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¿HÉROE o VILLANO? El PROBLEMA de la HUNGRÍA de Viktor ORBAN - VisualPolitik

Viktor Orbán se ha convertido en el Johnny Depp de la política europea.

El primer ministro de Hungría lleva mucho tiempo llamando la atención de Bruselas y

del resto de capitales europeas... y no precisamente por su simpatía.

Al húngaro ya solo le ríen las gracias en Polonia.

Durante años a Orbán se le ha permitido de todo en la Unión Europea: desde dejar

que se haga con todo el poder en Hungría hasta ver cómo el propio gobierno húngaro

pagaba campañas contra Juncker cuando este era el presidente de la Comisión Europea.

Campañas pagadas, por supuesto, con dinero público.

Y claro, todo esto son cosas que escuecen en Bruselas.

Sobre todo si tenemos en cuenta que Hungría es uno de los principales receptores de fondos

de la Unión Europea.

El problema para Orbán es que ahora tantos años de excesos comienzan a pasarle factura.

Su última decisión sobre prohibir a menores todo aquel contenido que se considere que

"promueve la homosexualidad” está siendo algo así la gota que colma el vaso.

Bruselas parece ahora decidida a tomarse la cuestión de Orban muy pero que muy en serio.

[Y me diréis, ¿pero en qué están pensando?

¿van a prohibir will y grace?

Pues para que os hagáis una idea ni Harry Potter parece que se salvaría de la censura.]

Todo esto ha hecho que en VisualPolitik nos hagamos unas cuantas preguntas.

¿Qué demonios busca el gobierno húngaro?

¿Están fundamentadas las críticas contra Orbán?

¿Qué papel puede jugar la Unión Europea?

Y quizás la pregunta más importante de todas:

¿Qué puede pasar en el futuro?

Hoy en VisualPolitik vamos a responder a estas preguntas.

Pero antes, antes vamos a ver un poco de Historia.

(ORBÁN, EL BASTIÓN CONTRA EL COMUNISMO) Hubo un tiempo en el que Viktor Orbán fue

todo un símbolo de la lucha por la libertad.

Corrían los años 80 del pasado siglo y Hungría aún era un régimen comunista bajo la influencia

de la Unión Soviética.

Sin embargo, amigos, aquel entonces el bloque del Este ya se estaba empezando a desmoronar.

Y justo en ese escenario, es donde encontramos al joven Viktor Orbán, uno de los fundadores

del partido Fidesz, los Jóvenes Demócratas.

Orbán era considerado como uno de los disidentes más carismáticos, y luciendo pelazo, participó

con 26 años en el homenaje de Estado a los restos de los líderes de la Revolución húngara

de 1956 con un firme discurso contra el comunismo y en favor

de la democracia.

Efectivamente, el régimen socialista soviético cayó.

Y Fidesz se convirtió en un partido político.

Pero en las primeras elecciones no les fue nada bien.

Así que… giro de timón.

Orbán abandonó su posicionamiento liberal para convertir al Fidesz en el gran partido

de la derecha conservadora de Hungría.

¿Y sabéis qué?

Funcionó.

(En 1998 Orbán se convirtió en el primer ministro de Hungría.

Fue un primer mandato de 4 años con buenos datos económicos, y que avanzó en la modernización

poscomunista de Hungría.

Incluso, su buen hacer llamó la atención del Partido Popular Europeo, la agrupación

de partidos de centro-derecha en el Parlamento Europeo.

Así que fueron a Budapest para convencer a Orbán de que su sitio estaba con ellos

y no con los liberales.

) Y así es como el Fidesz se integró en el

Partido Popular Europeo.

La vida sonreía a Orbán salvo por un pequeño inconveniente: perdió las elecciones para

revalidar su Gobierno.

Y en 2006 las volvió a perder.

Tocaba un nuevo giro de timón en la forma de hacer política.

Desde ese momento mucho más radical, combativa y porqué no decirlo populista.

Y cuando recuperó el poder en 2010, lo hizo a lo grande.

Lo hizo con una supermayoría de 2 tercios del Parlamento con poder suficiente para cambiar

a su antojo la Constitución.

Y como bien sabéis vosotros, jóvenes demócratas del mundo que nos estáis viendo, ese es el

peor superpoder que se le puede dar a un político.

