Yo también odio la sopa
Hola, chicos, ¿qué tal? ¿Qué tal va la semana? Espero que vaya bien. Subjuntivo: espero que todo vaya bien.
Antes de empezar, quiero dar las gracias a todos los que estáis dejando críticas, reseñas y vuestra valoración del podcast en Apple Podcast y en otras plataformas. Muchas gracias porque eso es una gran ayuda para mí. Cuantas mejores reseñas haya y cuantas mejores cosas bonitas decís del podcast, pues, claro, más gente lo conoce y más gente lo escucha. Eso me ayuda mucho a seguir adelante.
Muchas gracias, de verdad.
Y, por supuesto, muchas gracias también, faltaría más, a toda la gente que me está ayudando económicamente en Patreon y en PayPal. Sin vosotros, sin vuestra ayuda, no podría seguir haciendo este podcast ni sacando vídeos cada semana. Un abrazo a todos y muchísimas gracias desde el fondo de mi corazón, de verdad. Es una ayuda que aprecio mucho.
Bueno, basta, no me enrollo más. Hago las introducciones demasiado largas. Hay que ir al grano. Venga, vamos al grano.
A ver si adivináis de quién son estas frases:
El problema de las mentes cerradas es que siempre tienen la boca abierta.
Si no haces cosas estúpidas cuando eres joven no tienes nada de que sonreír cuando estás viejo.
¿No sería hermoso el mundo si las bibliotecas fuesen más importantes que los bancos?
No sé si enamorarme o hacerme un sandwich, la idea es sentir algo en el estómago.
Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre.
Mamá, ¿qué te gustaría ser si vivieras?
¡La sopa es a la niñez lo que el consumismo a la democracia!
La vida es linda. Lo malo es que muchos confunden lindo con fácil.
Bueno, me imagino que la mayoría no tiene ni idea de quién dijo estas frases. Y mucho menos de qué significan o qué quieren decir...
Quizás os sorprenda saber, queridos amigos, que estas frases las dijo, hace ya más de 50 años, una niña. Sí, una niña, una niña argentina que tenía, más o menos diez años.
¿Sabéis ya quién dijo estas frases? ¿No? Os daré otra pista: aunque han pasado más de 50 años, la niña tiene todavía diez años.
¿Sabéis ya de quién estoy hablando? Una niña argentina, de diez años, que habla de política, que cuestiona la sociedad en la que vive, las costumbres, la familia, el mundo… Y la sopa, sobre todo la sopa. Esta niña era famosa por odiar la sopa. Su madre le daba sopa para cenar y ella protestaba, “¿pero mamá, otra vez sopa?”
Sí, exacto, estoy hablando de Mafalda.
Supongo que todos conocéis a Mafalda, ¿no? Me imagino que todos habéis leído alguna vez alguna historieta o algún chiste de Mafalda, esa niña argentina que lo criticaba todo…
No me digáis que no conocéis a Mafalda. Eso sería imperdonable. No estoy seguro, pero yo creo que las historietas de Mafalda se han traducido a muchos idiomas y pienso que es conocida en todo el mundo.
Mafalda es, sin duda, el personaje de historietas cómicas de habla hispana más conocido en todo el mundo.
Es como TinTin o Asterix y Obelix en francés… Es uno de esos personajes de historietas o de tiras cómicas que se ha hecho muy popular en todo el mundo. Son un incono, ¿no? No sé muy bien lo que significa ser un icono, pero sí, yo creo que es eso, un “icono cultural”.
Algunas de sus frases, como por ejemplo, las que dije al principio, se han hecho muy populares y cualquier persona de cualquier país hispano las reconocería como una de las frases de Mafalda.
Mafalda, y sus amigos, porque si conocéis las historietas de Mafalda os acordaréis de que Mafalda tiene unos cuantos amigos, otros niños de su misma edad, más o menos, con los que corre aventuras, comenta la actualidad del momento… Bueno, pues, estas historias, estas historietas, estas tiras cómicas que salían en un periódico de Buenos Aires todos los días, eran en realidad para adultos.
