Por algo será… (1)
Por algo será…
¡Hola, chicos! ¿Qué tal?
¿Cómo va todo?
Hace ya algún tiempo que no había publicado ningún nuevo episodio para nuestro podcast. Es que el último fue un poco intenso, ¿no?
No sé si os acordáis, pero en el último episodio hablamos con Irina, una seguidora de Español Con Juan en Kiev, en Ucrania.
Y ese fue un episodio muy especial porque la guerra, la invasión de Ucrania por el ejército ruso, acababa de empezar. Estábamos todos todavía muy impresionados por lo que estaba ocurriendo…
Ahora, unas semanas después, parece que ya nos hemos acostumbrado un poco, que, bueno, sabemos que la guerra existe y estamos al tanto, yo por lo menos estoy al tanto de lo que sucede allí cada día leyendo las noticias de los periódicos, viendo la tele o por internet…
Pero ya estamos, creo, un poco más acostumbrados al hecho de que tenemos una guerra en Europa, una nueva guerra europea.
Pero cuando hablé con Irina, pues todavía estábamos muy conmocionados por las primeras noticias que llegaban de la invasión y de los bombardeos que el ejército de Putin estaba llevando a cabo sobre algunas ciudades ucranianas, especialmente Kiev e Irpín, que es donde se encontraba un parte de la familia de Irina…
En fin, si no habéis escuchado ese episodio con la entrevista a Irina, yo os aconsejo que lo escuchéis ahora porque creo que es muy interesante… Bueno, es interesante no por lo que digo yo, obviamente, sino por lo que cuenta ella.
En el episodio de hoy quería continuar hablando un poco de este tema.
Bueno, más que de este tema quería hablar un poco de algunas cosas que me han venido a la memoria estos días a raíz de este episodio con Irina y a raíz de lo que está pasando en Ucrania.
A ver si me explico…
Veréis, lo que pasa es que, cuando el ejército de Putin invadió Ucrania, creo que fue, si mal no recuerdo, el 24 de febrero pasado, yo me quedé, la verdad, bastante impresionado. Y creo que muchos de vosotros también. Fue algo tan inesperado y tan brutal como un mal sueño, como una pesadilla.
Era algo que parecía sacado de un documental sobre la Segunda Guerra Mundial o quizás una película hecha durante los años de la Guerra Fría, ¿no? cuando el mundo estaba dividido en dos bloques: el bloque comunista y el bloque capitalista; la Europa del Este y la Europa del Oeste.
Y, bueno, yo creo que ya, a estas alturas, en el año 2022, yo creo que ya nadie se esperaba que ocurriera una cosa así en Europa, ¿no? Es como una vuelta al pasado.
¡Una guerra! En el año 2022, ¿quién podría pensar que iba a tener lugar otra guerra en Europa?
A mí por lo menos las guerras me parecen algo del pasado, algo que hoy en día no tiene sentido en un mundo tan interrelacionado donde todos estamos conectados unos con otros gracias, por ejemplo, a internet; donde uno puede estar en contacto con gente de cualquier país del mundo…
Un mundo donde los chicos jóvenes pueden estudiar en universidades de otros países y conocer gente de cualquier lugar…
Una guerra, en este contexto, en el mundo de hoy, es algo tan incongruente, tan del pasado, que, durante los primeros días, la invasión de Ucrania me parecía irreal, como una pesadilla. Algo absurdo, que no tenía sentido en un mundo globalizado como el de hoy.
No sé, quizás porque yo mismo, viviendo en Londres, una ciudad muy internacional por donde pasan gentes de todos los países, de todas las culturas, de todas las nacionalidades, idiomas, razas y religiones, pues es muy fácil hacer amigos de cualquier país del mundo.
