×

We use cookies to help make LingQ better. By visiting the site, you agree to our cookie policy.


image

Novelas ejemplares, de Miguel de Cervantes Saavedra, Primera parte de "El celoso extremeño", de Las Novelas ejemplares.

Primera parte de "El celoso extremeño", de Las Novelas ejemplares.

No ha muchos años que de un lugar de Extremadura salió un hidalgo, nacido de padres nobles, el cual, como un otro Pródigo, por diversas partes de España, Italia y Flandes anduvo gastando así los años como la hacienda; y, al fin de muchas peregrinaciones, muertos ya sus padres y gastado su patrimonio, vino a parar a la gran ciudad de Sevilla, donde halló ocasión muy bastante para acabar de consumir lo poco que le quedaba.

Viéndose, pues, tan falto de dineros, y aun no con muchos amigos, se acogió al remedio a que otros muchos perdidos en aquella ciudad se acogen, que es el pasarse a las Indias, refugio y amparo de los desesperados de España, iglesia de los alzados, salvoconduto de los homicidas, pala y cubierta de los jugadores (a quien llaman ciertos los peritos en el arte), añagaza general de mujeres libres, engaño común de muchos y remedio particular de pocos.

En fin, llegado el tiempo en que una flota se partía para Tierrafirme, acomodándose con el almirante della, aderezó su matalotaje y su mortaja de esparto; y, embarcándose en Cádiz, echando la bendición a España, zarpó la flota, y con general alegría dieron las velas al viento, que blando y próspero soplaba, el cual en pocas horas les encubrió la tierra y les descubrió las anchas y espaciosas llanuras del gran padre de las aguas, el mar Océano.

Iba nuestro pasajero pensativo, revolviendo en su memoria los muchos y diversos peligros que en los años de su peregrinación había pasado, y el mal gobierno que en todo el discurso de su vida había tenido; y sacaba de la cuenta que a sí mismo se iba tomando una firme resolución de mudar manera de vida, y de tener otro estilo en guardar la hacienda que Dios fuese servido de darle, y de proceder con más recato que hasta allí con las mujeres.

La flota estaba como en calma cuando pasaba consigo esta tormenta Felipo de Carrizales, que éste es el nombre del que ha dado materia a nuestra novela. Tornó a soplar el viento, impeliendo con tanta fuerza los navíos, que no dejó a nadie en sus asientos; y así, le fue forzoso a Carrizales dejar sus imaginaciones, y dejarse llevar de solos los cuidados que el viaje le ofrecía; el cual viaje fue tan próspero que, sin recebir algún revés ni contraste, llegaron al puerto de Cartagena. Y, por concluir con todo lo que no hace a nuestro propósito, digo que la edad que tenía Filipo cuando pasó a las Indias sería de cuarenta y ocho años; y en veinte que en ellas estuvo, ayudado de su industria y diligencia, alcanzó a tener más de ciento y cincuenta mil pesos ensayados.

Viéndose, pues, rico y próspero, tocado del natural deseo que todos tienen de volver a su patria, pospuestos grandes intereses que se le ofrecían, dejando el Pirú, donde había granjeado tanta hacienda, trayéndola toda en barras de oro y plata, y registrada, por quitar inconvenientes, se volvió a España. Desembarcó en Sanlúcar; llegó a Sevilla, tan lleno de años como de riquezas; sacó sus partidas sin zozobras; buscó sus amigos: hallólos todos muertos; quiso partirse a su tierra, aunque ya había tenido nuevas que ningún pariente le había dejado la muerte. Y si cuando iba a Indias, pobre y menesteroso, le iban combatiendo muchos pensamientos, sin dejarle sosegar un punto en mitad de las ondas del mar, no menos ahora en el sosiego de la tierra le combatían, aunque por diferente causa: que si entonces no dormía por pobre, ahora no podía sosegar de rico; que tan pesada carga es la riqueza al que no está usado a tenerla ni sabe usar della, como lo es la pobreza al que continuo la tiene. Cuidados acarrea el oro y cuidados la falta dél; pero los unos se remedian con alcanzar alguna mediana cantidad, y los otros se aumentan mientras más parte se alcanzan.

Contemplaba Carrizales en sus barras, no por miserable, porque en algunos años que fue soldado aprendió a ser liberal, sino en lo que había de hacer dellas, a causa que tenerlas en ser era cosa infrutuosa, y tenerlas en casa, cebo para los codiciosos y despertador para los ladrones.

Habíase muerto en él la gana de volver al inquieto trato de las mercancías, y parecíale que, conforme a los años que tenía, le sobraban dineros para pasar la vida, y quisiera pasarla en su tierra y dar en ella su hacienda a tributo, pasando en ella los años de su vejez en quietud y sosiego, dando a Dios lo que podía, pues había dado al mundo más de lo que debía. Por otra parte, consideraba que la estrecheza de su patria era mucha y la gente muy pobre, y que el irse a vivir a ella era ponerse por blanco de todas las importunidades que los pobres suelen dar al rico que tienen por vecino, y más cuando no hay otro en el lugar a quien acudir con sus miserias. Quisiera tener a quien dejar sus bienes después de sus días, y con este deseo tomaba el pulso a su fortaleza, y parecíale que aún podía llevar la carga del matrimonio; y, en viniéndole este pensamiento, le sobresaltaba un tan gran miedo, que así se le desbarataba y deshacía como hace a la niebla el viento; porque de su natural condición era el más celoso hombre del mundo, aun sin estar casado, pues con sólo la imaginación de serlo le comenzaban a ofender los celos, a fatigar las sospechas y a sobresaltar las imaginaciones; y esto con tanta eficacia y vehemencia, que de todo en todo propuso de no casarse.

Y, estando resuelto en esto, y no lo estando en lo que había de hacer de su vida, quiso su suerte que, pasando un día por una calle, alzase los ojos y viese a una ventana puesta una doncella, al parecer de edad de trece a catorce años, de tan agradable rostro y tan hermosa que, sin ser poderoso para defenderse, el buen viejo Carrizales rindió la flaqueza de sus muchos años a los pocos de Leonora, que así era el nombre de la hermosa doncella. Y luego, sin más detenerse, comenzó a hacer un gran montón de discursos; y, hablando consigo mismo, decía:

-Esta muchacha es hermosa, y a lo que muestra la presencia desta casa, no debe de ser rica; ella es niña, sus pocos años pueden asegurar mis sospechas; casarme he con ella; encerraréla y haréla a mis mañas, y con esto no tendrá otra condición que aquella que yo le enseñare. Y no soy tan viejo que pueda perder la esperanza de tener hijos que me hereden. De que tenga dote o no, no hay para qué hacer caso, pues el cielo me dio para todos; y los ricos no han de buscar en sus matrimonios hacienda, sino gusto: que el gusto alarga la vida, y los disgustos entre los casados la acortan. Alto, pues: echada está la suerte, y ésta es la que el cielo quiere que yo tenga.

Y así hecho este soliloquio, no una vez, sino ciento, al cabo de algunos días habló con los padres de Leonora, y supo como, aunque pobres, eran nobles; y, dándoles cuenta de su intención y de la calidad de su persona y hacienda, les rogó le diesen por mujer a su hija. Ellos le pidieron tiempo para informarse de lo que decía, y que él también le tendría para enterarse ser verdad lo que de su nobleza le habían dicho. Despidiéronse, informáronse las partes, y hallaron ser ansí lo que entrambos dijeron; y, finalmente, Leonora quedó por esposa de Carrizales, habiéndola dotado primero en veinte mil ducados: tal estaba de abrasado el pecho del celoso viejo. El cual, apenas dio el sí de esposo, cuando de golpe le embistió un tropel de rabiosos celos, y comenzó sin causa alguna a temblar y a tener mayores cuidados que jamás había tenido. Y la primera muestra que dio de su condición celosa fue no querer que sastre alguno tomase la medida a su esposa de los muchos vestidos que pensaba hacerle; y así, anduvo mirando cuál otra mujer tendría, poco más a menos, el talle y cuerpo de Leonora, y halló una pobre, a cuya medida hizo hacer una ropa, y, probándosela su esposa, halló que le venía bien; y por aquella medida hizo los demás vestidos, que fueron tantos y tan ricos, que los padres de la desposada se tuvieron por más que dichosos en haber acertado con tan buen yerno, para remedio suyo y de su hija. La niña estaba asombrada de ver tantas galas, a causa que las que ella en su vida se había puesto no pasaban de una saya de raja y una ropilla de tafetán.

La segunda señal que dio Filipo fue no querer juntarse con su esposa hasta tenerla puesta casa aparte, la cual aderezó en esta forma: compró una en doce mil ducados, en un barrio principal de la ciudad, que tenía agua de pie y jardín con muchos naranjos; cerró todas las ventanas que miraban a la calle y dioles vista al cielo, y lo mismo hizo de todas las otras de casa. En el portal de la calle, que en Sevilla llaman casapuerta, hizo una caballeriza para una mula, y encima della un pajar y apartamiento donde estuviese el que había de curar della, que fue un negro viejo y eunuco; levantó las paredes de las azoteas de tal manera, que el que entraba en la casa había de mirar al cielo por línea recta, sin que pudiesen ver otra cosa; hizo torno que de la casapuerta respondía al patio.

Compró un rico menaje para adornar la casa, de modo que por tapicerías, estrados y doseles ricos mostraba ser de un gran señor. Compró, asimismo, cuatro esclavas blancas, y herrólas en el rostro, y otras dos negras bozales. Concertóse con un despensero que le trujese y comprase de comer, con condición que no durmiese en casa ni entrase en ella sino hasta el torno, por el cual había de dar lo que trujese. Hecho esto, dio parte de su hacienda a censo, situada en diversas y buenas partes, otra puso en el banco, y quedóse con alguna, para lo que se le ofreciese. Hizo, asimismo, llave maestra para toda la casa, y encerró en ella todo lo que suele comprarse en junto y en sus sazones, para la provisión de todo el año; y, teniéndolo todo así aderezado y compuesto, se fue a casa de sus suegros y pidió a su mujer, que se la entregaron no con pocas lágrimas, porque les pareció que la llevaban a la sepultura.

La tierna Leonora aún no sabía lo que la había acontecido; y así, llorando con sus padres, les pidió su bendición, y, despidiéndose dellos, rodeada de sus esclavas y criadas, asida de la mano de su marido, se vino a su casa; y, en entrando en ella, les hizo Carrizales un sermón a todas, encargándoles la guarda de Leonora y que por ninguna vía ni en ningún modo dejasen entrar a nadie de la segunda puerta adentro, aunque fuese al negro eunuco. Y a quien más encargó la guarda y regalo de Leonora fue a una dueña de mucha prudencia y gravedad, que recibió como para aya de Leonora, y para que fuese superintendente de todo lo que en la casa se hiciese, y para que mandase a las esclavas y a otras dos doncellas de la misma edad de Leonora, que para que se entretuviese con las de sus mismos años asimismo había recebido. Prometióles que las trataría y regalaría a todas de manera que no sintiesen su encerramiento, y que los días de fiesta, todos, sin faltar ninguno, irían a oír misa; pero tan de mañana, que apenas tuviese la luz lugar de verlas. Prometiéronle las criadas y esclavas de hacer todo aquello que les mandaba, sin pesadumbre, con prompta voluntad y buen ánimo. Y la nueva esposa, encogiendo los hombros, bajó la cabeza y dijo que ella no tenía otra voluntad que la de su esposo y señor, a quien estaba siempre obediente.

Hecha esta prevención y recogido el buen extremeño en su casa, comenzó a gozar como pudo los frutos del matrimonio, los cuales a Leonora, como no tenía experiencia de otros, ni eran gustosos ni desabridos; y así, pasaba el tiempo con su dueña, doncellas y esclavas, y ellas, por pasarle mejor, dieron en ser golosas, y pocos días se pasaban sin hacer mil cosas a quien la miel y el azúcar hacen sabrosas. Sobrábales para esto en grande abundancia lo que habían menester, y no menos sobraba en su amo la voluntad de dárselo, pareciéndole que con ello las tenía entretenidas y ocupadas, sin tener lugar donde ponerse a pensar en su encerramiento.