Porque desde entonces desde Hungría sólo nos llegan noticias como esta:

(Los jueces de Hungría advierten sobre las amenazas a la independencia judicial)

Dirigiendo el Gobierno desde su cargo de primer ministro y el Parlamento con esa supermayoría

de 2 tercios, Orban siempre ha tenido a la Justicia en su punto de mira.

Para empezar creó una Oficina Nacional de la Judicatura con capacidad para vetar los

ascensos judiciales e influir en el reparto de casos.

¿Que los jueces plantan cara al Gobierno?…

pues les adelanto de golpe 8 años la edad de jubilación.

Que el Tribunal Constitucional sigue dando guerra... pues amplió el número de magistrados

y reservo las vacantes para los más afines a Fidesz.

El caso es que de una forma u otra Viktor Orbán parece tener siempre la última palabra.

(La separación de poderes en Hungría ha ido perdiendo fuerza progresivamente.

Cada vez que ha recibido un revés, Fidesz ha utilizado su supermayoría para blindar

la agenda de Orbán enmendando la Constitución.

Pero es que, además, el dominio de Orbán sobre la democracia húngara no acaba aquí.

Las elecciones, por ejemplo, son libres, sí, pero no equilibradas.

La Oficina de Auditoría del Estado, dirigida por un exdiputado de Fidesz, ha investigado

a los partidos de la oposición e incluso les ha impuesto multas millonarias, ahogándolos

financieramente.

Algo que, por supuesto, no ha hecho con el partido en el gobierno, ¿Casualidad?

Ja.)

¿Es entonces Hungría una dictadura?

Pues, no, evidentemente no.

Pero hay detalles que hablan por sí solos.

Por ejemplo, desde que gobierna Viktor Orbán, se les ha dado derechos de voto a unos 2 millones

de húngaros que viven en países vecinos del este de Europa.

Se les permite votar por correo; en su mayoría son apoyos garantizados al Fidesz.

Sin embargo, los aproximadamente 350.000 ciudadanos húngaros que viven en Europa Occidental tienen

que ir a embajadas y consulados para votar.

Facilidades para unos.

Dificultades para otros.

No hay pucherazo ni se liquida a los líderes de la oposición.

Pero es que a Orban ni siquiera le hace falta.

Muchos periódicos críticos han cerrado y Fidesz ha transformado MTI, la agencia pública

de noticias del país, en un órgano de propaganda cuyo servicio para colmo es gratuito, lo que

ha acabado con las agencias de noticias competidoras.

Simple y llanamente con la estrategia más antigua de la política: competencia desleal

pagada con dinero público.

Y claro, como podéis imaginar, los periódicos más pequeños, los regionales… Todos se

surten en gran medida de noticias de esta agencia gubernamental, por supuesto siempre

favorables al Gobierno.

Y con las radios y las televisiones pasa prácticamente lo mismo.

Ya lo véis,.

Orbán lo tiene todo bajo control.

Pero esperad un momento amigos, porque las cosas han cambiado desde que en marzo pasara

esto: (El Fidesz de Orbán deja el grupo parlamentario

del Partido Popular Europeo antes de ser expulsado) Orbán se beneficiaba hasta el pasado marzo

de formar parte del grupo político que domina el Parlamento Europeo y que tiene la mayor

capacidad para marcar el camino a la Comisión Europea.

Era un aliado incómodo para la centroderecha europea pero… al fin y al cabo, el húngaro

Fidesz era el tercer partido que más europarlamentarios aportaba al Partido Popular Europeo.

Sin embargo, queridos amigos, amigas, ahora sus socios de Bruselas se han hartado de soportar

los desafíos de Orbán.

Un momento, ¿que de qué tipo de desafíos estamos hablando?

Pues… Atentos.

(ORBÁN, EL HÚNGARO NACIONALISTA) Hay dos motivos por los que los húngaros

votan a Orbán.

Uno tiene mucho que ver con las emociones.

Para muchos húngaros ser partidario de Viktor Orbán y el Fidesz, dos bastiones de la independencia

nacional, es algo así como ser un buen patriota.

Pero claro, no nos engañemos, el tiempo pasa, y con la Unión Soviética más disuelta que

los Beatles desde que Yoko Ono pisó Gran Bretaña comprenderéis que eso de motivar

a los húngaros con el enemigo comunista es algo que iba perdiendo tirón.

