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Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez, Capítulo 17 (2)

Capítulo 17 (2)

Las rifas no dieron nunca para más. Al principio, Aureliano Segundo ocupaba tres días de la semana encerrado en su antigua oficina de ganadero, dibujando billete por billete, pintando con un cierto primor una vaquita roja, un cochinito verde o un grupo de gallinitas azules, según fuera el animal rifado, y modelaba con una buena imitación de las letras de imprenta el nombre que le pareció bueno a Petra Cotes para bautizar el negocio: Rifas de la Divina Providencia. Pero con el tiempo se sintió tan cansado después de dibujar hasta dos mil billetes a la semana, que mandó a hacer los animales, el nombre y los números en sellos de caucho, y entonces el trabajo se redujo a humedecerlos en almohadillas de distintos colores. En sus últimos años se les ocurrió sustituir los números por adivinanzas, de modo que el premio se repartiera entre todos los que acertaran, pero el sistema resultó ser tan complicado y se prestaba a tantas suspicacias, que desistieron a la segunda tentativa.

Aureliano Segundo andaba tan ocupado tratando de consolidar el prestigio de sus rifas, que apenas le quedaba tiempo para ver a los niños. Fernanda puso a Amaranta Úrsula en una escuelita privada donde no se recibían más de seis alumnas, pero se negó a permitir que Aureliano asistiera a la escuela pública. Consideraba que ya había cedido demasiado al aceptar que abandonara el cuarto. Además, en las escuelas de esa época solo se recibían hijos legítimos de matrimonios católicos, y en el certificado de nacimiento que habían prendido con una nodriza en la batita de Aureliano cuando lo mandaron a la casa, estaba registrado como expósito. De modo que se quedó encerrado, a merced de la vigilancia caritativa de Santa Sofía de la Piedad y de las alternativas mentales de Úrsula, descubriendo el estrecho mundo de la casa según se lo explicaban las abuelas. Era fino, estirado, de una curiosidad que sacaba de quicio a los adultos, pero al contrario de la mirada inquisitiva y a veces clarividente que tuvo el coronel a su edad, la suya era parpadeante y un poco distraída. Mientras Amaranta Úrsula estaba en el parvulario, él cazaba lombrices y torturaba insectos en el jardín. Pero una vez en que Fernanda lo sorprendió metiendo alacranes en una caja para ponerlos en la estera de Úrsula, lo recluyó en el antiguo dormitorio de Meme, donde se distrajo de sus horas solitarias repasando las láminas de la enciclopedia. Allí lo encontró Úrsula una tarde en que andaba asperjando la casa con agua serenada y un ramo de ortigas, y a pesar de que había estado con él muchas veces, le preguntó quién era.

—Soy Aureliano Buendía —dijo él.

—Es verdad —replicó ella—. Ya es hora de que empieces a aprender la platería.

Lo volvió a confundir con su hijo, porque el viento cálido que sucedió al diluvio e infundió en el cerebro de Úrsula ráfagas eventuales de lucidez, había acabado de pasar. No volvió a recobrar la razón. Cuando entraba al dormitorio, encontraba allí a Petronila Iguarán, con el estorboso miriñaque y el saquito de mostacilla que se ponía para las visitas de compromiso, y encontraba a Tranquilina María Miniata Alacoque Buendía, su abuela, abanicándose con una pluma de pavorreal en su mecedor de tullida, y a su bisabuelo Aureliano Arcadio Buendía con su falso dormán de las guardias virreinales, y a Aureliano Iguarán, su padre, que había inventado una oración para que se achicharraran y se cayeran los gusanos de las vacas, y a la timorata de su madre, y al primo con la cola de cerdo, y a José Arcadio Buendía y a sus hijos muertos, todos sentados en sillas que habían sido recostadas contra la pared como si no estuvieran en una visita, sino en un velorio. Ella hilvanaba una cháchara colorida, comentando asuntos de lugares apartados y tiempos sin coincidencia, de modo que cuando Amaranta Úrsula regresaba de la escuela y Aureliano se cansaba de la enciclopedia, la encontraban sentada en la cama, hablando sola, y perdida en un laberinto de muertos. «¡Fuego!», gritó una vez aterrorizada, y por un instante sembró el pánico en la casa, pero lo que estaba anunciando era el incendio de una caballeriza que había presenciado a los cuatro años. Llegó a revolver de tal modo el pasado con la actualidad, que en las dos o tres ráfagas de lucidez que tuvo antes de morir, nadie supo a ciencia cierta si hablaba de lo que sentía o de lo que recordaba. Poco a poco se fue reduciendo, fetizándose, momificándose en vida, hasta el punto de que en sus últimos meses era una ciruela pasa perdida dentro del camisón, y el brazo siempre alzado terminó por parecer la pata de una marimonda. Se quedaba inmóvil varios días, y Santa Sofía de la Piedad tenía que sacudirla para convencerse de que estaba viva, y se la sentaba en las piernas para alimentarla con cucharaditas de agua de azúcar. Parecía una anciana recién nacida. Amaranta Úrsula y Aureliano la llevaban y la traían por el dormitorio, la acostaban en el altar para ver que era apenas más grande que el Niño Dios, y una tarde la escondieron en un armario del granero donde hubieran podido comérsela las ratas. Un domingo de ramos entraron al dormitorio mientras Fernanda estaba en misa, y cargaron a Úrsula por la nuca y los tobillos.

