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Filosofía aquí y ahora (T1), Nietzsche: Dios ha muerto - Capítulo 12 - Primera temporada

Nietzsche: Dios ha muerto - Capítulo 12 - Primera temporada

Este es un programa de filosofía por televisión.

¿Ustedes se preguntaron por qué estamos aquí?

Yo existo porque pienso.

El hombre piensa.

Es el lugar en el cual todos los saberes son pensados.

Descartes es un héroe del pensamiento.

Es difícil enfrentar las grandes cuestiones.

Es un libro de Jean Paul Sartre, "Crítica de la razón dialéctica".

Esta es la historia de la filosofía de Hegel.

La filosofía es la totalidad de lo real porque piensa la totalidad de lo real.

Encuentro doce.

Nietzsche: "Dios ha muerto".

¿Qué es la voluntad de poder?

¿Cuál es la dinámica de la voluntad de poder?

¿La verdad es una creación del poder?

¿Qué es el dionisismo?

Continuamos con Nietzsche.

Habíamos dicho que el principio fundamental de la filosofía de Nietzsche es el concepto de vida.

Ahora, este concepto de vida está interiormente muy elaborado en Nietzsche, ante todo, parte de la negación del mundo suprasensible platónico y parte de llevar los valores a este suelo nutricio vital, pero ¿qué es la vida en Nietzsche?

La vida en Nietzsche –esto es fundamental, decisivo– tiene dos valores: los valores de conservación y de aumento.

Hay vida porque la vida tiende a conservarse.

Conservándose va a poder aumentar, pero la vida también sabe que, si solamente se conserva, va a morir.

Conservarse es morir.

Solo aquello que nos hace aumentar, que nos hace tener más vida, nos permite conservar lo que tenemos.

Pero, aquí entramos en un aspecto esencial, este espacio vital que Nietzsche describe con las categorías de conservación y aumento, para Nietzsche, va a ser la voluntad de poder.

Acá comenzamos el análisis del concepto fundamental en Nietzsche de voluntad de poder.

Para mí, es el concepto central de la filosofía nietzscheana, otros van a decir que no porque se basa en un libro que, dicen, Nietzsche no llegó a terminar.

Sin embargo, van a decir también que en esto yo estoy de acuerdo con Heidegger y, en este punto, sí, estoy de acuerdo con Heidegger porque Heidegger interpretó muy bien a Nietzsche porque Heidegger interpreta a Nietzsche desde una visión muy cercana a la del nacionalsocialismo y yo estoy bastante de acuerdo en considerar que Nietzsche es un protonacionalsocialista y que Heidegger fue, en efecto, un pensador nacionalsocialista.

La enorme complejidad de esta cuestión es que los dos fueron desaforadamente geniales.

Es decir, no es cuestión de ser nacionalsocialista y tirarlos a un costado.

No se puede tirar a un costado a semejantes pensadores porque la historia de la filosofía no se entiende.

Es tal la influencia de Nietzsche, es tal la influencia de Heidegger, que, si los dejamos de lado, no entendemos la filosofía del siglo XX en totalidad.

De modo que, pensemos lo que pensemos sobre Nietzsche y Heidegger y sus opciones políticas, tenemos que estudiarlos a fondo.

Voluntad de poder.

Los dos ejes dinámicos de la voluntad de poder son los de conservación y aumento.

La voluntad de poder es el devenir de la vida.

Hay un devenir de la vida porque la vida es voluntad de poder.

Fíjense en la belleza estética de esta idea. La vida deviene porque es voluntad de poder.

¿Qué es la voluntad de poder?

La voluntad de poder, como dije, se estructura en base a estos dos conceptos: conservación y aumento.

La voluntad de poder conquista, obtiene, domina. Todo eso que tiene lo tiene que conservar, pero hay algo –y esta es una idea genial–, hay algo que la voluntad de poder tiene que querer ante todo para poder realizarse, la voluntad de poder tiene que quererse a sí misma, la voluntad de poder tiene que querer a la voluntad de poder, es decir, es un impulso vital que se quiere a sí mismo por sobre todas las otras cosas.

Así como el deseo hegeliano se quería a sí mismo por sobre todas las otras cosas y no le importaba morir con tal de conservar ese deseo, bueno, la voluntad de poder-- Aquí ven ustedes las ligazones que se pueden establecer entre las filosofías porque las filosofías no andan una por allá y otra por acá.

No, no, Nietzsche había estudiado muy bien "La dialéctica del amo y el esclavo" en Hegel y Hegel había dicho: "El deseo es deseo porque, ante todo, se desea a sí mismo. Si el deseo se desea a sí mismo es porque encuentra en sí, en tanto deseo, su condición de posibilidad y, para que ese deseo sea más importante que el miedo a morir, ese deseo tiene que desearse mucho a sí mismo".

Entonces, en la voluntad de poder, Nietzsche toma este esquema y dice: "Lo primero que tiene que querer la voluntad de poder no es dominar lo que está más allá. Lo primero que tiene que querer la voluntad de poder es la voluntad de poder, la voluntad se quiere a sí misma".

Una vez que la voluntad se quiere a sí misma, advierte la voluntad de poder que todo aquello que conquista lo tiene que conservar, pero también advierte –y este es el paso fundamental– que, si todo aquello que conquista lo tiene que conservar y, si meramente lo conserva, se muere.

