La Física Nazi
Si hay algo que se repite a lo largo de toda la historia es que alrededor de toda idea
revolucionaria siempre hay haters; personas que atacan con argumentos viscerales y que
no están abiertas a cambiar de opinión. Incluso las dos grandes revoluciones de la
física del siglo XX, tuvieron sus haters. La diferencia es que estos haters estaban
respaldados por la horrorífica maquinaria nazi. Esta es su historia.
Y sus protagonistas no son dos tíos cualquiera. Los dos eran premios Nobel: hablo de Philipp
Lenard y Johannes Stark. Lenard es conocido por el estudio de los rayos
catódicos, lo que hoy conocemos como chorros de electrones. De hecho, Lenard participó
en el propio descubrimiento del electrón y destapó algunos de sus extraños comportamientos.
Esto fue lo que le valió el premio Nobel. Y es irónico porque fueron justamente estos
descubrimientos los que detonaron la revolución que fue la mecánica cuántica, una idea totalmente
radical de entender el mundo que Lenard rechazaba. Pero no la odiaba tanto como la otra revolución
que sucedía en paralelo: la Relatividad General… Especialmente a su creador: Albert Einstein.
El beefeo que había entre ellos no era solo científico; también provenía del hecho
de que Einstein era judío. Ok. Pausa. Como es probable que muchos de
vosotros estuvierais mirando Instagram cuando os explicaron en clase lo del antisemitismo
y tal, haré un pequeño resumen. Ejem. Una vez terminó la primera guerra mundial,
las naciones ganadoras tuvieron la inteligentísima idea de imponer unas multas flipantes a Alemania
que, dicho mal y pronto, la dejaron economicamente hecha una mierda. Los partidos de ultraderecha
alemanes se aprovecharon de esta situación para ganar poder, utilizando la ancestral
táctica de crear artificialmente un “enemigo de la nación” y culparle a él de todos
los males. En este caso, le tocó a los judíos. La cosa es que este odio irracional hacia
el pueblo judío no permeneció en la política, también saltó a la física. Lenard y sus
coleguis cocinaron una idea perversa: Que los físicos judíos, con sus concepciones
super teóricas de la naturaleza, estaban corrompiendo la física pura, alemana y experimental.
Que teorías como la mecánica cuántica, fundada por físicos judíos como Bohr, o
la Relatividad creada por Einstein eran (abro comillas) “ateísmo mágico”, “estafa”,
“falsificación inescrupulosa de la realidad”, “mentira judía” o “especulación talmúdica”.
Y no, no me he inventado ninguna de estas, las decía un tipo llamado Müller.
En este “movimiento” también estaba metido Johannes Stark. Stark recibió el premio Nobel
por descubrir el Efecto Stark: si haces que un átomo emita su luz propia y le chutas
un campo eléctrico cada uno de sus colores se abrirá en un abanico de nuevos colores.
Al igual que con Lenard, es bastante irónico que fueran la ideas cuánticas que tanto rechazaba
Stark las que explicaran por qué sucedía su efecto.
Stark, aparte de ser ideológicamente muy nazi antes de que los nazis existieran, era
también una persona sedienta de reconocimiento y poder; quería controlar la física alemana.
Tal vez fuera por eso que sus compañeros físicos le impidieron alcanzar esos cargos,
lo que hizo que en Stark creciera un gran resentimiento hacia ellos. Stark llegó a
llamar Sommerfeld, un gran físico alemán, “el gerente de los círculos judío y prosemitas”.
Ya véis cómo estaba el patio. Asi que no es de extrañar que Stark y Lenard
fueran super amigos. De hecho, fue de su interacción que todo este odio hacia los físicos judíos
coaguló en una doctrina que se oponía a la grandes revoluciones: la Deutsche Physik,
también llamada la “física aria”. Según Stark en el mundo había dos tipos
de físicos: los físicos pragmáticos y los físicos dogmáticos. Los físicos pragmáticos
(como Lenard y el mismo) buscaban entender la naturaleza a través de experimentos y
del uso puro del método científico. Mientras los físicos dogmáticos (como Bohr, Einstein,
Schrodinger, Heinsenberg, etc) creaban teorías a partir de sus degeneradas ideas; si algún
experimento coincidía con sus prediciones lo enfatizaban a través de campañas mediáticas
enormes y si no coincidían, en vez de descartar la teoría, ignoraban tales experimentos.
