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El Alquimista, El Alquimista Episodio 13

El Alquimista Episodio 13

El viejo no dijo nada.

-Le pido su bendición -insistió el muchacho-. Usted me ayudó.

El viejo continuó preparando el té en silencio. Poco después, no obstante, se dirigió al muchacho.

-Estoy orgulloso de ti -dijo-. Tú trajiste alma a mi tienda de cristales.

Pero sabes que yo no voy a ir a La Meca. Como también sabes que no volverás a comprar ovejas.

-¿Quién se lo ha dicho? -preguntó el muchacho asustado.

-Maktub -repuso simplemente el viejo Mercader de Cristales.

Y lo bendijo.

El muchacho volvió a su cuarto para recoger sus cosas. Llenó tres bolsas.

Cuando ya estaba saliendo, reparó en su viejo zurrón de pastor tirado en un rincón. Estaba todo arrugado, y él casi lo había olvidado.

Allí dentro estaban aún el mismo libro y la chaqueta. Cuando sacó esta última, pensando en regalársela a algún chico de la calle, las dos piedras rodaron por el suelo. Urim y Tumim.

Entonces el muchacho se acordó del viejo rey, y se sorprendió al darse cuenta del tiempo que hacía que no pensaba en él. Durante un año había trabajado sin parar, pensando sólo en conseguir dinero para no tener que volver a España con la cabeza gacha.

«Nunca desistas de tus sueños -había dicho el viejo rey-. Sigue las señales.» El muchacho recogió a Urim y Tumim del suelo y tuvo nuevamente aquella extraña sensación de que el rey estaba cerca. Había trabajado duro un año, y las señales indicaban que ahora era el momento de partir.

«Volveré a ser exactamente lo que era antes -pensó-. Aunque las ovejas no me enseñaron a hablar árabe.» Las ovejas, sin embargo, le habían enseñado una cosa mucho más importante: que había un lenguaje en el mundo que todos entendían, y que el muchacho había usado durante todo aquel tiempo para hacer progresar la tienda. Era el lenguaje del entusiasmo, de las cosas hechas con amor y con voluntad, en busca de algo que se deseaba o en lo que se creía. Tánger ya había dejado de ser una ciudad extraña, y él sentía que de la misma manera que había conquistado aquel lugar, podría conquistar el mundo.

«Cuando deseas alguna cosa, todo el Universo conspira para que puedas realizarla», había dicho el viejo rey.

Pero el viejo rey no había hecho referencia a robos, desiertos inmensos o personas que conocen sus sueños pero que no desean realizarlos. El viejo rey no había dicho que las Pirámides no eran más que una montaña de piedras, y que cualquiera podía hacer una montaña de piedras en su huerto. Y se había olvidado de decir que

cuando se tiene dinero para comprar un rebaño mayor que el que se poseía, hay que comprar ese rebaño.

El muchacho cogió el zurrón y lo juntó con sus otras bolsas. Bajó la escalera; el viejo estaba atendiendo a una pareja extranjera, mientras otros dos clientes paseaban por la tienda tomando el té en jarras de cristal. Había bastante movimiento para ser aquella hora de la mañana.

Desde el lugar donde estaba, notó por primera vez que el cabello del Mercader le recordaba bastante al del viejo rey. Y se acordó de la sonrisa del pastelero el primer día en Tánger, cuando no tenía adónde ir ni qué comer; también aquella sonrisa hacía recordar al viejo rey.

«Como si él hubiera pasado por aquí y hubiera dejado una marca -pensó-.

Y cada persona hubiera conocido ya a ese rey en algún momento de su vida. Al fin y al cabo, él dijo que siempre aparecía para quien vive su Leyenda Personal.» Salió sin despedirse del Mercader de Cristales. No quería llorar porque la gente lo podía ver. Pero sabía que iba a sentir nostalgia de todo aquel tiempo y de todas las cosas buenas que había aprendido.

Sin embargo, ahora tenía más confianza en sí mismo y ánimos para conquistar el mundo.

