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Tres Cuentos, Ep.45 - La mano del comandante Aranda - Alfonso Reyes (2)

Ep.45 - La mano del comandante Aranda - Alfonso Reyes (2)

La mano, en tanto, indiferente al daño ajeno, adquiría una musculatura atlética, se robustecía y perfeccionaba por instantes, y cada vez sabía hacer más cosas. […] La noche que decidió salir a tomar el fresco en automóvil, la familia Aranda, incapaz de sujetarla, creyó que se hundía el mundo. Pero no hubo un solo accidente, ni multas, ni "mordidas". Por lo menos—dijo el comandante—así se conservará la máquina en buen estado, que ya amenazaba enmohecerse desde la huida del chauffer.

IV

Abandonada a su propia naturaleza, la mano fue poco a poco encarnando la idea platónica que le dio el ser, la idea de asir, el ansia de apoderamiento. […] Al ver, sobre todo, cómo aparecían las gallinas con el pescuezo retorcido, o cómo llegaban a la casa objetos de arte ajenos—que luego Aranda tenía devolver a sus propietarios, entre tartamudeos e incomprensibles disculpas—, fue ya evidente que la mano era un animal de presa y un ente ladrón.

La salud mental de Aranda era puesta ya en tela de juicio. Se hablaba también de alucinaciones colectivas, de los raps o ruidos de espíritus que, por 1847, aparecieron en casa de la familia Fox, y de otras cosas por el estilo. Las veinte o treinta personas que de veras habían visto la mano no parecían dignas de crédito cuando eran de la clase servil, fácil pasto a las supersticiones; y cuando eran gente de mediana cultura, callaban, contestaban con evasivas por miedo a comprometerse o a ponerse en ridículo. […]

Pero hay algo tierno y terrible en esta historia.

Entre alaridos de pavor, se despertó un día Aranda a la media noche: en extrañas nupcias, la mano cortada, la derecha, había venido a enlazarse con su mano izquierda, su compañera de otros días, como anhelosa de su arrimo. No fue posible desprenderla. Allí pasó el resto de la noche, y allí resolvió pernoctar en adelante. La costumbre hace familiares los monstruos. El comandante acabó por desentenderse. Hasta le pareció que aquel extraño contacto hacía más llevadera su mutilación y, en cierto modo, confortaba a su mano única.

Porque la pobre mano siniestra, la hembra, necesitó el beso y la compañía de la mano masculina, la diestra. […]

Pero, una noche, la mano empujó la puerta de la biblioteca y se engolfó en la lectura. Y dio con un cuento de Maupassant sobre una mano cortada que acaba por estrangular al enemigo. Y dio con una hermosa fantasía de Nerval, donde una mano encantada recorre el mundo, haciendo primores y maleficios. Y dio con unos apuntes del filósofo Gaos sobre la fenomenología de la mano. . . ¡Cielos! ¿Cuál será el resultado de esta temerosa incursión en el alfabeto?

El resultado es sereno y triste. La orgullosa mano independiente, que creía ser una persona, un ente autónomo, un inventor de su propia conducta, se convenció de que no era más que un tema literario, un asunto de fantasía ya muy traído y llevado por la pluma de los escritores.

Con pesadumbre y dificultad—y estoy por decir que derramando abundantes lágrimas—se encaminó a la vitrina de la sala, se acomodó en su estuche, que antes colocó cuidadosamente entre las condecoraciones de campaña y las cruces de la Constancia Militar, y desengañada y pesarosa, se suicidó a su manera, se dejó morir.

IV

Rayaba el sol cuando el comandante, que había pasado la noche revolcándose en el insomnio y acongojado por la prolongada ausencia de su mano, la descubrió yerta, en el estuche, algo ennegrecida y como con señales de asfixia.

No daba crédito a sus ojos. Cuando hubo comprendido el caso, arrugó con nervioso puño el papel en que ya solicitaba su baja del servicio activo, se alzó cuan largo era, reasumió su militar altivez y, sobresaltando a su casa, gritó a voz en cuello:

—¡Atención, firmes! ¡Todos a su puesto! ¡Clarín de órdenes, a tocar la diana de victoria!

