×

We use cookies to help make LingQ better. By visiting the site, you agree to our cookie policy.


image

Píldoras de Psicología, Los deberes escolares ¿son buenos?, ¿son necesarios?, ¿son útiles?

Los deberes escolares ¿son buenos?, ¿son necesarios?, ¿son útiles?

Ya lo advirtió la Organización Mundial de la Salud hace un par de años: en España

tenemos un problema con los deberes escolares: según la OCDE estamos entre los países que

más horas de deberes pone a la semana, de media, seis horas, que se suman a unas jornadas

escolares que duran lo que una jornada laboral completa.

Pero que no cunda el pánico, que es por una buena causa, porque está TOTALMENTE claro

y no hay NINGÚN atisbo de duda respecto a su utilidad… ¿verdad?…

¿os imagináis que estuviéramos inundando de deberes a los niños y luego resultara

que ha sido para nada?…

O peor todavía… ¿imagináis que fuera contraproducente mandar tantos deberes?…

La OMS ya nos echó la bronca hace unos años, pero seguimos erre que erre.

Y su advertencia no era por capricho, es que este incremento en la presión a la que estamos

sometiendo a los alumnos se traduce en problemas de salud como dolores de cabeza, mareos, dolores

abdominales, de espalda, nerviosismo, tensión o tristeza, entre otros.

Antes de meternos a abordar otras cuestiones es importante hablar de algo que ha sido denunciado

en numerosas ocasiones, y es que los deberes escolares son una fuente de desigualdad entre

los alumnos.

Sí, sí, los deberes generan desigualdad, y no lo digo yo, lo dice un reciente informe

de la OCDE.

Y genera desigualdad por dos vías diferentes.

Por un lado generan desigualdad entre las familias con más y menos recursos, rompiendo

la igualdad de oportunidades que debería significar la escuela pública.

Los alumnos que tienen padres con mayor formación o mayores recursos económicos se verán favorecidos

por delante de aquellos de contextos más humildes.

Y por otro lado genera desigualdad entre los alumnos más y menos capaces, ya que éstos

deberes se suelen mandar de manera indiscriminada a todos los alumnos, se necesiten o no.

Los alumnos más capaces son los que, de acuerdo con la investigación, se encuentran más

motivados hacia los deberes y los que se benefician más por ellos.

Así, los deberes hacen que los más listos y más pudientes tengan mayores oportunidades

que el resto de los alumnos.

Algo que pervierte uno de los objetivos de la escuela pública, que es el de igualarnos

en cuanto a oportunidades.

Son muchas las familias que se sitúan en contra de los deberes porque los consideran

como una interferencia en su vida privada: ¿por qué alguien externo a la familia tiene

que decidir cómo y en qué utilizamos el poco tiempo disponible que tenemos al final

del día?

Y es que los deberes acaban restando tiempo de otras actividades familiares que serían

mucho más interesantes, o en todo caso más agradables.

Pero bueno, más allá de esto… ¿los deberes son útiles?

Pues depende de lo que entendamos como utilidad.

Si es para lograr resultados académicos, quizá.

Poco, pero quizá.

Si es para mejorar el aprendizaje, no tanto.

Si revisamos algunos estudios sobre los deberes escolares encontramos que, aunque son muchísimos

los que encuentran una correlación entre los deberes y los resultados académicos,

en realidad no hay una evidencia clara para recomendarlos, ya que la mayoría son estudios

correlacionales que no implican causalidad.

Y en todo caso, cuando se encuentra un verdadero efecto positivo de los deberes, éste suele

ser pequeño, sobre todo cuando lo ponemos en relación con el tiempo y el esfuerzo invertidos

en llevarlos a cabo.

Llegados a este punto, hay que hacer una matización importante en cuanto a la edad.

Y es que los supuestos beneficios de los deberes, cuando se encuentran, se limitan a los alumnos

más mayores, no a los de primaria (y ni hablar de los de infantil).

Harris Cooper, profesor de psicología de la universidad de Duke, es quien más ha estudiado

el tema de los deberes escolares; y aunque es un firme defensor de los deberes, él mismo

reconoce de manera literal en un artículo publicado en 1989 que “no existen pruebas

de que ninguna cantidad de deberes mejore el rendimiento académico de los alumnos de

primaria”.

Por lo tanto, no tendría ningún sentido hablar de deberes escolares antes de la Educación

Secundaria Obligatoria, esto es, antes de los 12 años de edad.

