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Poesia - Octavio Paz, Octavio Paz - Piedra de Sol 2

...las paredes

invisibles, las máscaras podridas

que dividen al hombe de los hombres,

al hombre de sí mismo,

se derrumban

por un instante inmenso y vislumbramos

nuestra unidad perdida, el desamparo

que es ser hombres, la gloria que es ser hombres

y compartir el pan, el sol, la muerte,

el olvidado asombro de estar vivos;

amar es combatir, si dos se besan

el mundo cambia, encarnan los deseos,

el pensamiento encarna, brotan las alas

en las espaldas del esclavo, el mundo

es real y tangible, el vino es vino,

el pan vuelve a saber, el agua es agua,

amar es combatir, es abrir puertas,

dejar de ser fantasma con un número

a perpetua cadena condenado

por un amo sin rostro;

el mundo cambia

si dos se miran y se reconocen,

amar es desnudarse de los nombres:

"déjame ser tu puta", son palabras

de Eloísa, mas él cedió a las leyes,

la tomó por esposa y como premio

lo castraron después;

mejor el crimen,

los amantes suicidas, el incesto

de los hermanos como dos espejos

enamorados de su semejanza,

mejor comer el pan envenenado,

el adulterio en lechos de ceniza,

los amores feroces, el delirio,

su yedra ponzoñosa, el sodomita

que lleva por clavel en la solapa

un gargajo, mejor ser lapidado

en las plazas que dar vuelta a la noria

que exprime la substancia de la vida,

cambia la eternidad en horas huecas,

los minutos en cárceles, el tiempo

en monedas de cobre y mierda abstracta;

mejor la castidad, flor invisible

que se mece en los tallos del silencio,

el difícil diamante de los santos

que filtra los deseos, sacia al tiempo,

nupcias de la quietud y el movimiento,

canta la soledad en su corola,

pétalo de cristal en cada hora,

el mundo se despoja de sus máscaras

y en su centro, vibrante transparencia,

lo que llamamos Dios, el ser sin nombre,

se contempla en la nada, el ser sin rostro

emerge de sí mismo, sol de soles,

plenitud de presencias y de nombres;

sigo mi desvarío, cuartos, calles,

camino a tientas por los corredores

del tiempo y subo y bajo sus peldaños

y sus paredes palpo y no me muevo,

vuelvo donde empecé, busco tu rostro,

camino por las calles de mí mismo

bajo un sol sin edad, y tú a mi lado

caminas como un árbol, como un río

caminas y me hablas como un río,

creces como una espiga entre mis manos,

lates como una ardilla entre mis manos,

vuelas como mil pájaros, tu risa

me ha cubierto de espumas, tu cabeza

es un astro pequeño entre mis manos,

el mundo reverdece si sonríes

comiendo una naranja,

el mundo cambia

si dos, vertiginosos y enlazados,

caen sobre las yerba: el cielo baja,

los árboles ascienden, el espacio

sólo es luz y silencio, sólo espacio

abierto para el águila del ojo,

pasa la blanca tribu de las nubes,

rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma,

perdemos nuestros nombres y flotamos

a la deriva entre el azul y el verde,

tiempo total donde no pasa nada

sino su propio transcurrir dichoso,

no pasa nada, callas, parpadeas

(silencio: cruzó un ángel este instante

grande como la vida de cien soles),

¿no pasa nada, sólo un parpadeo?

—y el festín, el destierro, el primer crimen,

la quijada del asno, el ruido opaco

y la mirada incrédula del muerto

al caer en el llano ceniciento,

Agamenón y su mugido inmenso

y el repetido grito de Casandra

más fuerte que los gritos de las olas,

Sócrates en cadenas" (el sol nace,

morir es despertar: "Critón, un gallo

a Esculapio, ya sano de la vida"),

el chacal que diserta entre las ruinas

de Nínive, la sombra que vio Bruto

antes de la batalla, Moctezuma

en el lecho de espinas de su insomnio,

el viaje en la carretera hacia la muerte

—el viaje interminable mas contado

por Robespierre minuto tras minuto,

la mandíbula rota entre las manos—,

Churruca en su barrica como un trono

escarlata, los pasos ya contados

de Lincoln al salir hacia el teatro,

el estertor de Trotsky y sus quejidos

de jabalí, Madero y su mirada

que nadie contestó: ¿por qué me matan?,

los carajos, los ayes, los silencios

del criminal, el santo, el pobre diablo,

cementerio de frases y de anécdotas

que los perros retóricos escarban,

el delirio, el relincho, el ruido obscuro

que hacemos al morir y ese jadeo

que la vida que nace y el sonido

de huesos machacadosen la riña

y la boca de espuma del profeta

y su grito y el grito del verdugo

y el grito de la víctima...

son llamas

los ojos y son llamas lo que miran,

llama la oreja y el sonido llama,

brasa los labios y tizón la lengua,

el tacto y lo que toca, el pensamiento

y lo pensado, llama el que lo piensa,

todo se quema, el universo es llama,

arde la misma nada que no es nada

sino un pensar en llamas, al fin humo:

no hay verdugo ni víctima...