Y justo aquí es dónde sale a relucir el olfato político de Orban.

¿Qué hay que hacer para seguir en el poder?

Está claro, ¿no?

Fabricar un nuevo enemigo.

Y tal y como decimos por aquí,, dicho y hecho.

¿Recordáis la crisis de los refugiados de hace unos años?

Pues esta fue la principal aportación de Viktor Orbán.

(Si lleva a su país masas de inmigrantes indocumentados del Medio Oriente, está importando

terrorismo, crimen, antisemitismo y homofobia.

Viktor Orbán.)

No sé, ¿qué queréis que os diga?

Más allá de los prejuicios que contienen declaraciones como esta, no parece que sea

la mejor forma de que un líder político aborde una crisis de refugiados derivada de

una cruenta guerra civil.

Incluso aunque no esté de acuerdo con dar cobijo a esas personas.

[Un poco de humanidad] El caso es que Orbán construyó una barrera

de alambre de púas en la frontera para evitar que los refugiados entraran en Hungría.

Todo en defensa de lo que el líder hungaro considera una contrarrevolución dirigida

contra los que mandan en Bruselas para reivindicar el carácter cristiano de Europa.

Y ya puestos ahí no iba a quedar todo.

Orbán ha atacado repetidamente al inversor estadounidense George Soros como símbolo

de la globalización.

Soros es dueño de la Universidad Centroeuropea, la más prestigiosa de Hungría y que el Fidesz

ha expulsado del país por promover los valores que no coinciden con los del gobierno.

Y muchos estaréis pensando: ¿Igual es un poquito excéntrico señalar como enemigo

público número 1 de Hungría a un tío que vive en Nueva York?

Bueno, puede ser, pero mientras los húngaros están preocupados enfrentándose con supuestos

enemigos como Soros o los pobres refugiados, los informes de la OLAF, la Oficina Europea

de Lucha contra el Fraude sugieren que el gobierno hungaro no está perdiendo el tiempo.

(Los datos de la OLAF sobre las irregularidades en el uso de fondos de la Unión Europea golpean

a Hungría de nuevo) Todo apunta a que el Fidesz ha hecho rico

a su círculo más cercano gracias al dinero venido de Europa.

Y muchos diréis, pero bueno a la mayoría de la gente no le suele gustar que los políticos

metan la mano en la caja.

¿Cómo es que le siguen votando?

Pues aquí encontramos el segundo motivo por el que los húngaros votan a Orbán.

Y es que lo cierto es que, mientras ha estado de primer ministro, la economía húngara

ha progresado.

El desempleo ronda el 4%, lo que es música para los oídos de los húngaros, que devolvieron

al poder a Orbán en plena crisis de la Gran Recesión.

Además, la Hungría de Orbán ha crecido a un 3% de media hasta la llegada de la pandemia

del covid-19.

¿Tiene mérito?

Pues depende.

Si, por ejemplo, tenemos en cuenta que cada año Hungría recibe en ayudas europeas el

equivalente a cerca del 3% de su PIB… pues hombre, muy mal tendrían que gestionar uno

de los países que más dinero recibe de la Unión Europea.

Mirad.

Para meterse tanto con los que mandan en Bruselas, no está nada mal, ¿eh?

De todas formas hablaremos de la economía húngara en un próximo vídeo, así que,

ya sabéis, no olvideis suscribiros para estar al tanto.

El caso amigos, es que el Fidesz podría estar a punto de perder el control de la situación

tras la llegada de la pandemia.

Ya os hemos contado que ya no forma parte del Partido Popular Europeo, el grupo más

numeroso del Parlamento Europeo.

Pero es que además otros países se están hartando de los ataques de Orbán a Bruselas

y de ver cómo el dinero de los contribuyentes europeos se lo están llevando a manos llenas

los colegas del primer ministro húngaro.

Así que en las negociaciones de los fondos para la recuperación post-pandemia, los europarlamentarios

introdujeron exigencias nunca vistas hasta ahora.

(Acuerdo alcanzado para vincular la financiación de la Unión Europea con el respeto del Estado

de derecho) El Gobierno húngaro ha puesto todos los palos

en las ruedas posibles para evitar que este reglamento salga adelante.

