Los límites del humor (1)
Hoy quería hablar de un tema que a mí me interesa mucho. Se trata de la cuestión de cuáles son los límites del humor.
Es decir, ¿tiene límites el humor? ¿Se pueden hacer chistes sobre cualquier tema o hay temas, situaciones, grupos, ideas de las que es mejor no bromear para evitar ofender o herir los sentimientos de otras personas?
Este es un debate que aparece de forma recurrente en los medios de comunicación cada vez que alguien dice algo o hace algo que algunos colectivos pueden considerar ofensivo.
Normalmente se trata de un humorista, pero también puede ser un cantante, un actor, un periodista…
Estos días en España hay una polémica en torno a la portada de una revista que se llama Mongolia. Se trata de una revista que hace un humor muy satírico, con viñetas o chistes sobre temas muy tabúes o delicados como, por ejemplo, la religión o la monarquía. Y a menudo además lo hace con un lenguaje que podríamos llamar “vulgar” y con dibujos y viñetas que muchas personas consideran de muy mal gusto.
En uno de los últimos números de esta revista, Mongolia ha publicado una portada que ha causado el enfado de muchos católicos que la han considerado un ataque a sus sentimientos religiosos. Se trata de una imagen en la que se ve a la Virgen María y a San José al lado del niño Jesús que acaba de nacer. Sin embargo, el niño Jesús viene representado como un excremento.
Algunas asociaciones religiosas han presentado una denuncia y piden el cierre de la Revista Mongolia porque consideran que esta publicación insulta y ofende de forma regular los sentimientos religiosos de muchos españoles.
No es la primera vez que algo así sucede y supongo que tampoco será la última. En los últimos años ha habido numerosas controversias de este tipo. Así, a bote pronto, es decir, de forma improvisada, sobre la marcha, recuerdo el caso de un cómico que, fingiendo que estaba resfriado, se limpió la nariz en una bandera española en un programa de televisión; otro caso sonado fue el de un humorista que publicó un tweet, (en twitter, obviamente) en el que se mencionaba a una chica con el Síndrome de Down realizando un acto sexual; otro caso muy polémico fue el de un famoso cómico que hizo algunos chistes sobre gitanos que fueron considerados racistas. Hay bastantes casos más de este tipo, pero, en fin, tampoco quiero hacer la lista demasiado larga. Yo creo que ya os hacéis una idea del tipo de chistes a los que me estoy refiriendo.
Supongo que casos como estos en los que un artista es criticado por su “falta de sensibilidad'' hacia determinadas personas o colectivos es algo que sucede en todos los países.
Sin ir más lejos, en la ceremonia de los Óscar de 2022 tuvo lugar un caso muy sonado también que tuvo repercusiones en todo el mundo. ¿Os acordáis de lo que pasó? Will Smith, el actor, se levantó de su asiento y le dio una bofetada al cómico que estaba presentando la ceremonia, Chris Rock, por un chiste que este había hecho sobre la calvicie de su mujer.
Cada vez que algo así sucede, cada vez que un artista realiza un comentario, compone una canción, hace una película, cuenta un chiste o lo que sea y dice algo que algunas personas consideran ofensivo o de mal gusto, salta de nuevo la polémica: ¿cuáles son los límites del humor? ¿Se pueden hacer bromas sobre cualquier tema? Se puede decir todo lo que a uno le salga de las narices, todo lo que a uno se le pase por la cabeza, aunque algunas personas se sientan heridas, ofendidas, insultadas.
¿Tenía derecho Chris Rock a hacer aquel chiste sobre los problemas de alopecia de Jada, la mujer de Will Smith?
¿Tenía derecho Will Smith a sentirse ofendido y responder del modo en el que lo hizo, agrediendo al cómico para “reparar” el honor de su esposa?
El tema de los límites del humor es algo que a mí me interesa mucho. Quizás porque yo a menudo uso el humor en muchos de mis materiales para enseñar español: en mis libros, en mis vídeo y en este podcast también, siempre o a menudo intento darle un toque humorístico a todo lo que hago.
Es algo que me sale de forma natural. A mí me resulta muy difícil hablar en serio. Si me seguís desde hace algún tiempo, supongo que os habréis dado cuenta de que estoy siempre buscando el modo de introducir una broma, de contar un chiste, de hacer un juego de palabras…
Pero el humor que yo hago es un humor muy blanco. Es un humor muy sencillo, muy básico, yo creo que incluso bastante infantil, pueril, es decir, un humor propio de niños pequeños.
Me gusta mucho usar el lenguaje corporal, los gestos de la cara, la expresividad de los ojos…
Y cuento historias que son, pues sí, muy tontas, muy simples, muy pueriles; historias donde hay muchos malentendidos o confusiones sin ninguna importancia y donde los personajes meten la pata una y otra vez.
En general, como digo, yo creo que el humor que yo uso es muy blanco, muy infantil.
Yo sería algo así como el Mr Bean de los profes de español.
Eso sí, normalmente intento reírme de mí mismo, no de otros. No me gusta usar el humor para reírme de otros, para burlarme de alguien o para humillar a otras personas. Eso para mí no es humor. Eso es crueldad y no tiene nada que ver con el sentido del humor.
Usar el humor para hacer daño, para ridiculizar a otros, para humillar, es lo que hacen, por ejemplo, los matones en los colegios, ¿no? Los niños o los adolescentes que se ríen o se burlan de los niños que llevan gafas, del gordito, del que tiene algún problema del lenguaje y no puede articular bien las palabras. En fin, yo creo que todos hemos tenido experiencias de ese tipo.