¿y el grito

en la tarde del viernes?, y el silencio

que se cubre de signos, el silencio

que dice sin decir, ¿no dice nada?,

¿no son nada los gritos de los hombres?,

¿no pasa nada cuando pasa el tiempo?

—no pasa nada, sólo un parpadeo

del sol, un movimiento apenas, nada,

no hay redención, no vuelve atrás el tiempo,

los muerto están fijos en su muerte

y no pueden morirse de otra muerte,

intocables, clavados en su gesto,

desde su soledad, desde su muerte

sin remedio nos miran sin mirarnos,

su muerte ya es la estatua de su vida,

un siempre estar ya nada para siempre,

cada minuto es nada para simepre,

un rey fantasma rige sus latidos

y tu gesto final, tu dura máscara

labra sobre tu rostro cambiante:

el monumento somos de una vida

ajena y no vivida, apenas nuestra,

—¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?,

¿cuando somos de veras lo que somos?,

bien mirado no somos, nunca somos

a solas sino vértigo y vacío,

muecas en el espejo, horror y vómito,

nunca la vida es nuestra, es de los otros,

la vida no es de nadie, todos somos

la vida —pan de sol para los otros,

los otros todos que nosotros somos—,

soy otro cuando soy, los actos míos

son más míos si son también de todos,

para que pueda ser he de ser otro,

salir de mí, buscarme entre los otros,

los otros que no son si yo no existo,

los otros que me dan plena existencia,

no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,

la vida es otra, siempre allá, más lejos,

fuera de ti, de mí, siempre horizonte,

vida que nos desvive y enajena,

que nos inventa un rostro y lo desgasta,

hambre de ser, oh muerte, pan de todos,

Eloísa, Perséfona, María,

muestra tu rostro al fin para que vea

mi cara verdadera, la del otro,

mi cara de nosotros siempre todos,

cara de árbol y de panadero,

de chófer y de nube y de marino,

cara de sol y arroyo y Pedro y Pablo,

cara de solitario colectivo,

despiértame, ya nazco:

vida y muerte

pactan en ti, señora de la noche,

torre de claridad, reina del alba,

virgen lunar, madre del agua madre,

cuerpo del mundo, casa de la muerte,

caigo sin fin desde mi nacimiento,

caigo en mí mismo sin tocar mi fondo,

recógeme en tus ojos, junta el polvo

disperso y reconcilia mis cenizas,

ata mis huesos divididos, sopla

sobre mi ser, entiérrame en tu tierra,

tu silencio dé paz al pensamiento

contra sí mismo airado;

abre la mano,

señora de semillas que son días,

el día es inmortal, asciende, crece,

acaba de nacer y nunca acaba,

cada día es nacer, un nacimiento

es cada amanecer y yo amanezco,

amanecemos todos, amanece

el sol cara de sol, Juan amanece

con su cara de Juan cara de todos,

puerta del ser, despiértame, amanece,

déjame ver el rostro de este día,

déjame ver el rostro de esta noche,

todo se comunica y transfigura,

arco de sangre, puente de latidos,

llévame al otro lado de esta noche,

adonde yo soy tú somos nosotros,

al reino de pronombres enlazados,

puerta del ser: abre tu ser, despierta,

aprende a ser también, labra tu cara,

trabaja tus facciones, ten un rostro

para mirar mi rostro y que te mire,

para mirar la vida hasta la muerte,

rostro de mar, de pan, de roca y fuente,

manantial que disuelve nuestros rostros

en el rostro sin nombre, el ser sin rostro,

indecible presencia de presencias...

quiero seguir, ir más allá, y no puedo:

se despeñó el instante en otro y otro,

dormí sueños de piedra que no sueña

y al cabo de los años como piedras

oí cantar mi sangre encarcelada,

con un rumor de luz el mar cantaba,

una a una cedían las murallas,

todas las puertas se desmoronaban

y el sol entraba a saco por mi frente,

despegaba mis párpados cerrados,

desprendía mi ser de su envoltura,

me arrancaba de mí, me separaba

de mi bruto dormir siglos de piedra

y su magia de espejos revivía

un sauce de cristal, un chopo de agua,

un alto surtidor que el viento arquea,

un árbol bien plantado mas danzante,

un caminar de río que se curva,

avanza, retrocede, da un rodeo

y llega siempre:


