Enemigos de España
Hola, chicos, ¿qué tal? ¿qué tal va la semana?
Espero que todo vaya bien.
Bienvenidos y bienvenidas a un nuevo episodio de nuestro podcast para aprender español.
Bueno, en primer lugar, muchas gracias a todos los que habéis escrito comentarios al episodio anterior.
Parece que a mucha gente le gustó que hablara un poquito de la historia de España, pero desde mi punto de vista personal, desde mis recuerdos, desde mi propia experiencia.
Pues, me parece una genial idea, la verdad. Yo, como ya os dije, no soy un historiador. Si queréis saber más en profundidad de estos temas, seguramente podéis encontrar un montón de recursos en internet con mucha información sobre fechas, datos concretos, nombres, cifras…
Lo mejor que yo puedo hacer, creo, es contaros, simplemente, mi vivencia personal, cómo yo he vivido la historia reciente de España.
Espero que mis recuerdos os ayuden a entender un poquito mejor cómo es la España de hoy, cómo son los españoles, cuál es nuestra historia, de dónde venimos…
En fin, no me enrollo. Vamos al grano directamente, que si no empiezo a hablar y hablar y no quiero hacer estos episodios demasiado largos.
Venga, vamos, al lío.
Yo creo que tenía unos diez años. O quizás incluso menos. Tal vez tenía solo ocho o nueve años.
Recuerdo que estaba en el autobús del colegio. Aquel año yo estudiaba en un colegio que estaba muy lejos de mi casa, en las afueras de la ciudad, y cada día tenía que ir y volver en autobús.
Estaba sentado con mi amigo Sergio, que era, creo recordar, un año mayor que yo.
A Sergio le gustaba mucho hablar de la guerra, no sé por qué. Siempre contaba historias de cosas terribles o fantásticas que le habían contado o que incluso él mismo había vivido. A veces, mirando una casa vieja, casi en ruinas, decía, “aquí cayó una bomba”.
Luego, si pasábamos por delante de una pared, de una tapia, de cualquier tapia, decía “aquí fusilaron a dos rojos”, por ejemplo.
Recuerdo un día que algunos del colegio estábamos jugando al fútbol en un descampado que había cerca de su casa. Era una zona donde después construyeron un montón de edificios, pero por aquel entonces allí todavía no había nada; ni viviendas ni árboles ni nada. Y nosotros íbamos a aquel descampado de vez en cuando a jugar al fútbol.
Entonces, Sergio un día nos dijo “¿Sabéis? En la guerra, los rojos les cortaban la cabeza a los curas y luego venían aquí, a este descampado, y jugaban al fútbol, pero no jugaban con balones. ¿Sabéis con qué jugaban? ¡Con las cabezas de los curas! Y allí al lado,viéndolo todo, estaban los familiares de los muertos. Los rojos traían a los familiares de los muertos a ver el partido, para que vieran como los rojos jugaban al fútbol con las cabezas de sus hijos, de sus hermanos, de sus padres… ¡Y mientras miraban el partido, les caían en la cara los pelos de las cabezas !
Era una imagen terrible que se me ha quedado grabada en la memoria y que no olvidaré jamás.
Cuando Sergio nos contó esta historia yo tenía unos ocho o nueve años y todavía me creía las cosas que contaba Sergio. Y me creí aquella historia de los rojos jugando al fútbol con las cabezas de los curas.
Después, conforme fui creciendo me fui dando cuenta de que la mayoría de las cosas que Sergio contaba no eran verdad. Poco a poco todos sus amigos fuimos descubriendo que era un poco “rollica”, es decir, que contaba muchos rollos, muchas mentiras. Se inventaba historias que nunca habían pasado y exageraba un montón, simplemente para llamar la atención, supongo.
Sobre todo le gustaba contar historias terribles de la guerra civil. No sé por qué. Supongo que las escuchaba en casa o quizás se las había contado algún maestro o algún cura del colegio. No estoy seguro.
Bueno, total, que todos sabíamos que Sergio era un poco rollica y que no había que hacer mucho caso de lo que decía. Que exageraba mucho y que contaba muchos rollos. Por eso, aquel día en el autobús, yo estaba convencido de que yo tenía razón y él estaba equivocado.