FIN

Comentario

Muy bien, regresemos a la realidad donde aquello que ha muerto no ha vuelto a la vida. Recuerdo alguna vez una amiga que me dijo que había escuchado que algunas personas muy apegadas a sus macotas, después de muertas las disecaban para tenerlas en casa como recuerdo. A mi me pareció la cosa más rara del mundo, ni que fueran cazadores exponiendo sus trofeos. Pero después de los años, y de enamórame perdidamente de mi perro, un día me pille pensando si no debería hacer lo mismo el día en que él nos deje. Inmediatamente me dije, ¡Carolina por favor, pero qué barbaridad, ahora si te estas enloqueciendo! Después de ese día imprimí un montón de fotos de mi perrito, y las tengo por todas partes de la casa. Y él por supuesto todavía continúa haciendo de nuestros días toda una aventura.

Por otra parte, el cuento “La mano del comandante Aranda”, me puso a pensar un poco en la relación que tenemos con nuestros cuerpos. Hasta hace más de un año mi cuerpo era prácticamente un sirviente de mi cerebro. Mi mente es medio tirana, especialmente con mi pobre cuerpecito. Y me atrevo a decir que no soy la única. ¡Cuántas veces el cuerpo nos grita, “no más! quiero descansar! ¡No quiero comer eso, no quiero tomar eso!” Pero nosotros seguimos, porque hay que seguir.

Desde el año pasado, cuando el mundo se desaceleró, me acerque al cuento de la meditación, y me ha cambiado la vida. No es que ya pueda meditar como un yoghi, ni que lo haga todos los días, pero me he hecho mas consciente de que mi cuerpo necesita más descansos, y que mi mente también. He aprendido a pillar a mi mente cuando se aleja y se va a otro mundo, en lugar de estar aquí en el momento disfrutando con mi cuerpo lo que sucede a mi alrededor.

Estoy lejos de ser una experta, pero por lo menos ya soy consciente de que mi cuerpo también habla, y que debo escucharlo con calma y atención.

*

Bueno es hora de presentar a la voz que leyó y adaptó el cuento de hoy. Fabiana Piatti nació en Córdoba, Argentina. Es docente, profesora de enseñanza primaria y pre-escolar. Se desempeña en el nivel inicial, donde es encargada de la biblioteca.

También es narradora oral, actividad que desarrolla en encuentros y festivales, ferias de libros, museos y bibliotecas. Debido a la pandemia, ahora también cuenta cuentos en encuentros virtuales junto a otros narradores de diversas provincias de su país y países limítrofes.

Su dedicación a la lectura es algo que realiza con gusto desde su infancia, de ella se nutre para conformar repertorios de cuentos dirigidos especialmente al público infantil.

Para aquellos que quieran escucharla contar les dejaré un par de videos que encontré donde Fabiana nos cuenta cuentos para niños.

Mama maga: https://www.facebook.com/watch/?v=4120131318030137

La Mona Jacinta de María Elena Walsh por Fabiana Piatti: https://www .youtube.com/watch?v=7iby0UNX5Bs

Fabiana Piatti cuenta: https://www.youtube.com/watch?v=gXIhPc5U_N4

*

Es tiempo de recordarles que se subscriban a nuestra lista de correos a través de nuestra página web www.trescuentos.com. Resulta que como les comenté en el episodio de Ángeles Vicente “Buitres,” el podcast va a cambiar de ‘look'. Y como parte del cambio de marca que sucederá entre finales de este año y el siguiente, pues vamos a tener una actividad llamada “la ancheta literaria”. Es un concurso que estaremos promoviendo entre noviembre y diciembre aquí en los Estados Unidos. Así que si están suscritos pues les llegarán las bases del concurso, para que se animen y participen.

Igualmente, si les gusta el programa y les quedan unos minutitos recuerden dejarnos un comentario positivo en cualquier de las aplicaciones que usan para escucharnos, o nos pueden escribir un correo a tres.cuentos.podcast@gmail.com

Por último, aunque esta temporada es de nueve episodios, tomaremos un descanso de una semana cada tres episodios. Es decir que después del episodio de hoy nos vemos en dos semanas, ósea el 20 de octubre para continuar con los siguientes tres episodios de fantasía latinoamericana.

*

Sin más preámbulos hablemos sobre el autor de hoy. Esta breve reseña biográfica fue escrita en colaboración con Esther Evelyn Bastidas, quien nos ha dado una manito durante esta temporada.

