Los niños en la sociedad de consumo
No podemos negar que vivimos en la sociedad del consumo.
Estamos rodeados de cada vez más mensajes que intentan persuadirnos para que actuemos
de un modo u otro.
Pero si esto es algo que a los adultos nos afecta, incluso sin ser totalmente conscientes
de ellos, imaginad el efecto que tiene en niños que ni siquiera se dan cuenta de si
están viendo un capítulo de su serie o un anuncio publicitario… Hoy vamos a hablar
sobre los niños en la sociedad de consumo.
Se suele decir que cuando algo es gratis, el producto eres tú.
Las pantallas con las que vemos la televisión no son gratuitas, pero sí lo son la mayoría
de contenidos a los que nos vemos expuestos.
Son unos contenidos que se nos ofrecen a cambio de estar expuestos a la publicidad; y de hecho,
muchos de los contenidos audiovisuales orientados a la infancia pueden considerarse en sí mismos
anuncios destinados a la compra del merchandising asociado al mismo.
Prácticamente cualquier categoría de objetos destinados a los niños (material escolar,
camisetas, ropa interior, pelotas, toallas, relojes, zapatos, etc. y, por supuesto, comida)
tiene entre sus opciones la personalización con la serie o personaje de moda.
Atentos a este dato: ¿sabíais que al menos hasta los 3 años de edad los niños no distinguen
realmente lo que es un anuncio del resto del contenido que ven por la tele?
Y hasta a los 6 años de edad sólo identifican una cuarta parte de los anuncios de una web].
Al menos hasta tener 8 años los niños creen que los anuncios que ven son esfuerzos bienintencionados
que están orientados a ayudar a los espectadores, y hasta que no tienen 11 o 12 años la mayoría
no llegan a ser conscientes del carácter persuasivo de los anuncios.
Pensad la de miles y miles de anuncios a los que han sido expuestos los niños sin saber
que son anuncios, pensando que son algo bienintencionado, o sin llegar a captar su carácter persuasivo…
¡es tremendo!.
Esto tiene un importante impacto en la alimentación de los niños, ya que casi uno de cada cuatro
anuncios que se emiten en España pertenecen a la industria alimentaria, y el porcentaje
de anuncios de alimentos malsanos (ricos en grasas saturadas, grasas trans, o con elevados
contenidos de azúcar o sal) es mayor durante el horario infantil, durante los fines de
semana, o en canales especialmente orientados a niños y adolescentes.
De este modo no extraña la relación que ya hemos comentado otras veces entre más
horas de visionado de televisión y mayores índices de obesidad en niños; y es que,
además del tema de los anuncios, también influye por supuesto que mientras el niño
está viendo la tele no se está moviendo, y al final todo suma.
Pero más allá de la importante relación entre anuncios y nutrición, debemos ser conscientes
que desde hace tiempo los niños son el blanco de los intereses de grandes corporaciones.
En el pasado, los anuncios de los productos dirigidos a la infancia se dirigían a los
padres que eran quienes decidían si comprar o no estos productos.
Pero la industria de la publicidad no tardó en darse cuenta de que era mucho más efectivo
saltarse a los padres y dirigirse directamente a los hijos, ya que estos tienen mucho menos
espíritu crítico, pero mucho más poder de convicción sobre sus padres.
Así, cuando dejamos solos a los niños frente a una pantalla repleta de anuncios, o incluso
aunque sean contenidos sin anuncios, tenemos que tener presentes que en esa situación,
ellos son el producto, y quizá no sería mala idea limitar su exposición a estos medios
el mayor tiempo posible, tanto por este motivo, como por los muchos otros que ya hemos comentado
en otras ocasiones al hablar de los niños y la tecnología.
Pero incluso en aquellos casos en los que los padres no puedan (o piensen que no es
posible) mantener a sus hijos aislados de esta influencia, todavía podemos hacer algo
para reducir ese impacto.
La idea principal sería evitar la exposición incontrolada a la televisión convencional,
en la que nosotros no controlamos qué es lo que se emite o con qué frecuencia.
En este sentido, un “mal menor” sería que fuéramos nosotros quienes establezcamos
qué, cuándo y durante cuánto tiempo ven los pequeños la televisión.
En vez de encenderla y “ver lo que echan” (anuncios incluidos) es mejor lanzar nosotros
directamente los contenidos mediante aplicaciones o plataformas, que las hay tanto gratuitas
como de pago.
De este modo, además de evitar la exposición a los anuncios, también minimizamos el “enganche”
que de manera natural favorece la programación televisiva, ya que unos programas se enlazan
con otros de un modo muy estudiado para que sea difícil alejarse de la pantalla.
Al final, una recomendación que siempre es positiva es evitar utilizar los medios digitales,
en especial la tele, como una “niñera digital”.
Tenemos que intentar no dejar solos a los niños delante de una pantalla, y cuanto más
pequeños son, más importante es esto.
Pero el problema es que entonces pierde una de las principales ventajas que le encuentran
padres, y es tener un respiro para poder hacer cosas en casa.
Por lo tanto, como ya os he dicho muchas veces, pantallas cuantas menos mejor, y cuanto más
tarde empiecen con ellas, mucho mejor todavía.
Porque los niños lo que más necesitan es tiempo con sus padres, no tanto tiempo delante
de pantallas que les desconecten.
Y hasta aquí, otra píldora de psicología.
Espero que os haya gustado.
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