El que solamente conserva lo que conquistó se muere porque, para conservar lo que uno conquistó, tiene que seguir conquistando.

La voluntad de poder tiene que ir aumentando constantemente su poder, sus conquistas. Es un ir más allá constante, ¿no?

En esto es también como la intencionalidad de la conciencia en Husserl y más en Sartre.

Cuando Sartre dice que la conciencia fenomenológica es una conciencia que está arrojada al mundo, que siempre va más allá de sí misma, lo está tomando de la voluntad de poder en Nietzsche.

La voluntad de poder en Nietzsche es intencional, es decir que se arroja, tiene intenciones sobre el mundo, pero-- (Corrigiéndose) Y, no pero. Y esta voluntad de poder conquista.

La vida es voluntad de poder, el mundo es voluntad de poder.

Bush, ahora, en Irak, es voluntad de poder.

¿Qué está haciendo Bush? Bush está en un tembladeral tremendo, la voluntad de poder del Imperio norteamericano está ahora en Irak y está advirtiendo que, si solamente conserva lo que tiene, se hunde, se muere, desaparece, y, si se retira, es la ignominia, entonces, para conservar lo que tiene, la voluntad de poder del imperio bélico comunicacional, que es el Imperio norteamericano, tiene que seguir creciendo.

Por lo tanto, uno puede augurar, basándose en la concepción nietzscheana de la voluntad de poder, que la voluntad de poder norteamericana, para conservar lo que tiene conquistado en el islam, va a tener que seguir conquistando, va a tener que seguir aumentando su poder porque la voluntad de poder no se detiene nunca o, en todo caso, y eso es terrible para nosotros, si se retira de Irak esa voluntad de poder, va a seguir creciendo a costa nuestra, ahí vendría el problema para América Latina.

La dinámica de la voluntad de poder es no detenerse nunca.

Aquí entra el concepto de espacio vital, típico de los nacionalsocialistas.

Hitler, cuando aparece belicosamente en la política internacional, dice: "Yo soy Alemania y, en tanto Alemania, vengo a reclamar mi espacio vital y, si no me lo dan, lo voy a conquistar". Ese es un guerrero nietzscheano, esa es la bestia rubia germánica que tanto admiraba Nietzsche.

En 1933, Hitler va a visitar a la hermana de Nietzsche, Elisabeth Förster-Nietzsche, y también se saca una foto junto a un busto de Nietzsche. Pero no nos vamos a dispersar. Hitler encarna, por supuesto, la voluntad de poder nietzscheana en el concepto de espacio vital.

Necesitamos expandirnos porque, si nos quedamos con lo que tenemos, nos morimos, y esto nos lo enseñó nuestro gran filósofo Friedrich Nietzsche en su gran libro "La voluntad del poder" que el gran maestro Martin Heidegger nos ha explicado.

Entonces, la voluntad de poder no puede detenerse nunca, la voluntad de poder, si meramente conserva lo que conquistó, muere y la voluntad de poder, para conservarse, tiene que aumentar.

Entonces, al tener que, la voluntad de poder, aumentar constantemente-- esto es el devenir de la vida. La vida deviene por esta mecánica vital, por esta potencia que tiene la voluntad de poder.

Todo esto Nietzsche lo toma en "La gaya ciencia", en una frase que se ha hecho célebre que es "Dios ha muerto".

Para bajar un poco el nivel y decir un chiste, una vez pasé por una pared –fíjense los grafitis que hay en Buenos Aires, esta es una ciudad cultísima– y habían escrito: "Dios ha muerto. Nietzsche". Y, abajo: "Nietzsche ha muerto. Dios".

Bueno, es una ciudad de chistes cultísimos, no en vano es la gran capital de la cultura en Sudamérica.

Bueno. ¿Qué quiere decir que Dios ha muerto? Que Dios ha muerto significa que todos los valores suprasensibles, que todos los valores que tenían que ver con la imagen de Dios en tanto instancia suprema por sobre del hombre y en tanto, también, instancia fundadora porque Dios es el fundamento de todo pensamiento que lo acepte, es decir, si yo acepto la idea de Dios, no puedo partir de otro estamento conceptual que no sea el de Dios.

El tipo que dice: "Yo creo en Dios" solucionó todo, puede no pensar más a partir de ahí porque Dios piensa por él, Dios sufre por él, Dios tiene angustias por él, Dios va a morir por él porque lo va a hacer morir prometiéndole un futuro paraíso de bienaventuranzas y de goces –de goces espirituales, por supuesto–, pero el tipo que, como Nietzsche, dice que Dios ha muerto está diciendo: "Mi filosofía va a tener otro fundamento. Yo no necesito el fundamento de Dios, mi filosofía va a tener el fundamento de la vida".

La vida es todo esto que he venido diciendo que es, la vida es devenir, la vida es potencia y la verdad es aquello que la voluntad de poder conquista.

Tenemos que hablar sobre el tema de la verdad y de la verdad como conquista de la voluntad de poder porque hay una frase excepcional de Nietzsche que dice: "No hay hechos, hay interpretaciones". Esta es una frase descomunal. Si no hay hechos y solo hay interpretaciones, ¿dónde está la verdad?

