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Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez, Capítulo 17 (3)

Capítulo 17 (3)

A la muerte de Úrsula, la casa volvió a caer en un abandono del cual no la podría rescatar ni siquiera una voluntad tan resuelta y vigorosa como la de Amaranta Úrsula, que muchos años después, siendo una mujer sin prejuicios, alegre y moderna, con los pies bien asentados en el mundo, abrió puertas y ventanas para espantar la ruina, restauró el jardín, exterminó las hormigas coloradas que ya andaban a pleno día por el corredor, y trató inútilmente de despertar el olvidado espíritu de hospitalidad. La pasión claustral de Fernanda puso un dique infranqueable a los cien años torrenciales de Úrsula. No solo se negó a abrir las puertas cuando pasó el viento árido, sino que hizo clausurar las ventanas con crucetas de madera, obedeciendo a la consigna paterna de enterrarse en vida. La dispendiosa correspondencia con los médicos invisibles terminó en un fracaso. Después de numerosos aplazamientos, se encerró en su dormitorio en la fecha y la hora acordadas, cubierta solamente por una sábana blanca y con la cabeza hacia el norte, y a la una de la madrugada sintió que le taparon la cara con un pañuelo embebido en un líquido glacial. Cuando despertó, el sol brillaba en la ventana y ella tenía una costura bárbara en forma de arco que empezaba en la ingle y terminaba en el esternón. Pero antes de que cumpliera el reposo previsto recibió una carta desconcertada de los médicos invisibles, quienes decían haberla registrado durante seis horas sin encontrar nada que correspondiera a los síntomas tantas veces y tan escrupulosamente descritos por ella. En realidad, su hábito pernicioso de no llamar las cosas por su nombre había dado origen a una nueva confusión, pues lo único que encontraron los cirujanos telepáticos fue un descendimiento del útero que podía corregirse con el uso de un pesario. La desilusionada Fernanda trató de obtener una información más precisa, pero los corresponsales ignotos no volvieron a contestar sus cartas. Se sintió tan agobiada por el peso de una palabra desconocida, que decidió amordazar la vergüenza para preguntar qué era un pesario, y solo entonces supo que el médico francés se había colgado de una viga tres meses antes, y había sido enterrado contra la voluntad del pueblo por un antiguo compañero de armas del coronel Aureliano Buendía. Entonces se confió a su hijo José Arcadio, y este le mandó los pesarios desde Roma, con un folletito explicativo que ella echó al excusado después de aprendérselo de memoria, para que nadie fuera a conocer la naturaleza de sus quebrantos. Era una precaución inútil, porque las únicas personas que vivían en la casa apenas si la tomaban en cuenta. Santa Sofía de la Piedad vagaba en una vejez solitaria, cocinando lo poco que se comían, y casi por completo dedicada al cuidado de José Arcadio Segundo. Amaranta Úrsula, heredera de ciertos encantos de Remedios, la bella, ocupaba en hacer sus tareas escolares el tiempo que antes perdía en atormentar a Úrsula, y empezaba a manifestar un buen juicio y una consagración a los estudios que hicieron renacer en Aureliano Segundo la buena esperanza que le inspiraba Meme. Le había prometido mandarla a terminar sus estudios en Bruselas, de acuerdo con una costumbre establecida en los tiempos de la compañía bananera, y esa ilusión lo había llevado a tratar de revivir las tierras devastadas por el diluvio. Las pocas veces que entonces se le veía en la casa, era por Amaranta Úrsula, pues con el tiempo se había convertido en un extraño para Fernanda, y el pequeño Aureliano se iba volviendo esquivo y ensimismado a medida que se acercaba a la pubertad. Aureliano Segundo confiaba en que la vejez ablandara el corazón de Fernanda, para que el niño pudiera incorporarse a la vida de un pueblo donde seguramente nadie se hubiera tomado el trabajo de hacer especulaciones suspicaces sobre su origen. Pero el propio Aureliano parecía preferir el encierro y la soledad, y no revelaba la menor malicia por conocer el mundo que empezaba en la puerta de la calle. Cuando Úrsula hizo abrir el cuarto de Melquíades, él se dio a rondarlo, a curiosear por la puerta entornada, y nadie supo en qué momento terminó vinculado a José Arcadio Segundo por un afecto recíproco. Aureliano Segundo descubrió esa amistad mucho tiempo después de iniciada, cuando oyó al niño hablando de la matanza de la estación. Ocurrió un día en que alguien se lamentó en la mesa de la ruina en que se hundió el pueblo cuando lo abandonó la compañía bananera, y Aureliano lo contradijo con una madurez y una versación de persona mayor. Su punto de vista, contrario a la interpretación general, era que Macondo