La tapia del cementerio
Hola, chicos, ¿qué tal? ¿Cómo va la semana? Espero que bien, espero que vaya bien.
Hoy vamos a hablar de un tema serio. No solo serio. Hoy vamos a hablar de algo bastante triste. Ya sabéis que me gusta usar mucho el humor en todo lo que hago, pero de vez en cuando es inevitable ponerse un poco más serio de lo habitual.
No todo en la vida puede ser ji ji, ja, ja.
Me gusta variar, me gusta tocar temas diferentes, probar diferentes estilos.
No estaba seguro de si era adecuado hablar hoy de un tema un poco… Bueno, un poco no, muy, muy triste, de un tema muy triste. Por eso les he preguntado a los miembros de Patreon qué pensaban, si querían que hiciese un podcast divertido y alegre, pero un poco superficial o interesante, pero un poco triste.
La mayoría ha votado por un episodio interesante, aunque sea triste.
En la variedad está el gusto, ¿no? No sé si habéis oído hablar de esta expresión: “en la variedad está el gusto”.
Quiere decir, bueno, yo creo que está claro lo que quiere decir, ¿no? Que las cosas variadas, que el cambiar de un estilo a otro, que el hacer cosas un poco diferentes, pues es mejor que hacer siempre lo mismo, ¿no? En la variedad está el gusto.
Total, que hoy hablamos de un tema un poco serio y bastante triste, así que si no te apetece escuchar algo así; si lo que te va es pasar un rato alegre y divertido, algo que te haga reír o por lo menos sonreír, pues, entonces, chico, mejor que no escuches este episodio porque, la verdad, no va a ser un episodio alegre.
Hoy voy a hablar de la Guerra Civil española, concretamente de un episodio muy triste de la Guerra Civil española, algo que ocurrió en Granada, mi ciudad natal.
Bueno, vamos a ver, yo no soy un historiador y, por tanto, no os voy a dar un montón de fechas y de hechos históricos… No voy a escribir un ensayo histórico-filosófico sobre la Guerra Civil ni voy a contar en detalle todo lo que pasó…
No, no es eso. Si alguien quiere saber los detalles históricos, los nombres y las fechas en concreto de lo que pasó, pues, en fin, yo creo que ya hay un montón de material publicado en internet, ¿no? Hay libros, documentales, artículos de periódicos, vídeos en YouTube… Yo no podría competir con ese tipo de recursos que, al fin y al cabo, todos podéis consultar en internet, si estáis interesados, y que además tienen un mayor rigor histórico que cualquier cosa que yo puediera hacer aquí.
Lo que yo puedo hacer, en mi modestia, es contaros mi experiencia personal, el punto de vista de un español de la calle, cómo veo yo las cosas, qué siento, qué me pasa por la cabeza… Lo que yo sí puedo hacer es dar mis impresiones personales sobre la historia de mi país.
No os puedo contar la gran historia, la historia que se estudia en los libros y se enseña en los colegios, pero os puedo contar la pequeña historia, la historia tal y como la veo yo, la historia desde el punto de vista de alguien de la calle.
¿Vale? Bueno, espero que esté claro lo que quiero decir.
Pues, a lo que iba, que sí, que hoy vamos a hablar de algo bastante triste, de un episodio de la guerra civil española en Granada.
Es algo que ya sabía, pero que no me había calado lo suficiente hasta ahora. No sé si me explico.
Voy a hablar de un hecho que ya conocía, un hecho histórico de mi ciudad, de Granada, que ya conocía, pero que realmente no había tomado consciencia de cuán grave era hasta hace unas semanas. Y, sinceramente, llevo unas cuantas semanas dándole vueltas en la cabeza a este episodio, no me lo puedo quitar de la cabeza y por eso he pensado que sería una buena idea que os lo contase a vosotros también porque, aunque es triste, me parece muy interesante.
¿Vosotros sabéis qué es una “tapia”? Una tapia es una pared, pero una pared que no está en una casa.
Normalmente la tapia es una pared que cierra o protege un lugar o un espacio abierto, o sea, un espacio o un lugar que no tiene techo, que no está cubierto. En el campo hay muchas tapias. Las tapias sirven, por ejemplo, para guardar animales, para que los animales no se escapen.