De hecho, se ha visto que la motivación hacia los deberes disminuye conforme avanza la escolarización,

y esto es porque al principio la motivación de los alumnos es más intrínseca, los peques

disfrutan haciendo sus fichas y coloreándolas, poniendo en práctica las habilidades que

van aprendiendo, pero poco a poco, conforme aumentan su cantidad y complejidad, van perdiendo

ese interés y lo ven sólo como un paso necesario para aprobar.

Entonces, si ponemos en duda la utilidad meramente académica de los deberes, es cuando muchos

dicen: claro, es que no se trata tan solo de los beneficios académicos que puedan tener

los deberes, es que proporcionan una serie de beneficios no académicos que hacen que

ya sólo por eso merezcan la pena: ayudan a ser más responsables, a generar hábitos

de estudio, a manejar el tiempo, responsabilidad, etc.

Pues bien, ¿dónde está la evidencia?

La cuestión es que no existen estudios aleatorizados que den respaldo a estas suposiciones.

De hecho, Lo que fomentan los deberes no es la responsabilidad o la autodisciplina, sino

la obediencia.

Son algo obligatorio que debes hacer sí o sí; ¿cómo pueden hacer que el alumno sea

más responsable si no puede elegir?

Tampoco ayudan a manejar mejor el tiempo, ya que sus fechas de entrega no suelen ser

flexibles.

Otra vez estamos hablando más de seguir órdenes que de gestionarse ellos mismos.

Y entonces, ¿qué podemos hacer?

Han habido varios intentos de racionalizar los deberes que se mandan a los alumnos, desde

una más o menos tímida regulación, hasta algunos centros en los cuales están terminantemente

prohibidos.

Seguro que os suena una regla muy famosa para limitar el tiempo de los deberes, que dice

que éstos no pueden suponer más de 10 minutos por curso cada tarde; esto es, un niño de

primero de primaria no debería hacer más de 10 minutos de deberes cada tarde, y uno

de sexto no más de 60.

Esta regla es de Cooper, de quien os he hablado antes.

El problema es que esto muchas veces no se ve como un techo, sino como el suelo, como

la cantidad de deberes que “deben” hacer los alumnos.

¿Cómo podemos enfocar el tema de los deberes?, ¿que se prohiban?

Quizá no es necesario llegar a ese extremo (que tampoco sería ninguna locura, todo sea

dicho).

Para empezar, sería bueno un cambio de enfoque: que la situación por defecto fuera no mandar

deberes, y sólo mandarlos cuando la situación realmente lo requiriera y de verdad éstos

fueran importantes y valiosos, que fueran a aportar algo que no se pudiera lograr por

otras vías; esto haría que los profesores fueran mucho más selectivos y que no se dejaran

llevar por el “a ver qué puedo mandarles hoy”.

Esta medida muy probablemente haría que disminuyera la cantidad de deberes y aumentara la calidad

de los mismos.

Cuando se manden deberes, sería recomendable que esas actividades fueran diseñadas por

el propio profesor, que impliquen un esfuerzo por su parte más allá de fotocopiar un puñado

de hojas, o pedir las actividades 3, 4 y 5 de la página 57 del libro.

De ese modo los profesores serían más selectivos, reflexivos y creativos, y esto redundaría

en mejores actividades y más racionales para sus alumnos. También estaría bien acabar con la política de unos mismos deberes para todos los alumnos;

una misma actividad puede ser redundante e innecesaria para uno, demasiado complicada

para otro, carente de interés para un tercero y útil para afianzar sus ideas para otro.

Los deberes deberían estar individualizados para cada alumno.

Y, además, deberían estar coordinados por los diferentes profesores de una clase, para

evitar la acumulación de deberes en los mismos días o épocas del curso.

Antes os decía que los deberes contribuyen a incrementar la desigualdad entre los alumnos,

y es por este motivo que algunos opinan que en secundaria podría ser una buena idea ampliar

un poco la jornada escolar para que los alumnos, en el propio centro, realizaran estas tareas

cuando las tuvieran, con la supervisión y apoyo de algún profesor.

En definitiva, que no sería mala idea quitar el piloto automático de los deberes y dejar

de mandarlos por defecto; hacerlo sólo cuando de verdad fuera necesario y aportara algo

al alumno que no pudiera obtener de otro modo, respetando en la medida de lo posible las

necesidades e intereses de cada alumno particular. si queréis ampliar información sobre este

tema, os recomiendo el libro de Alfie Kohn “El mito de los deberes”, en el que aborda

con mucho más detalle lo que os he contado en este vídeo.

Y hasta aquí, otra píldora de psicología, si os ha gustado tenéis muchos más vídeos

y artículos en el canal de YouTube y en albertosoler.es.

Y en todas las librerías nuestro libro “Hijos y Padres Felices”.

¡Un saludo!


