×

We use cookies to help make LingQ better. By visiting the site, you agree to our cookie policy.


image

Niebla - Unamuno, XXIII

XXIII

El pobre Augusto estaba consternado. No era sólo que se encontrase, como el asno de Buridán, entre Eugenia y Rosario; era que aquello de enamorarse de casi todas las que veía, en vez de amenguársele, íbale en medro. Y Ilegó a descubrir cosas fatales.

—¡Vete, vete, Liduvina, por Dios! ¡Vete, déjame solo! ¡Anda, vete! —le decía una vez a su criada.

Y apenas ella se fue, apoyó los codos sobre la mesa, la cabeza en las palmas de las manos, y se dijo: «¡Esto es terrible, verdaderamente terrible! ¡Me parece que sin darme cuenta de ello me voy enamorando... hasta de Liduvina! ¡Pobre Domingo! Sin duda. Ella, a pesar de sus cincuenta años, aún está de buen ver, y sobre todo bien metida en carnes, y cuando alguna vez sale de la cocina con los brazos remangados y tan redondos... ¡Vamos, que esto es una locura! ¡Y esa doble barbilla y esos pliegues que se le hacen en el cuello...! Esto es terrible, terrible, terrible...»

«Ven acá, Orfeo -prosiguió, cogiendo al perro—, ¿qué crees tú que debo yo hacer? ¿Cómo voy a defenderme de esto hasta que al fin me decida y me case? ¡Ah, ya!, ¡una idea, una idea luminosa, Orfeo! Convirtamos a la mujer, que así me persigue, en materia de estudio. ¿Qué te parece de que me dedique a la psicología femenina? Sí, sí, y haré dos monografías, pues ahora se llevan mucho las monografías; una se titulará: Eugenia, y la otra: Rosario, añadiendo: estudio de mujer ¿Qué te parece de mi idea, Orfeo?»

Y decidió ir a consultarlo con Antolín S. —o sea Sánchez— Paparrigópulos, que por entonces se dedicaba a estudios de mujeres, aunque más en los libros que no en la vida.

Antolín S. Paparrigópulos era lo que se dice un erudito, un joven que había de dar a la patria días de gloria dilucidando sus más ignoradas glorias. Y si el nombre de S. Paparrigópulos no sonaba aún entre los de aquella juventud bulliciosa que a fuerza de ruido quería atraer sobre sí la atención pública, era porque poseía la verdadera cualidad íntima de la fuerza: la paciencia, y porque era tal su respeto al público y a sí mismo que dilataba la hora de su presentación hasta que, suficientemente preparado, se sintiera seguro en el suelo que pisaba.

Muy lejos de buscar con cualquier novedad arlequinesca un efímero renombre de relumbrón cimentado sobre la ignorancia ajena, aspiraba en cuantos trabajos literarios tenía en proyecto, a la perfección que en lo humano cabe y a no salirse, sobre todo, de los linderos de la sensatez y del buen gusto. No quería desafinar para hacerse oír, sino reforzar con su voz, debidamente disciplinada, la hermosa sinfonía genuinamente nacional y castiza.

La inteligencia de S. Paparrigópulos era clara, sobre todo clara, de una transparencia maravillosa, sin nebulosidades ni embolismos de ninguna especie. Pensaba en castellano neto, sin asomo alguno de hórridas brumas setentrionales ni dejos de decadentismos de bulevar parisiense, en limpio castellano, y así era como pensaba sólido y hondo, porque lo hacía con el alma del pueblo que lo sustentaba y a que debía su espíritu. Las nieblas hiperbóreas le parecían bien entre los bebedores de cerveza encabezada, pero no en esta clarísima España de esplendente cielo y de sano Valdepeñas enyesado. Su filosofía era la del malogrado Becerro de Bengoa, que después de llamar tío raro a Schopenhauer aseguraba que no se le habrían ocurrido a este las cosas que se le ocurrieron, ni habría sido pesimista, de haber bebido Valdepeñas en vez de cerveza, y que decía también que la neurastenia proviene de meterse uno en lo que no le importa y que se cura con ensalada de burro.

Convencido S. Paparrigópulos de que en última instancia todo es forma, forma más o menos interior, el universo mismo un caleidoscopio de formas enchufadas las unas en las otras y de que por la forma viven cuantas grandes obras salvan los siglos, trabajaba con el esmero de los maravillosos artífices del Renacimiento el lenguaje que había de revestir a sus futuros trabajos.

Había tenido la virtuosa fortaleza de resistir a todas las corrientes de sentimentalismo neo-romántico y a esa moda asoladora por las cuestiones llamadas sociales. Convencido de que la cuestión social es insoluble aquí abajo, de que habrá siempre pobres y ricos y de que no puede esperarse más alivio que el que aporten la caridad de estos y la resignación de aquellos, apartaba su espíritu de disputas que a nada útil conducen y refugiábase en la purísima región del arte inmaculado, adonde no alcanza la broza de las pasiones y donde halla el hombre consolador refugio para las desilusiones de la vida. Abominaba, además, del estéril cosmopolitismo, que no hace sino sumir a los espíritus en ensueños de impotencia y en utopías enervadoras, y amaba a esta su idolatrada España, tan calumniada cuanto desconocida de no pocos de sus hijos; a esta España que le había de dar la materia prima de los trabajos sobre que fundaría su futura fama.

Dedicaba Paparrigópulos las poderosas energías de su espíritu a investigar la íntima vida pasada de nuestro pueblo, y era su labor tan abnegada como sólida. Aspiraba nada menos que a resucitar a los ojos de sus compatriotas nuestro pasado —es decir, el presente de sus bisabuelos—, y conocedor del engaño de cuantos lo intentaban a pura fantasía, buscaba y rebuscaba en todo género de viejas memorias para levantar sobre inconmovibles sillares el edificio de su erudita ciencia histórica. No había suceso pasado, por insignificante que pareciese, que no tuviera a sus ojos un precio inestimable.

Sabía que hay que aprender a ver el universo en una gota de agua, que con un hueso constituye el paleontólogo el animal entero y con un asa de puchero toda una vieja civilización el arqueólogo, sin desconocer tampoco que no debe mirarse a las estrellas con microscopio y con telescopio a un infusorio, como los humoristas acostumbran hacer para ver turbio. Mas aunque sabía que un asa de puchero bastaba al arqueólogo genial para reconstruir un arte enterrado en los limbos del olvido, como en su modestia no se tenía por genio, prefería dos asas a un asa sola —cuantas más asas mejor— y prefería el puchero todo al asa sola.

«Todo lo que en extensión parece ganarse, piérdese en intensidad»; tal era su lema. Sabía Paparrigópulos que en un trabajo el más especificado, en la más concreta monografía puede verterse una filosofía entera, y creía, sobre todo, en las maravillas de la diferenciación del trabajo y en el enorme progreso aportado a las ciencias por la abnegada legión de los pincha-ranas, caza-vocablos, barrunta-fechas y cuenta-gotas de toda laya.