Los cementerios también tienen tapias. Un cementerio es un espacio abierto, un lugar sin techo quiero decir, ¿no? Pero, por lo menos en España, los cementerios tienen tapias que los rodean. Están rodeados por tapias.
En España los cementerios están siempre lejos de las ciudades. La razón de construir los cementerios lejos de las ciudades era proteger a los ciudadanos de enfermedades infecciosas que podrían portar los cadáveres.
Yo de niño solía ir muy a menudo al cementerio de Granada, que se llama Cementerio de San José.
Mis tías me llevaban allí para visitar las tumbas de algunos familiares fallecidos, poner flores, limpiar las lápidas… Sí, lo sé, mis tías eran un poco particulares. En lugar de llevarme al circo, o a los columpios del parque, a mí los domingos mis tías me llevaban al cementerio.
Para ir al cementerio de Granada había que ir en autobús o en taxi. Estaba demasiado lejos para ir a pie.
Había que coger, todavía lo recuerdo, el autobús número 2, el autobús más extraño de la ciudad.
Digo que era un autobús extraño porque para ir al cementerio había que subir por una calle que se llamaba (y se llama) la Cuesta de Gomérez, que es una calle muy turística, y pasar por la Alhambra, la Alhambra de Granada.
Supongo que la mayoría de vosotros sabéis que la Alhambra es uno de los monumentos más famosos de España y uno de los más visitados por los turistas.
Y por eso digo que el autobús número dos era un autobús raro, porque en él se mezclaban, por un lado, las tristes viejas vestidas de negro que iban al cementerio para llevarles flores a sus familiares muertos y, por otro lado, los turistas alegres, vestidos con colores chillantes, gorras, pantalones cortos y cámaras fotográficas colgando del cuello que se dirigían a la Alhambra.
De hecho, recuerdo que los turistas solían mirar un poco sorprendidos a aquellas mujeres, porque la mayoría eran mujeres, que iban solas y parecían tan tristes, vestidas de negro, silenciosas. Supongo que la mayoría de turistas notaban algo raro en aquellas mujeres, pero seguramente no acertaban a adivinar de qué se trataba. Seguramente no sabían que aquellas mujeres no iban a la Alhambra, sino al cementerio.
Al llegar a la Alhambra, el autobús número dos se paraba delante del hotel Washington Irving y los turistas bajaban alegres. Dentro del autobús quedaba el silencio de unas cuantas personas, la mayoría mujeres solas, creo recordar, que continuaban el viaje hasta la última parada. La última parada era el cementerio.
Ahora que lo pienso, no sé por qué mis tías insistían en llevarme con ellas al cementerio, pero bueno, de eso podemos hablar otro día.
El caso es que yo estoy bastante familiarizado con el cementerio de Granada, lo conozco bien. Hace siglos que no voy por allí, pero lo recuerdo bien porque de niño solía ir a menudo, casi una vez al mes.
Estamos hablando de los años setenta, de los primeros años setenta.
Al bajar del autobús, lo primero que se ven son las puertas y las tapias del cementerio.
Recuerdo muy bien las tapias del cementerio. No sé por qué me llamaban la atención ya de niño. Me daba un poco de aprensión porque… Ver aquellas tapias desnudas, amarillentas, descoloridas que parecían abandonadas desde hacía mucho tiempo. Tenían algo de tétrico, de misterioso.
Me imagino que muchos os estaréis preguntando,”pero ¿dónde quiere ir a parar Juan? ¿Por qué se ha puesto a hablarnos ahora de las tapias del cementerio de Granada?”
Bueno es que, veréis, hace unas semanas, buscando información sobre mi ciudad, he descubierto que allí, en las tapias del cementerio de Granada fueron fusilados, fueron asesinados, más de cuatro mil personas durante y después de la Guerra Civil, desde 1936 hasta 1956. Creo que el último fusilado en las tapias del cementerio fue en 1956.
Algo había oído antes. No es nada realmente nuevo. Todo el mundo en Granada lo sabe, al menos la gente de mi edad, no sé los más jóvenes, pero la gente de mi edad sí lo sabemos porque es algo que hemos escuchado antes de la boca de nuestros mayores, de nuestros padres, de nuestros tíos. Nosotros, obviamente, no conocimos aquellos hechos, aún no habíamos nacido, pero ellos sí, y cuando yo era niño recuerdo que era algo de lo que a veces hablaban los mayores en casa.
