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Esp - VisualPolitik, ¿Cómo LULA quiere ACABAR con el BRASIL de BOLSONARO? - VisualPolitik (1)

¿Cómo LULA quiere ACABAR con el BRASIL de BOLSONARO? - VisualPolitik (1)

Brasil acaba de vivir el momento más decisivo de su historia democrática.

Las elecciones presidenciales celebradas en octubre demostraron que Brasil está dividido

en dos: los seguidores del presidente Jair Bolsonaro y todos los que están en su contra.

Al frente de éstos se situó Lula da Silva, presidente brasileño a principios de siglo.

Muchos lo consideraban como el único capaz de derrotar a Bolsonaro.

Y sí, tenían toda la razón.

En su discurso de la victoria, Lula se comprometió a superar la división del país en dos bandos

y ser el presidente de todos los brasileños.

Desde luego, el resultado electoral fue terriblemente apretado.

50,9% Lula, 49,1% Bolsonaro.

Que haya sido tan ajustado y que el todavía presidente consiguiera un resultado mucho

mejor que el esperado en las encuestas hace que nos hagamos muchas preguntas.

¿Cuáles han sido los principales logros de Bolsonaro en estos 4 años?

¿Qué errores han provocado su derrota?

¿Cuáles serán los principales retos para Lula da Silva en su nueva etapa presidencial?

Hoy en VisualPolitik vamos a dar respuesta a estas preguntas, pero antes vamos a ver

un poco de Historia.

(LA COMUNIDAD DE BOLSONARO)

En la década de los 90 Brasil estaba anclado en el pasado.

Su industria estaba protegida por aranceles y existían prohibiciones a la importación

de muchos productos.

Además, el país afrontaba una acelerada desindustrialización.

[Que es lo que pasa cuando tus industrias no son competitivas]

Y eso no es todo.

Para colmo de males, acumulaba 4 décadas de alta inflación.

Para acabar con esta situación, hace 30 años el Gobierno de Itamar Franco puso en marcha

el Plan Real, un plan que más tarde desarrolló el gobierno de Fernando Henrique Cardoso y

que supuso cambiar de moneda y aplicar una reforma fiscal.

El Plan Real tuvo éxito y Brasil se transformó en una de las economías emergentes más destacadas.

La pobreza comenzó a disminuir y la desigualdad de ingresos se redujo.

Luego Lula da Silva disfrutó de unos años de abundancia económica gracias al auge de

las materias primas en los mercados internacionales.

De esta forma Brasil se convirtió en 2010 en la séptima economía del mundo, prácticamente

empatada con la sexta como podéis ver aquí.

Sin embargo amigos, desde entonces ha caído al duodécimo lugar de este ranking.

Cuando la bonanza petrolera llegó a su fin las cosas empezaron a venirse abajo.

Además el Gobierno de Dilma Roussef fue letal para la economía brasileña y esta entró

en una profunda recesión.

Incluso la mayor empresa del país, el gigante petrolero estatal, Petrobras, estuvo contra

las cuerdas y cerca de quebrar.

El descontento de la gente impulsó a una de las figuras políticas más polémicas

de los últimos años.

Estamos hablando por supuesto de Jair Bolsonaro.

Su discurso populista cautivó a millones de brasileños cansados de los abundantes

escándalos de corrupción que azotaban al Partido de los Trabajadores después de 16

años de Gobierno.

Ahora bien, uno de los mayores aciertos del presidente Bolsonaro fue incorporar a Paulo

Guedes como una especie de superministro para Asuntos Económicos.

(Paulo Guedes es doctor en Economía por la Universidad de Chicago, institución de referencia

para el liberalismo económico.

Desde que se convirtió en ministro, impulsó una agenda centrada en promover las privatizaciones,

simplificar las regulaciones laborales y reducir la burocracia.

Una misión imposible de partida ya que, según datos del Banco Mundial, Brasil tiene una

de las legislaciones tributarias más complejas e ineficientes del mundo.

Concretamente se sitúa en el pues 184 del ranking del Banco Mundial que mide a 190 sistemas

tributarios.)

La reforma laboral impulsada por el tándem Bolsonaro – Guedes ha tenido buenos resultados.

La tasa de desempleo de Brasil alcanzaba el 12% cuando ambos alcanzaron el poder.

Actualmente y a pesar del coronavirus esta se ha reducido por debajo del 9%, la cifra

más baja desde 2015.