Y lo que pasa es que algunos de esos matones de patio de colegio, no crecen, no maduran y continúan usando el humor para hacer daño a otros ya de grandes, cuando son adultos.
Eso no es humor. Eso para mí no es humor.
Yo no uso el humor para hacer sentir incómodas a otras personas o para ofender. Yo no me lo paso bien humillando o insultando a otras personas.
Me gusta usar el humor para crear un ambiente agradable; para que todos nos lo pasemos bien, para que todos nos ríamos.
Supongo que los chistes que yo hago son lo que se llaman normalmente, “chistes de padre”. Es decir, chistes antiguos con un sentido del humor un poco trasnochado, muy anticuado, propio quizás de los años setenta u ochenta cuando yo era joven y que quizás hacían reír antes, pero ahora tal vez ya no tanto.
Me imagino que el humor que yo hago es un humor “boomer”, como se dice ahora. Al fin y al cabo, yo soy un boomer, ¿no? Y es normal que en todo lo que hago, y por ende también en mi humor, se refleje la edad que tengo.
El sentido del humor, como todo, cambia, evoluciona. La mayoría de los humoristas que tenían tanto éxito hace cincuenta o sesenta años, hoy en día no nos hacen reír.
Además, antes se hacían chistes sobre temas que en la actualidad, en general, ya no se hacen, como los chistes sobre homosexuales, por ejemplo, o las bromas sobre personas con defectos físicos.
De todas formas, no me importa demasiado que mis chistes sean un poco boomer porque la mayoría de la gente que me sigue en las redes sociales son tan boomers o más que yo ¿eh? Y a esta gente les gusta mi humor y les hacen reír los chistes tontos que yo cuento. Así que, bueno, para mí está bien así.
Pero, volviendo al tema del que hablaba antes sobre los límites del humor, la verdad es que hay chistes o bromas que son muy fuertes y que entiendo que pueden ofender a algunas personas o a determinados colectivos.
Burlarse de los sentimientos religiosos de la gente; ridiculizar los símbolos de la nación como la bandera, la monarquía; burlarse de las víctimas del terrorismo o hacer chistes de pederastas, de pedófilos, de mujeres maltratadas o de víctimas de una violación son temas que, entiendo, pueden ofender y crear malestar.
Entonces, la pregunta que yo me planteo y que mucha gente se plantea es ¿hay que poner límites al humor? ¿Hay temas de los que es mejor no hacer chistes o cosas que no deberían decirse?
¿Hay que respetar la libertad de expresión del humorista que hace burla de un atentado terrorista, por ejemplo, o de un símbolo religioso sagrado para los creyentes de una determinada religión? ¿Hay que tolerar las bromas sobre mujeres violadas, sobre niños que han sido abusados sexualmente?
¿Dónde está el límite? ¿Hasta dónde se puede llegar? ¿Quién decide lo que se puede decir y lo que no se puede decir? ¿Quién decide sobre qué nos podemos reír y sobre qué no nos podemos reír?
He estado leyendo y reflexionando mucho sobre este tema y, en fin, me parece que no es nada fácil dar una respuesta clara y definitiva que vaya bien en todos los casos. Ni siquiera los humoristas se ponen de acuerdo sobre cuáles son los límites del humor y cómo decidir hasta dónde se puede llegar.
Hay varias consideraciones a tener en cuenta.
1 Por un lado, algunos piensan que el límite del humor debería ser “el mal gusto”. Es decir, se puede hacer humor, pero sin caer en el mal gusto, en lo vulgar, en lo ofensivo.
El problema es que resulta muy difícil o imposible definir qué es el mal gusto de una manera objetiva. Lo que para una persona puede ser mal gusto o vulgar, para otra persona puede ser algo perfectamente normal.
De hecho, como decía antes, el humor cambia a lo largo del tiempo y en cada periodo histórico es diferente lo que se considera de buen o de mal gusto. Chistes que hace 40 años nos parecían normales hoy nos parecen casposos, anticuados y de mal gusto. Y viceversa, chistes que hoy en día son normales, hace 40 o 50 años serían vistos como ofensivos.
Todavía recuerdo la polémica que hubo cuando se estrenó la película La vida de Brian, de los Monty Python. ¿Os acordáis? Muchos católicos se enfadaron muchísimo con esta película y la acusaban de hereje o de blasfema porque, según ellos, se ridiculizaba la figura de Jesucristo. Hoy en día creo que es una película que se ve con absoluta normalidad. Y hay muchísimos otros ejemplos similares, ¿no?
Entonces, el mal gusto no se puede usar como un criterio para poner límites estrictos a lo que se puede decir o no. Porque el mal gusto es algo muy personal, muy subjetivo. Simplemente, no se puede decir lo que es de buen o de mal gusto de forma objetiva.
No podemos hacer una ley basándose en el mal gusto.
Piensa, por ejemplo, en un helado. ¿Cuál es el mejor gusto de un helado? ¿Chocolate, fresa, nata, vainilla, café, pistacho…? No se puede establecer de forma objetiva el mejor sabor para un helado; es algo personal. Cada uno se toma el helado con el sabor que más le gusta y nada más, pero no se puede obligar a todo el mundo a comer el mismo tipo de helado, con un sabor particular. Eso sería absurdo.
Pues lo mismo pasa con el humor. Cada uno consume el tipo de humor que más le gusta y nadie tiene derecho a decir que un helado es, objetivamente, de mal gusto. Quizás sea de mal gusto para ti, pero no para todo el mundo.
O sea, el mal gusto no puede ser un criterio objetivo para establecer los límites del humor. No creo que se pueda hacer una ley basada en el mal gusto.