La verdad, va a decir Nietzsche –y en esto Michel Foucault lo va a seguir muy bien porque Foucault es un gran discípulo de Nietzsche–, la verdad es una conquista de la voluntad de poder.

Hay cientos de verdades... cientos de verdades.

Usted agarre los cinco, seis diarios que salen a la mañana, o menos en Buenos Aires, escuche las radios, si tiene ganas de amargarse el día, pero, bueno, haga esa experiencia y va a ver que hay unas veinte interpretaciones de cada hecho.

Una interpretación no es la verdad. Hay un hecho, pero después hay veinte interpretaciones.

¿Cuál es la verdad? La verdad es la que la voluntad de poder logra imponer.

O sea que hay una relación entre verdad y poder. La verdad es una creación del poder.

La verdad es, por ejemplo, dictar la agenda.

Si yo tengo un diario a la mañana, dos radios a la mañana, dos radios a la tarde y un-- y dos canales de televisión a la noche, a la mañana lanzo cualquier noticia en la primera de las radios, en la segunda de las radios, llamo a uno de los implicados en la noticia y lo pongo en contacto con cualquier otra persona, discuten, se pelean, ya tengo armada más la noticia; en el noticioso del mediodía, digo: "Gran debate entre fulano y mengano", debaten, entran otros, opinan otros; a la tarde, saco en la primera plana: "El escándalo del día es este" –el que yo largué a la mañanita, nomás– y, a la noche, hago una enorme mesa redonda en mi canal con todos los grandes filósofos, pensadores, periodistas, economistas, y todo el mundo está discutiendo lo que, a la mañana, a mí se me ocurrió largar en mi pequeño periódico de la mañana.

Esa es la verdad del poder.

Ahí nadie está discutiendo la verdad, está discutiendo la verdad que un determinado poder mediático impuso ese día en la sociedad.

Entonces, con esto quiero decir que la verdad es hija del poder... la verdad es hija del poder.

Por ejemplo –damos un ejemplo más contundente–, cuando Jean Baudrillard el filósofo posmoderno, un tipo muy inteligente, al comienzo de los noventa, escribió un libro que se llamaba "La guerra del Golfo no ha tenido lugar", lo que quería decir es que, de esa guerra, nadie vio nada, nos transmitieron por televisión un montón de brillos y ¿dónde está la verdad?

La verdad era esos brillos, esa era la guerra del Golfo. De la guerra del Golfo supimos muy poco.

Incluso de lo que está pasando en Irak, de lo que está pasando en Guantánamo sabemos lo que nos hacen saber.

¿Y por qué sabemos lo que nos hacen saber? Porque ellos tienen el poder de hacernos saber lo que quieren que nosotros sepamos.

Entonces, la verdad es la colisión de las verdades porque a esa verdad, que yo sé que se me está imponiendo por los medios de comunicación, le voy a oponer otra, desde otro lado, que, seguramente, es mucho más débil, pero es otra verdad, otra verdad, otra verdad y otra verdad.

Las verdades incluso colisionan entre ellas, se odian entre ellas, guerrean entre ellas, pero la que triunfa, la que establece una hegemonía siempre es la que está respaldada por la mayor fuente de poder que la emite.

Entonces, este es el concepto que Nietzsche maneja de verdad, es decir, la verdad es una conquista de esta voluntad de poder.

El pensamiento de Nietzsche, como vemos, es un pensamiento belicoso que concibe a la verdad como lucha, que concibe a la verdad como, justamente, como una expresión poderosa de esa voluntad que necesita aumentar constantemente para conservarse y, para aumentar, tiene que conquistar y, para conquistar, tiene que establecer sus verdades como la verdad.

Cuando yo establezco mi verdad como la verdad, mi voluntad de poder ha triunfado.

Nietzsche va a llamar "nihilismo", por fin, a ese poder que tuvo el pensamiento platónico de las ideas perfectas o el pensamiento religioso, también, sobre la vida.

¿Qué le reprocha Nietzsche al pensamiento suprasensible?

Le reprocha que ese pensamiento suprasensible, de idealidades perfectas en sí mismas, ha "nihilizado" la vida, entonces, él "nihiliza" a Dios, es decir, "nihilizar" a Dios es negar a Dios, reducirlo a cenizas.

Este pensamiento reduce a Dios a cenizas porque lo que pone prepotentemente como su meta es la verdad de la vida, la verdad del devenir, la verdad de los dos conceptos de conservación y aumento, la verdad de la voluntad de poder y la verdad de la conquista de la verdad como conquista de la voluntad de poder.

Cuanto más poderosos seamos, más dueños de la verdad vamos a ser porque más poder vamos a tener para imponerla.

Si nos remitimos a los griegos, vamos a encontrar y vamos a entender más qué es lo que Nietzsche quiere decir.

Nietzsche-- La primera obra de Nietzsche es "El origen de la tragedia". Yo creo que Nietzsche no era un filósofo muy culto, pero era un filósofo de una enorme riqueza, muy buen escritor, y ustedes observen lo siguiente: Nietzsche, con su concepción de la historia viene a quebrar el optimismo hegeliano, el optimismo de Marx basado en que, alguna vez, sin duda alguna, una clase social privilegiada iba a ordenar la historia.