«Pero estoy volviendo a los campos que ya conozco para conducir otra vez las ovejas.» Ya no estaba tan contento con su decisión; había trabajado un año entero para realizar un sueño y cada minuto que pasaba ese sueño iba perdiendo importancia.

Quizá porque no era su sueño.

«Quién sabe si no es mejor ser como el Mercader de Cristales; él nunca irá a La Meca y vivirá con la ilusión de conocerla.» Pero estaba sosteniendo a Urim y Tumim en sus manos, y estas piedras le traían la fuerza y la voluntad del viejo rey. Por una coincidencia (o una señal, pensó el muchacho) llegó al bar donde había entrado el primer día. No estaba el ladrón, y el dueño le trajo una taza de té.

«Siempre podré volver a ser pastor -pensó el muchacho-. Aprendí a cuidar las ovejas y nunca más me olvidaré de cómo son. Pero tal vez no tenga otra oportunidad de llegar hasta las Pirámides de Egipto. El viejo tenía un pectoral de oro y conocía mi historia. Era un rey de verdad, un rey sabio.» Estaba apenas a dos horas de barco de las llanuras andaluzas, pero había un desierto entero entre él y las Pirámides. El muchacho quizá contempló esta otra manera de enfocar la misma situación: en realidad,

estaba dos horas más cerca de su tesoro. Aunque para caminar estas dos horas hubiera tardado un año entero.

«Sé por qué quiero volver a mis ovejas. Yo ya las conozco; no dan mucho trabajo, y pueden ser amadas. No sé si el desierto puede ser amado, pero es el desierto que esconde mi tesoro. Si no consigo encontrarlo, siempre podré volver a casa. Por lo pronto la vida me ha dado suficiente dinero, y tengo todo el tiempo que necesito; ¿por qué no?» En aquel momento sintió una alegría inmensa. Siempre podía volver a ser pastor de ovejas. Siempre podía volver a ser vendedor de cristales. Tal vez el mundo escondiera otros muchos tesoros, pero él había tenido un sueño repetido y había encontrado a un rey. Esas cosas no le sucedían a cualquiera.

Cuando salió del bar estaba muy contento. Se había acordado de que uno de los proveedores del Mercader traía los cristales en caravanas que cruzaban el desierto. Mantuvo a Urim y Tumim en las manos; gracias a aquellas dos piedras había reemprendido el camino hacia su tesoro.

«Siempre estoy cerca de los que viven su Leyenda Personal», había dicho el viejo rey.

N o costaba nada ir hasta el almacén y averiguar si las Pirámides estaban realmente muy lejos.

El Inglés estaba sentado en el interior de una edificación que olía a animales, a sudor y a polvo. Aquello no se podía considerar un almacén; apenas era un corral. «Toda mi vida para tener que pasar por un lugar como éste -pensó mientras hojeaba distraído una revista de química-. Diez años de estudio me conducen a un corral.» Pero era necesario seguir adelante. Tenía que creer en las señales.

Durante toda su vida, sus estudios se concentraron en la búsqueda del lenguaje único hablado por el Universo. Primero se había interesado por el esperanto, después por las religiones y finalmente por la Alquimia.


El Alquimista Episodio 13 Der Alchemist Episode 13 The Alchemist Episode 13

El viejo no dijo nada. The old man said nothing.

-Le pido su bendición -insistió el muchacho-. "I ask for your blessing," the boy insisted. Usted me ayudó. You helped me.

El  viejo continuó preparando el té en silencio. Poco después, no obstante, se dirigió al muchacho. Soon after, however, he addressed the boy.

-Estoy  orgulloso de ti -dijo-. "I'm proud of you," he said. Tú trajiste alma a mi tienda de cristales.

Pero sabes que yo no voy a ir a La Meca. But you know that I'm not going to Mecca. Como también sabes que no volverás a comprar ovejas. As you also know that you will not buy sheep again.

-¿Quién se lo ha dicho? -Who told you? -preguntó el muchacho asustado. asked the frightened boy.

-Maktub -repuso simplemente el viejo Mercader de Cristales. "Maktub," said the old Crystal Merchant simply.

Y lo bendijo.