...las paredes

invisibles, las máscaras podridas

que dividen al hombe de los hombres,

al hombre de sí mismo,

se derrumban

por un instante inmenso y vislumbramos

nuestra unidad perdida, el desamparo

que es ser hombres, la gloria que es ser hombres

y compartir el pan, el sol, la muerte,

el olvidado asombro de estar vivos;

amar es combatir, si dos se besan

el mundo cambia, encarnan los deseos,

el pensamiento encarna, brotan las alas

en las espaldas del esclavo, el mundo

es real y tangible, el vino es vino,

el pan vuelve a saber, el agua es agua,

amar es combatir, es abrir puertas,

dejar de ser fantasma con un número

a perpetua cadena condenado

por un amo sin rostro;

el mundo cambia

si dos se miran y se reconocen,

amar es desnudarse de los nombres:

"déjame ser tu puta", son palabras

de Eloísa, mas él cedió a las leyes,

la tomó por esposa y como premio

lo castraron después;

mejor el crimen,

los amantes suicidas, el incesto

de los hermanos como dos espejos

enamorados de su semejanza,

mejor comer el pan envenenado,

el adulterio en lechos de ceniza,

los amores feroces, el delirio,

su yedra ponzoñosa, el sodomita

que lleva por clavel en la solapa

un gargajo, mejor ser lapidado

en las plazas que dar vuelta a la noria

que exprime la substancia de la vida,

cambia la eternidad en horas huecas,

los minutos en cárceles, el tiempo

en monedas de cobre y mierda abstracta;

mejor la castidad, flor invisible

que se mece en los tallos del silencio,

el difícil diamante de los santos

que filtra los deseos, sacia al tiempo,

nupcias de la quietud y el movimiento,

canta la soledad en su corola,

pétalo de cristal en cada hora,

el mundo se despoja de sus máscaras

y en su centro, vibrante transparencia,

lo que llamamos Dios, el ser sin nombre,

se contempla en la nada, el ser sin rostro

emerge de sí mismo, sol de soles,

plenitud de presencias y de nombres;

sigo mi desvarío, cuartos, calles,

camino a tientas por los corredores

del tiempo y subo y bajo sus peldaños

y sus paredes palpo y no me muevo,

vuelvo donde empecé, busco tu rostro,

camino por las calles de mí mismo

bajo un sol sin edad, y tú a mi lado

caminas como un árbol, como un río

caminas y me hablas como un río,

creces como una espiga entre mis manos,

lates como una ardilla entre mis manos,

vuelas como mil pájaros, tu risa

me ha cubierto de espumas, tu cabeza

es un astro pequeño entre mis manos,

el mundo reverdece si sonríes

comiendo una naranja,

el mundo cambia

si dos, vertiginosos y enlazados,

caen sobre las yerba: el cielo baja,

los árboles ascienden, el espacio

sólo es luz y silencio, sólo espacio

abierto para el águila del ojo,

pasa la blanca tribu de las nubes,

rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma,

perdemos nuestros nombres y flotamos

a la deriva entre el azul y el verde,

tiempo total donde no pasa nada

sino su propio transcurrir dichoso,

no pasa nada, callas, parpadeas

(silencio: cruzó un ángel este instante

grande como la vida de cien soles),

¿no pasa nada, sólo un parpadeo?

—y el festín, el destierro, el primer crimen,

la quijada del asno, el ruido opaco

y la mirada incrédula del muerto

al caer en el llano ceniciento,

Agamenón y su mugido inmenso

y el repetido grito de Casandra

más fuerte que los gritos de las olas,

Sócrates en cadenas" (el sol nace,

morir es despertar: "Critón, un gallo

a Esculapio, ya sano de la vida"),

el chacal que diserta entre las ruinas

de Nínive, la sombra que vio Bruto

antes de la batalla, Moctezuma

en el lecho de espinas de su insomnio,

el viaje en la carretera hacia la muerte

—el viaje interminable mas contado

por Robespierre minuto tras minuto,

la mandíbula rota entre las manos—,

Churruca en su barrica como un trono

escarlata, los pasos ya contados

de Lincoln al salir hacia el teatro,

el estertor de Trotsky y sus quejidos

de jabalí, Madero y su mirada

que nadie contestó: ¿por qué me matan?,

los carajos, los ayes, los silencios

del criminal, el santo, el pobre diablo,

cementerio de frases y de anécdotas

que los perros retóricos escarban,

el delirio, el relincho, el ruido obscuro

que hacemos al morir y ese jadeo

que la vida que nace y el sonido

de huesos machacadosen la riña

y la boca de espuma del profeta

y su grito y el grito del verdugo

y el grito de la víctima...

son llamas

los ojos y son llamas lo que miran,

llama la oreja y el sonido llama,

brasa los labios y tizón la lengua,

el tacto y lo que toca, el pensamiento

y lo pensado, llama el que lo piensa,

todo se quema, el universo es llama,

arde la misma nada que no es nada

sino un pensar en llamas, al fin humo:

no hay verdugo ni víctima...