Leonora andaba a lo igual con sus criadas, y se entretenía en lo mismo que ellas, y aun dio con su simplicidad en hacer muñecas y en otras niñerías, que mostraban la llaneza de su condición y la terneza de sus años; todo lo cual era de grandísima satisfacción para el celoso marido, pareciéndole que había acertado a escoger la vida mejor que se la supo imaginar, y que por ninguna vía la industria ni la malicia humana podía perturbar su sosiego. Y así, sólo se desvelaba en traer regalos a su esposa y en acordarle le pidiese todos cuantos le viniesen al pensamiento, que de todos sería servida. Los días que iba a misa, que, como está dicho, era entre dos luces, venían sus padres y en la iglesia hablaban a su hija, delante de su marido, el cual les daba tantas dádivas que, aunque tenían lástima a su hija por la estrecheza en que vivía, la templaban con las muchas dádivas que Carrizales, su liberal yerno, les daba.

Levantábase de mañana y aguardaba a que el despensero viniese, a quien de la noche antes, por una cédula que ponían en el torno, le avisaban lo que había de traer otro día; y, en viniendo el despensero, salía de casa Carrizales, las más veces a pie, dejando cerradas las dos puertas, la de la calle y la de en medio, y entre las dos quedaba el negro. Íbase a sus negocios, que eran pocos, y con brevedad daba la vuelta; y, encerrándose, se entretenía en regalar a su esposa y acariciar a sus criadas, que todas le querían bien, por ser de condición llana y agradable, y, sobre todo, por mostrarse tan liberal con todas.

Desta manera pasaron un año de noviciado y hicieron profesión en aquella vida, determinándose de llevarla hasta el fin de las suyas: y así fuera si el sagaz perturbador del género humano no lo estorbara, como ahora oiréis.

Dígame ahora el que se tuviere por más discreto y recatado qué más prevenciones para su seguridad podía haber hecho el anciano Felipo, pues aun no consintió que dentro de su casa hubiese algún animal que fuese varón. A los ratones della jamás los persiguió gato, ni en ella se oyó ladrido de perro: todos eran del género femenino. De día pensaba, de noche no dormía; él era la ronda y centinela de su casa y el Argos de lo que bien quería. Jamás entró hombre de la puerta adentro del patio. Con sus amigos negociaba en la calle. Las figuras de los paños que sus salas y cuadras adornaban, todas eran hembras, flores y boscajes. Toda su casa olía a honestidad, recogimiento y recato: aun hasta en las consejas que en las largas noches del invierno en la chimenea sus criadas contaban, por estar él presente, en ninguna ningún género de lascivia se descubría. La plata de las canas del viejo, a los ojos de Leonora, parecían cabellos de oro puro, porque el amor primero que las doncellas tienen se les imprime en el alma como el sello en la cera. Su demasiada guarda le parecía advertido recato: pensaba y creía que lo que ella pasaba pasaban todas las recién casadas. No se desmandaban sus pensamientos a salir de las paredes de su casa, ni su voluntad deseaba otra cosa más de aquella que la de su marido quería; sólo los días que iba a misa veía las calles, y esto era tan de mañana que, si no era al volver de la iglesia, no había luz para mirallas.

No se vio monasterio tan cerrado, ni monjas más recogidas, ni manzanas de oro tan guardadas; y con todo esto, no pudo en ninguna manera prevenir ni escusar de caer en lo que recelaba; a lo menos, en pensar que había caído.

Hay en Sevilla un género de gente ociosa y holgazana, a quien comúnmente suelen llamar gente de barrio. Éstos son los hijos de vecino de cada colación, y de los más ricos della; gente baldía, atildada y meliflua, de la cual y de su traje y manera de vivir, de su condición y de las leyes que guardan entre sí, había mucho que decir; pero por buenos respectos se deja.

Uno destos galanes, pues, que entre ellos es llamado virote (mozo soltero, que a los recién casados llaman mantones), asestó a mirar la casa del recatado Carrizales; y, viéndola siempre cerrada, le tomó gana de saber quién vivía dentro; y con tanto ahínco y curiosidad hizo la diligencia, que de todo en todo vino a saber lo que deseaba. Supo la condición del viejo, la hermosura de su esposa y el modo que tenía en guardarla; todo lo cual le encendió el deseo de ver si sería posible expunar, por fuerza o por industria, fortaleza tan guardada. Y, comunicándolo con dos virotes y un mantón, sus amigos, acordaron que se pusiese por obra; que nunca para tales obras faltan consejeros y ayudadores.

Dificultaban el modo que se tendría para intentar tan dificultosa hazaña; y, habiendo entrado en bureo muchas veces, convinieron en esto: que, fingiendo Loaysa, que así se llamaba el virote, que iba fuera de la ciudad por algunos días, se quitase de los ojos de sus amigos, como lo hizo; y, hecho esto, se puso unos calzones de lienzo limpio y camisa limpia; pero encima se puso unos vestidos tan rotos y remendados, que ningún pobre en toda la ciudad los traía tan astrosos. Quitóse un poco de barba que tenía, cubrióse un ojo con un parche, vendóse una pierna estrechamente, y, arrimándose a dos muletas, se convirtió en un pobre tullido: tal, que el más verdadero estropeado no se le igualaba.

Con este talle se ponía cada noche a la oración a la puerta de la casa de Carrizales, que ya estaba cerrada, quedando el negro, que Luis se llamaba, cerrado entre las dos puertas. Puesto allí Loaysa, sacaba una guitarrilla algo grasienta y falta de algunas cuerdas, y, como él era algo músico, comenzaba a tañer algunos sones alegres y regocijados, mudando la voz por no ser conocido. Con esto, se daba priesa a cantar romances de moros y moras, a la loquesca, con tanta gracia, que cuantos pasaban por la calle se ponían a escucharle; y siempre, en tanto que cantaba, estaba rodeado de muchachos; y Luis, el negro, poniendo los oídos por entre las puertas, estaba colgado de la música del virote, y diera un brazo por poder abrir la puerta y escucharle más a su placer: tal es la inclinación que los negros tienen a ser músicos. Y, cuando Loaysa quería que los que le escuchaban le dejasen, dejaba de cantar y recogía su guitarra, y, acogiéndose a sus muletas, se iba.

Cuatro o cinco veces había dado música al negro (que por solo él la daba), pareciéndole que, por donde se había de comenzar a desmoronar aquel edificio, había y debía ser por el negro; y no le salió vano su pensamiento, porque, llegándose una noche, como solía, a la puerta, comenzó a templar su guitarra, y sintió que el negro estaba ya atento; y, llegándose al quicio de la puerta, con voz baja, dijo:

-¿Será posible, Luis, darme un poco de agua, que perezco de sed y no puedo cantar?

-No -dijo el negro-, porque no tengo la llave desta puerta, ni hay agujero por donde pueda dárosla.

-Pues, ¿quién tiene la llave?

-preguntó Loaysa.

-Mi amo -respondió el negro-, que es el más celoso hombre del mundo. Y si él supiese que yo estoy ahora aquí hablando con nadie, no sería más mi vida. Pero, ¿quién sois vos que me pedís el agua?

-Yo -respondió Loaysa- soy un pobre estropeado de una pierna, que gano mi vida pidiendo por Dios a la buena gente; y, juntamente con esto, enseño a tañer a algunos morenos y a otra gente pobre; y ya tengo tres negros, esclavos de tres veinticuatros, a quien he enseñado de modo que pueden cantar y tañer en cualquier baile y en cualquier taberna, y me lo han pagado muy rebién.

-Harto mejor os lo pagara yo -dijo Luis- a tener lugar de tomar lición; pero no es posible, a causa que mi amo, en saliendo por la mañana, cierra la puerta de la calle, y cuando vuelve hace lo mismo, dejándome emparedado entre dos puertas.

-¡Por Dios!, Luis -replicó Loaysa, que ya sabía el nombre del negro-, que si vos diésedes traza a que yo entrase algunas noches a daros lición, en menos de quince días os sacaría tan diestro en la guitarra, que pudiésedes tañer sin vergüenza alguna en cualquiera esquina; porque os hago saber que tengo grandísima gracia en el enseñar, y más, que he oído decir que vos tenéis muy buena habilidad; y, a lo que siento y puedo juzgar por el órgano de la voz, que es atiplada, debéis de cantar muy bien.

-No canto mal -respondió el negro-; pero, ¿qué aprovecha?, pues no sé tonada alguna, si no es la de La Estrella de Venus y la de Por un verde prado, y aquélla que ahora se usa que dice:

A los hierros de una reja la turbada mano asida...

-Todas ésas son aire -dijo Loaysa- para las que yo os podría enseñar, porque sé todas las del moro Abindarráez, con las de su dama Jarifa, y todas las que se cantan de la historia del gran sofí Tomunibeyo, con las de la zarabanda a lo divino, que son tales, que hacen pasmar a los mismos portugueses; y esto enseño con tales modos y con tanta facilidad que, aunque no os deis priesa a aprender, apenas habréis comido tres o cuatro moyos de sal, cuando ya os veáis músico corriente y moliente en todo género de guitarra.

A esto suspiró el negro y dijo:

-¿Qué aprovecha todo eso, si no sé cómo meteros en casa?

-Buen remedio -dijo Loaysa-: procurad vos tomar las llaves a vuestro amo, y yo os daré un pedazo de cera, donde las imprimiréis de manera que queden señaladas las guardas en la cera; que, por la afición que os he tomado, yo haré que un cerrajero amigo mío haga las llaves, y así podré entrar dentro de noche y enseñaros mejor que al Preste Juan de las Indias, porque veo ser gran lástima que se pierda una tal voz como la vuestra, faltándole el arrimo de la guitarra; que quiero que sepáis, hermano Luis, que la mejor voz del mundo pierde de sus quilates cuando no se acompaña con el instrumento, ora sea de guitarra o clavicímbano, de órganos o de arpa; pero el que más a vuestra voz le conviene es el instrumento de la guitarra, por ser el más mañero y menos costoso de los instrumentos.

-Bien me parece eso -replicó el negro-; pero no puede ser, pues jamás entran las llaves en mi poder, ni mi amo las suelta de la mano de día, y de noche duermen debajo de su almohada.

-Pues haced otra cosa, Luis -dijo Loaysa-, si es que tenéis gana de ser músico consumado; que si no la tenéis, no hay para qué cansarme en aconsejaros.

-¡Y cómo si tengo gana! -replicó Luis-. Y tanta, que ninguna cosa dejaré de hacer, como sea posible salir con ella, a trueco de salir con ser músico.

-Pues ansí es -dijo el virote-, yo os daré por entre estas puertas, haciendo vos lugar quitando alguna tierra del quicio; digo que os daré unas tenazas y un martillo, con que podáis de noche quitar los clavos de la cerradura de loba con mucha facilidad, y con la misma volveremos a poner la chapa, de modo que no se eche de ver que ha sido desclavada; y, estando yo dentro, encerrado con vos en vuestro pajar, o adonde dormís, me daré tal priesa a lo que tengo de hacer, que vos veáis aun más de lo que os he dicho, con aprovechamiento de mi persona y aumento de vuestra suficiencia. Y de lo que hubiéremos de comer no tengáis cuidado, que yo llevaré matalotaje para entrambos y para más de ocho días; que discípulos tengo yo y amigos que no me dejarán mal pasar.

-De la comida -replicó el negro- no habrá de qué temer, que, con la ración que me da mi amo y con los relieves que me dan las esclavas, sobrará comida para otros dos. Venga ese martillo y tenazas que decís, que yo haré por junto a este quicio lugar por donde quepa, y le volveré a cubrir y tapar con barro; que, puesto que dé algunos golpes en quitar la chapa, mi amo duerme tan lejos desta puerta, que será milagro, o gran desgracia nuestra, si los oye.

-Pues, a la mano de Dios -dijo Loaysa-: que de aquí a dos días tendréis, Luis, todo lo necesario para poner en ejecución nuestro virtuoso propósito; y advertid en no comer cosas flemosas, porque no hacen ningún provecho, sino mucho daño a la voz.

-Ninguna cosa me enronquece tanto -respondió el negro- como el vino, pero no me lo quitaré yo por todas cuantas voces tiene el suelo.

-No digo tal -dijo Loaysa-, ni Dios tal permita. Bebed, hijo Luis, bebed, y buen provecho os haga, que el vino que se bebe con medida jamás fue causa de daño alguno.

-Con medida lo bebo -replicó el negro-: aquí tengo un jarro que cabe una azumbre justa y cabal; éste me llenan las esclavas, sin que mi amo lo sepa, y el despensero, a solapo, me trae una botilla, que también cabe justas dos azumbres, con que se suplen las faltas del jarro.

-Digo -dijo Loaysa- que tal sea mi vida como eso me parece, porque la seca garganta ni gruñe ni canta.

-Andad con Dios -dijo el negro-; pero mirad que no dejéis de venir a cantar aquí las noches que tardáredes en traer lo que habéis de hacer para entrar acá dentro, que ya me comen los dedos por verlos puestos en la guitarra.

