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Narraciones inquietantes, La Mujer Alta — Pedro A. De Alarcón — 02

La Mujer Alta — Pedro A. De Alarcón — 02

No sé si por fatalidad innata de mi imaginación, o por vicio adquirido al oír alguno de aquellos cuentos de vieja con que tan imprudentemente se asusta a los niños en la cuna, el caso es que desde mis tiernos años no hubo cosa que me causase tanto horror y susto, ya me la figurara mentalmente, ya me la encontrase en realidad, como una mujer sola, en la calle, a las altas horas de la noche.

Te consta que nunca he sido cobarde: Me batí en duelo, como cualquier hombre decente; cierta vez que fue necesario, y, recién salido de la Escuela de Ingenieros, cerré a palos y a tiros en Despeñaperros con mis sublevados peones, hasta que los reduje a la obediencia. Toda mi vida, en Jaén, en Madrid y en otros varios puntos, he andado a deshora por la calle, solo, sin armas, atento únicamente al cuidado amoroso que me hacía velar, y si por acaso he topado con bultos de mala catadura, fueran ladrones o simples perdonavidas, a ellos les ha tocado huir o echarse a un lado, dejándome libre el mejor camino… Pero si el bulto era una mujer sola, parada o andando, y yo iba también solo, y no se veía más alma viviente por ningún lado…, entonces (ríete si se te antoja, pero créeme) poníaseme carne de gallina; vagos temores asaltaban mi espíritu; pensaba en almas del otro mundo, en seres fantásticos, en todas las invenciones supersticiosas que me hacían reír en cualquier otra circunstancia, y apretaba: el paso, o me volvía atrás, sin que ya se me quitara el susto ni pudiera distraerme ni un momento hasta que me veía dentro de mi casa.

Una vez en ella, echábame también a reír y avergonzábame de mi: locura, sirviéndome de alivio el pensar que no la conocía nadie. Allí me daba cuenta fríamente de que, pues yo no creía en duendes, ni en brujas, ni en aparecidos, nada había debido temer de aquella flaca hembra, a quien la miseria, el vicio o algún accidente desgraciado tendrían a tal hora fuera de su hogar, y a quien mejor me hubiera estado ofrecer auxilio por si lo necesitaba; o dar limosna si me la pedía… Repetíase, con todo, la deplorable escena cuantas veces se me presentaba otro caso igual, ¡y cuenta que ya tenía yo veinticinco años, muchos de ellos de aventurero nocturno, sin que jamás me hubiese ocurrido lance alguno penoso con las tales mujeres solitarias y trasnochadoras!… Pero, en fin, nada de lo dicho llegó nunca a adquirir verdadera importancia, pues aquel pavor irracional se me disipaba siempre tan luego como llegaba a mi casa o veía otras personas en la calle, y ni tan siquiera lo recuerdan las equivocaciones o necedades sin fundamento ni consecuencia.

Así las cosas, hace muy cerca de tres años… (desgraciadamente, tengo varios motivos para poder fijar la fecha: ¡la noche del 15 al 16 de Noviembre de 1857! ), volvía yo, a las tres de la madrugada, a aquella casita de la calle de Jardines, cerca de la calle de la Montera, en que recordarás viví por entonces… Acababa de salir, a hora tan avanzada, y con un tiempo feroz de viento y frio, no de ningún nido amoroso, sino de… (te lo diré, aunque te sorprendas), de una especie de casa de juego, no conocida bajo este nombre por la policía, pero donde ya se habían arruinado muchas gentes, y a la cual me habían llevado a mí aquella noche por primera… y última vez. Sabes que nunca he sido jugador; entré allí engañado por un mal amigo, en la creencia de que todo iba a reducirse a trabar conocimiento con ciertas damas elegantes, de virtud equivoca (demimonde puro), so pretexto de jugar algunos maravedises al Enano, en mesa redonda, con faldas de bayeta; y el caso fue que a eso de las doce comenzaron a llegar nuevos tertulios, que iban del teatro Real o de salones verdaderamente aristocráticos, y mudóse de juego, y salieron a relucir monedas de oro, después billetes, y luego bonos escritos con lápiz, y yo me enfrasqué poco a poco en la selva obscura del vicio, llena de fiebres y tentaciones, y perdí todo lo que llevaba, y todo lo que poseía, y aun quedé debiendo un dineral… con el pagaré correspondiente. Es decir, que me arruiné por completo, y que, sin la herencia y los grandes negocios que tuve en seguida, mi situación hubiera sido muy angustiosa y apurada.