Tentaban en especial su atención los más arduos y enrevesados problemas de nuestra historia literaria, tales como el de la patria de Prudencio, aunque últimamente, a consecuencia decíase de unas calabazas, se dedicaba al estudio de mujeres españolas de los pasados siglos.

En trabajos de índole al parecer insignificante era donde había que ver y admirar la agudeza, la sensatez, la perspicacia, la maravillosa intuición histórica y la penetración crítica de S. Paparrigópulos. Había que ver sus cualidades así, aplicadas y en concreto, sobre lo vivo, y no en abstracta y pura teoría; había que verle en la suerte. Cada disertación de aquellas era todo un curso de lógica inductiva, un monumento tan maravilloso como la obra de Lionnet acerca de la oruga del sauce, y una muestra, sobre todo, de lo que es el austero amor a la santa Verdad. Huía de la ingeniosidad como de la peste y creía que sólo acostumbrándonos a respetar a la divina Verdad, aun en lo más pequeño, podremos rendirle el debido culto en lo grande.

Preparaba una edición popular de los apólogos de Calila y Dimna con una introducción acerca de la influencia de la literatura índica en la Edad Media española, y ojalá hubiese llegado a publicarla, porque su lectura habría apartado, de seguro, al pueblo de la taberna y de perniciosas doctrinas de imposibles redenciones económicas. Pero las dos obras magnas que proyectaba Paparrigópulos eran una historia de los escritores oscuros españoles, es decir, de aquellos que no figuran en las historias literarias corrientes o figuran sólo en rápida mención por la supuesta insignificancia de sus obras, corrigiendo así la injusticia de los tiempos, injusticia que tanto deploraba y aun temía, y era otra su obra acerca de aquellos cuyas obras se han perdido sin que nos quede más que la mención de sus nombres y a lo sumo la de los títulos de las que escribieron. Y estaba a punto de acometer la historia de aquellos otros que habiendo pensado escribir no llegaron a hacerlo.

Para el mejor logro de sus empresas, una vez nutrido del sustancioso meollo de nuestra literatura nacional, se había bañado en las extranjeras, y como esto se le hacía penoso, pues era torpe para lenguas extranjeras y su aprendizaje exige tiempo que para más altos estudios necesitaba, recurrió a un notable expediente, aprendido de su ilustre maestro. Y era que leía las principales obras de crítica e historia literaria que en el extranjero se publicaran, siempre que las hallase en francés, y una vez que había cogido la opinión media de los críticos más reputados, respecto a este o aquel autor, hojeábalo en un periquete para cumplir con su conciencia y quedar libre para rehacer juicios ajenos sin mengua de su escrupulosa integridad de crítico.

Vese, pues, que no era S. Paparrigópulos uno de esos jóvenes espíritus vagabundos y erráticos que se pasean sin rumbo fijo por los dominios del pensamiento y de la fantasía, lanzando acaso acá y allá tal cual fugitivo chispazo, ¡no! Sus tendencias eran rigurosa y sólidamente itinerarias; era de los que van a alguna parte. Si en sus estudios no habría de aparecer nada saliente deberíase a que en ellos todo era cima, siendo a modo de mesetas, trasunto fiel de las vastas y soleadas llanuras castellanas donde ondea la mies dorada y sustanciosa.

¡Así diera la Providencia a España muchos Antolines Sánchez Paparrigópulos! Con ellos, haciéndonos todos dueños de nuestro tradicional peculio, podríamos sacarle pingües rendimientos, Paparrigópulos aspiraba —y aspira, pues aún vive y sigue preparando sus trabajos— a introducir la reja de su arado crítico, aunque sólo sea un centímetro más que los aradores que le habían precedido en su campo, para que la mies crezca, merced a nuevos jugos, más lozana y granen mejor las espigas y la harina sea más rica y comamos los españoles mejor pan espiritual y más barato.

Hemos dicho que Paparrigópulos sigue trabajando y preparando sus trabajos para darlos a la luz. Y así es. Augusto había tenido noticia de los estudios de mujeres a que se dedicaba por comunes amigos de uno y de otro, pero no había publicado nada ni lo ha publicado todavía.

No faltan otros eruditos que con la característica caridad de la especie, habiendo vislumbrado a Paparrigópulos y envidiosos de antemano de la fama que prevén le espera, tratan de empequeñecerle. Tal hay que dice de Paparrigópulos que, como el zorro, borra con el jopo sus propias huellas, dando luego vueltas y más vueltas por otros derroteros para despistar al cazador y que no se sepa por dónde fue a atrapar la gallina, cuando si de algo peca es de dejar en pie los andamios, una vez acabada la torre, impidiendo así que se admire y vea bien esta. Otro le llama desdeñosamente concionador, como si el de concionar no fuese arte supremo. El de más allá le acusa, ya de traducir, ya de arreglar ideas tomadas del extranjero, olvidando que al revestirlas Paparrigópulos en tan neto, castizo y transparente castellano como es el suyo, las hace castellanas y por ende propias, no de otro modo que hizo el padre Isla propio el Gil Blas de Lesage. Alguno le moteja de que su principal apoyo es su honda fe en la ignorancia ambiente, desconociendo el que así le juzga que la fe es trasportadora de montañas. Pero la suprema injusticia de estos y otros rencorosos juicios de gentes a quienes Paparrigópulos ningún mal ha hecho, su injusticia notoria, se verá bien clara con sólo tener en cuenta que todavía no ha dado Paparrigópulos nada a luz y que todos los que le muerden los zancajos hablan de oídas y por no callar.

No se puede, en fin, escribir de este erudito singular sino con reposada serenidad y sin efectismos nivolescos de ninguna clase.

En este hombre, quiero decir, en este erudito, pues, pensó Augusto, sabedor de que se dedicaba a estudios de mujeres, claro está que en los libros, que es tratándose de ellas lo menos expuesto, y de mujeres de pasados siglos, que son también mucho menos expuestas para quien las estudia que las mujeres de hoy.

A este Antolín, erudito solitario que por timidez de dirigirse a las mujeres en la vida y para vengarse de esa timidez las estudiaba en los libros, fue a quien acudió a ver Augusto para de él aconsejarse.

No bien le hubo expuesto su propósito prorrumpió el erudito:

—¡Ay, pobre señor Pérez, cómo le compadezco a usted! ¿Quiere estudiar a la mujer? Tarea le mando...

—Como usted la estudia...

—Hay que sacrificarse. El estudio, y estudio oscuro, paciente, silencioso, es mi razón de ser en la vida. Pero yo, ya lo sabe usted, soy un modesto, modestísimo obrero del pensamiento, que acopio y ordeno materiales para que otros que vengan detrás de mí sepan aprovecharlos. La obra humana es colectiva; nada que no sea colectivo es ni sólido ni durable...

—¿Y las obras de los grandes genios? La Divina Comedia, la Eneida, una tragedia de Shakespeare, un cuadro de Velázquez...