-Y ¡cómo si vendré! -replicó Loaysa-. Y aun con tonadicas nuevas.

-Eso pido -dijo Luis-; y ahora no me dejéis de cantar algo, porque me vaya a acostar con gusto; y, en lo de la paga, entienda el señor pobre que le he de pagar mejor que un rico.

-No reparo en eso -dijo Loaysa-; que, según yo os enseñaré, así me pagaréis, y por ahora escuchad esta tonadilla, que cuando esté dentro veréis milagros.

-Sea en buen hora -respondió el negro.

Y, acabado este largo coloquio, cantó Loaysa un romancito agudo, con que dejó al negro tan contento y satisfecho, que ya no veía la hora de abrir la puerta.

Apenas se quitó Loaysa de la puerta, cuando, con más ligereza que el traer de sus muletas prometía, se fue a dar cuenta a sus consejeros de su buen comienzo, adivino del buen fin que por él esperaba. Hallólos y contó lo que con el negro dejaba concertado, y otro día hallaron los instrumentos, tales que rompían cualquier clavo como si fuera de palo.

No se descuidó el virote de volver a dar música al negro, ni menos tuvo descuido el negro en hacer el agujero por donde cupiese lo que su maestro le diese, cubriéndolo de manera que, a no ser mirado con malicia y sospechosamente, no se podía caer en el agujero.

La segunda noche le dio los instrumentos Loaysa, y Luis probó sus fuerzas; y, casi sin poner alguna, se halló rompidos los clavos y con la chapa de la cerradura en las manos: abrió la puerta y recogió dentro a su Orfeo y maestro; y, cuando le vio con sus dos muletas, y tan andrajoso y tan fajada su pierna, quedó admirado. No llevaba Loaysa el parche en el ojo, por no ser necesario, y, así como entró, abrazó a su buen discípulo y le besó en el rostro, y luego le puso una gran bota de vino en las manos, y una caja de conserva y otras cosas dulces, de que llevaba unas alforjas bien proveídas. Y, dejando las muletas, como si no tuviera mal alguno, comenzó a hacer cabriolas, de lo cual se admiró más el negro, a quien Loaysa dijo:

-Sabed, hermano Luis, que mi cojera y estropeamiento no nace de enfermedad, sino de industria, con la cual gano de comer pidiendo por amor de Dios, y ayudándome della y de mi música paso la mejor vida del mundo, en el cual todos aquellos que no fueren industriosos y tracistas morirán de hambre; y esto lo veréis en el discurso de nuestra amistad.

-Ello dirá -respondió el negro-; pero demos orden de volver esta chapa a su lugar, de modo que no se eche de ver su mudanza.

-En buen hora -dijo Loaysa.

Y, sacando clavos de sus alforjas, asentaron la cerradura de suerte que estaba tan bien como de antes, de lo cual quedó contentísimo el negro; y, subiéndose Loaysa al aposento que en el pajar tenía el negro, se acomodó lo mejor que pudo.

Encendió luego Luis un torzal de cera y, sin más aguardar, sacó su guitarra Loaysa; y, tocándola baja y suavemente, suspendió al pobre negro de manera que estaba fuera de sí escuchándole. Habiendo tocado un poco, sacó de nuevo colación y diola a su discípulo; y, aunque con dulce, bebió con tan buen talante de la bota, que le dejó más fuera de sentido que la música. Pasado esto, ordenó que luego tomase lición Luis, y, como el pobre negro tenía cuatro dedos de vino sobre los sesos, no acertaba traste; y, con todo eso, le hizo creer Loaysa que ya sabía por lo menos dos tonadas; y era lo bueno que el negro se lo creía, y en toda la noche no hizo otra cosa que tañer con la guitarra destemplada y sin las cuerdas necesarias.

Durmieron lo poco que de la noche les quedaba, y, a obra de las seis de la mañana, bajó Carrizales y abrió la puerta de en medio, y también la de la calle, y estuvo esperando al despensero, el cual vino de allí a un poco, y, dando por el torno la comida se volvió a ir, y llamó al negro, que bajase a tomar cebada para la mula y su ración; y, en tomándola, se fue el viejo Carrizales, dejando cerradas ambas puertas, sin echar de ver lo que en la de la calle se había hecho, de que no poco se alegraron maestro y discípulo.

Apenas salió el amo de casa, cuando el negro arrebató la guitarra y comenzó a tocar de tal manera que todas las criadas le oyeron, y por el torno le preguntaron:

-¿Qué es esto, Luis? ¿De cuándo acá tienes tú guitarra, o quién te la ha dado?

-¿Quién me la ha dado? -respondió Luis-. El mejor músico que hay en el mundo, y el que me ha de enseñar en menos de seis días más de seis mil sones.

-Y ¿dónde está ese músico? -preguntó la dueña.

-No está muy lejos de aquí -respondió el negro-; y si no fuera por vergüenza y por el temor que tengo a mi señor, quizá os le enseñara luego, y a fe que os holgásedes de verle.

-Y ¿adónde puede él estar que nosotras le podamos ver -replicó la dueña-, si en esta casa jamás entró otro hombre que nuestro dueño?

-Ahora bien -dijo el negro-, no os quiero decir nada hasta que veáis lo que yo sé y él me ha enseñado en el breve tiempo que he dicho.

-Por cierto -dijo la dueña- que, si no es algún demonio el que te ha de enseñar, que yo no sé quién te pueda sacar músico con tanta brevedad.

-Andad -dijo el negro-, que lo oiréis y lo veréis algún día.

-No puede ser eso -dijo otra doncella-, porque no tenemos ventanas a la calle para poder ver ni oír a nadie.

-Bien está -dijo el negro-; que para todo hay remedio si no es para escusar la muerte; y más si vosotras sabéis o queréis callar.

-¡Y cómo que callaremos, hermano Luis! -dijo una de las esclavas-. Callaremos más que si fuésemos mudas; porque te prometo, amigo, que me muero por oír una buena voz, que después que aquí nos emparedaron, ni aun el canto de los pájaros habemos oído.

Todas estas pláticas estaba escuchando Loaysa con grandísimo contento, pareciéndole que todas se encaminaban a la consecución de su gusto, y que la buena suerte había tomado la mano en guiarlas a la medida de su voluntad.

Despidiéronse las criadas con prometerles el negro que, cuando menos se pensasen, las llamaría a oír una muy buena voz; y, con temor que su amo volviese y le hallase hablando con ellas, las dejó y se recogió a su estancia y clausura. Quisiera tomar lición, pero no se atrevió a tocar de día, porque su amo no le oyese, el cual vino de allí a poco espacio, y, cerrando las puertas según su costumbre, se encerró en casa. Y, al dar aquel día de comer por el torno al negro, dijo Luis a una negra que se lo daba, que aquella noche, después de dormido su amo, bajasen todas al torno a oír la voz que les había prometido, sin falta alguna. Verdad es que antes que dijese esto había pedido con muchos ruegos a su maestro fuese contento de cantar y tañer aquella noche al torno, porque él pudiese cumplir la palabra que había dado de hacer oír a las criadas una voz estremada, asegurándole que sería en estremo regalado de todas ellas. Algo se hizo de rogar el maestro de hacer lo que él más deseaba; pero al fin dijo que haría lo que su buen discípulo pedía, sólo por darle gusto, sin otro interés alguno. Abrazóle el negro y diole un beso en el carrillo, en señal del contento que le había causado la merced prometida; y aquel día dio de comer a Loaysa tan bien como si comiera en su casa, y aun quizá mejor, pues pudiera ser que en su casa le faltara.

Llegóse la noche, y en la mitad della, o poco menos, comenzaron a cecear en el torno, y luego entendió Luis que era la cáfila, que había llegado; y, llamando a su maestro, bajaron del pajar, con la guitarra bien encordada y mejor templada. Preguntó Luis quién y cuántas eran las que escuchaban. Respondiéronle que todas, sino su señora, que quedaba durmiendo con su marido, de que le pesó a Loaysa; pero, con todo eso, quiso dar principio a su disignio y contentar a su discípulo; y, tocando mansamente la guitarra, tales sones hizo que dejó admirado al negro y suspenso el rebaño de las mujeres que le escuchaba.

Pues, ¿qué diré de lo que ellas sintieron cuando le oyeron tocar el Pésame dello y acabar con el endemoniado son de la zarabanda, nuevo entonces en España? No quedó vieja por bailar, ni moza que no se hiciese pedazos, todo a la sorda y con silencio estraño, poniendo centinelas y espías que avisasen si el viejo despertaba. Cantó asimismo Loaysa coplillas de la seguida, con que acabó de echar el sello al gusto de las escuchantes, que ahincadamente pidieron al negro les dijese quién era tan milagroso músico. El negro les dijo que era un pobre mendigante: el más galán y gentil hombre que había en toda la pobrería de Sevilla. Rogáronle que hiciese de suerte que ellas le viesen, y que no le dejase ir en quince días de casa, que ellas le regalarían muy bien y darían cuanto hubiese menester. Preguntáronle qué modo había tenido para meterle en casa. A esto no les respondió palabra; a lo demás dijo que, para poderle ver, hiciesen un agujero pequeño en el torno, que después lo taparían con cera; y que, a lo de tenerle en casa, que él lo procuraría.

Hablólas también Loaysa, ofreciéndoseles a su servicio, con tan buenas razones, que ellas echaron de ver que no salían de ingenio de pobre mendigante. Rogáronle que otra noche viniese al mismo puesto; que ellas harían con su señora que bajase a escucharle, a pesar del ligero sueño de su señor, cuya ligereza no nacía de sus muchos años, sino de sus muchos celos. A lo cual dijo Loaysa que si ellas gustaban de oírle sin sobresalto del viejo, que él les daría unos polvos que le echasen en el vino, que le harían dormir con pesado sueño más tiempo del ordinario.

-¡Jesús, valme -dijo una de las doncellas-, y si eso fuese verdad, qué buena ventura se nos habría entrado por las puertas, sin sentillo y sin merecello! No serían ellos polvos de sueño para él, sino polvos de vida para todas nosotras y para la pobre de mi señora Leonora, su mujer, que no la deja a sol ni a sombra, ni la pierde de vista un solo momento. ¡Ay, señor mío de mi alma, traiga esos polvos: así Dios le dé todo el bien que desea! Vaya y no tarde; tráigalos, señor mío, que yo me ofrezco a mezclarlos en el vino y a ser la escanciadora; y pluguiese a Dios que durmiese el viejo tres días con sus noches, que otros tantos tendríamos nosotras de gloria.

-Pues yo los trairé -dijo Loaysa-; y son tales, que no hacen otro mal ni daño a quien los toma si no es provocarle a sueño pesadísimo.

Todas le rogaron que los trujese con brevedad, y, quedando de hacer otra noche con una barrena el agujero en el torno, y de traer a su señora para que le viese y oyese, se despidieron; y el negro, aunque era casi el alba, quiso tomar lición, la cual le dio Loaysa, y le hizo entender que no había mejor oído que el suyo en cuantos discípulos tenía: y no sabía el pobre negro, ni lo supo jamás, hacer un cruzado.


Primera parte de "El celoso extremeño", de Las Novelas ejemplares. Erster Teil von "El celoso extremeño", aus Las Novelas ejemplares. Πρώτο μέρος του "El celoso extremeño", από το Las Novelas ejemplares. First part of "The jealous Extremaduran", from The Exemplary Novels. Première partie de "El celoso extremeño", extrait de Las Novelas ejemplares. Prima parte di "El celoso extremeño", da Las Novelas ejemplares. Primeira parte de "O ciumento da Estremadura", dos Romances Exemplares. Образцовая первая часть "El celoso Extremeño" из Las Novelas. Las Novelas ejemplares'ten "El celoso extremeño "nun ilk bölümü.

