¿Qué pasaría si el mundo se volviera de oro? Apocalipsis de oro
En los laboratorios de Kurzgesagt solo nos planteamos los dilemas científicos más importantes
como “¿Destruimos algo?” o “¿Explotamos este elefante?” Y, no nos olvidemos de,
“Miren esto, ¡es muy grande!”. Siguiendo esta tradición que tanto
nos enorgullece, vamos a explorar el misterio científico de qué nos pasaría si, de repente,
la Tierra se volviera de oro, la "apocalipsis de Midas",
basada en el antiguo cuento del Rey Midas que convertía en oro todo lo que tocaba.
Antes de explorar este escenario científicamente, debemos establecer una premisa:
la maldición de Midas es un fenómeno muy especial llamado "magia" que permite modificar la física.
Así que, ¿qué pasa cuando Midas toca algo y lo convierte en oro?
Un átomo de oro tiene 79 protones y 118 neutrones en el núcleo.
La fuerza eléctrica que ejercen los protones en los electrones que los rodean da forma al
átomo y confieren al oro sus propiedades químicas, como que no se oxide y sea brillante y maleable.
Por eso, para convertir en oro algo que no lo sea, debemos cambiar los átomos.
Digamos que Midas toca un pato. Todos los elementos ligeros como el hidrógeno,
el carbono y el oxígeno ganan electrones, protones y neutrones para convertirse en oro.
El pato no solo tiene ahora una masa 33 veces mayor, también es mucho más denso.
Los átomos de oro están juntísimos, tanto que se atraen y repelen entre sí con tanta violencia que
explota con la energía de media tonelada de TNT y solo queda polvo de oro y un Midas muy muerto.
Es evidente que el poder de Midas así no funciona muy bien.
¿Y si lo que el poder de Midas utiliza son los átomos que ya existen y se limita
a reorganizar todas las partículas de la materia que toca para formar oro?
La materia ni se crea, ni se destruye. En su lugar, los átomos se disuelven y los protones,
neutrones y electrones se reorganizan. Pero el oro es muy denso, unas 20
veces más denso que un pato. Sin agregar ninguna materia,
el pato de oro sería una torpe forma de oro espumoso con multitud de microporos.
Es raro y no explota. Sin duda, todo un progreso. Ahora que hemos establecido una especie de magia
que funciona, ¿qué pasaría si Midas se tropezara? ¿Y si tocara la tierra?
Congelemos el tiempo un momento y reorganicemos toda la materia del planeta.
Al igual que el pato, la Tierra se vuelve de oro sólido, pero con muchísimos poros diminutos.
Mientras que para el pato estos huecos apenas importaban,
para la Tierra son un gran problema. Un planeta esponjoso es inconcebible:
como la gravedad comprime la Tierra y la compacta para eliminar huecos,
se contrae hasta que su radio se reduce a dos tercios del actual.
La gente en la superficie de repente quedaría en caída libre, como en una montaña rusa,
con el suelo menguando a sus pies. Pero como el suelo también cae, no se aleja.
Como si alguien hubiera desconectado la gravedad y todo hubiera empezado a flotar.
El viaje no sería eterno, apenas harían falta 10 minutos para que todo cayera. ¡Y
qué 10 minutos tan raros! Después se detendría tan
abruptamente como comenzó. La Tierra habría alcanzado el
tamaño deseado y la gravedad volvería de repente. Esperemos que todos disfrutaran de la ingravidez
ya que el suelo y todo sobre él ahora se colapsa contra el planeta a 30 000
kilómetros/hora, y los cuerpos explotan al aterrizar como si fueran globos de agua.
En un instante, toda la humanidad está aplastada y solo quedan charcos rojos.
¡Y los problemas apenas han comenzado! La Tierra implosiona supersónicamente.
La energía cinética de la implosión equivale a detonar un planeta hecho de TNT.
Aplastado con increíble fuerza, el núcleo terrestre alcanza el millón de grados Celsius,
una temperatura más similar a la del interior de una estrella que a la de nada en la Tierra.
Mientras se colapsa sobre sí misma, la Tierra genera una onda de choque poderosísima que
empuja hacia arriba y catapulta la atmósfera. La temperatura en la superficie terrestre alcanza
los cientos de miles de grados y todo se evapora instantáneamente y se convierte en una nube de
plasma esponjoso que se expande, aunque no mucho. Muchos de nuestros propios átomos se mezclan
en esta nube, mientras otros se vaporizan y escapan de la atmósfera.
El plasma de oro brilla más que el sol y la inmensa radiación lanza
toneladas de materia al espacio. En los días siguientes, la nube de
plasma se enfría y al final se congela y convierte en una pequeña bola de oro.
Bueno, parece que este tipo de magia no funciona. Bien. Sustituir átomos hace que la Tierra se
vuelva tan densa que explota y reorganizar átomos provoca que pierda tanta densidad que
implosiona. Debería existir un término medio en el que a la Tierra no le pasara nada.
¿Y si el poder de Midas fuera que el objeto se sustituyera por otro
del mismo volumen fabricado en oro macizo? Esa magia es más mágica aún y elimina algunas
aristas, pero veamos dónde nos lleva. Así que Midas se vuelve a caer y...
Aunque nuestra nueva Tierra de oro puro no se expande ni contrae,
de repente tiene muchísima más masa. La densidad del oro es tres veces y media
más que la de la Tierra, lo que significa una Tierra tres veces y media más pesada.
Para empezar, todo tiene que soportar la gravedad de la superficie que ahora es del triple, así que,
si uno no es un fabuloso levantador de pesas, acostumbrado a llevar a hombros varias veces
su peso corporal, es probable que quede aplastado en el suelo por su propio peso.
Simplemente el lugar en el que estemos cuando la tierra
se vuelva de oro podría herirnos o matarnos. Los árboles y las estructuras artificiales se
colapsarían bajo un peso para el que nunca fueron preparados, mientras que pájaros,
aviones y todo lo que pudiera volar o flotar se aplastaría contra el suelo.
El aumento de la gravedad no solo nos abrumaría a nosotros.
Tanto el peso de la atmósfera como su presión casi se cuadriplicarían,
algo terrible para cualquier ser vivo. Esta presión, por sí misma, no mata:
los buceadores pueden respirar aire a esas presiones durante un rato. Lo malo es que,
al comprimir tanto la atmósfera, la temperatura subiría a 150 grados Celsius,
como si la metieran en un horno. La superficie de la tierra
se hornearía y absolutamente todo quedaría gratinado. Sin escapatoria.
Pese a ser un metal, el oro es tres veces más débil que el acero y también muy maleable, lo que
lo vuelve muy poco indicado para las montañas: siendo de oro, la altura máxima soportable de
una montaña rondaría los dos kilómetros. Y así, las cordilleras se comprimirían
porque su propio peso las rompería por la base. Es difícil saber qué pasaría después.
Seguramente enormes terremotos y corrimientos aplastarían el planeta y cambiarían su forma.
Y no solo afectaría a las cordilleras: los continentes y el suelo oceánico se nivelarían
y los océanos se desbordarían, generando enormes mareas que cubrirían la superficie.
El resultado sería un planeta de oro, totalmente cubierto por un océano de
tres kilómetros de profundidad, una atmósfera supercaliente y un montón de gente muerta.
Hum, bien. Quizás haya una lección que aprender de esto, pero no sabemos muy bien cuál.
Sin embargo, hemos hecho todos los cálculos, Pueden consultarlos en las fuentes.
Y si han aprendido algo de este video, por favor, háganoslo saber.