¿y el grito

en la tarde del viernes?, y el silencio

que se cubre de signos, el silencio

que dice sin decir, ¿no dice nada?,

¿no son nada los gritos de los hombres?,

¿no pasa nada cuando pasa el tiempo?

—no pasa nada, sólo un parpadeo

del sol, un movimiento apenas, nada,

no hay redención, no vuelve atrás el tiempo,

los muerto están fijos en su muerte

y no pueden morirse de otra muerte,

intocables, clavados en su gesto,

desde su soledad, desde su muerte

sin remedio nos miran sin mirarnos,

su muerte ya es la estatua de su vida,

un siempre estar ya nada para siempre,

cada minuto es nada para simepre,

un rey fantasma rige sus latidos

y tu gesto final, tu dura máscara

labra sobre tu rostro cambiante:

el monumento somos de una vida

ajena y no vivida, apenas nuestra,

—¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?,

¿cuando somos de veras lo que somos?,

bien mirado no somos, nunca somos

a solas sino vértigo y vacío,

muecas en el espejo, horror y vómito,

nunca la vida es nuestra, es de los otros,

la vida no es de nadie, todos somos

la vida —pan de sol para los otros,

los otros todos que nosotros somos—,

soy otro cuando soy, los actos míos

son más míos si son también de todos,

para que pueda ser he de ser otro,

salir de mí, buscarme entre los otros,

los otros que no son si yo no existo,

los otros que me dan plena existencia,

no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,

la vida es otra, siempre allá, más lejos,

fuera de ti, de mí, siempre horizonte,

vida que nos desvive y enajena,

que nos inventa un rostro y lo desgasta,

hambre de ser, oh muerte, pan de todos,

Eloísa, Perséfona, María,

muestra tu rostro al fin para que vea

mi cara verdadera, la del otro,

mi cara de nosotros siempre todos,

cara de árbol y de panadero,

de chófer y de nube y de marino,

cara de sol y arroyo y Pedro y Pablo,

cara de solitario colectivo,

despiértame, ya nazco:

vida y muerte

pactan en ti, señora de la noche,

torre de claridad, reina del alba,

virgen lunar, madre del agua madre,

cuerpo del mundo, casa de la muerte,

caigo sin fin desde mi nacimiento,

caigo en mí mismo sin tocar mi fondo,

recógeme en tus ojos, junta el polvo

disperso y reconcilia mis cenizas,

ata mis huesos divididos, sopla

sobre mi ser, entiérrame en tu tierra,

tu silencio dé paz al pensamiento

contra sí mismo airado;

abre la mano,

señora de semillas que son días,

el día es inmortal, asciende, crece,

acaba de nacer y nunca acaba,

cada día es nacer, un nacimiento

es cada amanecer y yo amanezco,

amanecemos todos, amanece

el sol cara de sol, Juan amanece

con su cara de Juan cara de todos,

puerta del ser, despiértame, amanece,

déjame ver el rostro de este día,

déjame ver el rostro de esta noche,

todo se comunica y transfigura,

arco de sangre, puente de latidos,

llévame al otro lado de esta noche,

adonde yo soy tú somos nosotros,

al reino de pronombres enlazados,

puerta del ser: abre tu ser, despierta,

aprende a ser también, labra tu cara,

trabaja tus facciones, ten un rostro

para mirar mi rostro y que te mire,

para mirar la vida hasta la muerte,

rostro de mar, de pan, de roca y fuente,

manantial que disuelve nuestros rostros

en el rostro sin nombre, el ser sin rostro,

indecible presencia de presencias...

quiero seguir, ir más allá, y no puedo:

se despeñó el instante en otro y otro,

dormí sueños de piedra que no sueña

y al cabo de los años como piedras

oí cantar mi sangre encarcelada,

con un rumor de luz el mar cantaba,

una a una cedían las murallas,

todas las puertas se desmoronaban

y el sol entraba a saco por mi frente,

despegaba mis párpados cerrados,

desprendía mi ser de su envoltura,

me arrancaba de mí, me separaba

de mi bruto dormir siglos de piedra

y su magia de espejos revivía

un sauce de cristal, un chopo de agua,

un alto surtidor que el viento arquea,

un árbol bien plantado mas danzante,

un caminar de río que se curva,

avanza, retrocede, da un rodeo

y llega siempre: