¿Cómo nos engañan? Pt1: Los Sesgos Cognitivos
Nuestra mente puede ser una poderosa máquina de aprendizaje, procesamiento de información
y toma de decisiones, pero también tiene ciertas imperfecciones que los publicistas,
políticos y charlatanes pueden usar para mentirnos.
¿Cómo nos engañan?
Los sesgos cognitivos.
Un sesgo cognitivo es un efecto que desvía el procesamiento mental del camino de la lógica,
aunque cuando nos afecta, nos parece que estamos pensando de manera perfectamente racional.
Se trata de una especie de “atajo”, que nos permite llegar a conclusiones rápidas
en situaciones en las que ser veloz es más importante que ser preciso.
Uno de los más comunes es el sesgo de confirmación.
Es cuando buscamos o recordamos sólo aquella información que está de acuerdo con nuestras creencias.
Por ejemplo: la mayor parte de las gente cree que los dolores de la artritis son más frecuentes
cuando llueve o hace frío.
En un estudio, se les pidió a varios afectados que registraran cada día si habían sentido
dolor y cuáles habían sido las condiciones atmosféricas.
A pesar de que los datos no mostraban que el dolor tuviera preferencia por algún estado
del tiempo, los enfermos seguían afirmando que los días fríos y lluviosos aumentaban
los episodios dolorosos.
Apoyaban su afirmación seleccionando datos parciales, como la cantidad de la primera
casilla de ésta tabla, e ignorando la información de las otras casillas que indica en qué proporción
ocurrían los episodios.
Si, por ejemplo, crees que la Tierra es plana, es más probable que busques información
que refuerce esa creencia e ignores aquella que desafíe tu convicción.
Otro sesgo es el llamado “efecto de arrastre” o “bandwagon effect”.
Consiste en sostener una opinión, creencia o preferencia, sólo porque muchas otras personas
también la tienen.
La moda que nos obliga a comprar el estilo de ropa que “se usa ahora” es el ejemplo
más claro.
Este efecto es muy aprovechado por los publicistas y vendedores.
Seguramente has oído frases como “esta canción ha estado en el top diez por 5 semanas
consecutivas” u “8 de cada diez gatos prefieren…Gatún”.
No se si esa marca existe Tona pero se me ocurrió inventarla para darle ahí un rematito, si no existe debería existir ¿verdad?
¿Te ha pasado lo siguiente?
Llegas a una tienda y preguntas ¿Cuál producto es mejor, el A o el B?
Y el vendedor, en vez de responder la pregunta, dice ‘La gente se lleva mucho el producto A”.
Este tipo de respuesta se llama “argumento ad populum”.
Aunque la popularidad podría ser un indicador indirecto de la calidad de un producto o de
la veracidad de una idea, en muchas ocasiones no es el caso.
E incluso puede tener graves consecuencias: millones de personas creyeron en las ideas
de Hitler, y estaban equivocadas y significaron millones de muertes y gran sufrimiento.
Miles de padres no vacunan a sus hijos a pesar de que la evidencia dice que están arriesgado
sus vidas.
Cada vez que oigas un argumento ad populum, recuerda la frase: “Coma basura: millones
de moscas no pueden estar equivocadas”.
Otro sesgo es el de compromiso: tendemos a comprometernos con una idea o decisión si
ya le hemos invertido tiempo y esfuerzo ¡aunque sepamos que lo más probable es que los resultados
sean malos!
Nos da miedo perder lo que ya hemos apostado, incluso si la posible ganancia es menor.
Este sesgo está relacionado con el de “evitar la pérdida”, como cuando te llaman para
decirte que ganaste un premio, y para cobrarlo debes hacer una compra: los mercadólogos
aprovechan tus ganas de conservar lo que ya “ganaste”.
El “Efecto Forer” o “Efecto Barnum” ocurre cuando juzgamos como cierto un discurso
sobre nosotros porque elegimos sólo aquellas partes que sí se nos aplican.
Es muy usado en los horóscopos, por ejemplo.
Es tan interesante que hablaremos más de él en un futuro video.
Como éstos, hay docenas de sesgos cognitivos.
Algunos son atajos del pensamiento.
Las psicólogas Susan T.
Fiske y Shelley E.
Taylor dicen que los humanos somos “tacaños cognitivos”.
Preferimos gastar la menor cantidad de razonamiento posible.
Nos da flojera, pues.
Otros sesgos son más bien emotivos o sociales: nos acoplamos a creencias porque tienen valor
sentimental o queremos encajar en un grupo.
Los sesgos no son inherentemente malos: probablemente nos paralizaríamos si tuviéramos que analizar
sistemáticamente cada idea y cada decisión.
Pero sí conviene estar al tanto de esos “bugs” en nuestra capacidad de procesamiento para
evitar caer en trampas mentales que pongan en riesgo nuestra salud, economía o libertad
de pensamiento ¡Curiosamente!
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