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La Ciudad de las Bestias, Capítulo 08 La expedición (2)

Capítulo 08 La expedición (2)

—¡Esto es inadmisible! ¡Esa flecha podría haberme dado a mí! —protestó Leblanc.

—Cierto —admitió César Santos.

—¡Esto es culpa suya! —agregó el profesor.

—¿Culpa mía? —repitió César Santos, confundido por el giro inusitado que tomaba el asunto.

—¡Usted es el guía! ¡Es responsable por nuestra seguridad, para eso le pagamos!

—No estamos exactamente en un viaje de turismo, profesor —replicó César Santos.

—Daremos media vuelta y regresaremos de inmediato. ¿Se da cuenta de la pérdida que sería para el mundo científico si algo le sucediera a Ludovic Leblanc? —exclamó el profesor.

Asombrados, los miembros de la expedición guardaron silencio. Nadie supo qué decir, hasta que intervino Kate Cold.

—Me contrataron para escribir un artículo sobre la Bestia y pienso hacerlo, con flechas envenenadas o sin ellas, profesor. Si desea regresar, puede hacerlo a pie o nadando, como prefiera. Nosotros continuaremos de acuerdo a lo planeado —dijo.

—¡Vieja insolente, cómo se atreve a...! —empezó a chillar el profesor.

—No me falte el respeto, hombrecito —lo interrumpió calmadamente la escritora, cogiéndolo con firmeza por la camisa y paralizándolo con la expresión de sus temibles pupilas azules.

Alex pensó que el antropólogo le plantaría una bofetada a su abuela y avanzó dispuesto a interceptarla, pero no fue necesario. La mirada de Kate Cold tuvo el poder de calmar los ánimos del irritable Leblanc como por obra de magia.

—¿Qué haremos con el cuerpo de este pobre hombre? —preguntó la doctora, señalando el cadáver.

—No podemos llevarlo, en este clima, Omayra, ya sabes que la descomposición es muy rápida. Supongo que debemos lanzarlo al río... —sugirió César Santos.

—Su espíritu se enojaría y nos perseguiría para matarnos —intervino Matuwe, el guía indio, aterrado.

—Entonces haremos como los indios cuando deben postergar una cremación; lo dejaremos expuesto para que los pájaros y los animales aprovechen sus restos —decidió César Santos.

—¿No habrá ceremonia, como debe ser? —insistió Matuwe.

—No tenemos tiempo. Un funeral apropiado demoraría varios días. Además este hombre era cristiano —explicó César Santos.

Finalmente acordaron envolverlo en una lona y colocarlo sobre una pequeña plataforma de cortezas que instalaron en la copa de un árbol. Kate Cold, quien no era una mujer religiosa, pero tenía buena memoria y recordaba las oraciones de su infancia, improvisó un breve rito cristiano. Timothy Bruce y Joel González filmaron y fotografiaron el cuerpo y el funeral, como prueba de lo ocurrido. César Santos talló cruces en los árboles de la orilla y marcó el sitio lo mejor que pudo en el mapa para reconocerlo cuando volvieran más tarde a buscar los huesos, que serían entregados a la familia del difunto en Santa María de la Lluvia. A partir de ese momento el viaje fue de mal en peor. La vegetación se hizo más densa y la luz del sol sólo los alcanzaba cuando navegaban por el centro del río. Iban tan apretados e incómodos, que no podían dormir en las embarcaciones; a pesar del peligro que representaban los indios y los animales salvajes, era necesario acampar en la orilla. César Santos repartía los alimentos, organizaba las partidas de caza y pesca, y distribuía los turnos entre los hombres para montar guardia por la noche. Excluyó al profesor Leblanc, porque era evidente que al menor ruido le fallaban los nervios. Kate Cold y la doctora Omayra Torres exigieron participar en la vigilancia, les pareció un insulto que las eximieran por ser mujeres. Entonces los dos chicos insistieron en ser aceptados también, en parte porque deseaban espiar a Karakawe. Lo habían visto echarse puñados de balas en los bolsillos y rondar el equipo de radio, con el cual de vez en cuando César Santos lograba comunicarse con gran dificultad para indicar su posición en el mapa al operador de Santa María de la Lluvia. La cúpula vegetal de la selva actuaba como un paraguas, impidiendo el paso de las ondas de radio.

—¿Qué será peor, los indios o la Bestia? —preguntó Alex en broma a Ludovic Leblanc.

—Los indios, joven. Son caníbales, no sólo se comen a sus enemigos, también a los muertos de su propia tribu —replicó enfático el profesor.

—¿Cierto? Nunca había oído eso —anotó irónica la doctora Omayra Torres.

—Lea mi libro, señorita.

—Doctora —lo corrigió ella por milésima vez.

—Estos indios matan para conseguir mujeres —aseguró Leblanc.

—Tal vez por eso mataría usted, profesor, pero no los indios, porque no les faltan mujeres, más bien les sobran —replicó la doctora.

—Lo he comprobado con mis propios ojos: asaltan otros shabonos para robar a las muchachas.

—Que yo sepa, no pueden obligar a las muchachas a quedarse con ellos contra su voluntad. Si quieren, ellas se van. Cuando hay guerra entre dos shabonos es porque uno ha empleado magia para hacer daño al otro, por venganza, o a veces son guerras ceremoniales en las cuales se dan garrotazos, pero sin intención de matar a nadie —interrumpió César Santos.

—Se equívoca, Santos. Vea el documental de Ludovic Leblanc y entenderá mi teoría —aseguró Leblanc.

—Entiendo que usted repartió machetes y cuchillos en un shabono y prometió a los indios que les daría más regalos si actuaban para las cámaras de acuerdo a sus instrucciones... —sugirió el guía.

—¡Esa es una calumnia! Según mi teoría...

—También otros antropólogos y periodistas han venido al Amazonas con sus propias ideas sobre los indios. Hubo uno que filmó un documental en que los muchachos andaban vestidos de mujer, se maquillaban y usaban desodorante —añadió César Santos.

—¡Ah! Ese colega siempre tuvo ideas algo raras... —admitió el profesor.

El guía enseñó a Alex y Nadia a cargar y usar las pistolas. La chica no demostró gran habilidad ni interés; parecía incapaz de dar en el blanco a tres pasos de distancia, Alex, en cambio, estaba fascinado. El peso de la pistola en la mano le daba una sensación de invencible poder; por primera vez comprendía la obsesión de tanta gente por las armas.

—Mis padres no toleran las armas de fuego. Si me vieran con esto, creo que se desmayarían —comentó.

—No te verán —aseguró su abuela, mientras le tomaba una fotografía.

Alex se agachó e hizo ademán de disparar, como hacia cuando jugaba de niño.

—La técnica segura para errar el tiro es apuntar y disparar apurado —dijo Kate Cold—. Si nos atacan, eso es exactamente lo que harás, Alexander, pero no te preocupes, porque nadie estará mirándote. Lo más probable es que para entonces ya estemos todos muertos.

—No confías en que yo pueda defenderte, ¿verdad?

—No. Pero prefiero morir asesinada por los indios en el Amazonas, que de vejez en Nueva York —replicó su abuela.

—¡Eres única, Kate! —sonrió el chico.

—Todos somos únicos, Alexander —lo cortó ella.

Al tercer día de navegación vislumbraron una familia de venados en un pequeño claro de la orilla. Los animales, acostumbrados a la seguridad del bosque, no parecieron perturbados por la presencia de los botes. César Santos ordenó detenerse y mató a uno con su rifle, mientras los demás huían despavoridos. Esa noche los expedicionarios cenarían muy bien, la carne de venado era muy apreciada, a pesar de su textura fibrosa, y sería una fiesta después de tantos días con la misma dieta de pescado. Matuwe llevaba un veneno que los indios de su tribu echaban en el río. Cuando el veneno caía al agua, los peces se paralizaban y era posible ensartarlos fácilmente con una lanza o una flecha atada a una liana. El veneno no dejaba rastro en la carne del pescado ni en el agua, el resto de los peces se recuperaba a los pocos instantes.

Se encontraban en un lugar apacible donde el río formaba una pequeña laguna, perfecto para detenerse por un par de horas a comer y reponer las fuerzas. César Santos les advirtió que tuvieran cuidado porque el agua era turbia y habían visto caimanes unas horas antes, pero todos estaban acalorados y sedientos. Con las pértigas los guardias movieron el agua y como no vieron huellas de caimanes, todos decidieron bañarse, menos el profesor Ludovic Leblanc, quien no se metía al río por ningún motivo. Borobá, el mono, era enemigo del baño, pero Nadia lo obligaba a remojarse de vez en cuando para quitarle las pulgas. Montado en la cabeza de su ama, el animalito lanzaba exclamaciones del más puro espanto cada vez que lo salpicaba una gota. Los miembros de la expedición chapotearon por un rato, mientras César Santos y dos de sus hombres destazaban el venado y encendían fuego para asarlo.

Alex vio a su abuela quitarse los pantalones y la camisa para nadar en ropa interior, sin muestra de pudor, a pesar de que al mojarse aparecía casi desnuda. Trató de no mirarla, pero pronto comprendió que allí, en medio de la naturaleza y tan lejos del mundo conocido, la vergüenza por el cuerpo no tenía cabida. Se había criado en estrecho contacto con su madre y sus hermanas y en la escuela se había acostumbrado a la compañía del sexo opuesto, pero en los últimos tiempos todo lo femenino le atraía como un misterio remoto y prohibido. Conocía la causa: sus hormonas, que andaban muy alborotadas y no lo dejaban pensar en paz. La adolescencia era un lío, lo peor de lo peor, decidió. Deberían inventar un aparato con rayos láser, donde uno se metiera por un minuto y, ¡plaf!, saliera convertido en adulto. Llevaba un huracán por dentro, a veces andaba eufórico, rey del mundo, dispuesto a luchar a brazo partido con un león; otras era simplemente un renacuajo. Desde que empezó ese viaje, sin embargo, no se había acordado de las hormonas, tampoco le había alcanzado el tiempo para preguntarse si valía la pena seguir viviendo, una duda que antes lo asaltaba por lo menos una vez al día. Ahora comparaba el cuerpo de su abuela —enjuto, lleno de nudos, la piel cuarteada— con las suaves curvas doradas de la doctora Omayra Torres, quien usaba un discreto traje de baño negro, y con la gracia todavía infantil de Nadia. Consideró cómo cambia el cuerpo en las diferentes edades y decidió que las tres mujeres, a su manera, eran igualmente hermosas. Se sonrojó ante esa idea. Jamás hubiera pensado dos semanas antes que podía considerar atractiva a su propia abuela. ¿Estarían las hormonas cocinándole el cerebro?

Un alarido escalofriante sacó a Alex de tan importantes cavilaciones. El grito provenía de Joel González, uno de los fotógrafos, quien se debatía desesperadamente en el lodo de la orilla. Al principio nadie supo lo que sucedía, sólo vieron los brazos del hombre agitándose en el aire y la cabeza que se hundía y volvía a emerger. Alex, quien participaba en el equipo de natación de su colegio, fue el primero en alcanzarlo de dos o tres brazadas. Al acercarse vio con absoluto horror que una serpiente gruesa como una hinchada manguera de bombero envolvía el cuerpo del fotógrafo. Alex cogió a González por un brazo y trató de arrastrarlo hacia tierra firme, pero el peso del hombre y el reptil era demasiado para él. Con ambas manos intentó separar al animal, tirando con todas sus fuerzas, pero los anillos del reptil apretaron más a su víctima. Recordó la escalofriante experiencia de la surucucú que unas noches antes se le había enrollado en una pierna. Esto era mil veces peor. El fotógrafo ya no se debatía ni gritaba, estaba inconsciente.

—¡Papá, papá! ¡Una anaconda! —llamó Nadia, sumándose a los gritos de Alex.

Para entonces Kate Cold, Timothy Bruce y dos de los soldados se habían aproximado y entre todos luchaban con la poderosa culebra para desprenderla del cuerpo del infeliz González. El alboroto movió el barro del fondo de la laguna, tornando el agua oscura y espesa como chocolate. En la confusión no se veía lo que pasaba, cada uno halaba y gritaba instrucciones sin resultado alguno. El esfuerzo parecía inútil hasta que llegó César Santos con el cuchillo con que estaba destazando el venado. El guía no se atrevió a usarlo a ciegas por temor a herir a Joel González o a cualquiera de los otros que forcejeaban con el reptil; debió esperar el momento en que la cabeza de la anaconda surgió brevemente del lodo para decapitarla de un tajo certero. El agua se llenó de sangre, volviéndose color de óxido. Necesitaron cinco minutos más para liberar al fotógrafo, porque los anillos constrictores seguían oprimiéndolo por reflejo.

