que podía comer, y seguía vistiéndose a la moda europea y recibiendo figurines por correo, a pesar de que no tenía dónde ir ni a quién visitar, y de que a esas alturas su marido carecía de humor para apreciar sus vestidos cortos, sus fieltros ladeados y sus collares de siete vueltas. Su secreto parecía consistir en que siempre encontraba el modo de estar ocupada, resolviendo problemas domésticos que ella misma creaba y haciendo mal ciertas cosas que corregía al día siguiente, con una diligencia perniciosa que habría hecho pensar a Fernanda en el vicio hereditario de hacer para deshacer. Su genio festivo continuaba entonces tan despierto, que cuando recibía discos nuevos invitaba a Gastón a quedarse en la sala hasta muy tarde para ensayar los bailes que sus compañeras de colegio le describían con dibujos, y terminaban generalmente haciendo el amor en los mecedores vieneses o en el suelo pelado. Lo único que le faltaba para ser completamente feliz era el nacimiento de los hijos, pero respetaba el pacto que había hecho con su marido de no tenerlos antes de cumplir cinco años de casados.

Buscando algo con que llenar sus horas muertas, Gastón solía pasar la mañana en el cuarto de Melquíades, con el esquivo Aureliano. Se complacía en evocar con él los rincones más íntimos de su tierra, que Aureliano conocía como si hubiera estado en ella mucho tiempo. Cuando Gastón le preguntó cómo había hecho para obtener informaciones que no estaban en la enciclopedia, recibió la misma respuesta que José Arcadio: «Todo se sabe». Además del sánscrito, Aureliano había aprendido el inglés y el francés, y algo del latín y del griego. Como entonces salía todas las tardes, y Amaranta Úrsula le había asignado una suma semanal para sus gastos personales, su cuarto parecía una sección de la librería del sabio catalán. Leía con avidez hasta muy altas horas de la noche, aunque por la forma en que se refería a sus lecturas, Gastón pensaba que no compraba los libros para informarse sino para verificar la exactitud de sus conocimientos, y que ninguno le interesaba más que los pergaminos, a los cuales dedicaba las mejores horas de la mañana. Tanto a Gastón como a su esposa les habría gustado incorporarlo a la vida familiar, pero Aureliano era hombre hermético, con una nube de misterio que el tiempo iba haciendo más densa. Era una condición tan infranqueable, que Gastón fracasó en sus esfuerzos por intimar con él, y tuvo que buscarse otro entretenimiento para llenar sus horas muertas. Fue por esa época que concibió la idea de establecer un servicio de correo aéreo.

Capítulo 19 (1) Kapitel 19 (1) Chapter 19 (1) Capítulo 19 (1) Глава 19 (1)

XIX

Amaranta Úrsula regresó con los primeros ángeles de diciembre, empujada por brisas de velero, llevando al esposo amarrado por el cuello con un cordel de seda. Amaranta Úrsula returned with the first angels of December, pushed by sailboat breezes, carrying her husband tied by the neck with a silk cord. Apareció sin ningún anuncio, con un vestido color de marfil, un hilo de perlas que le daba casi a las rodillas, sortijas de esmeraldas y topacios, y el cabello redondo y liso rematado en las orejas con puntas de golondrinas. She appeared unannounced, wearing an ivory dress, a string of pearls reaching almost to her knees, emerald and topaz rings, and round, straight hair tipped at the ears with swallow tips. El hombre con quien se había casado seis meses antes era un flamenco maduro, esbelto, con aires de navegante. The man she had married six months before was a slender, middle-aged Flemish with the air of a sailor. No tuvo sino que empujar la puerta de la sala para comprender que su ausencia había sido más prolongada y demoledora de lo que ella suponía. All she had to do was push open the living room door to understand that her absence had been longer and more devastating than she supposed.

—Dios mío —gritó, más alegre que alarmada—, ¡cómo se ve que no hay una mujer en esta casa! "My God," she cried, more cheerful than alarmed, "how can you see there isn't a woman in this house!"

