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El arte de la buena vida, El arte de la buena vida (6)

El arte de la buena vida (6)

Después de todo, hemos de tener en cuenta que a veces a la gente le beneficia sufrir

un naufragio, sin embargo, ¿quién en su sano juicio daría pasos para aumentar sus

posibilidades de naufragar?

Lo que preocupa a Seneca respecto al empleo de la ira como herramienta motivacional es

que una vez activada, seremos incapaces de desactivarla, y que cualquier bien que nos

aporte inicialmente será, de media, ampliamente superado por el perjuicio subsiguiente.

La razón, advierte, nunca recurrirá a la ayuda de impulsos desenfrenados sobre los

que no tiene autoridad.

2.

Está diciendo Seneca que alguien que ve como asesinan a su padre y violan a su madre no

debería enfadarse?

¿Qué debería permanecer impertérrito y no hacer nada?

En absoluto.

Debería castigar al agresor y proteger a sus padres, pero mientras lo hace ha de permanecer

lo más sereno posible.

De hecho, probablemente hará un mejor trabajo a la hora de castigar y proteger si puede

evitar enfadarse.

En líneas generales, cuando alguien nos agravia, ha de ser corregido, por la admonición y

por la fuerza, con suavidad y también rudamente.

Sin embargo, esta corrección ha de hacerse sin ira.

Castigamos a la gente no en retribución a lo que ha hecho, sino por su propio bien, para

disuadirla de volver a hacer lo que ya hizo.

En otras palabras, el castigo debería ser una expresión no de la ira, sino de la cautela.3

En nuestro análisis de los insultos, vimos como Seneca establecía una excepción a esta

regla para responder con el humor o con el silencio, si nos encontramos con alguien que

a pesar de ser adulto se comporta como un niño, querremos castigarlo por insultarnos.

Después de todo, es lo único que podrá comprender.

Análogamente, hay individuos que, cuando nos agravian, son incapaces de alterar su

conducta en respuesta a nuestros ruegos mesurados y racionales.

Para tratar con estos individuos superficiales, no tiene sentido enfadarnos de verdad.

Eso podría arruinar nuestro día, pero podría tener sentido, piensa Seneca, fingir ira.

4, actuando así, podemos conseguir que la persona enderece su camino con una mínima

perturbación de nuestra serenidad.

En otras palabras, aunque Seneca rechaza la idea de permitir que nos enfademos para

motivarnos, está abierto a la idea de fingir que estamos enfadados para motivar a los demás.

Seneca ofrece muchos consejos específicos para evitar la ira.

Afirma que deberíamos combatir nuestra tendencia a creer lo peor de los demás, así como nuestra

tendencia a establecer conclusiones respecto a sus motivaciones.

Hemos de tener presente que el hecho de que las cosas no salgan como esperábamos no significa

que alguien haya sido injusto con nosotros.

En particular, afirma Seneca, hemos de recordar que, en algunos casos, la persona que nos

enfada en realidad nos ha ayudado, en tales situaciones, lo que nos irrita es que no nos

ayudó más.

5.

Si somos hipersensibles, nos irritaremos con facilidad.

En líneas generales, dice Seneca, si nos concedemos todos los caprichos, si nos dejamos

corromper por el placer, nada nos parecerá tolerable, las cosas nos parecerán intolerables

no porque sean duras, sino porque nosotros somos blandos.

Por lo tanto, Seneca recomienda estar vigilantes para asegurarnos de que no nos acomodamos

demasiado, por supuesto, esta es solo una de las razones que dan los estoicos para renunciar

a la comodidad, en el capítulo 7 hemos examinado otras.

Si nos endurecemos así, afirma, será más difícil que un portazo o el grito de un criado

nos perturben, y por lo tanto será menos probable que nos enfademos por estas cosas.

No seremos tan abiertamente hipersensibles a lo que los demás hacen o dicen, y no percibiremos

las, vulgares trivialidades, como una provocación, por ejemplo, que nos sirvan agua tibia o que

el lecho esté poco mullido, 6.

Para evitar enfadarnos, dice Seneca, hemos de tener presente que las cosas que nos enfadan

generalmente no nos causan daño alguno, son meros fastidios.

Al permitir que situaciones ínfimas nos irriten, convertimos lo que sería una perturbación

apenas perceptible en un estado de agitación que destruye nuestra serenidad, además, como

observa Seneca, nuestra ira dura invariablemente más que el daño que nos han infligido, punto,

7, por lo tanto, qué ridículos somos cuando permitimos que cuestiones tan insignificantes

perturben nuestro ánimo.

Como hemos visto, los estoicos recomendaban usar el humor para desviar los insultos, Catón

bromeó cuando alguien le escupió en la cara, como hizo Sócrates cuando le tiraron

de las orejas.

Seneca sugiere que, al margen de ser una respuesta eficaz a un insulto, el humor puede utilizarse

para evitar enfadarnos, la risa, dice, reír mucho, es la respuesta a lo que nos hace llorar,

punto, 8, la idea es que, al decidir que lo malo que nos sucede es divertido en lugar

de irritante, un incidente que podría habernos enfadado se transforma en fuente de diversión.

De hecho, uno imagina que Catón y Sócrates, al usar el humor como respuesta a un insulto,

no solo desviaban el insulto, sino que evitaban irritarse con la persona que los había ofendido,

Marco también ofrece consejos para eludir la ira.

Como hemos visto, recomienda contemplar la impermanencia del mundo que nos rodea.

Si lo hacemos, afirma, comprenderemos que muchas de las cosas que creemos que son importantes

en realidad no lo son, al menos no en el gran esquema de las cosas.

Piensa en la época del emperador Vespasiano, casi un siglo anterior a la suya.

La gente se ocupaba en sus quehaceres cotidianos, se casaba, criaba a los hijos, cultivaba,

amaba, enviudaba, luchaba y festejaba.

Pero, señala, de toda esa vida nada sobrevive hoy.

Punto, 9, implícitamente, ese será el destino de nuestra generación, lo que nos parece

de una importancia vital será irrelevante para nuestros nietos.

Así pues, cuando nos sentimos irritados por algo, deberíamos detenernos a considerar

su «in» significancia cósmica.

Esto debería permitirnos cortar de raíz esa ira.

Supongamos que, a pesar de nuestros intentos de desviar la ira, el comportamiento de otras

personas nos enfada.

Séneca afirma que recordar que nuestra conducta también irrita a otros nos ayudará a superar

nuestra ira, somos malas personas entre malas personas, y solo una cosa puede calmarnos,

tratarnos bien.

También ofrece un consejo para la gestión de la ira que tiene un paralelismo en el budismo.

Cuando nos enfadamos, dice Séneca, hemos de esforzarnos por «transformar todos los

indicadores de la ira, en sus opuestos».