—Pobre la tatarabuelita —dijo Amaranta Úrsula—, se nos murió de vieja.

Úrsula se sobresaltó.

—¡Estoy viva! —dijo.

—Ya ves —dijo Amaranta Úrsula, reprimiendo la risa—, ni siquiera respira.

—¡Estoy hablando! —gritó Úrsula.

—Ni siquiera habla —dijo Aureliano—. Se murió como un grillito.

Entonces Úrsula se rindió a la evidencia. «Dios mío», exclamó en voz baja. «De modo que esto es la muerte». Inició una oración interminable, atropellada, profunda, que se prolongó por más de dos días, y que el martes había degenerado en un revoltijo de súplicas a Dios y de consejos prácticos para que las hormigas coloradas no tumbaran la casa, para que nunca dejaran apagar la lámpara frente al daguerrotipo de Remedios, y para que cuidaran de que ningún Buendía fuera a casarse con alguien de su misma sangre, porque nacían los hijos con cola de puerco. Aureliano Segundo trató de aprovechar el delirio para que le confesara dónde estaba el oro enterrado, pero otra vez fueron inútiles las súplicas. «Cuando aparezca el dueño —dijo Úrsula— Dios ha de iluminarlo para que lo encuentre». Santa Sofía de la Piedad tuvo la certeza de que la encontraría muerta de un momento a otro, porque observaba por esos días un cierto aturdimiento de la naturaleza: que las rosas olían a quenopodio, que se le cayó una totuma de garbanzos y los granos quedaron en el suelo en un orden geométrico perfecto y en forma de estrella de mar, y que una noche vio pasar por el cielo una fila de luminosos discos anaranjados.

Amaneció muerta el jueves santo. La última vez que la habían ayudado a sacar la cuenta de su edad, por los tiempos de la compañía bananera, la había calculado entre los ciento quince y los ciento veintidós años. La enterraron en una cajita que era apenas más grande que la canastilla en que fue llevado Aureliano, y muy poca gente asistió al entierro, en parte porque no eran muchos quienes se acordaban de ella, y en parte porque ese mediodía hubo tanto calor que los pájaros desorientados se estrellaban como perdigones contra las paredes y rompían las mallas metálicas de las ventanas para morirse en los dormitorios.