Lo de los fusilamientos en las tapias del cementerio no era ningún secreto. De hecho, estos fusilamientos eran ejecuciones oficiales que se hacían en nombre del Estado, del Estado franquista. No era algo secreto, ni mucho menos.
Yo todo esto ya lo sabía, lo que pasa es que hace unas semanas leí algunos artículos en los que se contaba en más detalle lo que había pasado.
Lo que quizás me provocó un mayor impacto emocional es leer que estas personas que iban a ser fusiladas eran llevadas al cementerio al amanecer, un poco antes de que se hiciera de día, en camiones militares y que estos camiones, para ir al cementerio, subían por la Cuesta de Gomérez, en dirección a la Alhambra, y pasaban por delante del hotel Washington Irving… Es decir, hacían el mismo recorrido que el que hacía yo en el autobús número dos cuando de niño iba al cementerio con mis tías.
Parecerá una tontería, pero este detalle me ha tocado un poco. Tocado, en el sentido de que me ha afectado emocionalmente. Me ha hecho ver la imagen de aquellos hombres pasando por los mismos lugares por donde yo había pasado tantas veces con mis tías, en el autobús número 2. No sé, lo he visto como algo mucho más real.
Antes, los fusilamientos o los crímenes de la Guerra Civil eran algo frío y distante, algo que se estudia en los libros de texto del colegio, algo lejano, que no me afecta a mí directamente…
Sin embargo, al leer los nombres de las calles de Granada por las que pasaban aquellos camiones durante los terribles días del verano de 1936, me ha parecido todo mucho más real, mucho más cercano. Y, si os digo la verdad, me he puesto muy triste.
En aquellos días fueron fusilados cientos de personas: profesores de la universidad, periodistas, abogados, escritores, alcaldes, sindicalistas y también muchas otras personas, hombres de la calle, mujeres y, en algunos casos, incluso menores de edad, niños.
Fue en aquellos días que mataron a Federico García Lorca. ¿Habéis oído hablar de Federico García Lorca, el poeta y dramaturgo de Granada? A él no lo mataron en las tapias del cementerio, pero fue por aquellos mismos días cuando lo detuvieron y lo mataron. A Federico lo mataron también en Granada, muy cerca de allí, aunque su cuerpo no se ha encontrado nunca. Ese puede ser un buen tema para otro episodio de este podcast.
En fin, en aquellos días de caos, cualquier motivo, por pequeño que fuera, podía ser una excusa para detener a una persona y condenarla a muerte.
El hecho de haber pertenecido a un partido político de izquierdas, el haber sido alcalde de un pueblo o periodista era motivo suficiente para que te condenaran a muerte.
Pero a veces ni siquiera tenías que ser una persona con interés en política. Bastaba una denuncia falsa, una sospecha, alguien que tenía envidia de un vecino o que quería vengarse de un viejo enemigo, lo denunciaba a las autoridades y esa persona podía acabar en prisión o condenado a muerte.
Me pregunto por qué llevaban a los condenados a muerte hasta el cementerio para fusilarlos. Después de pensarlo un poco, creo que la explicación es obvia.
Cada noche sacaban un grupo de prisioneros de la cárcel de Granada, donde estaban todos los detenidos, y los llevaban en camiones militares hasta las tapias del cementerio.
Iban de madrugada, cuando la ciudad dormía. De esa forma llamaban menos la atención.
Iban al cementerio porque de esa forma no tenían que enterrar a los muertos ellos mismos. A esas horas las puertas del cementerio estaban cerradas y los soldados fusilaban a los condenados delante de las tapias que rodeaban el recinto.
Después de fusilarlos, se iban y dejaban los cuerpos allí abandonados durante horas hasta que por la mañana llegaban los enterradores del cementerio, los hombres que trabajaban en el cementerio normalmente.
Cuando los enterradores llegaban se encontraban los cuerpos de los pobres desgraciados que habían sido fusilados y tenían que enterrarlos en una fosa común.