Hemos de obligarnos a relajar nuestro rostro, suavizar el tono de voz y caminar más despacio.

Si lo hacemos, nuestro estado interior pronto se asemejará al exterior, y nuestra ira,

según Séneca, se disipará.

10, Los budistas practican una técnica similar para sustituir los pensamientos.

Cuando experimentan un pensamiento malsano, los budistas se esfuerzan en pensar en lo

contrario, un pensamiento saludable.

Si sienten ira, por ejemplo, se obligan a pensar en el amor.

La idea es que como dos pensamientos opuestos no pueden coexistir en la mente, el pensamiento

saludable desplazará al malsano.

11.

¿Y si no somos capaces de controlar nuestra ira?

¿Y si atacamos verbalmente a quien nos irrita?

Deberíamos disculparnos.

Esto reparará casi instantáneamente el daño social que nuestro estallido haya podido causar.

También puede beneficiarnos personalmente, el acto de disculparnos, además de ejercer

un efecto relajante, evitará que nos obsesionemos con aquello que nos ha irritado.

Por último, disculparnos por el estallido de ira nos ayudará a ser mejores personas.

Al admitir nuestros errores, reducimos la posibilidad de volver a cometerlos en el futuro.

Ocasionalmente, todo el mundo experimenta ira, como la aflicción, la ira es un reflejo

emocional.

También hay personas que parecen estar enfadadas siempre.

No solo es fácil provocarlas, sino que están irritadas incluso sin provocación.

De hecho, estos individuos pasan su tiempo libre recordando, con cierto grado de placer,

acontecimientos pasados que les enfadaron, o cosas o situaciones que, en general, despiertan

su ira.

Al mismo tiempo que los consume, la ira parece ofrecerle sustento.

Los estoicos nos dirían que estos casos son trágicos.

Para empezar, la vida es demasiado breve para pasársela enfadado.

Por otra parte, una persona constantemente airada es un tormento para quienes la rodean.

En lugar de eso, se pregunta Seneca, ¿por qué no convertirte en una persona amada por

todos y que será echada de menos cuando ya no estés?

12, en líneas generales, ¿por qué experimentar lo contrario de la alegría cuando está en

tu poder experimentar la felicidad?

¿Por qué?

14.

Valores personales y.

La búsqueda de la fama.

Los estoicos afirman que la gente es infeliz debido en gran medida a la confusión respecto

a lo que es valioso.

Por ello, se pasa el día persiguiendo cosas que, en lugar de hacerle feliz, aumenta su

ansiedad y su malestar.

Una de las cosas que se persigue erróneamente es la fama.

La fama en cuestión se presenta en grados diversos.

Algunos quieren ser conocidos en todo el mundo.

Otros persiguen una fama local o regional.

Otros no buscan activamente una fama local.

Aspiran a ser populares en su círculo social o a ser reconocidos en el ámbito laboral.

Y casi todo el mundo desea la admiración de sus amigos y vecinos.

Están convencidos de que adquirir fama, en el sentido más amplio de la palabra, los

hará felices.

No comprenden que la fama, tanto si implica el reconocimiento a nivel mundial como la

admiración de los vecinos, tiene un precio.

De hecho, los estoicos aseguran que el precio de la fama es tan alto que supera con creces

los beneficios que pueda concedernos.

Para apreciar mejor el precio de la fama, pensemos en el siguiente ejemplo, ofrecido

por Epicteto.

Supongamos que tu objetivo es ser un individuo socialmente importante, ser famoso, en tu

círculo social, y supongamos que alguien en tu círculo ofrece un banquete.

Si esa persona no te invita, pagarás un precio, te sentirás agraviado por la afrenta.

Pero Epicteto señala que si te invita será porque has pagado un precio en el pasado,

has dejado de seguir tu camino para prestar atención al anfitrión del banquete y alabarlo.

Epicteto añade que eres codicioso y estúpido si esperas un asiento en la mesa del banquete

sin haber pagado, este precio, uno.

Epicteto piensa que estaríamos mucho mejor si no nos importara el estatus social.

Para empezar, no necesitaríamos congraciarnos con esta persona.

Y por otra parte, la privaremos de la posibilidad de molestarnos al no invitarnos al banquete.

Los estoicos valoran su libertad y por lo tanto son reacios a hacer cualquier cosa que

confiera los demás poder.

Sobre ellos, nuestras acciones han de estar calculadas para que nos admiren y hemos de

abstenernos de hacer aquello que, desencadene su desaprobación.

Por ello, Epicteto nos recomienda no codiciar el estatus social, pues si nuestro objetivo

es complacer a los demás ya no seremos libres para complacernos a nosotros mismos.

Afirma que nos habremos esclavizado, 2.

Si queremos conservar nuestra libertad, afirma Epicteto, hemos de ser cuidadosos al tratar

con otras personas, ser indiferentes a lo que piensan de nosotros.

Es más, hemos de ser coherentes con nuestra indiferencia, en otras palabras, deberíamos

desdeñar tanto su aprobación como su desaprobación.

De hecho, Epicteto dice que cuando los demás nos elogian, la respuesta correcta debería

ser reírnos de ellos, 3, pero no demasiado.

Aunque Epicteto y los otros estoicos creen que deberíamos ser indiferentes a las opiniones

que los demás tienen, de nosotros, nos aconsejan disimular nuestra indiferencia.

Después de todo, decirle a alguien que no te importa lo que piensa posiblemente sea

el primer insulto que podemos infligirle.

Marco Aurelio está de acuerdo con Epicteto en que es absurdo que nos preocupemos por

lo que otras personas piensan, de nosotros, y especialmente absurdo buscar la aprobación

de personas cuyos valores rechazamos.

Por lo tanto, nuestro objetivo debería ser la indiferencia a las opiniones que los demás

se hacen de nosotros.

Añade que, si lo logramos, mejoraremos nuestra calidad de vida, 4.

Señalemos que el consejo de ignorar lo que los demás piensan de nosotros es coherente

con la recomendación estoica, de no preocuparnos por aquello que no podemos controlar.

No está en mi poder evitar que los demás se burlen de mí, por lo que resulta absurdo

perder el tiempo intentando detenerlos.

En cambio, dice Marco Aurelio, debería invertir el tiempo en algo sobre lo que tengo un control

completo, es decir, absteniéndome de acciones que merezcan burla, 5.

Marco Aurelio también ofrece algunas palabras a quienes valoran la que sería la última

forma de fama, la fama inmortal.

Esta celebridad, afirma Marco, es, algo hueco, vacío.

Después de todo, piensa en lo ridículo que es querer ser recordado después de la muerte.

Para empezar, al estar muertos, no podremos disfrutar de nuestra fama.

Y, además, es absurdo pensar que las futuras generaciones nos elogiarán, cuando nos resulta

tan difícil alabar a nuestros contemporáneos, aunque los veamos todos los días.