Los chistes, las bromas que Mafalda hacía, yo creo que iban dirigidas fundamentalmente a adultos, no a niños. Existe la idea de que los cómics, los “tebeos” (como se dice en España), las tiras cómicas, son una cosa para niños, pero no es verdad. Al menos en muchos casos no es verdad. Las ideas de Mafalda, sus críticas a la sociedad, sus comentarios sobre la sociedad de su época son difíciles de entender por los niños. Su público era fundamentalmente el público adulto.
El hecho de que las tiras cómicas de Mafalda se publicasen en un periódico, no en un tebeo, como Tintín o Asterix y Obelix, ya dice mucho del tipo de público al que iba dirigido, ¿no?
Además, es que el tipo de humor de Mafalda es un humor muy inteligente. Mafalda no hace el típico chiste fácil que busca hacer reír y que luego se olvida y ya está. No, Mafalda hace chistes muy inteligentes, juega con las palabras de forma sutil, los dobles sentidos, usa la ironía, el sarcasmo…
El humor de Mafalda no suele provocar la risa a carcajadas. A veces, sí, también, pero normalmente su humor lo que provoca es la sonrisa, la reflexión. Te hace pensar, te hace reflexionar.
Es que hay que tener en cuenta que Mafalda se publicaba en los años sesenta. Creo recordar que se publicó entre 1964 y 1973. No eran unos años fáciles en Argentina. Era un periodo de golpes de estado, dictaduras militares e inestabilidad política. En ese contexto, supongo que habría censura y que no sería fácil hablar abiertamente de ciertos temas.
En ese contexto, claro, ¿quién podría sospechar de una niñita de diez años? ¿quién podría pensar nada malo de las bromitas de una niña pequeña?
El humor, los juegos de palabras, las metáforas, los dobles sentidos de las frases de Mafalda eran en realidad una crítica a la sociedad del momento, a la dictadura militar en Argentina, a la sociedad, al poder…
Lo que pasa es que como las decía una niña y las decía en un contexto de humor, pues, bueno, solían pasar desapercibidas. Parecían más inocentes.
Por ejemplo, la sopa. Mafalda odiaba la sopa. Su madre le daba sopa todos los días y ella se quejaba: “¿Pero otra vez sopa? ¡Estoy harta de la sopa!” decía Mafalda.
Pero cuando Mafalda hablaba de la sopa, en realidad estaba hablando de la dictadura militar. La sopa que tanto odiaba Mafalda era un símbolo del poder político y militar de aquellos años.
Esto es algo frecuente, ¿no? Para evitar la censura, para que la crítica social y política pase desapercibida, se suele recurrir al humor. Si un periodista escribe un artículo atacando a la dictadura militar del momento, seguramente podría perder su trabajo o acabar en prisión; pero ¿a quién le importa una niña de diez años a la que no le gusta la sopa? ¿Qué importancia podría tener eso?
Pero, quizás os estaréis preguntando… ¿Pero a qué viene hablar hoy de Mafalda? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué nos está hablando hoy Juan de un personaje de tebeo, del personaje de una tira cómica argentina de los años sesenta y setenta…? ¿Por qué estamos hablando de Mafalda?
Bueno, es que, chicos, os tengo que dar una mala noticia.
Es que esta semana, sí, creo que esta semana, ha muerto el padre de Mafalda. No me refiero al personaje del padre que aparece en las tiras cómicas. No, ese es su padre de ficción y no morirá nunca, como no morirán nunca ninguno de los amigos de Mafalda… No, esta semana ha muerto el auténtico padre de Mafalda, su creador: Quino.
Quino era el dibujante de Mafalda. Tenía 88 años y llevaba muchos años sin poder dibujar por problemas de la vista. No estoy totalmente seguro, pero creo que durante los últimos años estaba prácticamente ciego.
Recuerdo que hace unos años leí varios artículos de prensa y entrevistas a Quino para preparar algunas de mis clases en la universidad, cuando enseñaba español en la universidad. Era un hombre muy interesante, pero, recuerdo que me llamó la atención su amargura, su tristeza quizás, su pesimismo…
Decía que no renunciaba a Mafalda, por supuesto, que era un personaje que él adoraba, pero que se sentía un poco herido porque había dejado de dibujar a Mafalda en 1973 y que, a pesar de que después había hecho un montón de cosas, que había continuado dibujando y haciendo un montón de cómics, historietas… pues la gente se acordaba solo de él por Mafalda. Eso le dolía.