—Todo eso es colectivo, mucho más colectivo de lo que se cree. La Divina Comedia, por ejemplo, fue preparada por toda una serie...

—Sí, ya sé eso.

—Y respecto a Velázquez... a propósito, ¿conoce usted el libro de Justi sobre él?

Para Antolín, el principal, casi el único valor de las grandes obras maestras del ingenio humano, consiste en haber provocado un libro de crítica o de comentario; los grandes artistas, poetas, pintores, músicos, historiadores, filósofos, han nacido para que un erudito haga su biografía y un crítico comente sus obras, y una frase cualquiera de un gran escritor directo no adquiere valor hasta que un erudito no la repite y cita la obra, la edición y la página en que la expuso. Y todo aquello de la solidaridad del trabajo colectivo no era más que envidia e impotencia. Pertenecía a la clase de esos comentadores de Homero que si Homero mismo redivivo entrase en su oficina cantando le echarían a empellones porque les estorbaba el trabajar sobre los textos muertos de sus obras y buscar un apax cualquiera en ellas.

—Pero, bien, ¿qué opina usted de la psicología femenina? —le preguntó Augusto.

—Una pregunta así, tan vaga, tan genérica, tan en abstracto, no tiene sentido preciso para un modesto investigador como yo, amigo Pérez, para un hombre que no siendo genio, ni deseando serlo...

—¿Ni deseando?

—Sí, ni deseando. Es mal oficio. Pues bien, esa pregunta carece de sentido preciso para mí. El contestarla exigiría...

—Sí, vamos, como aquel otro cofrade de usted que escribió un libro sobre psicología del pueblo español y siendo, al parecer, español él y viviendo entre españoles, no se le ocurrió sino decir que este dice esto y aquel aquello otro y hacer una bibliografía.

—¡Ah, la bibliografía! Sí, ya sé...

—No, no siga usted, amigo Paparrigópulos, y dígame lo más concretamente que sepa y pueda qué le parece de la psicología femenina.

—Habría que empezar por plantear una primera cuestión y es la de si la mujer tiene alma.

—¡Hombre!

—Ah, no sirve desecharla así, tan en absoluto...

«¿La tendrá él?», pensó Augusto, y luego:

—Bueno, pues de lo que en las mujeres hace las veces de alma... ¿qué cree usted?

—¿Me promete usted, amigo Pérez, guardarme el secreto de lo que le voy a decir?... Aunque, no, no, usted no es erudito.

—¿Qué quiere usted decir con eso?

—Que usted no es uno de esos que están a robarle a uno lo último que le hayan oído y darlo como suyo...

—Pero ¿esas tenemos...?

—Ay, amigo Pérez, el erudito es por naturaleza un ladronzuelo; se lo digo a usted yo, yo, yo que lo soy. Los eruditos andamos a quitarnos unos a otros las pequeñas cositas que averiguamos y a impedir que otro se nos adelante.

—Se comprende: el que tiene almacén guarda su género con más celo que el que tiene fábrica; hay que guardar el agua del pozo, no la del manantial.

—Puede ser. Pues bien, si usted, que no es erudito, me promete guardarme el secreto hasta que yo lo revele, le diré que he encontrado en un oscuro y casi desconocido escritor holandés del siglo XVII una interesantísima teoría respecto al alma de la mujer...

—Veámosla.

—Dice ese escritor, y lo dice en latín, que así como cada hombre tiene su alma, las mujeres todas no tienen sino una sola y misma alma, un alma colectiva, algo así como el entendimiento agente de Averroes, repartida entre todas ellas. Y añade que las diferencias que se observan en el modo de sentir, pensar y querer de cada mujer provienen no más que de las diferencias del cuerpo, debidas a raza, clima, alimentación, etc., y que por eso son tan insignificantes. Las mujeres, dice ese escritor, se parecen entre sí mucho más que los hombres y es porque todas son una sola y misma mujer...

—Ve ahí por qué, amigo Paparrigópulos, así que me enamoré de una me sentí en seguida enamorado de todas las demás.

—¡Claro está! Y añade ese interesantísimo y casi desconocido ginecólogo que la mujer tiene mucha más individualidad, pero mucha menos personalidad, que el hombre; cada una de ellas se siente más ella, más individual, que cada hombre, pero con menos contenido.

—Sí, sí, creo entrever lo que sea.

—Y por eso, amigo Pérez, lo mismo da que estudie usted a una mujer o a varias. La cuestión es ahondar en aquella a cuyo estudio usted se dedique.

—Y ¿no sería mejor tomar dos o más para poder hacer el estudio comparativo? Porque ya sabe usted que ahora se lleva mucho esto de lo comparativo...

—En efecto, la ciencia es comparación; mas en punto a mujeres no es menester comparar. Quien conozca una, una sola bien, las conoce todas, conoce a la Mujer. Además, ya sabe usted que todo lo que se gana en extensión se pierde en intensidad.

—En efecto, y yo deseo dedicarme al cultivo intensivo y no al extensivo de la mujer. Pero dos por lo menos... por lo menos dos...

—¡No, dos no!, ¡de ninguna manera! De no contentarse con una, que yo creo es lo mejor y es bastante tarea, por lo menos tres. La dualidad no cierra.

—¿Cómo que no cierra la dualidad?

—Claro está. Con dos líneas no se cierra espacio. El más sencillo polígono es el triángulo. Por lo menos tres.

—Pero el triángulo carece de profundidad. El más sencillo poliedro es el tetraedro; de modo que por lo menos cuatro.

—Pero dos no, ¡nunca! De pasar de una, por lo menos tres. Pero ahonde usted en una.

—Tal es mi propósito.


XXIII XXIII

El pobre Augusto estaba consternado. Der arme Augustus war entsetzt. No era sólo que se encontrase, como el asno de Buridán, entre Eugenia y Rosario; era que aquello de enamorarse de casi todas las que veía, en vez de amenguársele, íbale en medro. Er war nicht nur wie Buridáns Esel zwischen Eugenia und Rosario; Es war, dass er sich in fast alle verliebte, die er sah, anstatt ihn zu schmälern, würde er gedeihen. Y Ilegó a descubrir cosas fatales. Und er kam, um fatale Dinge zu entdecken.

—¡Vete, vete, Liduvina, por Dios! ¡Vete, déjame solo! ¡Anda, vete! —le decía una vez a su criada.

Y apenas ella se fue, apoyó los codos sobre la mesa, la cabeza en las palmas de las manos, y se dijo: «¡Esto es terrible, verdaderamente terrible! ¡Me parece que sin darme cuenta de ello me voy enamorando... hasta de Liduvina! Es scheint mir, dass ich mich ohne es zu merken verliebe ... sogar in Liduvina! ¡Pobre Domingo! Sin duda. Ella, a pesar de sus cincuenta años, aún está de buen ver, y sobre todo bien metida en carnes, y cuando alguna vez sale de la cocina con los brazos remangados y tan redondos... ¡Vamos, que esto es una locura! Trotz ihrer fünfzig Jahre sieht sie immer noch gut aus, und besonders gut in Fleisch, und wenn sie jemals mit hochgekrempelten Armen und so rund aus der Küche kommt ... Komm schon, das ist verrückt! ¡Y esa doble barbilla y esos pliegues que se le hacen en el cuello...! Und dieses Doppelkinn und diese Falten um ihren Hals ...! Esto es terrible, terrible, terrible...»