En lugar de pensar en la fama futura, asegura Marco Aurelio, haríamos bien en preocuparnos

por nuestra situación presente, dice que debemos, convertir el día presente en el

mejor posible, punto, 6.

Supongamos que admitimos que los estoicos tenían razón, deberíamos ignorar lo que

otras personas piensan de nosotros.

Para la mayoría de la gente, será difícil seguir este consejo.

Después de todo, la mayoría de nosotros estamos obsesionados con la opinión que los demás

tienen de nosotros, nos esforzamos primero en conquistar la admiración de los otros

y luego en no perderla.

Los estoicos creen que una forma de superar esta obsesión es comprender que para granjearnos

la admiración de los demás, tendremos que adoptar sus valores.

Más exactamente, tendremos que vivir una vida exitosa en función de su noción de

éxito.

Si vivimos una vida miserable, no tendrán ninguna razón para admirarnos.

En consecuencia, antes de intentar conquistar la admiración de otras personas, deberíamos

preguntarnos si esta noción de éxito es compatible con la nuestra.

Y lo que es más importante, tendríamos que preguntarnos si, al perseguir lo que valoran,

estas personas consiguen la serenidad que buscamos.

Si no es así, haríamos bien en renunciar a su admiración.

Otra forma de superar nuestra obsesión por granjearnos la admiración de los demás es

realizar acciones que inciten su desdén.

En este sentido, Catón ignoró los dictados de la moda, cuando todos vestían de púrpura

y de ligero, él vestía de negro, y aunque los antiguos romanos solían presentarse

en público con calzado y una túnica, él renunciaba a ambas cosas.

Según Plutarco, Catón no actuaba así porque, buscar a la vanagloria, por el contrario,

vestía de forma distinta para acostumbrarse, a avergonzarse de lo que realmente era vergonzoso,

y a ignorar la opinión de los hombres respecto a lo demás.

Punto 7, En otras palabras, Catón acometía voluntariamente acciones que provocaban el

desdén de sus contemporáneos solo para practicar la. ignorancia de ese desdén.

Muchas personas están obsesionadas por un temor que en algunos casos limita significativamente

su libertad, es decir, el miedo al fracaso.

Los individuos en cuestión quizá contemplan hacer algo que ponga a prueba su valentía,

determinación y habilidad, pero luego se niegan a hacerlo porque el temor al fracaso

se impone a su decisión.

Desde su punto de vista, es mejor no intentar hacer algo que fracasar intentándolo.

Evidentemente, hay fracasos que cualquier persona sensible querría evitar, por ejemplo,

los que provocan la muerte o la desfiguración.

Sin embargo, los fracasos que la mayoría de la gente quiere evitar no implican una

amenaza para la vida o la salud.

El coste del fracaso, en cambio, es tener que soportar la burla explícita, o tal vez

la compasión silenciosa, de aquellos que se enteran de él.

Las personas con aversión al fracaso razonan que es mejor no intentarlo siquiera correr

el riesgo de una humillación pública.

Hay que tener en cuenta que muchas personas, entre ellas, posiblemente, amigos y familiares

nuestros, quieren que fracasemos en aquello que emprendemos.

Quizá no lo dicen a la cara, pero eso no quiere decir que en silencio no rumien contra

nosotros.

Actúan así en parte porque nuestro éxito les hace quedar mal, y por lo tanto, se sienten

incómodos.

Si nosotros tenemos éxito, ¿por qué ellos no?

En consecuencia, si intentas hacer algo atrevido te ridiculizarán, predecirán un desastre

e intentarán disuadirte de tu objetivo.

Sí, pese a sus advertencias, lo intentas y tienes éxito, acabarán por felicitarte,

o no, pensemos de nuevo en la persona, mencionada en el capítulo 5, cuyo objetivo es escribir

una novela.

Imaginemos que revela sus aspiraciones literarias a sus amigos, familiares y compañeros de

trabajo.

Algunas de las personas a las que se confía la alentarán sinceramente.

Otras responderán a su anuncio con un alegre pesimismo.

Harán la predicción de que jamás acabará la novela, y para encordiarla le preguntarán,

con una regularidad de cronómetro, cómo va el libro.

Si lo acaba, predecirán que jamás encontrará un editor.

Si lo encuentra, dirán que no se venderá bien.

Y si se vende bien, sostendrán que su éxito es una evidencia del bajo nivel del público

Es posible que el escritor consiga la aprobación de estos detractores, tan solo tendrá que

abandonar su sueño de convertirse en novelista.

Si lo hace, los detractores reconocerán en él un espíritu fraterno y lo recibirán con

los brazos abiertos.

Lo invitarán a sentarse con ellos en un sofá cómodo y a unirse a ellos en la burla de

esos individuos que persiguen sus sueños pese a la posibilidad del fracaso.

Pero, ¿realmente es esta la compañía que pretende conservar?

¿De veras desea abandonar la búsqueda de su sueño para ganarse la aceptación de estos

individuos?

Los estoicos dicen que esta persona haría bien en trabajar para superar la indiferencia

a lo que los demás piensan, de ella.

Y debe quedar claro que los detractores pertenecen a la parte más notable de la lista de aquellos

cuyas opiniones, debería aprender a ignorar.

Irónicamente, al negarse a buscar la admiración de los demás, los estoicos pueden conquistarla,

quizá a regañadientes.

Estas personas, por ejemplo, interpretarán la indiferencia de los estoicos a la opinión

pública como una señal de autoestima.

Sólo alguien que realmente sabe quién es, alguien que, como ellos dicen, se siente bien

consigo mismo, manifestará este tipo de indiferencia.

Esta gente también podría desear ignorar lo que otros piensan de ella.

En algunos casos, la admiración de los demás basta para que le pregunten al estoico cómo

lo hace.

Cuando éste revela su secreto, cuando confiesa que practica el estoicismo, ¿producirá una

conversión en quienes preguntan?

Probablemente no.

Pensarán que se burlan de ellos.

¿Quién practica el estoicismo en estos días?

O decidirán que, aunque el estoicismo funciona para él, no puede aplicarse a ellos, debido

a diferencias en su personalidad.

Y en muchos casos aducirán que, a pesar de que sería bueno conseguir parte de la autoestima

que disfrutan los estoicos, hay otras cosas que aún merece más la pena perseguir, como

la fama, o una vida de lujo.

15.

Valores personales y.

La vida lujosa.

Además de valorar la fama, la gente suele apreciar la riqueza.

Ambos valores pueden parecer independientes, pero es posible que la razón principal por

la que buscamos riqueza es que buscamos fama, uno, más exactamente, buscamos la riqueza

porque advertimos que los bienes materiales que nuestra riqueza puede comprar nos granjearán

la.

admiración de otras personas y por lo tanto nos atribuirán un cierto grado de fama.