Volvía yo, digo, a mi casa aquella noche, tan a deshora, yerto de frío, hambriento, con la vergüenza y el disgusto que puedes suponer, pensando, más que en mí mismo, en mi anciano y enfermo padre, a quien tendría que escribir pidiéndole dinero, lo cual no podría menos de causarle tanto dolor como asombro, pues me consideraba en muy buena y desahogada posición…, cuando, a poco de penetrar en mi calle por el extremo que da a la de Peligros, y al pasar por delante de una casa recién construida de la acera que yo llevaba, advertí que en el hueco de su cerrada puerta estaba de pie, inmóvil y rígida, como si fuese de palo, una mujer muy alta y fuerte, como de sesenta años de edad, cuyos malignos y audaces ojos sin pestañas se clavaron en los míos como dos puñales, mientras que su desdentada boca me hizo una mueca horrible por vía de sonrisa…

El propio terror o delirante miedo que se apoderó de mí instantáneamente, dióme no sé qué percepción maravillosa para distinguir de golpe. O sea en dos segundos que tardaría en pasar rozando con aquella repugnante visión, los pormenores más ligeros de su figura y de su traje… Voy a ver si coordino mis impresiones del modo y forma que las recibí, y tal y como se grabaron para siempre en mi cerebro a la mortecina luz del farol que alumbró con infernal relámpago tan fatídica escena…

Pero me excito demasiado, ¡aunque no sin motivo, como verás más adelante! Descuida, sin embargo, por el estado de mi razón…—¡Todavía no estoy loco!

Lo primero que me chocó en aquella que denominaré mujer, fue su elevadísima talla y la anchura de sus descarnados hombros: luego, la redondez y fijeza de sus marchitos ojos de búho, la enormidad de su saliente nariz y la gran mella central de su dentadura, que convertía su boca en una especie de obscuro agujero; y, por último, su traje de mozuela del Avapiés, el pañolillo nuevo de algodón que llevaba a la cabeza, atado debajo de la barba, y un diminuto abanico abierto que tenía en la mano, y con el cual se cubría, afectando pudor, el centro del talle.

¡Nada más ridículo y tremendo, nada más irrisorio y sarcástico que aquel abaniquillo en unas manos tan enormes, sirviendo como cetro de debilidad a giganta tan fea, vieja y huesuda! Igual efecto producía el pañolejo de vistoso percal que adornaba su cara, comparado con aquella nariz de tajamar, aguileña, masculina, que me hizo creer un momento (no sin regocijo) si se trataría de un hombre disfrazado… Pero su cínica mirada y asquerosa sonrisa eran de vieja, de bruja, de hechicera, de Parca…, ¡no sé de qué! ¡de algo que justificaba plenamente la aversión y el susto que me habían causado toda mi vida las mujeres que andaban solas, de noche, por la calle!… ¡Dijérase que, desde la cuna, había presentido yo aquel encuentro! ¡Dijérase que lo temía por instinto, como cada ser animado teme y adivina y ventea y reconoce a su antagonista natural antes de haber recibido de él ninguna ofensa, antes de haberlo visto, sólo con sentir sus pisadas!

No eché a correr en cuanto vi a la esfinge de mi vida, menos por vergüenza o varonil decoro, que por temor a que mi propio miedo le revelase quién era yo, o le diese alas para seguirme, para acometerme, para… ¡no sé! ¡Los peligros que sueña el pánico no tienen forma ni nombre traducibles!

La Mujer Alta — Pedro A. De Alarcón — 02 Die große Frau - Pedro A. De Alarcón - 02 is, in the two seconds it took to pass by that repugnant vision, the slightest details of her figure and clothing... Let me see if I can organize my impressions in the way they were received, and as they were forever etched into my brain under the dim light of the lantern that illuminated such a fateful scene with an infernal flash... La grande femme - Pedro A. De Alarcón - 02 A Mulher Alta - Pedro A. De Alarcón - 02

No sé si por fatalidad innata de mi imaginación, o por vicio adquirido al oír alguno de aquellos cuentos de vieja con que tan imprudentemente se asusta a los niños en la cuna, el caso es que desde mis tiernos años no hubo cosa que me causase tanto horror y susto, ya me la figurara mentalmente, ya me la encontrase en realidad, como una mujer sola, en la calle, a las altas horas de la noche. I don't know if it was an innate fatality of my imagination, or a vice acquired from listening to one of those old wives' tales with which children are so recklessly frightened in the cradle, the fact is that since my tender years there has never been anything that caused me so much horror and fright, whether I imagined it mentally, or met it in reality, like a woman alone, in the street, at the dead of night.