Pero todo indica que la estrella europea de Orbán está a punto de apagarse.

Y lo que es peor para él: ahora tiene otras preocupaciones que atender.

Atentos.

(ORBÁN, EL ESTRATEGA ELECTORAL) Hungría ha protagonizado muchas noticias

durante la pasada Eurocopa.

Lo malo es que fue más por motivos políticos que por éxitos deportivos.

El Gobierno de Viktor Orbán acaba de aprobar la ley que prohíbe la exposición de los

menores de edad a cualquier contenido que dé visibilidad a la homosexualidad.

La indignación fue enorme en buena parte de Europa.

Y la Eurocopa fue el escenario en el que Orbán encontró la expresión más popular del rechazo

comunitario a su legislación homófoba.

Recordad que Munich quiso iluminar su estadio con los colores de la bandera arcoíris y

que el portero de Alemania lució un brazalete con estos colores en el partido que les enfrentó

contra Hungría.

Un gesto similar protagonizó el piloto Sebastian Vettel en el Gran Premio de Hungría de Fórmula

1.

Lo cierto es que muchos Gobiernos europeos y la propia Comisión Europea le tienen ganas

a Orbán.

Hace unos años se intentó actuar contra el Gobierno húngaro desde el Parlamento Europeo,

pero no pasó nada.

Sin embargo amigos, ahora la situación es distinta.

(Cuando en 2018 el Parlamento Europeo decidió poner en marcha las sanciones del Artículo

7 contra Hungría, se topó con un obstáculo insalvable.

La decisión debía tomarse por consenso del resto de países miembros de la Unión Europea.

Una misión imposible ante la alianza Budapest-Varsovia.

Ahora las cosas han cambiado con el nuevo reglamento.

Ahora los países miembros deberán respetar el Estado de Derecho y los valores fundamentales

del proyecto europeo como el respeto a las minorías o la Comisión Europea podrá bloquearles

el desembolso de fondos comunitarios con el beneplácito de una mayoría cualificada.)

Por supuesto, el Gobierno de Orbán va a presentar batalla.

En un primer momento, bloqueó la aprobación del presupuesto comunitario y las ayudas para

la recuperación postpandemia porque no querían ver ni en pintura esa exigencia de respeto

al Estado de Derecho.

Pero amigos, al final tuvieron que ceder porque son conscientes de que la llegada de los fondos

europeos, un auténtico pastizal, es algo vital para la economía húngara.

Eso sí, Orbán consiguió arrancar una concesión: el Tribunal de Justicia de la Unión Europea

tiene que dar el visto bueno a la legalidad de esta nueva exigencia para recibir dinero

comunitario.

Todo esto parece que retrasará un par de años el plazo para que la Comisión Europea

pueda plantar cara a los países miembros con vocación de déspotas.

Y desde luego todavía es pronto para saber si esto quedará en la típica regulación

que tanto gusta en Bruselas: reglas estrictas para contentar a los más exigentes y una

aplicación muy flexible para tranquilizar a los críticos.

La presidenta de Eslovaquia tiene las mismas dudas.

(“Tener el mecanismo para defender el estado de derecho tan solo es el primer paso.

Ahora tenemos que hacerlo funcionar”.

Zuzana Caputova, presidenta de Eslovaquia.)

En cualquier caso, si algo ha ganado Viktor Orbán en su tira y afloja con el resto de

líderes de la Unión Europea es tiempo.

Tiempo para que la exigencia del respeto al Estado de Derecho no se ponga en marcha antes

de la primavera, que es cuando se celebran las próximas elecciones en Hungría.

(La oposición húngara se une para desbancar a Viktor Orbán)

Estaremos atentos a los acontecimientos.

De momento turno para ti: ¿Crees que la Unión Europea se atreverá

por fin a plantar cara a Viktor Orbán?

¿O pensáis que cada país tiene que ser soberano para decidir su camino sea este cual

sea?

Podéis dejarnos vuestra respuesta en los comentarios.

Si el vídeo te ha resultado interesante dale a like y no olvides suscribirte a VisualPolitik

si aun no lo has hecho.

Un saludo y hasta la próxima.