Pero si no merece la pena perseguir la fama, y si nuestra principal razón para buscar

la riqueza es conquistar la celebridad, entonces tampoco merece la pena perseguir la riqueza.

Y según los estoicos, no la merece.

En su Consolación a Elvia, por ejemplo, Séneca recuerda la fragilidad de nuestro cuerpo y

plantea esta pregunta, ¿no es acaso locura y la demencia más salvaje desear tanto cuando

podemos sostener tan poco?

Por otra parte, afirma, es ridículo, pensar que la cantidad de dinero y no el estado de

la mente es lo que importa.

.2.

Musonio está de acuerdo con estas palabras.

La posesión de la riqueza, observa, no nos permitirá vivir sin aflicciones ni nos consolará

en la vejez.

Y aunque la riqueza puede aportarnos lujos físicos y diversos placeres de los sentidos,

no nos aportará satisfacción ni alejará nuestra tristeza.

En apoyo a esta afirmación, Musonio alude a todos los ricos que se sienten tristes y

miserables pese a su riqueza.

3.

En el mismo sentido, Epicteto afirma que, es mejor morir de hambre y sin miedo ni angustia

que vivir irritado en medio de la opulencia.

.4.

En líneas generales, afirma que no necesitar riqueza es más valioso que la riqueza misma.

Ya sería bastante malo que la adquisición de riqueza no hiciera feliz a la gente,

pero Musonio cree que la situación es aún peor, la riqueza tiene el poder de hacer infelices a

las personas.

De hecho, si quieres que alguien sea realmente miserable, cúbrelo de riquezas.

Una vez, Musonio entregó una suma de dinero a un hombre que se postulaba como filósofo.

Cuando le dijeron que aquel hombre era un impostor, que en realidad era un ser vicioso y nocivo,

en lugar de quitarle el dinero, Musonio dejó que se lo quedara.

Con una sonrisa dijo que si de veras era una mala persona, merecía el dinero.

6.

La mayoría de la gente utiliza su riqueza para financiar un estilo de vida lujoso que

le granjeará la admiración de los demás.

Sin embargo, los estoicos argumentan que ese estilo de vida es contraproducente si nuestro

objetivo no es vivir bien, sino tener una buena vida.

Consideremos, por ejemplo, las comidas extravagantes asociadas con la vida lujosa.

¿Acaso quienes comen así experimentan más placer que quienes mantienen dietas más austeras?

Musonio no lo cree.

Las personas con dietas extravagantes, afirma, se asemejan al hierro que, debido a su inferioridad,

ha de ser constantemente afilado.

Más exactamente, estos individuos serán infelices con la comida a menos que haya sido,

con vino puro, vinagre o vinagreta.

7.

Existe el peligro real de que, si nos exponemos a un estilo de vida lujoso,

perdamos la capacidad de disfrutar de las cosas simples.

Antes disfrutábamos del sabor de un plato de macarrones con queso acompañado de un vaso de

leche, pero después de vivir en el lujo durante unos pocos meses descubrimos que

los macarrones ya no satisfacen nuestro exigente paladar, lo rechazamos en favor

de los fetuccine alfredo, acompañados de una marca específica de agua embotellada.

Y poco después, y si nos lo podemos permitir, rechazaremos incluso esta comida en favor del

risotto con gambas dulces de men y flores de calabaza recién cógidas, acompañado de esa

botella de vino Riesling tan elogiada por los críticos, y precedido, evidentemente,

por una buena ensalada de lechuga rizada cubierta por alcachofas braseadas, habas,

queso valencai, espárragos pequeños y tomates cherry confitados.

8. Cuando la gente es difícil de complacer como resultado de la exposición a la vida lujosa,

ocurre algo curioso. En lugar de lamentar la pérdida de su capacidad para disfrutar de las

cosas sencillas, se enorgullecen de su recién adquirida capacidad para disfrutar solo de,

lo mejor. Sin embargo, los estoicos compadecerían a estos individuos. Señalarían que al socavar su

capacidad para disfrutar de cosas sencillas y fáciles de conseguir, un plato de macarrones

con queso, por ejemplo, han perjudicado seriamente su capacidad para disfrutar de la vida. Los estoicos

se esforzaban para no ser víctimas de este tipo de sibaritismo. De hecho, valoraban mucho su

capacidad para disfrutar de la vida cotidiana, y su capacidad para encontrar fuentes de deleite

cuando se vive en condiciones primitivas. En parte, esa era la razón por la que Musonio

defendía una dieta simple. Más exactamente, pensaba que era mejor tomar alimentos que

necesitaran poca preparación, entre ellos frutas, verduras, leche y queso. Intentaba evitar la carne

porque pensaba que era un alimento más apropiado para los animales salvajes. Recomendaba elegir

los alimentos, no por placer, sino por su poder nutritivo, no para complacer al paladar, sino para

fortalecer el organismo. Por último, Musonio nos aconseja seguir el consejo de Sócrates, en lugar

de vivir para comer, en lugar de pasarnos la vida buscando el placer derivado de la comida,

deberíamos comer para vivir, 9. ¿Por qué Musonio debería privarse de lo que parecen

placeres gastronómicos inofensivos? Porque no cree que sean inofensivos. Recuerda la observación

de Zenón, según la cual deberíamos evitar aficionarnos a las exquisiteces, porque una

vez que empezamos este camino será difícil parar. Otra cosa que hemos de tener en mente es que aunque

pasen meses o incluso años entre nuestros encuentros con otras fuentes de placer, hemos de

comer todos los días, y que cuanto más nos tiente un placer, más peligroso será que sucumbamos a él.

Por esa razón, afirma Musonio, el placer vinculado a la comida es sin duda el más difícil de combatir

de todos los placeres, punto 10. Además de la dieta extravagante, quienes viven en el lujo también

visten ropas caras y habitan en casas lujosas y ricamente amuebladas. Sin embargo, según los

estoicos, así como hemos de favorecer una dieta simple, también hemos de estar a favor de una

vestimenta, un hogar y unos muebles sencillos. Musonio, por ejemplo, nos aconseja vestirnos para

proteger nuestro cuerpo, no para impresionar a los demás. Además, nuestra casa debería ser

funcional, debería bastar para protegernos del calor y del frío extremos, y cobijarnos del sol y del

viento. Una cueva estaría bien, si hubiera una disponible. Nos recuerda que las casas con patios,

pintadas con colores bonitos y con techos dorados son difíciles de mantener. Asimismo, nuestra casa

austera debería estar sencillamente amueblada. Su cocina tendría que estar equipada con recipientes

de barro y de hierro, y no de oro y de plata. Además de ser más baratos, observa Musonio,

es más fácil cocinar con estos recipientes y también menos probable que sean robados, 11.