Los deberes escolares ¿son buenos?, ¿son necesarios?, ¿son útiles? Sind Hausaufgaben gut, sind sie notwendig, sind sie nützlich? Is homework good, is it necessary, is it useful? Les devoirs sont-ils bons, sont-ils nécessaires, sont-ils utiles ? Os trabalhos de casa são bons, são necessários, são úteis?

Ya lo advirtió la Organización Mundial de la Salud hace un par de años: en España

tenemos un problema con los deberes escolares: según la OCDE estamos entre los países que

más horas de deberes pone a la semana, de media, seis horas, que se suman a unas jornadas

escolares que duran lo que una jornada laboral completa.

Pero que no cunda el pánico, que es por una buena causa, porque está TOTALMENTE claro

y no hay NINGÚN atisbo de duda respecto a su utilidad… ¿verdad?…

¿os imagináis que estuviéramos inundando de deberes a los niños y luego resultara

que ha sido para nada?…

O peor todavía… ¿imagináis que fuera contraproducente mandar tantos deberes?…

La OMS ya nos echó la bronca hace unos años, pero seguimos erre que erre.

Y su advertencia no era por capricho, es que este incremento en la presión a la que estamos

sometiendo a los alumnos se traduce en problemas de salud como dolores de cabeza, mareos, dolores

abdominales, de espalda, nerviosismo, tensión o tristeza, entre otros.

Antes de meternos a abordar otras cuestiones es importante hablar de algo que ha sido denunciado

en numerosas ocasiones, y es que los deberes escolares son una fuente de desigualdad entre

los alumnos.

Sí, sí, los deberes generan desigualdad, y no lo digo yo, lo dice un reciente informe

de la OCDE.

Y genera desigualdad por dos vías diferentes.

Por un lado generan desigualdad entre las familias con más y menos recursos, rompiendo

la igualdad de oportunidades que debería significar la escuela pública.

Los alumnos que tienen padres con mayor formación o mayores recursos económicos se verán favorecidos

por delante de aquellos de contextos más humildes.

Y por otro lado genera desigualdad entre los alumnos más y menos capaces, ya que éstos

deberes se suelen mandar de manera indiscriminada a todos los alumnos, se necesiten o no.

Los alumnos más capaces son los que, de acuerdo con la investigación, se encuentran más

motivados hacia los deberes y los que se benefician más por ellos.

Así, los deberes hacen que los más listos y más pudientes tengan mayores oportunidades

que el resto de los alumnos.

Algo que pervierte uno de los objetivos de la escuela pública, que es el de igualarnos

en cuanto a oportunidades.

Son muchas las familias que se sitúan en contra de los deberes porque los consideran

como una interferencia en su vida privada: ¿por qué alguien externo a la familia tiene

que decidir cómo y en qué utilizamos el poco tiempo disponible que tenemos al final

del día?

Y es que los deberes acaban restando tiempo de otras actividades familiares que serían

mucho más interesantes, o en todo caso más agradables.

Pero bueno, más allá de esto… ¿los deberes son útiles?

Pues depende de lo que entendamos como utilidad.

Si es para lograr resultados académicos, quizá.

Poco, pero quizá.

Si es para mejorar el aprendizaje, no tanto.

Si revisamos algunos estudios sobre los deberes escolares encontramos que, aunque son muchísimos

los que encuentran una correlación entre los deberes y los resultados académicos,

en realidad no hay una evidencia clara para recomendarlos, ya que la mayoría son estudios

correlacionales que no implican causalidad.

Y en todo caso, cuando se encuentra un verdadero efecto positivo de los deberes, éste suele

ser pequeño, sobre todo cuando lo ponemos en relación con el tiempo y el esfuerzo invertidos

en llevarlos a cabo.

Llegados a este punto, hay que hacer una matización importante en cuanto a la edad.

Y es que los supuestos beneficios de los deberes, cuando se encuentran, se limitan a los alumnos

más mayores, no a los de primaria (y ni hablar de los de infantil).

Harris Cooper, profesor de psicología de la universidad de Duke, es quien más ha estudiado

el tema de los deberes escolares; y aunque es un firme defensor de los deberes, él mismo

reconoce de manera literal en un artículo publicado en 1989 que “no existen pruebas

de que ninguna cantidad de deberes mejore el rendimiento académico de los alumnos de

primaria”.

Por lo tanto, no tendría ningún sentido hablar de deberes escolares antes de la Educación

Secundaria Obligatoria, esto es, antes de los 12 años de edad.