No, para Nietzsche, la historia es caos... es caos y ese caos lo deslumbra.

La historia son verdades que colisionan las unas contra las otras, la historia es la lucha por imponer mi poder al poder del otro y, al someter el poder del otro y mi poder resultar ganador, mi poder va a instaurar una verdad y esa va a ser la verdad.

Todo este remolino es lo que Nietzsche va a llamar "dionisismo", está basado en el culto de Dioniso. Dioniso, o Dionisio-- Acá lo vamos a llamar Dioniso. Dioniso, el dionisismo es un culto griego basado en la-- digamos, la esplendidez de la embriaguez, es decir, son las fiestas dionisíacas, después van a devenir las fiestas báquicas entre los romanos, en la cual cada miembro se entrega a la embriaguez.

Esta es una hermosa frase de Hegel, Hegel va a decir: "La verdad es ese juego de infinitos contrarios en el que cada miembro se entrega a la embriaguez".

Muy linda definición de verdad en Hegel, que Nietzsche suscribiría.

Lo que va a decir Nietzsche es: "Yo tengo una concepción dionisíaca de la historia. Lo que yo veo en la historia no es la racionalidad de Apolo".

Los griegos tenían dos dioses: Dioniso y Apolo. Dioniso era el dios de la embriaguez, es decir, el yo se pierde en la fiesta dionisíaca, esto es lo que más va a valorar Nietzsche, la pérdida del yo, la pérdida de la individualidad.

En este sentido, es totalmente antirromántico en un siglo romántico, es antihistoricista en el siglo de la historia, es un tipo muy original.

Pero lo que va a decir Nietzsche es, justamente, en la fiesta dionisíaca, a través de la embriaguez, cada uno pierde el sentido del yo y hay que atreverse a perder el sentido de la individuación porque, allí, donde perdemos el sentido de la individuación, estamos cerca de la locura y ni usted ni yo queremos sentir la cercanía de la locura porque eso sí que es el terror.

Entonces, hay que tener el coraje de entrar en la fiesta dionisíaca, embriagarse hasta morir o hasta vivir hasta los extremos de ya no saber quién o qué es uno.

Esto es lo que Nietzsche llama "dionisíaco", su concepción de la historia, su concepción de la voluntad de poder, de la bestia rubia, de las aves de rapiña, de los guerreros, toda esta concepción es dionisíaca, sanguínea, barbárica, conquistadora, y es, en este sentido, por supuesto, que les viene como servida a los nacionalsocialistas, lógico.

No es que Nietzsche se lo haya propuesto, pero hizo los méritos suficientes.

Alfred Baeumler va a ser, durante el régimen de Hitler, el que va a editar las obras completas de Nietzsche y Alfred Rosenberg, el autor de "El mito del siglo XX" que lo van a ahorcar en Núremberg, es el que va a imponer a Nietzsche como lectura oficial del Tercer Reich.

Pero tengamos claro esto: el dionisismo se opone a lo apolíneo. Lo apolíneo es lo claro y distinto cartesiano, digamos, es la razón, la racionalidad, el control.

Un ser apolíneo no pierde su individualidad ni se embriaga en una bacanal a través de la cual va a perder su centro porque lo fundamental del dionisismo es que pierde el centro del yo y, en este sentido, Nietzsche es totalmente anticartesiano porque reniega de la centralidad del ego, el ego se pierde en la fiesta dionisíaca.

Entonces, este es un pensador que exalta los instintos. Para Nietzsche, no hay nada más hermoso que entregarse a los instintos. Los instintos son la verdad y la razón de Occidente ha venido a cercenar al hombre.

Este es el mensaje más poderoso que Nietzsche deja para quienes habrán de sucederlo y encontrar en él una riqueza profunda en este pensamiento-- en este preciso pensamiento dionisíaco de Nietzsche.

Hay un poema de William Blake, un poeta, que dice: "Todo deseo contenido engendra peste".

Y Nietzsche va a decir: "Todos los instintos que el hombre contiene en sí a través de la cultura apolíneoburguesa, a través de la piedad, la compasión y el ascetismo cristianos que censuran, que laceran a los instintos más auténticos, salvajes, brutales, descontrolados del hombre, todo eso es peste. Lo que el hombre necesita es entregarse desaforadamente, desbocadamente a sus propios instintos y ahí perderse como hombre racional y recuperarse, sí, como ave de rapiña, como bestia, es decir, como guerrero bárbaro que se goza a sí mismo y goza a los demás en medio de una orgía interminable".

Ese es el hombre de los instintos que Nietzsche nos plantea, como vemos, algo muy distinto del hombre racional cartesiano, del sujeto constituyente kantiano y del sujeto absoluto hegeliano.

Cuando Hegel dice: "Lo real es racional, lo racional es real", Nietzsche le diría: "Nada de eso, nada de eso. Los instintos, dionisismo y locura".

La voluntad de poder es el devenir de la vida.

Hay un devenir de la vida porque la vida es voluntad de poder.

Conservarse es morir, solo aquello que nos hace aumentar nos hace tener más vida, nos permite conservar lo que tenemos.

La voluntad de poder tiene que ir aumentando constantemente su poder, su conquista.