«Ven acá, Orfeo -prosiguió, cogiendo al perro—, ¿qué crees tú que debo yo hacer? "Komm her, Orpheus", fuhr er fort und nahm den Hund, "was soll ich deiner Meinung nach tun?" ¿Cómo voy a defenderme de esto hasta que al fin me decida y me case? ¡Ah, ya!, ¡una idea, una idea luminosa, Orfeo! Convirtamos a la mujer, que así me persigue, en materia de estudio. ¿Qué te parece de que me dedique a la psicología femenina? Sí, sí, y haré dos monografías, pues ahora se llevan mucho las monografías; una se titulará: Eugenia, y la otra: Rosario, añadiendo: estudio de mujer ¿Qué te parece de mi idea, Orfeo?»

Y decidió ir a consultarlo con Antolín S. —o sea Sánchez— Paparrigópulos, que por entonces se dedicaba a estudios de mujeres, aunque más en los libros que no en la vida. – Mit anderen Worten, Sánchez – Paparrigópulos, der sich zu dieser Zeit der Frauenforschung widmete, wenn auch mehr in Büchern als im Leben.

Antolín S. Paparrigópulos era lo que se dice un erudito, un joven que había de dar a la patria días de gloria dilucidando sus más ignoradas glorias. Antolín S. Paparrigópulos war ein so genannter Gelehrter, ein junger Mann, der dem Land ruhmreiche Tage bescheren sollte, indem er seinen am meisten ignorierten Ruhm aufklärte. Y si el nombre de S. Paparrigópulos no sonaba aún entre los de aquella juventud bulliciosa que a fuerza de ruido quería atraer sobre sí la atención pública, era porque poseía la verdadera cualidad íntima de la fuerza: la paciencia, y porque era tal su respeto al público y a sí mismo que dilataba la hora de su presentación hasta que, suficientemente preparado, se sintiera seguro en el suelo que pisaba. Und wenn der Name S. Paparrigópulos noch nicht unter jenen ausgelassenen Jünglingen klang, die durch Lärm die Öffentlichkeit auf sich aufmerksam machen wollten, so lag es daran, dass er die wahre intime Eigenschaft der Stärke besaß: Geduld, und weil er so respektvoll war. der Öffentlichkeit und sich selbst, dass er die Stunde seiner Präsentation so lange hinauszögerte, bis er sich ausreichend vorbereitet auf dem Boden, auf dem er stand, sicher fühlte. And if the name of S. Paparrigópulos did not yet sound among those of that boisterous youth who by dint of noise wanted to attract public attention, it was because he possessed the true intimate quality of strength: patience, and because his respect for the public and for himself was such that he would delay the hour of his presentation until, sufficiently prepared, he felt secure on the ground he was treading on.

Muy lejos de buscar con cualquier novedad arlequinesca un efímero renombre de relumbrón cimentado sobre la ignorancia ajena, aspiraba en cuantos trabajos literarios tenía en proyecto, a la perfección que en lo humano cabe y a no salirse, sobre todo, de los linderos de la sensatez y del buen gusto. Weit davon entfernt, mit irgendeiner harlekinischen Neuheit einen ephemeren Ruhm der Brillanz zu suchen, der auf der Unwissenheit anderer beruht, strebte er in allen literarischen Werken, die er plante, nach der Vollkommenheit, dass es im Menschen nicht mehr möglich ist, vor allem die Grenzen des gesunden Menschenverstandes und des guten Geschmacks. Far from seeking, with any harlequin novelty, an ephemeral reputation of glitter founded on the ignorance of others, he aspired, in all the literary works he had in mind, to the perfection that is humanly possible and, above all, to remain within the bounds of good sense and good taste. No quería desafinar para hacerse oír, sino reforzar con su voz, debidamente disciplinada, la hermosa sinfonía genuinamente nacional y castiza. He did not want to go out of tune to make himself heard, but to reinforce with his voice, duly disciplined, the beautiful symphony that is genuinely national and castizo.

La inteligencia de S. Paparrigópulos era clara, sobre todo clara, de una transparencia maravillosa, sin nebulosidades ni embolismos de ninguna especie. Pensaba en castellano neto, sin asomo alguno de hórridas brumas setentrionales ni dejos de decadentismos de bulevar parisiense, en limpio castellano, y así era como pensaba sólido y hondo, porque lo hacía con el alma del pueblo que lo sustentaba y a que debía su espíritu. Er dachte in sauberem kastilischem Spanisch, ohne jeden Anflug von schrecklichen nördlichen Nebeln oder Andeutungen eines dekadenten Pariser Boulevards, in sauberem Kastilisch, und so dachte er solide und tief, weil er es mit der Seele der Menschen tat, die ihn als er unterstützten verdankte seinen Geist. He thought in clear Castilian, without any hint of the dull mists of the seventies or the decadence of Parisian boulevards, in clean Castilian, and that was how he thought solidly and deeply, because he did it with the soul of the people who sustained him and to whom he owed his spirit. Las nieblas hiperbóreas le parecían bien entre los bebedores de cerveza encabezada, pero no en esta clarísima España de esplendente cielo y de sano Valdepeñas enyesado. The hyperborean fogs seemed fine to him among the beer drinkers, but not in this crystal clear Spain of splendid sky and healthy plastered Valdepeñas. Su filosofía era la del malogrado Becerro de Bengoa, que después de llamar tío raro a Schopenhauer aseguraba que no se le habrían ocurrido a este las cosas que se le ocurrieron, ni habría sido pesimista, de haber bebido Valdepeñas en vez de cerveza, y que decía también que la neurastenia proviene de meterse uno en lo que no le importa y que se cura con ensalada de burro. Seine Philosophie war die des unglückseligen Kalbs von Bengoa, das, nachdem er Schopenhauer einen seltsamen Onkel genannt hatte, versicherte, dass ihm die Dinge, die ihm einfielen, nicht eingefallen und er auch nicht pessimistisch gewesen wäre, wenn er Valdepeñas statt Bier getrunken hätte. und dass Er auch sagte, dass Neurasthenie dadurch entsteht, dass man in etwas eindringt, das einem nicht wichtig ist, und dass es mit Eselssalat geheilt wird.