El equipaje no cabía en el corredor. Además del antiguo baúl de Fernanda con que la mandaron al colegio, llevaba dos roperos verticales, cuatro maletas grandes, un talego para las sombrillas, ocho cajas de sombreros, una jaula gigantesca con medio centenar de canarios, y el velocípedo del marido, desarmado dentro de un estuche especial que permitía llevarlo como un violoncelo. Ni siquiera se permitió un día de descanso al cabo del largo viaje. Not even a day of rest was allowed after the long journey. Se puso un gastado overol de lienzo que había llevado el esposo con otras prendas de motorista, y emprendió una nueva restauración de la casa. Desbandó las hormigas coloradas que ya se habían apoderado del corredor, resucitó los rosales, arrancó la maleza de raíz, y volvió a sembrar helechos, oréganos y begonias en los tiestos del pasamanos. He disbanded the red ants that had already taken over the corridor, revived the rose bushes, uprooted the weeds, and planted ferns, oreganos, and begonias again in the pots on the railing. Se puso al frente de una cuadrilla de carpinteros, cerrajeros y albañiles que resanaron las grietas de los pisos, enquiciaron puertas y ventanas, renovaron los muebles y blanquearon las paredes por dentro y por fuera, de modo que tres meses después de su llegada se respiraba otra vez el aire de juventud y de fiesta que hubo en los tiempos de la pianola. He was in charge of a crew of carpenters, locksmiths, and masons who patched up the cracks in the floors, fixed doors and windows, renovated the furniture, and whitewashed the walls inside and out, so that three months after his arrival the air was breathed. once again the air of youth and partying that existed in the days of the pianola. Nunca se vio en la casa a nadie con mejor humor a toda hora y en cualquier circunstancia, ni a nadie más dispuesto a cantar y bailar, y a tirar en la basura las cosas y las costumbres revenidas. Nobody was ever seen in the house in a better humor at all times and in any circumstance, nor was anyone more willing to sing and dance, and to throw away things and customs that had gone wrong. De un escobazo acabó con los recuerdos funerarios y los montones de cherembecos inútiles y aparatos de superstición que se apelotonaban en los rincones, y lo único que conservó, por gratitud a Úrsula, fue el daguerrotipo de Remedios en la sala. With one sweep he finished off the funeral memorabilia and the piles of useless cherembecos and superstitious devices that crowded together in the corners, and the only thing he kept, out of gratitude to Úrsula, was the daguerreotype of Remedios in the living room. «Miren qué lujo», gritaba muerta de risa. "Look how luxurious," she shouted with laughter. «¡Una bisabuela de catorce años!». "A fourteen-year-old great-grandmother!". Cuando uno de los albañiles le contó que la casa estaba poblada de aparecidos, y que el único modo de espantarlos era buscando los tesoros que habían dejado enterrados, ella replicó entre carcajadas que no creía en supersticiones de hombres. Era tan espontánea, tan emancipada, con un espíritu tan moderno y libre, que Aureliano no supo qué hacer con el cuerpo cuando la vio llegar. She was so spontaneous, so emancipated, with such a modern and free spirit, that Aureliano did not know what to do with his body when he saw her arrive. «¡Qué bárbaro!», gritó ella, feliz, con los brazos abiertos. «¡Miren cómo ha crecido mi adorado antropófago!». "Look how my beloved cannibal has grown!" Antes de que él tuviera tiempo de reaccionar, ya ella había puesto un disco en el gramófono portátil que llevó consigo, y estaba tratando de enseñarle los bailes de moda. Lo obligó a cambiarse los escuálidos pantalones que heredó del coronel Aureliano Buendía, le regaló camisas juveniles y zapatos de dos colores, y lo empujaba a la calle cuando pasaba mucho tiempo en el cuarto de Melquíades.

