¿Soy un maniático?
Hola, chicos, ¿qué tal?
Bienvenidos a un nuevo episodio de Español Con Juan. Ya sabéis que este es un podcast en español para aprender español.
Yo soy Juan, profesor de español.
¿Qué tal va la semana? Espero que bien.
Hoy vamos a hablar de manías. Yo tengo muchas manías. Dicen mis amigos que soy muy maniático.
Por ejemplo, no me gusta nada prestar mis libros a mis amigos. Cuando un amigo me pide un libro, yo normalmente le digo que no, que no se lo dejo. Tengo miedo de que no me lo devuelva o que me lo rompa…
Y por eso algunos de mis amigos, mis mejores amigos, me dicen que soy muy maniático. Otros son más duros y simplemente me dicen que no soy un buen amigo, que soy sencillamente un mal amigo.
Vamos a ver, vamos a ver si me explico.
En España se dice que hay dos clases de tontos: los que dejan libros y los que los devuelven.
Es un dicho un poco cínico, ¿no? Quiere decir que no hay que prestar libros porque a menudo la gente no te los devuelve. Se les “olvida” devolvértelos.
Pero este dicho también quiere decir que si alguien te ha prestado un libro, no tienes que devolvérselo, que te lo puedes quedar. En otras palabras, que si alguien te ha prestado un libro eres tonto si lo devuelves.
A mí esto me parece un poco cínico.
Yo por lo menos no soy así. Siempre que me dejan o me prestan algo, lo devuelvo. Y, por supuesto, si alguien me deja un libro para leerlo, cuando lo he terminado de leer se lo devuelvo.
Quizás a algunas personas les puedo parecer tonto, pero a mí no me gusta quedarme con cosas que no son mías.
En cuanto a prestar libros a otros… Bueno, digamos que, en fin, digamos que no me gusta mucho porque tengo miedo de perderlos.
Cuando un amigo viene a mi casa y ve un libro que le gusta, a menudo me dice “¿Oye, Juan, me puedes dejar este libro? Parece interesante”. Yo, la verdad, no sé muy bien qué decir, no sé muy bien qué hacer. Por un lado, no me gusta decirle que no. Al fin y al cabo es mi amigo. Si uno no se fía de los amigos, ¿son realmente tus amigos? Por otro lado, la verdad es que no me siento cómodo prestando mis libros.
Al final termino por dejárselo. A menudo, para recordarle que lo quiero de vuelta, le digo: “Recuerda que te lo presto, pero que no te lo doy”. Es algo que parece obvio, pero hay que recordarlo de vez en cuando y decirlo en voz alta. Así tu amigo sabe que estás hablando en serio: te lo presto, no te lo doy.
Prestar no es dar.
Sin embargo, a veces soy yo mismo el que quiero prestar el libro a mis amigos. A veces termino de leer un libro que me ha gustado tanto que quiero compartirlo con otra persona. No sé, leer un libro es algo privado, algo que haces solo. Lo que pasa es que a veces te gusta tanto un libro que quieres compartir con un amigo la misma experiencia. Entonces, en esas ocasiones me encanta prestarle el libro a un amigo.
Por supuesto, tiene que ser un buen amigo, un amigo de verdad, alguien con quien me llevo muy bien. Obviamente no le voy a dejar el libro a alguien con quien no me llevo bien.
En fin, espero no parecer demasiado raro con todas estas cosas que estoy contando, con todas estas manías.
¿Soy yo el único en sentirse así? Espero que no.
Mis amigos a menudo me dicen que soy muy maniático, es decir, que tengo muchas manías.
Vamos a ver si me explico. Un maniático es una persona que se preocupa por cosas sin importancia o que se siente muy mal por trivialidades de la vida.