¿HÉROE o VILLANO? El PROBLEMA de la HUNGRÍA de Viktor ORBAN - VisualPolitik HERO or VILLAIN? The PROBLEM of Viktor ORBAN's HUNGARY - VisualPolitik

Viktor Orbán se ha convertido en el Johnny Depp de la política europea.

El primer ministro de Hungría lleva mucho tiempo llamando la atención de Bruselas y

del resto de capitales europeas... y no precisamente por su simpatía.

Al húngaro ya solo le ríen las gracias en Polonia.

Durante años a Orbán se le ha permitido de todo en la Unión Europea: desde dejar

que se haga con todo el poder en Hungría hasta ver cómo el propio gobierno húngaro

pagaba campañas contra Juncker cuando este era el presidente de la Comisión Europea.

Campañas pagadas, por supuesto, con dinero público.

Y claro, todo esto son cosas que escuecen en Bruselas.

Sobre todo si tenemos en cuenta que Hungría es uno de los principales receptores de fondos

de la Unión Europea.

El problema para Orbán es que ahora tantos años de excesos comienzan a pasarle factura.

Su última decisión sobre prohibir a menores todo aquel contenido que se considere que

"promueve la homosexualidad” está siendo algo así la gota que colma el vaso.

Bruselas parece ahora decidida a tomarse la cuestión de Orban muy pero que muy en serio.

[Y me diréis, ¿pero en qué están pensando?

¿van a prohibir will y grace?

Pues para que os hagáis una idea ni Harry Potter parece que se salvaría de la censura.]

Todo esto ha hecho que en VisualPolitik nos hagamos unas cuantas preguntas.

¿Qué demonios busca el gobierno húngaro?

¿Están fundamentadas las críticas contra Orbán?

¿Qué papel puede jugar la Unión Europea?

Y quizás la pregunta más importante de todas:

¿Qué puede pasar en el futuro?

Hoy en VisualPolitik vamos a responder a estas preguntas.

Pero antes, antes vamos a ver un poco de Historia.

(ORBÁN, EL BASTIÓN CONTRA EL COMUNISMO) Hubo un tiempo en el que Viktor Orbán fue

todo un símbolo de la lucha por la libertad.

Corrían los años 80 del pasado siglo y Hungría aún era un régimen comunista bajo la influencia

de la Unión Soviética.

Sin embargo, amigos, aquel entonces el bloque del Este ya se estaba empezando a desmoronar.

Y justo en ese escenario, es donde encontramos al joven Viktor Orbán, uno de los fundadores

del partido Fidesz, los Jóvenes Demócratas.

Orbán era considerado como uno de los disidentes más carismáticos, y luciendo pelazo, participó

con 26 años en el homenaje de Estado a los restos de los líderes de la Revolución húngara

de 1956 con un firme discurso contra el comunismo y en favor

de la democracia.

Efectivamente, el régimen socialista soviético cayó.

Y Fidesz se convirtió en un partido político.

Pero en las primeras elecciones no les fue nada bien.

Así que… giro de timón.

Orbán abandonó su posicionamiento liberal para convertir al Fidesz en el gran partido

de la derecha conservadora de Hungría.

¿Y sabéis qué?

Funcionó.

(En 1998 Orbán se convirtió en el primer ministro de Hungría.

Fue un primer mandato de 4 años con buenos datos económicos, y que avanzó en la modernización

poscomunista de Hungría.

Incluso, su buen hacer llamó la atención del Partido Popular Europeo, la agrupación

de partidos de centro-derecha en el Parlamento Europeo.

Así que fueron a Budapest para convencer a Orbán de que su sitio estaba con ellos

y no con los liberales.

) Y así es como el Fidesz se integró en el

Partido Popular Europeo.

La vida sonreía a Orbán salvo por un pequeño inconveniente: perdió las elecciones para

revalidar su Gobierno.

Y en 2006 las volvió a perder.

Tocaba un nuevo giro de timón en la forma de hacer política.

Desde ese momento mucho más radical, combativa y porqué no decirlo populista.

Y cuando recuperó el poder en 2010, lo hizo a lo grande.

Lo hizo con una supermayoría de 2 tercios del Parlamento con poder suficiente para cambiar

a su antojo la Constitución.