Activa, menuda, indomable, como Úrsula, y casi tan bella y provocativa como Remedios, la bella, estaba dotada de un raro instinto para anticiparse a la moda. Cuando recibía por correo los figurines más recientes, apenas le servían para comprobar que no se había equivocado en los modelos que inventaba, y que cosía en la rudimentaria máquina de manivela de Amaranta. Estaba suscrita a cuanta revista de modas, información artística y música popular se publicaba en Europa, y apenas les echaba una ojeada para darse cuenta de que las cosas iban en el mundo como ella las imaginaba. She subscribed to every fashion magazine, artistic information, and popular music published in Europe, and she barely glanced at them to realize that things were going in the world as she imagined. No era comprensible que una mujer con aquel espíritu hubiera regresado a un pueblo muerto, deprimido por el polvo y el calor, y menos con un marido que tenía dinero de sobra para vivir bien en cualquier parte del mundo, y que la amaba tanto que se había sometido a ser llevado y traído por ella con el dogal de seda. Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba era más evidente su intención de quedarse, pues no concebía planes que no fueran a largo plazo, ni tomaba determinaciones que no estuvieran orientadas a procurarse una vida cómoda y una vejez tranquila en Macondo. La jaula de canarios demostraba que esos propósitos no eran improvisados. The cage of canaries showed that these purposes were not improvised. Recordando que su madre le había contado en una carta el exterminio de los pájaros, había retrasado el viaje varios meses hasta encontrar un barco que hiciera escala en las islas Afortunadas, y allí seleccionó las veinticinco parejas de canarios más finos para repoblar el cielo de Macondo. Esa fue la más lamentable de sus numerosas iniciativas frustradas. That was the most unfortunate of his numerous frustrated initiatives. A medida que los pájaros se reproducían, Amaranta Úrsula los iba soltando por parejas, y más tardaban en sentirse libres que en fugarse del pueblo. As the birds reproduced, Amaranta Úrsula released them in pairs, and they took longer to feel free than to flee the town. En vano procuró encariñarlos con la pajarera que construyó Úrsula en la primera restauración. En vano les falsificó nidos de esparto en los almendros, y regó alpiste en los techos y alborotó a los cautivos para que sus cantos disuadieran a los desertores, porque estos se remontaban a la primera tentativa y daban una vuelta en el cielo, apenas el tiempo indispensable para encontrar el rumbo de regreso a las islas Afortunadas. In vain he forged esparto grass nests in the almond trees, and sprinkled birdseed on the roofs and stirred up the captives so that their songs would dissuade the deserters, because they went back to the first attempt and circled in the sky, barely the time essential to find the way back to the Fortunate Islands.

Un año después del retorno, aunque no hubiera conseguido entablar una amistad ni promover una fiesta, Amaranta Úrsula seguía creyendo que era posible rescatar aquella comunidad elegida por el infortunio. Gastón, su marido, se cuidaba de no contrariarla, aunque desde el mediodía mortal en que descendió del tren comprendió que la determinación de su mujer había sido provocada por un espejismo de la nostalgia. Gastón, her husband, was careful not to upset her, although from the deadly midday when he got off the train he understood that his wife's determination had been provoked by a mirage of nostalgia. Seguro de que sería derrotada por la realidad, no se tomó siquiera el trabajo de armar el velocípedo, sino que se dio a perseguir los huevos más lúcidos entre las telarañas que desprendían los albañiles, y los abría con las uñas y se gastaba las horas contemplando con una lupa las arañitas minúsculas que salían del interior. Certain that she would be defeated by reality, she did not even bother to assemble the velocipede, but instead began to chase the most lucid eggs among the cobwebs that the masons dislodged, and she opened them with her nails and spent hours contemplating them. with a magnifying glass the tiny spiders that came out of the interior. Más tarde, creyendo que Amaranta Úrsula continuaba con las reformas por no dar su brazo a torcer, resolvió armar el aparatoso velocípedo cuya rueda anterior era mucho más grande que la posterior, y se dedicó a capturar y disecar cuanto insecto aborigen encontraba en los contornos, que remitía en frascos de mermelada a su antiguo profesor de historia natural de la universidad de Lieja, donde había hecho estudios avanzados en entomología, aunque su vocación dominante era la de aeronauta. Later, believing that Amaranta Úrsula was continuing with the reforms so as not to give in, she decided to assemble the spectacular velocipede whose front wheel was much larger than the rear one, and dedicated herself to capturing and dissecting whatever aboriginal insect she found in the surroundings, which he sent in jars of jam to his former professor of natural history at the University of Liège, where he had done advanced studies in entomology, although his dominant vocation was that of an aeronaut. Cuando andaba en el velocípedo usaba pantalones de acróbata, medias de gaitero y cachucha de detective, pero cuando andaba de a pie vestía de lino crudo, intachable, con zapatos blancos, corbatín de seda, sombrero canotier y una vara de mimbre en la mano. When he rode the velocipede he wore acrobat pants, bagpiper stockings, and a detective's cap, but when he walked on foot he dressed in spotless raw linen, with white shoes, a silk bowtie, a boater hat, and a wicker stick in his hand. Tenía unas pupilas pálidas que acentuaban su aire de navegante, y un bigotito de pelos de ardilla. He had pale pupils that accentuated his navigator air, and a little mustache made of squirrel hair. Aunque era por lo menos quince años mayor que su mujer, sus gustos juveniles, su vigilante determinación de hacerla feliz, y sus virtudes de buen amante, compensaban la diferencia. En realidad, quienes veían aquel cuarentón de hábitos cautelosos, con su sedal al cuello y su bicicleta de circo, no hubieran podido pensar que tenía con su joven esposa un pacto de amor desenfrenado, y que ambos cedían al apremio recíproco en los lugares menos adecuados y donde los sorprendiera la inspiración, como lo hicieron desde que empezaron a verse, y con una pasión que el transcurso del tiempo y las circunstancias cada vez más insólitas iban profundizando y enriqueciendo. In reality, those who saw that forty-year-old man with cautious habits, with his fishing line around his neck and his circus bicycle, could not have thought that he had an unbridled love pact with his young wife, and that both gave in to mutual pressure in the least appropriate places. and where inspiration surprised them, as they did since they began seeing each other, and with a passion that the passage of time and increasingly unusual circumstances deepened and enriched. Gastón no solo era un amante feroz, de una sabiduría y una imaginación inagotables, sino que era tal vez el primer hombre en la historia de la especie que hizo un aterrizaje de emergencia y estuvo a punto de matarse con su novia solo por hacer el amor en un campo de violetas. Gastón was not only a fierce lover, with inexhaustible wisdom and imagination, but he was perhaps the first man in the history of the species who made an emergency landing and nearly killed himself with his girlfriend just for making love. in a field of violets