Al principio se creyó que era una peste. Las amas de casa se agotaban de tanto barrer pájaros muertos, sobre todo a la hora de la siesta, y los hombres los echaban al río por carretadas. El domingo de resurrección, el centenario padre Antonio Isabel afirmó en el púlpito que la muerte de los pájaros obedecía a la mala influencia del Judío Errante, que él mismo había visto la noche anterior. Lo describió como un híbrido de macho cabrío cruzado con hembra hereje, una bestia infernal cuyo aliento calcinaba el aire y cuya visita determinaría la concepción de engendros por las recién casadas. No fueron muchos quienes prestaron atención a su plática apocalíptica, porque el pueblo estaba convencido de que el párroco desvariaba a causa de la edad. Pero una mujer despertó a todos al amanecer del miércoles, porque encontró unas huellas de bípedo de pezuña hendida. Eran tan ciertas e inconfundibles, que quienes fueron a verlas no pusieron en duda la existencia de una criatura espantosa semejante a la descrita por el párroco, y se asociaron para montar trampas en sus patios. Fue así como lograron la captura. Dos semanas después de la muerte de Úrsula, Petra Cotes y Aureliano Segundo despertaron sobresaltados por un llanto de becerro descomunal que les llegaba del vecindario. Cuando se levantaron, ya un grupo de hombres estaba desensartando al monstruo de las afiladas varas que habían parado en el fondo de una fosa cubierta con hojas secas, y había dejado de berrear. Pesaba como un buey, a pesar de que su estatura no era mayor que la de un adolescente, y de sus heridas manaba una sangre verde y untuosa. Tenía el cuerpo cubierto de una pelambre áspera, plagada de garrapatas menudas, y el pellejo petrificado por una costra de rémora, pero al contrario de la descripción del párroco, sus partes humanas eran más de ángel valetudinario que de hombre, porque las manos eran tersas y hábiles, los ojos grandes y crepusculares, y tenía en los omoplatos los muñones cicatrizados y callosos de unas alas potentes, que debieron ser desbastadas con hachas de labrador. Lo colgaron por los tobillos en un almendro de la plaza, para que nadie se quedara sin verlo, y cuando empezó a pudrirse lo incineraron en una hoguera, porque no se pudo determinar si su naturaleza bastarda era de animal para echar en el río o de cristiano para sepultar. Nunca se estableció si en realidad fue por él que se murieron los pájaros, pero las recién casadas no concibieron los engendros anunciados, ni disminuyó la intensidad del calor.

Rebeca murió a fines de ese año. Argénida, su criada de toda la vida, pidió ayuda a las autoridades para derribar la puerta del dormitorio donde su patrona estaba encerrada desde hacía tres días, y la encontraron en la cama solitaria, enroscada como un camarón, con la cabeza pelada por la tiña y el pulgar metido en la boca. Aureliano Segundo se hizo cargo del entierro, y trató de restaurar la casa para venderla, pero la destrucción estaba tan encarnizada en ella que las paredes se desconchaban acabadas de pintar, y no hubo argamasa bastante gruesa para impedir que la cizaña triturara los pisos y la hiedra pudriera los horcones.

Todo andaba así desde el diluvio. La desidia de la gente contrastaba con la voracidad del olvido, que poco a poco iba carcomiendo sin piedad los recuerdos, hasta el extremo de que por esos tiempos, en un nuevo aniversario del tratado de Neerlandia, llegaron a Macondo unos emisarios del presidente de la república para entregar por fin la condecoración varias veces rechazada por el coronel Aureliano Buendía, y perdieron toda una tarde buscando a alguien que les indicara dónde podían encontrar a alguno de sus descendientes. Aureliano Segundo estuvo tentado de recibirla, creyendo que era una medalla de oro macizo, pero Petra Cotes lo persuadió de la indignidad cuando ya los emisarios aprestaban bandos y discursos para la ceremonia. También por esa época volvieron los gitanos, los últimos herederos de la ciencia de Melquíades, y encontraron el pueblo tan acabado y a sus habitantes tan apartados del resto del mundo, que volvieron a meterse en las casas arrastrando fierros imantados como si de veras fueran el último descubrimiento de los sabios babilonios, y volvieron a concentrar los rayos solares con la lupa gigantesca, y no faltó quien se quedara con la boca abierta viendo caer peroles y rodar calderos, y quienes pagaran cincuenta centavos para asombrarse con una gitana que se quitaba y se ponía la dentadura postiza. Un desvencijado tren amarillo que no traía ni se llevaba a nadie, y que apenas se detenía en la estación desierta, era lo único que quedaba del tren multitudinario en el cual enganchaba el señor Brown su vagón con techo de vidrio y poltronas de obispo, y de los trenes fruteros de ciento veinte vagones que demoraban pasando toda una tarde. Los delegados curiales que habían ido a investigar el informe sobre la extraña mortandad de los pájaros y el sacrificio del Judío Errante, encontraron al padre Antonio Isabel jugando con los niños a la gallina ciega, y creyendo que su informe era producto de una alucinación senil, se lo llevaron a un asilo. Poco después mandaron al padre Augusto Ángel, un cruzado de las nuevas hornadas, intransigente, audaz, temerario, que tocaba personalmente las campanas varias veces al día para que no se aletargaran los espíritus, y que andaba de casa en casa despertando a los dormilones para que fueran a misa, pero antes de un año estaba también vencido por la negligencia que se respiraba en el aire, por el polvo ardiente que todo lo envejecía y atascaba, y por el sopor que le causaban las albóndigas del almuerzo en el calor insoportable de la siesta.