Y como bien sabéis vosotros, jóvenes demócratas del mundo que nos estáis viendo, ese es el

peor superpoder que se le puede dar a un político.

Porque desde entonces desde Hungría sólo nos llegan noticias como esta:

(Los jueces de Hungría advierten sobre las amenazas a la independencia judicial)

Dirigiendo el Gobierno desde su cargo de primer ministro y el Parlamento con esa supermayoría

de 2 tercios, Orban siempre ha tenido a la Justicia en su punto de mira.

Para empezar creó una Oficina Nacional de la Judicatura con capacidad para vetar los

ascensos judiciales e influir en el reparto de casos.

¿Que los jueces plantan cara al Gobierno?…

pues les adelanto de golpe 8 años la edad de jubilación.

Que el Tribunal Constitucional sigue dando guerra... pues amplió el número de magistrados

y reservo las vacantes para los más afines a Fidesz.

El caso es que de una forma u otra Viktor Orbán parece tener siempre la última palabra.

(La separación de poderes en Hungría ha ido perdiendo fuerza progresivamente.

Cada vez que ha recibido un revés, Fidesz ha utilizado su supermayoría para blindar

la agenda de Orbán enmendando la Constitución.

Pero es que, además, el dominio de Orbán sobre la democracia húngara no acaba aquí.

Las elecciones, por ejemplo, son libres, sí, pero no equilibradas.

La Oficina de Auditoría del Estado, dirigida por un exdiputado de Fidesz, ha investigado

a los partidos de la oposición e incluso les ha impuesto multas millonarias, ahogándolos

financieramente.

Algo que, por supuesto, no ha hecho con el partido en el gobierno, ¿Casualidad?

Ja.)

¿Es entonces Hungría una dictadura?

Pues, no, evidentemente no.

Pero hay detalles que hablan por sí solos.

Por ejemplo, desde que gobierna Viktor Orbán, se les ha dado derechos de voto a unos 2 millones

de húngaros que viven en países vecinos del este de Europa.

Se les permite votar por correo; en su mayoría son apoyos garantizados al Fidesz.

Sin embargo, los aproximadamente 350.000 ciudadanos húngaros que viven en Europa Occidental tienen

que ir a embajadas y consulados para votar.

Facilidades para unos.

Dificultades para otros.

No hay pucherazo ni se liquida a los líderes de la oposición.

Pero es que a Orban ni siquiera le hace falta.

Muchos periódicos críticos han cerrado y Fidesz ha transformado MTI, la agencia pública

de noticias del país, en un órgano de propaganda cuyo servicio para colmo es gratuito, lo que

ha acabado con las agencias de noticias competidoras.

Simple y llanamente con la estrategia más antigua de la política: competencia desleal

pagada con dinero público.

Y claro, como podéis imaginar, los periódicos más pequeños, los regionales… Todos se

surten en gran medida de noticias de esta agencia gubernamental, por supuesto siempre

favorables al Gobierno.

Y con las radios y las televisiones pasa prácticamente lo mismo.

Ya lo véis,.

Orbán lo tiene todo bajo control.

Pero esperad un momento amigos, porque las cosas han cambiado desde que en marzo pasara

esto: (El Fidesz de Orbán deja el grupo parlamentario

del Partido Popular Europeo antes de ser expulsado) Orbán se beneficiaba hasta el pasado marzo

de formar parte del grupo político que domina el Parlamento Europeo y que tiene la mayor

capacidad para marcar el camino a la Comisión Europea.

Era un aliado incómodo para la centroderecha europea pero… al fin y al cabo, el húngaro

Fidesz era el tercer partido que más europarlamentarios aportaba al Partido Popular Europeo.

Sin embargo, queridos amigos, amigas, ahora sus socios de Bruselas se han hartado de soportar

los desafíos de Orbán.

Un momento, ¿que de qué tipo de desafíos estamos hablando?

Pues… Atentos.

(ORBÁN, EL HÚNGARO NACIONALISTA) Hay dos motivos por los que los húngaros

votan a Orbán.

Uno tiene mucho que ver con las emociones.

Para muchos húngaros ser partidario de Viktor Orbán y el Fidesz, dos bastiones de la independencia

nacional, es algo así como ser un buen patriota.