Te consta que nunca he sido cobarde: Me batí en duelo, como cualquier hombre decente; cierta vez que fue necesario, y, recién salido de la Escuela de Ingenieros, cerré a palos y a tiros en Despeñaperros con mis sublevados peones, hasta que los reduje a la obediencia. Toda mi vida, en Jaén, en Madrid y en otros varios puntos, he andado a deshora por la calle, solo, sin armas, atento únicamente al cuidado amoroso que me hacía velar, y si por acaso he topado con bultos de mala catadura, fueran ladrones o simples perdonavidas, a ellos les ha tocado huir o echarse a un lado, dejándome libre el mejor camino… Pero si el bulto era una mujer sola, parada o andando, y yo iba también solo, y no se veía más alma viviente por ningún lado…, entonces (ríete si se te antoja, pero créeme) poníaseme carne de gallina; vagos temores asaltaban mi espíritu; pensaba en almas del otro mundo, en seres fantásticos, en todas las invenciones supersticiosas que me hacían reír en cualquier otra circunstancia, y apretaba: el paso, o me volvía atrás, sin que ya se me quitara el susto ni pudiera distraerme ni un momento hasta que me veía dentro de mi casa. All my life, in Jaén, in Madrid and in other places, I have walked the streets alone, unarmed, attentive only to the loving care that made me watch, and if by chance I have come across some bad-looking lumps, whether they were thieves or simple hustlers, they have had to flee or move aside, leaving me free the best way.... But if the lump was a woman alone, standing or walking, and I was also alone, and there was no other living soul to be seen anywhere..., then (laugh if you feel like it, but believe me) I got goose bumps; vague fears assaulted my spirit; I thought of souls from the other world, of fantastic beings, of all the superstitious inventions that made me laugh in any other circumstance, and I tightened my pace, or I turned back, or I would turn back: I would either keep my step, or turn back, without being able to get rid of my fear or to distract myself for a moment until I saw myself inside my house.

Una vez en ella, echábame también a reír y avergonzábame de mi: locura, sirviéndome de alivio el pensar que no la conocía nadie. Once there, I also laughed and was ashamed of my folly, but I was relieved to think that no one knew her. Allí me daba cuenta fríamente de que, pues yo no creía en duendes, ni en brujas, ni en aparecidos, nada había debido temer de aquella flaca hembra, a quien la miseria, el vicio o algún accidente desgraciado tendrían a tal hora fuera de su hogar, y a quien mejor me hubiera estado ofrecer auxilio por si lo necesitaba; o dar limosna si me la pedía… Repetíase, con todo, la deplorable escena cuantas veces se me presentaba otro caso igual, ¡y cuenta que ya tenía yo veinticinco años, muchos de ellos de aventurero nocturno, sin que jamás me hubiese ocurrido lance alguno penoso con las tales mujeres solitarias y trasnochadoras!… Pero, en fin, nada de lo dicho llegó nunca a adquirir verdadera importancia, pues aquel pavor irracional se me disipaba siempre tan luego como llegaba a mi casa o veía otras personas en la calle, y ni tan siquiera lo recuerdan las equivocaciones o necedades sin fundamento ni consecuencia. I would realize calmly that, since I didn't believe in goblins, witches, or ghosts, I had nothing to fear from that frail woman, who at that hour, for reasons of poverty, vice, or some unfortunate event, was out of her home, and it would have been better for me to offer assistance if needed; or give alms if she asked for them... However, the deplorable scene would repeat every time I came across a similar situation, and mind you, by that time I was twenty-five years old, many of them spent as a nocturnal adventurer, without ever encountering any unpleasant incident with those solitary and late-night women!... But, in the end, none of what I mentioned ever took on real significance, as that irrational fear always dissipated as soon as I arrived home or saw other people on the street, and even the misguided actions or groundless follies are not remembered.

Así las cosas, hace muy cerca de tres años… (desgraciadamente, tengo varios motivos para poder fijar la fecha: ¡la noche del 15 al 16 de Noviembre de 1857! ), volvía yo, a las tres de la madrugada, a aquella casita de la calle de Jardines, cerca de la calle de la Montera, en que recordarás viví por entonces… Acababa de salir, a hora tan avanzada, y con un tiempo feroz de viento y frio, no de ningún nido amoroso, sino de… (te lo diré, aunque te sorprendas), de una especie de casa de juego, no conocida bajo este nombre por la policía, pero donde ya se habían arruinado muchas gentes, y a la cual me habían llevado a mí aquella noche por primera… y última vez. Sabes que nunca he sido jugador; entré allí engañado por un mal amigo, en la creencia de que todo iba a reducirse a trabar conocimiento con ciertas damas elegantes, de virtud equivoca (__demimonde__ puro), so pretexto de jugar algunos maravedises al __Enano__, en mesa redonda, con faldas de bayeta; y el caso fue que a eso de las doce comenzaron a llegar nuevos tertulios, que iban del teatro Real o de salones verdaderamente aristocráticos, y mudóse de juego, y salieron a relucir monedas de oro, después billetes, y luego bonos escritos con lápiz, y yo me enfrasqué poco a poco en la selva obscura del vicio, llena de fiebres y tentaciones, y perdí todo lo que llevaba, y todo lo que poseía, y aun quedé debiendo un dineral… con el pagaré correspondiente. You know that I have never been a gambler; I went in there deceived by a bad friend, in the belief that everything was going to be reduced to making acquaintance with certain elegant ladies, of mistaken virtue (pure demimonde), under the pretext of playing a few maravedises at Enano, at a round table, with cloth skirts; and the fact was that at about twelve o'clock new gatherings began to arrive, that went from the Royal theater or from truly aristocratic salons, and the game changed, and gold coins came to light, then bills, and then bonds written in pencil, and I became gradually engrossed in the dark jungle of vice, full of fevers and temptations, and I lost everything I had, and everything I owned, and I even owed a fortune... with the corresponding promissory note. Es decir, que me arruiné por completo, y que, sin la herencia y los grandes negocios que tuve en seguida, mi situación hubiera sido muy angustiosa y apurada.