El arte de la buena vida (6) The art of the good life (6) 良い生活の芸術 (6)

Después de todo, hemos de tener en cuenta que a veces a la gente le beneficia sufrir

un naufragio, sin embargo, ¿quién en su sano juicio daría pasos para aumentar sus

posibilidades de naufragar?

Lo que preocupa a Seneca respecto al empleo de la ira como herramienta motivacional es

que una vez activada, seremos incapaces de desactivarla, y que cualquier bien que nos

aporte inicialmente será, de media, ampliamente superado por el perjuicio subsiguiente.

La razón, advierte, nunca recurrirá a la ayuda de impulsos desenfrenados sobre los

que no tiene autoridad.

2.

Está diciendo Seneca que alguien que ve como asesinan a su padre y violan a su madre no

debería enfadarse?

¿Qué debería permanecer impertérrito y no hacer nada?

En absoluto.

Debería castigar al agresor y proteger a sus padres, pero mientras lo hace ha de permanecer

lo más sereno posible.

De hecho, probablemente hará un mejor trabajo a la hora de castigar y proteger si puede

evitar enfadarse.

En líneas generales, cuando alguien nos agravia, ha de ser corregido, por la admonición y

por la fuerza, con suavidad y también rudamente.

Sin embargo, esta corrección ha de hacerse sin ira.

Castigamos a la gente no en retribución a lo que ha hecho, sino por su propio bien, para

disuadirla de volver a hacer lo que ya hizo.

En otras palabras, el castigo debería ser una expresión no de la ira, sino de la cautela.3

En nuestro análisis de los insultos, vimos como Seneca establecía una excepción a esta

regla para responder con el humor o con el silencio, si nos encontramos con alguien que

a pesar de ser adulto se comporta como un niño, querremos castigarlo por insultarnos.

Después de todo, es lo único que podrá comprender.

Análogamente, hay individuos que, cuando nos agravian, son incapaces de alterar su

conducta en respuesta a nuestros ruegos mesurados y racionales.

Para tratar con estos individuos superficiales, no tiene sentido enfadarnos de verdad.

Eso podría arruinar nuestro día, pero podría tener sentido, piensa Seneca, fingir ira.

4, actuando así, podemos conseguir que la persona enderece su camino con una mínima

perturbación de nuestra serenidad.

En otras palabras, aunque Seneca rechaza la idea de permitir que nos enfademos para

motivarnos, está abierto a la idea de fingir que estamos enfadados para motivar a los demás.

Seneca ofrece muchos consejos específicos para evitar la ira.

Afirma que deberíamos combatir nuestra tendencia a creer lo peor de los demás, así como nuestra

tendencia a establecer conclusiones respecto a sus motivaciones.

Hemos de tener presente que el hecho de que las cosas no salgan como esperábamos no significa

que alguien haya sido injusto con nosotros.

En particular, afirma Seneca, hemos de recordar que, en algunos casos, la persona que nos

enfada en realidad nos ha ayudado, en tales situaciones, lo que nos irrita es que no nos

ayudó más.

5.

Si somos hipersensibles, nos irritaremos con facilidad.

En líneas generales, dice Seneca, si nos concedemos todos los caprichos, si nos dejamos

corromper por el placer, nada nos parecerá tolerable, las cosas nos parecerán intolerables

no porque sean duras, sino porque nosotros somos blandos.

Por lo tanto, Seneca recomienda estar vigilantes para asegurarnos de que no nos acomodamos

demasiado, por supuesto, esta es solo una de las razones que dan los estoicos para renunciar

a la comodidad, en el capítulo 7 hemos examinado otras.

Si nos endurecemos así, afirma, será más difícil que un portazo o el grito de un criado

nos perturben, y por lo tanto será menos probable que nos enfademos por estas cosas.

No seremos tan abiertamente hipersensibles a lo que los demás hacen o dicen, y no percibiremos

las, vulgares trivialidades, como una provocación, por ejemplo, que nos sirvan agua tibia o que

el lecho esté poco mullido, 6.

Para evitar enfadarnos, dice Seneca, hemos de tener presente que las cosas que nos enfadan

generalmente no nos causan daño alguno, son meros fastidios.

Al permitir que situaciones ínfimas nos irriten, convertimos lo que sería una perturbación

apenas perceptible en un estado de agitación que destruye nuestra serenidad, además, como

observa Seneca, nuestra ira dura invariablemente más que el daño que nos han infligido, punto,

7, por lo tanto, qué ridículos somos cuando permitimos que cuestiones tan insignificantes

perturben nuestro ánimo.

Como hemos visto, los estoicos recomendaban usar el humor para desviar los insultos, Catón

bromeó cuando alguien le escupió en la cara, como hizo Sócrates cuando le tiraron

de las orejas.

Seneca sugiere que, al margen de ser una respuesta eficaz a un insulto, el humor puede utilizarse

para evitar enfadarnos, la risa, dice, reír mucho, es la respuesta a lo que nos hace llorar,

punto, 8, la idea es que, al decidir que lo malo que nos sucede es divertido en lugar

de irritante, un incidente que podría habernos enfadado se transforma en fuente de diversión.

De hecho, uno imagina que Catón y Sócrates, al usar el humor como respuesta a un insulto,

no solo desviaban el insulto, sino que evitaban irritarse con la persona que los había ofendido,

Marco también ofrece consejos para eludir la ira.

Como hemos visto, recomienda contemplar la impermanencia del mundo que nos rodea.

Si lo hacemos, afirma, comprenderemos que muchas de las cosas que creemos que son importantes

en realidad no lo son, al menos no en el gran esquema de las cosas.

Piensa en la época del emperador Vespasiano, casi un siglo anterior a la suya.

La gente se ocupaba en sus quehaceres cotidianos, se casaba, criaba a los hijos, cultivaba,

amaba, enviudaba, luchaba y festejaba.

Pero, señala, de toda esa vida nada sobrevive hoy.

Punto, 9, implícitamente, ese será el destino de nuestra generación, lo que nos parece

de una importancia vital será irrelevante para nuestros nietos.

Así pues, cuando nos sentimos irritados por algo, deberíamos detenernos a considerar

su «in» significancia cósmica.

Esto debería permitirnos cortar de raíz esa ira.

Supongamos que, a pesar de nuestros intentos de desviar la ira, el comportamiento de otras

personas nos enfada.

Séneca afirma que recordar que nuestra conducta también irrita a otros nos ayudará a superar

nuestra ira, somos malas personas entre malas personas, y solo una cosa puede calmarnos,

tratarnos bien.

También ofrece un consejo para la gestión de la ira que tiene un paralelismo en el budismo.

Cuando nos enfadamos, dice Séneca, hemos de esforzarnos por «transformar todos los

indicadores de la ira, en sus opuestos».