Capítulo 17 (2) Kapitel 17 (2) Chapter 17 (2) Capítulo 17 (2) Глава 17 (2)

Las rifas no dieron nunca para más. The raffles never gave for more. Al principio, Aureliano Segundo ocupaba tres días de la semana encerrado en su antigua oficina de ganadero, dibujando billete por billete, pintando con un cierto primor una vaquita roja, un cochinito verde o un grupo de gallinitas azules, según fuera el animal rifado, y modelaba con una buena imitación de las letras de imprenta el nombre que le pareció bueno a Petra Cotes para bautizar el negocio: Rifas de la Divina Providencia. At first, Aureliano Segundo spent three days of the week shut up in his old rancher's office, drawing bill by bill, painting with a certain delicacy a little red cow, a little green pig or a group of little blue hens, depending on the animal raffled off, and it modeled with a good imitation of block letters the name that seemed good to Petra Cotes to baptize the business: Divine Providence Raffles. Pero con el tiempo se sintió tan cansado después de dibujar hasta dos mil billetes a la semana, que mandó a hacer los animales, el nombre y los números en sellos de caucho, y entonces el trabajo se redujo a humedecerlos en almohadillas de distintos colores. But over time he got so tired after drawing up to two thousand bills a week, that he had the animals, the name and the numbers made on rubber stamps, and then the work was reduced to moistening them in pads of different colors. En sus últimos años se les ocurrió sustituir los números por adivinanzas, de modo que el premio se repartiera entre todos los que acertaran, pero el sistema resultó ser tan complicado y se prestaba a tantas suspicacias, que desistieron a la segunda tentativa. In his last years they had the idea of replacing the numbers with riddles, so that the prize would be distributed among all those who got it right, but the system turned out to be so complicated and lent itself to so many suspicions, that they gave up the second attempt.

Aureliano Segundo andaba tan ocupado tratando de consolidar el prestigio de sus rifas, que apenas le quedaba tiempo para ver a los niños. Aureliano Segundo was so busy trying to consolidate the prestige of his raffles that he barely had time to see the children. Fernanda puso a Amaranta Úrsula en una escuelita privada donde no se recibían más de seis alumnas, pero se negó a permitir que Aureliano asistiera a la escuela pública. Fernanda put Amaranta Úrsula in a private school where no more than six students were received, but she refused to allow Aureliano to attend the public school. Consideraba que ya había cedido demasiado al aceptar que abandonara el cuarto. He felt that he had already given in too much by agreeing to let her leave the room. Además, en las escuelas de esa época solo se recibían hijos legítimos de matrimonios católicos, y en el certificado de nacimiento que habían prendido con una nodriza en la batita de Aureliano cuando lo mandaron a la casa, estaba registrado como expósito. In addition, in the schools of that time only legitimate children of Catholic marriages were received, and in the birth certificate that had been pinned with a wet nurse in Aureliano's robe when they sent him home, he was registered as a foundling. De modo que se quedó encerrado, a merced de la vigilancia caritativa de Santa Sofía de la Piedad y de las alternativas mentales de Úrsula, descubriendo el estrecho mundo de la casa según se lo explicaban las abuelas. So he remained locked up, at the mercy of the charitable vigilance of Saint Sophie of Mercy and Ursula's mental alternatives, discovering the narrow world of the house as explained to him by his grandmothers. Era fino, estirado, de una curiosidad que sacaba de quicio a los adultos, pero al contrario de la mirada inquisitiva y a veces clarividente que tuvo el coronel a su edad, la suya era parpadeante y un poco distraída. He was fine, stiff, with a curiosity that drove adults crazy, but unlike the inquisitive and sometimes clairvoyant look the colonel had at his age, his was blinking and a little distracted. Mientras Amaranta Úrsula estaba en el parvulario, él cazaba lombrices y torturaba insectos en el jardín. While Amaranta Úrsula was in kindergarten, he hunted worms and tortured insects in the garden. Pero una vez en que Fernanda lo sorprendió metiendo alacranes en una caja para ponerlos en la estera de Úrsula, lo recluyó en el antiguo dormitorio de Meme, donde se distrajo de sus horas solitarias repasando las láminas de la enciclopedia. But one time when Fernanda surprised him putting scorpions in a box to put them on Úrsula's mat, she confined him to Meme's old bedroom, where she distracted herself from her solitary hours reviewing the pages of the encyclopedia. Allí lo encontró Úrsula una tarde en que andaba asperjando la casa con agua serenada y un ramo de ortigas, y a pesar de que había estado con él muchas veces, le preguntó quién era. Úrsula found him there one afternoon when she was sprinkling the house with still water and a bouquet of nettles, and despite the fact that she had been with him many times, she asked him who he was.