El autor, ensayista, crítico, poeta y narrador mexicano Alfonso Reyes, nace en Monterrey en el año de 1889. Sus padres fueron Bernardo Reyes originario de Nuevo León, y Aurelia Ochoa de Reyes nacida en Zapotlán el Grande, Jalisco.

En 1909, el joven escritor, se une a la asociación civil “El Ateneo de la Juventud”, con el objetivo de generar una reflexión popular en México, en torno a los problemas que enfrentaba la cultura y el arte en dicha época. Tres años después, en 1912, contrae nupcias con Manuela Mota, quien, según sus familiares, fue su “compañera, novia, amante, amiga, esposa, madre, mujer de hogar, lectora bibliotecaria, archivista y alegre anfitriona”.

La infancia y adolescencia de Alfonso fueron marcadas por los intereses políticos y liberales de su padre, Bernardo Reyes, un militar mexicano que llegaría a ser gobernador. El legado que Don Reyes dejó fue activar el progreso industrial y económico del Estado de Nuevo León. Sin embargo, para desgracia del joven Alfonso, su padre quien había facilitado su educación literaria e intelectual, fue alcanzado por una ráfaga de ametralladora, el 9 de febrero de 1913, en un intento de Golpe de Estado, que más tarde fue conocido como “El Cuartelazo”.

La muerte de Don Bernardo Reyes, el padre de Alfonso trajo consecuencias devastadoras para la familia. Debido a que Don Bernardo Reyes había mostrado su oposición al gobierno de la época, la familia fue tildada de revolucionaria. Alfonso fue acosado por los partidarios de su padre para que vengara la muerte de Don Bernardo, pero Alfonso tenía otros planes. Tan pronto el joven escritor termina la carrera de leyes en la Escuela Nacional de Jurisprudencia (actualmente la Facultad de Derecho de la UNAM), huye en 1913 a París, Francia, y después de catorce meses se instala en España donde vivió los siguientes diez años.

El primer libro de Alfonso Reyes fue Cuestiones Estéticas, publicado en 1911. Desde esta primera compilación de ensayos, Reyes mostraría aquello que caracterizaría su estilo, una riqueza de vocabulario, giros expresivos, construcciones gramaticales poco frecuentes y arcaísmo, -es decir, el uso de palabras muy antiguas. Algunas de estas características pueden ser apreciadas en el cuento “La mano del comandante Aranda”.

El escritor mexicano, fue fundador del Instituto Francés de América Latina, y de El Colegio de México. Candidato en varias ocasiones al Premio Nobel, sin llegar a recibirlo. Finalmente, en 1945, es galardonado el premio Nacional de Literatura y es ganador del título de precursor del realismo mágico con el cuento “La Cena”.

Desde 1939, cuando regresa a México hasta 1959, el año de su muerte, Alfonso vivió en una casa que con el tiempo se convirtió en biblioteca. Lo anterior, debido a la cantidad de libros, ensayos, artículos y demás escritos que fue dejando el autor. “La Capilla Alfonsina”, como hoy en día es conocida, es una de las más reconocidas bibliotecas en México y, además es un centro de estudios literarios y culturales.

Después de la muerte del escritor, su esposa Manuelita, continuó difundiendo el legado literario de Alfonso Reyes para el mundo.

*

Como es costumbre, antes de concluir el programa los dejaré con otra reflexión hecha por el autor de hoy, Alfonso Reyes, la cual la pueden encontrar en Obras completas de Alfonso Reyes. Volumen III. El Cazador: Domingo Siete. Alfonso Reyes. Letras Mexicanas. Fondo de Cultura Económica. 1995.

“De niño ¡cuántas cosas me enseñaban que yo no entendía! A un resto de los antiguos métodos, no menos que a la docilidad de la mente infantil, debo la fortuna de haber aprendido de memoria lo que no entendía. Así, me sorprendo frecuentemente recitando frases que desde la infancia me están resonando en la cabeza, pero que entonces no tenían sentido para mí. Poco a poco, la vida me va descubriendo su misterio.

“Porque si la vieja pedagogía necesita defensores, sea yo el primero: hay cosas que se deben aprender aunque no se entiendan, cosas que deben estar en la memoria primero, y después en la voluntad, aun antes de estar en el entendimiento.