No ha muchos años que de un lugar de Extremadura salió un hidalgo, nacido de padres nobles, el cual, como un otro Pródigo, por diversas partes de España, Italia y Flandes anduvo gastando así los años como la hacienda; y, al fin de muchas peregrinaciones, muertos ya sus padres y gastado su patrimonio, vino a parar a la gran ciudad de Sevilla, donde halló ocasión muy bastante para acabar de consumir lo poco que le quedaba. Es ist nicht viele Jahre her, dass aus einem Ort in der Extremadura ein Adliger von adeligen Eltern stammte, der wie ein anderer Verlorener durch verschiedene Teile Spaniens, Italiens und Flanderns ging und die Jahre wie die Hacienda verbrachte; und am Ende vieler Pilgerreisen, seine Eltern bereits tot und sein Vermögen aufgebraucht, kam er in die große Stadt Sevilla, wo er genug Gelegenheit fand, das Wenige, das ihm noch übrig war, zu verzehren. It has not been many years since a nobleman came from a place in Extremadura, born of noble parents, who, like another Prodigal, for various parts of Spain, Italy and Flanders spent the years like the hacienda; and, at the end of many pilgrimages, dead and their parents and spent their patrimony, came to stop in the great city of Seville, where he found plenty of opportunity to finish consuming what little he had left. Il n'y a pas longtemps que d'un endroit d'Estrémadure est venu un noble, né de parents nobles, qui, comme un autre Prodigue, a traversé diverses régions d'Espagne, d'Italie et de Flandre, passant ainsi les années comme l'hacienda ; et, au bout de nombreux pèlerinages, ses parents déjà morts et son patrimoine épuisé, il arriva dans la grande ville de Séville, où il trouva bien assez d'occasions de finir de consommer le peu qu'il lui restait. Extremadura의 한 곳에서 스페인, 이탈리아, 플랑드르의 다른 지역에서 온 다른 탕자와 같이 귀족 부모에게 태어난 신사를 떠난 지 몇 년이 지났습니다. 그리고 많은 순례가 끝나고, 죽은 부모와 그들의 유산을 보냈을 때, 그는 세비야 대도시에 왔습니다. Não faz muitos anos que um fidalgo emergiu de um lugar da Extremadura, nascido de pais nobres, que, como outro Pródigo, passou seus anos em diferentes partes da Espanha, Itália e Flandres, passando assim seus anos como a fazenda; e, ao fim de muitas peregrinações, com os pais mortos e os bens gastos, acabou na grande cidade de Sevilha, onde encontrou ampla oportunidade de acabar de consumir o pouco que lhe restava.

Viéndose, pues, tan falto de dineros, y aun no con muchos amigos, se acogió al remedio a que otros muchos perdidos en aquella ciudad se acogen, que es el pasarse a las Indias, refugio y amparo de los desesperados de España, iglesia de los alzados, salvoconduto de los homicidas, pala y cubierta de los jugadores (a quien llaman ciertos los peritos en el arte), añagaza general de mujeres libres, engaño común de muchos y remedio particular de pocos. Da er sich selbst so arm an Geld sah und noch nicht viele Freunde hatte, griff er zu dem Heilmittel, das viele andere Verlorene in dieser Stadt Zuflucht suchen, nämlich nach Indien, Zuflucht und Zuflucht der Verzweifelten Spaniens, der Kirche der Aufstiege, Sicherungen für die Mörder, Schaufel und Deck für die Spieler (die die Kunstexperten als sicher bezeichnen), die allgemeine Täuschung freier Frauen, die allgemeine Täuschung vieler und das besondere Heilmittel der wenigen. Seeing himself, then, so lacking in money, and not even with many friends, he accepted the remedy that many others lost in that city take refuge in, that is to go to the Indies, shelter and shelter of the desperate of Spain, church of the elevations, salvoconduto of the murderers, shovel and cover of the players (who call certain the experts in the art), general trinket of free women, common deception of many and particular remedy of few. 그는 돈이 부족하고 아직 많은 친구들과 함께 있지 않은 것을보고 그 도시에서 잃어버린 다른 많은 사람들이 취하고있는 구제책에 의지했다. 그것은 스페인의 절망적 인 스페인의 피난처와 피난처, 피난처 반란군, 살인자 보호, 삽과 플레이어 (예술 전문가가 특정 전문가라고 함)의 커버, 자유 여성의 일반적인 속임수, 많은 사람들에 대한 일반적인 속임수, 그리고 소수의 특별한 치료법. Vendo-se, portanto, tão carente de dinheiro, e ainda sem muitos amigos, recorreu ao remédio que muitos outros perdidos naquela cidade tomam, que é ir às Índias, refúgio e abrigo para os desesperados da Espanha, igreja de os insurgentes, salvo-conduto dos assassinos, pá e capa dos jogadores (a quem os especialistas na arte chamam de verdadeiros), truque geral de mulheres livres, engano comum de muitos e remédio particular de poucos.

En fin, llegado el tiempo en que una flota se partía para Tierrafirme, acomodándose con el almirante della, aderezó su matalotaje y su mortaja de esparto; y, embarcándose en Cádiz, echando la bendición a España, zarpó la flota, y con general alegría dieron las velas al viento, que blando y próspero soplaba, el cual en pocas horas les encubrió la tierra y les descubrió las anchas y espaciosas llanuras del gran padre de las aguas, el mar Océano. Jedenfalls, als die Zeit gekommen war, als eine Flotte nach Tierrafirme aufbrach, sich bei dem Admiral della einstellte, ihr Massaker und ihr Esparto-Leichentuch anzog; und als sie in Cádiz einschifften und Spanien den Segen gaben, setzte die Flotte die Segel, und mit allgemeiner Freude überließen sie die Segel dem sanften und blühenden Wind, der in wenigen Stunden das Land bedeckte und ihnen die weiten und Weite Ebenen des großen Vaters der Gewässer, des Ozeans. Anyway, when the time had come when a fleet left for Tierrafirme, accommodating itself with the admiral della, dressed its massacre and its esparto shroud; and, embarking in Cádiz, casting the blessing on Spain, the fleet set sail, and with general joy they gave the sails to the wind, which was soft and prosperous, which in a few hours covered the land and revealed to them the wide and spacious plains of the great father of the waters, the ocean sea. 마침내, 함대가 델라 제독으로 정착하여 티에라 마르트로 떠날 시간이되었을 때, 그는 배터와 그의 스파르타 슈라우드를 차려 입었다. 그리고 카디스에 착수하여 스페인에 축복을, 함대가 항해를 시작했으며, 일반적으로 기쁨으로 바람에 돛을 냈습니다. 바다의 위대한 아버지.

Iba nuestro pasajero pensativo, revolviendo en su memoria los muchos y diversos peligros que en los años de su peregrinación había pasado, y el mal gobierno que en todo el discurso de su vida había tenido; y sacaba de la cuenta que a sí mismo se iba tomando una firme resolución de mudar manera de vida, y de tener otro estilo en guardar la hacienda que Dios fuese servido de darle, y de proceder con más recato que hasta allí con las mujeres. Unser Passagier war nachdenklich und erinnerte sich an die vielen und verschiedenen Gefahren, die er in den Jahren seiner Pilgerfahrt durchgemacht hatte, und an die schlechte Regierung, die er in allen Gesprächen seines Lebens gehabt hatte; und er erkannte, dass er selbst den festen Entschluss fasste, seine Lebensweise zu ändern und einen anderen Stil zu haben, um das Eigentum, das Gott ihm geschenkt wurde, zu bewahren und mit mehr Bescheidenheit als zuvor mit Frauen zu verfahren. Our passenger was pensive, stirring in his memory the many and diverse dangers that in the years of his pilgrimage he had passed, and the bad government that in all the discourse of his life he had had; and he realized that he himself was taking a firm resolution to change his way of life, and to have another style in keeping the property that God was served to give him, and to proceed with more modesty than before with women. 우리의 승객은 그의 순례 기간 동안 그가 지 났던 많은 위험과 그의 생애의 모든 담화에서 겪었던 나쁜 정부를 그의 기억 속에 감동시키면서 사려 깊었습니다. 그리고 그는 자신의 삶의 방식을 바꾸고 하나님 께서 그에게 주시는 재산을 지키고 다른 여자들보다 더 겸손하게 나아 가기 위해 다른 스타일을 갖기 위해 확고한 결의를하고 있다는 것을 알았습니다.

La flota estaba como en calma cuando pasaba consigo esta tormenta Felipo de Carrizales, que éste es el nombre del que ha dado materia a nuestra novela. Die Flotte war wie ruhig, als dieser Sturm Felipo de Carrizales mit ihr vorbeizog, denn das ist der Name dessen, der unserem Roman Substanz verliehen hat. The fleet was almost calm when this storm passed with it Felipo de Carrizales, which is the name of the one who has given substance to our novel. 이 폭풍 Felipo de Carrizales가 그것을 지나갈 때 함대는 침착했습니다. 이것이 우리 소설에 문제를 준 사람의 이름입니다. A frota estava como que calma quando esta tempestade Felipo de Carrizales passou com ela, pois este é o nome daquele que deu substância ao nosso romance. Tornó a soplar el viento, impeliendo con tanta fuerza los navíos, que no dejó a nadie en sus asientos; y así, le fue forzoso a Carrizales dejar sus imaginaciones, y dejarse llevar de solos los cuidados que el viaje le ofrecía; el cual viaje fue tan próspero que, sin recebir algún revés ni contraste, llegaron al puerto de Cartagena. Der Wind blies wieder und trieb die Schiffe mit solcher Kraft an, dass niemand auf ihren Sitzen zurückblieb; und so war Carrizales gezwungen, seine Vorstellungskraft aufzugeben und sich von der Sorgfalt hinreißen zu lassen, die ihm die Reise bot; Diese Reise war so erfolgreich, dass sie ohne Rückschlag oder Kontrast den Hafen von Cartagena erreichten. The wind blew again, driving the ships with such force that no one was left in their seats; and thus, Carrizales was forced to leave his imaginations, and let himself be carried away by the care that the trip offered him; which trip was so prosperous that, without receiving any setback or contrast, they reached the port of Cartagena. 바람이 불기 시작하여 배에 아무도 앉지 못하게하는 힘을 가했다. 그리하여 Carrizales는 그의 상상력을 떠나 여행이 그에게 제공 한 보살핌에 의해 스스로를 빼앗길 수밖에 없었다. 어느 여행은 번영을 얻었 기 때문에 혼란이나 대비없이 카르타헤나 항구에 도착했습니다. Y, por concluir con todo lo que no hace a nuestro propósito, digo que la edad que tenía Filipo cuando pasó a las Indias sería de cuarenta y ocho años; y en veinte que en ellas estuvo, ayudado de su industria y diligencia, alcanzó a tener más de ciento y cincuenta mil pesos ensayados. Und um mit allem zu schließen, was nicht für unsere Zwecke geeignet ist, sage ich, dass das Alter, das Philip war, als er nach Indien ging, achtundvierzig Jahre betragen würde; und in zwanzig, die er in ihnen war, schaffte er es, unterstützt von seinem Fleiß und Fleiß, mehr als einhundertfünfzigtausend Pesos testen zu lassen. And, to conclude with everything that does not do our purpose, I say that the age that had Philip when he went to the Indies would be forty-eight years; and in twenty that in them he was, aided by his industry and diligence, he managed to have more than one hundred and fifty thousand pesos rehearsed. 그리고 그가 우리의 목적을 위해하지 않는 모든 것으로 결론을 내리기 위해 필립이 인디에 갔을 때 살았던 나이는 48 년이 될 것입니다. 그리고 그의 산업과 근면에 힘 입어 스물 여섯 명에 이르렀을 때, 그는 오십 만 페소를 시험해 보았습니다.