—Soy Aureliano Buendía —dijo él.

—Es verdad —replicó ella—. Ya es hora de que empieces a aprender la platería. It's about time you started learning silverware.

Lo volvió a confundir con su hijo, porque el viento cálido que sucedió al diluvio e infundió en el cerebro de Úrsula ráfagas eventuales de lucidez, había acabado de pasar. She confused him again with her son, because the warm wind that followed the deluge and instilled occasional bursts of lucidity in Úrsula's brain had just passed. No volvió a recobrar la razón. He never came to his senses again. Cuando entraba al dormitorio, encontraba allí a Petronila Iguarán, con el estorboso miriñaque y el saquito de mostacilla que se ponía para las visitas de compromiso, y encontraba a Tranquilina María Miniata Alacoque Buendía, su abuela, abanicándose con una pluma de pavorreal en su mecedor de tullida, y a su bisabuelo Aureliano Arcadio Buendía con su falso dormán de las guardias virreinales, y a Aureliano Iguarán, su padre, que había inventado una oración para que se achicharraran y se cayeran los gusanos de las vacas, y a la timorata de su madre, y al primo con la cola de cerdo, y a José Arcadio Buendía y a sus hijos muertos, todos sentados en sillas que habían sido recostadas contra la pared como si no estuvieran en una visita, sino en un velorio. When he entered the bedroom, he found Petronila Iguarán there, with the cumbersome crinoline and the mustacilla bag that she wore for engagement visits, and she found Tranquilina María Miniata Alacoque Buendía, her grandmother, fanning herself with a peacock feather in her rocking chair. as a cripple, and to his great-grandfather Aureliano Arcadio Buendía with his false dormán of the viceroyalty guards, and to Aureliano Iguarán, his father, who had invented a prayer so that the worms from the cows would burn and fall out, and to his timorous mother, and the cousin with the pig's tail, and José Arcadio Buendía and his dead children, all sitting in chairs that had been leaned against the wall as if they were not on a visit, but at a wake. Ella hilvanaba una cháchara colorida, comentando asuntos de lugares apartados y tiempos sin coincidencia, de modo que cuando Amaranta Úrsula regresaba de la escuela y Aureliano se cansaba de la enciclopedia, la encontraban sentada en la cama, hablando sola, y perdida en un laberinto de muertos. She would string together a colorful chatter, commenting on matters of remote places and times without coincidence, so that when Amaranta Úrsula returned from school and Aureliano got tired of the encyclopedia, they found her sitting up in bed, talking to herself, and lost in a labyrinth of dead. «¡Fuego!», gritó una vez aterrorizada, y por un instante sembró el pánico en la casa, pero lo que estaba anunciando era el incendio de una caballeriza que había presenciado a los cuatro años. Llegó a revolver de tal modo el pasado con la actualidad, que en las dos o tres ráfagas de lucidez que tuvo antes de morir, nadie supo a ciencia cierta si hablaba de lo que sentía o de lo que recordaba. He came to mix the past with the present in such a way that in the two or three bursts of lucidity he had before he died, no one knew for sure if he was talking about what he felt or what he remembered. Poco a poco se fue reduciendo, fetizándose, momificándose en vida, hasta el punto de que en sus últimos meses era una ciruela pasa perdida dentro del camisón, y el brazo siempre alzado terminó por parecer la pata de una marimonda. Little by little it was reduced, fetishizing itself, mummifying itself in life, to the point that in its last months it was a prune lost inside the nightgown, and the arm that was always raised ended up looking like the leg of a tomboy. Se quedaba inmóvil varios días, y Santa Sofía de la Piedad tenía que sacudirla para convencerse de que estaba viva, y se la sentaba en las piernas para alimentarla con cucharaditas de agua de azúcar. She remained immobile for several days, and Santa Sofía de la Piedad had to shake her to convince herself that she was alive, and she would sit her on her lap to feed her with spoonfuls of sugar water. Parecía una anciana recién nacida. She looked like a newborn old woman. Amaranta Úrsula y Aureliano la llevaban y la traían por el dormitorio, la acostaban en el altar para ver que era apenas más grande que el Niño Dios, y una tarde la escondieron en un armario del granero donde hubieran podido comérsela las ratas. Amaranta Úrsula and Aureliano carried her back and forth through the bedroom, laid her on the altar to see that she was barely bigger than the Child God, and one afternoon they hid her in a closet in the barn where she could have been eaten by rats. Un domingo de ramos entraron al dormitorio mientras Fernanda estaba en misa, y cargaron a Úrsula por la nuca y los tobillos.