Hemos de obligarnos a relajar nuestro rostro, suavizar el tono de voz y caminar más despacio.

Si lo hacemos, nuestro estado interior pronto se asemejará al exterior, y nuestra ira,

según Séneca, se disipará.

10, Los budistas practican una técnica similar para sustituir los pensamientos.

Cuando experimentan un pensamiento malsano, los budistas se esfuerzan en pensar en lo

contrario, un pensamiento saludable.

Si sienten ira, por ejemplo, se obligan a pensar en el amor.

La idea es que como dos pensamientos opuestos no pueden coexistir en la mente, el pensamiento

saludable desplazará al malsano.

11.

¿Y si no somos capaces de controlar nuestra ira?

¿Y si atacamos verbalmente a quien nos irrita?

Deberíamos disculparnos.

Esto reparará casi instantáneamente el daño social que nuestro estallido haya podido causar.

También puede beneficiarnos personalmente, el acto de disculparnos, además de ejercer

un efecto relajante, evitará que nos obsesionemos con aquello que nos ha irritado.

Por último, disculparnos por el estallido de ira nos ayudará a ser mejores personas.

Al admitir nuestros errores, reducimos la posibilidad de volver a cometerlos en el futuro.

Ocasionalmente, todo el mundo experimenta ira, como la aflicción, la ira es un reflejo

emocional.

También hay personas que parecen estar enfadadas siempre.

No solo es fácil provocarlas, sino que están irritadas incluso sin provocación.

De hecho, estos individuos pasan su tiempo libre recordando, con cierto grado de placer,

acontecimientos pasados que les enfadaron, o cosas o situaciones que, en general, despiertan

su ira.

Al mismo tiempo que los consume, la ira parece ofrecerle sustento.

Los estoicos nos dirían que estos casos son trágicos.

Para empezar, la vida es demasiado breve para pasársela enfadado.

Por otra parte, una persona constantemente airada es un tormento para quienes la rodean.

En lugar de eso, se pregunta Seneca, ¿por qué no convertirte en una persona amada por

todos y que será echada de menos cuando ya no estés?

12, en líneas generales, ¿por qué experimentar lo contrario de la alegría cuando está en

tu poder experimentar la felicidad?

¿Por qué?

14.

Valores personales y.

La búsqueda de la fama.

Los estoicos afirman que la gente es infeliz debido en gran medida a la confusión respecto

a lo que es valioso.

Por ello, se pasa el día persiguiendo cosas que, en lugar de hacerle feliz, aumenta su

ansiedad y su malestar.

Una de las cosas que se persigue erróneamente es la fama.

La fama en cuestión se presenta en grados diversos.

Algunos quieren ser conocidos en todo el mundo.

Otros persiguen una fama local o regional.

Otros no buscan activamente una fama local.

Aspiran a ser populares en su círculo social o a ser reconocidos en el ámbito laboral.

Y casi todo el mundo desea la admiración de sus amigos y vecinos.

Están convencidos de que adquirir fama, en el sentido más amplio de la palabra, los

hará felices.

No comprenden que la fama, tanto si implica el reconocimiento a nivel mundial como la

admiración de los vecinos, tiene un precio.

De hecho, los estoicos aseguran que el precio de la fama es tan alto que supera con creces

los beneficios que pueda concedernos.

Para apreciar mejor el precio de la fama, pensemos en el siguiente ejemplo, ofrecido

por Epicteto.

Supongamos que tu objetivo es ser un individuo socialmente importante, ser famoso, en tu

círculo social, y supongamos que alguien en tu círculo ofrece un banquete.

Si esa persona no te invita, pagarás un precio, te sentirás agraviado por la afrenta.

Pero Epicteto señala que si te invita será porque has pagado un precio en el pasado,

has dejado de seguir tu camino para prestar atención al anfitrión del banquete y alabarlo.

Epicteto añade que eres codicioso y estúpido si esperas un asiento en la mesa del banquete

sin haber pagado, este precio, uno.

Epicteto piensa que estaríamos mucho mejor si no nos importara el estatus social.

Para empezar, no necesitaríamos congraciarnos con esta persona.

Y por otra parte, la privaremos de la posibilidad de molestarnos al no invitarnos al banquete.

Los estoicos valoran su libertad y por lo tanto son reacios a hacer cualquier cosa que

confiera los demás poder.

Sobre ellos, nuestras acciones han de estar calculadas para que nos admiren y hemos de

abstenernos de hacer aquello que, desencadene su desaprobación.

Por ello, Epicteto nos recomienda no codiciar el estatus social, pues si nuestro objetivo

es complacer a los demás ya no seremos libres para complacernos a nosotros mismos.

Afirma que nos habremos esclavizado, 2.

Si queremos conservar nuestra libertad, afirma Epicteto, hemos de ser cuidadosos al tratar

con otras personas, ser indiferentes a lo que piensan de nosotros.

Es más, hemos de ser coherentes con nuestra indiferencia, en otras palabras, deberíamos

desdeñar tanto su aprobación como su desaprobación.

De hecho, Epicteto dice que cuando los demás nos elogian, la respuesta correcta debería

ser reírnos de ellos, 3, pero no demasiado.

Aunque Epicteto y los otros estoicos creen que deberíamos ser indiferentes a las opiniones

que los demás tienen, de nosotros, nos aconsejan disimular nuestra indiferencia.

Después de todo, decirle a alguien que no te importa lo que piensa posiblemente sea

el primer insulto que podemos infligirle.

Marco Aurelio está de acuerdo con Epicteto en que es absurdo que nos preocupemos por

lo que otras personas piensan, de nosotros, y especialmente absurdo buscar la aprobación

de personas cuyos valores rechazamos.

Por lo tanto, nuestro objetivo debería ser la indiferencia a las opiniones que los demás

se hacen de nosotros.

Añade que, si lo logramos, mejoraremos nuestra calidad de vida, 4.

Señalemos que el consejo de ignorar lo que los demás piensan de nosotros es coherente

con la recomendación estoica, de no preocuparnos por aquello que no podemos controlar.

No está en mi poder evitar que los demás se burlen de mí, por lo que resulta absurdo

perder el tiempo intentando detenerlos.

En cambio, dice Marco Aurelio, debería invertir el tiempo en algo sobre lo que tengo un control

completo, es decir, absteniéndome de acciones que merezcan burla, 5.

Marco Aurelio también ofrece algunas palabras a quienes valoran la que sería la última

forma de fama, la fama inmortal.

Esta celebridad, afirma Marco, es, algo hueco, vacío.

Después de todo, piensa en lo ridículo que es querer ser recordado después de la muerte.

Para empezar, al estar muertos, no podremos disfrutar de nuestra fama.

Y, además, es absurdo pensar que las futuras generaciones nos elogiarán, cuando nos resulta

tan difícil alabar a nuestros contemporáneos, aunque los veamos todos los días.

En lugar de pensar en la fama futura, asegura Marco Aurelio, haríamos bien en preocuparnos

por nuestra situación presente, dice que debemos, convertir el día presente en el

mejor posible, punto, 6.

Supongamos que admitimos que los estoicos tenían razón, deberíamos ignorar lo que

otras personas piensan de nosotros.

Para la mayoría de la gente, será difícil seguir este consejo.

Después de todo, la mayoría de nosotros estamos obsesionados con la opinión que los demás

tienen de nosotros, nos esforzamos primero en conquistar la admiración de los otros

y luego en no perderla.

Los estoicos creen que una forma de superar esta obsesión es comprender que para granjearnos

la admiración de los demás, tendremos que adoptar sus valores.

Más exactamente, tendremos que vivir una vida exitosa en función de su noción de

éxito.

Si vivimos una vida miserable, no tendrán ninguna razón para admirarnos.

En consecuencia, antes de intentar conquistar la admiración de otras personas, deberíamos

preguntarnos si esta noción de éxito es compatible con la nuestra.

Y lo que es más importante, tendríamos que preguntarnos si, al perseguir lo que valoran,

estas personas consiguen la serenidad que buscamos.

Si no es así, haríamos bien en renunciar a su admiración.

Otra forma de superar nuestra obsesión por granjearnos la admiración de los demás es

realizar acciones que inciten su desdén.

En este sentido, Catón ignoró los dictados de la moda, cuando todos vestían de púrpura

y de ligero, él vestía de negro, y aunque los antiguos romanos solían presentarse

en público con calzado y una túnica, él renunciaba a ambas cosas.

Según Plutarco, Catón no actuaba así porque, buscar a la vanagloria, por el contrario,

vestía de forma distinta para acostumbrarse, a avergonzarse de lo que realmente era vergonzoso,

y a ignorar la opinión de los hombres respecto a lo demás.

Punto 7, En otras palabras, Catón acometía voluntariamente acciones que provocaban el

desdén de sus contemporáneos solo para practicar la. ignorancia de ese desdén.

Muchas personas están obsesionadas por un temor que en algunos casos limita significativamente

su libertad, es decir, el miedo al fracaso.

Los individuos en cuestión quizá contemplan hacer algo que ponga a prueba su valentía,

determinación y habilidad, pero luego se niegan a hacerlo porque el temor al fracaso

se impone a su decisión.

Desde su punto de vista, es mejor no intentar hacer algo que fracasar intentándolo.

Evidentemente, hay fracasos que cualquier persona sensible querría evitar, por ejemplo,

los que provocan la muerte o la desfiguración.

Sin embargo, los fracasos que la mayoría de la gente quiere evitar no implican una

amenaza para la vida o la salud.

El coste del fracaso, en cambio, es tener que soportar la burla explícita, o tal vez

la compasión silenciosa, de aquellos que se enteran de él.

Las personas con aversión al fracaso razonan que es mejor no intentarlo siquiera correr

el riesgo de una humillación pública.

Hay que tener en cuenta que muchas personas, entre ellas, posiblemente, amigos y familiares

nuestros, quieren que fracasemos en aquello que emprendemos.

Quizá no lo dicen a la cara, pero eso no quiere decir que en silencio no rumien contra

nosotros.

Actúan así en parte porque nuestro éxito les hace quedar mal, y por lo tanto, se sienten

incómodos.

Si nosotros tenemos éxito, ¿por qué ellos no?

En consecuencia, si intentas hacer algo atrevido te ridiculizarán, predecirán un desastre

e intentarán disuadirte de tu objetivo.

Sí, pese a sus advertencias, lo intentas y tienes éxito, acabarán por felicitarte,

o no, pensemos de nuevo en la persona, mencionada en el capítulo 5, cuyo objetivo es escribir

una novela.

Imaginemos que revela sus aspiraciones literarias a sus amigos, familiares y compañeros de

trabajo.

Algunas de las personas a las que se confía la alentarán sinceramente.

Otras responderán a su anuncio con un alegre pesimismo.

Harán la predicción de que jamás acabará la novela, y para encordiarla le preguntarán,

con una regularidad de cronómetro, cómo va el libro.

Si lo acaba, predecirán que jamás encontrará un editor.

Si lo encuentra, dirán que no se venderá bien.

Y si se vende bien, sostendrán que su éxito es una evidencia del bajo nivel del público

Es posible que el escritor consiga la aprobación de estos detractores, tan solo tendrá que

abandonar su sueño de convertirse en novelista.

Si lo hace, los detractores reconocerán en él un espíritu fraterno y lo recibirán con

los brazos abiertos.

Lo invitarán a sentarse con ellos en un sofá cómodo y a unirse a ellos en la burla de

esos individuos que persiguen sus sueños pese a la posibilidad del fracaso.

Pero, ¿realmente es esta la compañía que pretende conservar?

¿De veras desea abandonar la búsqueda de su sueño para ganarse la aceptación de estos

individuos?

Los estoicos dicen que esta persona haría bien en trabajar para superar la indiferencia

a lo que los demás piensan, de ella.

Y debe quedar claro que los detractores pertenecen a la parte más notable de la lista de aquellos

cuyas opiniones, debería aprender a ignorar.

Irónicamente, al negarse a buscar la admiración de los demás, los estoicos pueden conquistarla,

quizá a regañadientes.

Estas personas, por ejemplo, interpretarán la indiferencia de los estoicos a la opinión

pública como una señal de autoestima.

Sólo alguien que realmente sabe quién es, alguien que, como ellos dicen, se siente bien

consigo mismo, manifestará este tipo de indiferencia.

Esta gente también podría desear ignorar lo que otros piensan de ella.

En algunos casos, la admiración de los demás basta para que le pregunten al estoico cómo

lo hace.

Cuando éste revela su secreto, cuando confiesa que practica el estoicismo, ¿producirá una

conversión en quienes preguntan?

Probablemente no.

Pensarán que se burlan de ellos.

¿Quién practica el estoicismo en estos días?

O decidirán que, aunque el estoicismo funciona para él, no puede aplicarse a ellos, debido

a diferencias en su personalidad.

Y en muchos casos aducirán que, a pesar de que sería bueno conseguir parte de la autoestima

que disfrutan los estoicos, hay otras cosas que aún merece más la pena perseguir, como

la fama, o una vida de lujo.

15.

Valores personales y.

La vida lujosa.

Además de valorar la fama, la gente suele apreciar la riqueza.

Ambos valores pueden parecer independientes, pero es posible que la razón principal por

la que buscamos riqueza es que buscamos fama, uno, más exactamente, buscamos la riqueza

porque advertimos que los bienes materiales que nuestra riqueza puede comprar nos granjearán

la.

admiración de otras personas y por lo tanto nos atribuirán un cierto grado de fama.