No hay hechos, hay interpretaciones.


Nietzsche: Dios ha muerto - Capítulo 12 - Primera temporada

Este es un programa de filosofía por televisión.

¿Ustedes se preguntaron por qué estamos aquí?

Yo existo porque pienso.

El hombre piensa.

Es el lugar en el cual todos los saberes son pensados.

Descartes es un héroe del pensamiento.

Es difícil enfrentar las grandes cuestiones.

Es un libro de Jean Paul Sartre, "Crítica de la razón dialéctica".

Esta es la historia de la filosofía de Hegel.

La filosofía es la totalidad de lo real porque piensa la totalidad de lo real.

Encuentro doce.

Nietzsche: "Dios ha muerto".

¿Qué es la voluntad de poder?

¿Cuál es la dinámica de la voluntad de poder?

¿La verdad es una creación del poder?

¿Qué es el dionisismo?

Continuamos con Nietzsche.

Habíamos dicho que el principio fundamental de la filosofía de Nietzsche es el concepto de vida.

Ahora, este concepto de vida está interiormente muy elaborado en Nietzsche, ante todo, parte de la negación del mundo suprasensible platónico y parte de llevar los valores a este suelo nutricio vital, pero ¿qué es la vida en Nietzsche?

La vida en Nietzsche –esto es fundamental, decisivo– tiene dos valores: los valores de conservación y de aumento.

Hay vida porque la vida tiende a conservarse.

Conservándose va a poder aumentar, pero la vida también sabe que, si solamente se conserva, va a morir.

Conservarse es morir.

Solo aquello que nos hace aumentar, que nos hace tener más vida, nos permite conservar lo que tenemos.

Pero, aquí entramos en un aspecto esencial, este espacio vital que Nietzsche describe con las categorías de conservación y aumento, para Nietzsche, va a ser la voluntad de poder.

Acá comenzamos el análisis del concepto fundamental en Nietzsche de voluntad de poder.

Para mí, es el concepto central de la filosofía nietzscheana, otros van a decir que no porque se basa en un libro que, dicen, Nietzsche no llegó a terminar.

Sin embargo, van a decir también que en esto yo estoy de acuerdo con Heidegger y, en este punto, sí, estoy de acuerdo con Heidegger porque Heidegger interpretó muy bien a Nietzsche porque Heidegger interpreta a Nietzsche desde una visión muy cercana a la del nacionalsocialismo y yo estoy bastante de acuerdo en considerar que Nietzsche es un protonacionalsocialista y que Heidegger fue, en efecto, un pensador nacionalsocialista.

La enorme complejidad de esta cuestión es que los dos fueron desaforadamente geniales.

Es decir, no es cuestión de ser nacionalsocialista y tirarlos a un costado.

No se puede tirar a un costado a semejantes pensadores porque la historia de la filosofía no se entiende.

Es tal la influencia de Nietzsche, es tal la influencia de Heidegger, que, si los dejamos de lado, no entendemos la filosofía del siglo XX en totalidad.

De modo que, pensemos lo que pensemos sobre Nietzsche y Heidegger y sus opciones políticas, tenemos que estudiarlos a fondo.

Voluntad de poder.

Los dos ejes dinámicos de la voluntad de poder son los de conservación y aumento.

La voluntad de poder es el devenir de la vida.

Hay un devenir de la vida porque la vida es voluntad de poder.

Fíjense en la belleza estética de esta idea. La vida deviene porque es voluntad de poder.

¿Qué es la voluntad de poder?

La voluntad de poder, como dije, se estructura en base a estos dos conceptos: conservación y aumento.

La voluntad de poder conquista, obtiene, domina. Todo eso que tiene lo tiene que conservar, pero hay algo –y esta es una idea genial–, hay algo que la voluntad de poder tiene que querer ante todo para poder realizarse, la voluntad de poder tiene que quererse a sí misma, la voluntad de poder tiene que querer a la voluntad de poder, es decir, es un impulso vital que se quiere a sí mismo por sobre todas las otras cosas.

Así como el deseo hegeliano se quería a sí mismo por sobre todas las otras cosas y no le importaba morir con tal de conservar ese deseo, bueno, la voluntad de poder-- Aquí ven ustedes las ligazones que se pueden establecer entre las filosofías porque las filosofías no andan una por allá y otra por acá.

No, no, Nietzsche había estudiado muy bien "La dialéctica del amo y el esclavo" en Hegel y Hegel había dicho: "El deseo es deseo porque, ante todo, se desea a sí mismo. Si el deseo se desea a sí mismo es porque encuentra en sí, en tanto deseo, su condición de posibilidad y, para que ese deseo sea más importante que el miedo a morir, ese deseo tiene que desearse mucho a sí mismo".

Entonces, en la voluntad de poder, Nietzsche toma este esquema y dice: "Lo primero que tiene que querer la voluntad de poder no es dominar lo que está más allá. Lo primero que tiene que querer la voluntad de poder es la voluntad de poder, la voluntad se quiere a sí misma".

Una vez que la voluntad se quiere a sí misma, advierte la voluntad de poder que todo aquello que conquista lo tiene que conservar, pero también advierte –y este es el paso fundamental– que, si todo aquello que conquista lo tiene que conservar y, si meramente lo conserva, se muere.