Se habían conocido tres años antes de casarse, cuando el biplano deportivo en que él hacía piruetas sobre el colegio en que estudiaba Amaranta Úrsula intentó una maniobra intrépida para eludir el asta de la bandera, y la primitiva armazón de lona y papel de aluminio quedó colgada por la cola en los cables de la energía eléctrica. They had met three years before they were married, when the sports biplane in which he pirouetted over the school where Amaranta Ursula was studying attempted a daredevil maneuver to avoid the flagpole, and the primitive canvas and aluminum foil frame got hung up by its tail on the power lines. Desde entonces, sin hacer caso de su pierna entablillada, él iba los fines de semana a recoger a Amaranta Úrsula en la pensión de religiosas donde vivió siempre, cuyo reglamento no era tan severo como deseaba Fernanda, y la llevaba a su club deportivo. Empezaron a amarse a 500 metros de altura, en el aire dominical de las landas, y más se sentían compenetrados cuanto más minúsculos iban haciéndose los seres de la tierra. They began to love each other at an altitude of 500 meters, in the Sunday air of the moors, and they felt more attuned the more tiny the beings of the earth became. Ella le hablaba de Macondo como del pueblo más luminoso y plácido del mundo, y de una casa enorme, perfumada de orégano, donde quería vivir hasta la vejez con un marido leal y dos hijos indómitos que se llamaran Rodrigo y Gonzalo, y en ningún caso Aureliano y José Arcadio, y una hija que se llamara Virginia, y en ningún caso Remedios. Había evocado con una tenacidad tan anhelante el pueblo idealizado por la nostalgia, que Gastón comprendió que ella no quisiera casarse si no la llevaba a vivir en Macondo. Él estuvo de acuerdo, como lo estuvo más tarde con el sedal, porque creyó que era un capricho transitorio que más valía defraudar a tiempo. He agreed, as he did later with the fishing line, because he believed that it was a temporary whim that it was better to disappoint in time. Pero cuando transcurrieron dos años en Macondo y Amaranta Úrsula seguía tan contenta como el primer día, él comenzó a dar señales de alarma. But when two years passed in Macondo and Amaranta Úrsula was still as happy as the first day, he began to give alarm signals. Ya para entonces había disecado cuanto insecto era disecable en la región, hablaba el castellano como un nativo, y había descifrado todos los crucigramas de las revistas que recibían por correo. No tenía el pretexto del clima para apresurar el regreso, porque la naturaleza lo había dotado de un hígado colonial que resistía sin quebrantos el bochorno de la siesta y el agua con gusarapos. He did not have the pretext of the weather to hasten his return, because nature had endowed him with a colonial liver that could withstand the heat of the afternoon siesta and the water with worms. Le gustaba tanto la comida criolla, que una vez se comió un sartal de ochenta y dos huevos de iguana. He liked Creole food so much that he once ate a string of eighty-two iguana eggs. Amaranta Úrsula, en cambio, se hacía llevar en el tren pescados y mariscos en cajas de hielo, carnes en latas y frutas almibaradas, que era lo único que podía comer, y seguía vistiéndose a la moda europea y recibiendo figurines por correo, a pesar de que no tenía dónde ir ni a quién visitar, y de que a esas alturas su marido carecía de humor para apreciar sus vestidos cortos, sus fieltros ladeados y sus collares de siete vueltas. Amaranta Úrsula, on the other hand, had fish and shellfish in ice boxes, canned meats, and syrupy fruit brought on the train, which was the only thing she could eat, and she continued to dress in European fashion and receive figurines by mail, despite that she had nowhere to go or whom to visit, and that by now her husband lacked the humor to appreciate her short dresses, her felts tilted to one side, and her seven-strand necklaces. Su secreto parecía consistir en que siempre encontraba el modo de estar ocupada, resolviendo problemas domésticos que ella misma creaba y haciendo mal ciertas cosas que corregía al día siguiente, con una diligencia perniciosa que habría hecho pensar a Fernanda en el vicio hereditario de hacer para deshacer. Her secret seemed to consist in the fact that she always found a way to be busy, solving domestic problems that she herself created and doing certain things wrong that she corrected the next day, with a pernicious diligence that would have made Fernanda think of the hereditary vice of doing to undo. . Su genio festivo continuaba entonces tan despierto, que cuando recibía discos nuevos invitaba a Gastón a quedarse en la sala hasta muy tarde para ensayar los bailes que sus compañeras de colegio le describían con dibujos, y terminaban generalmente haciendo el amor en los mecedores vieneses o en el suelo pelado. Lo único que le faltaba para ser completamente feliz era el nacimiento de los hijos, pero respetaba el pacto que había hecho con su marido de no tenerlos antes de cumplir cinco años de casados.