Otra de las cartas jugadas por Guedes fue la de apostar por las privatizaciones para

disminuir la deuda pública.

Para convencer a los brasileños, Bolsonaro lo ha tenido fácil.

Pero claro, tampoco es que fuera complicado mejorar la gestión económica de sus predecesores.

Ahora bien, este deseo de reducir el tamaño de la maquinaria estatal tropezó con la realidad.

Cierto es que llevó a cabo la mayor privatización en 2 décadas, pero al final no se atrevió

con la petrolera Petrobras.

Así que básicamente todo se limitó a una privatización parcial de Eletrobras, la empresa

estatal encargada de la generación de electricidad en el país.

Una privatización que atrajo la inversión del fondo soberawno de Singapur y del fondo

de pensiones canadiense.

También permitió la inversión privada en materia de agua y alcantarillado.

Pero sea como sea, lo importante es que, por unas cosas y otras, los resultados llegaron.

(La mejor noticia para Brasil es que después de una década anodina en materia de crecimiento

económico, el país volvió a cosechar unas cifras razonablemente buenas, al menos teniendo

en cuenta que hablamos de Brasil, una economía terriblemente burocrática y hostil para los

negocios incluso para los cánones de Latinoamérica.

Pues bien, la pandemia lastró a Brasil un 4% en 2020.

Pero en 2021 cosechó un alza del PIB de 4,6%.

Y en 2022 en el momento de las elecciones el crecimiento interanual seguía estando

por encima del 3%.

Estos buenos datos y un discurso tremendamente polarizado ayudaron a conformar alrededor

del presidente una comunidad de auténticos fanáticos: el bolsonarismo.)

Sin embargo, un momento amigos, no es oro todo lo que reluce.

Porque los números son razonablemente buenos, sí, pero lo cierto es que la economía ha

crecido gracias en gran medida a las políticas de estímulo del Gobierno.

A la vista de las encuestas, Bolsonaro apartó la teoría económica y sacó toda su artillería

para lograr la remontada.

Aprobó un programa de ayuda con impuestos más bajos a los combustibles, la electricidad,

el gas y el transporte público.

También apostó por mejorar las prestaciones sociales.

La excusa: como podéis imaginar, la inflación.

El motivo, como bien suponéis, dar un regalito a los votantes.

No olvidéis que para los políticos, los brasileños pobres solamente tienen una cosa

que tiene tanto valor como el de los ricos: su voto.

Así que para lograr este objetivo Bolsonaro se lanzó a prorrogar e incluso ampliar medidas

sociales que puso en marcha con motivo de la pandemia.

N1 (Bolsonaro eleva Auxílio Brasil de R$ 400 para R$ 600)

Sin duda fue su medida estrella.

Estamos hablando de que esta subida del 50% llevó Auxilio Brasil a unos 110 euros mensuales.

Además, después de la primera vuelta de las elecciones se comprometió a prorrogar

esta ayuda durante 2023.

La factura de todo esto no es ninguna broma: ahora mismo Auxilio Brasil lo están recibiendo

21 millones de familias brasileñas.

Así que, real arriba, real abajo, Bolsonaro comprometió ayudas por valor de 50.000 millones

de euros, incluyendo nuevos programas de condonación de deuda y líneas de crédito.

Sin embargo amigos, todo esto no fue suficiente para Bolsonaro.

Tenía muchos errores que enmendar y la campaña electoral contra Lula fue como juntar a hinchas

del Palmeiras con los del Corinthians.

Atentos.

T2 (LAS DOS TORRES)

La gestión de Bolsonaro ha tenido sombras importantes.

Negar la importancia del covid-19 convirtió a Brasil en el segundo país del mundo con

más muertes por coronavirus con casi 700.000 fallecidos.

Restar importancia al repunte de la tala del Amazonas tampoco parece ser la mejor carta

de presentación en una escena internacional dominada por las preocupaciones ambientales.

Y defender un concepto anticuado del papel de la mujer en las sociedades modernas es

un obstáculo para que buena parte del electorado te vote.

Aún así estuvo a punto de ganar la reelección en un enfrentamiento entre las dos figuras

más importantes de la política brasileña en lo que llevamos de siglo.

Porque Lula también genera rechazo.

(El expresidente Lula da Silva fue encarcelado tras ser acusado por corrupción dentro del

gran escándalo Lava Jato que se produjo alrededor de la petrolera estatal Petrobras.