Capítulo 08 La expedición (2) Kapitel 08 Die Expedition (2) Chapter 08 The expedition (2) Chapitre 08 L'expédition (2) Capitolo 8 La spedizione (2) Capítulo 08 A expedição (2) Глава 08 Экспедиция (2)

—¡Esto es inadmisible! ¡Esa flecha podría haberme dado a mí! 那支箭可能会射中我! —protestó Leblanc.

—Cierto —admitió César Santos.

—¡Esto es culpa suya! —agregó el profesor.

—¿Culpa mía? —repitió César Santos, confundido por el giro inusitado que tomaba el asunto. -César Santos repeated, confused by the unusual turn of events.

—¡Usted es el guía! ¡Es responsable por nuestra seguridad, para eso le pagamos!

—No estamos exactamente en un viaje de turismo, profesor —replicó César Santos.

—Daremos media vuelta y regresaremos de inmediato. -We will turn around and return immediately. ¿Se da cuenta de la pérdida que sería para el mundo científico si algo le sucediera a Ludovic Leblanc? —exclamó el profesor.

Asombrados, los miembros de la expedición guardaron silencio. Astonished, the members of the expedition remained silent. Nadie supo qué decir, hasta que intervino Kate Cold.

—Me contrataron para escribir un artículo sobre la Bestia y pienso hacerlo, con flechas envenenadas o sin ellas, profesor. Si desea regresar, puede hacerlo a pie o nadando, como prefiera. Nosotros continuaremos de acuerdo a lo planeado —dijo.

—¡Vieja insolente, cómo se atreve a...! —empezó a chillar el profesor.

—No me falte el respeto, hombrecito —lo interrumpió calmadamente la escritora, cogiéndolo con firmeza por la camisa y paralizándolo con la expresión de sus temibles pupilas azules. "Don't disrespect me, little man," the writer calmly interrupted, grabbing him firmly by his shirt and paralyzing him with the expression of her fearsome blue pupils. -Ne me manque pas de respect, petit homme", l'interrompt calmement l'écrivain en l'attrapant fermement par la chemise et en le paralysant par l'expression de ses redoutables pupilles bleues.

Alex pensó que el antropólogo le plantaría una bofetada a su abuela y avanzó dispuesto a interceptarla, pero no fue necesario. Alex pensait que l'anthropologue allait gifler sa grand-mère et s'est avancé pour l'intercepter, mais il n'a pas eu à le faire. La mirada de Kate Cold tuvo el poder de calmar los ánimos del irritable Leblanc como por obra de magia.

—¿Qué haremos con el cuerpo de este pobre hombre? —preguntó la doctora, señalando el cadáver.

—No podemos llevarlo, en este clima, Omayra, ya sabes que la descomposición es muy rápida. Supongo que debemos lanzarlo al río... —sugirió César Santos.

—Su espíritu se enojaría y nos perseguiría para matarnos —intervino Matuwe, el guía indio, aterrado. -Son esprit se mettrait en colère et nous chasserait pour nous tuer", ajoute Matuwe, le guide indien terrifié.

—Entonces haremos como los indios cuando deben postergar una cremación; lo dejaremos expuesto para que los pájaros y los animales aprovechen sus restos —decidió César Santos. -Then we will do as the Indians do when they have to postpone a cremation; we will leave him exposed so that the birds and animals can take advantage of his remains," decided César Santos. -Alors nous ferons comme les Indiens lorsqu'ils doivent reporter une crémation, nous le laisserons exposé pour que les oiseaux et les animaux fassent usage de ses restes", a décidé César Santos.

—¿No habrá ceremonia, como debe ser? —insistió Matuwe.

—No tenemos tiempo. Un funeral apropiado demoraría varios días. Además este hombre era cristiano —explicó César Santos.