Pero claro, no nos engañemos, el tiempo pasa, y con la Unión Soviética más disuelta que

los Beatles desde que Yoko Ono pisó Gran Bretaña comprenderéis que eso de motivar

a los húngaros con el enemigo comunista es algo que iba perdiendo tirón.

Y justo aquí es dónde sale a relucir el olfato político de Orban.

¿Qué hay que hacer para seguir en el poder?

Está claro, ¿no?

Fabricar un nuevo enemigo.

Y tal y como decimos por aquí,, dicho y hecho.

¿Recordáis la crisis de los refugiados de hace unos años?

Pues esta fue la principal aportación de Viktor Orbán.

(Si lleva a su país masas de inmigrantes indocumentados del Medio Oriente, está importando

terrorismo, crimen, antisemitismo y homofobia.

Viktor Orbán.)

No sé, ¿qué queréis que os diga?

Más allá de los prejuicios que contienen declaraciones como esta, no parece que sea

la mejor forma de que un líder político aborde una crisis de refugiados derivada de

una cruenta guerra civil.

Incluso aunque no esté de acuerdo con dar cobijo a esas personas.

[Un poco de humanidad] El caso es que Orbán construyó una barrera

de alambre de púas en la frontera para evitar que los refugiados entraran en Hungría.

Todo en defensa de lo que el líder hungaro considera una contrarrevolución dirigida

contra los que mandan en Bruselas para reivindicar el carácter cristiano de Europa.

Y ya puestos ahí no iba a quedar todo.

Orbán ha atacado repetidamente al inversor estadounidense George Soros como símbolo

de la globalización.

Soros es dueño de la Universidad Centroeuropea, la más prestigiosa de Hungría y que el Fidesz

ha expulsado del país por promover los valores que no coinciden con los del gobierno.

Y muchos estaréis pensando: ¿Igual es un poquito excéntrico señalar como enemigo

público número 1 de Hungría a un tío que vive en Nueva York?

Bueno, puede ser, pero mientras los húngaros están preocupados enfrentándose con supuestos

enemigos como Soros o los pobres refugiados, los informes de la OLAF, la Oficina Europea

de Lucha contra el Fraude sugieren que el gobierno hungaro no está perdiendo el tiempo.

(Los datos de la OLAF sobre las irregularidades en el uso de fondos de la Unión Europea golpean

a Hungría de nuevo) Todo apunta a que el Fidesz ha hecho rico

a su círculo más cercano gracias al dinero venido de Europa.

Y muchos diréis, pero bueno a la mayoría de la gente no le suele gustar que los políticos

metan la mano en la caja.

¿Cómo es que le siguen votando?

Pues aquí encontramos el segundo motivo por el que los húngaros votan a Orbán.

Y es que lo cierto es que, mientras ha estado de primer ministro, la economía húngara

ha progresado.

El desempleo ronda el 4%, lo que es música para los oídos de los húngaros, que devolvieron

al poder a Orbán en plena crisis de la Gran Recesión.

Además, la Hungría de Orbán ha crecido a un 3% de media hasta la llegada de la pandemia

del covid-19.

¿Tiene mérito?

Pues depende.

Si, por ejemplo, tenemos en cuenta que cada año Hungría recibe en ayudas europeas el

equivalente a cerca del 3% de su PIB… pues hombre, muy mal tendrían que gestionar uno

de los países que más dinero recibe de la Unión Europea.

Mirad.

Para meterse tanto con los que mandan en Bruselas, no está nada mal, ¿eh?

De todas formas hablaremos de la economía húngara en un próximo vídeo, así que,

ya sabéis, no olvideis suscribiros para estar al tanto.

El caso amigos, es que el Fidesz podría estar a punto de perder el control de la situación

tras la llegada de la pandemia.

Ya os hemos contado que ya no forma parte del Partido Popular Europeo, el grupo más

numeroso del Parlamento Europeo.

Pero es que además otros países se están hartando de los ataques de Orbán a Bruselas

y de ver cómo el dinero de los contribuyentes europeos se lo están llevando a manos llenas

los colegas del primer ministro húngaro.

Así que en las negociaciones de los fondos para la recuperación post-pandemia, los europarlamentarios

introdujeron exigencias nunca vistas hasta ahora.