Pasó 19 meses en prisión antes de ser liberado por el Tribunal Supremo, que anuló todas

las sentencias contra Lula al entender que este asunto escapaba de la jurisdicción del

juez que le había condenado.

En otras palabras, Lula fue liberado por un defecto técnico en el proceso judicial al

que fue sometido, no porque el Supremo le considerara inocente de las acusaciones en

su contra, algo por lo que nunca será juzgado porque los hechos ya están prescritos.)

A favor de Lula ha jugado el recuerdo entre los votantes.

Durante su presidencia mejoró considerablemente la calidad de vida de millones de brasileños

y tenéis que pensar que por mucho money que Bolsonaro soltara justo antes de las elecciones,

los que reciben las ayudas son los mismos que están enfadados por la subida de la inflación.

En cualquier caso, como os podéis imaginar, hablamos de dos políticos que no dejan indiferente

a nadie.

Y eso se ha notado en la campaña electoral, donde se han sobrepasado todos los límites.

Ahora bien, si Bolsonaro tiene fama de faltar el respeto a sus rivales políticos, no os

penséis que Lula se ha quedado atrás.

N2 (Brasil: juez prohíbe a Lula asociar a Bolsonaro con canibalismo en campaña electoral.

DW) La campaña electoral ha sido más sucia que

los marcajes a Neymar.

Y es una pena porque se necesitaban propuestas para reactivar la economía brasileña.

El país ha perdido el rumbo y solo lo sostiene el auge de su sector agroindustrial gracias

al apetito voraz de China por la soja y el resto de productos que ofrece el campo brasileño.

Esta es una historia de éxito ya que Brasil se ha convertido en el tercer mayor exportador

mundial de productos agrícolas detrás de Estados Unidos y la Unión Europea.

Pero esto no basta para el gigante de Sudamérica.

El declive de su industria mantiene una tendencia iniciada hace décadas.

Mirad la evolución.

Más allá del sector petróleo y la agroindustria que ya supone el 28% del PIB, el resto del

sector industrial va de mal en peor.

El problema es que la economía brasileña no está generando empleos bien remunerados

como los perdidos en la industria.

Y después de una campaña sin propuestas, parece que estas cuestiones no importan a

ningún político ni a sus votantes, entre los que tienen mucha incidencia las masas

fanatizadas cuyo único objetivo es derrotar a sus oponentes.

Ahí es donde encaja que haya seguidores de Bolsonaro rogando al Ejército que dé un

golpe de Estado contra Lula.

Parecen estar dispuestos a todo.

Aunque no a tanto como algunos quieren hacernos creer.

N3 (Los partidarios de Bolsonaro utilizan sus móviles para pedir un golpe “extraterrestre”.

El País) Algunos medios de comunicación prestigiosos

han caído en la tentación de dar verosimilitud a esta noticia con tal de ridiculizar a los

seguidores de Bolsonaro.

Millones de brasileños estarían encantados de que E.T.

le curara el tobillo a Neymar como si fuera el dedo de Elliot.

Pero amigos, como tantas veces ocurre, la realidad es mucho menos interesante que la

noticia.

Prensa difundió fake news sobre manifestantes en Porto Alegre)

Aunque, ojo, que tampoco hablamos de poca cosa.

Esas linternas de móviles dirigidas hacia el cielo son una manifestación más de ciudadanos

brasileños para pedir de nuevo un golpe de estado a las fuerzas armadas, pero no a los

alienígenas.

Todo para lucir un SOS FA, que pudiera captar un dron desde el cielo, pero no El Halcón

Milenario.

Mirad.

A pesar de todo esto, parece que Bolsonaro ha aceptado la derrota y no se va a marcar

un Capitolio al estilo Trump.

La mala noticia para Lula es que aún así dirigir Brasil le resultará mucho más difícil

que la última vez que estuvo en el cargo.

El país está más dividido que entonces y sus finanzas públicas están en peor estado.

Sin embargo, es el momento de que Brasil afronte los cambios estructurales y avance hacia un

modelo productivo que siente las bases del crecimiento económico en el largo plazo.

¿Cuáles serán los principales retos de Lula?

Ahora mismo lo vamos a ver.

T3 (EL RETORNO DE LULA)

Lula da Silva quiere volver a poner al Estado en el centro de la economía brasileña.