Volvía yo, digo, a mi casa aquella noche, tan a deshora, yerto de frío, hambriento, con la vergüenza y el disgusto que puedes suponer, pensando, más que en mí mismo, en mi anciano y enfermo padre, a quien tendría que escribir pidiéndole dinero, lo cual no podría menos de causarle tanto dolor como asombro, pues me consideraba en muy buena y desahogada posición…, cuando, a poco de penetrar en mi calle por el extremo que da a la de Peligros, y al pasar por delante de una casa recién construida de la acera que yo llevaba, advertí que en el hueco de su cerrada puerta estaba de pie, inmóvil y rígida, como si fuese de palo, una mujer muy alta y fuerte, como de sesenta años de edad, cuyos malignos y audaces ojos sin pestañas se clavaron en los míos como dos puñales, mientras que su desdentada boca me hizo una mueca horrible por vía de sonrisa…

El propio terror o delirante miedo que se apoderó de mí instantáneamente, dióme no sé qué percepción maravillosa para distinguir de golpe. O sea en dos segundos que tardaría en pasar rozando con aquella repugnante visión, los pormenores más ligeros de su figura y de su traje… Voy a ver si coordino mis impresiones del modo y forma que las recibí, y tal y como se grabaron para siempre en mi cerebro a la mortecina luz del farol que alumbró con infernal relámpago tan fatídica escena…

Pero me excito demasiado, ¡aunque no sin motivo, como verás más adelante! Descuida, sin embargo, por el estado de mi razón…—¡Todavía no estoy loco!

Lo primero que me chocó en aquella que denominaré __mujer__, fue su elevadísima talla y la anchura de sus descarnados hombros: luego, la redondez y fijeza de sus marchitos ojos de búho, la enormidad de su saliente nariz y la gran mella central de su dentadura, que convertía su boca en una especie de obscuro agujero; y, por último, su traje de mozuela del Avapiés, el pañolillo nuevo de algodón que llevaba a la cabeza, atado debajo de la barba, y un diminuto abanico abierto que tenía en la mano, y con el cual se cubría, afectando pudor, el centro del talle.

¡Nada más ridículo y tremendo, nada más irrisorio y sarcástico que aquel abaniquillo en unas manos tan enormes, sirviendo como cetro de debilidad a giganta tan fea, vieja y huesuda! Igual efecto producía el pañolejo de vistoso percal que adornaba su cara, comparado con aquella nariz de tajamar, aguileña, masculina, que me hizo creer un momento (no sin regocijo) si se trataría de un hombre disfrazado… Pero su cínica mirada y asquerosa sonrisa eran de vieja, de bruja, de hechicera, de Parca…, ¡no sé de qué! ¡de algo que justificaba plenamente la aversión y el susto que me habían causado toda mi vida las mujeres que andaban solas, de noche, por la calle!… ¡Dijérase que, desde la cuna, había presentido yo aquel encuentro! ¡Dijérase que lo temía por instinto, como cada ser animado teme y adivina y ventea y reconoce a su antagonista natural antes de haber recibido de él ninguna ofensa, antes de haberlo visto, sólo con sentir sus pisadas! Let it be said that he feared him by instinct, as every animate being fears and guesses and senses and recognizes his natural antagonist before he has received any offense from him, before he has seen him, just by feeling his footsteps!

No eché a correr en cuanto vi a la esfinge de mi vida, menos por vergüenza o varonil decoro, que por temor a que mi propio miedo le revelase quién era yo, o le diese alas para seguirme, para acometerme, para… ¡no sé! I didn't start running as soon as I saw the sphinx of my life, not so much out of shame or masculine decorum, but out of fear that my own fear would reveal who I was to her, or give her wings to follow me, to attack me, to... I don't know! ¡Los peligros que sueña el pánico no tienen forma ni nombre traducibles! The dangers that panic dreams up have no shape or translatable name!