Finalmente acordaron envolverlo en una lona y colocarlo sobre una pequeña plataforma de cortezas que instalaron en la copa de un árbol. They finally agreed to wrap it in a tarp and place it on a small bark platform that they installed in the top of a tree. Finalement, ils ont accepté de l'envelopper dans une bâche et de la placer sur une petite plate-forme d'écorce qu'ils ont installée au sommet d'un arbre. Kate Cold, quien no era una mujer religiosa, pero tenía buena memoria y recordaba las oraciones de su infancia, improvisó un breve rito cristiano. Timothy Bruce y Joel González filmaron y fotografiaron el cuerpo y el funeral, como prueba de lo ocurrido. César Santos talló cruces en los árboles de la orilla y marcó el sitio lo mejor que pudo en el mapa para reconocerlo cuando volvieran más tarde a buscar los huesos, que serían entregados a la familia del difunto en Santa María de la Lluvia. César Santos carved crosses in the trees along the shore and marked the site as best he could on the map to recognize it when they returned later to look for the bones, which would be delivered to the deceased's family in Santa María de la Lluvia. A partir de ese momento el viaje fue de mal en peor. From that moment on, the trip went from bad to worse. La vegetación se hizo más densa y la luz del sol sólo los alcanzaba cuando navegaban por el centro del río. Iban tan apretados e incómodos, que no podían dormir en las embarcaciones; a pesar del peligro que representaban los indios y los animales salvajes, era necesario acampar en la orilla. Ils sont tellement à l'étroit et inconfortables qu'ils ne peuvent pas dormir dans les bateaux. Malgré le danger que représentent les Indiens et les animaux sauvages, il est nécessaire de camper sur le rivage. César Santos repartía los alimentos, organizaba las partidas de caza y pesca, y distribuía los turnos entre los hombres para montar guardia por la noche. César Santos distribue la nourriture, organise les parties de chasse et de pêche et répartit les tours de garde entre les hommes pour la nuit. Excluyó al profesor Leblanc, porque era evidente que al menor ruido le fallaban los nervios. He excluded Professor Leblanc, for it was evident that at the slightest noise his nerves failed him. Kate Cold y la doctora Omayra Torres exigieron participar en la vigilancia, les pareció un insulto que las eximieran por ser mujeres. Entonces los dos chicos insistieron en ser aceptados también, en parte porque deseaban espiar a Karakawe. Lo habían visto echarse puñados de balas en los bolsillos y rondar el equipo de radio, con el cual de vez en cuando César Santos lograba comunicarse con gran dificultad para indicar su posición en el mapa al operador de Santa María de la Lluvia. They had seen him put handfuls of bullets in his pockets and hover over the radio equipment, with which from time to time César Santos managed to communicate with great difficulty to indicate his position on the map to the operator of Santa María de la Lluvia. Ils l'avaient vu mettre des poignées de balles dans ses poches et tourner autour de l'équipement radio avec lequel César Santos parvenait de temps en temps à communiquer avec beaucoup de difficultés pour indiquer sa position sur la carte à l'opérateur de Santa María de la Lluvia. La cúpula vegetal de la selva actuaba como un paraguas, impidiendo el paso de las ondas de radio. Le dôme végétal de la jungle agit comme un parapluie, bloquant les ondes radio.

—¿Qué será peor, los indios o la Bestia? —preguntó Alex en broma a Ludovic Leblanc.

—Los indios, joven. Son caníbales, no sólo se comen a sus enemigos, también a los muertos de su propia tribu —replicó enfático el profesor.

—¿Cierto? Nunca había oído eso —anotó irónica la doctora Omayra Torres.

—Lea mi libro, señorita.

—Doctora —lo corrigió ella por milésima vez.

—Estos indios matan para conseguir mujeres —aseguró Leblanc.

—Tal vez por eso mataría usted, profesor, pero no los indios, porque no les faltan mujeres, más bien les sobran —replicó la doctora. C'est peut-être pour cela que vous tueriez, professeur, mais pas les Indiens, car ils ne manquent pas de femmes, ils en ont plus qu'il n'en faut", répondit le docteur.

—Lo he comprobado con mis propios ojos: asaltan otros shabonos para robar a las muchachas. -Je l'ai vu de mes propres yeux : ils attaquent d'autres shabonos pour voler les filles.

—Que yo sepa, no pueden obligar a las muchachas a quedarse con ellos contra su voluntad. -Pour autant que je sache, ils ne peuvent pas obliger les filles à rester avec eux contre leur gré. Si quieren, ellas se van. Cuando hay guerra entre dos shabonos es porque uno ha empleado magia para hacer daño al otro, por venganza, o a veces son guerras ceremoniales en las cuales se dan garrotazos, pero sin intención de matar a nadie —interrumpió César Santos. Quand il y a une guerre entre deux shabonos, c'est parce que l'un a utilisé la magie pour nuire à l'autre, pour se venger, ou parfois ce sont des guerres cérémonielles où l'on se donne des coups de bâton, mais sans intention de tuer qui que ce soit", interrompt César Santos.