fue un lugar próspero y bien encaminado hasta que lo desordenó y lo corrompió y lo exprimió la compañía bananera, cuyos ingenieros provocaron el diluvio como un pretexto para eludir compromisos con los trabajadores. Hablando con tan buen criterio que a Fernanda le pareció una parodia sacrílega de Jesús entre los doctores, el niño describió con detalles precisos y convincentes cómo el ejército ametralló a más de tres mil trabajadores acorralados en la estación, y cómo cargaron los cadáveres en un tren de doscientos vagones y los arrojaron al mar. Convencida como la mayoría de la gente de la verdad oficial de que no había pasado nada, Fernanda se escandalizó con la idea de que el niño había heredado los instintos anarquistas del coronel Aureliano Buendía, y le ordenó callarse. Aureliano Segundo, en cambio, reconoció la versión de su hermano gemelo. En realidad, a pesar de que todo el mundo lo tenía por loco, José Arcadio Segundo era en aquel tiempo el habitante más lúcido de la casa. Enseñó al pequeño Aureliano a leer y a escribir, lo inició en el estudio de los pergaminos y le inculcó una interpretación tan personal de lo que significó para Macondo la compañía bananera, que muchos años después, cuando Aureliano se incorporara al mundo, había de pensarse que contaba una versión alucinada, porque era radicalmente contraria a la falsa que los historiadores habían admitido y consagrado en los textos escolares. En el cuartito apartado, adonde nunca llegó el viento árido, ni el polvo ni el calor, ambos recordaban la visión atávica de un anciano con sombrero de alas de cuervo que hablaba del mundo a espaldas de la ventana, muchos años antes de que ellos nacieran. Ambos descubrieron al mismo tiempo que allí siempre era marzo y siempre era lunes, y entonces comprendieron que José Arcadio Buendía no estaba tan loco como contaba la familia, sino que era el único que había dispuesto de bastante lucidez para vislumbrar la verdad de que también el tiempo sufría tropiezos y accidentes, y podía por tanto astillarse y dejar en un cuarto una fracción eternizada. José Arcadio Segundo había logrado además clasificar las letras crípticas de los pergaminos. Estaba seguro de que correspondían a un alfabeto de cuarenta y siete a cincuenta y tres caracteres, que separados parecían arañitas y garrapatas, y que en la primorosa caligrafía de Melquíades parecían piezas de ropa puestas a secar en un alambre. Aureliano recordaba haber visto una tabla semejante en la enciclopedia inglesa, así que la llevó al cuarto para compararla con la de José Arcadio Segundo. Eran iguales, en efecto.

Por la época en que se le ocurrió la lotería de adivinanzas, Aureliano Segundo despertaba con un nudo en la garganta, como si estuviera reprimiendo las ganas de llorar. Petra Cotes lo interpretó como uno de los tantos trastornos provocados por la mala situación, y todas las mañanas, durante más de un año, le tocaba el paladar con un hisopo de miel de abejas y le daba jarabe de rábano. Cuando el nudo de la garganta se le hizo tan opresivo que le costaba trabajo respirar, Aureliano Segundo visitó a Pilar Ternera por si ella conocía alguna hierba de alivio. La inquebrantable abuela, que había llegado a los cien años al frente de un burdelito clandestino, no confió en supersticiones terapéuticas, sino que consultó el asunto con las barajas. Vio el caballo de oros con la garganta herida por el acero de la sota de espadas, y dedujo que Fernanda estaba tratando de que el marido volviera a la casa mediante el desprestigiado sistema de hincar alfileres en su retrato, pero que le había provocado un tumor interno por un conocimiento torpe de sus malas artes. Como Aureliano Segundo no tenía más retratos que los de la boda, y las copias estaban completas en el álbum familiar, siguió buscando por toda la casa en los descuidos de la esposa, y por fin encontró en el fondo del ropero media docena de pesarios en sus cajitas originales. Creyendo que las rojas llantitas de caucho eran objetos de hechicería, se metió una en el bolsillo para que la viera Pilar Ternera. Ella no pudo determinar su naturaleza, pero le pareció tan sospechosa, que de todos modos se hizo llevar la media docena y la quemó en una hoguera que prendió en el patio. Para conjurar el supuesto maleficio de Fernanda, le indicó a Aureliano Segundo que mojara una gallina clueca y la enterrara viva bajo el castaño, y él lo hizo de tan buena fe, que cuando acabó de disimular con hojas secas la tierra removida, ya sentía que respiraba mejor. Por su parte, Fernanda interpretó la desaparición como una represalia de los médicos invisibles, y se cosió en la parte interior de la camisola una faltriquera de jareta, donde guardó los pesarios nuevos que le mandó su hijo.