¿Cómo LULA quiere ACABAR con el BRASIL de BOLSONARO? - VisualPolitik (1) How LULA wants to END BOLSONARO's BRAZIL? - VisualPolitik (1)

Brasil acaba de vivir el momento más decisivo de su historia democrática.

Las elecciones presidenciales celebradas en octubre demostraron que Brasil está dividido

en dos: los seguidores del presidente Jair Bolsonaro y todos los que están en su contra.

Al frente de éstos se situó Lula da Silva, presidente brasileño a principios de siglo.

Muchos lo consideraban como el único capaz de derrotar a Bolsonaro.

Y sí, tenían toda la razón.

En su discurso de la victoria, Lula se comprometió a superar la división del país en dos bandos

y ser el presidente de todos los brasileños.

Desde luego, el resultado electoral fue terriblemente apretado.

50,9% Lula, 49,1% Bolsonaro.

Que haya sido tan ajustado y que el todavía presidente consiguiera un resultado mucho

mejor que el esperado en las encuestas hace que nos hagamos muchas preguntas.

¿Cuáles han sido los principales logros de Bolsonaro en estos 4 años?

¿Qué errores han provocado su derrota?

¿Cuáles serán los principales retos para Lula da Silva en su nueva etapa presidencial?

Hoy en VisualPolitik vamos a dar respuesta a estas preguntas, pero antes vamos a ver

un poco de Historia.

(LA COMUNIDAD DE BOLSONARO)

En la década de los 90 Brasil estaba anclado en el pasado.

Su industria estaba protegida por aranceles y existían prohibiciones a la importación

de muchos productos.

Además, el país afrontaba una acelerada desindustrialización.

[Que es lo que pasa cuando tus industrias no son competitivas]

Y eso no es todo.

Para colmo de males, acumulaba 4 décadas de alta inflación.

Para acabar con esta situación, hace 30 años el Gobierno de Itamar Franco puso en marcha

el Plan Real, un plan que más tarde desarrolló el gobierno de Fernando Henrique Cardoso y

que supuso cambiar de moneda y aplicar una reforma fiscal.

El Plan Real tuvo éxito y Brasil se transformó en una de las economías emergentes más destacadas.

La pobreza comenzó a disminuir y la desigualdad de ingresos se redujo.

Luego Lula da Silva disfrutó de unos años de abundancia económica gracias al auge de

las materias primas en los mercados internacionales.

De esta forma Brasil se convirtió en 2010 en la séptima economía del mundo, prácticamente

empatada con la sexta como podéis ver aquí.

Sin embargo amigos, desde entonces ha caído al duodécimo lugar de este ranking.

Cuando la bonanza petrolera llegó a su fin las cosas empezaron a venirse abajo.

Además el Gobierno de Dilma Roussef fue letal para la economía brasileña y esta entró

en una profunda recesión.

Incluso la mayor empresa del país, el gigante petrolero estatal, Petrobras, estuvo contra

las cuerdas y cerca de quebrar.

El descontento de la gente impulsó a una de las figuras políticas más polémicas

de los últimos años.

Estamos hablando por supuesto de Jair Bolsonaro.

Su discurso populista cautivó a millones de brasileños cansados de los abundantes

escándalos de corrupción que azotaban al Partido de los Trabajadores después de 16

años de Gobierno.

Ahora bien, uno de los mayores aciertos del presidente Bolsonaro fue incorporar a Paulo

Guedes como una especie de superministro para Asuntos Económicos.

(Paulo Guedes es doctor en Economía por la Universidad de Chicago, institución de referencia

para el liberalismo económico.

Desde que se convirtió en ministro, impulsó una agenda centrada en promover las privatizaciones,

simplificar las regulaciones laborales y reducir la burocracia.

Una misión imposible de partida ya que, según datos del Banco Mundial, Brasil tiene una

de las legislaciones tributarias más complejas e ineficientes del mundo.

Concretamente se sitúa en el pues 184 del ranking del Banco Mundial que mide a 190 sistemas

tributarios.)

La reforma laboral impulsada por el tándem Bolsonaro – Guedes ha tenido buenos resultados.

La tasa de desempleo de Brasil alcanzaba el 12% cuando ambos alcanzaron el poder.

Actualmente y a pesar del coronavirus esta se ha reducido por debajo del 9%, la cifra

más baja desde 2015.