—Pobre la tatarabuelita —dijo Amaranta Úrsula—, se nos murió de vieja. "Poor great-great-grandmother," said Amaranta Úrsula, "she died of old age on us."

Úrsula se sobresaltó. Úrsula was startled.

—¡Estoy viva! —dijo.

—Ya ves —dijo Amaranta Úrsula, reprimiendo la risa—, ni siquiera respira. -You see," said Amaranta Ursula, suppressing her laughter, "he doesn't even breathe.

—¡Estoy hablando! —gritó Úrsula.

—Ni siquiera habla —dijo Aureliano—. "He doesn't even speak," Aureliano said. Se murió como un grillito. He died like a cricket.

Entonces Úrsula se rindió a la evidencia. Then Úrsula surrendered to the evidence. «Dios mío», exclamó en voz baja. «De modo que esto es la muerte». "So this is death." Inició una oración interminable, atropellada, profunda, que se prolongó por más de dos días, y que el martes había degenerado en un revoltijo de súplicas a Dios y de consejos prácticos para que las hormigas coloradas no tumbaran la casa, para que nunca dejaran apagar la lámpara frente al daguerrotipo de Remedios, y para que cuidaran de que ningún Buendía fuera a casarse con alguien de su misma sangre, porque nacían los hijos con cola de puerco. He began an interminable, rushed, deep prayer that lasted for more than two days, and that on Tuesday had degenerated into a jumble of pleas to God and practical advice so that the red ants would not knock down the house, so that they would never let the fire go out. the lamp in front of the daguerreotype of Remedios, and so that they would take care that no Buendía married someone of the same blood, because children were born with the tail of a pig. Aureliano Segundo trató de aprovechar el delirio para que le confesara dónde estaba el oro enterrado, pero otra vez fueron inútiles las súplicas. «Cuando aparezca el dueño —dijo Úrsula— Dios ha de iluminarlo para que lo encuentre». "When the owner appears," said Úrsula, "God has to illuminate him so that he finds him." Santa Sofía de la Piedad tuvo la certeza de que la encontraría muerta de un momento a otro, porque observaba por esos días un cierto aturdimiento de la naturaleza: que las rosas olían a quenopodio, que se le cayó una totuma de garbanzos y los granos quedaron en el suelo en un orden geométrico perfecto y en forma de estrella de mar, y que una noche vio pasar por el cielo una fila de luminosos discos anaranjados. Santa Sofía de la Piedad was certain that she would find her dead at any moment, because in those days she observed a certain bewilderment of nature: that the roses smelled of quenopodium, that she dropped a totuma of chickpeas and the grains remained. on the ground in a perfect geometric order and in the shape of a starfish, and that one night he saw a row of luminous orange discs pass through the sky.

Amaneció muerta el jueves santo. She woke up dead on Holy Thursday. La última vez que la habían ayudado a sacar la cuenta de su edad, por los tiempos de la compañía bananera, la había calculado entre los ciento quince y los ciento veintidós años. The last time she had been helped to calculate her age, around the time of the banana company, she had estimated it to be between one hundred and fifteen and one hundred and twenty-two years old. La enterraron en una cajita que era apenas más grande que la canastilla en que fue llevado Aureliano, y muy poca gente asistió al entierro, en parte porque no eran muchos quienes se acordaban de ella, y en parte porque ese mediodía hubo tanto calor que los pájaros desorientados se estrellaban como perdigones contra las paredes y rompían las mallas metálicas de las ventanas para morirse en los dormitorios.