Seis meses después del enterramiento de la gallina, Aureliano Segundo despertó a medianoche con un acceso de tos, y sintiendo que lo estrangulaban por dentro con tenazas de cangrejo. Fue entonces cuando comprendió que por muchos pesarios mágicos que destruyera y muchas gallinas de conjuro que remojara, la única y triste verdad era que se estaba muriendo. No se lo dijo a nadie. Atormentado por el temor de morirse sin mandar a Bruselas a Amaranta Úrsula, trabajó como nunca lo había hecho, y en vez de una hizo tres rifas semanales. Desde muy temprano se le veía recorrer el pueblo, aun en los barrios más apartados y miserables, tratando de vender los billetitos con una ansiedad que solo era concebible en un moribundo. «Aquí está la Divina Providencia», pregonaba. «No la dejen ir, que solo llega una vez cada cien años». Hacía conmovedores esfuerzos por parecer alegre, simpático, locuaz, pero bastaba verle el sudor y la palidez para saber que no podía con su alma. A veces se desviaba por predios baldíos, donde nadie lo viera, y se sentaba un momento a descansar de las tenazas que lo despedazaban por dentro. Todavía a la medianoche estaba en el barrio de tolerancia, tratando de consolar con prédicas de buena suerte a las mujeres solitarias que sollozaban junto a las victrolas. «Este número no sale hace cuatro meses», les decía, mostrándoles los billetitos. «No lo dejes ir, que la vida es más corta de lo que uno cree». Acabaron por perderle el respeto, por burlarse de él, y en sus últimos meses ya no le decían don Aureliano, como lo habían hecho siempre, sino que lo llamaban en su propia cara don Divina Providencia. La voz se le iba llenando de notas falsas, se le fue destemplando y terminó por apagársele en un ronquido de perro, pero todavía tuvo voluntad para no dejar que decayera la expectativa por los premios en el patio de Petra Cotes. Sin embargo, a medida que se quedaba sin voz y se daba cuenta de que en poco tiempo ya no podría soportar el dolor, iba comprendiendo que no era con cerdos y chivos rifados como su hija llegaría a Bruselas, de modo que concibió la idea de hacer la fabulosa rifa de las tierras destruidas por el diluvio, que bien podían ser restauradas por quien dispusiera de capital. Fue una iniciativa tan espectacular, que el propio alcalde se prestó para anunciarla con un bando, y se formaron sociedades para comprar billetes a cien pesos cada uno, que se agotaron en menos de una semana. La noche de la rifa, los ganadores hicieron una fiesta aparatosa, comparable apenas a las de los buenos tiempos de la compañía bananera, y Aureliano Segundo tocó en el acordeón por última vez las canciones olvidadas de Francisco el Hombre, pero ya no pudo cantarlas.