El  muchacho volvió a su cuarto para recoger sus cosas. The boy returned to his room to collect his things. Llenó tres bolsas.

Cuando ya estaba saliendo, reparó en su viejo zurrón de pastor tirado  en un rincón. When he was already leaving, he noticed his old shepherd's bag lying in the corner. Estaba todo arrugado, y él casi lo había olvidado. It was all wrinkled, and he had almost forgotten it.

Allí  dentro estaban aún el mismo libro y la chaqueta. Cuando sacó esta última, pensando  en regalársela a algún chico de la calle, las dos piedras rodaron por el suelo. When he took out the latter, thinking of giving it to some boy on the street, the two stones rolled on the ground. Urim y Tumim.

Entonces  el muchacho se acordó del viejo rey, y se sorprendió al darse cuenta del tiempo que hacía que no pensaba en él. Then the boy remembered the old king, and was surprised to realize how long it had been since he had thought of him. Durante un año  había trabajado sin parar, pensando sólo en conseguir dinero para no tener que volver a España con la cabeza gacha. For a year he had worked non-stop, thinking only of getting money so that he would not have to return to Spain with his head down.

«Nunca desistas  de tus sueños -había dicho el viejo rey-. Sigue las señales.» El  muchacho recogió a Urim y Tumim del suelo y tuvo nuevamente  aquella extraña sensación de que el rey estaba cerca. Había trabajado duro  un año, y las señales indicaban que ahora era el momento de partir.

«Volveré  a ser exactamente lo que era antes -pensó-. I will go back to being exactly what I was before, he thought. Aunque las ovejas no me enseñaron a hablar árabe.» Las ovejas, sin embargo, le habían  enseñado una cosa mucho más importante: que había  un lenguaje en el mundo que todos entendían, y  que el muchacho había usado durante todo aquel tiempo para hacer progresar  la tienda. Although the sheep did not teach me to speak Arabic. " The sheep, however, had taught him a much more important thing: that there was a language in the world that everyone understood, and that the boy had used all this time to move the shop forward. Era el lenguaje del entusiasmo, de las cosas hechas con amor y  con voluntad, en busca de algo que se deseaba o en lo que se creía. It was the language of enthusiasm, of things done with love and will, in search of something that was desired or believed. Tánger ya había dejado  de ser una ciudad extraña, y él sentía que  de la misma manera que había conquistado aquel lugar, podría conquistar el mundo.

«Cuando deseas alguna cosa,  todo el Universo conspira para que puedas realizarla», había dicho el viejo rey.

Pero  el viejo rey no había hecho referencia a robos, desiertos inmensos  o personas que conocen sus sueños pero que no desean realizarlos. But the old king had not referred to thefts, vast deserts, or people who know their dreams but do not wish to fulfill them. El viejo rey no había dicho  que las Pirámides no eran más que una montaña de piedras, y que cualquiera podía hacer una montaña  de piedras en su huerto. The old king had not said that the Pyramids were nothing more than a mountain of stones, and that anyone could make a mountain of stones in his garden. Y se había olvidado de decir que And had forgotten to say that

cuando se tiene dinero para comprar un rebaño  mayor que el que se poseía, hay que comprar ese rebaño. When you have money to buy a larger herd than you owned, you have to buy that herd.

El  muchacho cogió el zurrón y lo juntó con sus otras bolsas. The boy took the satchel and put it together with his other bags. Bajó la  escalera; el viejo estaba atendiendo a una pareja extranjera, mientras otros  dos clientes paseaban por la tienda tomando el té en jarras de cristal. Había bastante movimiento para ser aquella hora de la mañana. There was a lot of movement to be that time in the morning.

Desde  el lugar donde estaba, notó por primera vez que el cabello del  Mercader le recordaba bastante al del viejo rey. From where he stood, he noticed for the first time that the Merchant's hair reminded him quite a bit of that of the old king. Y se acordó de la sonrisa  del pastelero el primer día en Tánger, cuando no tenía adónde ir ni qué comer; también aquella sonrisa hacía recordar al viejo rey. And he remembered the pastry chef's smile the first day in Tangier, when he had nowhere to go or what to eat; that smile also reminded one of the old king.