—Se equívoca, Santos. -You are mistaken, Santos. Vea el documental de Ludovic Leblanc y entenderá mi teoría —aseguró Leblanc.

—Entiendo que usted repartió machetes y cuchillos en un shabono y prometió a los indios que les daría más regalos si actuaban para las cámaras de acuerdo a sus instrucciones... —sugirió el guía. -J'ai cru comprendre que vous aviez distribué des machettes et des couteaux dans un shabono et que vous aviez promis aux Indiens de leur offrir d'autres cadeaux s'ils agissaient pour les caméras selon vos instructions ? -suggère le guide.

—¡Esa es una calumnia! Según mi teoría...

—También otros antropólogos y periodistas han venido al Amazonas con sus propias ideas sobre los indios. Hubo uno que filmó un documental en que los muchachos andaban vestidos de mujer, se maquillaban y usaban desodorante —añadió César Santos.

—¡Ah! Ese colega siempre tuvo ideas algo raras... —admitió el profesor. Ce collègue a toujours eu de drôles d'idées... -reconnaît le professeur.

El guía enseñó a Alex y Nadia a cargar y usar las pistolas. La chica no demostró gran habilidad ni interés; parecía incapaz de dar en el blanco a tres pasos de distancia, Alex, en cambio, estaba fascinado. El peso de la pistola en la mano le daba una sensación de invencible poder; por primera vez comprendía la obsesión de tanta gente por las armas.

—Mis padres no toleran las armas de fuego. Si me vieran con esto, creo que se desmayarían —comentó.

—No te verán —aseguró su abuela, mientras le tomaba una fotografía.

Alex se agachó e hizo ademán de disparar, como hacia cuando jugaba de niño. Alex s'est accroupi et a fait un geste pour tirer, comme il le faisait lorsqu'il jouait enfant.

—La técnica segura para errar el tiro es apuntar y disparar apurado —dijo Kate Cold—. -The surefire technique for missing the target is to aim and fire in a hurry," said Kate Cold. -La technique la plus sûre pour rater la cible est de viser et de tirer à la hâte", a déclaré Kate Cold. Si nos atacan, eso es exactamente lo que harás, Alexander, pero no te preocupes, porque nadie estará mirándote. Si nous sommes attaqués, c'est exactement ce que tu feras, Alexandre, mais ne t'inquiète pas, personne ne te surveillera. Lo más probable es que para entonces ya estemos todos muertos. Most likely we will all be dead by then.

—No confías en que yo pueda defenderte, ¿verdad?

—No. Pero prefiero morir asesinada por los indios en el Amazonas, que de vejez en Nueva York —replicó su abuela.

—¡Eres única, Kate! —sonrió el chico.

—Todos somos únicos, Alexander —lo cortó ella.

Al tercer día de navegación vislumbraron una familia de venados en un pequeño claro de la orilla. Los animales, acostumbrados a la seguridad del bosque, no parecieron perturbados por la presencia de los botes. César Santos ordenó detenerse y mató a uno con su rifle, mientras los demás huían despavoridos. César Santos ordered them to stop and killed one with his rifle, while the others fled in terror. César Santos leur ordonne de s'arrêter et en tue un avec son fusil, tandis que les autres s'enfuient, terrorisés. Esa noche los expedicionarios cenarían muy bien, la carne de venado era muy apreciada, a pesar de su textura fibrosa, y sería una fiesta después de tantos días con la misma dieta de pescado. Matuwe llevaba un veneno que los indios de su tribu echaban en el río. Matuwe carried a poison that the Indians of his tribe poured into the river. Matuwe transportait un poison que les Indiens de sa tribu versaient dans la rivière. Cuando el veneno caía al agua, los peces se paralizaban y era posible ensartarlos fácilmente con una lanza o una flecha atada a una liana. Lorsque le poison tombait dans l'eau, les poissons étaient paralysés et pouvaient être facilement embrochés à l'aide d'une lance ou d'une flèche attachée à une liane. El veneno no dejaba rastro en la carne del pescado ni en el agua, el resto de los peces se recuperaba a los pocos instantes.