Capítulo 17 (3) Chapter 17 (3) Capítulo 17 (3) Глава 17 (3)

A la muerte de Úrsula, la casa volvió a caer en un abandono del cual no la podría rescatar ni siquiera una voluntad tan resuelta y vigorosa como la de Amaranta Úrsula, que muchos años después, siendo una mujer sin prejuicios, alegre y moderna, con los pies bien asentados en el mundo, abrió puertas y ventanas para espantar la ruina, restauró el jardín, exterminó las hormigas coloradas que ya andaban a pleno día por el corredor, y trató inútilmente de despertar el olvidado espíritu de hospitalidad. La pasión claustral de Fernanda puso un dique infranqueable a los cien años torrenciales de Úrsula. Fernanda's cloistered passion put an insurmountable dam against Úrsula's one hundred torrential years. No solo se negó a abrir las puertas cuando pasó el viento árido, sino que hizo clausurar las ventanas con crucetas de madera, obedeciendo a la consigna paterna de enterrarse en vida. Not only did he refuse to open the doors when the arid wind passed, but he had the windows closed with wooden crossbars, obeying his father's instructions to bury himself alive. La dispendiosa correspondencia con los médicos invisibles terminó en un fracaso. The expensive correspondence with the invisible doctors ended in failure. Después de numerosos aplazamientos, se encerró en su dormitorio en la fecha y la hora acordadas, cubierta solamente por una sábana blanca y con la cabeza hacia el norte, y a la una de la madrugada sintió que le taparon la cara con un pañuelo embebido en un líquido glacial. After numerous postponements, she locked herself in her bedroom at the agreed date and time, covered only by a white sheet and with her head facing north, and at one in the morning she felt that her face was covered with a handkerchief soaked in a icy liquid. Cuando despertó, el sol brillaba en la ventana y ella tenía una costura bárbara en forma de arco que empezaba en la ingle y terminaba en el esternón. When she awoke, the sun was shining in the window and she had a barbarous arcing seam that started at her groin and ended at her sternum. Pero antes de que cumpliera el reposo previsto recibió una carta desconcertada de los médicos invisibles, quienes decían haberla registrado durante seis horas sin encontrar nada que correspondiera a los síntomas tantas veces y tan escrupulosamente descritos por ella. But before the planned rest was complete, she received a disconcerting letter from the invisible doctors, who claimed to have searched her for six hours without finding anything that corresponded to the symptoms so scrupulously described by her so many times. En realidad, su hábito pernicioso de no llamar las cosas por su nombre había dado origen a una nueva confusión, pues lo único que encontraron los cirujanos telepáticos fue un descendimiento del útero que podía corregirse con el uso de un pesario. In fact, her pernicious habit of not calling things by their name had created a new confusion, for all the telepathic surgeons found was a drooping uterus that could be corrected with the use of a pessary. La desilusionada Fernanda trató de obtener una información más precisa, pero los corresponsales ignotos no volvieron a contestar sus cartas. Se sintió tan agobiada por el peso de una palabra desconocida, que decidió amordazar la vergüenza para preguntar qué era un pesario, y solo entonces supo que el médico francés se había colgado de una viga tres meses antes, y había sido enterrado contra la voluntad del pueblo por un antiguo compañero de armas del coronel Aureliano Buendía. She felt so overwhelmed by the weight of an unknown word that she decided to gag her shame to ask what a pessary was, and only then did she learn that the French doctor had hung himself from a beam three months before, and had been buried against the will of the man. town by a former comrade in arms of Colonel Aureliano Buendía. Entonces se confió a su hijo José Arcadio, y este le mandó los pesarios desde Roma, con un folletito explicativo que ella echó al excusado después de aprendérselo de memoria, para que nadie fuera a conocer la naturaleza de sus quebrantos. Then she entrusted herself to her son José Arcadio, and he sent her the pessaries from Rome, with a little explanatory leaflet that she threw into the toilet after learning it by heart, so that no one would find out the nature of her injuries. Era una precaución inútil, porque las únicas personas que vivían en la casa apenas si la tomaban en cuenta. It was a useless precaution, because the only people who lived in the house hardly took it into account. Santa Sofía de la Piedad vagaba en una vejez solitaria, cocinando lo poco que se comían, y casi por completo dedicada al cuidado de José Arcadio Segundo. Santa Sofía de la Piedad wandered around in a lonely old age, cooking the little they ate, and almost completely dedicated to the care of José Arcadio Segundo. Amaranta Úrsula, heredera de ciertos encantos de Remedios, la bella, ocupaba en hacer sus tareas escolares el tiempo que antes perdía en atormentar a Úrsula, y empezaba a manifestar un buen juicio y una consagración a los estudios que hicieron