El que solamente conserva lo que conquistó se muere porque, para conservar lo que uno conquistó, tiene que seguir conquistando.

La voluntad de poder tiene que ir aumentando constantemente su poder, sus conquistas. Es un ir más allá constante, ¿no?

En esto es también como la intencionalidad de la conciencia en Husserl y más en Sartre.

Cuando Sartre dice que la conciencia fenomenológica es una conciencia que está arrojada al mundo, que siempre va más allá de sí misma, lo está tomando de la voluntad de poder en Nietzsche.

La voluntad de poder en Nietzsche es intencional, es decir que se arroja, tiene intenciones sobre el mundo, pero-- (Corrigiéndose) Y, no pero. Y esta voluntad de poder conquista.

La vida es voluntad de poder, el mundo es voluntad de poder.

Bush, ahora, en Irak, es voluntad de poder.

¿Qué está haciendo Bush? Bush está en un tembladeral tremendo, la voluntad de poder del Imperio norteamericano está ahora en Irak y está advirtiendo que, si solamente conserva lo que tiene, se hunde, se muere, desaparece, y, si se retira, es la ignominia, entonces, para conservar lo que tiene, la voluntad de poder del imperio bélico comunicacional, que es el Imperio norteamericano, tiene que seguir creciendo.

Por lo tanto, uno puede augurar, basándose en la concepción nietzscheana de la voluntad de poder, que la voluntad de poder norteamericana, para conservar lo que tiene conquistado en el islam, va a tener que seguir conquistando, va a tener que seguir aumentando su poder porque la voluntad de poder no se detiene nunca o, en todo caso, y eso es terrible para nosotros, si se retira de Irak esa voluntad de poder, va a seguir creciendo a costa nuestra, ahí vendría el problema para América Latina.

La dinámica de la voluntad de poder es no detenerse nunca.

Aquí entra el concepto de espacio vital, típico de los nacionalsocialistas.

Hitler, cuando aparece belicosamente en la política internacional, dice: "Yo soy Alemania y, en tanto Alemania, vengo a reclamar mi espacio vital y, si no me lo dan, lo voy a conquistar". Ese es un guerrero nietzscheano, esa es la bestia rubia germánica que tanto admiraba Nietzsche.

En 1933, Hitler va a visitar a la hermana de Nietzsche, Elisabeth Förster-Nietzsche, y también se saca una foto junto a un busto de Nietzsche. Pero no nos vamos a dispersar. Hitler encarna, por supuesto, la voluntad de poder nietzscheana en el concepto de espacio vital.

Necesitamos expandirnos porque, si nos quedamos con lo que tenemos, nos morimos, y esto nos lo enseñó nuestro gran filósofo Friedrich Nietzsche en su gran libro "La voluntad del poder" que el gran maestro Martin Heidegger nos ha explicado.

Entonces, la voluntad de poder no puede detenerse nunca, la voluntad de poder, si meramente conserva lo que conquistó, muere y la voluntad de poder, para conservarse, tiene que aumentar.

Entonces, al tener que, la voluntad de poder, aumentar constantemente-- esto es el devenir de la vida. La vida deviene por esta mecánica vital, por esta potencia que tiene la voluntad de poder.

Todo esto Nietzsche lo toma en "La gaya ciencia", en una frase que se ha hecho célebre que es "Dios ha muerto".

Para bajar un poco el nivel y decir un chiste, una vez pasé por una pared –fíjense los grafitis que hay en Buenos Aires, esta es una ciudad cultísima– y habían escrito: "Dios ha muerto. Nietzsche". Y, abajo: "Nietzsche ha muerto. Dios".

Bueno, es una ciudad de chistes cultísimos, no en vano es la gran capital de la cultura en Sudamérica.

Bueno. ¿Qué quiere decir que Dios ha muerto? Que Dios ha muerto significa que todos los valores suprasensibles, que todos los valores que tenían que ver con la imagen de Dios en tanto instancia suprema por sobre del hombre y en tanto, también, instancia fundadora porque Dios es el fundamento de todo pensamiento que lo acepte, es decir, si yo acepto la idea de Dios, no puedo partir de otro estamento conceptual que no sea el de Dios.

El tipo que dice: "Yo creo en Dios" solucionó todo, puede no pensar más a partir de ahí porque Dios piensa por él, Dios sufre por él, Dios tiene angustias por él, Dios va a morir por él porque lo va a hacer morir prometiéndole un futuro paraíso de bienaventuranzas y de goces –de goces espirituales, por supuesto–, pero el tipo que, como Nietzsche, dice que Dios ha muerto está diciendo: "Mi filosofía va a tener otro fundamento. Yo no necesito el fundamento de Dios, mi filosofía va a tener el fundamento de la vida".

La vida es todo esto que he venido diciendo que es, la vida es devenir, la vida es potencia y la verdad es aquello que la voluntad de poder conquista.

Tenemos que hablar sobre el tema de la verdad y de la verdad como conquista de la voluntad de poder porque hay una frase excepcional de Nietzsche que dice: "No hay hechos, hay interpretaciones". Esta es una frase descomunal. Si no hay hechos y solo hay interpretaciones, ¿dónde está la verdad?