Y esa es una de las cosas que más me gusta de Londres, que en cuanto sales a la calle, tienes el mundo delante de tí. Pasear por las calles de Londres es como hacer un gran viaje por los cinco continentes. Es como meterse en el transiberiano, ¿no? Ese tren que hace un viaje larguísimo y va pasando por un montón de lugares y países diferentes…
Yo qué sé? El camarero del bar que te pone las cervezas, por ejemplo, quizás sea italiano; el peluquero que te corta el pelo, probablemente sea de la República Checa; el albañil o el fontanero que van a tu casa a hacer una reparación, tal vez sea polaco o húngaro; el monitor del gimnasio, quizás sea brasileño…
En fin…
Yo, además, trabajando en la universidad tantos años, pues estaba acostumbrado a que mis estudiantes fueran de India, de Francia, de Turquía, de Rusia, de Kazajistán, de Japón, de China, de Corea…
Cuando convives todo el tiempo con personas de todo el mundo, te das cuenta de que, claro, obviamente hay diferencias culturales, pero que lo realmente importante es la personalidad, la forma de ser de la gente, eso es lo que realmente importa.
Que da igual de dónde sea una persona, su origen étnico o su nacionalidad. Lo importante es llevarse bien, estar a gusto, sentirse cómodo el uno con el otro…
Y eso no tiene mucho que ver con el lugar de donde somos, sino con el carácter, con la personalidad. De hecho, una persona de tu propio país te puede caer muy mal y, en cambio, te puedes sentir muy a gusto con una persona de otros país que tenga una cultura muy diferente.
Y es por todo esto que quizás me parece aún más incongruente la guerra en Ucrania.
Yo podría entender quizás una guerra en un mundo como era el mundo de antes, donde cada país vivía encerrado en sí mismo, ¿no? Donde era muy difícil conocer o estar en contacto con gente de otros lugares. Lo que no se conoce, no se entiende y lo que no se conoce ni se entiende puede interpretarse, a veces, como una amenaza, como un peligro.
Eso es lo que pasaba antes, ¿no? En el mundo de antes, digamos, cuando no existía la globalización, ni había internet, ni redes sociales, ni se viajaba tanto como ahora…
Cuando no había EasyJet ni Ryanair y los vuelos costaban un ojo de la cara…
Os acordáis, ¿no? Ahora ya nos hemos acostumbrado, pero hace algunos años volar costaba carísimo. Era algo que solo se lo podían permitir algunos… Y por eso, ir de un país a otro era algo que no se podía hacer tan a menudo ni con tanta facilidad como ahora…
Pues, bueno, uno puede entender que antes, cuando se viajaba poco y cada uno vivía encerrado en el país donde había nacido, sin mucho contacto con personas de otros lugares, pues, bueno, uno puede entender que, en fin, que la gente entonces tuviera miedo de otros países porque en esos países habitaban personas que hablaban otras lenguas, que tenían otro color de piel, que adoraban a otros dioses, que tenían otras costumbres diferentes…
Y, como digo, lo que es desconocido nos da miedo, nos sentimos amenazados, y, claro, en ese contexto, yo puedo imaginar que haya guerras.
Pero ahora el mundo ha cambiado tanto que para mí, y creo que para mucha gente, una guerra era algo inimaginable. En un mundo tan globalizado y tan interrelacionado como el mundo de hoy era difícil imaginar que hubiera de nuevo una guerra en Europa.
Por eso la invasión de Ucrania me parecía tan incongruente, tan fuera de lugar en un mundo como el de hoy. La guerra para mí era algo del pasado.
Y por eso hice la entrevista a Irina.
Además, también, en un vídeo que publiqué en Youtube puse, al principio del vídeo, la bandera de Ucrania, para expresar mi solidaridad con los ucranianos que estaban siendo atacados por el ejército ruso. Era un modo, como digo, de expresar mi solidaridad y mi empatía hacia el sufrimiento de esas personas.
Lo que pasó después me sorprendió un poco. Y es que resulta que, bueno, la mayoría de la gente creo que entendió mi punto de vista y expresó también su dolor, su conmoción por lo que estaba pasando.
Sin embargo, hubo algunos comentarios, más de los que yo esperaba, que me pedían que no hablara de política; que hiciera vídeos para enseñar español y nada más. Que no me metiera en política.
“Enseña español y no te metas en política”, decían.