renacer en Aureliano Segundo la buena esperanza que le inspiraba Meme. Amaranta Úrsula, heiress to certain charms of Remedios the Beauty, spent the time she had previously wasted tormenting Úrsula doing her homework, and she was beginning to show good judgment and a dedication to studies that made Aureliano Segundo reborn in good spirits. hope that Meme inspired him. Le había prometido mandarla a terminar sus estudios en Bruselas, de acuerdo con una costumbre establecida en los tiempos de la compañía bananera, y esa ilusión lo había llevado a tratar de revivir las tierras devastadas por el diluvio. Las pocas veces que entonces se le veía en la casa, era por Amaranta Úrsula, pues con el tiempo se había convertido en un extraño para Fernanda, y el pequeño Aureliano se iba volviendo esquivo y ensimismado a medida que se acercaba a la pubertad. The few times that he was seen in the house then, it was because of Amaranta Úrsula, because over time he had become a stranger to Fernanda, and little Aureliano became elusive and self-absorbed as he approached puberty. Aureliano Segundo confiaba en que la vejez ablandara el corazón de Fernanda, para que el niño pudiera incorporarse a la vida de un pueblo donde seguramente nadie se hubiera tomado el trabajo de hacer especulaciones suspicaces sobre su origen. Aureliano Segundo hoped that old age would soften Fernanda's heart so that the child could join the life of a town where surely no one had bothered to make suspicious speculations about his origins. Pero el propio Aureliano parecía preferir el encierro y la soledad, y no revelaba la menor malicia por conocer el mundo que empezaba en la puerta de la calle. But Aureliano himself seemed to prefer confinement and solitude, and he did not reveal the slightest malice for knowing the world that began at the front door. Cuando Úrsula hizo abrir el cuarto de Melquíades, él se dio a rondarlo, a curiosear por la puerta entornada, y nadie supo en qué momento terminó vinculado a José Arcadio Segundo por un afecto recíproco. When Úrsula had Melquíades' room opened, he began to wander around it, peering through the ajar door, and no one knew at what point he ended up linked to José Arcadio Segundo by reciprocal affection. Aureliano Segundo descubrió esa amistad mucho tiempo después de iniciada, cuando oyó al niño hablando de la matanza de la estación. Aureliano Segundo discovered that friendship long after it began, when he heard the boy talking about the massacre at the station. Ocurrió un día en que alguien se lamentó en la mesa de la ruina en que se hundió el pueblo cuando lo abandonó la compañía bananera, y Aureliano lo contradijo con una madurez y una versación de persona mayor. Su punto de vista, contrario a la interpretación general, era que Macondo fue un lugar próspero y bien encaminado hasta que lo desordenó y lo corrompió y lo exprimió la compañía bananera, cuyos ingenieros provocaron el diluvio como un pretexto para eludir compromisos con los trabajadores. His point of view, contrary to the general interpretation, was that Macondo was a prosperous and well-run place until it was disordered and corrupted and squeezed by the banana company, whose engineers caused the deluge as a pretext to avoid commitments to the workers. Hablando con tan buen criterio que a Fernanda le pareció una parodia sacrílega de Jesús entre los doctores, el niño describió con detalles precisos y convincentes cómo el ejército ametralló a más de tres mil trabajadores acorralados en la estación, y cómo cargaron los cadáveres en un tren de doscientos vagones y los arrojaron al mar. Convencida como la mayoría de la gente de la verdad oficial de que no había pasado nada, Fernanda se escandalizó con la idea de que el niño había heredado los instintos anarquistas del coronel Aureliano Buendía, y le ordenó callarse. Convinced like most people of the official truth that nothing had happened, Fernanda was scandalized by the idea that the child had inherited the anarchist instincts of Colonel Aureliano Buendía, and ordered him to shut up. Aureliano Segundo, en cambio, reconoció la versión de su hermano gemelo. En realidad, a pesar de que todo el mundo lo tenía por loco, José Arcadio Segundo era en aquel tiempo el habitante más lúcido de la casa. Enseñó al pequeño Aureliano a leer y a escribir, lo inició en el estudio de los pergaminos y le inculcó una interpretación tan personal de lo que significó para Macondo la compañía bananera, que muchos años después, cuando Aureliano se incorporara al mundo, había de pensarse que contaba una versión alucinada, porque era radicalmente contraria a la falsa que los historiadores habían admitido y consagrado en los textos escolares. He taught little Aureliano to read and write, initiated him into the study of parchments, and instilled in him such a personal interpretation of what the banana company meant to Macondo, that many years later, when Aureliano entered the world, it would have been thought that he told a hallucinated version, because it was radically contrary to the false one that historians had admitted and enshrined in school textbooks. En el cuartito