“La guerra civil fue una guerra entre españoles”, me dijo él.
A mí aquello me pareció estúpido y le dije “¡No, la guerra civil fue una guerra entre España y Rusia!”
“¡No! Fue una guerra entre españoles”, me dijo él.
Yo no entendía cómo era posible que hubiese habido una guerra entre gente del mismo país. Para mí no tenía sentido. Podía entender que hubiera una guerra entre España y otro país, pero no entre españoles.
“La guerra fue entre españoles y rojos!”, le dije yo.
“Los rojos eran también españoles”, me dijo él.
“¡Ni hablar! Los rojos….” Entonces me di cuenta de que yo no sabía quiénes eran los rojos realmente.
En la televisión se hablaba a menudo de los rojos. Los curas y los maestros, a veces también hablaban de todas las cosas horribles que habían hecho los rojos, los comunistas, los anarquistas...
Los rojos eran los enemigos de España. Los rojos quemaban iglesias, mataban a los curas, violaban a las monjas, torturaban, robaban…
Los rojos eran los enemigos de Dios y de España. Menos mal que Franco nos había salvado. Franco hizo una guerra para salvar a España de los rojos, pero…
¿Quiénes eran los rojos?
Yo, con nueve o diez años, sabía que los rojos eran malos, malísimos, pero no sabía quiénes eran realmente. En realidad, nunca había visto un rojo.
Por lo que decían en la televisión y por lo que contaba la gente, yo me los imaginaba casi casi como unos seres sobrenaturales con rabo y cuernos, como los demonios que se veían a veces en los dibujos animados o en las historias de miedo.
“¡Los rojos eran españoles!” Me decía Sergio.
¡No! ¡Los rojos eran rusos!” Le decia yo.
No me entraba en la cabeza que hubiera habido una guerra entre españoles. Estaba seguro de que Sergio me estaba contando un rollo, como hacía a menudo.
Es más, me parecía imposible que hubiera españoles en contra de Franco. Franco nos había salvado del comunismo. ¿Quiénes eran los comunistas? Los comunistas eran los rusos. Obvio. Los rusos eran los enemigos de España. Franco había ganado una guerra contra Rusia, que era el país de los rojos, y nos había salvado. Ningún español podría estar en contra de Franco y a favor de Rusia.
Por eso me sorprendí tanto cuando unos días después, en una tapia que había cerca de mi casa, alguien hizo una pintada que decía FRANCO ASESINO DE ESPAÑA. Al lado había el dibujo de una hoz y un martillo.
Era muy temprano por la mañana y yo iba al colegio. Cuando volví ya no estaba. Alguien, supongo que la policía, la había borrado. Pero yo me quedé tan impresionado que todavía me acuerdo.
¿Quién podía llamar “asesino” a Franco? Solo alguien muy malo, alguien terrible, podía haber escrito aquella frase tan horrible y tan fea. Solo alguien muy malo podía hablar así de aquel hombre anciano que había dado toda su vida por España.
Franco ya estaba enfermo y moriría tan solo unos meses más tarde.
Tras su muerte, en España empezó un proceso de reforma que tenía como objetivo el restablecimiento de la democracia. A aquel periodo se le llama Transición a la democracia o, simplemente, “La Transición”.
Fue un periodo convulso, en el que la gente no sabía qué iba a pasar después de la muerte del dictador. ¿Volvería la democracia? ¿Habría otra guerra civil?
Durante aquellos años de la transición, yo poco a poco me fui dando cuenta de que en realidad no todos los españoles querían a Franco, como yo me había imaginado de niño.
Me enteré de que había españoles que habían tenido que irse al extranjero, al exilio; que otros estaban en la cárcel, detenidos por sus ideas políticas.
Tan solo unos meses después de la muerte de Franco, parecía obvio que las cosas tenían que cambiar. No se podía meter en la cárcel a alguien por el simple hecho de que pensase de forma diferente.
Empezaron a salir los presos de las cárceles, empezaron a volver los exiliados, se legalizaron los partidos políticos…
Parecía natural.
Bueno, se legalizaron todos los partidos políticos o asociaciones políticas (entonces todavía no se podían llamar “partidos”. Se llamaban “asociaciones”), excepto el Partido Comunista.