De hecho, se ha visto que la motivación hacia los deberes disminuye conforme avanza la escolarización,

y esto es porque al principio la motivación de los alumnos es más intrínseca, los peques

disfrutan haciendo sus fichas y coloreándolas, poniendo en práctica las habilidades que

van aprendiendo, pero poco a poco, conforme aumentan su cantidad y complejidad, van perdiendo

ese interés y lo ven sólo como un paso necesario para aprobar.

Entonces, si ponemos en duda la utilidad meramente académica de los deberes, es cuando muchos

dicen: claro, es que no se trata tan solo de los beneficios académicos que puedan tener

los deberes, es que proporcionan una serie de beneficios no académicos que hacen que

ya sólo por eso merezcan la pena: ayudan a ser más responsables, a generar hábitos

de estudio, a manejar el tiempo, responsabilidad, etc.

Pues bien, ¿dónde está la evidencia?

La cuestión es que no existen estudios aleatorizados que den respaldo a estas suposiciones.

De hecho, Lo que fomentan los deberes no es la responsabilidad o la autodisciplina, sino

la obediencia.

Son algo obligatorio que debes hacer sí o sí; ¿cómo pueden hacer que el alumno sea

más responsable si no puede elegir?

Tampoco ayudan a manejar mejor el tiempo, ya que sus fechas de entrega no suelen ser

flexibles.

Otra vez estamos hablando más de seguir órdenes que de gestionarse ellos mismos.

Y entonces, ¿qué podemos hacer?

Han habido varios intentos de racionalizar los deberes que se mandan a los alumnos, desde

una más o menos tímida regulación, hasta algunos centros en los cuales están terminantemente

prohibidos.

Seguro que os suena una regla muy famosa para limitar el tiempo de los deberes, que dice

que éstos no pueden suponer más de 10 minutos por curso cada tarde; esto es, un niño de

primero de primaria no debería hacer más de 10 minutos de deberes cada tarde, y uno

de sexto no más de 60.

Esta regla es de Cooper, de quien os he hablado antes.

El problema es que esto muchas veces no se ve como un techo, sino como el suelo, como

la cantidad de deberes que “deben” hacer los alumnos.

¿Cómo podemos enfocar el tema de los deberes?, ¿que se prohiban?

Quizá no es necesario llegar a ese extremo (que tampoco sería ninguna locura, todo sea

dicho).

Para empezar, sería bueno un cambio de enfoque: que la situación por defecto fuera no mandar

deberes, y sólo mandarlos cuando la situación realmente lo requiriera y de verdad éstos

fueran importantes y valiosos, que fueran a aportar algo que no se pudiera lograr por

otras vías; esto haría que los profesores fueran mucho más selectivos y que no se dejaran

llevar por el “a ver qué puedo mandarles hoy”.

Esta medida muy probablemente haría que disminuyera la cantidad de deberes y aumentara la calidad

de los mismos.

Cuando se manden deberes, sería recomendable que esas actividades fueran diseñadas por

el propio profesor, que impliquen un esfuerzo por su parte más allá de fotocopiar un puñado

de hojas, o pedir las actividades 3, 4 y 5 de la página 57 del libro.

De ese modo los profesores serían más selectivos, reflexivos y creativos, y esto redundaría

en mejores actividades y más racionales para sus alumnos. También estaría bien acabar con la política de unos mismos deberes para todos los alumnos;

una misma actividad puede ser redundante e innecesaria para uno, demasiado complicada

para otro, carente de interés para un tercero y útil para afianzar sus ideas para otro.

Los deberes deberían estar individualizados para cada alumno.

Y, además, deberían estar coordinados por los diferentes profesores de una clase, para

evitar la acumulación de deberes en los mismos días o épocas del curso.

Antes os decía que los deberes contribuyen a incrementar la desigualdad entre los alumnos,

y es por este motivo que algunos opinan que en secundaria podría ser una buena idea ampliar

un poco la jornada escolar para que los alumnos, en el propio centro, realizaran estas tareas

cuando las tuvieran, con la supervisión y apoyo de algún profesor.

En definitiva, que no sería mala idea quitar el piloto automático de los deberes y dejar

de mandarlos por defecto; hacerlo sólo cuando de verdad fuera necesario y aportara algo

al alumno que no pudiera obtener de otro modo, respetando en la medida de lo posible las

necesidades e intereses de cada alumno particular. si queréis ampliar información sobre este

tema, os recomiendo el libro de Alfie Kohn “El mito de los deberes”, en el que aborda

con mucho más detalle lo que os he contado en este vídeo.

Y hasta aquí, otra píldora de psicología, si os ha gustado tenéis muchos más vídeos

y artículos en el canal de YouTube y en albertosoler.es.

Y en todas las librerías nuestro libro “Hijos y Padres Felices”.

¡Un saludo!