Como no podría ser de otra manera, los físicos pragmáticos solían ser de “raza nórdica”
o raza aria, mientras que ser físico dogmático era algo inherente al pueblo judío. Vamos,
que los judíos con su “física judía” habían corrompido a la verdadera física,
la Deutsche Physik, incluso a algunos físicos arios, como a Heisenberg, uno de los padre
fundadores de la cuántica. Todo esto objetivamente era una soberana gilipollez.
Tachar a la relatividad o la cuántica de “dogmáticas”, incluso en esa epoca, era
taparse los ojos ante la realidad experimental de entonces: por poner un ejemplo, la deflexión
de la luz por el Sol que predijo Einstein se cumplió a la perfección y cada uno de
los colores que emitían los átomos eran clavados con las explicaciones cuánticas.
Es decir, que eran precisamente la relatividad y la cuántica las que estaban arropadas por
decenas de pruebas experimentales, mientras las teorías de éter y los modelos atómicos
clásicos de la Deutsche Physik eran los que no encajaban con nada. Parece que las etiquetas
que Stark puso estarían mejor intercambiadas. Pero, al margen de esto, lo cierto es que
al partido nacionalsocialista obrero alemán, más conocido como el partido nazi, la Deutsche
Physik le venía de perlas. Einstein era una persona muy popular, y todo lo que fuera desacreditarlo,
especialmente si provenía de otros científicos, era bienvenido. Lenard y Stark se integraron
muy pronto dentro del partido nazi y durante la campaña electoral de 1932 estuvieron muy
a tope, algo que era raro entre físicos. Cuando finalmente Hitler subió al poder,
los dos fueron recompensados, especialmente Stark, que acabó recibiendo la presidencia
de dos instituciones alemanas muy importantes. Stark ya contaba con el poder que quería:
siguiendo las líneas de la física aria, despidió a todos los profesores judíos (aunque
muchos, como Einstein, ya habían emigrado) y cortó los fondos a algunas investigaciones
que el tachaba de ser “física judía”. Mientras todo el mundo estaba construyendo
la física moderna, Alemania daba pasos hacia atrás. Pero esto no duró mucho tiempo: Stark
se ganó enemigos dentro del estado nazi. Por un lado estaban los burócratas, hartos
de que Stark les exigiera partidas para investigación demasiado grandes. Por otro, ciertos cabezas
del partido nazi, a los cuales Stark exigió su dimisión por movidas internas. Y, por
otro lado, las SS. Stark se negó a financiar los proyectos ocultistas y pseudocientíficos
que les encantaban a las SS, lo cual los cabreó. Asi que tras destaparse que Stark había despilfarrado
mucho dinero alemán en un proyecto que pretendía refinar turba en oro (lo se, muy random),
el escándalo sirvió para que sus enemigos le forzaran a dimitir.
Y de aquí todo fue a peor. Cuando los aliados tomaron Berlín e iniciaron los Juicios de
Nuremberg, que juzgaron los crímenes nazis, Stark fue convocado. Lenard para entonces
era un señor muy mayor de ochenta y pico años y fue absuelto. De hecho murió dos
años después de la guerra. Pero Stark, con sus setenta y tres años, tuvo que pasar por
el proceso. Einstein y Heisenberg fueron convocados a testificar y se les preguntó si la Deutsche
Physik de Stark era una cuestión científica o si estaba basada en el antisemitismo. Curiosamente,
y a pesar de que ambos habían sido públicamente atacados por Stark en varias ocasiones, ni
Einstein ni Heisenberg se mojaron, y da la sensación que esto fue lo que salvó a Stark
de un mal destino. El jurado finalmente consideró que el tema
de la Deutsche Physik era un debate científico (cosa que no era y nunca fue) y simplemente
multó a Stark. Stark viviría durante diez años más tranquilamente en su casa en Baviera
hasta su muerte. ¿Se hizo justicia? ¿Por qué Einstein y
Heisenberg no acusaron a Stark? No lo se. La cosa es que este fue el fin de la física
de la aria, un movimiento que mezcló las ideas nazis que se filtraban por toda la sociedad
con el temor de los físicos a entrar al mundo antiintuitivo que las revoluciones habían
abierto. Nos vemos la semana que viene con un poquito
más de ciencia. Y como siempre muchas gracias por verme.