A esas horas, como he dicho, no había nadie que pudiera ver los fusilamientos. Uno de los pocos testimonios que hay es el del guardia del cementerio que vivía allí con su familia. Al parecer, el cementerio tenía un guardia, un portero, es decir, una persona que vivía allí permanentemente con su familia y que se encargaba de abrir y cerrar las puertas del cementerio.
Este hombre, el guardia del cementerio, decía que podía escuchar desde su casa los gritos y los lamentos de las personas que cada noche iban a ser fusilados. He leído la descripción que el guardia del cementerio hizo de lo que escuchaba cada noche y prefiero no repetirlo aqui porque te pone la carne de gallina. Es demasiado duro.
Al parecer, el guardia y su familia escuchaban cada noche los coches que subían y bajaban con los condenados a muerte. Escuchaba los gritos, la gente que lloraba, los que pedían perdón desesperados, los que gritaban Viva el Comunismo o Viva la República…
De hecho, durante mucho años en la tapia del cementerio hubo durante muchos años manchas de sangre y aún hoy en día pueden verse agujeros causados por las balas durante los fusilamientos.
Como decía antes, leer en detalle sobre lo que pasó aquellos días te pone la carne de gallina porque es en los detalles cuando realmente te das cuenta de lo que pasó.
Puedes leer los hechos en un libro de historia, puedes ver un documental en la televisión y seguramente tendrás información sobre lo que pasó en algún momento histórico, pero solo cuando ves las cosas en detalle es cuando te das cuenta de verdad de lo que pasó.
Es lo que me ha pasado a mí cuando he visto escrito el recorrido que hacían los camiones militares que llevaban a los condenados a muerte hasta el cementerio, que me he acordado de que yo hacía ese mismo recorrido en autobús, el autobús número 2, cuando era niño. Que las tapias del cementerio donde murieron más de cuatro mil personas eran las mismas tapias que yo veía cada vez que bajaba del autobús para acompañar a mis tías al cementerio.
Son esos detalles los que te causan más impresión. Ya no es algo lejano que has leído en un libro o que has visto en la televisión. Ahora es algo mucho más cercano y personal.
En fin, chicos, no quiero continuar hablando más sobre este tema, no quiero entrar en más detalles fúnebres, en más detalles tenebrosos.
Sí quiero deciros que hoy en día en Granada hay varias asociaciones que se dedican a mantener viva la memoria, el recuerdo de lo que pasó aquellos días.
De hecho, las tapias del cementerio de Granada han sido declaradas oficialmente Lugar de Memoria Histórica y se ha erigido un monumento con los nombres y apellidos de muchas de las personas que fueron fusiladas. Para estas personas es importante recordar los nombres y los apellidos de todos los muertos. Es una forma de homenajearles y mantener vivo su recuerdo.
Cada año, muchos familiares de los fusilados se reúnen en las tapias del cementerio de Granada para recordarlos y leer sus nombres para que nadie los olvide.
En el blog os dejo algunos vídeos donde podéis ver alguno de los homenajes que se hace cada año en el Cementerio de Granada para recordar a las víctimas de estos fusilamientos.
Por cierto, en estos vídeos podéis ver cómo es realmente el acento de la gente de Granada, ya que yo ya lo he perdido después de llevar tantos años fuera.
Afortunadamente, la España de hoy es una España democrática que ha logrado que los españoles podamos por fin convivir en paz, a pesar de nuestras diferencias, a pesar de tener ideas muy diferentes, a veces radicalmente diferentes.
Siento que el episodio de hoy tenga este tono triste o dramático, pero la vida es así, ¿no? A veces se ríe y a veces se llora.
Si alguna vez vais a Granada, recordad que aparte de la Alhambra, aparte de las tapas que se pueden tomar en los bares, aparte de las calles estrechas del Albaicín; aparte del flamenco, de la fiesta, el sol, los churros con chocolate y todo eso, hay otra realidad, una historia oculta que no suelen ver los turistas, como la tapia del cementerio.
Lo dejamos aquí por hoy. La semana que viene prometo hablar de algo un poco más alegre.
Un abrazo y nos vemos… No, no nos vemos, nos escuchamos. ¿Cuándo? Pues la próxima semana, claro. ¿Dónde? Aquí, en Español Con Juan.
¡Hasta pronto!