apartado, adonde nunca llegó el viento árido, ni el polvo ni el calor, ambos recordaban la visión atávica de un anciano con sombrero de alas de cuervo que hablaba del mundo a espaldas de la ventana, muchos años antes de que ellos nacieran. In the secluded little room, where the arid wind, dust or heat never reached, they both remembered the atavistic vision of an old man with a raven-winged hat who talked about the world behind his back from the window, many years before they were born. . Ambos descubrieron al mismo tiempo que allí siempre era marzo y siempre era lunes, y entonces comprendieron que José Arcadio Buendía no estaba tan loco como contaba la familia, sino que era el único que había dispuesto de bastante lucidez para vislumbrar la verdad de que también el tiempo sufría tropiezos y accidentes, y podía por tanto astillarse y dejar en un cuarto una fracción eternizada. Both discovered at the same time that it was always March there and it was always Monday, and then they understood that José Arcadio Buendía was not as crazy as the family had said, but that he was the only one who had had enough lucidity to glimpse the truth that the time it suffered trips and accidents, and could therefore splinter and leave an eternized fraction in a room. José Arcadio Segundo había logrado además clasificar las letras crípticas de los pergaminos. Estaba seguro de que correspondían a un alfabeto de cuarenta y siete a cincuenta y tres caracteres, que separados parecían arañitas y garrapatas, y que en la primorosa caligrafía de Melquíades parecían piezas de ropa puestas a secar en un alambre. He was sure that they corresponded to an alphabet of forty-seven to fifty-three characters, that separated they looked like little spiders and ticks, and that in Melquíades's exquisite handwriting they looked like pieces of clothing hung out to dry on a wire. Aureliano recordaba haber visto una tabla semejante en la enciclopedia inglesa, así que la llevó al cuarto para compararla con la de José Arcadio Segundo. Eran iguales, en efecto. They were the same, indeed.

Por la época en que se le ocurrió la lotería de adivinanzas, Aureliano Segundo despertaba con un nudo en la garganta, como si estuviera reprimiendo las ganas de llorar. Around the time he came up with the guessing lottery, Aureliano Segundo would wake up with a lump in his throat, as if he were repressing the urge to cry. Petra Cotes lo interpretó como uno de los tantos trastornos provocados por la mala situación, y todas las mañanas, durante más de un año, le tocaba el paladar con un hisopo de miel de abejas y le daba jarabe de rábano. Cuando el nudo de la garganta se le hizo tan opresivo que le costaba trabajo respirar, Aureliano Segundo visitó a Pilar Ternera por si ella conocía alguna hierba de alivio. La inquebrantable abuela, que había llegado a los cien años al frente de un burdelito clandestino, no confió en supersticiones terapéuticas, sino que consultó el asunto con las barajas. Vio el caballo de oros con la garganta herida por el acero de la sota de espadas, y dedujo que Fernanda estaba tratando de que el marido volviera a la casa mediante el desprestigiado sistema de hincar alfileres en su retrato, pero que le había provocado un tumor interno por un conocimiento torpe de sus malas artes. He saw the gold horse with its throat wounded by the steel of the jack of swords, and deduced that Fernanda was trying to get her husband to return home through the discredited system of sticking pins in his portrait, but that she had caused a tumor. internal by a clumsy knowledge of his bad arts. Como Aureliano Segundo no tenía más retratos que los de la boda, y las copias estaban completas en el álbum familiar, siguió buscando por toda la casa en los descuidos de la esposa, y por fin encontró en el fondo del ropero media docena de pesarios en sus cajitas originales. Creyendo que las rojas llantitas de caucho eran objetos de hechicería, se metió una en el bolsillo para que la viera Pilar Ternera. Believing that the red rubber tires were objects of sorcery, he put one in his pocket for Pilar Ternera to see. Ella no pudo determinar su naturaleza, pero le pareció tan sospechosa, que de todos modos se hizo llevar la media docena y la quemó en una hoguera que prendió en el patio. She couldn't determine its nature, but it seemed so suspicious to her that she had the half dozen brought in anyway and burned in a bonfire that she built in the patio. Para conjurar el supuesto maleficio de Fernanda, le indicó a Aureliano Segundo que mojara una gallina clueca y la enterrara viva bajo el castaño, y él lo hizo de tan buena fe, que cuando acabó de disimular con hojas secas la tierra removida, ya sentía que respiraba mejor. Por su parte, Fernanda interpretó la desaparición como una represalia de los médicos invisibles, y se cosió en la parte interior de la camisola una faltriquera de jareta, donde guardó los pesarios nuevos que le mandó su hijo. For her part, Fernanda interpreted the disappearance as a reprisal from the invisible doctors, and she sewed a drawstring pouch inside her camisole, where she kept the new pessaries her son had sent her.