Se encontraban en un lugar apacible donde el río formaba una pequeña laguna, perfecto para detenerse por un par de horas a comer y reponer las fuerzas. Ils se trouvaient dans un endroit paisible où la rivière formait une petite lagune, idéale pour s'arrêter quelques heures afin de manger et de reprendre des forces. César Santos les advirtió que tuvieran cuidado porque el agua era turbia y habían visto caimanes unas horas antes, pero todos estaban acalorados y sedientos. César Santos warned them to be careful because the water was murky and they had seen alligators a few hours earlier, but everyone was hot and thirsty. César Santos les avertit de faire attention car l'eau est trouble et ils ont vu des alligators quelques heures plus tôt, mais ils ont tous chaud et soif. Con las pértigas los guardias movieron el agua y como no vieron huellas de caimanes, todos decidieron bañarse, menos el profesor Ludovic Leblanc, quien no se metía al río por ningún motivo. Avec les perches, les gardes ont déplacé l'eau et comme ils n'ont pas vu de traces d'alligators, tout le monde a décidé de nager, sauf le professeur Ludovic Leblanc, qui n'a voulu entrer dans la rivière sous aucun prétexte. Borobá, el mono, era enemigo del baño, pero Nadia lo obligaba a remojarse de vez en cuando para quitarle las pulgas. Borobá, le singe, était un ennemi du bain, mais Nadia l'obligeait à s'y plonger de temps en temps pour se débarrasser des puces. Montado en la cabeza de su ama, el animalito lanzaba exclamaciones del más puro espanto cada vez que lo salpicaba una gota. Los miembros de la expedición chapotearon por un rato, mientras César Santos y dos de sus hombres destazaban el venado y encendían fuego para asarlo. Les membres de l'expédition s'amusent un peu, tandis que César Santos et deux de ses hommes dépecent le gibier et allument un feu pour le faire rôtir.

Alex vio a su abuela quitarse los pantalones y la camisa para nadar en ropa interior, sin muestra de pudor, a pesar de que al mojarse aparecía casi desnuda. Alex a regardé sa grand-mère enlever son pantalon et sa chemise pour se baigner en sous-vêtements, sans aucun signe de pudeur, même si elle apparaissait presque nue lorsqu'elle était mouillée. Trató de no mirarla, pero pronto comprendió que allí, en medio de la naturaleza y tan lejos del mundo conocido, la vergüenza por el cuerpo no tenía cabida. Il a essayé de ne pas la regarder, mais il s'est vite rendu compte que là, en pleine nature et si loin du monde connu, la honte corporelle n'avait pas sa place. Se había criado en estrecho contacto con su madre y sus hermanas y en la escuela se había acostumbrado a la compañía del sexo opuesto, pero en los últimos tiempos todo lo femenino le atraía como un misterio remoto y prohibido. Conocía la causa: sus hormonas, que andaban muy alborotadas y no lo dejaban pensar en paz. Il en connaissait la cause : ses hormones, qui se déchaînaient et l'empêchaient de réfléchir en paix. La adolescencia era un lío, lo peor de lo peor, decidió. L'adolescence a été un véritable gâchis, le pire du pire, a-t-il décidé. Deberían inventar un aparato con rayos láser, donde uno se metiera por un minuto y, ¡plaf!, saliera convertido en adulto. Llevaba un huracán por dentro, a veces andaba eufórico, rey del mundo, dispuesto a luchar a brazo partido con un león; otras era simplemente un renacuajo. C'était un ouragan à l'intérieur, parfois euphorique, roi du monde, prêt à se battre bec et ongles avec un lion ; à d'autres moments, il n'était qu'un têtard. Desde que empezó ese viaje, sin embargo, no se había acordado de las hormonas, tampoco le había alcanzado el tiempo para preguntarse si valía la pena seguir viviendo, una duda que antes lo asaltaba por lo menos una vez al día. Since he started that journey, however, he had not remembered the hormones, nor had he had time to ask himself if it was worth living, a doubt that used to plague him at least once a day. Mais depuis qu'il a entamé ce voyage, il ne s'est pas souvenu de ses hormones et n'a pas eu le temps de se demander si la vie valait la peine d'être vécue, un doute qui le taraudait au moins une fois par jour. Ahora comparaba el cuerpo de su abuela —enjuto, lleno de nudos, la piel cuarteada— con las suaves curvas doradas de la doctora Omayra Torres, quien usaba un discreto traje de baño negro, y con la gracia todavía infantil de Nadia. Now she compared her grandmother's body - wiry, full of knots, her skin cracked - with the soft golden curves of Dr. Omayra Torres, who wore a discreet black bathing suit, and with Nadia's still childlike grace. Elle compare maintenant le corps de sa grand-mère - râblé, noueux, à la peau gercée - aux douces courbes dorées du Dr Omayra Torres, qui porte un discret maillot de bain noir, et à la grâce encore enfantine de Nadia. Consideró cómo cambia el cuerpo en las diferentes edades y decidió que las tres mujeres, a su manera, eran igualmente hermosas. Se sonrojó ante esa idea. Jamás hubiera pensado dos semanas antes que podía considerar atractiva a su propia abuela. ¿Estarían las hormonas cocinándole el cerebro?