Buscando algo con que llenar sus horas muertas, Gastón solía pasar la mañana en el cuarto de Melquíades, con el esquivo Aureliano. Se complacía en evocar con él los rincones más íntimos de su tierra, que Aureliano conocía como si hubiera estado en ella mucho tiempo. Cuando Gastón le preguntó cómo había hecho para obtener informaciones que no estaban en la enciclopedia, recibió la misma respuesta que José Arcadio: «Todo se sabe». When Gaston asked him how he had managed to obtain information that was not in the encyclopedia, he received the same answer as José Arcadio: "Everything is known". Además del sánscrito, Aureliano había aprendido el inglés y el francés, y algo del latín y del griego. Como entonces salía todas las tardes, y Amaranta Úrsula le había asignado una suma semanal para sus gastos personales, su cuarto parecía una sección de la librería del sabio catalán. Since he went out every afternoon then, and Amaranta Úrsula had assigned him a weekly sum for his personal expenses, his room resembled a section of the bookstore of the Catalan scholar. Leía con avidez hasta muy altas horas de la noche, aunque por la forma en que se refería a sus lecturas, Gastón pensaba que no compraba los libros para informarse sino para verificar la exactitud de sus conocimientos, y que ninguno le interesaba más que los pergaminos, a los cuales dedicaba las mejores horas de la mañana. He read avidly until very late at night, although from the way he referred to his readings, Gaston thought that he did not buy the books for information but to verify the accuracy of his knowledge, and that none interested him more than the parchments, to which he devoted the best hours of the morning. Tanto a Gastón como a su esposa les habría gustado incorporarlo a la vida familiar, pero Aureliano era hombre hermético, con una nube de misterio que el tiempo iba haciendo más densa. Era una condición tan infranqueable, que Gastón fracasó en sus esfuerzos por intimar con él, y tuvo que buscarse otro entretenimiento para llenar sus horas muertas. Fue por esa época que concibió la idea de establecer un servicio de correo aéreo.