Otra de las cartas jugadas por Guedes fue la de apostar por las privatizaciones para

disminuir la deuda pública.

Para convencer a los brasileños, Bolsonaro lo ha tenido fácil.

Pero claro, tampoco es que fuera complicado mejorar la gestión económica de sus predecesores.

Ahora bien, este deseo de reducir el tamaño de la maquinaria estatal tropezó con la realidad.

Cierto es que llevó a cabo la mayor privatización en 2 décadas, pero al final no se atrevió

con la petrolera Petrobras.

Así que básicamente todo se limitó a una privatización parcial de Eletrobras, la empresa

estatal encargada de la generación de electricidad en el país.

Una privatización que atrajo la inversión del fondo soberawno de Singapur y del fondo

de pensiones canadiense.

También permitió la inversión privada en materia de agua y alcantarillado.

Pero sea como sea, lo importante es que, por unas cosas y otras, los resultados llegaron.

(La mejor noticia para Brasil es que después de una década anodina en materia de crecimiento

económico, el país volvió a cosechar unas cifras razonablemente buenas, al menos teniendo

en cuenta que hablamos de Brasil, una economía terriblemente burocrática y hostil para los

negocios incluso para los cánones de Latinoamérica.

Pues bien, la pandemia lastró a Brasil un 4% en 2020.

Pero en 2021 cosechó un alza del PIB de 4,6%.

Y en 2022 en el momento de las elecciones el crecimiento interanual seguía estando

por encima del 3%.

Estos buenos datos y un discurso tremendamente polarizado ayudaron a conformar alrededor

del presidente una comunidad de auténticos fanáticos: el bolsonarismo.)

Sin embargo, un momento amigos, no es oro todo lo que reluce.

Porque los números son razonablemente buenos, sí, pero lo cierto es que la economía ha

crecido gracias en gran medida a las políticas de estímulo del Gobierno.

A la vista de las encuestas, Bolsonaro apartó la teoría económica y sacó toda su artillería

para lograr la remontada.

Aprobó un programa de ayuda con impuestos más bajos a los combustibles, la electricidad,

el gas y el transporte público.

También apostó por mejorar las prestaciones sociales.

La excusa: como podéis imaginar, la inflación.

El motivo, como bien suponéis, dar un regalito a los votantes.

No olvidéis que para los políticos, los brasileños pobres solamente tienen una cosa

que tiene tanto valor como el de los ricos: su voto.

Así que para lograr este objetivo Bolsonaro se lanzó a prorrogar e incluso ampliar medidas

sociales que puso en marcha con motivo de la pandemia.

N1 (Bolsonaro eleva Auxílio Brasil de R$ 400 para R$ 600)

Sin duda fue su medida estrella.

Estamos hablando de que esta subida del 50% llevó Auxilio Brasil a unos 110 euros mensuales.

Además, después de la primera vuelta de las elecciones se comprometió a prorrogar

esta ayuda durante 2023.

La factura de todo esto no es ninguna broma: ahora mismo Auxilio Brasil lo están recibiendo

21 millones de familias brasileñas.

Así que, real arriba, real abajo, Bolsonaro comprometió ayudas por valor de 50.000 millones

de euros, incluyendo nuevos programas de condonación de deuda y líneas de crédito.

Sin embargo amigos, todo esto no fue suficiente para Bolsonaro.

Tenía muchos errores que enmendar y la campaña electoral contra Lula fue como juntar a hinchas

del Palmeiras con los del Corinthians.

Atentos.

T2 (LAS DOS TORRES)

La gestión de Bolsonaro ha tenido sombras importantes.

Negar la importancia del covid-19 convirtió a Brasil en el segundo país del mundo con

más muertes por coronavirus con casi 700.000 fallecidos.

Restar importancia al repunte de la tala del Amazonas tampoco parece ser la mejor carta

de presentación en una escena internacional dominada por las preocupaciones ambientales.

Y defender un concepto anticuado del papel de la mujer en las sociedades modernas es

un obstáculo para que buena parte del electorado te vote.

Aún así estuvo a punto de ganar la reelección en un enfrentamiento entre las dos figuras

más importantes de la política brasileña en lo que llevamos de siglo.

Porque Lula también genera rechazo.

(El expresidente Lula da Silva fue encarcelado tras ser acusado por corrupción dentro del

gran escándalo Lava Jato que se produjo alrededor de la petrolera estatal Petrobras.