Ep.45 - La mano del comandante Aranda - Alfonso Reyes (2) Ep.45 - Die Hand des Kommandanten Aranda - Alfonso Reyes (2) Ep.45 - The Hand of Commander Aranda - Alfonso Reyes (2) Ep.45 - La mano del comandante Aranda - Alfonso Reyes (2) Ep.45 - アランダ司令官の手 - アルフォンソ・レイエス (2) Эп.45 - Рука командора Аранды - Альфонсо Рейес (2)

La mano, en tanto, indiferente al daño ajeno, adquiría una musculatura atlética, se robustecía y perfeccionaba por instantes, y cada vez sabía hacer más cosas. […] La noche que decidió salir a tomar el fresco en automóvil, la familia Aranda, incapaz de sujetarla, creyó que se hundía el mundo. Pero no hubo un solo accidente, ni multas, ni "mordidas". Por lo menos—dijo el comandante—así se conservará la máquina en buen estado, que ya amenazaba enmohecerse desde la huida del chauffer.

IV

Abandonada a su propia naturaleza, la mano fue poco a poco encarnando la idea platónica que le dio el ser, la idea de asir, el ansia de apoderamiento. […] Al ver, sobre todo, cómo aparecían las gallinas con el pescuezo retorcido, o cómo llegaban a la casa objetos de arte ajenos—que luego Aranda tenía devolver a sus propietarios, entre tartamudeos e incomprensibles disculpas—, fue ya evidente que la mano era un animal de presa y un ente ladrón.

La salud mental de Aranda era puesta ya en tela de juicio. Se hablaba también de alucinaciones colectivas, de los __raps__ o ruidos de espíritus que, por 1847, aparecieron en casa de la familia Fox, y de otras cosas por el estilo. Las veinte o treinta personas que de veras habían visto la mano no parecían dignas de crédito cuando eran de la clase servil, fácil pasto a las supersticiones; y cuando eran gente de mediana cultura, callaban, contestaban con evasivas por miedo a comprometerse o a ponerse en ridículo. […]

Pero hay algo tierno y terrible en esta historia.

Entre alaridos de pavor, se despertó un día Aranda a la media noche: en extrañas nupcias, la mano cortada, la derecha, había venido a enlazarse con su mano izquierda, su compañera de otros días, como anhelosa de su arrimo. No fue posible desprenderla. Allí pasó el resto de la noche, y allí resolvió pernoctar en adelante. La costumbre hace familiares los monstruos. El comandante acabó por desentenderse. Hasta le pareció que aquel extraño contacto hacía más llevadera su mutilación y, en cierto modo, confortaba a su mano única.

Porque la pobre mano siniestra, la hembra, necesitó el beso y la compañía de la mano masculina, la diestra. […]

Pero, una noche, la mano empujó la puerta de la biblioteca y se engolfó en la lectura. Y dio con un cuento de Maupassant sobre una mano cortada que acaba por estrangular al enemigo. Y dio con una hermosa fantasía de Nerval, donde una mano encantada recorre el mundo, haciendo primores y maleficios. Y dio con unos apuntes del filósofo Gaos sobre la fenomenología de la mano. . . ¡Cielos! ¿Cuál será el resultado de esta temerosa incursión en el alfabeto?

El resultado es sereno y triste. La orgullosa mano independiente, que creía ser una persona, un ente autónomo, un inventor de su propia conducta, se convenció de que no era más que un tema literario, un asunto de fantasía ya muy traído y llevado por la pluma de los escritores.

Con pesadumbre y dificultad—y estoy por decir que derramando abundantes lágrimas—se encaminó a la vitrina de la sala, se acomodó en su estuche, que antes colocó cuidadosamente entre las condecoraciones de campaña y las cruces de la Constancia Militar, y desengañada y pesarosa, se suicidó a su manera, se dejó morir.

IV

Rayaba el sol cuando el comandante, que había pasado la noche revolcándose en el insomnio y acongojado por la prolongada ausencia de su mano, la descubrió yerta, en el estuche, algo ennegrecida y como con señales de asfixia.

No daba crédito a sus ojos. Cuando hubo comprendido el caso, arrugó con nervioso puño el papel en que ya solicitaba su baja del servicio activo, se alzó cuan largo era, reasumió su militar altivez y, sobresaltando a su casa, gritó a voz en cuello:

—¡Atención, firmes! ¡Todos a su puesto! ¡Clarín de órdenes, a tocar la diana de victoria!