(Acuerdo alcanzado para vincular la financiación de la Unión Europea con el respeto del Estado

de derecho) El Gobierno húngaro ha puesto todos los palos

en las ruedas posibles para evitar que este reglamento salga adelante.

Pero todo indica que la estrella europea de Orbán está a punto de apagarse.

Y lo que es peor para él: ahora tiene otras preocupaciones que atender.

Atentos.

(ORBÁN, EL ESTRATEGA ELECTORAL) Hungría ha protagonizado muchas noticias

durante la pasada Eurocopa.

Lo malo es que fue más por motivos políticos que por éxitos deportivos.

El Gobierno de Viktor Orbán acaba de aprobar la ley que prohíbe la exposición de los

menores de edad a cualquier contenido que dé visibilidad a la homosexualidad.

La indignación fue enorme en buena parte de Europa.

Y la Eurocopa fue el escenario en el que Orbán encontró la expresión más popular del rechazo

comunitario a su legislación homófoba.

Recordad que Munich quiso iluminar su estadio con los colores de la bandera arcoíris y

que el portero de Alemania lució un brazalete con estos colores en el partido que les enfrentó

contra Hungría.

Un gesto similar protagonizó el piloto Sebastian Vettel en el Gran Premio de Hungría de Fórmula

1.

Lo cierto es que muchos Gobiernos europeos y la propia Comisión Europea le tienen ganas

a Orbán.

Hace unos años se intentó actuar contra el Gobierno húngaro desde el Parlamento Europeo,

pero no pasó nada.

Sin embargo amigos, ahora la situación es distinta.

(Cuando en 2018 el Parlamento Europeo decidió poner en marcha las sanciones del Artículo

7 contra Hungría, se topó con un obstáculo insalvable.

La decisión debía tomarse por consenso del resto de países miembros de la Unión Europea.

Una misión imposible ante la alianza Budapest-Varsovia.

Ahora las cosas han cambiado con el nuevo reglamento.

Ahora los países miembros deberán respetar el Estado de Derecho y los valores fundamentales

del proyecto europeo como el respeto a las minorías o la Comisión Europea podrá bloquearles

el desembolso de fondos comunitarios con el beneplácito de una mayoría cualificada.)

Por supuesto, el Gobierno de Orbán va a presentar batalla.

En un primer momento, bloqueó la aprobación del presupuesto comunitario y las ayudas para

la recuperación postpandemia porque no querían ver ni en pintura esa exigencia de respeto

al Estado de Derecho.

Pero amigos, al final tuvieron que ceder porque son conscientes de que la llegada de los fondos

europeos, un auténtico pastizal, es algo vital para la economía húngara.

Eso sí, Orbán consiguió arrancar una concesión: el Tribunal de Justicia de la Unión Europea

tiene que dar el visto bueno a la legalidad de esta nueva exigencia para recibir dinero

comunitario.

Todo esto parece que retrasará un par de años el plazo para que la Comisión Europea

pueda plantar cara a los países miembros con vocación de déspotas.

Y desde luego todavía es pronto para saber si esto quedará en la típica regulación

que tanto gusta en Bruselas: reglas estrictas para contentar a los más exigentes y una

aplicación muy flexible para tranquilizar a los críticos.

La presidenta de Eslovaquia tiene las mismas dudas.

(“Tener el mecanismo para defender el estado de derecho tan solo es el primer paso.

Ahora tenemos que hacerlo funcionar”.

Zuzana Caputova, presidenta de Eslovaquia.)

En cualquier caso, si algo ha ganado Viktor Orbán en su tira y afloja con el resto de

líderes de la Unión Europea es tiempo.

Tiempo para que la exigencia del respeto al Estado de Derecho no se ponga en marcha antes

de la primavera, que es cuando se celebran las próximas elecciones en Hungría.

(La oposición húngara se une para desbancar a Viktor Orbán)

Estaremos atentos a los acontecimientos.

De momento turno para ti: ¿Crees que la Unión Europea se atreverá

por fin a plantar cara a Viktor Orbán?

¿O pensáis que cada país tiene que ser soberano para decidir su camino sea este cual

sea?

Podéis dejarnos vuestra respuesta en los comentarios.

Si el vídeo te ha resultado interesante dale a like y no olvides suscribirte a VisualPolitik

si aun no lo has hecho.

Un saludo y hasta la próxima.