Por ejemplo, conozco a una persona, no puedo decir su nombre, que dice que no puede dormir si hay algo abierto en el dormitorio. Antes de acostarse, antes de meterse en la cama tiene que cerrar todos los cajones de las mesita de noche, las puertas del armario, las ventanas… antes de meterse en la cama tiene que estar seguro de que absolutamente todo dentro del dormitorio está cerrado. Si no, no puede dormir, no puede pegar ojo en toda la noche.
Mis amigos dicen que me parezco a esa persona, que yo soy tan maniático como esa persona, que tengo tantas manías como esa persona.
Yo creo que mis amigos exageran. Yo no soy tan maniático, pero sí es verdad que tengo algunas manías.
Una manía que tengo, la peor, es que antes de salir de casa tengo que comprobar que todos los grifos de la casa están cerrados, que el gas está apagado, que la calefacción está desenchufada y que todas las ventanas y las puertas del piso están bien cerradas. Si no lo hago, si no compruebo todo antes de salir, luego no estoy tranquilo. Estoy todo el día nervioso, pensando que algo malo va a pasar.
¿Es esto una manía? Sí, supongo que sí. Algunas personas quizás piensan que se trata casi de una enfermedad mental, que entra dentro de la neurosis… Bueno, yo prefiero pensar que es solo una manía.
¿Soy yo el único que tiene manías? Espero que no.
A mí me parece que todo el mundo tiene manías. Es normal. A mí me parece normal tener manías. Nadie es perfecto.
Por ejemplo, una de mis mejores amigas, una chica con la que me llevo muy bien, tiene una manía que no soporto: contar sus sueños. Eso es algo que a mí me parece insoportable. Me refiero a los sueños que todos tenemos cuando dormimos, no a los sueños que tienes para tu vida, no a los sueños de ser médico, de hablar español muy bien, de encontrar el amor de tu vida… No, estoy hablando de los sueños, sueños; de los sueños que tenemos cuando dormimos.
No soporto escuchar los sueños de otras personas. Los míos me aburren, pero los de otras personas me parecen insoportables.
Mi amiga es una de esas personas a las que les encanta contar sus sueños, los sueños que ha tenido la noche anterior. Yo no sé cómo hace, pero la tía se acuerda de todos sus sueños. Yo nunca recuerdo mis sueños, pero ella recuerda los suyos perfectamente, con todo lujo de detalles.
Y la tía, mi amiga, tiene la manía de contarte lo que ha soñado. Me dice: ¡Anoche tuve un sueño extrañísimo! ¿Quieres que te lo cuente? Fue increíble”.
Yo le doy toda clase de excusas:
-Ahora no puedo, es que estoy enfermo. Me duele la cabeza.
-Ahora no puedo, es que tengo que trabajar.
-Ahora no puedo, es que tengo que ir a la peluquería.
-Ahora no puedo, es que tengo que ir al baño.
La tía no te escucha. Parece sorda. Ella empieza a hablar y a contarte su sueño con todo tipo de detalles. No le importa si tú te aburres o si no estás interesado. Ella quiere contarte su sueño.
Y yo me aburro, claro, me aburro como una ostra. No hay nada en el mundo que me aburra más que los sueños de otra persona. Los míos me aburren, pero los suyos…
Yo no soporto ni sus sueños ni los míos ni los de nadie.
No sé si sabéis que yo soy psicólogo. Nunca he trabajado como psicólogo, pero tengo el título de psicólogo. Bueno, pues a mí nunca me ha gustado el Psicoanálisis. ¿Sabéis por qué? Pues porque en el psicoanálisis se hace interpretación de los sueños. Es decir, la gente que tiene algún tipo de problema va a la consulta del psicoanalista y le cuenta al psicoanalista sus sueños. ¿Os imagináis a mí trabajando de psicoanalista? ¡Qué aburrido! Eso es algo que yo no puedo soportar.
Pero bueno, si eres psicoanalista y un paciente te paga por escuchar sus sueños, vale, lo puedo entender. Pero, ¿por qué tengo que escuchar los de mi amiga gratis? ¿Por qué tengo que escuchar los sueños de mi amiga gratis?