La verdad, va a decir Nietzsche –y en esto Michel Foucault lo va a seguir muy bien porque Foucault es un gran discípulo de Nietzsche–, la verdad es una conquista de la voluntad de poder.

Hay cientos de verdades... cientos de verdades.

Usted agarre los cinco, seis diarios que salen a la mañana, o menos en Buenos Aires, escuche las radios, si tiene ganas de amargarse el día, pero, bueno, haga esa experiencia y va a ver que hay unas veinte interpretaciones de cada hecho.

Una interpretación no es la verdad. Hay un hecho, pero después hay veinte interpretaciones.

¿Cuál es la verdad? La verdad es la que la voluntad de poder logra imponer.

O sea que hay una relación entre verdad y poder. La verdad es una creación del poder.

La verdad es, por ejemplo, dictar la agenda.

Si yo tengo un diario a la mañana, dos radios a la mañana, dos radios a la tarde y un-- y dos canales de televisión a la noche, a la mañana lanzo cualquier noticia en la primera de las radios, en la segunda de las radios, llamo a uno de los implicados en la noticia y lo pongo en contacto con cualquier otra persona, discuten, se pelean, ya tengo armada más la noticia; en el noticioso del mediodía, digo: "Gran debate entre fulano y mengano", debaten, entran otros, opinan otros; a la tarde, saco en la primera plana: "El escándalo del día es este" –el que yo largué a la mañanita, nomás– y, a la noche, hago una enorme mesa redonda en mi canal con todos los grandes filósofos, pensadores, periodistas, economistas, y todo el mundo está discutiendo lo que, a la mañana, a mí se me ocurrió largar en mi pequeño periódico de la mañana.

Esa es la verdad del poder.

Ahí nadie está discutiendo la verdad, está discutiendo la verdad que un determinado poder mediático impuso ese día en la sociedad.

Entonces, con esto quiero decir que la verdad es hija del poder... la verdad es hija del poder.

Por ejemplo –damos un ejemplo más contundente–, cuando Jean Baudrillard el filósofo posmoderno, un tipo muy inteligente, al comienzo de los noventa, escribió un libro que se llamaba "La guerra del Golfo no ha tenido lugar", lo que quería decir es que, de esa guerra, nadie vio nada, nos transmitieron por televisión un montón de brillos y ¿dónde está la verdad?

La verdad era esos brillos, esa era la guerra del Golfo. De la guerra del Golfo supimos muy poco.

Incluso de lo que está pasando en Irak, de lo que está pasando en Guantánamo sabemos lo que nos hacen saber.

¿Y por qué sabemos lo que nos hacen saber? Porque ellos tienen el poder de hacernos saber lo que quieren que nosotros sepamos.

Entonces, la verdad es la colisión de las verdades porque a esa verdad, que yo sé que se me está imponiendo por los medios de comunicación, le voy a oponer otra, desde otro lado, que, seguramente, es mucho más débil, pero es otra verdad, otra verdad, otra verdad y otra verdad.

Las verdades incluso colisionan entre ellas, se odian entre ellas, guerrean entre ellas, pero la que triunfa, la que establece una hegemonía siempre es la que está respaldada por la mayor fuente de poder que la emite.

Entonces, este es el concepto que Nietzsche maneja de verdad, es decir, la verdad es una conquista de esta voluntad de poder.

El pensamiento de Nietzsche, como vemos, es un pensamiento belicoso que concibe a la verdad como lucha, que concibe a la verdad como, justamente, como una expresión poderosa de esa voluntad que necesita aumentar constantemente para conservarse y, para aumentar, tiene que conquistar y, para conquistar, tiene que establecer sus verdades como la verdad.

Cuando yo establezco mi verdad como la verdad, mi voluntad de poder ha triunfado.

Nietzsche va a llamar "nihilismo", por fin, a ese poder que tuvo el pensamiento platónico de las ideas perfectas o el pensamiento religioso, también, sobre la vida.

¿Qué le reprocha Nietzsche al pensamiento suprasensible?

Le reprocha que ese pensamiento suprasensible, de idealidades perfectas en sí mismas, ha "nihilizado" la vida, entonces, él "nihiliza" a Dios, es decir, "nihilizar" a Dios es negar a Dios, reducirlo a cenizas.

Este pensamiento reduce a Dios a cenizas porque lo que pone prepotentemente como su meta es la verdad de la vida, la verdad del devenir, la verdad de los dos conceptos de conservación y aumento, la verdad de la voluntad de poder y la verdad de la conquista de la verdad como conquista de la voluntad de poder.

Cuanto más poderosos seamos, más dueños de la verdad vamos a ser porque más poder vamos a tener para imponerla.

Si nos remitimos a los griegos, vamos a encontrar y vamos a entender más qué es lo que Nietzsche quiere decir.

Nietzsche-- La primera obra de Nietzsche es "El origen de la tragedia". Yo creo que Nietzsche no era un filósofo muy culto, pero era un filósofo de una enorme riqueza, muy buen escritor, y ustedes observen lo siguiente:  Nietzsche, con su concepción de la historia viene a quebrar el optimismo hegeliano, el optimismo de Marx basado en que, alguna vez, sin duda alguna, una clase social privilegiada iba a ordenar la historia.

