Capítulo 6. El partido final
—¡Una semana para el gran partido! —Javi está encima de la cama y mira el calendario de la pared.
—Lo sabemos, Javi —contesta Raúl.
—Estoy emocionado, ¿vosotros no? —insiste Javi.
—¿Emocionados? —dice Pedro—. A ver: no tengo hambre, tengo dolor de tripa siempre, no duermo por las noches y me tiemblan las piernas…
—Sí, ¡estás emocionado! —contesta Javi.
Nos reímos, porque todos nos sentimos así.
—Yo tengo mucho miedo. Este es mi primer año aquí y sabéis qué pasa en La Masía con los malos jugadores de primer año…
—Jorge, tranquilo, tú no eres un mal jugador —me tranquiliza Raúl.
—Sí, pero jugar mal ese partido quiere decir regresar a México.
—Pobre Jorge, está sordo, no oye bien —dice Javi—. ¡Eres un buen jugador! —grita.
Nos reímos otra vez, Javi es un chico muy divertido, siempre nos hace sonreír. Pedro dice:
—Este año pasa volando, ¿verdad chicos?
—Es verdad… en diez meses en Barcelona pueden pasar tantas cosas, gente, fútbol, amigos, arte…
—¡Novia! —Javi me guiña un ojo.
—Es verdad, ¡soy un chico con suerte! —me río yo.
Abro los ojos. Es viernes, pero hoy no hay clases, no hay entrenamientos, solo descanso. Mañana es el gran día: el día del partido final.
Miro el despertador. Es extraño, son las 9 de la mañana y no hay nadie más en la habitación.
De repente llaman a la puerta, “toc, toc, toc”.
—Adelante —digo. Y me sorprendo, porque en la puerta está Javi con un carro de comida.
—Señor Jorge Campo, su desayuno.
—¿Pero qué te pasa, tío? —contesto un poco dormido y muy sorprendido.
—Su desayuno preferido —toma un papel de su bolsillo y lee—: Chilaquiles con tasajo, zumo de fruta, chocolate caliente y pan dulce.
No puedo creer lo que dice, ese es de verdad mi desayuno preferido, ¡mi madre lo cocina cada fin de semana en casa!
Javi pone el carrito en la habitación y el olor de la comida de mi casa lo llena todo, quiero llorar.
—Señor Campo, hay más sorpresas: ¡la familia Campo al completo!
Ahora sí: ¡voy a llorar! Uno tras otro entran a mi habitación mi madre, mi padre y mis dos hermanos, Omar y Luz.
—¿Qué hacéis aquí? —digo.
—¡Cómo pues! Venimos a ver a nuestro niño jugar su partido más importante, ¿que no vemos siempre todos tus partidos? —me dice mi madre con una sonrisa.
—Eso es hermano —añade Omar—. Venimos a animarte, ¡a ganar ese partido!
Yo río y lloro a la vez, los abrazo y beso a todos.
—Hijo, ¿que nos comemos nosotros tu desayuno? —dice mi madre.
—No mamá, tengo mucha hambre, ¡especialmente de tus chilaquiles!
—¡Yo también quiero probarlos! —esa es la voz de Berta, ella también está aquí. Se acerca y me abraza.
—¿Pero, tú? ¿Conoces a mi familia?
—Mis padres y yo les ayudamos a organizar el viaje y les traemos aquí desde el aeropuerto.
—Tienes una novia muy simpática y muy lista — dice mi madre.
—Sois todos increíbles. Esto es lo que necesito hoy para estar bien, para estar fuerte.
Y es verdad, ahora me siento bien: no estoy nervioso, me siento fuerte y preparado para todo. Desayunamos todos juntos en la habitación y luego vamos a dar un paseo por la ciudad. Toda mi familia se aloja en un apartamento cerca de casa de Berta.
Por la tarde, nos reunimos todos allí para una merienda-cena; también están Raúl, Javi y Pedro.
—Bueno chicos, ¿preparados para mañana? — dice Quique.
Javi, da un salto y dice:
—Sí, entrenador, ¡yo estoy muy preparado!
—Bueno, entrenador, yo estoy preparado, pero nervioso —dice Pedro.
—Eso es normal, chicos, yo siempre estoy nervioso antes de cada partido, todos los jugadores están nerviosos antes de cada partido.
—Messi no, ¡él es el mejor! —digo yo.
—¿Qué dices? —dice Quique con una sonrisa— conozco a Leo Messi y no es un hombre tranquilo. Siempre está muy muy nervioso antes de cada partido.
—¿De verdad?
—Por supuesto —me dice y, la verdad, sus palabras me tranquilizan.
—Bueno chicos —sigue Quique— sabéis que el partido final es muy importante. Jugáis en el Camp Nou y muchos socios del Barça van a ver el partido, sois las futuras estrellas.
Nosotros nos miramos con emoción.
—Muchos jugadores del primer equipo y también el entrenador van a ver el partido. Puede ser tu oportunidad de ver a tu ídolo.
—¡O de hacer el ridículo! —digo yo.
—Hijo —dice mi padre—. Tienes 17 años y eres un gran jugador, no puedes hacer el ridículo. No quiero escuchar más esa frase de “hacer el ridículo”. Las personas que trabajan duro por sus sueños nunca hacen el ridículo.
—Miro a mi padre y pienso que es verdad.
Es el gran día: respiro y salgo al campo. Todo el mundo aplaude, todo el mundo está feliz. Quiero correr, pero no puedo. Mis piernas no se mueven, ¡es el miedo!, no puedo hacer nada. Sudo y en mis orejas solo escucho “beeeeeeep” muy fuerte, “¿qué me pasa?”, pienso. Javi, Raúl y Pedro pasan a mi lado; corren y saludan al público, están tranquilos. Quiero mirar al público, necesito ver a mi gente. Allí están, todos: mis padres, mis hermanos, Berta. Berta me mira a los ojos, sabe que me siento mal, lo veo en su cara. Se pone de pie y hace un símbolo de corazón con sus manos. Entonces recuerdo mis primeros días en Barcelona, recuerdo el miedo, ¡el terror! La soledad, los coches, la ciudad desconocida. Pienso en mi primer día con Berta, me veo a mí, por las calles de Barcelona, en el parque, en el autobús. Y veo los colores de la Fuente Mágica. Y todo cambia: soy un chico grande, camino solo, soy fuerte y ¡puedo hacerlo! Sonrío y yo también hago un corazón con mis manos, ¡todo va bien!
El partido empieza y corro detrás de la pelota, estoy en todas partes, ¡y meto un gol! Me divierto en el juego con mis compañeros.
Ganamos el partido 2 a 0, el público aplaude fuerte y yo sé que me quedo en Barcelona. Mi familia en las gradas está muy feliz y Berta también.
Volvemos al vestuario, Quique nos felicita, y llega la gran sorpresa: Leo Messi entra en el vestuario junto a otros jugadores del primer equipo. Nosotros no nos lo creemos, les pedimos autógrafos para nuestras camisetas y nos tomamos fotos con ellos.
Consigo una foto con mi ídolo, Messi y él me dice:
—¿Eres Jorge, verdad? Juegas de fábula, muchacho. ¿Sabes una cosa? Yo soy de Argentina, y conozco la soledad y la tristeza de estar lejos de tu casa y tu familia. Pero aquí tienes cosas maravillosas, especialmente la posibilidad de correr detrás de tus sueños.
Le doy un fuerte abrazo y, otra vez, sé que todo va a ir bien.