Convencido S. Paparrigópulos de que en última instancia todo es forma, forma más o menos interior, el universo mismo un caleidoscopio de formas enchufadas las unas en las otras y de que por la forma viven cuantas grandes obras salvan los siglos, trabajaba con el esmero de los maravillosos artífices del Renacimiento el lenguaje que había de revestir a sus futuros trabajos. Überzeugt S. Paparrigópulos davon, dass letztlich alles Form ist, mehr oder weniger innere Form, das Universum selbst ein Kaleidoskop von ineinander gesteckten Formen und dass durch die Form wie viele großartige Werke die Jahrhunderte leben retten, arbeitete er mit Sorgfalt für die wunderbaren Architekten von die Renaissance die Sprache, die ihre zukünftigen Werke bedecken sollte.

Había tenido la virtuosa fortaleza de resistir a todas las corrientes de sentimentalismo neo-romántico y a esa moda asoladora por las cuestiones llamadas sociales. Er hatte die tugendhafte Kraft gehabt, allen Strömungen der neoromantischen Sentimentalität und dieser verheerenden Mode für sogenannte soziale Fragen zu widerstehen. Convencido de que la cuestión social es insoluble aquí abajo, de que habrá siempre pobres y ricos y de que no puede esperarse más alivio que el que aporten la caridad de estos y la resignación de aquellos, apartaba su espíritu de disputas que a nada útil conducen y refugiábase en la purísima región del arte inmaculado, adonde no alcanza la broza de las pasiones y donde halla el hombre consolador refugio para las desilusiones de la vida. Überzeugt davon, dass die soziale Frage hier unten unlösbar ist, dass es immer Reiche und Arme geben wird und dass keine andere Erleichterung zu erwarten ist als durch ihre Nächstenliebe und ihren Verzicht, hat er seinen Streitgeist abgewendet, der zu nichts Nützlichem führt flüchtete sich in das reinste Gebiet der makellosen Kunst, wohin der Pinsel der Leidenschaften nicht reicht und wo der tröstende Mensch Zuflucht findet für die Enttäuschungen des Lebens. Abominaba, además, del estéril cosmopolitismo, que no hace sino sumir a los espíritus en ensueños de impotencia y en utopías enervadoras, y amaba a esta su idolatrada España, tan calumniada cuanto desconocida de no pocos de sus hijos; a esta España que le había de dar la materia prima de los trabajos sobre que fundaría su futura fama. Er verabscheute auch einen sterilen Kosmopolitismus, der nur die Geister in Ohnmachtsträume und nervenaufreibende Utopien stürzt, und er liebte sein vergöttertes Spanien, das vielen seiner Kinder so verleumdet wird, wie es ihm unbekannt ist; in dieses Spanien, das ihm den Rohstoff für die Werke liefern sollte, auf denen er seinen zukünftigen Ruhm finden sollte.

Dedicaba Paparrigópulos las poderosas energías de su espíritu a investigar la íntima vida pasada de nuestro pueblo, y era su labor tan abnegada como sólida. Aspiraba nada menos que a resucitar a los ojos  de sus compatriotas nuestro pasado —es decir, el presente de sus bisabuelos—, y conocedor del engaño de cuantos lo intentaban a pura fantasía, buscaba y rebuscaba en todo género de viejas memorias para levantar sobre inconmovibles sillares el edificio de su erudita ciencia histórica. Er strebte nichts Geringeres an, als in den Augen seiner Landsleute unsere Vergangenheit – also die Gegenwart seiner Urgroßeltern – wiederzubeleben, und im Bewusstsein der Täuschung derer, die es rein durch Phantasie versuchten, suchte und kramte er in allen möglichen alte Erinnerungen, um über unerschütterlichen Quadern das Gebäude seiner gelehrten Geschichtswissenschaft zu errichten. He aspired nothing less than to resurrect in the eyes of his compatriots our past -that is, the present of his great-grandparents-, and knowing the deception of those who tried to do it with pure fantasy, he searched and rummaged in all kinds of old memories to build on unshakable pillars the edifice of his erudite historical science. No había suceso pasado, por insignificante que pareciese, que no tuviera a sus ojos  un precio inestimable. Es gab kein noch so unbedeutendes Ereignis der Vergangenheit, das in seinen Augen nicht einen unschätzbaren Preis hatte. There was no past event, no matter how insignificant it might seem, that did not have a priceless price in his eyes.

Sabía que hay que aprender a ver el universo en una gota de agua, que con un hueso constituye el paleontólogo el animal entero y con un asa de puchero toda una vieja civilización el arqueólogo, sin desconocer tampoco que no debe mirarse a las estrellas con microscopio y con telescopio a un infusorio, como los humoristas acostumbran hacer para ver turbio. Ich wusste, dass man lernen muss, das Universum in einem Wassertropfen zu sehen, dass mit einem Knochen der Paläontologe das ganze Tier darstellt und mit einem Topfgriff eine ganze alte Zivilisation der Archäologe, ohne auch zu ignorieren, dass man nicht in die Sterne schauen sollte mit einem Mikroskop und mit einem Teleskop zu einem Infusorium, wie es Humoristen normalerweise tun, um bewölkt zu sehen. He knew that one must learn to see the universe in a drop of water, that with a bone the paleontologist constitutes the whole animal and with a pot handle the archaeologist a whole old civilization, without ignoring that one should not look at the stars with a microscope and with a telescope at an infusorium, as humorists are accustomed to do to see cloudy. Mas aunque sabía que un asa de puchero bastaba al arqueólogo genial para reconstruir un arte enterrado en los limbos del olvido, como en su modestia no se tenía por genio, prefería dos asas a un asa sola —cuantas más asas mejor— y prefería el puchero todo al asa sola. Aber obwohl er wusste, dass dem genialen Archäologen ein Topfgriff genügte, um eine in den Gliedern der Vergessenheit vergrabene Kunst zu rekonstruieren, da er sich in seiner Bescheidenheit nicht für ein Genie hielt, zog er zwei Griffe einem einzigen Griff vor – je mehr Griffe desto besser - und er zog den Topf dem Griff allein vor. But although he knew that a handle was enough for a genius archaeologist to reconstruct an art buried in the limbos of oblivion, as in his modesty he did not consider himself a genius, he preferred two handles to a single handle - the more handles the better - and he preferred the whole pot to a single handle.

«Todo lo que en extensión parece ganarse, piérdese en intensidad»; tal era su lema. "Alles, was in der Ausdehnung gewonnen zu sein scheint, verliert an Intensität"; so war seine Devise. "All that in extension seems to be gained, be lost in intensity"; such was his motto. Sabía Paparrigópulos que en un trabajo el más especificado, en la más concreta monografía puede verterse una filosofía entera, y creía, sobre todo, en las maravillas de la diferenciación del trabajo y en el enorme progreso aportado a las ciencias por la abnegada legión de los pincha-ranas, caza-vocablos, barrunta-fechas y cuenta-gotas de toda laya. Paparrigópulos wusste, dass in ein Werk der genauesten, konkretsten Monographie eine ganze Philosophie gegossen werden kann, und er glaubte vor allem an die Wunder der Differenzierung der Arbeit und an den enormen Fortschritt, den die Wissenschaften selbst mit sich brachten. opfernde Legion der Stachelfrösche, Jägerworte, erratene Daten und Tropfenzähler aller Art. Paparrigopoulos knew that in the most specific work, in the most concrete monograph, an entire philosophy can be poured, and he believed, above all, in the wonders of the differentiation of work and in the enormous progress brought to the sciences by the self-sacrificing legion of frog-pickers, devil-hunters, date-sweepers and drop-counters of all kinds.