No, para Nietzsche, la historia es caos... es caos y ese caos lo deslumbra.

La historia son verdades que colisionan las unas contra las otras, la historia es la lucha por imponer mi poder al poder del otro y, al someter el poder del otro y mi poder resultar ganador, mi poder va a instaurar una verdad y esa va a ser la verdad.

Todo este remolino es lo que Nietzsche va a llamar "dionisismo", está basado en el culto de Dioniso. Dioniso, o Dionisio-- Acá lo vamos a llamar Dioniso. Dioniso, el dionisismo es un culto griego basado en la-- digamos, la esplendidez de la embriaguez, es decir, son las fiestas dionisíacas, después van a devenir las fiestas báquicas entre los romanos, en la cual cada miembro se entrega a la embriaguez.

Esta es una hermosa frase de Hegel, Hegel va a decir: "La verdad es ese juego de infinitos contrarios en el que cada miembro se entrega a la embriaguez".

Muy linda definición de verdad en Hegel, que Nietzsche suscribiría.

Lo que va a decir Nietzsche es: "Yo tengo una concepción dionisíaca de la historia. Lo que yo veo en la historia no es la racionalidad de Apolo".

Los griegos tenían dos dioses: Dioniso y Apolo. Dioniso era el dios de la embriaguez, es decir, el yo se pierde en la fiesta dionisíaca, esto es lo que más va a valorar Nietzsche, la pérdida del yo, la pérdida de la individualidad.

En este sentido, es totalmente antirromántico en un siglo romántico, es antihistoricista en el siglo de la historia, es un tipo muy original.

Pero lo que va a decir Nietzsche es, justamente, en la fiesta dionisíaca, a través de la embriaguez, cada uno pierde el sentido del yo y hay que atreverse a perder el sentido de la individuación porque, allí, donde perdemos el sentido de la individuación, estamos cerca de la locura y ni usted ni yo queremos sentir la cercanía de la locura porque eso sí que es el terror.

Entonces, hay que tener el coraje de entrar en la fiesta dionisíaca, embriagarse hasta morir o hasta vivir hasta los extremos de ya no saber quién o qué es uno.

Esto es lo que Nietzsche llama "dionisíaco", su concepción de la historia, su concepción de la voluntad de poder, de la bestia rubia, de las aves de rapiña, de los guerreros, toda esta concepción es dionisíaca, sanguínea, barbárica, conquistadora, y es, en este sentido, por supuesto, que les viene como servida a los nacionalsocialistas, lógico.

No es que Nietzsche se lo haya propuesto, pero hizo los méritos suficientes.

Alfred Baeumler va a ser, durante el régimen de Hitler, el que va a editar las obras completas de Nietzsche y Alfred Rosenberg, el autor de "El mito del siglo XX" que lo van a ahorcar en Núremberg, es el que va a imponer a Nietzsche como lectura oficial del Tercer Reich.

Pero tengamos claro esto: el dionisismo se opone a lo apolíneo. Lo apolíneo es lo claro y distinto cartesiano, digamos, es la razón, la racionalidad, el control.

Un ser apolíneo no pierde su individualidad ni se embriaga en una bacanal a través de la cual va a perder su centro porque lo fundamental del dionisismo es que pierde el centro del yo y, en este sentido, Nietzsche es totalmente anticartesiano porque reniega de la centralidad del ego, el ego se pierde en la fiesta dionisíaca.

Entonces, este es un pensador que exalta los instintos. Para Nietzsche, no hay nada más hermoso que entregarse a los instintos. Los instintos son la verdad y la razón de Occidente ha venido a cercenar al hombre.

Este es el mensaje más poderoso que Nietzsche deja para quienes habrán de sucederlo y encontrar en él una riqueza profunda en este pensamiento-- en este preciso pensamiento dionisíaco de Nietzsche.

Hay un poema de William Blake, un poeta, que dice: "Todo deseo contenido engendra peste".

Y Nietzsche va a decir: "Todos los instintos que el hombre contiene en sí a través de la cultura apolíneoburguesa, a través de la piedad, la compasión y el ascetismo cristianos que censuran, que laceran a los instintos más auténticos, salvajes, brutales, descontrolados del hombre, todo eso es peste. Lo que el hombre necesita es entregarse desaforadamente, desbocadamente a sus propios instintos y ahí perderse como hombre racional y recuperarse, sí, como ave de rapiña, como bestia, es decir, como guerrero bárbaro que se goza a sí mismo y goza a los demás en medio de una orgía interminable".

Ese es el hombre de los instintos que Nietzsche nos plantea, como vemos, algo muy distinto del hombre racional cartesiano, del sujeto constituyente kantiano y del sujeto absoluto hegeliano.

Cuando Hegel dice: "Lo real es racional, lo racional es real", Nietzsche le diría: "Nada de eso, nada de eso. Los instintos, dionisismo y locura".

La voluntad de poder es el devenir de la vida.

Hay un devenir de la vida porque la vida es voluntad de poder.

Conservarse es morir, solo aquello que nos hace aumentar nos hace tener más vida, nos permite conservar lo que tenemos.

La voluntad de poder tiene que ir aumentando constantemente su poder, su conquista.

No hay hechos, hay interpretaciones.