FIN

Comentario

Muy bien, regresemos a la realidad donde aquello que ha muerto no ha vuelto a la vida. Recuerdo alguna vez una amiga que me dijo que había escuchado que algunas personas muy apegadas a sus macotas, después de muertas las disecaban para tenerlas en casa como recuerdo. A mi me pareció la cosa más rara del mundo, ni que fueran cazadores exponiendo sus trofeos. Pero después de los años, y de enamórame perdidamente de mi perro, un día me pille pensando si no debería hacer lo mismo el día en que él nos deje. Inmediatamente me dije, ¡Carolina por favor, pero qué barbaridad, ahora si te estas enloqueciendo! Después de ese día imprimí un montón de fotos de mi perrito, y las tengo por todas partes de la casa. Y él por supuesto todavía continúa haciendo de nuestros días toda una aventura.

Por otra parte, el cuento “La mano del comandante Aranda”, me puso a pensar un poco en la relación que tenemos con nuestros cuerpos. Hasta hace más de un año mi cuerpo era prácticamente un sirviente de mi cerebro. Mi mente es medio tirana, especialmente con mi pobre cuerpecito. Y me atrevo a decir que no soy la única. ¡Cuántas veces el cuerpo nos grita, “no más! quiero descansar! ¡No quiero comer eso, no quiero tomar eso!” Pero nosotros seguimos, porque hay que seguir.

Desde el año pasado, cuando el mundo se desaceleró, me acerque al cuento de la meditación, y me ha cambiado la vida. No es que ya pueda meditar como un yoghi, ni que lo haga todos los días, pero me he hecho mas consciente de que mi cuerpo necesita más descansos, y que mi mente también. He aprendido a pillar a mi mente cuando se aleja y se va a otro mundo, en lugar de estar aquí en el momento disfrutando con mi cuerpo lo que sucede a mi alrededor.

Estoy lejos de ser una experta, pero por lo menos ya soy consciente de que mi cuerpo también habla, y que debo escucharlo con calma y atención.

*

Bueno es hora de presentar a la voz que leyó y adaptó el cuento de hoy. Fabiana Piatti nació en Córdoba, Argentina. Es docente, profesora de enseñanza primaria y pre-escolar. Se desempeña en el nivel inicial, donde es encargada de la biblioteca.

También es narradora oral, actividad que desarrolla en encuentros y festivales, ferias de libros, museos y bibliotecas. Debido a la pandemia, ahora también cuenta cuentos en encuentros virtuales junto a otros narradores de diversas provincias de su país y países limítrofes.

Su dedicación a la lectura es algo que realiza con gusto desde su infancia, de ella se nutre para conformar repertorios de cuentos dirigidos especialmente al público infantil.

Para aquellos que quieran escucharla contar les dejaré un par de videos que encontré donde Fabiana nos cuenta cuentos para niños.

Mama maga: https://www.facebook.com/watch/?v=4120131318030137

La Mona Jacinta de María Elena Walsh por Fabiana Piatti: https://www .youtube.com/watch?v=7iby0UNX5Bs

Fabiana Piatti cuenta: https://www.youtube.com/watch?v=gXIhPc5U_N4

*

Es tiempo de recordarles que se subscriban a nuestra lista de correos a través de nuestra página web www.trescuentos.com. Resulta que como les comenté en el episodio de Ángeles Vicente “Buitres,” el podcast va a cambiar de ‘look'. Y como parte del cambio de marca que sucederá entre finales de este año y el siguiente, pues vamos a tener una actividad llamada “la ancheta literaria”. Es un concurso que estaremos promoviendo entre noviembre y diciembre aquí en los Estados Unidos. Así que si están suscritos pues les llegarán las bases del concurso, para que se animen y participen.

Igualmente, si les gusta el programa y les quedan unos minutitos recuerden dejarnos un comentario positivo en cualquier de las aplicaciones que usan para escucharnos, o nos pueden escribir un correo a tres.cuentos.podcast@gmail.com

Por último, aunque esta temporada es de nueve episodios, tomaremos un descanso de una semana cada tres episodios. Es decir que después del episodio de hoy nos vemos en dos semanas, ósea el 20 de octubre para continuar con los siguientes tres episodios de fantasía latinoamericana.

*

Sin más preámbulos hablemos sobre el autor de hoy. Esta breve reseña biográfica fue escrita en colaboración con Esther Evelyn Bastidas, quien nos ha dado una manito durante esta temporada.