Tentaban en especial su atención los más arduos y enrevesados problemas de nuestra historia literaria, tales como el de la patria de Prudencio, aunque últimamente, a consecuencia decíase de unas calabazas, se dedicaba al estudio de mujeres españolas de los pasados siglos. Seine Aufmerksamkeit wurde besonders auf die schwierigsten und verworrensten Probleme unserer Literaturgeschichte gelenkt, wie das der Heimat Prudencios, obwohl er sich in letzter Zeit aufgrund einiger Kürbisse dem Studium der spanischen Frauen vergangener Jahrhunderte widmete. He was especially interested in the most arduous and convoluted problems of our literary history, such as the homeland of Prudencio, although lately, as a result of some pumpkins, he devoted himself to the study of Spanish women of the past centuries.

En trabajos de índole al parecer insignificante era donde había que ver y admirar la agudeza, la sensatez, la perspicacia, la maravillosa intuición histórica y la penetración crítica de S. Paparrigópulos. It was in works of a seemingly insignificant nature that one had to see and admire S. Paparrigópulos' sharpness, wisdom, perspicacity, marvelous historical intuition and critical penetration. Había que ver sus cualidades así, aplicadas y en concreto, sobre lo vivo, y no en abstracta y pura teoría; había que verle en la suerte. It was necessary to see his qualities in this way, applied and in concrete, on the living, and not in abstract and pure theory; it was necessary to see him in fate. Cada disertación de aquellas era todo un curso de lógica inductiva, un monumento tan maravilloso como la obra de Lionnet acerca de la oruga del sauce, y una muestra, sobre todo, de lo que es el austero amor a la santa Verdad. Each such dissertation was a course in inductive logic, a monument as marvelous as Lionnet's work on the willow caterpillar, and a sample, above all, of what is austere love of holy Truth. Huía de la ingeniosidad como de la peste y creía que sólo acostumbrándonos a respetar a la divina Verdad, aun en lo más pequeño, podremos rendirle el debido culto en lo grande. He fled from ingenuity like the plague and believed that only by accustoming ourselves to respect the divine Truth, even in the smallest things, will we be able to render it the due worship in the great.

Preparaba una edición popular de los apólogos de Calila y Dimna con una introducción acerca de la influencia de la literatura índica en la Edad Media española, y ojalá hubiese llegado a publicarla, porque su lectura habría apartado, de seguro, al pueblo de la taberna y de perniciosas doctrinas de imposibles redenciones económicas. He was preparing a popular edition of the apologues of Calila and Dimna with an introduction about the influence of Indic literature in the Spanish Middle Ages, and I wish he would have published it, because its reading would have surely diverted the people from the tavern and from pernicious doctrines of impossible economic redemptions. Pero las dos obras magnas que proyectaba Paparrigópulos eran una historia de los escritores oscuros españoles, es decir, de aquellos que no figuran en las historias literarias corrientes o figuran sólo en rápida mención por la supuesta insignificancia de sus obras, corrigiendo así la injusticia de los tiempos, injusticia que tanto deploraba y aun temía, y era otra su obra acerca de aquellos cuyas obras se han perdido sin que nos quede más que la mención de sus nombres y a lo sumo la de los títulos de las que escribieron. Aber die beiden großartigen Werke, die Paparrigópulos entwarf, waren eine Geschichte spanischer dunkler Schriftsteller, dh von denen, die aufgrund der vermeintlichen Bedeutungslosigkeit ihrer Werke in der aktuellen Literaturgeschichte nicht oder nur kurz erwähnt werden, und damit die Ungerechtigkeit der Ungerechtigkeit, die er so beklagte und sogar fürchtete, und seine Arbeit über diejenigen, deren Werke verloren gegangen sind, war eine andere, ohne uns mehr zu hinterlassen als die Nennung ihrer Namen und höchstens der Titel, die sie schrieben. Y estaba a punto de acometer la historia de aquellos otros que habiendo pensado escribir no llegaron a hacerlo. Und er war im Begriff, die Geschichte der anderen aufzuarbeiten, die es nicht geschafft hatten, zu schreiben. And I was about to undertake the story of those others who, having thought of writing, never got around to it.

Para el mejor logro de sus empresas, una vez nutrido del sustancioso meollo de nuestra literatura nacional, se había bañado en las extranjeras, y como esto se le hacía penoso, pues era torpe para lenguas extranjeras y su aprendizaje exige tiempo que para más altos estudios necesitaba, recurrió a un notable expediente, aprendido de su ilustre maestro. Für die beste Leistung seiner Gesellschaften, einst genährt vom substanziellen Kern unserer nationalen Literatur, hatte er in fremden gebadet, und das tat ihm weh, weil er für Fremdsprachen ungeschickt war und sein Lernen Zeit erfordert als für höhere Studien brauchte, wandte er sich einem bemerkenswerten Hilfsmittel zu, das er von seinem berühmten Lehrer gelernt hatte. For the better achievement of his enterprises, once nourished of the substantial core of our national literature, he had bathed in foreign literature, and as this was painful for him, since he was clumsy for foreign languages and his learning demanded time that for higher studies he needed, he resorted to a remarkable expedient, learned from his illustrious teacher. Y era que leía las principales obras de crítica e historia literaria que en el extranjero se publicaran, siempre que las hallase en francés, y una vez que había cogido la opinión media de los críticos más reputados, respecto a este o aquel autor, hojeábalo en un periquete para cumplir con su conciencia y quedar libre para rehacer juicios ajenos sin mengua de su escrupulosa integridad de crítico. Und er las die im Ausland erschienenen Hauptwerke der Kritik und Literaturgeschichte, sofern er sie auf Französisch vorfand, und blätterte, sobald er die durchschnittliche Meinung der angesehensten Kritiker über diesen oder jenen Autor eingeholt hatte, durch es im Handumdrehen seinem Gewissen zu entsprechen und frei zu sein, die Urteile anderer Menschen neu zu fällen, ohne seine gewissenhafte Integrität als Kritiker zu schmälern. He would read the main works of criticism and literary history published abroad, as long as he could find them in French, and once he had obtained the average opinion of the most reputable critics regarding this or that author, he would leaf through them in a jiffy to fulfill his conscience and be free to make judgments without undermining his scrupulous integrity as a critic.