Viéndose, pues, rico y próspero, tocado del natural deseo que todos tienen de volver a su patria, pospuestos grandes intereses que se le ofrecían, dejando el Pirú, donde había granjeado tanta hacienda, trayéndola toda en barras de oro y plata, y registrada, por quitar inconvenientes, se volvió a España. Als er sich selbst reich und wohlhabend sah, berührt von dem natürlichen Wunsch, dass jeder in sein Land zurückkehren muss, verschob er große Interessen, die ihm angeboten wurden, verließ Pirú, wo er so viel Eigentum bewirtschaftet hatte, und brachte alles in Goldbarren und Silber, und registriert, um Unannehmlichkeiten zu beseitigen, kehrte er nach Spanien zurück. Seeing himself, then, rich and prosperous, touched by the natural desire that everyone has to return to his homeland, postponed large interests that were offered, leaving the Pirú, where he had earned so much hacienda, bringing it all in gold and silver bars, and registered , to remove inconveniences, he returned to Spain. 그러므로 풍요롭고 번영하며 모든 사람이 고향으로 돌아 가야한다는 자연스러운 욕구에 감동하고 피루를 떠나 많은 재산을 얻었으며 금과은으로 된 막대를 가져 와서 등록했습니다. 그는 불편을 없애기 위해 스페인으로 돌아 왔습니다. Desembarcó en Sanlúcar; llegó a Sevilla, tan lleno de años como de riquezas; sacó sus partidas sin zozobras; buscó sus amigos: hallólos todos muertos; quiso partirse a su tierra, aunque ya había tenido nuevas que ningún pariente le había dejado la muerte. Er landete in Sanlúcar; Er kam in Sevilla an, voller Jahre und Reichtümer; er nahm seine Spiele ohne Sorgen heraus; er suchte seine Freunde: er fand sie alle tot; Er wollte nach Hause, obwohl er bereits die Nachricht hatte, dass kein Verwandter ihn tot hinterlassen hatte. He disembarked in Sanlúcar; He arrived in Seville, as full of years as of riches; He took out his games without worries; He looked for his friends: he found them all dead; He wanted to go to his land, although he had already had news that no relative had left his death. 그는 Sanlúcar에 상륙했다. 그는 부로 몇 년 동안 세비야에 도착했다. 그는 걱정없이 게임을했다. 그는 친구들을 찾았습니다. 그는 친척이 죽지 않았다는 소식을 이미 알고 있었지만 자신의 땅으로 가고 싶었습니다. Ele desembarcou em Sanlúcar; chegou a Sevilha, tão cheio de anos como de riquezas; desenhava seus jogos sem ansiedade; procurou seus amigos: encontrou-os todos mortos; Ele queria partir para sua terra, embora já tivesse notícias de que nenhum parente o havia deixado na morte. Y si cuando iba a Indias, pobre y menesteroso, le iban combatiendo muchos pensamientos, sin dejarle sosegar un punto en mitad de las ondas del mar, no menos ahora en el sosiego de la tierra le combatían, aunque por diferente causa: que si entonces no dormía por pobre, ahora no podía sosegar de rico; que tan pesada carga es la riqueza al que no está usado a tenerla ni sabe usar della, como lo es la pobreza al que continuo la tiene. Und wenn er arm und bedürftig nach Indien ging, kämpften viele Gedanken gegen ihn, ohne ihn mitten in den Wellen des Meeres einen Punkt beruhigen zu lassen, nicht weniger kämpften sie jetzt in der Ruhe der Erde gegen ihn, obwohl für ein anderer Grund: Was wäre, wenn ich damals nicht geschlafen hätte, weil ich arm war, jetzt könnte ich mich nicht beruhigen, weil ich reich war; Wie schwer ist Reichtum für diejenigen, die ihn nicht gewohnt sind oder nicht zu nutzen wissen, wie Armut für diejenigen, die ihn noch haben. And if when he went to the Indies, poor and needy, he was fighting many thoughts, without letting him rest a point in the middle of the waves of the sea, not least now in the calmness of the earth they fought him, although for a different reason: that if then he did not sleep because he was poor, now he could not rest like a rich man; how heavy a burden is the wealth that is not used to have it or know how to use it, as is the poverty to which I continue to have it. Cuidados acarrea el oro y cuidados la falta dél; pero los unos se remedian con alcanzar alguna mediana cantidad, y los otros se aumentan mientras más parte se alcanzan. Sorgfalt bringt das Gold und Sorge den Mangel daran; aber einige werden behoben, indem man eine mittlere Menge erreicht, und die anderen werden erhöht, je mehr Teil erreicht wird. Care brings the gold and cares the lack of it; but the ones are remedied with reaching some medium quantity, and the others are increased while more part is reached. O cuidado traz o ouro e o cuidado a falta dele; mas alguns são remediados atingindo uma quantidade média, e os outros são aumentados quanto mais parte é alcançada.

Contemplaba Carrizales en sus barras, no por miserable, porque en algunos años que fue soldado aprendió a ser liberal, sino en lo que había de hacer dellas, a causa que tenerlas en ser era cosa infrutuosa, y tenerlas en casa, cebo para los codiciosos y despertador para los ladrones. Carrizales dachte in seinen Bars nach, nicht weil er unglücklich war, weil er in ein paar Jahren, in denen er Soldat war, lernte, liberal zu sein, sondern darüber, was er mit ihnen zu tun hatte, weil es fruchtlos war, sie am Leben zu erhalten, und sie zu haben Zuhause, Köder für die Habgierigen und Wecker für Diebe. He contemplated Carrizales in his bars, not because he was miserable, because in some years he was a soldier he learned to be a liberal, but in what he had to do, because having them in being was something unfruitful, and having them at home, bait for the greedy and alarm clock for thieves.

Habíase muerto en él la gana de volver al inquieto trato de las mercancías, y parecíale que, conforme a los años que tenía, le sobraban dineros para pasar la vida, y quisiera pasarla en su tierra y dar en ella su hacienda a tributo, pasando en ella los años de su vejez en quietud y sosiego, dando a Dios lo que podía, pues había dado al mundo más de lo que debía. Der Wunsch, zum rastlosen Umgang mit Waren zurückzukehren, war in ihm gestorben, und es schien ihm, als hätte er angesichts seines Alters Geld für sein Leben übrig, und er würde es gerne für sein Land ausgeben und ihm sein Eigentum geben Besitz als Tribut, verbrachte in ihr die Jahre ihres Alters in Stille und Ruhe, gab Gott, was sie konnte, da sie der Welt mehr gegeben hatte, als sie schuldete. He had died in him the desire to return to the restless treatment of the goods, and it seemed that, according to the years he had, he had enough money to spend his life, and he wanted to spend it in his land and give his farm in tribute, passing in her the years of her old age in stillness and calm, giving God what she could, for she had given the world more than she should have. O desejo de voltar ao tratamento inquieto da mercadoria havia morrido nele, e parecia-lhe que, dada a idade, lhe sobrava dinheiro para passar a vida, e gostaria de gastá-lo em suas terras e dar sua propriedade ali como homenagem, passando nela os anos de sua velhice em quietude e calma, dando a Deus o que podia, pois havia dado ao mundo mais do que devia. Por otra parte, consideraba que la estrecheza de su patria era mucha y la gente muy pobre, y que el irse a vivir a ella era ponerse por blanco de todas las importunidades que los pobres suelen dar al rico que tienen por vecino, y más cuando no hay otro en el lugar a quien acudir con sus miserias. Andererseits war er der Ansicht, dass die Enge seiner Heimat groß und die Menschen sehr arm waren und dass er sich dort zur Zielscheibe all der Zudringlichkeiten machte, die die Armen normalerweise den Reichen entgegenbringen, die sie als Nachbarn haben, wenn er dort leben würde , und noch mehr, wenn es niemanden gibt, an den sie sich mit ihrem Elend wenden können. On the other hand, he considered that the poverty of his homeland was great and the people were very poor, and that going to live there was to be the target of all the importunities that the poor usually give to the rich they have as a neighbor, and more so when there is no other place to turn to with their miseries. Por outro lado, considerava que a estreiteza do seu país era grande e o povo muito pobre, e que ir lá viver era tornar-se alvo de todas as importunações que os pobres costumam dar aos ricos que têm como um vizinho, e ainda mais quando não há mais ninguém no local a quem recorrer com suas misérias. Quisiera tener a quien dejar sus bienes después de sus días, y con este deseo tomaba el pulso a su fortaleza, y parecíale que aún podía llevar la carga del matrimonio; y, en viniéndole este pensamiento, le sobresaltaba un tan gran miedo, que así se le desbarataba y deshacía como hace a la niebla el viento; porque de su natural condición era el más celoso hombre del mundo, aun sin estar casado, pues con sólo la imaginación de serlo le comenzaban a ofender los celos, a fatigar las sospechas y a sobresaltar las imaginaciones; y esto con tanta eficacia y vehemencia, que de todo en todo propuso de no casarse. Er hätte gerne jemanden, dem er seine Güter nach seinen Tagen hinterlassen könnte, und mit diesem Verlangen nahm er den Puls seiner Kräfte, und es schien ihm, als könne er die Last der Ehe noch tragen; Und als ihm dieser Gedanke kam, erschrak er vor so großer Angst, dass er so durcheinander und verwirrt war wie der Wind Nebel; wegen seiner natürlichen Beschaffenheit war er der eifersüchtigste Mann der Welt, auch ohne verheiratet zu sein, denn schon mit der Vorstellung, verheiratet zu sein, begann ihn die Eifersucht zu kränken, erregte Argwohn und erschreckte die Phantasie; und dies mit solcher Effizienz und Vehemenz, dass er in allen Dingen vorschlug, nicht zu heiraten. I would like to have someone to leave their property after their days, and with this desire I took the pulse of their strength, and it seemed that I could still carry the burden of marriage; and, as this thought came to him, he was startled by such a great fear, that it was disintegrating and undoing as the wind does to the mist; because of his natural condition he was the most jealous man in the world, even without being married, because with only the imagination of being so he began to offend jealousy, to fatigue suspicions and to startle imaginations; and this with such efficacy and vehemence, that of everything in everything he proposed not to marry.

Y, estando resuelto en esto, y no lo estando en lo que había de hacer de su vida, quiso su suerte que, pasando un día por una calle, alzase los ojos y viese a una ventana puesta una doncella, al parecer de edad de trece a catorce años, de tan agradable rostro y tan hermosa que, sin ser poderoso para defenderse, el buen viejo Carrizales rindió la flaqueza de sus muchos años a los pocos de Leonora, que así era el nombre de la hermosa doncella. And, being resolved in this, and not being so in what he had to do with his life, he wanted his luck that, passing one day down a street, he raised his eyes and saw a maiden at a window, apparently of age thirteen to fourteen years old, with such a pleasant face and so beautiful that, without being able to defend himself, good old Carrizales surrendered the weakness of his many years to the few of Leonora, which was the name of the beautiful maiden. Y luego, sin más detenerse, comenzó a hacer un gran montón de discursos; y, hablando consigo mismo, decía: And then, without further stopping, he began to make a huge pile of speeches; and, speaking to himself, he said:

-Esta muchacha es hermosa, y a lo que muestra la presencia desta casa, no debe de ser rica; ella es niña, sus pocos años pueden asegurar mis sospechas; casarme he con ella; encerraréla y haréla a mis mañas, y con esto no tendrá otra condición que aquella que yo le enseñare. -This girl is beautiful, and what the presence of this house shows, she must not be rich; she is a girl, her few years can assure my suspicions; I have married her; I will lock her up and do it my way, and with this she will have no other condition than the one that I will teach her. Y no soy tan viejo que pueda perder la esperanza de tener hijos que me hereden. And I am not so old that I can give up hope of having children who will inherit me. De que tenga dote o no, no hay para qué hacer caso, pues el cielo me dio para todos; y los ricos no han de buscar en sus matrimonios hacienda, sino gusto: que el gusto alarga la vida, y los disgustos entre los casados la acortan. Whether I have a dowry or not, there is nothing to pay attention to, since heaven gave me for everyone; and the rich are not to seek in their marriages property, but pleasure: that pleasure lengthens life, and dislikes between married people shorten it. Alto, pues: echada está la suerte, y ésta es la que el cielo quiere que yo tenga. Stop, then: luck is cast, and this is what heaven wants me to have. Pare, então: elenco é a sorte, e é isso que o céu quer que eu tenha.