Al principio se creyó que era una peste. At first it was thought to be a plague. Las amas de casa se agotaban de tanto barrer pájaros muertos, sobre todo a la hora de la siesta, y los hombres los echaban al río por carretadas. El domingo de resurrección, el centenario padre Antonio Isabel afirmó en el púlpito que la muerte de los pájaros obedecía a la mala influencia del Judío Errante, que él mismo había visto la noche anterior. Lo describió como un híbrido de macho cabrío cruzado con hembra hereje, una bestia infernal cuyo aliento calcinaba el aire y cuya visita determinaría la concepción de engendros por las recién casadas. He described it as a hybrid of male goat crossed with female heretic, a hellish beast whose breath burned the air and whose visit would determine the conception of spawns by newlyweds. No fueron muchos quienes prestaron atención a su plática apocalíptica, porque el pueblo estaba convencido de que el párroco desvariaba a causa de la edad. Pero una mujer despertó a todos al amanecer del miércoles, porque encontró unas huellas de bípedo de pezuña hendida. Eran tan ciertas e inconfundibles, que quienes fueron a verlas no pusieron en duda la existencia de una criatura espantosa semejante a la descrita por el párroco, y se asociaron para montar trampas en sus patios. They were so true and unmistakable that those who went to see them did not doubt the existence of a terrifying creature similar to the one described by the parish priest, and they associated to set traps in their patios. Fue así como lograron la captura. This is how they were captured. Dos semanas después de la muerte de Úrsula, Petra Cotes y Aureliano Segundo despertaron sobresaltados por un llanto de becerro descomunal que les llegaba del vecindario. Two weeks after Úrsula's death, Petra Cotes and Aureliano Segundo woke up startled by an enormous calf crying that came from the neighborhood. Cuando se levantaron, ya un grupo de hombres estaba desensartando al monstruo de las afiladas varas que habían parado en el fondo de una fosa cubierta con hojas secas, y había dejado de berrear. When they got up, a group of men were already unsnapping the monster from the sharp sticks that had stopped at the bottom of a pit covered with dry leaves, and it had stopped bawling. Pesaba como un buey, a pesar de que su estatura no era mayor que la de un adolescente, y de sus heridas manaba una sangre verde y untuosa. He was as heavy as an ox, though he was no taller than a teenager, and oily green blood oozed from his wounds. Tenía el cuerpo cubierto de una pelambre áspera, plagada de garrapatas menudas, y el pellejo petrificado por una costra de rémora, pero al contrario de la descripción del párroco, sus partes humanas eran más de ángel valetudinario que de hombre, porque las manos eran tersas y hábiles, los ojos grandes y crepusculares, y tenía en los omoplatos los muñones cicatrizados y callosos de unas alas potentes, que debieron ser desbastadas con hachas de labrador. His body was covered in rough fur, riddled with small ticks, and his skin was petrified by a remora scab, but contrary to the priest's description, his human parts were more like a valetudinary angel than a man, because his hands were smooth. and skillful, with large, crepuscular eyes, and on its shoulder blades were the scarred and callused stumps of powerful wings that must have been hewed away with farmer's axes. Lo colgaron por los tobillos en un almendro de la plaza, para que nadie se quedara sin verlo, y cuando empezó a pudrirse lo incineraron en una hoguera, porque no se pudo determinar si su naturaleza bastarda era de animal para echar en el río o de cristiano para sepultar. They hung him by his ankles from an almond tree in the square, so that no one would miss him, and when he began to rot they burned him in a bonfire, because it could not be determined whether his bastard nature was that of an animal to be thrown into the river or of a Christian to be buried. Nunca se estableció si en realidad fue por él que se murieron los pájaros, pero las recién casadas no concibieron los engendros anunciados, ni disminuyó la intensidad del calor. It was never established whether it was actually because of him that the birds died, but the newlyweds did not conceive the announced spawn, nor did the intensity of the heat decrease.

Rebeca murió a fines de ese año. Rebeca died at the end of that year. Argénida, su criada de toda la vida, pidió ayuda a las autoridades para derribar la puerta del dormitorio donde su patrona estaba encerrada desde hacía tres días, y la encontraron en la cama solitaria, enroscada como un camarón, con la cabeza pelada por la tiña y el pulgar metido en la boca. Argénida, her lifelong maid, asked the authorities for help to break down the door of the bedroom where her employer had been locked up for three days, and they found her in the lonely bed, curled up like a shrimp, with her head peeled by ringworm. and the thumb stuck in the mouth. Aureliano Segundo se hizo cargo del entierro, y trató de restaurar la casa para venderla, pero la destrucción estaba tan encarnizada en ella que las paredes se desconchaban acabadas de pintar, y no hubo argamasa bastante gruesa para impedir que la cizaña triturara los pisos y la hiedra pudriera los horcones. Aureliano Segundo took charge of the burial, and tried to restore the house to sell it, but the destruction was so fierce in it that the walls were peeling just after painting, and there was not enough mortar to prevent the weeds from crushing the floors and the walls. ivy rotted the pitchforks.