También había otros comentarios del tipo “Bueno, yo puedo entender las dos posiciones del conflicto. No tengo una opinión clara. Por un lado me parece mal la guerra; por otro, creo que occidente, la OTAN, Europa y EEUU han tratado muy mal a Rusia y, bueno, estas son ahora las consecuencias… Espero que la guerra termine pronto. Espero que haya pronto paz”.
Este tipo de comentarios del tipo, “yo soy neutral”, “yo veo las dos caras del problema”, “yo entiendo los argumentos de un bando, pero también los del otro bando” o los del tipo “es mejor no hablar de política”, “no hables de política”, “enseña español, no hables de política”...
Son, sinceramente, comentarios que a mí personalmente me ponen un poco nervioso. “Me ponen de los nervios”, como se dice de forma coloquial. Y voy a intentar explicar por qué.
En América Latina, los años 60, los años 70 y los 80 fueron muy convulsos. Había muchos problemas políticos, económicos, sociales…
Las democracias de la mayoría de los países de Latinoamérica eran muy débiles e inestables y había numerosas guerras civiles, como en El Salvador o en Nicaragua.
Había guerrillas que intentaban llevar la revolución cubana a otros países; existían grupos terroristas que cometían atentados muy sangrientos como por ejemplo las FARC en Colombia o Sendero Luminoso en Perú.
En muchos casos, las crisis se resolvían con un golpe de Estado del ejército que daba lugar a una dictadura militar con la excusa de poner orden y crear estabilidad en el país, como fue el caso de Augusto Pinochet en Chile, que dio un golpe de Estado contra el gobierno legítimo de Salvador Allende en 1973.
En realidad, detrás de muchas de estas revoluciones y detrás de estos golpes de estado estaba la mano de EEUU y la mano de la Unión Soviética, que se disputaban su influencia y su poder en Sudamérica.
Yo era aún muy niño en 1973 cuando Pinochet asaltó el Palacio de la Moneda de Santiago de Chile y todo lo que sé de aquel golpe de Estado lo he leído en libros y lo he visto por la tele después, pero recuerdo muy bien cuando el ejército argentino dio un golpe de estado y tomó el poder por la fuerza, creo que fue en 1978... Yo ya era más mayor y veía toda la información que llegaba a España sobre lo que estaba pasando en el país hermano.
España e Hispanoamérica tienen muchos lazos en común y, obviamente, todo lo que pasa allí a nosotros, a los españoles, nos interesa mucho. A pesar de las diferencias y a pesar de los puntos de vista a veces enfrentados y contradictorios que tenemos sobre tantas cosas, somos países hermanos, ¿no? Hablamos el mismo idioma, tenemos una historia en común…
En Argentina, como en todos los países donde se produce un golpe de Estado, los militares justificaron el golpe diciendo que la situación del país era insostenible, que querían impedir una dictadura comunista y acabar con varios grupos terroristas de extrema izquierda.
Los militares dieron el golpe, impusieron una dictadura e iniciaron entonces una represión enorme, a gran escala, muy cruel y muy sangrienta, pero no solo de los grupos terroristas. Las víctimas de la represión fueron también políticos, sindicalistas, profesores, estudiantes, periodistas, artistas, sacerdotes, activistas sociales y cualquier persona sospechosa de tener una ideología de izquierdas.
Para reprirmir a la parte de la población que no estaba de acuerdo con sus ideas, los militares usaron el terrorismo de estado: la detención y la encarcelación ilegal, la tortura, el asesinato y la desparición de miles de personas. La idea era crear un estado de terror en una parte de la población.
Las detenciones se producían de forma totalmente ilegal, sin ningún tipo de juicio. Grupos formados por policías y militares llegaban a las casas de un sospechoso de ser izquierdas (o de ser “subversivo”, como decían ellos), se lo llevaban detenido de forma ilegal y no se volvía a saber de esa persona nunca más. Estaba “desaparecido”. Ni la familia ni nadie tenía información de dónde se encontraba, de qué había pasado, de qué se le acusaba… nada. Se había evaporado de la faz de la tierra. Estaba simplemente desaparecido.