Mucha gente pensaba que estaba bien que la gente saliera de las cárceles, que cada uno pensara como quisiera; que era justo que hubiera partidos políticos, libertad de prensa, elecciones, etc.
Pero…
¿Los comunistas también?
¿Había que legalizar también el Partido Comunista?
Muchos pensaban que no, que eso sería un grave error. Los comunistas eran los mayores enemigos de España. Habían cometido crímenes terribles antes y durante la guerra civil, se habían llevado el oro de España a Moscú y habían intentado convertir a España en una república socialista, en una dictadura comunista, en un país satélite de la Unión Soviética.
No se había ganado una guerra para esto. No se había liberado a España del comunismo internacional para venir ahora, tan solo unos meses después de la muerte de Franco, a legalizar el Partido Comunista.
Esto era al menos lo que mucha gente pensaba aquellos días, unos meses después de la muerte del dictador. Reforma, quizás. Democracia, tal vez. Elecciones, puede ser…
Pero… ¿Los comunistas también?
¿Era realmente necesario legalizar el Partido Comunista?
Muchos pensaban que no, que no era necesario.
Otros tenían miedo de la reacción del ejército. Al fin y al cabo, aquellos militares que se encontraban todavía en el poder habían dado su apoyo a Franco y para ellos la legalización del Partido Comunista era una afrenta, una provocación, algo inaceptable.
Muchos españoles, de hecho, tenían miedo de cuál podría ser la reacción del ejército.
¿Y si los militares daban un golpe de estado? ¿Y si el ejército no aceptaba la legalización del Partido Comunista? ¿Habría otra guerra civil como la del 36?
Durante aquellos años, el miedo a que hubiera otra guerra civil estaba siempre presente y la legalización del Partido Comunista, el gran enemigo de Dios y de España, podría incitar al ejército a tomar el poder de nuevo y terminar con la democracia que estaba apenas empezando.
Por eso, cuando un periodista de Radio Nacional dio la noticia de la legalización del PCE, el Partido Comunista de España, muchos se quedaron sobrecogidos.
Algunos recibieron la noticia con alegría y se echaron a la calle para celebrarlo.
Otros recibieron la noticia con indignación: “¿El Partido Comunista legalizado? Esta es una victoria de los enemigos de España!”.
Otros muchos simplemente tenían miedo: “¿Y el ejército? ¿Qué dicen los militares? ¿Habrá otra guerra civil?”
Aquello era un cambio histórico. La voz entrecortada del periodista que daba la noticia hacía que aquel momento histórico resultase incluso más sobrecogedor.
Recuerdo que unos días más tarde estábamos con Don Rafael, el profesor de música, que era un chico joven, pero muy serio.
No sé por qué, pero recuerdo que nos dijo “Democracia, sí. Pero… ¿Por qué tenían que legalizar el Partido Comunista? No lo entiendo”.
Parecía bastante contrariado. Estaba claro que era de los que pensaban que el comunismo no podía traer nada bueno.
Quizás nos hablaba así porque nos veía más mayores. Ya teníamos 14 años, más o menos, y empezábamos a entender de qué iba la cosa.
Uno de nosotros, viéndolo tan preocupado, alzó la voz y le dijo “¡Bah, no se preocupe, Don Rafael, el PCE no va a hacer nada en las elecciones. Nadie les va a votar!”.
Don Rafael no dijo nada, pero no parecía convencido de que la legalización del Partido Comunista fuera una buena noticia.
Yo, por mi parte, ya tenía unos catorce años y para entonces ya había entendido que mi amigo Sergio tenía razón cuando decía que la guerra civil había sido una guerra entre españoles y no de España contra Rusia.
Parece que después de todo no era tan rollica como parecía.
Bueno, chicos, espero que os haya gustado este episodio.
Escribidme un comentario diciéndome qué pensaís y, si es posible, escribid también una reseña en Apple Podcast y dadme 5 estrellitas. Eso ayuda mucho a que cada vez más gente nos escuche.
¿De acuerdo?
Venga, nos vemos, no, no nos vemos, nos escuchamos, nos escuchamos la próxima semana aquí, en Español Con Juan.
¡Hasta pronto!