Todo andaba así desde el diluvio. Everything has been like this since the flood. La desidia de la gente contrastaba con la voracidad del olvido, que poco a poco iba carcomiendo sin piedad los recuerdos, hasta el extremo de que por esos tiempos, en un nuevo aniversario del tratado de Neerlandia, llegaron a Macondo unos emisarios del presidente de la república para entregar por fin la condecoración varias veces rechazada por el coronel Aureliano Buendía, y perdieron toda una tarde buscando a alguien que les indicara dónde podían encontrar a alguno de sus descendientes. The laziness of the people contrasted with the voracity of oblivion, which little by little was mercilessly eating away at memories, to the point that at that time, on a new anniversary of the Neerlandia treaty, some emissaries of the president of the republic to finally hand over the award several times rejected by Colonel Aureliano Buendía, and they wasted an entire afternoon looking for someone to tell them where they could find one of their descendants. Aureliano Segundo estuvo tentado de recibirla, creyendo que era una medalla de oro macizo, pero Petra Cotes lo persuadió de la indignidad cuando ya los emisarios aprestaban bandos y discursos para la ceremonia. Aureliano Segundo was tempted to receive it, believing it to be a solid gold medal, but Petra Cotes persuaded him of the indignity when the emissaries were already preparing proclamations and speeches for the ceremony. También por esa época volvieron los gitanos, los últimos herederos de la ciencia de Melquíades, y encontraron el pueblo tan acabado y a sus habitantes tan apartados del resto del mundo, que volvieron a meterse en las casas arrastrando fierros imantados como si de veras fueran el último descubrimiento de los sabios babilonios, y volvieron a concentrar los rayos solares con la lupa gigantesca, y no faltó quien se quedara con la boca abierta viendo caer peroles y rodar calderos, y quienes pagaran cincuenta centavos para asombrarse con una gitana que se quitaba y se ponía la dentadura postiza. Un desvencijado tren amarillo que no traía ni se llevaba a nadie, y que apenas se detenía en la estación desierta, era lo único que quedaba del tren multitudinario en el cual enganchaba el señor Brown su vagón con techo de vidrio y poltronas de obispo, y de los trenes fruteros de ciento veinte vagones que demoraban pasando toda una tarde. A rickety yellow train that brought and took no one, and barely stopping at the deserted station, was all that remained of the crowded train into which Mr. Brown coupled his glass-roofed carriage with bishop's chairs, and of the fruit trains of one hundred and twenty wagons that took an entire afternoon. Los delegados curiales que habían ido a investigar el informe sobre la extraña mortandad de los pájaros y el sacrificio del Judío Errante, encontraron al padre Antonio Isabel jugando con los niños a la gallina ciega, y creyendo que su informe era producto de una alucinación senil, se lo llevaron a un asilo. The curial delegates who had gone to investigate the report on the strange death of the birds and the sacrifice of the Wandering Jew, found Father Antonio Isabel playing blind man's chicken with the children, and believing that his report was the product of a senile hallucination, they took him to an asylum. Poco después mandaron al padre Augusto Ángel, un cruzado de las nuevas hornadas, intransigente, audaz, temerario, que tocaba personalmente las campanas varias veces al día para que no se aletargaran los espíritus, y que andaba de casa en casa despertando a los dormilones para que fueran a misa, pero antes de un año estaba también vencido por la negligencia que se respiraba en el aire, por el polvo ardiente que todo lo envejecía y atascaba, y por el sopor que le causaban las albóndigas del almuerzo en el calor insoportable de la siesta. Shortly after they sent Father Augusto Ángel, a crusader from the new batch, intransigent, audacious, reckless, who personally rang the bells several times a day so that the spirits would not be lethargic, and who went from house to house waking up the sleepyheads to to go to mass, but within a year he was also overcome by the negligence that was in the air, by the burning dust that aged and clogged everything, and by the torpor caused by the meatballs for lunch in the unbearable heat of the NAP.