Un alarido escalofriante sacó a Alex de tan importantes cavilaciones. A chilling shriek brought Alex out of such important musings. Un cri à glacer le sang a sorti Alex de ses pensées importantes. El grito provenía de Joel González, uno de los fotógrafos, quien se debatía desesperadamente en el lodo de la orilla. The cry came from Joel Gonzalez, one of the photographers, who was struggling desperately in the mud on the shore. Al principio nadie supo lo que sucedía, sólo vieron los brazos del hombre agitándose en el aire y la cabeza que se hundía y volvía a emerger. Alex, quien participaba en el equipo de natación de su colegio, fue el primero en alcanzarlo de dos o tres brazadas. Alex, who participated in his school's swim team, was the first to catch up in two or three strokes. Al acercarse vio con absoluto horror que una serpiente gruesa como una hinchada manguera de bombero envolvía el cuerpo del fotógrafo. En s'approchant, il constate avec horreur qu'un serpent aussi épais qu'un tuyau de pompier gonflé est enroulé autour du corps du photographe. Alex cogió a González por un brazo y trató de arrastrarlo hacia tierra firme, pero el peso del hombre y el reptil era demasiado para él. Con ambas manos intentó separar al animal, tirando con todas sus fuerzas, pero los anillos del reptil apretaron más a su víctima. Recordó la escalofriante experiencia de la surucucú que unas noches antes se le había enrollado en una pierna. Il se souvient de l'expérience glaçante du surucucucu qui s'était enroulé autour de sa jambe quelques nuits plus tôt. Esto era mil veces peor. El fotógrafo ya no se debatía ni gritaba, estaba inconsciente.

—¡Papá, papá! ¡Una anaconda! —llamó Nadia, sumándose a los gritos de Alex. -Nadia a appelé, ajoutant aux cris d'Alex.

Para entonces Kate Cold, Timothy Bruce y dos de los soldados se habían aproximado y entre todos luchaban con la poderosa culebra para desprenderla del cuerpo del infeliz González. Kate Cold, Timothy Bruce et deux des soldats s'étaient alors approchés et, à eux trois, ils arrachaient le puissant serpent du corps du malheureux Gonzalez. El alboroto movió el barro del fondo de la laguna, tornando el agua oscura y espesa como chocolate. The uproar stirred the mud at the bottom of the lagoon, turning the water dark and thick as chocolate. Le tumulte a remué la boue au fond de la lagune, rendant l'eau sombre et épaisse comme du chocolat. En la confusión no se veía lo que pasaba, cada uno halaba y gritaba instrucciones sin resultado alguno. Dans la confusion, il était difficile de voir ce qui se passait, tout le monde tirait et criait des instructions en vain. El esfuerzo parecía inútil hasta que llegó César Santos con el cuchillo con que estaba destazando el venado. El guía no se atrevió a usarlo a ciegas por temor a herir a Joel González o a cualquiera de los otros que forcejeaban con el reptil; debió esperar el momento en que la cabeza de la anaconda surgió brevemente del lodo para decapitarla de un tajo certero. The guide did not dare to use it blindly for fear of hurting Joel Gonzalez or any of the others struggling with the reptile; he had to wait for the moment when the anaconda's head briefly emerged from the mud to decapitate it with a sharp slash. Le guide n'ose pas l'utiliser à l'aveuglette de peur de blesser Joel Gonzalez ou d'autres personnes aux prises avec le reptile ; il doit attendre le moment où la tête de l'anaconda émerge brièvement de la boue pour le décapiter d'un coup de taille précis. El agua se llenó de sangre, volviéndose color de óxido. Necesitaron cinco minutos más para liberar al fotógrafo, porque los anillos constrictores seguían oprimiéndolo por reflejo. Il leur faut encore cinq minutes pour libérer le photographe, car les anneaux constricteurs le serrent encore par réflexe.