Pero si no merece la pena perseguir la fama, y si nuestra principal razón para buscar

la riqueza es conquistar la celebridad, entonces tampoco merece la pena perseguir la riqueza.

Y según los estoicos, no la merece.

En su Consolación a Elvia, por ejemplo, Séneca recuerda la fragilidad de nuestro cuerpo y

plantea esta pregunta, ¿no es acaso locura y la demencia más salvaje desear tanto cuando

podemos sostener tan poco?

Por otra parte, afirma, es ridículo, pensar que la cantidad de dinero y no el estado de

la mente es lo que importa.

.2.

Musonio está de acuerdo con estas palabras.

La posesión de la riqueza, observa, no nos permitirá vivir sin aflicciones ni nos consolará

en la vejez.

Y aunque la riqueza puede aportarnos lujos físicos y diversos placeres de los sentidos,

no nos aportará satisfacción ni alejará nuestra tristeza.

En apoyo a esta afirmación, Musonio alude a todos los ricos que se sienten tristes y

miserables pese a su riqueza.

3.

En el mismo sentido, Epicteto afirma que, es mejor morir de hambre y sin miedo ni angustia

que vivir irritado en medio de la opulencia.

.4.

En líneas generales, afirma que no necesitar riqueza es más valioso que la riqueza misma.

Ya sería bastante malo que la adquisición de riqueza no hiciera feliz a la gente,

pero Musonio cree que la situación es aún peor, la riqueza tiene el poder de hacer infelices a

las personas.

De hecho, si quieres que alguien sea realmente miserable, cúbrelo de riquezas.

Una vez, Musonio entregó una suma de dinero a un hombre que se postulaba como filósofo.

Cuando le dijeron que aquel hombre era un impostor, que en realidad era un ser vicioso y nocivo,

en lugar de quitarle el dinero, Musonio dejó que se lo quedara.

Con una sonrisa dijo que si de veras era una mala persona, merecía el dinero.

6.

La mayoría de la gente utiliza su riqueza para financiar un estilo de vida lujoso que

le granjeará la admiración de los demás.

Sin embargo, los estoicos argumentan que ese estilo de vida es contraproducente si nuestro

objetivo no es vivir bien, sino tener una buena vida.

Consideremos, por ejemplo, las comidas extravagantes asociadas con la vida lujosa.

¿Acaso quienes comen así experimentan más placer que quienes mantienen dietas más austeras?

Musonio no lo cree.

Las personas con dietas extravagantes, afirma, se asemejan al hierro que, debido a su inferioridad,

ha de ser constantemente afilado.

Más exactamente, estos individuos serán infelices con la comida a menos que haya sido,

con vino puro, vinagre o vinagreta.

7.

Existe el peligro real de que, si nos exponemos a un estilo de vida lujoso,

perdamos la capacidad de disfrutar de las cosas simples.

Antes disfrutábamos del sabor de un plato de macarrones con queso acompañado de un vaso de

leche, pero después de vivir en el lujo durante unos pocos meses descubrimos que

los macarrones ya no satisfacen nuestro exigente paladar, lo rechazamos en favor

de los fetuccine alfredo, acompañados de una marca específica de agua embotellada.

Y poco después, y si nos lo podemos permitir, rechazaremos incluso esta comida en favor del

risotto con gambas dulces de men y flores de calabaza recién cógidas, acompañado de esa

botella de vino Riesling tan elogiada por los críticos, y precedido, evidentemente,

por una buena ensalada de lechuga rizada cubierta por alcachofas braseadas, habas,

queso valencai, espárragos pequeños y tomates cherry confitados.

8. Cuando la gente es difícil de complacer como resultado de la exposición a la vida lujosa,

ocurre algo curioso. En lugar de lamentar la pérdida de su capacidad para disfrutar de las

cosas sencillas, se enorgullecen de su recién adquirida capacidad para disfrutar solo de,

lo mejor. Sin embargo, los estoicos compadecerían a estos individuos. Señalarían que al socavar su

capacidad para disfrutar de cosas sencillas y fáciles de conseguir, un plato de macarrones

con queso, por ejemplo, han perjudicado seriamente su capacidad para disfrutar de la vida. Los estoicos

se esforzaban para no ser víctimas de este tipo de sibaritismo. De hecho, valoraban mucho su

capacidad para disfrutar de la vida cotidiana, y su capacidad para encontrar fuentes de deleite

cuando se vive en condiciones primitivas. En parte, esa era la razón por la que Musonio

defendía una dieta simple. Más exactamente, pensaba que era mejor tomar alimentos que

necesitaran poca preparación, entre ellos frutas, verduras, leche y queso. Intentaba evitar la carne

porque pensaba que era un alimento más apropiado para los animales salvajes. Recomendaba elegir

los alimentos, no por placer, sino por su poder nutritivo, no para complacer al paladar, sino para

fortalecer el organismo. Por último, Musonio nos aconseja seguir el consejo de Sócrates, en lugar

de vivir para comer, en lugar de pasarnos la vida buscando el placer derivado de la comida,

deberíamos comer para vivir, 9. ¿Por qué Musonio debería privarse de lo que parecen

placeres gastronómicos inofensivos? Porque no cree que sean inofensivos. Recuerda la observación

de Zenón, según la cual deberíamos evitar aficionarnos a las exquisiteces, porque una

vez que empezamos este camino será difícil parar. Otra cosa que hemos de tener en mente es que aunque

pasen meses o incluso años entre nuestros encuentros con otras fuentes de placer, hemos de

comer todos los días, y que cuanto más nos tiente un placer, más peligroso será que sucumbamos a él.

Por esa razón, afirma Musonio, el placer vinculado a la comida es sin duda el más difícil de combatir

de todos los placeres, punto 10. Además de la dieta extravagante, quienes viven en el lujo también

visten ropas caras y habitan en casas lujosas y ricamente amuebladas. Sin embargo, según los

estoicos, así como hemos de favorecer una dieta simple, también hemos de estar a favor de una

vestimenta, un hogar y unos muebles sencillos. Musonio, por ejemplo, nos aconseja vestirnos para

proteger nuestro cuerpo, no para impresionar a los demás. Además, nuestra casa debería ser

funcional, debería bastar para protegernos del calor y del frío extremos, y cobijarnos del sol y del

viento. Una cueva estaría bien, si hubiera una disponible. Nos recuerda que las casas con patios,

pintadas con colores bonitos y con techos dorados son difíciles de mantener. Asimismo, nuestra casa

austera debería estar sencillamente amueblada. Su cocina tendría que estar equipada con recipientes

de barro y de hierro, y no de oro y de plata. Además de ser más baratos, observa Musonio,

es más fácil cocinar con estos recipientes y también menos probable que sean robados, 11.