Vese, pues, que no era S. Paparrigópulos uno de esos jóvenes espíritus vagabundos y erráticos que se pasean sin rumbo fijo por los dominios del pensamiento y de la fantasía, lanzando acaso acá y allá tal cual fugitivo chispazo, ¡no! Sehen Sie also, S. Paparrigópulos war nicht einer dieser jungen wandernden und unberechenbaren Geister, die ziellos durch die Reiche des Denkens und der Phantasie wandern und vielleicht hier und da wie ein flüchtiger Funke sprühen, nein! Sus tendencias eran rigurosa y sólidamente itinerarias; era de los que van a alguna parte. Seine Tendenzen waren rigoros und solide Reiserouten; Er war einer von denen, die irgendwo hingehen. Si en sus estudios no habría de aparecer nada saliente deberíase a que en ellos todo era cima, siendo a modo de mesetas, trasunto fiel de las vastas y soleadas llanuras castellanas donde ondea la mies dorada y sustanciosa. Wenn in seinen Studien nichts Herausragendes zu sehen war, dann deshalb, weil in ihnen alles eine Spitze war, wie Plateaus, eine getreue Abschrift der weiten und sonnigen kastilischen Ebene, auf der die goldene und reiche Ernte wogte. If nothing outstanding should appear in his studies, it would be because everything in them was a summit, being like plateaus, a faithful transcript of the vast and sunny Castilian plains where the golden and substantial harvest is spread out.

¡Así diera la Providencia a España muchos Antolines Sánchez Paparrigópulos! So würde die Vorsehung Spanien viele Antolines Sánchez Paparrigópulos geben! Con ellos, haciéndonos todos dueños de nuestro tradicional peculio, podríamos sacarle pingües rendimientos, Paparrigópulos aspiraba —y aspira, pues aún vive y sigue preparando sus trabajos— a introducir la reja de su arado crítico, aunque sólo sea un centímetro más que los aradores que le habían precedido en su campo, para que la mies crezca, merced a nuevos jugos, más lozana y granen mejor las espigas y la harina sea más rica y comamos los españoles mejor pan espiritual y más barato. Mit ihnen, die uns alle zu Besitzern unseres traditionellen Geldes machen, könnten wir riesige Renditen erzielen, Paparrigópulos strebte an - und strebt, da er noch lebt und seine Arbeit vorbereitet -, den Anteil seines kritischen Pfluges einzuführen, wenn es auch nur einer ist Zentimeter mehr als die Pflüger, die Sie ihm auf seinem Feld vorausgegangen waren, damit die Ernte dank neuer Säfte saftiger und die Ähren besser wachsen und das Mehl reicher und wir Spanier besseres geistiges Brot und billiger essen.

Hemos dicho que Paparrigópulos sigue trabajando y preparando sus trabajos para darlos a la luz. Y así es. Augusto había tenido noticia de los estudios de mujeres a que se dedicaba por comunes amigos de uno y de otro, pero no había publicado nada ni lo ha publicado todavía.

No faltan otros eruditos que con la característica caridad de la especie, habiendo vislumbrado a Paparrigópulos y envidiosos de antemano de la fama que prevén le espera, tratan de empequeñecerle. Es mangelt nicht an anderen Gelehrten, die mit der charakteristischen Liebenswürdigkeit der Spezies Paparrigópulos flüchtig erblickt haben und neidisch auf den Ruhm, den sie erwarten, versuchen, ihn herabzusetzen. Tal hay que dice de Paparrigópulos que, como el zorro, borra con el jopo sus propias huellas, dando luego vueltas y más vueltas por otros derroteros para despistar al cazador y que no se sepa por dónde fue a atrapar la gallina, cuando si de algo peca es de dejar en pie los andamios, una vez acabada la torre, impidiendo así que se admire y vea bien esta. Von Paparrigópulos heißt es, dass er wie der Fuchs seine eigenen Spuren mit dem Jopo löscht, dann in andere Richtungen herumläuft, um den Jäger in die Irre zu führen, und dass nicht bekannt ist, wohin er ging, um die Henne zu fangen, Der Fehler besteht darin, das Gerüst stehen zu lassen, wenn der Turm fertig ist, damit man es nicht gut bewundern und sehen kann. Otro le llama desdeñosamente concionador, como si el de concionar no fuese arte supremo. El de más allá le acusa, ya de traducir, ya de arreglar ideas tomadas del extranjero, olvidando que al revestirlas Paparrigópulos en tan neto, castizo y transparente castellano como es el suyo, las hace castellanas y por ende propias, no de otro modo que hizo el padre Isla propio el Gil Blas de Lesage. Alguno le moteja de que su principal apoyo es su honda fe en la ignorancia ambiente, desconociendo el que así le juzga que la fe es trasportadora de montañas. Some accuse him that his main support is his deep faith in the ignorance of the environment, ignoring the one who judges him in this way that faith is a transporter of mountains. Pero la suprema injusticia de estos y otros rencorosos juicios de gentes a quienes Paparrigópulos ningún mal ha hecho, su injusticia notoria, se verá bien clara con sólo tener en cuenta que todavía no ha dado Paparrigópulos nada a luz y que todos los que le muerden los zancajos hablan de oídas y por no callar. But the supreme injustice of these and other rancorous judgments of people to whom Paparrigópulos has done no wrong, his notorious injustice, will be clear if we only take into account that Paparrigópulos has not yet given anything to light and that all those who bite his heels speak from hearsay and for not keeping quiet.

No se puede, en fin, escribir de este erudito singular sino con reposada serenidad y sin efectismos nivolescos de ninguna clase. Finally, it is only possible to write about this singular scholar with serene serenity and without any kind of nivolence.

En este hombre, quiero decir, en este erudito, pues, pensó Augusto, sabedor de que se dedicaba a estudios de mujeres, claro está que en los libros, que es tratándose de ellas lo menos expuesto, y de mujeres de pasados siglos, que son también mucho menos expuestas para quien las estudia que las mujeres de hoy.

A este Antolín, erudito solitario que por timidez de dirigirse a las mujeres en la vida y para vengarse de esa timidez las estudiaba en los libros, fue a quien acudió a ver Augusto para de él aconsejarse.

No bien le hubo expuesto su propósito prorrumpió el erudito: Sobald er seine Absicht erklärt hatte, unterbrach der Gelehrte:

—¡Ay, pobre señor Pérez, cómo le compadezco a usted! ¿Quiere estudiar a la mujer? Tarea le mando...

—Como usted la estudia...

—Hay que sacrificarse. El estudio, y estudio oscuro, paciente, silencioso, es mi razón de ser en la vida. Pero yo, ya lo sabe usted, soy un modesto, modestísimo obrero del pensamiento, que acopio y ordeno materiales para que otros que vengan detrás de mí sepan aprovecharlos. La obra humana es colectiva; nada que no sea colectivo es ni sólido ni durable...

—¿Y las obras de los grandes genios? La Divina Comedia, la Eneida, una tragedia de Shakespeare, un cuadro de Velázquez...

—Todo eso es colectivo, mucho más colectivo de lo que se cree. La Divina Comedia, por ejemplo, fue preparada por toda una serie...