Y así hecho este soliloquio, no una vez, sino ciento, al cabo de algunos días habló con los padres de Leonora, y supo como, aunque pobres, eran nobles; y, dándoles cuenta de su intención y de la calidad de su persona y hacienda, les rogó le diesen por mujer a su hija. And so this soliloquy was done, not once, but a hundred, after a few days he spoke with Leonora's parents, and learned how, although poor, they were noble; And, realizing his intention and the quality of his person and property, he begged them to give him his daughter as a wife. Ellos le pidieron tiempo para informarse de lo que decía, y que él también le tendría para enterarse ser verdad lo que de su nobleza le habían dicho. They asked him for time to find out what he was saying, and that he would also have him to find out what they had told him about his nobility. Despidiéronse, informáronse las partes, y hallaron ser ansí lo que entrambos dijeron; y, finalmente, Leonora quedó por esposa de Carrizales, habiéndola dotado primero en veinte mil ducados: tal estaba de abrasado el pecho del celoso viejo. They said goodbye, the parties informed each other, and found it to be what they both said; and, finally, Leonora remained as Carrizales's wife, having first endowed her with twenty thousand ducats: such was the jealous old man's chest burned. Despediram-se, informaram-se as partes e verificaram ser verdade o que ambos disseram; e, por fim, Leonora tornou-se mulher de Carrizales, tendo-lhe primeiro dotado vinte mil ducados: tal era o peito do velho ciumento em chamas. El cual, apenas dio el sí de esposo, cuando de golpe le embistió un tropel de rabiosos celos, y comenzó sin causa alguna a temblar y a tener mayores cuidados que jamás había tenido. Kaum hatte er als Ehemann Ja gesagt, als ihn plötzlich ein Mob wütender Eifersucht überfiel, und er ohne Grund anfing zu zittern und vorsichtiger zu sein als je zuvor. Who, barely gave the husband's yes, when suddenly a flood of rabid jealousy assaulted him, and without any cause he began to tremble and take greater care than he had ever had. Y la primera muestra que dio de su condición celosa fue no querer que sastre alguno tomase la medida a su esposa de los muchos vestidos que pensaba hacerle; y así, anduvo mirando cuál otra mujer tendría, poco más a menos, el talle y cuerpo de Leonora, y halló una pobre, a cuya medida hizo hacer una ropa, y, probándosela su esposa, halló que le venía bien; y por aquella medida hizo los demás vestidos, que fueron tantos y tan ricos, que los padres de la desposada se tuvieron por más que dichosos en haber acertado con tan buen yerno, para remedio suyo y de su hija. Und das erste Zeichen, das er von seiner Eifersucht gab, war, dass er nicht wollte, dass irgendein Schneider das Maß seiner Frau für die vielen Kleider nahm, die er ihr zu machen beabsichtigte; Und so machte er sich auf die Suche, um zu sehen, welche andere Frau ein bisschen mehr oder weniger die Größe und den Körper von Leonora hätte, und er fand eine arme Frau, nach deren Maß er Kleider anfertigen ließ, und probierte seine Frau an fand, dass es ihm passte; und nach diesem Maß fertigte er die anderen Kleider an, die so zahlreich und so reich waren, dass die Eltern der Braut mehr als glücklich waren, mit einem so guten Schwiegersohn für ihr eigenes Heilmittel und das ihrer Tochter erfolgreich gewesen zu sein. And the first sign that he gave of his jealous condition was not wanting any tailor to take the measure of his wife from the many dresses he planned to make for her; And so, he went looking at which other woman would have, little more to less, the size and body of Leonora, and he found a poor woman, to whose measure he had a garment made, and, trying it on his wife, found that it suited him well; and by that measure he made the other dresses, which were so many and so rich, that the bride's parents considered themselves more than happy to have succeeded with such a good son-in-law, for his and his daughter's remedy. La niña estaba asombrada de ver tantas galas, a causa que las que ella en su vida se había puesto no pasaban de una saya de raja y una ropilla de tafetán. Das Mädchen war erstaunt, so viel Pracht zu sehen, denn die, die sie noch nie in ihrem Leben getragen hatte, waren nichts weiter als ein geschlitzter Rock und eine Taftrobe. The girl was astonished to see so many fineries, because the ones she had ever worn in her life were no more than a slit saya and a taffeta ropilla.

La segunda señal que dio Filipo fue no querer juntarse con su esposa hasta tenerla puesta casa aparte, la cual aderezó en esta forma: compró una en doce mil ducados, en un barrio principal de la ciudad, que tenía agua de pie y jardín con muchos naranjos; cerró todas las ventanas que miraban a la calle y dioles vista al cielo, y lo mismo hizo de todas las otras de casa. Das zweite Zeichen, das Philipp gab, war, nicht mit seiner Frau zusammen sein zu wollen, bis er sie in einem separaten Haus untergebracht hatte, das er so einrichtete: Er kaufte eines für zwölftausend Dukaten in einem Hauptviertel der Stadt, das Bestand hatte Wasser und ein Garten mit vielen Bäumen, Orangenbäumen; Er schloss alle Fenster, die zur Straße hinausgingen, und gab ihnen den Blick in den Himmel frei, und er tat dasselbe für alle anderen im Haus. The second sign that Philip gave was that he did not want to get together with his wife until he had set her up in a separate house, which he decorated in this way: he bought one for twelve thousand ducats, in a main neighborhood of the city, which had standing water and a garden with many orange trees; He closed all the windows that faced the street and gave them a view of the sky, and he did the same for all the others in the house. En el portal de la calle, que en Sevilla llaman casapuerta, hizo una caballeriza para una mula, y encima della un pajar y apartamiento donde estuviese el que había de curar della, que fue un negro viejo y eunuco; levantó las paredes de las azoteas de tal manera, que el que entraba en la casa había de mirar al cielo por línea recta, sin que pudiesen ver otra cosa; hizo torno que de la casapuerta respondía al patio. Im Portal der Straße, die man in Sevilla Torhaus nennt, baute er einen Stall für ein Maultier und darüber eine Scheune und eine Wohnung, wo der, der sie heilen sollte, ein alter schwarzer Eunuch, sein würde ; er erhöhte die Wände der Dächer so, dass jeder, der das Haus betrat, in gerader Linie in den Himmel schauen musste, ohne etwas anderes sehen zu können; Er machte eine Drehbank, die vom Haus aus die Tür zum Patio ansprach. In the doorway of the street, which in Seville is called a door-house, he made a stable for a mule, and above it a haystack and an apartment where the one who was to cure her, who was an old black eunuch, was; He raised the walls of the roofs in such a way that whoever entered the house had to look at the sky in a straight line, without being able to see anything else; He made a lathe that the door of the house responded to the patio. No portal da rua, que em Sevilha chamam de casa de porta, ele fez um estábulo para uma mula, e acima dele um celeiro e um apartamento onde estaria aquele que deveria curá-la, que era um preto velho eunuco. ; ergueu as paredes dos telhados de tal maneira que quem entrasse na casa tivesse que olhar o céu em linha reta, sem poder ver mais nada; fez um torno que da casa a porta respondia ao pátio.

Compró un rico menaje para adornar la casa, de modo que por tapicerías, estrados y doseles ricos mostraba ser de un gran señor. Er kaufte ein reiches Geschirr, um das Haus zu schmücken, damit er sich durch Wandteppiche, Podeste und reiche Baldachine als großer Herr zeigte. Comprou uma rica louça para enfeitar a casa, de modo que pelas tapeçarias, estrados e ricas copas ele se mostrou um grande senhor. Compró, asimismo, cuatro esclavas blancas, y herrólas en el rostro, y otras dos negras bozales. Er kaufte auch vier weiße Sklaven und brandmarkte sie im Gesicht und zwei weitere schwarze mit Schnauzen. He also bought four white female slaves, and blacksmithed their faces, and two black muzzles. Concertóse con un despensero que le trujese y comprase de comer, con condición que no durmiese en casa ni entrase en ella sino hasta el torno, por el cual había de dar lo que trujese. Er einigte sich mit einem Lebensmittelhändler, der ihn bringen und Lebensmittel kaufen würde, unter der Bedingung, dass er nicht zu Hause schlief oder es betrat, bis die Drehbank, durch die er das, was er brachte, abgeben musste. He arranged with a grocer to bring and buy food for him, on condition that he would not sleep in the house or enter it until the lathe, for which he was to give what he brought. Hecho esto, dio parte de su hacienda a censo, situada en diversas y buenas partes, otra puso en el banco, y quedóse con alguna, para lo que se le ofreciese. Nachdem er dies getan hatte, gab er einen Teil seines Besitzes, der sich in verschiedenen und guten Gegenden befand, der Volkszählung, legte einen anderen in die Bank und behielt einen Teil für alles, was ihm angeboten wurde. Hizo, asimismo, llave maestra para toda la casa, y encerró en ella todo lo que suele comprarse en junto y en sus sazones, para la provisión de todo el año; y, teniéndolo todo así aderezado y compuesto, se fue a casa de sus suegros y pidió a su mujer, que se la entregaron no con pocas lágrimas, porque les pareció que la llevaban a la sepultura. He also made a master key for the whole house, and locked up in it everything that is usually bought together and in its seasonings, for the provision of the whole year; and, having everything thus arranged and composed, he went to his parents-in-law's house and asked for his wife, who gave her to him with not a few tears, because it seemed to them that they were taking her to the grave.

La tierna Leonora aún no sabía lo que la había acontecido; y así, llorando con sus padres, les pidió su bendición, y, despidiéndose dellos, rodeada de sus esclavas y criadas, asida de la mano de su marido, se vino a su casa; y, en entrando en ella, les hizo Carrizales un sermón a todas, encargándoles la guarda de Leonora y que por ninguna vía ni en ningún modo dejasen entrar a nadie de la segunda puerta adentro, aunque fuese al negro eunuco. The tender Leonora still did not know what had happened to her; and so, weeping with her parents, she asked their blessing, and, taking leave of them, surrounded by her slaves and maids, holding her husband's hand, she came to her house; and, on entering it, Carrizales gave them all a sermon, charging them to guard Leonora and that by no means or in any way should they let anyone enter from the second door inside, even if it were the black eunuch. Y a quien más encargó la guarda y regalo de Leonora fue a una dueña de mucha prudencia y gravedad, que recibió como para aya de Leonora, y para que fuese superintendente de todo lo que en la casa se hiciese, y para que mandase a las esclavas y a otras dos doncellas de la misma edad de Leonora, que para que se entretuviese con las de sus mismos años asimismo había recebido. Prometióles que las trataría y regalaría a todas de manera que no sintiesen su encerramiento, y que los días de fiesta, todos, sin faltar ninguno, irían a oír misa; pero tan de mañana, que apenas tuviese la luz lugar de verlas. Prometeu-lhes que os trataria e trataria a todos de tal maneira que não sentissem o seu confinamento, e que em dias de festa, todos, sem faltar a nenhum, iriam assistir à missa; mas tão cedo pela manhã que a luz mal tinha um lugar para vê-los. Prometiéronle las criadas y esclavas de hacer todo aquello que les mandaba, sin pesadumbre, con prompta voluntad y buen ánimo. The maids and slaves promised to do everything he commanded them, without regret, with prompt will and good spirits. Y la nueva esposa, encogiendo los hombros, bajó la cabeza y dijo que ella no tenía otra voluntad que la de su esposo y señor, a quien estaba siempre obediente.

Hecha esta prevención y recogido el buen extremeño en su casa, comenzó a gozar como pudo los frutos del matrimonio, los cuales a Leonora, como no tenía experiencia de otros, ni eran gustosos ni desabridos; y así, pasaba el tiempo con su dueña, doncellas y esclavas, y ellas, por pasarle mejor, dieron en ser golosas, y pocos días se pasaban sin hacer mil cosas a quien la miel y el azúcar hacen sabrosas. With this prevention made and the good man from Extremadura gathered in his home, he began to enjoy the fruits of the marriage as best he could, which Leonora, as she had no experience of others, were neither tasty nor tasteless; And thus, he spent time with his mistress, maids and slaves, and they, in order to have a better time, gave themselves a sweet tooth, and a few days spent without doing a thousand things that honey and sugar make tasty. Sobrábales para esto en grande abundancia lo que habían menester, y no menos sobraba en su amo la voluntad de dárselo, pareciéndole que con ello las tenía entretenidas y ocupadas, sin tener lugar donde ponerse a pensar en su encerramiento. Eles tinham muito do que precisavam para isso, e seu mestre não tinha menos vontade de dar a eles, parecia-lhe que com isso os mantinha entretidos e ocupados, sem ter onde pensar em seu confinamento.

Leonora andaba a lo igual con sus criadas, y se entretenía en lo mismo que ellas, y aun dio con su simplicidad en hacer muñecas y en otras niñerías, que mostraban la llaneza de su condición y la terneza de sus años; todo lo cual era de grandísima satisfacción para el celoso marido, pareciéndole que había acertado a escoger la vida mejor que se la supo imaginar, y que por ninguna vía la industria ni la malicia humana podía perturbar su sosiego. Y así, sólo se desvelaba en traer regalos a su esposa y en acordarle le pidiese todos cuantos le viniesen al pensamiento, que de todos sería servida. Los días que iba a misa, que, como está dicho, era entre dos luces, venían sus padres y en la iglesia hablaban a su hija, delante de su marido, el cual les daba tantas dádivas que, aunque tenían lástima a su hija por la estrecheza en que vivía, la templaban con las muchas dádivas que Carrizales, su liberal yerno, les daba.

Levantábase de mañana y aguardaba a que el despensero viniese, a quien de la noche antes, por una cédula que ponían en el torno, le avisaban lo que había de traer otro día; y, en viniendo el despensero, salía de casa Carrizales, las más veces a pie, dejando cerradas las dos puertas, la de la calle y la de en medio, y entre las dos quedaba el negro. Íbase a sus negocios, que eran pocos, y con brevedad daba la vuelta; y, encerrándose, se entretenía en regalar a su esposa y acariciar a sus criadas, que todas le querían bien, por ser de condición llana y agradable, y, sobre todo, por mostrarse tan liberal con todas. He went to his businesses, which were few, and shortly turned around; and, shutting himself up, he amused himself by giving away his wife and caressing his maids, who all liked him well, for being of a flat and agreeable condition, and, above all, for being so liberal with all of them.