Y tampoco me interesa contar mis sueños. La verdad es que no recuerdo nunca mis sueños, pero tampoco quiero contárselos a nadie. No me interesa. Los sueños son sueños, no existen, no son reales.
A mí me gusta escuchar historias reales, anécdotas personales, pero sueños no. ¿Por qué tengo yo que escuchar los sueños de mi amiga? Ella tiene los suyos y yo tengo los míos.
Pero supongo que este tema lo podríamos mirar desde dos puntos de vista.
Por un lado, lo podemos mirar desde mi punto de vista. Desde mi punto de vista mi amiga es una maniática. Ella tiene la manía de contar sus sueños.
Por otro lado, lo podemos mirar desde su punto de vista. Desde su punto de vista, el maniático soy yo, claro. Yo tengo la manía de no soportar sus sueños.
En fin, todo depende del punto de vista, ¿no?
Ahora recuerdo otra manía que tengo. Bueno, no sé si es realmente una manía. A mí me parece algo normal, pero, claro, lo que para una persona puede ser normal, para otra persona puede ser una manía.
Vamos, a ver, no sé qué os parece a vosotros, pero yo no soporto a las personas que se lavan los dientes en el fregadero de la cocina.
No sé si es una manía mía, pero no lo soporto. Me siento enfermo cuando veo que alguien se lava los dientes en el fregadero de la cocina, de mi cocina. Estoy hablando de mi cocina.
Vamos, si se lava los dientes en la suya, pues me da igual, no me importa, pero si se lava los dientes en la mía, en mi cocina, entonces, amigo, eso no me gusta nada. ¡Qué asco!
Quizás os parezco muy maniático, no sé, pero… A mí me parece que los dientes hay que lavárselos en el lavabo del cuarto de baño, no en el fregadero de la cocina donde se lavan los platos.
No sé, no sé qué os parece a vosotros, pero a mí me parece que… En fin, a mí me parece que eso no es muy higiénico y no, no me gusta, no me gusta nada. No lo soporto.
Dicen mis amigos que soy muy maniático, que soy muy tiquismiquis. No sé, quizás es verdad. Quizás me preocupo por cosas que no tienen ninguna importancia, pero, bueno, no sé, yo soy así. ¡Ya es muy tarde para cambiar!
Bueno, chicos, no me enrollo más. Aquí lo dejamos por hoy. Espero que os haya gustado el episodio de hoy. Estoy haciendo últimamente episodios un poco más cortitos porque creo que si son demasiado largos al final la gente pierde la concentración, se cansa y deja de escuchar. Entonces, quizás sea mejor hacer episodios un poco más cortitos para que la gente no se canse tanto y escuche hasta el final.
Esto de mantener la atención de la gente es un problema real. Siempre ha sido un problema mantener la atención de una audiencia, pero ahora con las redes sociales, la gente parece que tiene un nivel muy abajo de atención, que enseguida se cansan, que dejan de prestar atención a los pocos minutos… Total, que, bueno, vamos a ver si haciendo los episodios de nuestro podcast un poco más cortitos conseguimos que más gente llegue hasta el final de cada episodio. Es importante, es importante llegar hasta el final.
Y hay otra cosa también muy importante, chicos: escribir una crítica en Apple podcasts o en cualquier otra plataforma donde vosotros escucháis nuestro podcast. Eso me ayuda muchísimo a continuar adelante, a llegar a más gente. Eso es muy importante para mí, así que muchas gracias a todos los que habéis dejado vuestra crítica, vuestra opinión sobre nuestro podcast.
Y, nada más, chicos, no me enrollo más, que ya está bien. Nos vemos, no, nos escuchamos la próxima semana aquí, en Español Con Juan.
Un abrazo a todos y hasta la próxima semana.
¡Adiós!