«Como  si él hubiera pasado por aquí y hubiera dejado una marca -pensó-.

Y cada persona hubiera conocido ya a ese rey en algún momento  de su vida. And each person would have already met that king at some point in his life. Al fin y al cabo, él dijo que siempre aparecía para quien vive su Leyenda Personal.» Salió  sin despedirse del Mercader de Cristales. No quería llorar porque la gente lo  podía ver. He didn't want to cry because people could see him. Pero sabía que iba a sentir nostalgia de todo  aquel tiempo y de todas las cosas buenas que había aprendido.

Sin  embargo, ahora tenía más confianza en sí mismo y ánimos para conquistar el mundo. However, now he had more confidence in himself and the courage to conquer the world.

«Pero  estoy volviendo a los campos que ya conozco para conducir otra  vez las ovejas.» Ya no estaba tan contento con su decisión; había trabajado  un año entero para realizar un sueño y cada minuto que pasaba ese sueño iba perdiendo importancia.

Quizá porque no era su sueño.

«Quién  sabe si no es mejor ser como el Mercader de Cristales; él nunca  irá a La Meca y vivirá con la ilusión de conocerla.» Pero estaba sosteniendo a Urim  y Tumim en sus manos, y estas piedras le traían la fuerza y la voluntad del viejo rey. Por  una coincidencia (o una señal, pensó  el muchacho) llegó al bar donde había entrado el primer día. No estaba el ladrón, y el dueño le trajo una taza de té.

«Siempre podré volver a ser pastor -pensó  el muchacho-. Aprendí a cuidar las ovejas y nunca más me  olvidaré de cómo son. Pero tal vez no  tenga otra oportunidad de llegar hasta las Pirámides de Egipto. El viejo  tenía un pectoral de oro y conocía mi historia. Era un rey de verdad, un rey sabio.» Estaba apenas a dos horas  de barco de las llanuras andaluzas, pero había un desierto entero entre él y las Pirámides. El muchacho quizá contempló  esta otra manera de enfocar la misma situación: en realidad,

estaba  dos horas más cerca de su tesoro. Aunque para caminar estas dos horas hubiera tardado un año entero.

«Sé por qué quiero volver a mis ovejas. Yo  ya las conozco; no dan mucho  trabajo, y pueden ser amadas. No sé si el desierto puede ser amado,  pero es el desierto que esconde mi tesoro. Si no consigo encontrarlo,  siempre podré volver a casa. Por lo pronto la vida me ha dado  suficiente dinero, y tengo todo el tiempo que necesito; ¿por qué no?» En  aquel momento sintió una alegría inmensa. Siempre podía volver a ser pastor de ovejas. Siempre  podía volver a ser vendedor de cristales. Tal vez  el mundo escondiera otros muchos tesoros, pero él había  tenido un sueño repetido y había encontrado a un rey. Esas cosas no le sucedían a cualquiera.

Cuando salió del bar estaba muy  contento. Se había acordado de que  uno de los proveedores del Mercader traía los cristales en caravanas  que cruzaban el desierto. Mantuvo a Urim y Tumim en las manos;  gracias a aquellas dos piedras había reemprendido el camino hacia su tesoro.

«Siempre  estoy cerca de los que viven su Leyenda Personal», había dicho el viejo rey.

N o costaba nada ir hasta el almacén y averiguar si las Pirámides estaban realmente muy lejos.

El Inglés estaba sentado en el interior de una edificación que olía a  animales, a sudor y a polvo. Aquello no se podía considerar un almacén; apenas era  un corral. «Toda mi vida para tener que pasar por un lugar como  éste -pensó mientras hojeaba distraído una revista de química-. Diez años de estudio me conducen a un corral.» Pero  era necesario seguir adelante. Tenía que creer en las señales.

Durante  toda su vida, sus estudios se concentraron en la búsqueda del lenguaje único hablado por  el Universo. Primero se había interesado por  el esperanto, después por las religiones y finalmente por la Alquimia.