Desta manera pasaron un año de noviciado y hicieron profesión en aquella vida, determinándose de llevarla hasta el fin de las suyas: y así fuera si el sagaz perturbador del género humano no lo estorbara, como ahora oiréis.

Dígame ahora el que se tuviere por más discreto y recatado qué más prevenciones para su seguridad podía haber hecho el anciano Felipo, pues aun no consintió que dentro de su casa hubiese algún animal que fuese varón. Ditemi ora, chi è considerato il più discreto e pudico, quali precauzioni in più avrebbe potuto prendere per la sua sicurezza il vecchio Felippos, che non permetteva nemmeno a un animale maschio di stare in casa sua. A los ratones della jamás los persiguió gato, ni en ella se oyó ladrido de perro: todos eran del género femenino. I topi della non sono mai stati inseguiti da un gatto, né si è sentito l'abbaiare di un cane: erano tutti di sesso femminile. De día pensaba, de noche no dormía; él era la ronda y centinela de su casa y el Argos de lo que bien quería. Jamás entró hombre de la puerta adentro del patio. Con sus amigos negociaba en la calle. Las figuras de los paños que sus salas y cuadras adornaban, todas eran hembras, flores y boscajes. Toda su casa olía a honestidad, recogimiento y recato: aun hasta en las consejas que en las largas noches del invierno en la chimenea sus criadas contaban, por estar él presente, en ninguna ningún género de lascivia se descubría. La plata de las canas del viejo, a los ojos de Leonora, parecían cabellos de oro puro, porque el amor primero que las doncellas tienen se les imprime en el alma como el sello en la cera. L'argento dei capelli grigi del vecchio, agli occhi di Leonora, sembrò un capello d'oro puro, perché il primo amore delle fanciulle è impresso nella loro anima come un sigillo sulla cera. Su demasiada guarda le parecía advertido recato: pensaba y creía que lo que ella pasaba pasaban todas las recién casadas. No se desmandaban sus pensamientos a salir de las paredes de su casa, ni su voluntad deseaba otra cosa más de aquella que la de su marido quería; sólo los días que iba a misa veía las calles, y esto era tan de mañana que, si no era al volver de la iglesia, no había luz para mirallas. Il suo pensiero non usciva dalle mura di casa, né la sua volontà desiderava qualcosa di più di quella del marito; solo nei giorni in cui andava a messa vedeva le strade, e questo avveniva così presto al mattino che, tranne al ritorno dalla chiesa, non c'era luce per guardarle.

No se vio monasterio tan cerrado, ni monjas más recogidas, ni manzanas de oro tan guardadas; y con todo esto, no pudo en ninguna manera prevenir ni escusar de caer en lo que recelaba; a lo menos, en pensar que había caído.

Hay en Sevilla un género de gente ociosa y holgazana, a quien comúnmente suelen llamar gente de barrio. Éstos son los hijos de vecino de cada colación, y de los más ricos della; gente baldía, atildada y meliflua, de la cual y de su traje y manera de vivir, de su condición y de las leyes que guardan entre sí, había mucho que decir; pero por buenos respectos se deja.

Uno destos galanes, pues, que entre ellos es llamado virote (mozo soltero, que a los recién casados llaman mantones), asestó a mirar la casa del recatado Carrizales; y, viéndola siempre cerrada, le tomó gana de saber quién vivía dentro; y con tanto ahínco y curiosidad hizo la diligencia, que de todo en todo vino a saber lo que deseaba. Supo la condición del viejo, la hermosura de su esposa y el modo que tenía en guardarla; todo lo cual le encendió el deseo de ver si sería posible expunar, por fuerza o por industria, fortaleza tan guardada. Conosceva la condizione del vecchio, la bellezza della moglie e il modo in cui la teneva; tutto ciò accendeva in lui il desiderio di vedere se fosse possibile espugnare, con la forza o con l'industria, una fortezza così sorvegliata. Y, comunicándolo con dos virotes y un mantón, sus amigos, acordaron que se pusiese por obra; que nunca para tales obras faltan consejeros y ayudadores. E, comunicandoglielo con due catenacci e uno scialle, i suoi amici, acconsentirono che si facesse; perché a tali opere non mancano mai consiglieri e aiutanti.

Dificultaban el modo que se tendría para intentar tan dificultosa hazaña; y, habiendo entrado en bureo muchas veces, convinieron en esto: que, fingiendo Loaysa, que así se llamaba el virote, que iba fuera de la ciudad por algunos días, se quitase de los ojos de sus amigos, como lo hizo; y, hecho esto, se puso unos calzones de lienzo limpio y camisa limpia; pero encima se puso unos vestidos tan rotos y remendados, que ningún pobre en toda la ciudad los traía tan astrosos. Quitóse un poco de barba que tenía, cubrióse un ojo con un parche, vendóse una pierna estrechamente, y, arrimándose a dos muletas, se convirtió en un pobre tullido: tal, que el más verdadero estropeado no se le igualaba.

Con este talle se ponía cada noche a la oración a la puerta de la casa de Carrizales, que ya estaba cerrada, quedando el negro, que Luis se llamaba, cerrado entre las dos puertas. Puesto allí Loaysa, sacaba una guitarrilla algo grasienta y falta de algunas cuerdas, y, como él era algo músico, comenzaba a tañer algunos sones alegres y regocijados, mudando la voz por no ser conocido. Con esto, se daba priesa a cantar romances de moros y moras, a la loquesca, con tanta gracia, que cuantos pasaban por la calle se ponían a escucharle; y siempre, en tanto que cantaba, estaba rodeado de muchachos; y Luis, el negro, poniendo los oídos por entre las puertas, estaba colgado de la música del virote, y diera un brazo por poder abrir la puerta y escucharle más a su placer: tal es la inclinación que los negros tienen a ser músicos. With this, he hastened to sing ballads of Moors and blackberries, to the crazy, with such grace, that everyone who passed by on the street began to listen to him; and always, while he sang, he was surrounded by boys; and Luis, the negro, putting his ears between the doors, was hung up on the music of the bolt, and would give an arm to be able to open the door and listen to it more at his leisure: such is the inclination that blacks have to be musicians. Y, cuando Loaysa quería que los que le escuchaban le dejasen, dejaba de cantar y recogía su guitarra, y, acogiéndose a sus muletas, se iba.

Cuatro o cinco veces había dado música al negro (que por solo él la daba), pareciéndole que, por donde se había de comenzar a desmoronar aquel edificio, había y debía ser por el negro; y no le salió vano su pensamiento, porque, llegándose una noche, como solía, a la puerta, comenzó a templar su guitarra, y sintió que el negro estaba ya atento; y, llegándose al quicio de la puerta, con voz baja, dijo:

-¿Será posible, Luis, darme un poco de agua, que perezco de sed y no puedo cantar?

-No -dijo el negro-, porque no tengo la llave desta puerta, ni hay agujero por donde pueda dárosla.

-Pues, ¿quién tiene la llave?

-preguntó Loaysa.

-Mi amo -respondió el negro-, que es el más celoso hombre del mundo. Y si él supiese que yo estoy ahora aquí hablando con nadie, no sería más mi vida. And if he knew that I am now here talking to anyone, it would not be my life anymore. Pero, ¿quién sois vos que me pedís el agua?

-Yo -respondió Loaysa- soy un pobre estropeado de una pierna, que gano mi vida pidiendo por Dios a la buena gente; y, juntamente con esto, enseño a tañer a algunos morenos y a otra gente pobre; y ya tengo tres negros, esclavos de tres veinticuatros, a quien he enseñado de modo que pueden cantar y tañer en cualquier baile y en cualquier taberna, y me lo han pagado muy rebién.

-Harto mejor os lo pagara yo -dijo Luis- a tener lugar de tomar lición; pero no es posible, a causa que mi amo, en saliendo por la mañana, cierra la puerta de la calle, y cuando vuelve hace lo mismo, dejándome emparedado entre dos puertas. "I'd better pay you," said Luis, "to have a place to take a decision; but it is not possible, because my master, on leaving in the morning, closes the front door, and when he returns he does the same, leaving me sandwiched between two doors.

-¡Por Dios!, Luis -replicó Loaysa, que ya sabía el nombre del negro-, que si vos diésedes traza a que yo entrase algunas noches a daros lición, en menos de quince días os sacaría tan diestro en la guitarra, que pudiésedes tañer sin vergüenza alguna en cualquiera esquina; porque os hago saber que tengo grandísima gracia en el enseñar, y más, que he oído decir que vos tenéis muy buena habilidad; y, a lo que siento y puedo juzgar por el órgano de la voz, que es atiplada, debéis de cantar muy bien. "For God's sake, Luis," replied Loaysa, who already knew the black man's name, "if you gave me a plan for me to come in a few nights to give you lessons, in less than fifteen days I would get you so skilled on the guitar that you could play shamelessly in any corner; because I let you know that I have great grace in teaching, and more, that I have heard that you have very good ability; and, from what I feel and can judge from the organ of the voice, which is high pitched, you must sing very well.

-No canto mal -respondió el negro-; pero, ¿qué aprovecha?, pues no sé tonada alguna, si no es la de La Estrella de Venus y la de Por un verde prado, y aquélla que ahora se usa que dice:

A los hierros de una reja la turbada mano asida...

-Todas ésas son aire -dijo Loaysa- para las que yo os podría enseñar, porque sé todas las del moro Abindarráez, con las de su dama Jarifa, y todas las que se cantan de la historia del gran sofí Tomunibeyo, con las de la zarabanda a lo divino, que son tales, que hacen pasmar a los mismos portugueses; y esto enseño con tales modos y con tanta facilidad que, aunque no os deis priesa a aprender, apenas habréis comido tres o cuatro moyos de sal, cuando ya os veáis músico corriente y moliente en todo género de guitarra.

A esto suspiró el negro y dijo:

-¿Qué aprovecha todo eso, si no sé cómo meteros en casa?

-Buen remedio -dijo Loaysa-: procurad vos tomar las llaves a vuestro amo, y yo os daré un pedazo de cera, donde las imprimiréis de manera que queden señaladas las guardas en la cera; que, por la afición que os he tomado, yo haré que un cerrajero amigo mío haga las llaves, y así podré entrar dentro de noche y enseñaros mejor que al Preste Juan de las Indias, porque veo ser gran lástima que se pierda una tal voz como la vuestra, faltándole el arrimo de la guitarra; que quiero que sepáis, hermano Luis, que la mejor voz del mundo pierde de sus quilates cuando no se acompaña con el instrumento, ora sea de guitarra o clavicímbano, de órganos o de arpa; pero el que más a vuestra voz le conviene es el instrumento de la guitarra, por ser el más mañero y menos costoso de los instrumentos.

-Bien me parece eso -replicó el negro-; pero no puede ser, pues jamás entran las llaves en mi poder, ni mi amo las suelta de la mano de día, y de noche duermen debajo de su almohada.

-Pues haced otra cosa, Luis -dijo Loaysa-, si es que tenéis gana de ser músico consumado; que si no la tenéis, no hay para qué cansarme en aconsejaros.

-¡Y cómo si tengo gana! -replicó Luis-. Y tanta, que ninguna cosa dejaré de hacer, como sea posible salir con ella, a trueco de salir con ser músico.

-Pues ansí es -dijo el virote-, yo os daré por entre estas puertas, haciendo vos lugar quitando alguna tierra del quicio; digo que os daré unas tenazas y un martillo, con que podáis de noche quitar los clavos de la cerradura de loba con mucha facilidad, y con la misma volveremos a poner la chapa, de modo que no se eche de ver que ha sido desclavada; y, estando yo dentro, encerrado con vos en vuestro pajar, o adonde dormís, me daré tal priesa a lo que tengo de hacer, que vos veáis aun más de lo que os he dicho, con aprovechamiento de mi persona y aumento de vuestra suficiencia. Y de lo que hubiéremos de comer no tengáis cuidado, que yo llevaré matalotaje para entrambos y para más de ocho días; que discípulos tengo yo y amigos que no me dejarán mal pasar.

-De la comida -replicó el negro- no habrá de qué temer, que, con la ración que me da mi amo y con los relieves que me dan las esclavas, sobrará comida para otros dos. Venga ese martillo y tenazas que decís, que yo haré por junto a este quicio lugar por donde quepa, y le volveré a cubrir y tapar con barro; que, puesto que dé algunos golpes en quitar la chapa, mi amo duerme tan lejos desta puerta, que será milagro, o gran desgracia nuestra, si los oye.