Pasó 19 meses en prisión antes de ser liberado por el Tribunal Supremo, que anuló todas

las sentencias contra Lula al entender que este asunto escapaba de la jurisdicción del

juez que le había condenado.

En otras palabras, Lula fue liberado por un defecto técnico en el proceso judicial al

que fue sometido, no porque el Supremo le considerara inocente de las acusaciones en

su contra, algo por lo que nunca será juzgado porque los hechos ya están prescritos.)

A favor de Lula ha jugado el recuerdo entre los votantes.

Durante su presidencia mejoró considerablemente la calidad de vida de millones de brasileños

y tenéis que pensar que por mucho money que Bolsonaro soltara justo antes de las elecciones,

los que reciben las ayudas son los mismos que están enfadados por la subida de la inflación.

En cualquier caso, como os podéis imaginar, hablamos de dos políticos que no dejan indiferente

a nadie.

Y eso se ha notado en la campaña electoral, donde se han sobrepasado todos los límites.

Ahora bien, si Bolsonaro tiene fama de faltar el respeto a sus rivales políticos, no os

penséis que Lula se ha quedado atrás.

N2 (Brasil: juez prohíbe a Lula asociar a Bolsonaro con canibalismo en campaña electoral.

DW) La campaña electoral ha sido más sucia que

los marcajes a Neymar.

Y es una pena porque se necesitaban propuestas para reactivar la economía brasileña.

El país ha perdido el rumbo y solo lo sostiene el auge de su sector agroindustrial gracias

al apetito voraz de China por la soja y el resto de productos que ofrece el campo brasileño.

Esta es una historia de éxito ya que Brasil se ha convertido en el tercer mayor exportador

mundial de productos agrícolas detrás de Estados Unidos y la Unión Europea.

Pero esto no basta para el gigante de Sudamérica.

El declive de su industria mantiene una tendencia iniciada hace décadas.

Mirad la evolución.

Más allá del sector petróleo y la agroindustria que ya supone el 28% del PIB, el resto del

sector industrial va de mal en peor.

El problema es que la economía brasileña no está generando empleos bien remunerados

como los perdidos en la industria.

Y después de una campaña sin propuestas, parece que estas cuestiones no importan a

ningún político ni a sus votantes, entre los que tienen mucha incidencia las masas

fanatizadas cuyo único objetivo es derrotar a sus oponentes.

Ahí es donde encaja que haya seguidores de Bolsonaro rogando al Ejército que dé un

golpe de Estado contra Lula.

Parecen estar dispuestos a todo.

Aunque no a tanto como algunos quieren hacernos creer.

N3 (Los partidarios de Bolsonaro utilizan sus móviles para pedir un golpe “extraterrestre”.

El País) Algunos medios de comunicación prestigiosos

han caído en la tentación de dar verosimilitud a esta noticia con tal de ridiculizar a los

seguidores de Bolsonaro.

Millones de brasileños estarían encantados de que E.T.

le curara el tobillo a Neymar como si fuera el dedo de Elliot.

Pero amigos, como tantas veces ocurre, la realidad es mucho menos interesante que la

noticia.

Prensa difundió fake news sobre manifestantes en Porto Alegre)

Aunque, ojo, que tampoco hablamos de poca cosa.

Esas linternas de móviles dirigidas hacia el cielo son una manifestación más de ciudadanos

brasileños para pedir de nuevo un golpe de estado a las fuerzas armadas, pero no a los

alienígenas.

Todo para lucir un SOS FA, que pudiera captar un dron desde el cielo, pero no El Halcón

Milenario.

Mirad.

A pesar de todo esto, parece que Bolsonaro ha aceptado la derrota y no se va a marcar

un Capitolio al estilo Trump.

La mala noticia para Lula es que aún así dirigir Brasil le resultará mucho más difícil

que la última vez que estuvo en el cargo.

El país está más dividido que entonces y sus finanzas públicas están en peor estado.

Sin embargo, es el momento de que Brasil afronte los cambios estructurales y avance hacia un

modelo productivo que siente las bases del crecimiento económico en el largo plazo.

¿Cuáles serán los principales retos de Lula?

Ahora mismo lo vamos a ver.

T3 (EL RETORNO DE LULA)

Lula da Silva quiere volver a poner al Estado en el centro de la economía brasileña.