—Sí, ya sé eso.

—Y respecto a Velázquez... a propósito, ¿conoce usted el libro de Justi sobre él?

Para Antolín, el principal, casi el único valor de las grandes obras maestras del ingenio humano, consiste en haber provocado un libro de crítica o de comentario; los grandes artistas, poetas, pintores, músicos, historiadores, filósofos, han nacido para que un erudito haga su biografía y un crítico comente sus obras, y una frase cualquiera de un gran escritor directo no adquiere valor hasta que un erudito no la repite y cita la obra, la edición y la página en que la expuso. Y todo aquello de la solidaridad del trabajo colectivo no era más que envidia e impotencia. Pertenecía a la clase de esos comentadores de Homero que si Homero mismo redivivo entrase en su oficina cantando le echarían a empellones porque les estorbaba el trabajar sobre los textos muertos de sus obras y buscar un apax cualquiera en ellas. Er gehörte zu der Klasse jener Kommentatoren über Homer, die ihn, wenn Homer selbst singend zum Leben erweckt, ihn aus dem Weg räumen würden, weil es ihnen schwerfiel, an den toten Texten seiner Werke zu arbeiten und nach irgendwelchen Apaxen zu suchen Sie.

—Pero, bien, ¿qué opina usted de la psicología femenina? —le preguntó Augusto.

—Una pregunta así, tan vaga, tan genérica, tan en abstracto, no tiene sentido preciso para un modesto investigador como yo, amigo Pérez, para un hombre que no siendo genio, ni deseando serlo...

—¿Ni deseando?

—Sí, ni deseando. Es mal oficio. Pues bien, esa pregunta carece de sentido preciso para mí. El contestarla exigiría...

—Sí, vamos, como aquel otro cofrade de usted que escribió un libro sobre psicología del pueblo español y siendo, al parecer, español él y viviendo entre españoles, no se le ocurrió sino decir que este dice esto y aquel aquello otro y hacer una bibliografía.

—¡Ah, la bibliografía! Sí, ya sé...

—No, no siga usted, amigo Paparrigópulos, y dígame lo más concretamente que sepa y pueda qué le parece de la psicología femenina.

—Habría que empezar por plantear una primera cuestión y es la de si la mujer tiene alma.

—¡Hombre!

—Ah, no sirve desecharla así, tan en absoluto...

«¿La tendrá él?», pensó Augusto, y luego:

—Bueno, pues de lo que en las mujeres hace las veces de alma... ¿qué cree usted?

—¿Me promete usted, amigo Pérez, guardarme el secreto de lo que le voy a decir?... Aunque, no, no, usted no es erudito.

—¿Qué quiere usted  decir con eso?

—Que usted no es uno de esos que están a robarle a uno lo último que le hayan oído y darlo como suyo...

—Pero ¿esas tenemos...?

—Ay, amigo Pérez, el erudito es por naturaleza un ladronzuelo; se lo digo a usted yo, yo, yo que lo soy. Los eruditos andamos a quitarnos unos a otros las pequeñas cositas que averiguamos y a impedir que otro se nos adelante.

—Se comprende: el que tiene almacén guarda su género con más celo que el que tiene fábrica; hay que guardar el agua del pozo, no la del manantial. - Es versteht sich: Wer ein Lager hat, hält seine Waren mit mehr Eifer als derjenige, der eine Fabrik besitzt; wir müssen das Wasser aus dem Brunnen retten, nicht aus der Quelle.

—Puede ser. Pues bien, si usted, que no es erudito, me promete guardarme el secreto hasta que yo lo revele, le diré que he encontrado en un oscuro y casi desconocido escritor holandés del siglo XVII una interesantísima teoría respecto al alma de la mujer...

—Veámosla.

—Dice ese escritor, y lo dice en latín, que así como cada hombre tiene su alma, las mujeres todas no tienen sino una sola y misma alma, un alma colectiva, algo así como el entendimiento agente de Averroes, repartida entre todas ellas. Y añade que las diferencias que se observan en el modo de sentir, pensar y querer de cada mujer provienen no más que de las diferencias del cuerpo, debidas a raza, clima, alimentación, etc., y que por eso son tan insignificantes. Las mujeres, dice ese escritor, se parecen entre sí mucho más que los hombres y es porque todas son una sola y misma mujer... Frauen, sagt der Schriftsteller, ähneln sich viel mehr als Männern, und das liegt daran, dass sie alle ein und dieselbe Frau sind ...

—Ve ahí por qué, amigo Paparrigópulos, así que me enamoré de una me sentí en seguida enamorado de todas las demás. - Das hat seinen Grund, Freund Paparrigópulos, also verliebte ich mich in einen, und ich verliebte mich sofort in alle anderen.

—¡Claro está! Y añade ese interesantísimo y casi desconocido ginecólogo que la mujer tiene mucha más individualidad, pero mucha menos personalidad, que el hombre; cada una de ellas se siente más ella, más individual, que cada hombre, pero con menos contenido. Und dieser sehr interessante und fast unbekannte Gynäkologe fügt hinzu, dass Frauen viel mehr Individualität, aber viel weniger Persönlichkeit haben als Männer; jeder von ihnen empfindet mehr sie, individueller als jeder Mann, aber mit weniger Zufriedenheit.

—Sí, sí, creo entrever lo que sea.

—Y por eso, amigo Pérez, lo mismo da que estudie usted a una mujer o a varias. La cuestión es ahondar en aquella a cuyo estudio usted se dedique.

—Y ¿no sería mejor tomar dos o más para poder hacer el estudio comparativo? Porque ya sabe usted que ahora se lleva mucho esto de lo comparativo...

—En efecto, la ciencia es comparación; mas en punto a mujeres no es menester comparar. – Wissenschaft ist in der Tat ein Vergleich; aber in Bezug auf Frauen ist es nicht notwendig, zu vergleichen. Quien conozca una, una sola bien, las conoce todas, conoce a la Mujer. Además, ya sabe usted que todo lo que se gana en extensión se pierde en intensidad. Außerdem wissen Sie bereits, dass alles, was durch die Erweiterung gewonnen wird, an Intensität verloren geht.

—En efecto, y yo deseo dedicarme al cultivo intensivo y no al extensivo de la mujer. Pero dos por lo menos... por lo menos dos...

—¡No, dos no!, ¡de ninguna manera! De no contentarse con una, que yo creo es lo mejor y es bastante tarea, por lo menos tres. La dualidad no cierra.

—¿Cómo que no cierra la dualidad?

—Claro está. Con dos líneas no se cierra espacio. El más sencillo polígono es el triángulo. Por lo menos tres.

—Pero el triángulo carece de profundidad. El más sencillo poliedro es el tetraedro; de modo que por lo menos cuatro.

—Pero dos no, ¡nunca! De pasar de una, por lo menos tres. Pero ahonde usted en una.

—Tal es mi propósito.