-Pues, a la mano de Dios -dijo Loaysa-: que de aquí a dos días tendréis, Luis, todo lo necesario para poner en ejecución nuestro virtuoso propósito; y advertid en no comer cosas flemosas, porque no hacen ningún provecho, sino mucho daño a la voz.

-Ninguna cosa me enronquece tanto -respondió el negro- como el vino, pero no me lo quitaré yo por todas cuantas voces tiene el suelo.

-No digo tal -dijo Loaysa-, ni Dios tal permita. Bebed, hijo Luis, bebed, y buen provecho os haga, que el vino que se bebe con medida jamás fue causa de daño alguno.

-Con medida lo bebo -replicó el negro-: aquí tengo un jarro que cabe una azumbre justa y cabal; éste me llenan las esclavas, sin que mi amo lo sepa, y el despensero, a solapo, me trae una botilla, que también cabe justas dos azumbres, con que se suplen las faltas del jarro.

-Digo -dijo Loaysa- que tal sea mi vida como eso me parece, porque la seca garganta ni gruñe ni canta.

-Andad con Dios -dijo el negro-; pero mirad que no dejéis de venir a cantar aquí las noches que tardáredes en traer lo que habéis de hacer para entrar acá dentro, que ya me comen los dedos por verlos puestos en la guitarra.

-Y ¡cómo si vendré! -And as if I will come! -replicó Loaysa-. Y aun con tonadicas nuevas. And even with new tunes.

-Eso pido -dijo Luis-; y ahora no me dejéis de cantar algo, porque me vaya a acostar con gusto; y, en lo de la paga, entienda el señor pobre que le he de pagar mejor que un rico.

-No reparo en eso -dijo Loaysa-; que, según yo os enseñaré, así me pagaréis, y por ahora escuchad esta tonadilla, que cuando esté dentro veréis milagros.

-Sea en buen hora -respondió el negro.

Y, acabado este largo coloquio, cantó Loaysa un romancito agudo, con que dejó al negro tan contento y satisfecho, que ya no veía la hora de abrir la puerta.

Apenas se quitó Loaysa de la puerta, cuando, con más ligereza que el traer de sus muletas prometía, se fue a dar cuenta a sus consejeros de su buen comienzo, adivino del buen fin que por él esperaba. Hallólos y contó lo que con el negro dejaba concertado, y otro día hallaron los instrumentos, tales que rompían cualquier clavo como si fuera de palo.

No se descuidó el virote de volver a dar música al negro, ni menos tuvo descuido el negro en hacer el agujero por donde cupiese lo que su maestro le diese, cubriéndolo de manera que, a no ser mirado con malicia y sospechosamente, no se podía caer en el agujero.

La segunda noche le dio los instrumentos Loaysa, y Luis probó sus fuerzas; y, casi sin poner alguna, se halló rompidos los clavos y con la chapa de la cerradura en las manos: abrió la puerta y recogió dentro a su Orfeo y maestro; y, cuando le vio con sus dos muletas, y tan andrajoso y tan fajada su pierna, quedó admirado. No llevaba Loaysa el parche en el ojo, por no ser necesario, y, así como entró, abrazó a su buen discípulo y le besó en el rostro, y luego le puso una gran bota de vino en las manos, y una caja de conserva y otras cosas dulces, de que llevaba unas alforjas bien proveídas. Y, dejando las muletas, como si no tuviera mal alguno, comenzó a hacer cabriolas, de lo cual se admiró más el negro, a quien Loaysa dijo:

-Sabed, hermano Luis, que mi cojera y estropeamiento no nace de enfermedad, sino de industria, con la cual gano de comer pidiendo por amor de Dios, y ayudándome della y de mi música paso la mejor vida del mundo, en el cual todos aquellos que no fueren industriosos y tracistas morirán de hambre; y esto lo veréis en el discurso de nuestra amistad.

-Ello dirá -respondió el negro-; pero demos orden de volver esta chapa a su lugar, de modo que no se eche de ver su mudanza.

-En buen hora -dijo Loaysa.

Y, sacando clavos de sus alforjas, asentaron la cerradura de suerte que estaba tan bien como de antes, de lo cual quedó contentísimo el negro; y, subiéndose Loaysa al aposento que en el pajar tenía el negro, se acomodó lo mejor que pudo.

Encendió luego Luis un torzal de cera y, sin más aguardar, sacó su guitarra Loaysa; y, tocándola baja y suavemente, suspendió al pobre negro de manera que estaba fuera de sí escuchándole. Habiendo tocado un poco, sacó de nuevo colación y diola a su discípulo; y, aunque con dulce, bebió con tan buen talante de la bota, que le dejó más fuera de sentido que la música. Pasado esto, ordenó que luego tomase lición Luis, y, como el pobre negro tenía cuatro dedos de vino sobre los sesos, no acertaba traste; y, con todo eso, le hizo creer Loaysa que ya sabía por lo menos dos tonadas; y era lo bueno que el negro se lo creía, y en toda la noche no hizo otra cosa que tañer con la guitarra destemplada y sin las cuerdas necesarias.

Durmieron lo poco que de la noche les quedaba, y, a obra de las seis de la mañana, bajó Carrizales y abrió la puerta de en medio, y también la de la calle, y estuvo esperando al despensero, el cual vino de allí a un poco, y, dando por el torno la comida se volvió a ir, y llamó al negro, que bajase a tomar cebada para la mula y su ración; y, en tomándola, se fue el viejo Carrizales, dejando cerradas ambas puertas, sin echar de ver lo que en la de la calle se había hecho, de que no poco se alegraron maestro y discípulo.

Apenas salió el amo de casa, cuando el negro arrebató la guitarra y comenzó a tocar de tal manera que todas las criadas le oyeron, y por el torno le preguntaron:

-¿Qué es esto, Luis? ¿De cuándo acá tienes tú guitarra, o quién te la ha dado?

-¿Quién me la ha dado? -respondió Luis-. El mejor músico que hay en el mundo, y el que me ha de enseñar en menos de seis días más de seis mil sones.

-Y ¿dónde está ese músico? -preguntó la dueña.

-No está muy lejos de aquí -respondió el negro-; y si no fuera por vergüenza y por el temor que tengo a mi señor, quizá os le enseñara luego, y a fe que os holgásedes de verle.

-Y ¿adónde puede él estar que nosotras le podamos ver -replicó la dueña-, si en esta casa jamás entró otro hombre que nuestro dueño?

-Ahora bien -dijo el negro-, no os quiero decir nada hasta que veáis lo que yo sé y él me ha enseñado en el breve tiempo que he dicho.

-Por cierto -dijo la dueña- que, si no es algún demonio el que te ha de enseñar, que yo no sé quién te pueda sacar músico con tanta brevedad.

-Andad -dijo el negro-, que lo oiréis y lo veréis algún día.

-No puede ser eso -dijo otra doncella-, porque no tenemos ventanas a la calle para poder ver ni oír a nadie.

-Bien está -dijo el negro-; que para todo hay remedio si no es para escusar la muerte; y más si vosotras sabéis o queréis callar.

-¡Y cómo que callaremos, hermano Luis! -dijo una de las esclavas-. Callaremos más que si fuésemos mudas; porque te prometo, amigo, que me muero por oír una buena voz, que después que aquí nos emparedaron, ni aun el canto de los pájaros habemos oído.

Todas estas pláticas estaba escuchando Loaysa con grandísimo contento, pareciéndole que todas se encaminaban a la consecución de su gusto, y que la buena suerte había tomado la mano en guiarlas a la medida de su voluntad.

Despidiéronse las criadas con prometerles el negro que, cuando menos se pensasen, las llamaría a oír una muy buena voz; y, con temor que su amo volviese y le hallase hablando con ellas, las dejó y se recogió a su estancia y clausura. Quisiera tomar lición, pero no se atrevió a tocar de día, porque su amo no le oyese, el cual vino de allí a poco espacio, y, cerrando las puertas según su costumbre, se encerró en casa. Y, al dar aquel día de comer por el torno al negro, dijo Luis a una negra que se lo daba, que aquella noche, después de dormido su amo, bajasen todas al torno a oír la voz que les había prometido, sin falta alguna. Verdad es que antes que dijese esto había pedido con muchos ruegos a su maestro fuese contento de cantar y tañer aquella noche al torno, porque él pudiese cumplir la palabra que había dado de hacer oír a las criadas una voz estremada, asegurándole que sería en estremo regalado de todas ellas. Algo se hizo de rogar el maestro de hacer lo que él más deseaba; pero al fin dijo que haría lo que su buen discípulo pedía, sólo por darle gusto, sin otro interés alguno. Abrazóle el negro y diole un beso en el carrillo, en señal del contento que le había causado la merced prometida; y aquel día dio de comer a Loaysa tan bien como si comiera en su casa, y aun quizá mejor, pues pudiera ser que en su casa le faltara.

Llegóse la noche, y en la mitad della, o poco menos, comenzaron a cecear en el torno, y luego entendió Luis que era la cáfila, que había llegado; y, llamando a su maestro, bajaron del pajar, con la guitarra bien encordada y mejor templada. Preguntó Luis quién y cuántas eran las que escuchaban. Respondiéronle que todas, sino su señora, que quedaba durmiendo con su marido, de que le pesó a Loaysa; pero, con todo eso, quiso dar principio a su disignio y contentar a su discípulo; y, tocando mansamente la guitarra, tales sones hizo que dejó admirado al negro y suspenso el rebaño de las mujeres que le escuchaba.

Pues, ¿qué diré de lo que ellas sintieron cuando le oyeron tocar el Pésame dello y acabar con el endemoniado son de la zarabanda, nuevo entonces en España? No quedó vieja por bailar, ni moza que no se hiciese pedazos, todo a la sorda y con silencio estraño, poniendo centinelas y espías que avisasen si el viejo despertaba. Cantó asimismo Loaysa coplillas de la seguida, con que acabó de echar el sello al gusto de las escuchantes, que ahincadamente pidieron al negro les dijese quién era tan milagroso músico. El negro les dijo que era un pobre mendigante: el más galán y gentil hombre que había en toda la pobrería de Sevilla. Rogáronle que hiciese de suerte que ellas le viesen, y que no le dejase ir en quince días de casa, que ellas le regalarían muy bien y darían cuanto hubiese menester. Preguntáronle qué modo había tenido para meterle en casa. A esto no les respondió palabra; a lo demás dijo que, para poderle ver, hiciesen un agujero pequeño en el torno, que después lo taparían con cera; y que, a lo de tenerle en casa, que él lo procuraría.

Hablólas también Loaysa, ofreciéndoseles a su servicio, con tan buenas razones, que ellas echaron de ver que no salían de ingenio de pobre mendigante. Rogáronle que otra noche viniese al mismo puesto; que ellas harían con su señora que bajase a escucharle, a pesar del ligero sueño de su señor, cuya ligereza no nacía de sus muchos años, sino de sus muchos celos. A lo cual dijo Loaysa que si ellas gustaban de oírle sin sobresalto del viejo, que él les daría unos polvos que le echasen en el vino, que le harían dormir con pesado sueño más tiempo del ordinario.

-¡Jesús, valme -dijo una de las doncellas-, y si eso fuese verdad, qué buena ventura se nos habría entrado por las puertas, sin sentillo y sin merecello! No serían ellos polvos de sueño para él, sino polvos de vida para todas nosotras y para la pobre de mi señora Leonora, su mujer, que no la deja a sol ni a sombra, ni la pierde de vista un solo momento. ¡Ay, señor mío de mi alma, traiga esos polvos: así Dios le dé todo el bien que desea! Vaya y no tarde; tráigalos, señor mío, que yo me ofrezco a mezclarlos en el vino y a ser la escanciadora; y pluguiese a Dios que durmiese el viejo tres días con sus noches, que otros tantos tendríamos nosotras de gloria.

-Pues yo los trairé -dijo Loaysa-; y son tales, que no hacen otro mal ni daño a quien los toma si no es provocarle a sueño pesadísimo.

Todas le rogaron que los trujese con brevedad, y, quedando de hacer otra noche con una barrena el agujero en el torno, y de traer a su señora para que le viese y oyese, se despidieron; y el negro, aunque era casi el alba, quiso tomar lición, la cual le dio Loaysa, y le hizo entender que no había mejor oído que el suyo en cuantos discípulos tenía: y no sabía el pobre negro, ni lo supo jamás, hacer un cruzado.