Seis meses después del enterramiento de la gallina, Aureliano Segundo despertó a medianoche con un acceso de tos, y sintiendo que lo estrangulaban por dentro con tenazas de cangrejo. Six months after the chicken was buried, Aureliano Segundo woke up at midnight with a coughing fit and feeling that he was being strangled from the inside with crab claws. Fue entonces cuando comprendió que por muchos pesarios mágicos que destruyera y muchas gallinas de conjuro que remojara, la única y triste verdad era que se estaba muriendo. It was then that he realized that no matter how many magic pessaries he destroyed and how many spell chickens he soaked, the one sad truth was that he was dying. No se lo dijo a nadie. Atormentado por el temor de morirse sin mandar a Bruselas a Amaranta Úrsula, trabajó como nunca lo había hecho, y en vez de una hizo tres rifas semanales. Tormented by the fear of dying without sending Amaranta Ursula to Brussels, he worked as he had never done before, and instead of one he held three weekly raffles. Desde muy temprano se le veía recorrer el pueblo, aun en los barrios más apartados y miserables, tratando de vender los billetitos con una ansiedad que solo era concebible en un moribundo. «Aquí está la Divina Providencia», pregonaba. "Here is Divine Providence," he proclaimed. «No la dejen ir, que solo llega una vez cada cien años». "Don't let her go, she only comes once every hundred years." Hacía conmovedores esfuerzos por parecer alegre, simpático, locuaz, pero bastaba verle el sudor y la palidez para saber que no podía con su alma. He made moving efforts to appear cheerful, friendly, talkative, but it was enough to see his sweat and paleness to know that he could not with his soul. A veces se desviaba por predios baldíos, donde nadie lo viera, y se sentaba un momento a descansar de las tenazas que lo despedazaban por dentro. Sometimes he wandered through vacant lots, where no one would see him, and he would sit down for a moment to rest from the pincers that were tearing him apart from the inside. Todavía a la medianoche estaba en el barrio de tolerancia, tratando de consolar con prédicas de buena suerte a las mujeres solitarias que sollozaban junto a las victrolas. «Este número no sale hace cuatro meses», les decía, mostrándoles los billetitos. «No lo dejes ir, que la vida es más corta de lo que uno cree». "Don't let it go, life is shorter than you think." Acabaron por perderle el respeto, por burlarse de él, y en sus últimos meses ya no le decían don Aureliano, como lo habían hecho siempre, sino que lo llamaban en su propia cara don Divina Providencia. They ended up losing respect for him, making fun of him, and in his last months they no longer called him Don Aureliano, as they had always done, but instead called him Don Divina Providencia to his face. La voz se le iba llenando de notas falsas, se le fue destemplando y terminó por apagársele en un ronquido de perro, pero todavía tuvo voluntad para no dejar que decayera la expectativa por los premios en el patio de Petra Cotes. Her voice was filling with false notes, it became unsteady and ended up fading into a dog's snore, but she still had the will not to let the expectation for the prizes in Petra Cotes's yard fade. Sin embargo, a medida que se quedaba sin voz y se daba cuenta de que en poco tiempo ya no podría soportar el dolor, iba comprendiendo que no era con cerdos y chivos rifados como su hija llegaría a Bruselas, de modo que concibió la idea de hacer la fabulosa rifa de las tierras destruidas por el diluvio, que bien podían ser restauradas por quien dispusiera de capital. However, as her voice lost and she realized that in a short time she would no longer be able to bear the pain, she realized that it was not with raffled pigs and goats that her daughter would arrive in Brussels, so she conceived the idea of make the fabulous raffle for the lands destroyed by the flood, which could well be restored by whoever had capital. Fue una iniciativa tan espectacular, que el propio alcalde se prestó para anunciarla con un bando, y se formaron sociedades para comprar billetes a cien pesos cada uno, que se agotaron en menos de una semana. It was such a spectacular initiative that the mayor himself lent himself to announce it with a proclamation, and societies were formed to buy tickets at one hundred pesos each, which were sold out in less than a week. La noche de la rifa, los ganadores hicieron una fiesta aparatosa, comparable apenas a las de los buenos tiempos de la compañía bananera, y Aureliano Segundo tocó en el acordeón por última vez las canciones olvidadas de Francisco el Hombre, pero ya no pudo cantarlas. The night of the raffle, the winners threw a spectacular party, barely comparable to those of the good times of the banana company, and Aureliano Segundo played the forgotten songs of Francisco the Man on the accordion for the last time, but he could no longer sing them.