El autor, ensayista, crítico, poeta y narrador mexicano Alfonso Reyes, nace en Monterrey en el año de 1889. Sus padres fueron Bernardo Reyes originario de Nuevo León, y Aurelia Ochoa de Reyes nacida en Zapotlán el Grande, Jalisco.

En 1909, el joven escritor, se une a la asociación civil “El Ateneo de la Juventud”, con el objetivo de generar una reflexión popular en México, en torno a los problemas que enfrentaba la cultura y el arte en dicha época. Tres años después, en 1912, contrae nupcias con Manuela Mota, quien, según sus familiares, fue su “compañera, novia, amante, amiga, esposa, madre, mujer de hogar, lectora bibliotecaria, archivista y alegre anfitriona”.

La infancia y adolescencia de Alfonso fueron marcadas por los intereses políticos y liberales de su padre, Bernardo Reyes, un militar mexicano que llegaría a ser gobernador. El legado que Don Reyes dejó fue activar el progreso industrial y económico del Estado de Nuevo León. Sin embargo, para desgracia del joven Alfonso, su padre quien había facilitado su educación literaria e intelectual, fue alcanzado por una ráfaga de ametralladora, el 9 de febrero de 1913, en un intento de Golpe de Estado, que más tarde fue conocido como “El Cuartelazo”.

La muerte de Don Bernardo Reyes, el padre de Alfonso trajo consecuencias devastadoras para la familia. Debido a que Don Bernardo Reyes había mostrado su oposición al gobierno de la época, la familia fue tildada de revolucionaria. Alfonso fue acosado por los partidarios de su padre para que vengara la muerte de Don Bernardo, pero Alfonso tenía otros planes. Tan pronto el joven escritor termina la carrera de leyes en la Escuela Nacional de Jurisprudencia (actualmente la Facultad de Derecho de la UNAM), huye en 1913 a París, Francia, y después de catorce meses se instala en España donde vivió los siguientes diez años.

El primer libro de Alfonso Reyes fue __Cuestiones Estéticas__, publicado en 1911. Desde esta primera compilación de ensayos, Reyes mostraría aquello que caracterizaría su estilo, una riqueza de vocabulario, giros expresivos, construcciones gramaticales poco frecuentes y arcaísmo, -es decir, el uso de palabras muy antiguas. Algunas de estas características pueden ser apreciadas en el cuento “La mano del comandante Aranda”.

El escritor mexicano, fue fundador del Instituto Francés de América Latina, y de El Colegio de México. Candidato en varias ocasiones al Premio Nobel, sin llegar a recibirlo. Finalmente, en 1945, es galardonado el premio Nacional de Literatura y es ganador del título de precursor del realismo mágico con el cuento “La Cena”.

Desde 1939, cuando regresa a México hasta 1959, el año de su muerte, Alfonso vivió en una casa que con el tiempo se convirtió en biblioteca. Lo anterior, debido a la cantidad de libros, ensayos, artículos y demás escritos que fue dejando el autor. “La Capilla Alfonsina”, como hoy en día es conocida, es una de las más reconocidas bibliotecas en México y, además es un centro de estudios literarios y culturales.

Después de la muerte del escritor, su esposa Manuelita, continuó difundiendo el legado literario de Alfonso Reyes para el mundo.

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Como es costumbre, antes de concluir el programa los dejaré con otra reflexión hecha por el autor de hoy, Alfonso Reyes, la cual la pueden encontrar en __Obras completas de Alfonso Reyes. Volumen III. El Cazador: Domingo Siete__. Alfonso Reyes. Letras Mexicanas. Fondo de Cultura Económica. 1995.

“De niño ¡cuántas cosas me enseñaban que yo no entendía! A un resto de los antiguos métodos, no menos que a la docilidad de la mente infantil, debo la fortuna de haber aprendido de memoria lo que no entendía. Así, me sorprendo frecuentemente recitando frases que desde la infancia me están resonando en la cabeza, pero que entonces no tenían sentido para mí. Poco a poco, la vida me va descubriendo su misterio.

“Porque si la vieja pedagogía necesita defensores, sea yo el primero: hay cosas que se deben aprender aunque no se entiendan, cosas que deben estar en la memoria primero, y después en la voluntad, aun antes de estar en el entendimiento.