Y de hecho creo que tenía razón de estar dolido porque he visto algunos de sus dibujos posteriores y son geniales, son muy, muy inteligentes. Tiene viñetas con una ironía, una acidez… sí, esa es la palabra que estaba buscando antes: ácido. Su humor era ácido, te hacía sonreír, pero al mismo tiempo te hacía reflexionar. Y dulce. También era muy dulce. Trataba a los personajes con mucha dulzura…
Yo descubrí a Mafalda ya muy tarde, cuando tenía casi treinta años. Y recuerdo que me enamoré del personaje y me compré un montón de libros de Mafalda. Y los leía de un tirón (de un tirón quiere decir sin pausa, todo seguido).
Las historietas de Mafalda son muy divertidas, de verdad. Yo os aconsejo que, si podéis, las leáis.
El problema, os advierto, es que no son nada fáciles de leer. A mí incluso, al principio, me costaba mucho entender algunas palabras, algunas expresiones porque, claro, están escritas en el español de Argentina y recuerdo que a veces no entendía algunas expresiones…
Además, Mafalda es de los años sesenta y setenta y habla de aquel periodo histórico. Habla mucho de los Beatles, por ejemplo, de la guerra del Vietnam, de los chicos que querían llevar el pelo largo, del comunismo…
En fin, no es fácil. Si no tienes un nivel muy alto de español, no es fácil entender todo lo que dice Mafalda, los dobles sentidos, su ironía…
En general, entender el sentido del humor en otro idioma es muy difícil. Si llegas a entender una broma, un chiste o un juego de palabras en otro idioma, en vuestro caso en español, eso quiere decir que tenéis un nivel muy alto porque no es fácil, no es fácil para nada.
Pero es muy satisfactorio, ¿eh? Vale la pena intentarlo.
Yo recuerdo las primeras veces que lograba entender un chiste o un juego de palabras en inglés. Me encantaba. Era una sensación increíble.
Y bueno, mejor aún, mucho mejor aún que entender una broma en inglés era ser capaz de hacer una broma en inglés y conseguir que un inglés, que alguien de Inglaterra se riera con tu broma...
Eso es, eso es la repanocha. Eso es increíble. Eso es sensacional. Para mí, hacer una broma en inglés o contar un chiste en inglés y que alguien de Inglaterra, un nativo, se ría, entienda el chiste, eso para mí era algo sensacional, una sensación increíble. Me sentía superorgulloso de mí mismo. Valía la pena haber estudiado inglés un montón de años solo para lograr experimentar esa sensación.
Yo a vosotros, de verdad, os advierto que entender el sentido del humor en español os costará, que no es fácil, pero si algún día llegáis a entender a Mafalda o a otros personajes del mundo del humor en español, de verdad, que os sentiréis muy bien, que será como un descubrimiento.
Será como entrar en otra cultura, en otro mundo, como descubrir otra dimensión, como entrar en un agujero negro del espacio, como descubrir otro planeta en el universo… Bueno, creo que estoy exagerando un poco, pero, bueno, vosotros ya me entendéis lo que quiero decir.
En fin, chicos, que si tenéis la oportunidad, echad un vistazo a algunas historietas de Mafalda y tratad de entender algunas de sus frases de las historias que cuenta.
Estas son las cosas que hacen que aprender un idioma valga la pena, ¿no? Entender a Mafalda, escuchar una canción de Les Luthiers, comprender un episodio de El Chavo del Ocho, reírse con una película de Cantinflas…
¿Cómo? ¿Qué no sabéis de qué estoy hablando? ¿No conocéis a Cantinflas? ¿No conocéis al Chavo del ocho? ¿No sabéis quiénes son Les Luthiers?
Ay, ay, ay… Entonces creo que tengo mucho trabajo por hacer con vosotros. Poco a poco, quizás poco a poco os iré explicando quiénes son todos estos personajes, por qué los españoles y los hispanoamericanos los adoramos.
Pero eso será otro día. Hoy ya basta. No me enrollo más que luego estos episodios quedan muy largos, la gente se aburre y muchos se quedan dormidos…
Nada, lo dejamos aquí por hoy, pero… nos vemos la próxima semana. No, no nos vemos, nos escuchamos, ¿dónde? Aquí, en Español Con Juan.
¡Hasta la próxima semana!